En este rincón el romántico concepto de inspiración

ZONA LITERARIA | EL TEXTO DE LA SEMANA

COMPILADO: 31 respuestas de escritores argentinos a la pregunta 3 del ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti.

Entre diciembre de 2018 y diciembre de 2020, treinta y un escritores argentinos fueron respondiendo las treinta y cinco preguntas que conforman el ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti. Estas entrevistas-cuestionarios fueron difundiéndose en la Zona Literaria de El Ortiba. Con el formato de Compilados de cada una de las preguntas y respuestas las estamos publicando periódicamente.


3: «EN ESTE RINCÓN» EL ROMÁNTICO CONCEPTO DE LA «INSPIRACIÓN»; Y «EN ESTE OTRO RINCÓN», POR EJEMPLO, WILLIAM FAULKNER Y SU «HE OÍDO HABLAR DE ELLA, PERO NUNCA LA HE VISTO». ¿TUS CONSIDERACIONES?


RODOLFO A. ÁLVAREZ: La única inspiración (palabrita odiosa) es la curiosidad. Yo soy eso. Desde siempre, curiosidad y anti-escolar.

FERNANDO DELGADO: Ni montarse en la musa, ni negarla. Aunque en ocasiones está bueno relajarse y decirle «ya volverás en otra cosa», aunque no vuelva a pasar por largo tiempo. Es decir, «eso» llamado inspiración no sería otra cosa que el momento en que nos disponemos a «hacerlo». Y cuando me pregunto, ¿cuál es el momento de hacerlo?, me respondo: es justo el momento en que lo hago. Leyéndome podría decir, la inspiración sería una «puesta en acción» de múltiples factores que confluyen para que «eso» suceda. Todo lo demás, ¿una argumentación?
Bienvenida la inspiración, los estímulos y el trabajo puesto al servicio de la creación.

JOSÉ MUCHNIK: «Poesía fijar vértigos» (Arthur Rimbaud). La experiencia poética no es sólo literaria, concierne a la vida en todas sus dimensiones. El poema trata de plasmar en palabras emociones de vida, objetivo inalcanzable, escalar una montaña con cimas que se alejan. «Encontrar las palabras dichas y las palabras no dichas, sonidos y ritmos, para acercarse a una hoja que tiembla, he aquí la tarea desmesurada de los poetas: tratar al mismo tiempo de condensar el lenguaje y de hacerlo estallar, como una gota de perfume cayendo sobre la superficie de las palabras, produciendo ondas y fragancias inesperadas. ‘Poesía, no forma de escribir, si labios al vivir’ expresa bien esta pérdida irremediable entre la vida y los textos» (extraído de mi exposición «Alimentos y poesía. Culturas alimentarias europeas», pronunciada en francés, en ocasión del 250 aniversario de la Academia de Agricultura de Francia).
Más que de inspiración hablaría de conmoción, de dejarse ser, dejarse flotar en el vértigo de la vida, en un atardecer, una mirada, una palabra, en hojas caídas, zapatillas abandonadas, cangrejos podridos. Sin esa conmoción no hay materia poética, uno no puede vivir al cien por ciento como poeta, sería agotador. Conmoción sola no alcanza para que haya poema, hay que resignarse a escribirlo (o no), hace falta también culo y esfuerzo, sentarse en algún lado y decidirse a fijar la experiencia poética en un texto. También podemos optar por la poesía sublimada: ¿El poema no escrito existe?

BIBI ALBERT: Empate. Me dejo llevar por la inspiración, que siempre me aterriza en buen puerto, o eso creo. Pero también me siento y escribo, practico mucho la escritura automática, y después tomo el bisturí y amputo, hasta que el poema parece hijo de la inspiración. O será que la inspiración coquetea y quiere que la busquemos donde sea que se esconde. Lo cierto es que, en un colectivo, por ejemplo, nunca me aburro, abro mi anotadorcito y escribo. Mejor, peor, más o menos, pero escribo. Creo que nunca una porquería, eso no. Y a veces hasta me siento genial.

CLAUDIA SCHVARTZ: La comparación con Faulkner es fallida a mi entender. Un novelista es un constructor.
Cuando logro un poema largo o corto, y lo siento logrado, por supuesto hay un trabajo, pero sobre todo una confianza extrema en la adherencia y la inmersión. En ocasiones, un tema para llegar a ser requiere descartar íntegra la primera composición, que resultó rígida —por ejemplo— por otra donde el tema ha decantado y corre respirando libremente, superando la primera redacción en profundidad y ritmo. El tiempo juega un papel importante. Antes un escrito descansaba en el olvido hasta que volvía a aparecer casualmente, muchas veces.

