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Primera
fundación de Buenos Aires, sus verdades y sus mentiras
Por
Martín A. Cagliani
En enero de 1536 llega al Río de la Plata una fuerte expedición de 1500 hombres
y unas pocas mujeres. Esta expedición española venia a fundar una población y a
conquistar la zona del plata, tenían la intención de encontrar las tierras del
mítico Rey Blanco y la legendaria Sierra de la Plata, que tanto había comentado
Caboto a la vuelta de su viaje por estos pagorn no les interesaba
tanto era el de obstaculizar la expansión portuguesa
La expedición estaba al mando de don Pedro de Mendoza, el pobre tenia una
sífilis bastante avanzada. Desde la Banda Oriental envía cinco pilotos para
reconocer y estudiar la otra orilla, la nuestra, el mejor lugar para fundar una
población en caso de ataque portugués, ya que tendrían que cruzar el río. En el
lugar elegido fundaron un fuerte, con un cerco de barro que según Ulrico Schmidl
(soldado de la expedición) había que reconstruirlo cada mañana.
Trabaron relación con los indígenas. Al principio buenas, pero mas tarde los
querandíes se cansaron de las exigencias de los españoles, los cuales pretendían
que les llevasen comida todos los días. Luego de una emboscada de los
querandíes, los españoles devolvieron la matanza en la batalla de San Juan,
donde murieron muchos y a la cual siguió el sitio de Buenos Aires por los
querandíes. Esto creo dificultad en conseguir alimentos, de los cuales estaban
escasos. Los conquistadores pasaron mucho hambre, hasta el punto de comerse los
zapatos y llegando a comerse los cuerpos de los muertos. Unos soldados fueron
ahorcados por matar y comer un caballo, a la mañana siguiente les faltaban las
piernas, que muchos habitantes de la ilustre población se llevaron a sus
chocitas con techo de paja y paredes de barro. El asedio concluyo, pero no por
que los españoles vencieran, el único vencedor fue el hambre, que ataco también
a los querandíes los cuales abandonaron la presa. Esto le dio un respiro a
Buenos Aires, pudieron comenzar conseguir alimentos. Don Pedro sintiéndose
morir, según cuentan en las noches se quejaba sin parar, se embarca hacia
España, pero no llegara ya que muere en el camino. El 23 de junio de 1537 es
arrojado al mar.
Mientras pasaba todo esto se había fundado una ciudad al norte en la cual había abundancia de alimentos proporcionados por los guaraníes. La ciudad era la actual Asunción. Buenos Aires no tenia mucho porvenir. El veedor Alonso Cabrera, que según algunos estaba loco, ordenó despoblar Buenos Aires y mudar a sus habitantes a Asunción. Esto ocurría en 1541. Los habitantes de Buenos Aires se resistieron a hacerlo, ya que habían podido sembrar y no les iba mal. Domingo Martínez de Irala, el ejecutor de la orden, fue implacable. Quemó la fortaleza (un barco encallado que hacia de tal), la iglesia y las pocas casas que había. Para que los navegantes supiesen adonde se habían mudado los pobladores, Irala hizo levantar unos mástiles con cartas dentro de calabazas. En estas cartas indicaba lo que había sucedido, donde estaban y como llegar.
Hasta acá lo seguro. Pero ¿En qué fecha se fundó Buenos Aires? ¿Cómo y porque se
la llamo Buenos Aires? Y finalmente ¿Dónde fundó Mendoza la población?
La Comisión Oficial de 1936, en conmemoración del cuarto centenario de la
fundación, llego a un acuerdo en torno a la fecha y el lugar de fundación: el 2
de febrero de 1526 en el actual Parque Lezama. Pero la polémica existía entonces
y sigue hoy con los diversos historiadores.
Durante mucho tiempo se creyó que la fundación había ocurrido el 4 de febrero de
1535, esa es la fecha que da Urico Schmidl en su Viaje al Río de la Plata.
Eduardo Madero descubrió que no podía ser, porque en ese año don Pedro de
Mendoza estaba en España. A parte los alemanes usaban en ese momento un
calendario diferente; era en realidad 1536. Le sigue la duda del mes y del día.
¿Enero o febrero? Se coincidió en febrero. Pero el día era el 2, 3, 4 o 5.
Algunos abogan por el 2, otros por el 3 y otros por el 4, son los únicos que
siguen en pie. Se fijó oficialmente el 2 de febrero de 1536, porque es el día de
nuestra señora de La Candelaria, que es también nuestra señora del Buen Aire, de
donde vendría el nombre de la ciudad. Esto nos lleva a la polémica con el
nombre.
PLAZA DE MAYO. Premiada serie documental de 18 programas radiofónicos, realizada por Alberto Sierra y Radio Nederland con el apoyo de UNESCO. Las plazas, esos lugares públicos por excelencia, espacios para la libertad y la democracia. Sitios de encuentro, proclamas y amores. Un recorrido por las principales plazas Latinoamericanas, desde Santiago de Chile a la Habana. Desde la mexicana plaza Garibaldi a la Plaza de Mayo en Buenos Aires. |
El nombre de nuestra ciudad, para algunos, se debe al culto a la Virgen del Buen
Aires, basados en el poema La Argentina, que escribió Ruy Díaz de Guzmán en
1612. Según esta escuela el nombre provendría del día de su fundación y de la
devoción de Mendoza hacia la Virgen del Buen Aire. El dos de febrero es
efectivamente el día de nuestra señora del Buen Aire. Otra teoría, o leyenda,
dice que el nombre vendría de la exclamación que hace Sancho del Campo al
desembarcar: "Que buenos aires son los de este suelo". El historiador Armando
Alonso Piñeiro habla de la existencia de "un documento anterior en un cuarto de
siglo al gran poema hispano-criollo". Es una memoria escrita por el portugués
Lope Vázquez Pestaña, el primer viajero que visitó Buenos Aires, en 1587, y
quien dejó dicho que el nombre se dio "por la frescura del aire y la excelente
salud de que gozaron sus hombres durante la estadía en el lugar".
La polémica también se centra en el lugar exacto de la fundación y donde se
levanto la ciudad. Ateniéndose a la realidad esta no fue la fundación de una
ciudad, sino de un poblado o un fuerte. Para tener categoría de ciudad debía
contar, según las leyes españolas, con cabildo, cosa que no tenia y no tubo
hasta la segunda fundación de 1580.
Como se dijo esta la posición oficial, que establece como lugar de emplazamiento
el actual Parque Lezama, por ser un lugar alto. Las instrucciones reales de
1523, dirigidas a los conquistadores, ordenaban que las poblaciones deberían
asentarse "en sitios sanos y no anegadizos". Según Rómulo Zabala y Enrique de
Gandía el lugar seria unas cuadras al norte del Parque Lezama. El historiador
Armando Alonso Piñeiro precisa la ubicación en las calles Humberto I y Defensa,
y el geólogo Marcelo Yrigoyen en Brasil y Bolívar. Otros dicen que fue en el
bajo del Riachuelo, en la actual Vuelta de Obligado. Guillermo Furlong expuso en
1973 que estaba a cuatro leguas del Río de la Plata, concretamente "a la altura
del puente Uriburu, donde nace la avenida Sáenz", donde se encuentra el Parque
Patricios. Otra teoría dice que fue en Escobar ¿Qué? Sí en Escobar. Federico
Kirbus parte del un episodio famoso: el combate de Corpus Christi con los
indígenas, durante el cual el capitán Diego Luján fue herido de muerte y su
caballo lo llevó moribundo hasta las orillas del río que lleva su nombre. Es
poco verosímil que un caballo recorra 70 kilómetros, vadeando arroyos, ríos y
esteros para llegar a destino, Kirbus argumenta que la ciudad de Mendoza estaría
mucho mas cerca del Luján que la de Garay. Debido al crecimiento del delta a
través de los años, el calculo que hizo lo llevo a ubicarla en Escobar. Pablo O.
Lanne defendió una teoría parecida, pero puso a la ciudad en Ingeniero
Maschwitz.
Así y todo la teoría mas aceptada y lógica seria la de la fundación en algún
lugar de la meseta en la cual se levanta la actual Buenos Aires. Parque Lezama
se encuentra uno de los extremos de la meseta. El ingles Carlos Roberts ubica la
ciudad en el otro extremo de la meseta, en Retiro, mas exactamente en la Plaza
San Martín. Ya que según él la "media legua arriba" que citan los cronistas
seria aguas arriba no del Riachuelo sino del Río de la Plata desde el Riachuelo.
Según parece, la ubicación exacta de la fundación de Pedro de Mendoza seguirá
siendo un misterio. Mientras no se realicen estudios arqueológicos que den un
poco de luz sobre el tema, no se sabrá dónde fue, ya que todos son hipótesis,
ninguna se basa en restos arqueológicos.
Como alguien dijo esta ciudad bien merece el calificativo de Misteriosa que le
diera Manuel Mujica Láines.
bigoc@hotmail.com | www.geocities.com/CapeCanaveral/Hangar/7892/
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Una
batalla naval ganada por la caballería
[Artículo remitido por Leonardo Castagnino]
En la invasión inglesa a Buenos Aires de 1806,
fueron gauchos los que, con más denuedo que organización disciplinada,
intentaron oponer sus recursos de paisanos a los aguerridos batallones de la
Rubia Albión.
Son los tiempos en que la acción libertadora conocida como la Reconquista se
encuentra en su fase final. Esta se había iniciado con el desembarco de las
fuerzas patriotas provenientes de la Banda Oriental (Uruguay), comandadas por el
capitán de navío Santiago de Liniers (1753-1810), el 4 de agosto en Las Conchas
(hoy puerto de Tigre), y había continuado con la toma del baluarte inglés del
Retiro, en el extremo norte de la dudad, durante la madrugada del 11 de agosto.
Al anochecer de esa misma jornada, mientras los ingleses montan nerviosa guardia
en el centro de Buenos Aires, las tropas de Liniers se desplazan silenciosamente
hacia ellos desde el Retiro. En el transcurso del avance comienza la
incorporación masiva y entusiasta de la población de la capital a la fuerza
reconquistadora. Centenares de hombres y niños se pliegan a las filas de
Liniers, reclamando armas para participar en la lucha. Los cañones son
arrastrados a pulso, a través del barro, por cuadrillas de muchachos, hecho que
permite a Liniers alcanzar su objetivo en la madrugada del 12 de agosto.
