El huevo de la serpiente
Acerca de la prohibición del lenguaje inclusivo en la ciudad de Buenos Aires
Por Bárbara Orbuch*
La resolución que prohíbe el lenguaje inclusivo en las escuelas ya está vigente. Larreta Leloir y su ministra de educación, Soledad Acuña, ex-alumna de Erich Priebke lo rubricaron y principalmente, lo anunciaron en los medios, sus principales aliados de gobierno. Cada decisión política es, en primera instancia, anunciada en la prensa, sopesada previamente por los focus groups y lanzada como un golpe de efecto mediático para regocijo de la derecha vernácula en coyunturas determinadas y particulares.
Esta ofensiva dictatorial va dirigida a les docentes y a todes les estudiantes en formación bajo la órbita de la ciudad, siendo válida la contextualización de estar inmersa en un raid de disciplinamiento continuo hacia el colectivo de trabajadores de la educación que se inició formalmente con la represión durante el gobierno de Macri, siguió por las reformas educativas inconsultas y arbitrarias resistidas por la comunidad educativa y que coronaron este año el triste paso de la precarización laboral por adelantado en las escuelas a través de las prácticas en empresas, situados en espacios y tiempos que debieran ser eminente y exclusivamente educativos.
Quitarle el espacio educativo a la educación, es una máxima reincidente que se impone en su política de desinversión mediante las diversas estrategias para conmover el sistema educativo desde adentro a través de la remoción de los docentes hostiles a la gestión por diferentes medios, donde los objetivos políticos centrados están en una profunda penetración ideológica que fue haciendo mella, a través de diversas medidas concretas, como la creación de una universidad docente «PRO» y de su conexa modificación del estatuto docente, muy reciente y fresco en el tiempo.
En sintonía con la doctrina de seguridad nacional, para Larreta y Acuña, el enemigo interno es la misma docencia, que la ministra se encarga de denostar y denigrar de manera sistemática. El elemento «subversivo» a desestabilizar, es para la gestión Pro en la ciudad una cuestión de política de estado, en un viaje al pasado permanente, casi como si la democracia nunca jamás hubiera advenido.
Del mismo modo, si el espionaje es sin dudas, el método más elegido por Macri, Larreta y Acuña le añaden el de las listas negras. Periódicamente se entreveran en los colegios para conocer y disponer de los nombres de los trabajadores que se adhieren a los paros, reduplican los controles y auditorías los días donde los docentes expresan su derecho a huelga, por otra parte han llegado a incursionar en las escuelas secundarias a través de la irrupción de personal policial en los establecimientos y a sumariar directivos por no entregar las listas de nombres de los jóvenes que participaban de las tomas durante la resistencia estudiantil a las reformas.Otra estrategia en el mismo sentido se vincula a las designaciones a dedo o por concurso de direcciones afines o funcionales en las conducciones a cargo de las gestiones educativas.
Todas estas prácticas persecutorias se van consolidando en un disciplinamiento morfológica y gramaticalmente autoritario en las escuelas, el cual constituye el bastión más férreo y activo políticamente de su reducto ideológico a nivel nacional.
La decisión agresiva de erradicar la posibilidad de nombrar lo diverso en términos político-discursivos, es un dardo envenenado dirigido a las prácticas educativas inclusivas de las diversidades e identidades de los géneros y a todo aquello que estos movimientos progresivos significan a nivel social y cultural a partir de los logros de las luchas feministas.
La gravedad que comporta este enunciado con carga normativa, tiene un peso gravitacional muy fuerte en lo simbólico y en lo real, por lo que significa en términos de praxis educativa y en el discurso social por su punitivismo extremo.
Queda expuesto que no está prohibido prohibir en la ciudad, y mucho menos si se trata de «un otro»o de un «discurso otro», como un enemigo a disolver socialmente.
La argumentación respecto del correcto uso del lenguaje y la merma del nivel de estudiantes en las evaluaciones es ridícula y falaz, además de absurda ,infundada y esquiva a su responsabilidad en la gestión educativa, como es habitual.
Alegando el «uso correcto del español», el calvo aspirante a presidente apela al reforzamiento reaccionario para apuntarse una ventaja política en un territorio de una derecha que avanza. De este modo, apoderarse de la carga simbólica que enarbolan las derechas reaccionarias, lo inscriben en el linaje de los políticos que bregan por políticas regresivas catalizadas por el descontento que generan las crisis distributivas que se evidenciaron durante la pandemia y que se profundizan en esta fase de desigualdad del capitalismo salvaje.
De este modo, en campaña electoral anticipada, se ubica en la vereda de enfrente de las recomendaciones de los organismos internacionales en torno a la apertura discursiva que viabiliza y visibiliza una sociedad que detenga las desigualdades y se posicione en contra de los organismos del estado nacional que combaten el discurso sexista. Según Naciones Unidas, los principales retos del español para una comunicación inclusiva en cuanto al género son la confusión entre género gramatical, el género sociocultural y el sexo biológico. Pero para Larreta no hay confusión posible, la casta que él representa hablan un lenguaje único, el del poder blanco, financiero, patriarcal y heterormativo.Una vía directa y vertical de la hegemonía neoliberal que contraataca.