JORGE CASTAÑEDA: Como a William Faulkner y otros escritores a veces esa dama veleidosa me visita en un instante fugaz, pero lo demás es trabajo, corrección y esfuerzo.

JORGE LUIS LÓPEZ AGUILAR: Yo tuve la suerte de conocer a Antonio (Nino) Aliberti, Alberto Luis Ponzo y Juan Alberto Núñez en el taller literario del Grupo Roberto Arlt. Aprendí que hay un oficio por practicar y que la inspiración no llega sino a la mesa de trabajo. Por otra parte, descreo, les saco la lengua y me río ante los que no leen a nadie «para ser originales» y los que no corrigen ni una coma, «porque les brotó así». En todos los órdenes de la vida, creo en los aprendizajes y la práctica. Por eso también me resultaría difícil ponerle fecha a un poema, porque normalmente corrijo lo escrito, y vuelvo a corregir al tiempo.

LUISA PELUFFO: Faulkner desmitifica la idea de la musa inspiradora y tiene razón.

RITA KRATSMAN: Por lo general no hablo de inspiración sino de revelación. Aparece y se inserta en un mundo de imágenes que saltan en el tiempo creando espacios asombrosos. Descubrimos de pronto un rincón que teníamos olvidado, o el instante en el que algo sucedió y estaba escondido quién sabe por qué. La poesía no busca esas razones, simplemente las extrae de su galera para sorprender a quien escribe y en el momento más inesperado. Entonces el tiempo sólo se observa por esos instantes. Un instante fecundo le brinda a la conciencia otra mirada, un conocimiento objetivo que se logra a partir de la distancia. Con respecto a ese otro rincón literario donde anida una frase de William Faulkner —autor que me tomó por completo en mi adolescencia—, me remite en parte a Dante en cuanto a la construcción de la figura de Beatrice, a la que concibió como una donna angelo —concepto del dolce still nuovo—, claro ejemplo de revelación. Aunque una versión dice que la conoció cuando era una niña de nueve años y no volvió a verla hasta nueve años después. Otra versión dice que el poeta la habría visto una vez y ni siquiera habría hablado con ella, mientras que otras fuentes de la historia refieren que la inventó por completo, lo cual pareciera ser la más probable.
Oír hablar de alguien, pero nunca haberlo visto induce a un estado de ensoñación de tal fuerza que recupera las imágenes dormidas en algún regazo provocando hasta una alegría orgánica.

LAURA CALVO: En muchos de mis poemas y canciones hablo de la respiración; «inspiración», a mi entender, es sólo una parte del proceso que nos mantiene vivos; la respiración implica inspirar y espirar. En ese ritmo escribo.
Y con respecto a ese otro rincón, uno de mis últimos poemas, «Confesión», lleva como epígrafe una cita semejante a la de Faulkner. «Nunca ha visto a Dios/ pero cree que una o dos veces lo ha escuchado», de W. H. Auden.
Escuchar, ver, respirar. En sintonía, en igualdad de frecuencia entre emisor y receptor.

ROGELIO RAMOS SIGNES: Soy de los que ignoran qué cosa es la inspiración, y abogo permanentemente por el trabajo. Lo que otros llaman inspiración, si es que estamos refiriéndonos a nuestro oficio, es la actitud que tenemos los escritores frente a la vida como testigos de determinados acontecimientos. Cosas que a otros se les pasan por alto, porque no ven en ellas ni una pizca de fantasía, para nosotros es el germen de una historia o de un texto que vendrá. Andamos siempre con las antenas paradas. He ahí la diferencia, el terreno donde germina y da frutos eso a lo que llaman inspiración.

LUIS BENÍTEZ: La inspiración es algo que hay que acostumbrarse a invocar a voluntad, para poder arrancar con el trabajo de escritura. En poesía cumple un papel fundamental, pero en narrativa la cosa es muy distinta: hay que disciplinarse uno mismo y también disciplinar a la inspiración, caso contrario no podés escribir una novela de 528 páginas.

LILIANA AGUILAR: Lo que está en el afuera, es lo que alguna vez se tuvo dentro, lo hayas visto o no. Pero también deben mediar las circunstancias de espacio, tiempo y modo, además de los recursos técnicos para que «esto» que tengo adentro pueda mostrarse en el afuera ya sea como poema, obra arquitectónica o gol de media cancha. ¿Me preguntás si creo en el trabajo laborioso de la escritura? Sí, absolutamente. Pero aclaro que el mismo no garantiza la creación y cada quién llega hasta donde tiene que llegar, ni un metro de más o de menos.

