La derecha peronista y la justificación de la indecencia

Por Juanjo Vitiello

Mirando una foto de la mustia recordación floral que el PJ suele repetir los días de nacimiento y muerte de Perón y Evita en distintos lugares del país puede parecer una simpática muestra de lo que el estupefacto J P Feinmann llama “la obstinación” argentina.

Sin embargo en esta hora de ir buscando síntesis, cristalizaciones de las ideas en desarrollo dialéctico de la experiencia histórica peronista, concepto del despliegue de la acción persistente del peronismo en favor de la felicidad del pueblo, digo, no puedo menos que ver en ese paisaje menguante la imagen de la decadencia, de la pérdida de toda frescura y hálito de renovación. Eso es la identidad en términos ontológicos. El ser inefable, siempre igual a sí mismo. Ese peronismo es una superstición política, es el velo que cubre los ojos de miles de argentinos/as que viven poniendo velas a la estampita en vez de emular al santo. El peronismo que se niega a convertir en doctrina lo nuevo y distinto. Incapaz de negar, de criticar, de teorizar, de reverdecer la mística, la fe, la estética, la poética, el fervor revulsivo de la subversión de los valores.

Fue precisamente un fenómeno impensado, el kirchnerismo, el que sacudió el desmayo del movimiento nacional y popular con el retorno del desparpajo, de la impertinencia, de la carnavalidad militante, de la diversidad que exaspera todas las ortodoxias desde cartelones que anuncian “Putos peronistas”, “Rengos peronistas” y hasta, gloria al Creador, “Troscos peronistas”.

El peronismo moribundo que no admite transfusiones desciende en dos vertientes: la ideológica que pretende atraparlo en un relicario y la oportunista que quiere venderlo para abalorio de la nueva oligarquía. Bascula entre el rezo de capilla ardiente y la justificación de la indecencia. Eso es la derecha peronista, que no es nueva ni muy distinta a lo que ha sido desde la muerte del General.

Hay sólo dos caminos, ninguno de los cuáles se materializan claramente en las instancias electorales. El camino del vitalismo peronista hecho doctrina en las posibilidades e incertezas del kirchnerismo o el rigor mortis del PJ consagrado en el retrato de Rucci.

En este mundo newtoniano no se puede andar por los dos.

Rosario