La pasión

Por Luis Bruschtein

Hay dos antiperonistas, Nicolás Márquez y Américo Ghioldi que la describieron así: “Mujer inculta, de modales rústicos, desprovista de talento artístico y con lenguaje procaz –dice el católico integrista Márquez–, tenía a la vez una personalidad avasallante, astuta, arrebatada y contaba con violentas ansias de superación y revanchismo “. “Corta de inteligencia, deficiente de cultura y sensibilidad femenina, ignorante de las relaciones morales y civiles de los hombres, sin autocrítica, sin carga de escrúpulos de conciencia, falta de gusto” dice el socialista democrático Ghioldi.

En las antípodas, el poeta peronista Leonidas Lamborguini le dedicó “Eva Perón en la hoguera”, donde Evita dice: “para mí los obreros:/en primer lugar. para mí los que estuvieron. los que cruzaron/ viniendo. los que en columnas alegres. los que dispuestos./ los que a todo los que a morir. para mí los que en diagonales/ avanzaron. los que hicieron callar. para mí los que todo el día/ los que reclamaban./ los que a gritos. los que encendieron:/ los que hogueras.(…)/ para mí los organizados. los obreros: ¡ellos son! los que sostienen ¡ellos son!/todos los que antes todos los que ahora todos los que mañana./ el amor de mí./ la esperanza de mí/. para mí el pueblo: ¡ellos son!”

Rodolfo Waslh escribió “Esa mujer”, uno de los mejores cuentos de la literatura argentina, y el “Santa Evita” de Tomás Eloy Martínez levantó furiosas polémicas. Hay óperas, películas, montones de libros y canciones. Lo que sea Evita es pasión.

Hasta el mismo Juan José Sebrelli en un momento interesante de su obra se dejó seducir a regañadientes por esa avalancha apasionada, pero después renegó de ella, ya convertido, de veterano, en un vargallosista de divulgación para ricos. Para el que detesta la pasión, Evita es veneno. Y era veneno para la cultura oligarca, para las señoras de la Rural a las que hizo famosas por su olor a bosta.

Algunos psicoanalizan al personaje y dicen que era así por resentimiento o por afán de figuración o por ambición, porque era bastarda, pobre, o lo que fuera. Siguiendo este enfoque habría que acometer la estupidez de psicoanalizar a los próceres de la independencia y a todos los luchadores por la igualdad y la libertad: ambiciosos, narcisistas, advenedizos, burgueses, feos, lindos y preguntarse al final ¿qué importancia tiene en comparación con lo que lograron?

Con Evita se ensañan con esas pavadas porque el personaje los devora. No lo pueden incorporar porque personalidades como la de ella rompen los esquemas, patean lo estructurado, entonces desbordan y atemorizan. El estructurado necesita racionalizarlo, justificar sus esquemas para tranquilizar el hormigueo de libertad que produce Evita. Todo el tiempo Evita va a contrapelo de todo. No se la puede encajar ni siquiera en el estereotipo del rebelde porque también es rebelde a esa figura, básicamente por la pasión. Es como descubrir la pólvora, todos los luchadores tienen complejos y problemas y algunos peores que esos, y también se sostienen en la pasión, que potencia a la razón y al pensamiento frío.

Evita furiosa, Evita mujer, Evita compañera, es un personaje que desestructura. Entonces se descarta o se racionaliza. Por favor, no nos vaya a sacar del lugarcito donde estamos.

La mujer trabajaba 24 horas por los humildes, reivindicaba sus derechos y promovía soluciones concretas y cada una de esas acciones generó historias familiares que se reprodujeron hasta el infinito en las sobremesas de tíos, hermanos y abuelos. “La primera vez que dormí en un colchón”, “la primera bicicleta que tuve” “la primera pelota de cuero”, “estaba muerta y me dio un trabajo” y así.

Todavía se escuchan. Y los estúpidos creen que los mitos se hacen de la nada. O no se pueden dar cuenta lo que significó en aquella época el primer colchón para alguien que dormía en el suelo o la primera bicicleta para un chico que veía pasar al vecino rico con la suya. O la poderosa identificación que generaba cuando mandaba a paseo a las viejas oligarcas que trataban con desdén y desprecio al pueblo. Hasta cuando se vestía como princesa se apropiaba de un lugar que la excluía.

Evita se desmarca todo el tiempo, es una personalidad poderosa como la onda expansiva de una bomba y la imagen de Lamborghini es exacta porque muere en la hoguera de su pasión, como la definió Walsh en dos palabras: Esa mujer.

07/05/19 P/12