La demonización del kirchnerismo

Por Carlos Augusto Larriera

No hay ningún hecho que justifique el odio cerrado de mucha gente con Cristina Fernández de Kirchner (CFK) corporizando al kirchnerismo en general. Este odio está metido hasta los huesos en gran parte de la población, en base a la eficasísima campaña de los medios de comunicación que “informaron” multitud de acciones del anterior gobierno que nunca existieron, pero lo hicieron siguiendo la metodología de la “posverdad”, es decir, “no importa si lo que decimos es verdad, sino que la gente lo crea”. Por supuesto que para lograr esto contaron con el cuasi monopolio de todos los medios de comunicación, TV, radio, diarios, periódicos, revistas, internet, etc.

Para aquellas personas que se interesan en saber la verdad y hacen pequeñas o grandes investigaciones por su cuenta, los sitios de internet alternativos fueron suficientes para desenmascarar las mentiras de la oposición destituyente al anterior gobierno, y las del gobierno actual. Pero una gran parte de la población no realiza esta tarea. Y la prensa progresista como Página 12 estaba también demonizada, y lo sigue estando.

Para crear esa falsa imagen tan negativa de CFK, utilizaron también un aparato de propaganda que apuntaba a manipular la subjetividad de las personas en lugar de argumentar, con algún fundamento, en hechos reales. No sólo era y es Durán Barba, sino todo un equipo de publicistas, argentinos y extranjeros, muchos designados por la Embajada de EEUU los que organizaron la campaña “subliminal”[1] contra el kirchnerismo.

El anterior fue un gobierno de clase media, que respetó el funcionamiento general del capitalismo; por lo tanto no afectó la concentración económica, la gran propiedad agraria, y la economía en su casi totalidad en manos privadas, extranjeras y oligopólicas. Al mismo tiempo llevó adelante una serie muy importante de reformas sociales, y crecimiento de la infraestructura más que en ningún otro gobierno en la historia argentina, al igual que la extensión de los derechos humanos.

Medios de comunicación, esas fábricas de odio

Sin enfrentar directamente al capital concentrado y centralizado internacional (CCyCI), que es el verdadero poder que domina en la Argentina y el mundo, sentó en buena medida, las bases de un desarrollo económico más integral, potenciando la ciencia y la tecnología, la educación, la salud, el empleo, la jubilación, la interconexión de grandes distancias con electricidad, el comienzo de la reconstrucción de los ferrocarriles, conductos cloacales, agua corriente y en general fue construyendo las cimientos, hasta cierto punto, de un mayor “crecimiento con inclusión social”. Además se liberó de la carga de la deuda externa, si bien pagando millones de dólares, pero muchos menos que el reclamo nominal que se hacía por la misma. El país adquirió así un cierto grado de independencia económica, y el aumento de la cantidad de escuelas y universidades, recuperación de las escuelas técnicas, retorno de más de mil científicos al país y construcción de laboratorios para que pudieran realizar su trabajo al nivel del adelanto tecnológico mundial. Llegó a fabricar tres satélites totalmente en el país, lo que lo colocaba en el octavo lugar en este rubro.

Sin embargo el CCyCI internacional permaneció intacto, obtuvo grandes ganancias y continuó su concentración, centralización, extranjerización, oligopolización y privatización. Hay que aclarar que el proceso de concentración y centralización es imparable bajo el capitalismo, la única posibilidad de hacerlo es expropiándolo, extremo al que nunca pensaron llegar los Kirchner, porque no era su objetivo, porque no tenían suficiente relación de fuerzas ni tampoco supieron construirla, o por otras razones.

A pesar de todo esto al CCyCI le resultaba insoportable el gobierno kirchnerista por una multitud de razones. En primer lugar porque dificultaba su saqueo abierto e implacable, como sí lo hace el actual gobierno. Segundo porque mostraba que dentro del capitalismo se puede vivir mejor, y eso fue incorporado cada vez más en la conciencia de la población, que no podía saber que bajo el capitalismo es imposible mantener esa mejoría mucho tiempo. El gran capital siempre termina anulando de una manera u otra estas reformas. En tercer lugar porque gran parte de la población comenzó a entender, aunque con distorsiones propias de la ideología de conciliación de clases del kirchnerismo, la naturaleza del CCyCI, su poder económico mundial, y ese aumento de la conciencia se volvía cada vez más peligroso para el poder del gran capital.

Ahora se dice que CFK no puede ser candidata porque tiene un techo limitado producto de esa demonización. No puede ser que existan candidatos, no solamente CFK, que estén demonizados y por lo tanto no puedan presentarse en las elecciones, o por lo menos vean muy restringida su presentación. Esto es inocultablemente una política del gran capital. Demoniza al que le pone piedras en el camino, sin piedad, aún cuando se dé el caso de que en lugar de piedras sean piedritas.

Lo más importante de todo es que el pueblo tiene que tener claro quién es quién en la escena política nacional. Qué defiende de cada uno, cada organización, cada partido, cada fracción interna dentro de los partidos, etc.