El cronista y capitán inglés Alexander Guillespie, testigo presencial de
aquellos sucesos, en su libro Gleanings and Remarks (Apuntes y Observaciones),
publicado en Londres en 1818, especie de diario personal, cuya traducción
apareció en la Argentina en 1921 bajo el título de Buenos Aires y el Interior —
reeditada luego por la colección Biblioteca Argentina de Historia y Política
(volumen 22), Hyspamérica, Buenos Aires, 1986—, testimonia el miedo y el
desprecio de los invasores anglosajones hacia las clases bajas de Buenos Aires y
su particular forma de encarar el combate:
“Durante la noche del 11 un ladrar constante de perros se oyó en dirección al
Retiro y su vecindad, que indicaba algunos movimientos extraordinarios. El alba
del 12 nos mostró las iglesias y casas llenas de gente, que solamente esperaba
la aproximación de Liniers para cooperar en el alzamiento general... Con mi
anteojo podía percibir el clero inferior particularmente activo en manejar sus
armas y dirigir las tropas que tenían abajo... Nuestra última resistencia se
hizo a las once, en la plaza del Mercado, donde el valiente regimiento 71 se
formó con cañones en cada flanco y uno en el centro... Como finta para atraer al
enemigo, tan inmensamente superior, el 71 retrocedió, pero sin su deseada
consecuencia. Nada podía decidirlo a la lucha abierta con todo su número. Cada
minuto disminuía el nuestro, y la humanidad exigía que hombres tan valientes no
se expusieran como blanco a la puntería de una multitud sanguinaria aunque
cobarde. (pág.80)”
Video documental para
descargar "Buenos Aires 1924", de
Fernando Valle![]() ![]() Fuente: ARCOIRIS TV, duración: 10 minutos Cortesía de Roberto Di Chiara En blanco y negro, una panorámica sobre la ciudad de entonces. Película filmada para ser entregado como obsequio al príncipe de Gales, de visita en Argentina. ![]() Elige una opción de descarga: ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() |
Amanecía recién en aquel día memorable de la reconquista. La noche anterior
había llovido copiosamente, soplando luego un violento viento del oeste, que
corrió hacia adentro al Río de la Plata. Desde las primeras horas de la mañana
toda la ciudad está ya en rebelión. Desde las azoteas, balcones y campanarios se
hace fuego de fusilería sobre las tropas inglesas. Por las calles que conducen a
la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo), avanzan en tropel las fuerzas de la
insurrección envueltas en el humo de las explosiones y el retumbar de los
disparos. Liniers, instalado con sus lugartenientes en el atrio de la iglesia de
la Merced (ubicada en la esquina de las calles Tte. Gral. Perón y Reconquista),
ha perdido el control de las operaciones: sus soldados, mezclados con el pueblo
que pelea a mano desnuda, no escuchan ya las voces de los oficiales, y se lanzan
en un solo impulso a aniquilar al invasor. Un diluvio de fuego se desata sobre
las posiciones británicas en la plaza. Allí, al pie del arco central de la
Recova, está Beresford, pálido y poco flemático, con su espada desenvainada,
rodeado de los escoceses del 71. Esta es la última tentativa de resistencia de
los europeos. Las descargas incesantes abren sangrientos claros en las filas
británicas. A los pies de Beresford cae, ultimado de un balazo, su ayudante, el
capitán Kennet. El general inglés comprende que ya no es posible continuar la
lucha, pues sus tropas serán aniquiladas hasta el último hombre. Ordena entonces
la retirada hacia el Fuerte (hoy Casa Rosada). Allí, momentos más tarde, iza la
bandera de parlamento. Volcándose como un aluvión en la plaza, los soldados y el
pueblo llegan hasta los fosos de la fortaleza, dispuestos a continuar la lucha y
exterminar a cuchillo a los británicos. En esas circunstancias arriba Hilarión
de la Quintana, enviado por Liniers a negociar la rendición. Esta deberá ser
incondicional. La muchedumbre, terriblemente enardecida es a duras penas
contenida. Se exige a gritos que Beresford arroje la espada. Un capitán
británico lanza entonces la suya, en un intento por calmar a la multitud. Pero
eso no conforma a las masas, y Beresford debe aceptar, aun antes de que sus
soldados hayan depuesto las armas, que una bandera española sea enarbolada sobre
la cima del baluarte. A las 3 de la tarde del 12 de agosto de 1806, el pequeño
ejército inglés, reducido ahora a menos de mil mosquetes (en las playas de
Quilmes, el 25 de junio, había desembarcado un total de 1635), marchó hacía el
Cabildo, en la Plaza Mayor entre dos filas de milicianos criollos, donde hubo de
rendir sus banderas, estrellando muchos de los vencidos sus armas contra el
suelo, frustrados e indignados por haber sido derrotados por aquellos
“andrajosos”... “plebe frenética, que parecía asumir para sí el poder
soberano...”, como cita el cronista Guillespie.
En esos mismos gloriosos instantes en que la Patria nacía acunada entre ponchos
y chiripás, por los arrabales septentrionales de la urbe —que por entonces
contaba con unos 471 mii habitantes— entraba un gallardo y joven jinete con el
pingo al galope tendido. Por su poncho colorado mostraba que era un gaucho
salteño. Era el alférez Martín Miguel de Güemes del Regimiento “Fixo” de Buenos
Aires. El gaucho Güemes que tenía 21 años por entonces, venía galopando desde la
madrugada del día anterior, por el camino de postas, proveniente de La
Candelaria, paraje situado a 79 leguas (395 kilómetros) de Buenos Aires. Traía
un despacho del virrey Sobremonte a Liniers, cumpliendo tamaña hazaña en menos
de treinta horas. Esto que en la actualidad parece una quimera, en aquellos
tiempos era sólo una cuestión de “tener lo que hay que tener” y “cinchar duro y
parejo” como buen paisano (ver Luis Güernes, Giiemes Documentado, Editorial Plus
Ultra, Buenos Aires, 1979, vol. 1, págs 64-71).
Al presentarse ante el héroe de la Reconquista, de quien era el edecán y su
principal ayudante, apenas pudo tomar un breve respiro. Una nueva y difícil
misión le aguardaba, como ahora veremos.
Por el lado del río ocurrieron algunos hechos extraordinarios ese famoso 12 de
agosto. Los pocos barcos pequeños que les habían quedado a los británicos,
después del temporal de la noche anterior, se acercaron al Retiro para tirar
sobre ese punto y sobre todo el bajo, desde allí hasta el Fuerte. En las
primeras horas de la tarde, las fuerzas criollas colocaron en batería a dos
piezas de 18 libras, que pusieron fuera de combate a un pequeño barco inglés y a
la sumaca La Belén de las españolas que el almirante Sir Home Riggs Popham
(1762-1820) había capturado en el Riachuelo.
El Justina, un buque mercante artillado con 26 piezas y tripulado con más de
cien soldados, oficiales y marineros, cuyo palo mesana había sido tronchado de
un cañonazo el día anterior, había estado disparando casi toda la tarde sobre
las fuerzas de la reconquista, no sólo por la ribera y sobre la Alameda (hoy
avenida Leandro N. Alem), sino también en las diferentes calles que ocuparon,
expuestas a su fuego. Desconociendo los secretos de la navegación en el río,
quedó varado por una súbita bajante a unos 400 metros de las barrancas de la
Plaza de Toros en el Retiro (hoy Plaza San Martín), lo que fue advertido por los
centinelas de la batería Abascal emplazada en las cercanías donde actualmente se
halla el monumento ecuestre en honor al Padre de la Patria.
El eminente tradicionalista argentino Pastor Servando Obligado (1841-1924)
publicó en el diario La Razón del 12 de agosto de 1920 (asequible en la
hemeroteca de la Biblioteca Nacional) un artículo intitulado Güemes en Buenos
Aires. Transcribimos enseguida parte de dicho artículo, porque el autor da como
protagonista del episodio del “Justina” al futuro general Güemes:
Antes de ser general fue soldado, como ante todo, salteño, y sobre todo,
patriota de nacimiento. Afiló la espada que había de sablear chapetones hasta la
más lejana frontera en piedras de estas calles, ensayando las memorables cargas
de su renombre por sierras y montañas, en la playa del Plata, cuya bajante dejó
en seco al buque de guerra inglés, cooperando a su abordaje... Luego, más
adelante, se refiere al instante en que Liniers envía a su edecán hacia el
Retiro con un parte de guerra:
“Ud., que siempre anda bien montado; galope por la orilla de la Alameda, que ha
de encontrar a Pueyrredón, acampado a la altura de la batería Abascal, y
comuníquele orden de avanzar soldados de caballería por la playa, hasta la mayor
aproximación de aquel barco, que resta cortado de la escuadra en fuga...” (Es de
advertir que esta orden sólo era de aproximarse al buque, sin referencia a su
abordaje). Menos tardó el ayudante Güemes en recibir la orden que en
transmitirla, como los gauchos de Pueyrredón, ganosos porque no se le escapara
la presa en salir al galope tendido por la playa”.
Pueyrredón al recibir el despacho puso inmediatamente bajo el mando de Güemes la
única tropa montada de que disponía, no más de 30 gauchos armados con lanzas,
boleadoras, facones, sables y algunas tercerolas. Estos no trepidan en descender
la empinada barranca y zambullirse en el brumoso río. Con sus caballos metidos
en el agua hasta los ijares, se lanzan intrépidos tacuara en mano en una carga
asombrosa, pocas veces registrada en la historia militar: el abordaje a caballo
de un buque de guerra de la marina más poderosa del mundo de aquel entonces. Los
bravos paisanos alentados por el alférez salteño asaltan la nave agresora y
rinden a su tripulación luego de breve y reñido combate. Los británicos
abordados, muchos de ellos artilleros y tiradores excelentes, habían sido
doblegados por el estupor de ver surgir repentinamente esos centauros marinos
emponchados que los acometían y trepaban sobre sus amuras con una vehemencia
inaudita. Por algo dijo el escritor y poeta argentino Arturo Capdevila
(1889-1967), que en Güemes “puede haber un abencerraje escondido en su corpachón
atlético” (La Prensa, 8/4/62).
En la actualidad esas aguas cruzadas por gauchos a caballo capitaneados por
Güemes, ya no son más aguas. El lugar que cubrían ha sido ganado al río. Es
tierra firme y, en ese punto geográfico en que el prócer conquistó un trofeo,
hoy se encuentra la Plaza Fuerza Aérea Argentina.
El heroico episodio de la toma del “Justina”, prácticamente ignorado por la
enseñanza oficial, ha sido acreditado por numerosos historiadores de reconocido
prestigio.
La estrepitosa derrota de las fuerzas invasoras inglesas por la acción popular
de Buenos Aires en 1806 marca el nacimiento de la conciencia nacional argentina,
la cual daría lugar al sentimiento de independencia del yugo español. Era la
primera efusión de una patria que nacía en los corazones: integración soberbia y
generosa de las esencias indígenas, africanas e hispanomusulmanas, sueño de
redención de las masas humildes y sufridas que preferían morir en la ley rústica
de sus orígenes antes que prosperar en la ley postiza de los invasores europeos.