GUILLERMO FERNÁNDEZ: Más joven creía en esa escena muy de Gustave Flaubert. Hoy creo en el ejercicio, en la práctica. El oído es otra forma de visión mucho más sugestiva que la vista. Me interesa leerme a mí mismo, con esa voz interna que pide la relectura. En síntesis, la inspiración es volverse un sonido privado y solitario.

MÓNICA ANGELINO: Como concepto romántico es pegadizo y tierno. Un lugar común que permite, de algún modo, justificar cuando te preguntan:
—¿Por qué escribiste esto?
—Tuve una inspiración y la seguí.
Lo que llamamos inspiración no es más que un raptus, una emoción violenta que nos impulsa a escribir tanto como a otros a encender un cigarrillo o matar.

DAVID ANTONIO SORBILLE: La respuesta que se me ocurre es la misma en la que pienso al hablar de la concepción poética: la inspiración es un estado del alma, y luego trabajo y más trabajo. Por eso, aprovecho esta pregunta para sostener lo siguiente: La poesía, o al decir de Cesare Pavese, «la nueva realidad que ha sido iluminada», fue clasificada genéricamente como épica, lírica y didáctica, y sus clásicos ejemplos destacan: «La Ilíada» y «La Odisea» de Homero, las «Odas» de Horacio y «Las Geórgicas» de Virgilio, en donde por caminos diversos encontramos narrativa, sensibilidad y enseñanza en función de una admirable unidad orgánica. Ese antecedente es absolutamente válido para todas las obras posteriores, y las podemos sintetizar en la genial «Divina Comedia» de Dante Alighieri. Pero, la característica perceptiva de la poesía adquiere determinados signos estilísticos que logran revitalizarla de acuerdo a las exigencias de las distintas épocas. Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Walt Whitman, Guillaume Apollinaire, Maiakovski, Ezra Pound, T. S. Eliot, William Butler Yeats, Antonio Machado, Rubén Darío, Federico García Lorca, César Vallejo, Fernando Pessoa, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, son algunos nombres que fueron promoviendo universalmente la vigencia incuestionable del arte poético. En ese camino extraordinario, el lenguaje cotidiano incorpora su propia revolución y el verso libre rescata la versatilidad contemporánea. La semilla es la palabra, pero el valor de la poesía, es necesario recordar, está inmerso en la renovación de las formas, y su razón de ser corresponde a la belleza, que siempre vendrá por nosotros.

CARLOS NORBERTO CARBONE: La inspiración es para los creyentes. Prefiero el trabajo del día a día; si un día llega la señora inspiración que me encuentre con un lápiz en la mano y frente a una hoja en blanco. Igualmente, a veces, uno escribe como si le dictaran; ahí, me hago el distraído y me dejo llevar.

LEONOR MAUVECIN: La inspiración. Seguro que como dice Faulkner no la he visto, pero la he sentido. Si bien William Faulkner tiene seis libros de poesía, él era fundamentalmente un narrador y ese tema de la inspiración, como una construcción espiritual, responde más al poeta.
Yo también escribo cuentos y estoy trabajando en una novela, pero me siento más poeta que narradora, y creo que la inspiración llega cuando las palabras me buscan insistentemente y me obligan a atraparlas y volcarlas en la página. Es un acto que surge de las entrañas, que responde a las fibras más íntimas, donde la realidad me atraviesa como un relámpago y arrasa como una tormenta. El pensamiento racional se esconde para dejar libre al subconsciente. Así entiendo yo la escritura poética, es la conmoción extraña y a veces dolorosa de la inspiración.
En cambio, cuando escribo un cuento o trabajo en mi novela, busco datos, sopeso y dejo que mi pensamiento reflexivo actúe con más detalle.

RUBÉN SACCHI: No creo en musas inspiradoras. Es cierto que hay veces en las que surgen ideas que nos parecen geniales, casi de la nada, pero se quedan en eso si no se trabajan. Creo en la predisposición, en la voluntad de crear el texto, en una ardua labor cuando el cerebro estalla en ideas. El hecho creativo no es permanente y hay que prepararse para los tiempos en blanco.