El objetivo es el alma, decía Margareth Thatcher, y en esa tenebrosa senda está la dupla perversa en su pugna por imponer un sentido común y una subjetividad que extraiga el devenir histórico y que arremeta con fusta y látigo a cualquier disidencia contra la opulencia hetenormada y dominante.
Se trata además de reduplicar la apuesta del imperio de la conquista española, a través de la cual muchos terratenientes se enriquecieron formando la oligarquía cuya representación política ostentan. El discurso colonial perpetúa la dominación y la lengua de Castilla es el ícono en la depredación de las lenguas originarias a fuerza de espada y cruz , por lo cual es muy lógico que se la instrumente en el presente como herramienta política para doblegar al otro.Traemos a colación el correlato discursivo de su jefe político, analfabeto e iletrado, cuando afirmó la supuesta angustia ante nuestra independencia, encabezando su súbdito alegato al «querido rey»
La sociedad deseada por sus votantes está ubicada a la inversa de la mirada inclusiva y esto es lo que reafirma; es preciso que los ciudadanos de la ciudad sepan que hay que hablar «como Dios y la RAE mandan» y que mantengan sus privilegios a salvo, a sabiendas de que esa sociedad homogénea en términos lingüísticos, establecerá la patria del lenguaje de la opresión y actuará arrollando al diferente, bajo el mando de un imperio colonial, donde la otredad será condenada. Allí estarán los desviados, los que estén por fuera de la norma y serán sancionados en consecuencia.
En definitiva, las estrategias aperturistas, solo son para los capitales financieros que sus propios representantes del establishment encarnan, fugando los millones que el endeudamiento retroalimenta para la estabilidad del poder real régimen. El lenguaje debe estar cerrado, si es posible, amortajado para que no hable, ni ponga en escena al diferente.
«No estamos persiguiendo ni es una caza de brujas» se lee en Clarín digital, en boca de la ministra, mezcla de redacción mala, acto fallido y engendro sintagmático que evidencia su perversión acostumbrada. La pronunciación de Acuña, en el «No les pedimos permiso a los sindicalistas para tomar decisiones en materia educativa» sigue el hilo discursivo de la ofensiva antisindical de la opacada Vidal del «Comodoro Pro» en una portavoz vivaz, del más acá de la Gral Paz.
Detrás del supuesto buen uso del lenguaje ( carente, elemental y vacuo en todes sus funcionaries) este fuerte golpe ideológico es también y por sobretodo, contra las diversidades y los derechos de les niñes y jóvenes que habitan cotidianamente las aulas, cargado de violencia simbólica y que actúa como caja de resonancia en los sectores más reaccionarios de la sociedad, con quien Larreta dirime y se tironea en la interna por llegar a la presidencia, en especial con los denominados «halcones» frente al avance de los denominados paradójicamente » libertarios» (con Javier Milei a la cabeza)
En el paroxismo liberador de que el lenguaje es político, la claúsula de prohibir un tipo de lenguaje que incluya a las diversidades y disidencias del género, se inscribe en una nefasta política discriminatoria condenable desde el espectro social en su conjunto.
La voluntad desde el Estado de excluir y violentar tanto a les referentes que nombran; como a les estudiantes que son nombrades, atenta contra los derechos sociales de les jóvenes y de les trabajadores de la educación.
Nada más elocuente que la prohibición de un discurso y la imposición del estado de la prohibición para dar cuenta del tipo de dominio que se quiere instalar.
En este caso, el disciplinamiento y la censura se extienden en dos planos, afectan tanto a la práctica oral como a la escrita de cualquier expresión, que a partir de ahora está sancionada y normativizada por el gobierno de Larreta, lo cual genera una determinación absoluta y una condena a las disidencias y diversidades que el lenguaje inclusivo nombra.
Reprimir las palabras, es también suprimir subjetividades. A través de no nombrar excluimos, segregamos, por lo tanto, excluir del lenguaje es también excluir del mundo social.
Si el lenguaje inclusivo se propone incluir en las aulas, prohibirlo es necesariamente una obligación de excluir, más grave aún su significado porque esta acción está determinada desde el estado y porque además ejecuta un disciplinamiento a quienes eligen incluir a identidades diversas.
La salud mental implica ser nombrado, escuchado y respetado, en tanto este tipo de política educativa y de su correspondiente violencia simbólica, representa en este ámbito un daño explícito porque punitiviza y sanciona negativamente una expresión política del lenguaje que apunta a la inclusión y a la libre expresión.
Desde lo político, esto representa un quiebre absoluto para quienes detentan un supuesto pluralismo liberal y postula la segregación y la exclusión como vehículos para conquistar la hegemonía cultural.
Es preciso un repudio masivo y contundente de esta resolución autoritaria.
No olvidemos las enseñanzas de la historia como aliada natural de la memoria: En vísperas del autoritarismo más cruento del siglo XX, la prohibición de las palabras operó como antesala del horror.
*Psicoanalista. Lic. en Psicología (Universidad de Buenos Aires) y UNED (España). Docente y Asesora Pedagógica en el Nivel Medio. orbuchbarbara@gmail.com
Junio 2022