Por eso el jefe de la también frustrada invasión de 1807 (compuesta por la
considerable fuerza de once mil británicos), teniente general John Whitelocke,
tuvo de inmediato la sensación de que la “Pax Británica” no podría imponerse a
los pueblos indohispanoamericanos; y le escribía al almirante George Murray: “De
algo puede Ud. estar seguro, y ello es que Sud América nunca podrá pertenecer a
los ingleses”. Asimismo, el teniente coronel Lancellot Holland, que fue apresado
junto con el general Craufurd y los coroneles Pack y Guard en el glorioso
convento de Santo Domingo durante la invasión de 1807, acusa en sus memorias la
humillación sufrida a manos de las fuerzas argentinas: “Se nos ordenó salir
desarmados. Fue un momento amargo para todos nosotros: los soldados tenían los
ojos llenos de lágrimas. Se nos hizo marchar a través de la ciudad hasta el
Fuerte. Nada podía haber sido más mortificante que nuestro paso por las calles
en medio de la chusma que nos había vencido. Eran individuos de piel muy morena,
cubiertos de harapos, armados con mosquetes largos y algunos con espadas”
(Lancellot Holland, Expedición al Río de la Plata, Eudeba, Buenos Aires, 1976,
págs. 122-123).
Esta malquerencia causada por la derrota y los desengaños sufridos se
reflejarían en la literatura británica. Al escritor escocés Sir Walter Scott
(1771-1832), famoso autor de novelas históricas como lvanhoe y Quentin Durward,
el despecho y la deshonra de las armas inglesas le arrancaron estas palabras
cargadas de rencor y desaliento:
Las vastas llanuras de Buenos Aires—dice— no están pobladas sino por cristianos
salvajes, conocidos bajo el nombre de “huachos” (por decir “gauchos”), cuyo
principal mobiliario son los cráneos de caballos, cuya única comida es la carne
cruda con agua, cuya única ocupación es apresar ganado cimarrón y cuya principal
diversión es montar un caballo hasta reventarlo. Lamentablemente —añade el
“romántico civilizador”— prefirieron su independencia nacional a nuestros
algodones y muselinas (Vida de Napoleón Bonaparte; tomo II, Cap. 1).
Pero, ¿quienes eran y de dónde venían esos terribles gauchos que poblaban la
pampa infinita e indómita y que tantos reveses y amarguras habían hecho padecer
a los súbditos de la raposa Inglaterra?
Fuente: www.cstg.com.ar
Curiosidades
del Primer Gobierno Patrio Argentino
Por Martín A. Cagliani
Tres de los nueve miembros de la Primera Junta no hablan nacido dentro de los
limites actuales de la Argentina. Cornelio Judas Tadeo Saavedra nació en
Hacienda de la Fombera, hoy Bolivia. Domingo Matheu y Juan Larrea eran
españoles, de Cataluña.
El miembro más joven de la Primera Junta era Larrea (23). El más viejo, Miguel
de Azcuénaga (55). La edad promedio del cuerpo, en 1810, era de 43 años.
En 1795, el inventario de mercaderías de una tienda porteña daba cuenta de que
había allí 27 paraguas de hule, que se vendían a 4 reales cada uno.
Por lo tanto, resulta verosímil la tradicional -pero controvertida imagen que
muestra a los vecinos de la ciudad protegiéndose con paraguas, frente al
Cabildo, aquel inclemente viernes de hace 185 años.
El vocal Manuel Belgrano (39) era abogado y había ingresado en 1807 en el
Regimiento de Patricios con el rango de sargento mayor. Domingo French (36) se
había desempeñado como cartero antes de iniciar la carrera militar. La Primera
Junta le otorgó el grado de coronel.
Muchas familias criollas bautizaron a sus hijos con nombres alusivos a la gesta
revolucionaria. Un padre llamó a su flamante primogénito Primo Patricio
Liberato.
El sábado 26 de mayo de 1810, los porteños tuvieron en sus manos el primer
documento patrio -la proclama de la Junta Provisional Gubernativa-, editado en
la Real Imprenta de los Niños Expósitos. Empezaba así: Tenéis ya establecida la
Autoridad que remueve la incertidumbre de las opiniones y calma todos los
recelos...
La construcción del Cabildo, tal como lo conocieron aquellos patriotas, se
realizó entre los años 1725 y 1764. El edificio sufrió modificaciones en
1861,1880, 1889, 1931 y 1940.
bigoc@hotmail.com
www.geocities.com/CapeCanaveral/Hangar/7892/
Historia
del obelisco
Por Martín A. Cagliani
En 1936, las cuadrillas municipales ya habían abierto un gigantesco hueco en
pleno Buenos Aires por donde pasaría la avenida 9 de Julio, "la más ancha del
mundo". En el medio de ese claro que había dado por tierra con viejos cafetines
y teatros de varieté, en el cruce con la avenida Corrientes, se construyó la
Plaza de la República. Y allí, como un gran mojón que cortaba a Corrientes, que
ya habla dejado de ser angosta, se levantó el Obelisco.
Fue el homenaje de Buenos Aires al Cuarto Centenario de su Primera Fundación y
representaba el espíritu progresista de una época. Por entonces, el intendente
era Mariano de Vedia y Mitre, a la vez que ejercía la Presidencia de la
República el General Agustín P. Justo. Lo diseñó el arquitecto Alberto Prebisch
y lo construyó la empresa Siemens Bauunion en el tiempo récord de cuatro
semanas, debiendo salvar las dificultades que significaban los túneles del
subterráneo mediante la construcción de bóvedas en su fundamento.
Como símbolo, recuerda a aquel precario y grueso madero sobre el cual juró
apoyando su espada Don Pedro de Mendoza en 1536. Fue emplazado en el sitio
exacto donde flameó por primera vez en la ciudad la Bandera Nacional (la torre
de la iglesia de San Nicolás, el 23 de agosto de 1812), y se inauguró
formalmente el 23 de mayo de 1936 a las 3 de la tarde.
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De ayer a hoy
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Historia
del Riachuelo
Por
Martín A. Cagliani
Río Pequeño, Río de los Querandíes, Río Chuelo, Río de Buenos Aires; son algunos
de los nombres que recibió a lo largo de su historia nuestro actual Riachuelo.
Río de curso vueltero que desemboca en el Río de la Plata tras recorrer 80 km
desde su naciente. Su fluir comienza en el partido de Las Heras, provincia de
Buenos Aires, donde los arroyos Castro y Cobey se unen para formar, en el Paso
de la Horqueta, el río Matanza, este cambia de nombre a la altura del puente La
Noria, siguiendo su curso como Riachuelo. Actualmente hay potentes fábricas
instaladas en las orillas del Riachuelo. Una pobre ministra intento, sin mucha
gana, limpiarlo en 1000 días de todos los residuos y contaminantes que viene
recibiendo a lo largo de cientos de años, pero el negro Riachuelo se rió a
carcajadas de este pobre intento.
Recién en épocas recientes el Riachuelo toma un curso parecido al actual, y
muchos de los arroyos que vertían sus aguas en él se fueron cegando o
desapareciendo como consecuencia de la rectificación de este río.
Para el año en que se asentaron los primeros europeos cerca de sus márgenes, en
1536, el Riachuelo tenia una fauna y flora diferente de la actual. Era un valle
pantanoso, desolado y triste. Se desbordaba con frecuencia, creando lagunas y
pantanos. La zona del Riachuelo era inundable por añadidura. Sus alrededores
eran húmedos, poseían pastizales abundantes, vegetación tupida y variada. En su
ribera se daban cita los bosquecillos de sarandíes negros, ceibos, blanquillos,
gruesas matas de penachos blancos. En los bajos predominaban los juncos y
flotaban los camalotes. Su valle estaba invadido por pajonales de paja brava,
también había duraznillos blancos. Como se dijo el suelo del valle era sumamente
anegadizo, y en él predominaban las gramíneas.
En sus barrancas y orillas, que tenían un alto de entre 8 y 20 metros, había
matorrales de calafate, ñapindá, cactus, flor de seda y mata ojos. En lo alto
había bosques pequeños de espinillos, porotillos, acacias, zarza mora,
zarzaparrilla falsa, sombra de toro, etc. En las orillas aparece con alta
frecuencia el sauce colorado, no el llorón que llegaría a la zona hacia 1810 de
la mano del hombre.
En la meseta había agrupaciones de árboles con desarrollo más troncal. Se daban
los algarrobos, talas, espinillos, chañares, coronillos negros, ceibos y de
trecho en trecho, un ombú. También se daba el cardo, así llamado por los
primeros españoles en llegar a la zona, pero en realidad era la "zanahoria de
campo", vegetal comestible.
La fauna de la región era abundante y variada. Había sapos, ranas, culebras,
víboras e insectos en abundancia. De estos últimos podemos enumerar a los
alacranes, grillos, cucarachas (infaltables y eternas) gorgojos, polillas, los
incansables y molestos tábanos y mosquitos, moscardones, moscas, gusanos,
hormigas. Se daba cita también la insaciable langosta, las mariposas,
garrapatas, etc. El cronista Félix de Azara se cansa de describir los diferentes
insectos que poblaban la región. La fauna grande estaba caracterizada por el
venado, el yaguareté, que aparece como puma o pantera en numerosas crónicas,
también estaba la nutria, según Azara también había cuatrocientas cuarenta
especies de pájaros. También volaban por la zona los murciélagos. En las lagunas
se podían encontrar cigüeñas y flamencos. Teros, chajá, martinetas, así como
peludo y cuises poblaban los llanos. El ñandú corría tranquilo por la meseta,
solo siendo molestado por los indígenas. Los peces también abundaban a lo largo
del curso del Riachuelo. Habían mandubíes, pejerreyes, patíes, bogas y algún que
otro dorado.
La descrita más arriba fue la flora y fauna que encontraron los españoles al
llegar al Riachuelo, esta fue cambiando al mismo tiempo y de la misma forma que
su vecina Buenos Aires.
Como se dijo, los españoles al llegar a las orillas del Riachuelo no solo
encontraron flora y fauna, sino que se encontraron con seres humanos. ¿Quiénes
eran estos hombres?
Los habitantes de las zonas aledañas al Riachuelo eran los querandíes. Este era
un pueblo de cazadores y pescadores, cazaban venados y ñandúes con boleadoras,
también pescaban a orillas de los ríos y lagunas. Al principio se llevaron bien
con los españoles, hasta les dieron de comer. Pero los españoles tenían que
exigir más, el enfrentamiento no tardo en llegar y con el paso de los años los
querandíes se fueron extinguiendo o emigraron hacia las pampas.