HORACIO PÉREZ DEL CERRO: He leído ese reportaje que hicieran a Faulkner, y así como con otras apreciaciones muy acertadas, concuerdo plenamente con él.
Si bien hay una pulsión que nos lleva al acto de la escritura, luego de ese instante la obra se construye con mucho y dedicado trabajo. Trabajo por el sentido y el rumbo que deseamos tenga lo escrito, lo que nos dicen las palabras que utilizamos en un primer borrador, y lo que ellas combinadas hacen al texto. Es un ida y vuelta, lo que hemos escrito en una primera fase, lo que percibimos de lo escrito y nos devuelve otra idea otro sentido, otra construcción que no imaginábamos estaba ahí, y que solo el trabajo y la observación nos permite escuchar lo que nos dice el texto, su discurso oculto que no pudimos leer en un primer momento. Es todo un proceso de descubrimiento, un juego placentero en que nos sumergimos para escuchar otras voces, que luego con el trabajo quedan al descubierto y construyen la obra. Ese para mí es el trabajo, el tuteo con lo oculto que nos dictan las palabras combinadas de una forma determinada en un texto, los pactos y alianzas que establecemos para que nos permita hacerlo visible, sin traicionar el compromiso que asumimos, y motivo de su origen.

MARÍA AMELIA DÍAZ: No veo estas dos posiciones subidas en el cuadrilátero. Eso que llamamos «inspiración», creo que viene del subconsciente, todo lo que ahí fuimos apilando a lo largo de la vida y que nos aparece como una vocecita que, a veces, te dicta cosas, pero después adviene el trabajo, el trabajo consciente y profundo que define al verdadero escritor, y que es, además, una forma de respetar al lector. «Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando», dijo Pablo Picasso.

CRISTINA MENDIRY: Lo que muchos llaman inspiración, es sólo una idea. Una información cuasi- mediúmnica que se apodera de nosotros y no se detiene hasta que la complacemos. Luego viene «todo aquello de la transpiración y los altos porcentajes de la misma», prudentemente incomprobables.

SANTIAGO SYLVESTER: Hubo algún romanticismo que consideraba al poeta como intermediario entre la musa y el papel en blanco. Y esto es claramente una exageración. Ahora que han desaparecido las musas, hay otro abuso, el de creer que lo que haga el poeta será poesía, con lo que se confunde poesía con auto expresión. En estos excesos está la idea de inspiración, que sería un regalo que el poeta recibe por ser quien es. Esta concepción, tanto del poeta como de la inspiración, no es la que frecuento.
Lo que sí hay son imponderables, momentos de más lucidez, en los que se nos ocurren cosas o soluciones que en otro momento no llegan. Estos momentos existen, y posiblemente los tenga todo el mundo, cada uno en su materia. Lo que sucede también es que hay quienes utilizan mejor esos imponderables, porque están más capacitados, o más atentos, o porque saben más, o tal vez porque llegan a donde tienen que llegar. Y esos son los buenos poetas. Un poeta trabaja para serlo y lo consigue.

ROBERTO D. MALATESTA: La inspiración, no, no se ve, fluye, abre la puerta, invita a la fuga. Volvemos, si te quedás de ese lado enloquecerías totalmente. De chico, uno casi que vivía inspirado, pero te enseñan a rechazar la invitación. Existe.

GLORIA ARCUSCHIN: Si la escritura literaria, me refiero a la ficcional, para deslindar de la teórica-científica, fuera una habitación, supongo que mi manera de trabajo de escritura, en la narrativa, sería la de acercar mi silla al rincón faulkneriano, gran maestro generacional, aunque no tan extremo, ya que siempre todo el desarrollo para mí, nacerá de un centro primigenio, una idea-imagen nodal, que tal vez lleve un soplo de inspiración. Amalgamada a una frase insignia: el título de la obra. En cambio, para mi escritura poética, arrimaría mi silla hacia el misterioso rincón inexplicable desde lo racional, de ese enigma llamado «inspiración» que implica, en mi caso, la escritura de poesía, atravesada sí, por la multiplicidad de cuestiones que atraviesan mi alma, donde no estará ausente lo social, los contextos, pero con un lenguaje que se me impone, desacatada y desordenadamente.

RAFAEL FELIPE OTERIÑO: Por su larga tradición literaria, la palabra inspiración tiene un lugar ganado que no voy a controvertir. Podría sustituirla por las expresiones «precipitado psíquico», «tropel de palabras», «don», «dádiva», «estado de inocencia», que marcan, de igual manera, la libertad imaginativa y el afán constructivo que son antesala del acto creador. Lo que tengo claro es que sin ese disparador la escritura de poesía demora su inicio. Pero tampoco apuesto todas mis fichas a su aparición inconsciente. Creo que la obra de creación es fruto de un don y una tarea; que el poeta es «tocado» por la poesía y que es, asimismo, un artesano de la lengua. Lo que se expresa de manera bastante adecuada diciendo que la obra «nace» y «se hace». Y arriesgaría que este último factor es insustituible, pues durante el «quehacer» el autor calibra la potencia del material recibido en bruto, examina la originalidad de sus contenidos, se impone una estrategia y una dirección, basado en su experiencia en cuanto a los límites del lenguaje y a sus propios límites.

