El Belgrano y el hundimiento de las negociaciones de paz
La guerra del Atlántico Sur
Por Enrique Manson
El 2 de mayo de 1982 el presidente peruano Fernando Belaunde esperaba la aprobación de su propuesta de mediación. La dictadura argentina veía con interés el plan, aunque los ingleses no pensaban del mismo modo.
La reunión de la Junta que resolvería la posición argentina se inició sin la presencia de Anaya. El almirante llegó a las 19,30 y dijo: “La Armada se retira de la negociación. Nos hundieron el Belgrano”
El almirante Woodward, comandante inglés, se preparaba para enfrentar una típica batalla aeronaval donde la flota de mar argentina sería el oponente principal. Esta, ante la aproximación de la task force, desarrolló inicialmente un plan que presentaba tres grupos de tareas. El primero al este de Puerto Deseado, con el Portaviones 25 de Mayo, acompañado por los destructores Santísima Trinidad, Hércules, Comodoro Py y Seguí, un segundo formado por cuatro corbetas que avanzaban desde el Este de Comodoro Rivadavia y, desde la Isla de los Estados, el tercero encabezado por el crucero General Belgrano al que apoyaban los destructores Bouchard y Piedrabuena. El crucero, más viejo que el portaviones, tenía sin embargo una terrible potencia de fuego que incluía 15 cañones de 152 milímetros, 8 de 127 milímetros, 40 cañones antiaéreos, dos sistemas misilísticos Seacat y un helicóptero embarcado. No contaba con protección tecnológica moderna, lo que lo hacía dependiente de sus destructores escolta, pero para la task force era una amenaza importante. Había nacido en la U. S. Navy con el nombre de Phoenix y había sobrevivido al bombardeo de Pearl Harbour. Incorporado a la Armada argentina después de la Segunda Guerra Mundial, llevaba el nombre 17 de Octubre, como nave insignia del almirante Isaac Rojas durante la Revolución de septiembre de 1955 y en él se firmó la rendición de la Junta de generales que entregó el poder al gobierno Libertador. Naturalmente, fue rebautizado.
Los tres grupos iniciaron la marcha hacia el archipiélago, aunque desde el primer momento la conducción naval había preocupación por la posible aparición de submarinos nucleares. Se esperaría el momento en que la flota británica intentara el desembarco y se encontrara aferrada en su apoyo, para atacarla mediante un movimiento de pinzas. Woodward estaba preocupado por el poder de fuego de la flota argentina y se planteó atacar mediante submarinos o aviación embarcada a los barcos que fueran ubicados.
El submarino nuclear Conqueror localizó al crucero y lo siguió durante varios días. El 1º de mayo, el comando naval argentino ordenó replegarse hacia zonas de poca profundidad. El Belgrano representaba una fuerza significativa y preocupante para los marinos ingleses. Woodward consideraba que la fuerza encabezada por el portaviones y por el Belgrano eran un peligro serio para su flota. Como los submarinos nucleares no habían localizado al 25 de Mayo, el almirante reclamó que se operara contra el crucero.
El 1º de mayo, ante el peligro submarino, se ordenó retirarse a posiciones de poca profundidad. El crucero y su escolta cumplían con la orden. “El retorno… era lento y sereno. Nadie creía en la posibilidad de un ataque enemigo, mucho menos transitando fuera de la zona de exclusión.”(Cardozo, Kishbaum, y Van der Kooy, Malvinas. La trama secreta.) El Conqueror informó que tenía al crucero en la mira, y éste solicitó la autorización del ataque al gobierno británico. La primera ministra, en sus memorias, intentaría explicar su decisión: “…todo el Grupo (naval argentino) navegaba en el borde de la zona de Exclusión. Nos había llegado información acerca de las intenciones agresivas de la flota argentina. El día anterior se habían producido intensos ataques aéreos contra nuestros buques y el almirante Woodward, al mando del Destacamento tenía muchas razones para creer que se estaba desarrollando una ofensiva a gran escala.” (Tatcher, Margaret, Los años de Downing Street)
El 2 de mayo a las 15.57 se produjo el ataque. El Bouchard, equipado para la detección de amenaza submarina, fue el primero en notar el latigazo del paso de un torpedo. El submarino había lanzado tres en dirección al Belgrano. El capitán Héctor Elías Bonzo relató que el “… primer impacto perforó cuatro cubiertas hacia arriba hasta llegar a la principal. En una palabra, quedaron afectadas todas las cubiertas en forma vertical…El buque navegaba en ese momento en un mar agitado. Salía de la cámara para ir al puente y en ese momento sentí la vibración del buque y una sensación como si estuviera trepando a una montaña de arena. Vino un ruido no muy fuerte, un ruido sordo y de repente el silencio. El buque se paró, no avanzó más. Simultáneamente se apagaron todas las luces y se percibió un olor acre que empezó a expandirse por todo el buque. La segunda explosión se produjo un poco más lejos de donde yo estaba: ese torpedo produjo la caída total de la proa en un tramo de 15 o 20 metros.”(Barón, Ana y Markic, Mario: Reportaje al capitán Héctor Bonzo en Revista Gente)
El crucero se hundió rápidamente, y se llevó 321 integrantes de la tripulación. El resto logró salvarse en los botes y fue rescatado posteriormente. El hundimiento produjo la decisión de retirar la flota a sus bases, eludiendo a partir de allí toda participación en la guerra, fuera de la aviación naval, los infantes de marina que actuaban en las islas y el submarino San Luis. En lo diplomático, con el crucero se hundió el intento de mediación del presidente peruano.
(Extracto de ‘Tras su manto de neblinas’. Fabro 2011)