Los primeros europeos en asentarse en las cercanías del Riachuelo fueron los
españoles. Llegaron en una expedición al mando de Pedro de Mendoza en 1536. El
puerto elegido estaba en una especie de brazo norte del Riachuelo actual. En esa
época el Riachuelo tenia una desembocadura con dos bocas, en forma de delta. Una
de las bocas era profunda, al norte, era un canal que continuaba el río entre la
costa firme y una isla paralela, llamada del Pozo, y la otra boca era
innavegable, pero más tarde se convertiría en una entrada natural cuando la
norte se cegó, ahora dragada es el acceso sur del puerto Buenos Aires. La isla
del Pozo se extendía desde la boca este del Riachuelo hasta Retiro,
desaparecería en el siglo XIX. En el brazo norte había un fondeadero limpio y
profundo que fue llamado de variadas formas por los españoles, desde Río Pequeño
hasta Riachuelo de los Navíos, luego extensivo a todo el curso del río. Las
embarcaciones que fondeaban ahí eran protegidas de la marejada del río y los
fuertes vientos, porque la isla los tapaba. En ese fondeadero entraron las 14
naves de la expedición española de 1536. También había agua potable, ya que era
limpiado constantemente por las fuerzas naturales. Ninguna de las 14 naves pudo
surcar el curso del Riachuelo, ya que la barra de la entrada y su poca
profundidad lo impedían.
Estos españoles fueron los que fundaron el fuerte y puerto de Buenos Aires en
1536, este ultimo seria abandonado en 1541 y vuelto a poblar en 1580.
Durante un período largo, el territorio sur del Riachuelo permaneció como
desconocido y sin poblarse. En forma lenta se fue poblando esta zona sur,
amenazada por la indiada, pero fértil. El primer asentamiento español a orillas
del Riachuelo se construyó en el gobierno de Hernandarias en 1607. Fue un fuerte
denominado Guardia del Riachuelo, construido por las frecuentes amenazas e
incursiones de corsarios. Ya había una fortificación anterior pero como se probó
durante una incursión corsaria a principios de 1607, no servia.
En un principio, el Riachuelo era solo un obstáculo para la gente del lugar.
Había mucho transito de una a otra orilla, la mayoría eran carretas con
mercaderías provenientes del norte y oeste, pero también del sur. Cuando había
que cruzarlo se utilizaban balsas o canoas, o se lo hacía por los vados o pasos
que había en diferentes lugares. El Camino al Paso Chico (actual Av. Alcorta),
conducía a los pasos Chico, de Burgos, Días Vélez y de la Noria, este ultimo uno
de los mas conocidos, antes se llamaba Paso de Zamora. Por este mismo pasaron
una parte de las tropas inglesas en la Segunda Invasión de 1807. Cruzar este río
exigía atravesar extensos bajos y zonas anegadizas que bordeaban las márgenes
del Riachuelo, casi siempre inundadas.
El más famoso de los pasos fue el de Burgos. Era el mas utilizado porque estaba
ubicado en el camino más directo a la ciudad y también porque no se inundaba con
las frecuentes crecidas del río. Se llegaba a él a través del "Camino al Paso
Chico y demás pasos", actual Av. Amancio Alcorta. Se le conoció con el nombre de
Burgos desde comienzos del siglo XVII. Hay diferentes posturas refereridas al
porque de su nombre, una dice que era porque muy cerca un escribano llamado
Francisco Pérez de Burgos tenia una chacra. La otra postura y mas aceptada
popularmente adjudica la denominación a un botero de profesión llamado Burgos,
que transportaba gente de una orilla a la otra.
El cruce en canoas era ejercido permanentemente por personas que se dedicaban a
eso. Las había en los pasos de Pedro Salazar, en el de los Padres Batlemitas, en
el de Burgos, en el Chico y en el Paso de la Capilla de los Remedios. Pero estos
servicios solo los utilizaban los que no tenían ni caballo ni carreta, o todos
cuando el río estaba crecido. Ya en 1653 el gobierno toma cartas en el asunto y
reglamenta el paso con canoa, se dictamina que "se ponga una canoa para el
pasaje de las personas", "poniéndola tomadas con dos cuerdas asidas de una banda
y otra, para que en mejor comodidad puedan usar los que van y vienen sin riesgos
de sus vidas". Este servicio se realizaba, teóricamente, personalmente, o sea
que cada uno se cruzaba agarrado de la cuerda, pero en la practica la gente
debía soportar a individuos que, sin autorización, cobraban por cruzarlo a uno.
La primera se coloco en el paso de Pedro Salazar, llamado así por un vecino que
tenia una chacra cerca del paso. A partir de entonces se le llamó Paso de la
Canoa, fue en este lugar donde se levanto el primer puente del Riachuelo. El 1º
de diciembre de 1799 se inauguró el primer puente sobre el Riachuelo. Se disidió
levantarlo sobre el paso de la Canoa en el Camino Real al Sud, actuales calles
Montes de Oca en Capital y Ameghino, en Avellaneda. Lo construyó el vecino Juan
Gutiérrez Gálvez, al cual le fue adjudicado por licitación. El tal Gálvez no era
ingeniero, pero conocía las artes de la construcción. En un principio se pensaba
construirlo de piedra, cal y ladrillo, pero a causa de la escasez de materiales
y mano de obra calificada, el puente se construyó de madera. El Cabildo tubo
problemas con Gálvez porque este puso maderos de menor espesor al estipulado,
pero todo siguió igual. El puente se dio en concesión a Gutiérrez Gálvez, que lo
explotaría por 5 años, se encargaría de su mantenimiento, y cobraría un peaje
para el mismo. El peaje era de dos reales la carreta cargada, y un real por
coche, calesa o carretón. Se le daba tarifa preferencial a los indios, mulatos y
negros, que abonaban la mitad.
Este puente tuvo muchos nombres, en un principio se llamo de Gálvez, luego de
Madera, de Barracas, y en la época de Rosas se lo pintó de rojo punzó y se le
llamó Puente de la Restauración de las Leyes. Fue reconstruido varias veces, en
1806 cuando los ingleses avanzaban sobre Buenos Aires se lo incendio para que no
pudiesen cruzar, igual se las ingeniaron atando varias embarcaciones de un lado
a otro del Riachuelo. El 23 de diciembre siguiente, echados los invasores, se
habilitaba nuevamente. El puente deja de funcionar en 1858, tras una
caudalosísima avenida del Riachuelo que socavó los pilares del puente. Casi
apenas destruido el puente anterior, se construye uno nuevo en el lugar, de
calzada más ancha y pilares más resistentes. Algunos años después fue
reemplazado por el puente Pueyrredón.
En 1800 se construyó el primer muelle por obra de Lucas Castañeda, quedo de 35
metros de largo.
A fines de 1810, cuando Francisco Gurruchaga organizó la primera escuadrilla
patriota, fue creada la maestranza o arsenal a orillas del Riachuelo, en la
Vuelta de Rocha. Permaneció ahí hasta 1852.
Para 1855 había mucho trafico en el paso de Burgos, y un vecino de la zona,
Enrique Ochoa, dueño de un saladero se ofreció a levantar un puente de
mampostería sobre el paso, pagándolo él por completo. Fue habilitado en marzo de
1855. Estaba construido con técnicas de avanzada para la época. Se desvío el
agua, se usaron bombas de achique, y muchas técnicas de ultima generación. Pero
solo medio año después, una gran creciente arrasó con la estructura del puente.
Ochoa, como buen empresario y, según imagino, debería ser bastante terco,
levanto otro puente. Se lo encargo al ingeniero Carlos Pellegrini. Pero
resultaron vanos los nuevos esfuerzos, la siguiente avenida de agua se llevo
este nuevo puente también. Como se dijo antes, Ochoa no se iba a dar por
vencido, así que encaro la construcción de un tercer puente en el mismo lugar.
Los construyó con vigas de urunday, quebracho colorado y lapacho. Se inauguró en
1859 y lo nombró Puente Valentín Alsina, en honor al Dr. Alsina que recién
renunciara a su cargo de gobernador de Buenos Aires; a pesar de haber invertido
un montón de dinero y tiempo ni siquiera reclamo su nombre sobre el puente. En
1910, 51 años después, por su mal estado se lo remplazó por uno de hierro, que a
su vez fue reemplazado por el actual, inaugurado el 26 de noviembre de 1938,
pasándose a llamar Puente Teniente General Uriburu.
A causa de la creciente ocurrida en mayo de 1858, que arruino el puente Barracas
(ex Gálvez), Prilidiano Pueyrredón, juntamente con Medrano, Panthou y Escribano
se presentan al gobierno, ofreciéndose a construir un puente moderno, de hierro,
y giratorio, para no obstruir el paso de los barcos, en el mismo lugar del de
madera. El 17 de marzo de 1862 se les otorga la concesión. La proyección de
puente era excelente, muy de avanzada para la época. Traen la estructura de
hierro forjado desde Inglaterra. La obra por fin se termina en diciembre de
1867. El mismo día de la inauguración, mientras se lo prueba definitivamente,
ocurre el desastre. Una imprevisión en el número de los pilotes hace fracasar el
mecanismo, el brazo de palanca vence al pilar-pivote y se va todo al fondo del
río. Mucho dinero perdieron los empresarios, así que firmaron un nuevo contrato
para arreglar lo sucedido y construir un nuevo puente. El puente quedaría listo
y funcionando en noviembre de 1871. El pobre Pueyrredón quedo muy perjudicado
económicamente y su salud se agravo mucho, falleció en 1870, sin ver terminado
su puente. En homenaje a este empecinado empresario al puente se lo denomino
Puente Pueyrredón. El puente fue arrasado por la más grande inundación del
Riachuelo, el 23 de septiembre de 1884. De inmediato se lo sustituyo por uno de
madera. En 1903 se lo remplazo por uno con tramo central levadizo. Finalmente en
1931, fue inaugurado el que funciona actualmente.
Se construyeron muchos puentes más, llegando a la gran cantidad de puentes que
hay hoy a lo largo del río Matanza y del Riachuelo.
Como se vio a lo largo de los párrafos anteriores, las inundaciones y crecidas
del río eran muy corrientes, y muchas veces causaban grandes destrozos. En 1805,
los días 5 y 6 de junio, se produjo una gran inundación. Durante dos días soplo
un viento huracanado desde el sudeste produciendo una gran creciente del Río de
la Plata y del Riachuelo. Esta creciente trajo consigo grandes inundaciones,
destruyendo varios edificios. Se hundieron embarcaciones, se arruino el puente
Gálvez, así como muchas casas de los alrededores. Lo más perjudicial, era la
gran correntada que tiene y tuvo el Riachuelo, en condiciones normales no se
nota, pero con un sudeste que no le permite desaguar correctamente en el Río de
la Plata, produce grandes estragos. Las grandes lluvias traen consigo, como se
podrá imaginar, una creciente fuerza en la corriente del Riachuelo, y esta
arrasaba con todo a su paso.
