La bolsonarización del régimen: quieren meter miedo a toda costa

Por Oscar Cuervo

Foto: Pepe Mateos

El ¿periodista? Daniel Muchnik incitó por radio al asesinato de Sergio Palazzo, líder del sindicato bancario y referente de la Corriente Federal Sindical, que en estos años asumió posiciones combativas ante el régimen macrista. Por estas mismas horas, la monja Pelloni salió a satanizar a la Cámpora como una organización de narcotraficantes, ante la escucha complaciente del ¿periodista? Luis Novaresio. Una noche antes, la gobernadora Vidal lanzó su campaña sucia desde el programa de Lanata, «alertando» a la población que, si Kicillof le gana la provincia de Buenos Aires, va a gobernar la Cámpora y eso implicará una futura candidatura de Máximo Kirchner, como si la mera posibilidad de encadenar una serie de hechos inciertos implicara una amenaza social. Quieren meter miedo a toda costa.

Esta serie de exabruptos habla del talante violento que la derecha le está imprimiendo a esta etapa de decisiones electorales. Muy atrás quedaron los slogans de «unir a los argentinos» y el mito de la derecha moderna y democrática que ayudó a erigir José Natanson. La violencia de la derecha nunca es solo simbólica: como quedó demostrado por la política de la ministra Bullrich durante el período macrista que termina en diciembre, cuando hablan de matar, matan.

Si llegaron con globos, bailecitos torpes y timbreos simulados y terminaron sembrando un clima de desolación y muerte, la actual escalada discursiva anticipa que la etapa que viene traerá una radicalización de la violencia efectiva de las clases dominantes. Parece que están dispuestos a ejercerla, ganen o pierdan, básicamente porque tienen el poder de hacerlo. No es solo una cuestión de elecciones. Si en un período eleccionario salen a pedir la muerte de un dirigente opositor, cuando pasen las elecciones pueden sentirse directamente habilitados a matar a dirigentes opositores.

La continua incitación a la violencia que los voceros formales e informales del régimen inyectan en la vida social contrasta con el juego psicopático de acusar a los dirigentes de la oposición de ser violentos si en alguna declaración periodística levantan un poco el tono de voz. Si Alberto le contesta con fastidio a una provocadora que está esperándolo en las escalinatas de Comodoro Py, entonces el conjunto de los medios oficialistas coordinados salen a señalar su «peligrosa intolerancia hacia el periodismo». Pero la incitación oficial al asesinato de un líder opositor pasa desapercibida.

Pretenden imponerse por el miedo. Y, como tienen los recursos para sembrar miedo, hay que prepararse para que esa violencia siga escalando.¿Cómo enfrentarlos? La derecha no aceptará una derrota electoral sin apelar a alguna forma de fraude o violencia. Y, si gracias al miedo lograran permanecer en el poder, después van a redoblar la violencia.

La oposición política obtuvo un enorme avance al lograr articular un frente electoral que ahora tiene que consolidarse cualquiera sea el resultado de las elecciones. Si ganamos, los intentos de desestabilización van a ser feroces desde el primer día y es de esperar que operen continuamente para resquebrajar la unidad del campo popular que se va reconstruyendo trabajosamente. Si la campaña sucia de la derecha hoy gobernante logra imponer en las elecciones su lógica del miedo, luego va a necesitar consolidar las condiciones de un ajuste económico feroz apelando a una represión más desembozada que la que ya ejerció durante este período.

El resultado electoral es altamente imprevisible. Lo previsible es que los que hoy piden muerte de manera descarada van a salir a matar, ganen o pierdan. Lo harán, como es tradición, en defensa de las instituciones republicanas y la libertad.

El dilema del campo popular se ejemplifica en la serie de altercados que en los últimos días vivió el candidato Alberto Fernández ante los provocadores oficiales. Cuando lanzó su candidatura, Fernández tuvo la iniciativa de proponer una tregua al «periodismo de guerra». La respuesta a su proposición fue que no hay tregua unilateral. Ellos siguen en guerra. Ayer lo fueron a esperar a la salida de los tribunales para provocar el episodio por el cual se lo acusaría de intolerante. El régimen sabe que uno de los atributos que se valoran en Fernández es su carácter dialoguista. Entonces están haciendo todos los esfuerzos para empujarlo a luchar en el barro, para después señalar que apareció el «Fernández violento» que necesitan. La lucha en el barro es la única posibilidad de un gobierno que no tiene manera de prometer bienestar a su electorado. Hoy apuestan todo a violentar el clima social.

¿Cómo responder a esta incitación continua a la violencia? Si reaccionamos violentamente, vamos a jugar al territorio que ellos eligen y en el que tienen todas las de ganar. Si simulamos treguas unilaterales que ellos no aceptan, parece que quedamos a mitad de camino. En este tortuoso juego de amagues, hay un sector de electores en disputa, el afamado tercio indeciso. La derecha aspira a contagiar su violencia a los grises.

Creo que hay que estar prevenido para las provocaciones y no ir a disputar en el terreno que ellos necesitan. Esta prudencia para no pisar el palito no debe confundirse con una blandura estratégica que nos haga perder el sentido de nuestro proyecto: un país para todos. La firmeza de la lucha popular no se dirime en un juego de matones, sino en la consolidación de una unidad cada vez más grande de los sectores que apuestan a la democracia y la justicia.

La Otra