La venganza póstuma de Pedro Lemebel, subversivo y provocador

Por Camila Osorio|México

Escribió desde los márgenes sexuales y políticos y fue el referente en el reciente estallido en Chile. La obra del escritor, artista y activista gay vive un renacimiento.

Lemebel, en una imagen de 1986, el periodo de su manifiesto ‘Hablo por mi diferencia’. La fotografía, de Claudia Román, forma parte de la colección del Museo Reina Sofía. En vídeo, tráiler de ‘Tengo miedo torero’.

Un día de septiembre de 1986, cuando Pedro Lemebel no era aún un autor conocido y su país seguía gobernado por Pinochet, el escritor chileno hizo una lectura memorable en una reunión de la izquierda clandestina en Santiago. Subido a unos tacones y con la cara maquillada, presentó un manifiesto político llamado Hablo por mi diferencia. “No me hable del proletariado”, exclamó. “Porque ser pobre y maricón es peor”. Crítico con la dictadura y con el capitalismo, pero también con el machismo de cierta izquierda, Lemebel esperaba que la democracia regresara a Chile. También se preguntaba qué espacio habría allí para homosexuales o travestis pobres como él. “¿Qué harán con nosotros, compañero?”, les preguntaba. “¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?”. El manifiesto contraponía el concepto tradicional de hombría con el suyo: “Fue morderme las burlas / Comer rabia para no matar a todo el mundo / Mi hombría es aceptarme diferente”. Su propuesta era otra, más subversiva. “Hablo de ternura, compañero”. Novelista, artista cuentista y cronista, logró vivir la transición a la democracia en 1990 y convertirse en un autor de culto en Chile antes de morir, en 2015, a sus 62 años. Y ahora, 35 años después de aquella intervención, su inconformismo ha agarrado un nuevo impulso.



La plataforma Amazon Prime compró a principios de año los derechos de una exitosa película en Chile basada en la única novela de Lemebel, Tengo miedo torero (2020).Tenía un mensaje parecido. “Si algún día haces una revolución que incluya a las locas, avísame”, le reclama La Loca de Enfrente, personaje principal de la película, a un guerrillero de izquierda que planea un atentado a Pinochet. Además de la película, varios de los libros de crónicas de Lemebel están siendo recuperados para una audiencia que los recibe como novedades en México, Colombia, Argentina y Chile (Seix Barral, sello de Planeta), y en España por la independiente Las Afueras. Otras editoriales en Estados Unidos (Penguin), Reino Unido (Pushkin Press), Brasil (Companhia das Letras), Polonia (Claroscuro) e incluso Egipto (Al Kotob Khan) están traduciendo su obra al inglés, portugués, polaco y árabe.


Alfredo Castro, protagonista de la película ‘Tengo miedo torero’, basada en la novela homónima de Pedro Lemebel.

“Es cierto que ha habido un renacimiento de su obra”, admite Josefina Alemparte, directora editorial de Planeta en Chile y editora de Lemebel en los últimos años de su vida. “Siempre se le leyó en Chile, pero la película del año pasado generó un fenómeno, y la novela Tengo miedo torero se empezó a vender de forma impresionante”. Alemparte añade que las protestas masivas en Chile, que arrancaron en 2019, despertaron este nuevo apetito por el autor. “Conecta con la gente, porque su obra cuenta a ese país que ha sido invisibilizado, cuenta la vida de la gente que vive en los márgenes a nivel político y social”, dice.

Conecta con la gente, porque su obra cuenta ese país que ha sido invisibilizado

Josefina Alemparte, editora

Tengo miedo torero es su obra más famosa, aunque Lemebel publicó más de una docena de libros de crónicas sobre el mundo LGTBI en Chile, que no han tenido la misma visibilidad internacional. También destacó en el ámbito de la performance artística gracias a su trabajo con Francisco Casas, junto al que fundó en 1987 las Yeguas del Apocalipsis y llevó a cabo sonadas acciones durante la dictadura. Toda su trayectoria está recogida en el documental Lemebel (2019), de Joana Reposi.


‘Las dos Fridas’, ‘performance’ de las Yeguas del Apocalipsis (Lemebel, a la izquierda y Francisco Casas). La imagen, de Pedro Marinello Kairath, pertenece a la colección del Museo Reina Sofía

Seix Barral publica este año en varios países del continente títulos como Mariquita linda, La esquina es mi corazón, Zajón de la aguada, De perlas y cicatrices, Háblame de amores y su más famoso libro de no ficción, Loco afán, donde se publicó el manifiesto de 1986 junto a crudas crónicas sobre la vida que mujeres trans o la comunidad gay. “Nunca le tuvo miedo a los pacos [militares]”, escribió Lemebel allí sobre una mujer mapuche y travesti que se hacía llamar Madonna. “Se les paraba bien altanera la loca, les gritaba que era una artista y no una asesina como ellos”.