Otro gran temporal se produjo el 18 de septiembre de 1816, que ocasionó la
muerte de 7 personas, de las 75 que poblaban las márgenes del Riachuelo. Se
perdieron embarcaciones y el puente Barracas (ex Gálvez) quedo inutilizado. Se
dice en los partes de gobierno que las aguas habían cubierto media legua (aprox.
2500 m) a uno y otro lado del Riachuelo. Este desastre fue ocasionado por las
grandes lluvias que se produjeron en la cuenca del Riachuelo. Eran muchos los
arroyos y cañadas que vertían sus aguas en el Riachuelo, por esa época.
Los temporales se siguieron produciendo con mayor o menor intensidad. En 1820
una violenta sudestada, acompañada de la consiguiente inundación destruyo el
muelle, un puente y 60 embarcaciones. En 1845 una fuerte creciente barre con las
casas que estaban asentadas cerca de la costa, mas otros tantos destrozos.
Ocurre otro desastre el 19 de marzo de 1866. En 1869 se produce otra crecida muy
fuerte, durante dos días soplo un viento huracanado, derribando árboles y
construcciones modestas. Seis meses después, el 14 de abril de 1870, otra gran
inundación obligó a evacuar muchas viviendas. La última gran inundación del
siglo se produce en 1884, comentada anteriormente, siendo esta la peor de todas.
Todos estos problemas fueron solucionados en parte con el dragado del río, y con
su rectificación, lo que permitió que no se sintieran tanto sus constantes
crecientes.
El principal movimiento del Riachuelo se lo daba su puerto, pero también las
innumerables industrias que se asentaron sobre sus orillas a lo largo de la
historia. Desde la época de la colonia existieron muchos varaderos y astilleros
en el Riachuelo. En 1865, existían 38 astilleros. En uno de ellos, perteneciente
a Guillermo Sherman, se construyó un vapor de ruedas llamado "Lincoln", de 150
toneladas. Otro, el de José Badaracco e Hijos, fundado en 1857, treinta años
después había construido más de 400 embarcaciones.
En estos años y anteriores, el Riachuelo solo podía ser cursado por
embarcaciones pequeñas. Pero por obra del ingeniero Luis A. Huergo, se pudo
abrir el río a embarcaciones de gran calado.
A la entrada del Riachuelo había un banco llamado la Barra del Riachuelo, muchas
veces las embarcaciones tenían que esperar días a que creciese el río para poder
pasarla. Por esta causa, el canal de entrada estaba obstruido, así que el
gobierno llamó a licitación el 18 de mayo de1875, para canalizar y rectificar el
Riachuelo. Se tenia que ensanchar y rectificar el río, abrir nuevas
desembocaduras y canales, y construir nuevos muelles. Fue favorecido, entre
muchos, el proyecto del ingeniero Huergo. Los trabajos se comenzaron el 9 de
noviembre de 1876 con dos dragas y un vapor remolcador. Las obras continuaron
muy bien encaminadas y con una mejora progresiva. En 1880 las obras siguieron
con los muelles, empedrado de calles y demás obras que se fueron ejecutando a
medida que se disponía de fondos. En 1883, el 25 de enero, entró un vapor
atlántico al Riachuelo, lo que produjo mucha felicidad, al punto que se premio a
Huergo con medallas. Huergo le dio una nueva desembocadura al Riachuelo, drago
todo su curso inferior dándole una mayor profundidad, lo rectifico, y realizó
muchas obras más que llevaron el progreso a la zona, creciendo esta, en
importancia a través de los años.
Bibliografía relevante Azara, Felix. "Descripción e Historia del Paraguay y Río
de la Plata". Bucich, Antonio J. "La boca del Riachuelo en la historia".
Cardoso, Aníbal. "Buenos Aires en 1536". Conlazo, Daniel. "Los querandíes, un
enigma histórico". Todo es Historia. Nº 140 Enero 1979. Eleta, Fermín. "La
Armada de Don Pedro de Mendoza y el puerto y pueblo de Nuestra Señora de Buenos
Aires. Nuevo Enfoque", Boletín del Centro Naval, vol LXXXV, Nº 670, enero-marzo
1967. "Memoria obras del Riachuelo 1884". Kirbus, Federico B. "Los pontífices
del Riachuelo". Todo es Historia. Nº 225 Enero 1968. Pinasco, Eduardo H.
"Biografía del Riachuelo".
bigoc@hotmail.com
www.geocities.com/CapeCanaveral/Hangar/7892/
Costo
de vida en Buenos Aires para 1790
Cómo vivían, se vestían, comían y transcurrían su vida cotidiana los habitantes
de aquel Buenos Aires colonial defines del siglo XVIII, lo describe Andrés
Carretero a través de un relato minucioso y documentado, ameno y esclarecedor.
Por Andrés M. Carretero
Contrariando la opinión general, la vida en la época colonial, en Buenos Aires y
su campaña, no fue fácil ni barata.
Una casa de tres habitaciones, dependencias para el servicio y tres patios,
ubicada en el barrio de Santo Domingo, no se podía adquirir por menos de cuatro
mil quinientos a cinco mil
pesos, dependiendo de la calidad de los materiales empleados y si tenía terraza.
El amoblamiento de la misma superaba los dos mil quinientos y se acercaba mucho
a los tres mil, o algo más si los muebles eran de jacarandá o nogal o fabricados
en España o Francia y traídos por encargo.
Los cortinados, fundas de los muebles, espejos, almohadones y otros complementos
representaban como mínimo los quinientos pesos, dependiendo de los géneros
usados, pues había diferencias apreciables entre el damasco, la seda y el
algodón posibles de utilizar en ellos.
En lo referente a la comida y la bebida, los gastos anuales eran tolerables,
dado que el alimentos básico era la carne, tanto vacuna, como ovina o porcina, a
la que se agregaban los animales domésticos, las aves de corral o los salvajes
de la fauna menor. Pero en promedio se necesitaba, para una familia que podemos
llamar tipo para la época, de cinco personas y otros tantos sirvientes, no menos
de 8 ó 10 pesos diarios, que eran entre 250 y 300 mensuales, o sea, unos 1.100
al año.
Aunque parezca excesivo este gasto en comida y bebida, debe considerarse que el
personal de servicio no cuidaba los utensilios utilizados y buena parte de los
elementos usados eran tirados a la basura o dados a los perros y gatos de la
casa o a los limosneros que a diario hacían sus recorridas por el polo urbano de
la ciudad.
Respecto a estos mendicantes, hay relatos que indican a varios de ellos con
sitios reservados en la Plaza Mayor, donde se dirigían, junto a su o sus perros,
cuando habían logrado la cantidad de comida apetecida y, tirados en el suelo,
daban entre todos cuenta de lo recogido.
Respecto a los gastos de comidas y bebidas, existía la recomendación de tener
como plato principal, carne de vaca hervida, no asada, acompañada con mate o
agua.
Una estimación promedio del costo de la batería de cocina era de cien pesos o
algo más, siempre que predominaran las piezas de cobre, pues si se preferían las
de plata, esa cantidad se multiplicaba por cuatro.
La cantidad de ropa blanca para las camas, como las toallas, insumía al año una
suma estimada en cien pesos.
Un gasto nunca ajustado y siempre cambiante fue el correspondiente al calzado de
las mujeres mayores, pues además de hacerse en cada casa los zapatos, para
ahorrar una buena suma, esa confección casera resultaba ajustada al gusto
estético de quien los llevaría, pero deficiente y, por ello, al año cada mujer
necesitaba renovar el calzado entre cuatro y cinco veces.
A ello había que agregar que cada dueña de casa, como sus hijas en edad de
casarse, necesitaban por lo menos tres tipos de calzado. Uno para entrecana,
otro para salir de visita o compras y un tercero para las reuniones sociales,
donde se bailaba.
Un gasto que era incontrolable e imposible de evitar era el ocasionado por el
mal trato que los esclavos del servicio doméstico daban al menaje que no era
metálico. Hay muchos inventarios de bienes, que indican ese menaje como averiado
en mayor o menor proporción y son muchos los juegos de tazas, platos, copas o
vasos incompletos o desportillados. Muchas de las piezas metálicas bronce,
hierro o plata presentaban abolladuras y hasta rajaduras que afeaban el aspecto
o imposibilitaban el uso. No eran raros en los inventarios los asideros o mangos
defectuosos y hasta faltantes.
La cantidad de personal doméstico variaba de casa a casa, pero para la familia
tipo mencionada, no era menos de cinco. El precio promedio de cada uno de ellos
era de entre 200 y 300 pesos, dependiendo de la edad, tiempo de estada en la
ciudad y habilidades. Su distribución en las tareas de la casa era más o menos
fija. Este personal se componía de un cocinero para hacer las compras en el
mercado y distribuir el menú diario en forma armónica y dentro del presupuesto
disponible; una persona para acarrear el agua necesaria en la cocina y para
fregar los utensilios usados; una tercera para paje y lacayo, que acompañaba a
la señora de la casa al templo, a recorrer tiendas y a hacer las compras y que
se ocupaba de la limpieza de los niños; una cuarta persona era quien hacía de
cochero y en los ratos libres se ocupaba de la limpieza de la casa y demás
menesteres interiores.
En las familias pudientes, a este plantel básico se agregaba la negra de cría,
así llamada por ser quien amamantaba a los niños pequeños y ayudaba a la señora
en la intimidad de su alcoba. Todo ese personal doméstico de origen esclavo
estaba supervisado por el mayordomo blanco que los controlaba y corregía,
evitando roturas y robos.
Como no había profesionales en ese entonces para este último trabajo, se lo
agregaba con una asignación anual y un lugar para vivir. A pesar de estas
ventajas, hubo quienes lograron ubicarse en el seno de familias importantes para
desaparecer al poco tiempo, con dinero, alhajas o ropas, como consta en el
archivo de Tribunales.
Otro gasto que significaba preocupación era la limpieza y conservación de las
prendas, pues además del lavado era necesario almidonarlas, especialmente las
enaguas y los delantales, para cuando se recibían visitas. La ropa de uso
personal y la de cama e higiene, se deterioraba bastante, por el método
utilizado para lavarla, ya que los jabones usados estaban fabricados en base a
lejías que debilitaban, cuando no carcomían, las fibras de los tejidos, junto
con el apaleamiento complementario, que se hacía en las toscas del río, para
sacar de ellas los excesos de jabón.
En general esa sociedad colonial puede ser considerada como austera, salvo
cuatro vicios. Uno de ellos era el abanico, prenda imprescindible para una mujer
que apreciaba la elegancia y la sofisticación sociales. Otro correspondía a los
hombres y era el uso de relojes de bolsillo, también considerados esenciales,
para completar el vestir masculino en todas las actividades diarias. Un tercero
era de hombres y mujeres, y consistió en el consumo de tabaco y de rapé. Este
último se decía que estaba reservado para las personas de estudio y se le
atribuían propiedades para aclarar los pensamientos y tener la cabeza clara.