Es necesario conocer las diferencias por un lado de un gobierno con todas sus limitaciones como el kirchnerismo pero que tenía sinceras intenciones de promover el “crecimiento con inclusión social”. Que cree en la utopía que se puede lograr ese crecimiento bajo el capitalismo de manera sustentable en el tiempo. Y por el otro un gobierno como el actual que es de saqueo directo del CCyCI, no respetando ni siquiera las instituciones democrático burguesas vigentes en el país. Estas instituciones están muy lejos de corresponder a una verdadera democracia al punto que en la propia Constitución se establece que “el pueblo no delibera ni gobierna…”. Baja deliberadamente el salario real y la jubilación real, crea una desocupación cada vez más generalizada, utiliza la represión directa sin ningún reparo, justificándola en múltiples discursos, buscando intimidar al pueblo, desanimarlo, quebrarlo, someterlo a la resignación, para continuar con su plan de saqueo sin ningún freno, sin nada que lo dificulte.

En palabras de políticos y comentaristas progresistas ha desaparecido o está desapareciendo el Estado de derecho. Se define a la República democrática como una forma de gobierno que se maneja en base al respeto a las leyes, empezando por la misma Constitución. Esto ha desaparecido con el macrismo, es decir ha desaparecido la República, el llamado Estado de derecho. Este gobierno anuló, con una gran cantidad de decretos, falsamente de “necesidad y urgencia” (DNU) la mayoría de las leyes progresistas sancionadas por el gobierno anterior, que sí fueron proclamadas respetando las leyes, votándolas en el Parlamento. Además no solamente ha utilizado masivamente falsos DNU sino que ha utilizado el veto presidencial a leyes que había votado el actual Parlamento.

La principal necesidad de desdemonización del kirchnerismo radica en poder ver la realidad objetivamente, ver las diferencias entre un gobierno y otro, entre sus diferentes políticos, y en sus diferentes objetivos: el anterior “crecimiento con inclusión social”, el actual, saqueo.

Y esa diferencia de objetivos se refleja en la diferente política represiva. El anterior gobierno prometió no reprimir la protesta social, y en lo que respecta al gobierno nacional, cumplió en un 90%. El actual tiene como estrategia reprimir la protesta social, reprimir las voces disidentes, reprimir todo lo que se interponga con mayor o menor fuerza a su política de saqueo.

Esto último lo complementa con una política muy eficaz y sofisticada de engaño al pueblo. Este engaño debe ser combatido. Es imprescindible, imperioso, que el pueblo diferencie las políticas de uno y otro gobierno, sin que esto signifique la promoción de la adhesión al kirchnerismo. La población necesita comprender cómo funciona el mundo, en particular la ofensiva mundial despiadada del CCyCI.

En el anterior gobierno la lucha social se encausaba principalmente en mejorar las condiciones de vida, ir por más, sin sufrir prácticamente represión a la protesta social. En el actual la lucha social cada vez más se dedica a evitar el asesinato, la represión, la cárcel sin justificación, por la libertad de los detenidos políticos, en definitiva la lucha es esencialmente defensiva, en lugar de centrarse en “ir por más”.

Sin la desdemonización del kirchnerismo es imposible comprender cuáles son las distintas políticas que se llevan a cabo en el país, y la mitad de la población seguirá sometida al engaño constante. El poder económico tiene la gran capacidad de cambiar permanentemente su discurso para encubrir cada nuevo paso que da en el saqueo que realiza.

Los cantos insultando al presidente revelan que buena parte del pueblo ha tomado nota de cuál es la política real de este gobierno. El poder dominante tiene una gran capacidad de desviar permanentemente la protesta política que va dirigida directamente al presidente y al gobierno en general inventando constantemente chivos expiatorios en su reemplazo. El gran capital provoca la crisis, la población aumenta cada vez más la resistencia. El mismo poder económico trabaja para desviar esa protesta hacia los representantes más cercanos al pueblo, que son los que molestan al poder. Tira la piedra, esconde la mano, y señala otra mano de entre sus enemigos. Trabaja permanentemente, inventando nuevos discursos engañosos muy efectivos. Para eso cuenta con un gran aparato internacional de publicidad, utilizando la misma crisis que provoca, y el consiguiente descontento que surge en la población, para demonizar aún más al espectro político progresista.

La desdemonización del kirchnerismo es una condición necesaria para avanzar en la conciencia general del pueblo, sin la cual es imposible la victoria sobre el actual poder dominante mundial.

 

[1] Con referencia, por ejemplo, a pasar imágenes por TV que son captadas por el ojo humano y procesadas por el cerebro, pero que por su velocidad no son registradas concientemente. Se pasa la propaganda “tome Coca-Cola” en forma subliminal y aumenta el consumo de esa bebida. Es un caso particular de la propaganda dirigida a la subjetividad pasando la barrera de lo conciente.

 

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