Lo que deba arder, que arda

Por Zuleika Esnal

En el cierre se escuchó un aplauso cerrado en señal de apoyo a la denunciante (Julieta Ferrario)

 

Mientras escribo estas palabras escucho por televisión a un abogado diciendo «Es muy difícil que prospere una denuncia ocurrida hace tantos años».

Habla de leyes. De pruebas. Muy difícil.

Entonces el mensaje sería que me quede en casa. Que ya está. Que no se puede hacer nada. Que esto que llevo en el cuerpo y la memoria no le va a importar a nadie.

Dejame decirte algo: Todo es difícil en este mundo patriarcal para nosotras.

Con un cuerpo que provoca.

Que siempre tiene la culpa.

Que se empecina en aparecer en el lugar equivocado con la ropa equivocada, ¿podés creer?

Nacimos para aguantar, según ustedes.

Así que si te violaron te jodés.

Porque no te van a creer.

Porque él es famoso y vos, nadie.

Sos una puta y no tenés derecho a nada.

Peor que puta: sos mujer.

Y si sos mujer, te lo buscaste.

El señor tiene familia, ¿qué te pensás?

El señor, de señor no tiene nada. Es un violador y debe ser tratado como tal.

El señor no tiene vergüenza cuando declara sentado a la mesa, almorzando tranquilo que lo está pasando mal y no se lo merece.

Mastica sin culpa. Toma su vino. Y hasta sonríe, calmo.

Creyendo que no le va a tocar.

Nos cuenta que es un buen tipo. Nos habla de su mujer. Simula un llanto que no le sale.

Y mientras tanto, el abogado repitiendo que ya está.

Que no se puede.

Que es muy difícil.

Pensalo bien.

Quedate quieta.

Inmóvil.

Como cuando te violaron.

Así de perverso es este mundo.

Así de cruel.

Así de injusta la Justicia.

Que sepa cada Thelma, que estamos todas acá.

No somos un sindicato.

No somos un club de fútbol.

No somos una moda.

Esto se llama feminismo.

Mujeres organizadas.

En cada espacio donde sintamos que estemos siendo vulneradas.

Porque no hay nadie para una mujer, como otra, a la hora de entender qué significa que te opriman por serlo.

Que se venga lo que tenga que venir.

Lo que deba arder, que arda.

Tiembla Juan, y con él un sistema entero.

Un modelo de justicia.

De impunidad.

De acá no ha pasado nada.

Y tiembla porque lo estamos sacudiendo.

Le pasó a Thelma pero pudo ser cualquiera de nosotras.

Y puede volver a ser si no torcemos la historia.

Por cada violador, cada abuso, cada acoso, cada atropello, cada callate y aguantá: NOSOTRAS.

Que nos tenemos.

Y somos un montón.

 

Infobae