“Decidimos no empezar a traer libros poco a poco, sino traer cuatro de una vez para causar un pequeño fenómeno”, cuenta a El PAÍS Juan David Correa, director literario de Planeta en Colombia, donde también se ha acrecentado el apetito por las letras de Lemebel. “Colombia, como Chile, están viviendo un despertar en temas que, aunque están consignados en la Constitución, no se hablaban públicamente, como la diversidad”.

Francisco Llorca, de Las Afueras, en España, dice que los libros de Lemebel eran prácticamente imposibles de encontrar en Europa. “Quien quisiera leerlos debía pagar un precio exorbitado en el mercado de segunda mano o recurrir a la importación desde Chile”, dice el editor, que rescatará Poco hombre a principios de 2022. “Lemebel nos habla de nuestra propia época, de nosotras (de hecho se adelantó a su propio tiempo), nos interpela y nos ofrece caminos para repensar cuestiones como la heteronormatividad del discurso dominante, la necesidad de la inclusividad y la transversalidad de las diferentes luchas”.

Muy pocas crónicas de Lemebel fueron traducidas en vida a otros idiomas. La editorial Grove Press publicó en inglés en 2003 una traducción de Tengo miedo torero (‘My Tender Matador’), y otras independientes la tradujeron al francés, alemán o italiano. “Pero esos contratos vencieron, y yo quiero ver si se pueden reactivar”, cuenta a EL PAÍS Elianna Kan, agente literaria de los herederos de Lemebel y profesora de escritura creativa en la universidad de Columbia, en Nueva York. Eso, lo del agente, es una novedad. Nunca tuvo uno.

Habla de temas de entonces que son muy relevantes en el contexto de ahora

Elianna Kan

Fotograma del documental ‘Lemebel’ (2019), de Joana Reposi.

Hace unos años, cuenta Kan, cuando iba a dictar una clase de no ficción, descubrió que solo había en el programa autores norteamericanos. “Me sorprendió que no estuviera representada Latinoamérica, donde hay una historia de grandes cronistas”. Descubrió también que las mejores crónicas que conocía de Lemebel no habían sido traducidas al inglés. “Es como una Audre Lorde o como un James Baldwin, habla de temas sociopolíticos de entonces que son muy relevantes en el contexto de ahora”, añade. “Me impresiona lo feroz que es su voz, parecía que no le tenía miedo a nadie, y lo suyo era una literatura forjada en la calle, porque él no era el tipo de escritor que circulaba en pequeños mundillos de privilegios”.

Las ofertas empezaron a llegar a la familia: Penguin, Pushkin, Companhia das Letras o Al Kotob Khan en Egipto (el país en el que Human Rights Watch investigó el año pasado cómo el Gobierno encarcela y tortura ciudadanos de la comunidad LGBT). Karam Youssef, su editor en El Cairo, avanza que el próximo año tendrán una primera edición de Tengo miedo torero en árabe.


El artista Pedro Lemebel, en mayo de 2011.

La edición que seguramente arrastre el mayor interés internacional será la traducción al inglés de varias crónicas, a cargo de Penguin, en la que trabaja la escritora norteamericana Gwendolyn Harper. La antología tendrá un prólogo del famoso escritor Garth Greenwell y se publicará en 2023. “Es un autor muy difícil de traducir”, cuenta a EL PAÍS Harper, quien publicó en 2018 una versión en inglés del manifiesto Hablo por mi diferencia a petición de la familia. “Es un reto; usaba mucha gramática neobarroca, además de mucho slang chileno de la vieja escuela”, añade. “Y además hay muchos juegos de palabras sexuales en sus textos”. Hay, efectivamente, frases en la obra de Lemebel que parecen un acertijo. “Estítica por estética, desmontable en su mariconaje strip-tease-ro, remontable en su desmariconaje oblicuo, politizante para maricomprenderse”, escribe en Loco Afán.

Ese lenguaje político, pero también poético, le ganó la admiración de los grandes autores del continente. “Para mí Lemebel es uno de los mejores escritores de Chile y el mejor poeta de mi generación, aunque no escriba poesía”, firmó en 1999 Roberto Bolaño. “Es de los pocos que no buscan la respetabilidad (esa respetabilidad por la que los escritores chilenos pierden el culo) sino la libertad. Sus colegas, la horda de mediocres procedente de la derecha y de la izquierda, lo miran por encima del hombro y procuran sonreír. No es el primer homosexual, válgame Dios, del Parnaso chileno, lleno de locas en los armarios, pero es el primer travesti que sube al escenario, solo, iluminado por todos los focos, y que se pone a hablar ante un público literalmente estupefacto”.

Ahora, ese público que lo pudo escuchar en aquella reunión de 1986, solo, iluminado por los focos, no para de crecer.

El País