El cuarto defecto o vicio fue el de la excesiva limosna, cuando superaba las
realidades fácticas de quien la prodigaba. Hubo familias que hicieron una
cuestión de honor de la cantidad de mendicantes que acudía a su puerta a diario
para obtener comida, ropa, calzado. Esa ayuda incluía a sacerdotes, sin distingo
de órdenes.
Son muy raras las manifestaciones sobre mujeres dadas al excesivo consumo de
bebidas, pues ni aún entre las esclavas, manumitidas o libertas han quedado
registros de sus nombres o costumbres.
Un rubro de poca repercusión en la sociedad de su tiempo es el que corresponde a
los gastos en bibliotecas y libros, posiblemente por el elevado precio de ambas
cosas.
De los inventarios, legajos y herencias posibles de consultar, se desprende que
las casas más lujosamente puestas, correspondían al alto clero, especialmente en
los rubros de muebles, ya que en ellas predominaron los de jacarandá con patas
torneadas de pie de cabra, colgaduras de damasco y hasta mulas mansas con las
consiguientes guarniciones adornadas con penachos de seda.
Dado los cambios ocurridos en la economía argentina resulta imposible hacer una
estimación del valor adquisitivo de la moneda de aquel entonces comparándola con
la actual, pero es posible inferir que el presupuesto de la familia tipo
considerada, significó el equivalente de quince o más de las familias de los
sectores trabajadores.
Fuente: Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires www.defensoria.org.ar
Por Martín A. Cagliani
Las tertulias vistas por un francés en los años 1826-33: "Fuimos a la tertulia. Por lo general, son agradables las tertulias y enteramente sin etiqueta, lo que forma su principal encanto. La conversación es siempre muy viva y animada, gracias a la natural alegría de las porteñas, a la excesiva movilidad de su imaginación y a su índole en general bastante romántica. La música instrumental (el piano y la guitarra) y el canto varían también sus placeres, pero especialmente forma el baile su principal objeto; el baile, en donde se despliegan las más graciosas danzas europeas, el petulante vals alemán, la contradanza francesa, la española, que parece ser la favorita, y otros bailes nacionales, como el montonero (minué), que a la gravedad de su género une el encanto de las figuras españolas de su complicada contradanza, muy difícil de ejecutar bien. Al entrar saluda usted a la señora de la casa, lo que constituye la única ceremonia de estilo; puede usted retirarse sin otra formalidad, de modo que así tiene uno en su mano el visitar una docena de tertulias en el decurso de una noche, uso muy análogo, como se ve, al de París. Las maneras y conversación de las señoras son muy sencillas y graciosas. Las delicadas atenciones que muestran por los extranjeros han hecho que alguna vez se las acusara falsamente de excesiva libertad, acusación que las ha determinado a recibirlos con menos franqueza en su amistad. Sin embargo, ese abandono sienta bien a las orgullosas y vivas porteñas, de talle elegante y noble, que no perdonan tan fácilmente a un extranjero su poca destreza y embarazo en tomar un ardiente mate, o en desempeñar su parte en un grave montonero, cuyas figuras enreda del todo." Biografía: "De viaje pintoresco a las dos Américas, Asia y Africa", por A. D'Orbigny y J.B. Eyriès.
bigoc@hotmail.com
www.geocities.com/CapeCanaveral/Hangar/7892/
Gobierno
ingles sobre Buenos Aires en 1806
Por Martín A. Cagliani
Los ingleses no podían estar mas equivocados,
cuando pensaron que la conquista de Buenos Aires iba a ser fácil y segura. El
comodoro Home Riggs Popham, estaba convencido de que la llegada de las fuerzas
inglesas seria celebrada por los habitantes, oprimidos por el poder español, de
Buenos Aires y los partidarios del libre comercio. La realidad no fue tan fácil
para los invasores.
El 14 de abril de 1806 zarpa de la ciudad del El Cabo la expedición al mando del
comodoro Popham, transportando un ejército dirigido por el general William Carr
Beresford, que seria nombrado vicegobernador, para excluir la posibilidad de que
Popham quisiera independizar al Plata.
El 25 de junio las naves inglesas están frente a Buenos Aires, y entre las once
y las doce comenzaron a desembarcar sus efectivos, en las playas de Quilmes, con
toda tranquilidad y sin la menor oposición. Esto ocurría a la vista de todos los
testigos que miraban desde la Fortaleza, la Alameda y desde algunos techos. Un
oficial ingles escribiría años mas tarde "Nuestro ejercito efectivo, destinado a
conquistar una ciudad de más de 40.000 habitantes, con un inmenso cuerpo para
disputarnos la entrada en ella, se componía solamente de setenta oficiales de
toda graduación, setenta y dos sargentos, veinte tambores y 1466 soldados;
haciendo un total general de 1635." Mientras las chalupas iban y venían
desembarcando ingleses, las embarcaciones de guerra porteñas permanecieron
ancladas sin recibir orden alguna.
Home Riggs Popham
La ciudad cae en dos días sin mucha pelea. El pueblo le echa la culpa a la
ineficacia y cobardía del virrey marques de Sobremonte, que se mantuvo inactivo
y ordeno a las fuerzas y voluntarios porteños que hicieran lo mismo, hasta que,
en fuga, el virrey ordena al brigadier José Ignacio de la Quintana iniciar las
tratativas de capitulación. A la tres de la tarde del 27 de junio de 1806, bajo
lluvia y frío, desfilaron los soldados ingleses por las calles de la capital
virreinal, estirando la fila para parecer más. "Los balcones de las casas
estaban alineados con el bello sexo, que daba la bienvenida con sonrisas y no
parecía de ninguna manera disgustado con el cambio", comenta nuestro cronista
ingles.
El gobernador de Buenos Aires, Beresford, consciente de la necesidad de no
irritar a la ciudad evita cuidadosamente toda medida despótica y durante ese mes
y medio de dominación inglesa despliega un tacto singular: ratifica las leyes
españolas, confirma a todos los funcionarios públicos, garantiza la protección
de todas las personas y de sus bienes y de la Iglesia Católica. Castiga también,
severamente a los soldados ingleses que cometen delitos o abusos.
El 28 la ciudad estaba como muerta, no se abrió ninguna tienda ni pulpería y el
mercado de la plaza estaba desierto. Los ingleses comenzaron a hacer guardia en
las esquinas de la Plaza, en los portales de la Recova y del Cabildo, y en las
calles, abatidas por la sudestada y el frío. Causa escándalo e indignación entre
los habitantes de Buenos Aires la actitud de algunos criollos para con los
ingleses, ya que muchos se acercaron al invasor ofreciendo su colaboración. En
los días siguientes comenzarían a deambular por las calles de la ciudad
patrullas y rondas realizadas por los alcaldes de barrio, dos vecinos y dos
soldados ingleses, destinados a conservar el orden.
Ya el 29 de junio se comienza a trabajar por la liberación de Buenos Aires, se
hace desde dentro. Los más serios y violentos son un grupo de catalanes que
luego se les dirá la Junta catalana. Estos catalanes son los mas perjudicados
por el gobierno ingles, ya que los españoles estaban bien con el comercio
monopolista, y no con el mercado abierto que impuso el gobernado ingles. Se
comienza a observar a los ingleses, estudiando sus movimientos y los lugares de
sus guardias.
Solo tres días después de la toma de la ciudad comienzan a abrirse los cafés y
las tiendas, y comienza a haber movimiento en la ex capital virreinal. El
primero de julio se celebra una comida en la casa de Martín de Sarratea a la que
son invitados los jefes ingleses, noticia que escándalo a la ciudad. Muchas
familias invitan a los oficiales ingleses a las tertulias, estos participan,
como si nada hubiera pasado, de la vida social porteña. La mayoría de los
oficiales de Beresford han sido alojados en casas de familia, sin que se las
hubiera obligado. El pueblo llano detesta a esta gente y los considera
traidores, así será que luego de la reconquista muchos los quieren ajusticiar.
"...parecía que teníamos en la ciudad algunos amigos ocultos, pues casi todas
las tardes, después de oscurecer, uno o más ciudadanos criollos acudían a mi
casa para hacer el ofrecimiento voluntario de su obediencia al gobierno
británico [...] El número llego finalmente a cincuenta y ocho" dice el capitán
ingles Gillespie. El día 3 de junio los ingleses comienzan a tomar juramento a
todos los oficiales españoles ante el antes citado capitán que es comisario de
prisioneros. El 7 de junio prestan juramento de fidelidad a Inglaterra las
autoridades de Buenos Aires y a partir del 10 lo tenían que hacer los vecinos
más importantes y principales de la ciudad. Manuel Belgrano huye de la ciudad
hacia su campo en Uruguay, para evitar la jura de fidelidad, ya que él era
secretario del Consulado, muchos siguen su ejemplo. Casi todos querían sacarse
de encima al gobierno inglés, mucha gente comenzó a organizar intentonas. Los
catalanes mas arriba nombrados, al mando de Felipe de Sentenach, se reunieron
una semana después de la conquista, para planear la reconquista, y predomino la
idea de minar el Fuerte y el cuartel de la Ranchería y acampar en las
inmediaciones de Buenos Aires con una fuerza de 1000 hombres voluntarios que
invadirían la ciudad luego de la voladura de los bastiones ingleses. Otros
planes mas improvisados e ingenuos se barajaron pero el primero predomino. Mas
tarde se reúnen en la casa de Martín de Alzaga, donde debaten como reclutar a la
gente. Pasan los días y los catalanes siguen con su emprendimiento, sin que los
ingleses se enteren. Habían quienes querían sorprender a los ingleses y
degollarlos. Estos liderados por Juan Trigo y Juan Vazquez Feyjoo son invitados
a unirse a los catalanes, mas que nada para que no se delaten por tanta
imprudencia. Se reunían dinero y armas en casas particulares, en los almacenes y
barracas. Para poder cavar la mina debajo del Cuartel de la Ranchería los
catalanes alquilan una casa cercana donde se ubica la boca del túnel. Se dice
que el mismo Sentenach entro disfrazado en el cuartel de la Ranchería para
estudiar la disposición y ubicación de los dormitorios de la tropa inglesa.
Estos mismo catalanes se comunican con el gobernador de Montevideo, y este les
responde el 18 de julio que ya ha tomado las prevenciones necesarias para la
reconquista de la ciudad y que dispone de mil hombres, 12 lanchas cañoneras y
cinco goletas. La tropa será embarcada en Colonia y desembarcara en Olivos,
aunque luego tendrá que desembarcar en el Tigre.
En la noche del 21 de julio llego a San Isidro Juan Martín de Pueyredón y otros.