ALEJANDRO MÉNDEZ CASARIEGO: Prefiero decir que uno atraviesa momentos de «fertilidad», que son una especie de estado de celo. Considero que esto no es exclusivo de la actividad artística: a veces, esa fertilidad está presente en actividades menos sutiles. Como cuando nos despertamos y decimos: Qué ganas de limpiar tengo hoy o de salir a correr, o de tener sexo. Es difícil determinar qué elementos influyen en ese estado, pero he llegado a pensar que intervienen no pocos elementos físicos (corporales), además del contexto y algunos estímulos externos. Cuando digo esto, estoy diciendo que de alguna manera uno puede «ayudarse» a lograr esos momentos: ciertas lecturas, dormir bien, entorno sosegado. A veces, incluso los olores. Ojo, también he sentido el «relámpago», la inmediatez, la urgencia, pero no creo que por sí solos estos fenómenos garanticen un buen trabajo. Prefiero una mezcla de estado de fertilidad y manejo certero de las herramientas que uno ha ido aprendiendo a usar. Y sobre todo tener qué decir, y voluntad para hacerlo.

LILIANA DÍAZ MINDURRY: Como diría Picasso, que la inspiración nos encuentre trabajando.

CARMEN IRIONDO: Un concepto como la inspiración en un rincón y William Faulkner en el otro, nos presenta un ring con un espacio a llenar entre rincones. Faulkner, alguien que insistió en apuntar siempre más alto a la hora de escribir, recuerdo que habló de la inspiración como un fósforo en medio de la noche, que ilumina y coloca en la conciencia la noción de oscuridad. Recuerdo que usaba la palabra «endure» (resistir) para definir la exigencia que pretendía para su obra. Sostén, suspenso, fuerza, casi resiliencia y esto es una boutade de la que podría deducirse que para él la «inspiración» es obviamente invisible.
En el otro rincón Madame Inspiración piensa… «Yo aparezco après coup, después del diario del lunes, alguien que escribe, canta, o baila o pinta no ‘sabe’ que está inspirado.» Está ocupado en el trabajo, preocupado en la tarea desconociendo casi todo lo que quede afuera de ese universo privado.
¿Mis consideraciones? Me cuesta mucho tomarme en serio ciertos mitos que circulan detrás de las imaginarias conjeturas que hacen a un escritor esperando Musas, a un pintor con una boina en la cabeza, o a un bailarín con alas.
Un escritor puede juzgar cuando revisa lo que escribió, si estaba lo suficientemente concentrado como para no tener que investigar con minuciosidad lo que hizo. La inspiración artística, en cambio, sería un estado que no se puede controlar. Y para sobrevivir, tomar aire es inspirar, sino simplemente morimos.

LUCAS MARGARIT: Aparece la inspiración, a veces en el peor momento; otras, cuando uno ya está inmerso en ese espacio que desafía al espacio.

CARLOS DARIEL: Héctor A. Murena [1923-1975] ha escrito: «sólo atentos/ no hay que estar preparados». Esta sugerencia del poeta nos indica que sin atención o, más precisamente, sin tensión atenta, difícilmente algo del orden de la inspiración nos alcance o nos beneficie con el dulce tremolar de sus alas. El distraído es inmune a la inspiración. Un poeta distraído es un gran oxímoron. Es innegable que eso que llamamos inspiración, nos proporciona la primera imagen, la punta de un ovillo, la entrada a un laberinto, pero no es el primer motor, el motor inmóvil que posibilita el primer movimiento es la cuerda tensa del artista, esa atención libremente flotante sobre todas las cosas del mundo.
Pero la escritura tiene, a mi modo de ver, dos tiempos: un tiempo inicial que comienza cuando la cuerda se tensa y lo que llamamos inspiración nos acerca la primera idea, la primera imagen, más o menos precisa, más o menos borroneada, para comenzar a modelar la roca; luego viene el segundo momento, que no es otro que el del cuidado del material con que trabajamos, ese conjunto de herramientas que contribuyen a ejercer eso que llamamos oficio, saber hacer, dar en el blanco o acercarse a él todo lo posible sin resignar esfuerzos y sin ceder, tempranamente, a la fatiga. En ese cuidado, en ese saber hacer, recae gran parte de la concreción de un logro.

Septiembre 2021