Balance

Por Julio Maier

Desde mi punto de vista, el balance de las elecciones nacionales para presidente de la República Argentina requiere varias advertencias. Casi diría que mi estado de ánimo concurre con el «No estoy feliz» de Francisco “Paco” Oliveira1, a pesar de que varios escritos míos le requerían al presidente Mauricio Macri su renuncia o abogaban por su enjuiciamiento, para que no siguiera el exterminio de este país y el destrozo de cierta unidad cultural mínima entre sus habitantes, país al que ya no podía llamarse Nación. Por lo contrario, pese a haber logrado el desplazamiento del gobierno y por comicios populares —que satisface mis aspiraciones—, no puedo expresar lo mismo que expone Victoria Ginzberg en su nota titulada «Se va Macri»2, cuya descripción de la situación a la que habíamos llegado comparto y aplaudo. No debería asombrarme: siempre fui un optimista sólo teórico, pero un gran pesimista práctico.

Debo advertir también que no sólo no soy un político, mucho menos, un analista político. Sin embargo “pasan cosas” que alimentan ese pesimismo. Había imaginado la primera: la TV, sin discriminación alguna y como sucedió en anteriores elecciones bajo esta administración, los primeros resultados provisionales —que no entiendo por qué razón domina el Ejecutivo— aproximaban a los candidatos del gobierno a aquellos del frente opositor “de todos” hasta casi la medianoche y, para colmo de males, no se informaba sobre el territorio ingresado en el cómputo de ellos ni sobre su porcentaje del total de votos emitidos; le expresé a quien me acompañaba que, pese a que el lunes era día laborable, se quedara sin dormir conmigo, si en verdad quería observar resultados más aproximados a la realidad.

Ello coincide con varios de los desparpajos del gobierno actual: utiliza los medios en su provecho, miente sin siquiera sonrojarse, avasalla nuestras instituciones sin prurito ético o jurídico alguno y sin asegurarlas para un futuro, incluso para un futuro no muy lejano. Ya después de satisfacer aquello que expresara nuestro aún presidente en los comicios PASO —irnos a dormir— comenzó a subir de a décimas la alianza que, en definitiva, ganó la elección, al mismo tiempo que bajaba de a décimas la alianza contraria; increíble y, para colmo de males, aburrido. Hoy he sentido por radio, mientras estudiaba, que autoridades gubernamentales no sólo han secuestrado documentos hábiles para la votación del personal administrativo bajo su poder y control, en comunas en las cuales decidían pocos votos, sino, peor aún, que han sido falseados padrones para impedir el voto de ciertos ciudadanos con algún éxito. Todavía más, hay indicios acerca de que la votación de ciudadanos argentinos residentes en el extranjero también forma parte de la falsedad intentada sobre el resultado de los comicios. Existen, al parecer, investigaciones pendientes; harían muy mal los funcionarios abocados a ello si no agotaran los medios y las consecuencias posibles, al tener en cuenta que nada cambiaría la elección, porque aquí está en juego nuestro rumbo democrático, ético y jurídico.

Del mismo modo, ese resultado es inexplicable no sólo por otro fracaso fenomenal de los encuestadores, sino, antes bien, por lo increíble que resulta la diferencia respecto de las PASO, a pesar de la horrible performance del gobierno actual aun después de aquellos comicios, que agravó todos los rubros de medición posibles (hambre, mayor pobreza e indigencia, despidos, puestos de trabajo disminuidos, empresas cerradas o subsistentes, pero con mínimo desarrollo, dada la escasez del mercado interno, inflación altísima, derrota parlamentaria, inejecución de sus obligaciones, administración sin rumbo fijo, etc.). Quien quiera convencerse por cifras de esta misión imposible Ejecutivo en pos de un eventual balotaje, debe acudir a la nota de Raul «Tuny» Kollman en Página 12 el ultimo treinta de octubre, reproducida y ampliados sus fundamentos numéricos por varios otros comentarios y, en general, por la polémica abierta dentro del Frente de Todos sobre festejar del todo o apenas sonreír, sobre votar o botar según la terminología metafórica que utiliza Presman3. En verdad, todo esto parece confirmar que las huestes de lo que fue “Cambiemos” no logran escapar de la mendacidad demasiado rápido.

Si fuera cierto este balance de ambos escrutinios —espero que tanto las investigaciones sobre las denuncias como el escrutinio definitivo arrojen claridad— las palabras del padre Oliveira son correctas y anticipan un peligro concreto. Más del 40% de los votos, aunque no se logre superar al contrario, son una buena base de sustentación, más aún si se observa lo acaecido en la ciudad de Buenos Aires y se compara esa unidad con la conformación del frente de varios partidos o ideas políticas, no siempre representantes de una amalgama en el futuro, poco probable, que ofrece el Frente de Todos. Aunque hoy ya son conocidas correcciones del escrutinio definitivo y, sobre todo, se espera el correspondiente a la Provincia de Buenos Aires (por su importancia electoral) lo cierto es que lo que fue “Cambiemos” —o, si se quiere, Macri como presidente—ha logrado bastante más adhesiones que aquello que se esperaba, que aquello que merece según su desempeño como gobierno y, sobre todo, que aquello que indicaban las PASO, al funcionar casi como una elección primaria.

El hecho es que se pregona que el frente «Juntos por el Cambio» ha alcanzado una primera minoría en la Cámara de Diputados, capacidad política importante no sólo durante el próximo gobierno, sino, también, para las próximas elecciones legislativas (2 años) e, incluso, para el regreso al gobierno en cuatro años, dada la difícil tarea de construcción que deberá afrontar el gobierno elegido. En este sentido, la tarea de destrucción en todos los sentidos —cultural, institucional, económica y de producción de bienes, educacional, de salud pública, represiva— encarada por el neoconservadorismo, hoy llamado neoliberalismo —que no rinde pleitesía para nada al liberalismo cultural y jurídico del siglo XIX—, nos prometía, según sus resultados, pensar en su autodestrucción si se respetaba la voluntad popular en los comicios, un ciudadano vale un voto. Por lamentable que sea, ello no es así y, más allá del apellido Macri, emblema de esa ideología actualmente, ella todavía amenaza con su ocasional regreso, como sucedió en varios momentos de nuestra historia política y de diferentes maneras.

Hoy, los líderes del poder económico —“los dueños del país”— siguen perteneciendo a esa idea, como lo han confesado públicamente y mediante su apoyo al gobierno saliente, por más que las circunstancias los obliguen a comportarse cautelosamente frente al próximo gobierno, dado, incluso, su fracaso absoluto. Ello quiere decir que desigualdad, hambre, pobreza extrema, indigencia de sus congéneres, solidaridad con los otros, para nada los conmueve y saben que están seguidos todavía por un conglomerado masivo de personas, de tontos, aun cuando esas mismas personas sufran la pérdida de derechos que encarnan los valores contrarios. Frente a aquellos desvalores citados me es imposible concebir, al menos a mí, ese comportamiento masivo.

1 Página 12, 29/10/2019
2 Página 12, 28/10/2019
3 https://www.pagina12.com.ar/228205-alberto-fernandez-ampliaria-a-diez-puntos-su-ventaja

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