Llegan con las ordenes del gobernador de Montevideo de reclutar voluntarios de
la campaña de Buenos Aires y estar listos para apoyar a la expedición de auxilio
que llegara de Uruguay. Establece su campamento en la villa de Luján, sin
recatarse de sus acciones que ya son conocidas por los ingleses a través de sus
espías.
Los ingleses, mientras tanto, imaginan algo y ponen centinelas en muchas
esquinas de la ciudad. Además, para impresionar a los ciudadanos, intensifican
el trabajo constante a que someten a la tropa, maniobras en la Plaza o por la
ciudad, todo dando grandes griteríos al son de las gaitas. Tienen muchos espías
y soplones.
Ya el 23 de julio los catalanes envían a todos los voluntarios a una chacra que
habían alquilado a la sazón, que se llama de Perdriel. El 29 reciben un
requerimiento de Liniers, que estaba al mando de las tropas de Montevideo, de
que reúnan fuerzas para su desembarco inminente, pues ya estaba en Colonia listo
para cruzar el río. Esto no les cayo nada bien a los catalanes, ya que frustraba
sus sueños y esperanzas, arrebatándoles los laureles merecidos. Hoy todos saben
quien reconquistó la ciudad, Liniers, pero de los catalanes nadie se acuerda. El
2 de agosto le piden a Liniers que detenga su marcha en Colonia hasta que ellos
estén listos para la acción: volar el fuerte y el cuartel. Temían que Liniers se
llevara toda la gloria.
Santiago de Liniers
El 2 de agosto los ingleses atacan a Pueyrredón y a los voluntarios reclutados
por los catalanes en Perdriel, dispersándolos a los cuatro vientos. Si bien
lucharon con coraje y valentía, la mayoría estaban muy mal armados. Por estos
días se sabe que el Virrey Sobremonte, que esta en Córdoba, se prepara para
marchar sobre Buenos Aires, un poco tarde.
El 6 de agosto Liniers desembarca en el Tigre con mas de 1000 hombres y
artillería. Dos días antes, el gobernador ingles, Beresford, manifiesta que ha
concluido el nefasto sistema del monopolio y que la población podrá gozar de los
beneficios de las producciones de otros países. Pero los días en que Buenos
Aires formó parte del imperio Británico llegan a su fin.
En la tarde del 12 de agosto de 1806 los ingleses, ahora acantonados en el
fuerte, se rinden ante las fuerzas de Liniers y la increíble cantidad de
voluntarios que llenaron la Plaza pidiendo las cabezas de los ingleses. Los
ingleses se defendieron duramente, cada calle cada esquina, muchos cuerpos
quedaron en las calles porteñas como saldo.
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Los
oficios en el Buenos Aires de 1826
Por Martín A. Cagliani
Los Oficios en el Buenos Aires de 1826-33,
contados por un viajero francés: "Tocaban ya a su fin mis estudios sobre Buenos
Aires con el tiempo que había destinado; y observando las altas dases, en los
brillantes salones en donde entraba libremente, merced a mis huéspedes, no había
descuidado las costumbres del pueblo, cuyos salones son las calles, las plazas,
y los mercados; en efecto, allí es donde han de verse, tanto en Buenos Aires
como por todas partes; pero en esta ciudad es menester cierto valor para
observarlo bien, porque es horriblemente sucio, excepto en los días de fiesta.
Los changadores o faquines, los carretilleros o carreteros, que a cada paso se
encuentran y que saludan a los extranjeros con los más groseros epítetos, no
están mucho más mal educados que nuestros cocheros de fiacre y nuestros mozos de
cordel; pero ahora sólo trato de los individuos que ejercen una industria
positiva y determinada, como por ejemplo esa lavandera que anda diestramente,
con la pipa en la boca, llevando en la cabeza una especie de piragua de madera
(batea) en cuya concavidad hay un fardo de ropa, y en la mano izquierda el vaso
para hacer su mate entre día. Quizás la haya visto muchas veces con la criada en
la mano al pie del Fuerte, en donde se reúnen todos los días las mujeres de su
profesión. Más allá reconozco un vendedor de velas. Cuando anda, trae en la
espalda izquierda una especie de arco sin cuerda, hendido en algunos puntos,
para colgar en equilibrio gruesos haces de sus géneros; pero cuando reposa, fija
en el suelo una especie de horquilla de madera que tiene en la mano derecha y
muestra sus velas, aguardando a los parroquianos.
Aquél que trae en los hombros o en la mano escobas de cañas o plumeros de plumas
de avestruz es el vendedor de escobas. Ahora viene, torciéndose de puro gritar,
el ídolo de los niños: "¡Ya se acaba, quién me llama, pastelito!". A su lado
andará de cuando en cuando un rival tal vez más feliz, la vendedora de tortas,
con un cesto en la cabeza llenó de sus tesoros. En esotra calle cercana, el
vendedor de naranjas tiene también su mérito con los sacos de cuero llenos de la
fruta, que trae a ambos lados de su caballo. Habiéndome hecho adquirir mis
paseos por el mercado algunas nociones de economía local, las cuales sin ser
indiferentes no pueden no obstante ser acogidas sin precaución, porque han de
variar mucho, según las estaciones y circunstancias; así me vi pronto en estado
de luchar con mi huésped sobre erudición culinaria, elogiando la excelente carne
de que se halla provista Buenos Aires, y aplaudiendo más de una vez el haber
encontrado a menudo en su mesa tatúes o armadillos, o por lo menos ciertas
especies de este animal, cuyo sabor puede compararse al del gorrino o del
conejo."
"De viaje pintoresco a las dos Américas, Asia y Africa", por A. D'Orbigny y J.B.
Eyriès.
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Relatos
antiguos sobre Buenos Aires
Por Martín A. Cagliani
Muchos fueron los extranjeros, principalmente
europeos, que pasaron por Buenos Aires. Algunos de todos estos trotamundos
decidieron pasar al papel sus experiencias, algunos, demasiado "civilizados",
detestaron a la ciudad mientras que otros se quedaron enamorados de ella,
obviamente existieron los puntos intermedios. Misioneros, soldados, marinos,
comerciantes, politicos, personajes de todo tipo reflejaron sus experiencias es
Buenos Aires. En este articulo se reflejan los puntos esbozados arriba,
recopilando partes de los libros de viajeros que se escribieron sobre Buenos
Aires. Los paréntesis son agregados y explicaciones mías. Relato de un soldado
alemán que participo de la expedición española de don Pedro de Mendoza que fundó
el puerto de Buenos Aires en 1536: "Allí levantamos una ciudad que se llamó
Buenos Aires: esto quiere decir buen viento (el original fue publicado en
alemán). También traíamos de España, sobre nuestros buques, setenta y dos
caballos y yeguas, que así llegaron a dicha ciudad de Buenos Aires."
"... se repartió toda la gente: la que era para la guerra se empleó en la guerra
y la que era para el trabajo se empleó en el trabajo. Allí se levantó una ciudad
con una casa fuerte para nuestro capitán don Pedro Mendoza, y un muro de tierra
en torno a la ciudad, de una altura como la que puede alcanzar un hombre con una
espada en la mano. Este muro era de tres pies de ancho y lo que hoy se
levantaba, mañana se venía de nuevo al suelo; además la gente no tenía que comer
y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo que los caballos no
podían utilizarse. Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni
ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas; hasta los zapatos y cueros, todo
tuvo que ser comido. Sucedió que tres españoles robaron un caballo y se lo
comieron a escondidas; y así que esto se supo se les prendió... Entonces se
pronunció sentencia de que se ajusticiara a los tres españoles y se los colgara
de una horca. Así se cumplió y se les ahorcó. Ni bien se los había ajusticiado,
y se hizo de noche y cada uno se fue a su casa, algunos otros españoles cortaron
los muslos y otros pedazos del cuerpo de los ahorcados, se los llevaron a sus
casas y allí los comieron. También ocurrió entonces que un español se comió a su
propio hermano que se había muerto." "En este tiempo los indios asaltaron
nuestra ciudad de Buenos Aires con gran poder y fuerza. [...] consiguieron
quemar nuestras casas, pues estaban techadas con paja; excepto la casa del
capitán general que estaba cubierta con tejas."
Bibliografía: "Viaje al Río de la Plata", Ulrico Schmidl.
Años mar tarde, en 1612, Ruy Díaz de Guzmán escribiría "La Argentina", en la que
da una descripción de la zona de Buenos Aires: "Desde el Cabo Blanco para Buenos
Aires, hay tierra muy rasa y desabrigada, de malos puertos, falta de leña, de
pocos rios, salvo uno que está 20 leguas adelante, que llaman de Tubichamiri,
nombre de un cacique de aquella tierra. [...] Es toda aquella tierra muy llana;
los campos tan anchurosos y dilatados, que no hay en todos ellos un árbol: es de
poco agua, y de mucha caza de venados, avestruces y gran suma de perdices,
aunque de pocos naturales: los que hay son belicosos, grandes corredores y
alentados, que llaman Querandís."
Un misionero jesuita del Tirol de paso por Buenos Aires: "6 de abril de 1691:
Hubiera preferido consignar el día con oro, que no con tinta. Hoy viernes de la
Madre Dolorosa, arribamos a Buenos Aires, tras larga y penosa travesía marítima,
en el buque Almirante.
En esta mañana no oímos en el La Plata, en el río de la plata, sino el tronar de
los cañones, el son de las trompetas y la algarabía de la gente que aguardaba al
margen del río. Varias compañías de soldados de a caballo y a pie esperaban
nuestro desembarco; también había indios con muchos niños, moros y moras,
bautizados y paganos. Todos habían acudido a recibirnos (en ese mismo barco,
aparte de los 40 misioneros venia el nuevo gobernador desde España)."
"...Buenos Aires es una pequeña, insignificante ciudad. Consta de sólo dos
calles que se cruzan en la plaza. Ni siquiera es la mitad de grande como en el
Tirol pueden serlo Kaltern o Klausen. La rige un lugarteniente español con
mandato por cinco años, hasta que uno nuevo es enviado de España. No obstante,
en la ciudad existen cuatro conventos: de los franciscanos, dominicos,
trinitarios y jesuitas. Todos debes vivir en extremada pobreza, pues las cosas,
con excepción de los alimentos, son tremendamente caras. Hasta el presente las
casas eran de adobe. Hace poco, los jesuitas comenzaron a fabricar ladrillos y
tejas. Los maestros de obra son nuestros propios Padres; los albañiles, indios
formados en nuestras Reducciones del Paraguay. [...] La plata tiene menos valor
que el hierro. Un cuchillo cuesta cien veces más que en Alemania. Igual ocurre
con un fusil. Sólo los alimentos son baratos, casi ridiculamente baratos. Una
vaca gorda, por ejemplo, puede adquirirse por centavos. Los soldados andan
descalzos, y a menudo el uniforme les cuelga como trapos hechos jirones.
