El día después
Por Mario Toer
En un principio, parecía que el virus ocupaba más y más espacio en nuestro entorno y opacaba hasta las más mínimas relevancias de la escena política. Después, pareció que, tímidamente, iba emergiendo en nuestro medio la figura de Alberto Fernandez, con una especial habilidad para encontrar el tono y así anticiparse con las medidas que la mayoría vería con una especial mezcla de temor y aprobación. Pero pasaron los días y, para sorpresa de muchos, sin pretender sustraerme, el escenario político del mundo empezó a tornarse sorprendemente nítido y por demás elocuente. No sólo se confirmaba y ampliaba el escenario local sino que, a nivel planetario, cada cual atendía su juego con ribetes de extraordinario patetismo, exacerbando, en algunos de sus principales protagonistas, su actuación, sin disimulos de ninguna especie, sin siquiera pudor del ridículo.
Y lo que se pretendió que fuera un odiado «virus chino», dio lugar a colosales sombras chinescas que se proyectaban sobres las paredes del escenario político planetario sin dejar lugar a que nadie pudiese dejarle pasar inadvertido. Un asombroso trueque se estaba produciendo. Mientras los que sufrieran con rigor el primer fuerte embate, lo aislaban y hacían retroceder, de manera impensada y sorprendente, quienes se mofaban de la pequeñez de la «gripecita», terminaban abrumados sin saber atinar cómo salir del pantano. Y las cadenas que alimentan los «medios» más «serios», que deben conjugar, con cierta pericia, el embuste mayoritario con algún análisis que no deje a ciegas a quienes deben tomar decisiones, siendo sus principales socios y clientes, empezaron a hacerse eco de algo de mucha envergadura: el platillo del escenario mundial se inclinaba hacia el Este y no daba señales de que pudiese volver atrás…
La Nación del 28 de marzo reproducía uno de estos «análisis de fondo» del The Washington Post, con las firmas de Liz Sly, Michael Birnbau y Karen De Young, quienes, tras el potencial título de «Con su aislacionismo, EE.UU. podría perder el liderazgo global», decían entre varias otras sentencias, bastante menos ambiguas que «El desentendimiento de Estados Unidos de la lucha contra el coronavirus es parte de una retirada más amplia del mundo en general». Y poco después: «Pero la gravedad de la crisis es tal que la ausencia de los Estados Unidos podría hacerlo retroceder definitivamente en el tablero internacional cediendo terreno ante una China en fulgurante ascenso». Los articulistas después relatan con detalles las variadas presencias solidarias chinas en diferentes lugares del planeta.
Otro analista, que no deja de ser meduloso, Jorge Castro, en el suplemento económico de Clarín, al día siguiente, nos dice en su artículo «La recuperación de China abre el camino para la superación de la crisis global»: «El control del coronavirus le abre a China una excepcional oportunidad histórica para que el mundo entero (incluyendo a los EE.UU.) reconozca y admire la profunda legitimidad política de su sistema de gobierno» alcanzando además lo que faltaba «…imponerse definitivamente en la batalla cultural -el softpower- (…) para asumir el liderazgo global…» El autor abunda en datos de los rebotes bursátiles de dos dígitos que se están operando en «las industrias vinculadas a la Inteligencia Artificial (IA) y a la tecnología 5G; y en especial la robótica 5G y la logística automatizada…» de origen chino. Para Jorge Castro, que suele ser ponderado, se trata de «un impulso fenomenal»…
Más acá de lo que parece decisivo, restan algunas preguntas ¿podrá el histrionismo de Donald Trump y su acceso a la impresión de moneda, en vísperas de las elecciones, minimizar la significación del crac del sistema de salud norteamericano? Las radicales medidas que está tomando el presidente de El Salvador, atentando contra el sacrosanto derecho a la propiedad ¿podrán trascender lo acotado del país de donde tienen origen? El grotesco desafío de Jair Bolsonaro a las normas que procuran salvar vidas, en pos de que no sufra el mundo de los negocios ¿podrá mantenerse en pie en medio de la confusión? Es difícil. ¿Conseguirá López Obrador el equilibrio justo en una sociedad reacia a cumplir con exigencias en las que los poderes locales siguen en disputa? Puede haber más, inclusive las que atañen al origen del virus… pero lo decisivo es la confirmación de que la política no se esfuma ni en los tiempos más apremiantes.
Sin duda estamos atravesando un período muy duro en la historia humana pero, a pesar de eso, o mejor dicho, quizás, por eso mismo, el escenario que habrá de emerger el día después puede ser bastante distinto al de las postrimerías del año pasado.
Deberíamos ir pensando, mientras seguimos cumpliendo con la cuarentena, en que, probablemente, mal que le pese al presidente norteamericano, en su ¿último? mandato, nuestro próximo teléfono sea un Huawei.