Levantada por el incesante pampero, la tierra vuela por las calles, de modo que
a veces ni siquiera puede divisarse las casas de la acera de enfrente..."
Biografía: "Extensa descripción del viaje del R.P. Antonio Sepp SJ, desde
Hispania hacia Paracuaria", Antonio Sepp von Rainegg.
Opiniones del capitán francés que le devolvió las islas Malvinas a España, sobre
la Buenos Aires de 1766: "Esta ciudad, regularmente construída, es mucho mayor
que lo que parece según el número de sus habitantes, que no exceden en veinte
mil, blancos, negros y mestizos.
La forma de las casas es lo que le da tanta extensión. Si se exceptúan los
conventos, los edificios públicos y cinco o seis casas particulares, todas las
demás son muy bajas y no tienen más que el piso bajo. Tienen, de otra parte,
vastos patios y casi todas, jardines. La ciudadela que encierra el gobierno está
situada a orillas del río y forma uno de los lados de la plaza principal; el
opuesto está ocupado por el ayuntamiento (cabildo). La catedral y el obispado
están en la misma plaza, donde todos los días hay mercado público.
No hay puerto en Buenos Aires, ni aun siquiera un muelle para facilitar el
abordaje de los barcos. Los navíos no pueden aproximarse a la ciudad más de tres
leguas (15 km. aprox.). Descargan sus cargamentos en goletas, que entran en un
pequeño río llamado río Chuelo (el Riachuelo actual), de donde las mercancías
son llevadas en carros a la ciudad, que está a un cuarto de legua (1300 m.
aprox.). Los barcos que han de carenar o tomar un cargamento de Buenos Aires, se
van a la ensenada de Baragán, especie de puerto situado a nueve o diez leguas
(50 km aprox.) al Este-Sureste de esta ciudad.
Hay en Buenos Aires un gran número de comunidades religiosas de uno y otro sexo.
El año está lleno de fiestas de santos, que se celebran con procesiones y fuegos
artificiales. Las ceremonias de culto son pretexto de espectáculos...."
Bibliografía: "Viaje alrededor del mundo", L. A. de Bougainville.
Una vision de las costumbres y la vida en el Buenos Aires colonial, de la mano
del indio Calixto Bustamante Carlos, peruano apodado Concolorcorbo. Este
indigena realizo un viaje acompañando a un visitador de correos y postas desde
Buenos Aires a Lima en 1771: "...advierto a mis lectores que la ruta mas común y
regular es por el río, a desembarcar en el Riachuelo, cuyo viaje se hace en una
de las muchas lanchas que rara vez faltan en Montevideo. Con viento fresco
favorable se hace el viaje en veinticuatro horas, distando cuarenta leguas (220
km., en realidad son199 km.) del Riachuelo. El desembarco es muy molesto, porque
dan fondo las lanchas en alguna distancia y van los botecillos la mayor parte
por la arena, a fuerza de brazo por los marineros, que sacan a hombros a los
pasajeros y equipajes, hasta ponerlos muchas veces en sitios muy cenagosos, por
falta de melle. Algunas veces se aparecen muchachos en sus caballos en pelo, que
sacan a los pasajeros con más comodidad y menos riesgo que las barquillas. [...]
Antes del Riachuelo están las balizas, que son unas grandes estacas clavadas en
el fondo, y por lo que se descubre de ellas se sabe si hay o no suficiente agua
para darle en el puerto. Los pasajeros se desembarcan cerca del fuerte, y a sus
espaldas y su principal entrada está en la plaza mayor y frente al cabildo de
Buenos Aires. [...] Esta ciudad está situada al oeste del gran Río de la Plata,
y me parece se puede contar por la cuarta del gran gobierno del Perú, dando el
primer lugar a Lima, el segundo a Cuzco, el tercero a Santiago de Chile y a ésta
el cuarto. [...] Hay pocas casas altas, pero unas y otras bastante desahogadas y
muchas bien edificadas, con buenos muebles, que hacen traer de la rica madera
del Janeiro (Río de Janeiro, Brasil) por la colonia de Sacramento (Uruguay).
Algunas tienen grandes y coposas parras en sus patios y traspatios, que aseguran
sus habitantes, así europeos como criollos, que producen muchas y buenas uvas.
[...] Su extensión es de veintidós cuadras comunes, tanto de norte a sur como de
este a oeste. Hombres y mujeres se visten como los españoles europeos, y lo
propio sucede desde Montevideo a la ciudad de Jujuy, con más o menos pulidez.
Las mujeres en esta ciudad, y en mi concepto son las más pulidas de todas las
americanas españolas, y comparables a las sevillanas, pues aunque no tienen
tanto chiste, pronuncian el castellano con mas pureza."
Este mismo viajero nos otorga datos de estadística sobre la ciudad para 1770:
"21065 habitantes, 1520 nacimientos y 846 fallecidos. 99 huérfanos, 101
presidiarios". Y sigue con la división de los habitantes: "3630 hombres
españoles, en que se incluyen 1854 europeos, los 1398 de la península, 456
extranjeros y 1785 criollos. 4508 mujeres españolas. 3985 niños de ambos sexos.
4163 esclavos negros y mulatos de ambos sexos y de todas edades. Españoles
casados: 942 europeos y el resto de 912 solteros. 1058 criollos y el resto de
727 solteros." Total de 2000 casados y 1639 solteros.
Bibliografía: "El lazarillo de ciegos caminantes", Concolorcorbo.
Fuerte de Buenos Aires 1829 Apreciaciones de un agente estadounidense sobre la
Buenos Aires inmediatamente posterior a la Revolución del 25 de mayo de 1810:
"La costa sudoeste del Río de la Plata es tan baja que la ciudad apenas se ve
desde las balizas, aunque la distancia no pasa de 8 millas (13 km.). Al
acercarse a la costa la ciudad presenta un aspecto melancólico. Sólo vi una
larga línea de casas bajas, de irregular construcción y, en el centro, un viejo
fuerte de cuatro baluartes. La orilla estaba cubierta de mujeres negras,
lavando, y como el verano se hallaba en su mayor fuerza, el 15 de febrero
(1810), mucha gente se estaba bañando; [...] Tomamos tierra sobre un muelle que
se adelantaba hasta alguna distancia de la costa. Al llegar al fuerte, que
incluye un edificio grande y pesado, antes residencia de los virreyes y ocupado
ahora por el presidente de la Junta, tuve la agradable sorpresa de hallar frente
a él una amplia y hermosa plaza dividida por una columnata, con tiendas a cada
lado, opuesta a un edificio que más tarde supe era el cabildo o ayuntamiento.
Las calles divergen desde este punto y se cortan en un ángulo recto, dividiendo
la ciudad en grupos macizos de 150 yardas (137 m.) cada uno. Entre el Fuerte y
la columnata, que se llama la Recova, había una cantidad de carretas cargadas de
frutas y verduras. Del lado opuesto, varios chiquillos a caballo galopaban de
una parte a la otra con sus tarros de leche, colgados sobre sus monturas. [...]
No vi coches; carros de caballos y de bueyes cruzaban la plaza en diferentes
direcciones. Los primeros eran carros de dos ruedas tirados por dos caballos
[...] Pasé de la plaza a las calles, que tenían aceras para la comodidad de los
peatones. Las casas están construidas con ladrillos y están bien edificadas.
Algunas sólo con un piso bajo y grandes patios, pero generalmente con un piso
alto sobre la planta baja. Todas tienen techos planos y parapetos, adornados con
urnas, lo que les da un aspecto cuidado y causa gran impresión. [...]"
"...presencié un fenómeno cuyas singulares circunstancias me inducen a informar
aquí sobre él. La atmósfera se oscureció de repente, y todos los indicios
anunciaban una tormenta. Oyóse un estruendo y todos corrimos a la calle para ver
de qué procedía: cuando, estupefacto, vi una columna de polvo más alta que las
casas, y tan ancha como la calle, que avanzaba hacia nosotros con rapidez y
precedida por remolinos de viento que levantaban las basuras y el polvo del
aire. Apenas tuvimos tiempo de cerrar las puertas y ventanas, cuando pasó,
oscureciendo el aire y forzando el polvo por las hendijas de puertas y ventanas,
de manera de cubrir todas las mesas y los muebles. La atmósfera quedó de nuevo
clara, pero el viento continuó soplando con gran violencia. [...] Al tercer día
el viento, que hasta entonces había soplado del sureste, cambió al suroeste, y
soplando con fuerza pronto despejó un cielo claro y hermoso, y en pocas horas
las calles quedaron perfectamente secas. [...] Tan pronto como se supo que un
forastero había llegado de los Estados Unidos con la intención de residir en
Buenos Aires, todos los criollos de distinción vinieron a visitarme, me
convidaron a sus casas y me trataron con urbanidad y atención.
Los encontré suaves y amables en su trato, alegres y amigos de diversiones. Se
reúnen con frecuencia por las tardes en casa de unos y de los otros, y se
entretienen con los naipes, música y baile. De inteligencia vivaz e imaginación
ardiente [...] Las mujeres son animadas y amigas de la conversación, la que
mantienen con gran vivacidad." "...el mate, así llamado por la calabaza en que
esta bebida se presenta siempre. Es una infusión de hierba del Paraguay, que es
de un gusto amargo y acre. Esta infusión es endulzada, y a veces se le agrega un
poquito de canela y de corteza de limón. La calabaza, o mate, se coloca sobre un
soporte de plata, y el líquido es absorbido a través de un tubo de plata,
provisto en su extremidad inferior de un ensanchamiento globular, todo perforado
por pequeños agujeros para evitar que alguna partícula de la hierba pase por él.
El mate es el lujo de los ricos y el solaz de los pobres. Lo beben apenas se
levantan de la cama por la mañana y después de la siesta, por la tarde, y a
menudo se deleitan con él durante el día. [...] Las calles de Buenos Aires por
lo común están pavimentadas, y en el invierno se vuelven casi intransitables.
Sin piedras ni madera para construirlas o arreglarlas, utilizan huesos u
osamentas de animales para rellenar los pozos; el resultado puede imaginarse
fácilmente. Los caminos que conducen a través de los suburbios de la ciudad son
tan extremadamente malos, y las huellas tan hondas, que con gran dificultad
puede guiarse un coche por ellos,..."
Bibliografía: "Diario de Viaje a Río de Janeiro, Buenos Aires y Chile. 1810-11",
J. R . Poinsett Un viajero ingles tiene una mala opinión sobre la Buenos Aires
de 1825: "Esta lejos de ser residencia agradable para los habituados a las
comodidades inglesas. El agua es cara. La ciudad está mal pavimentada y sucia y
las casas son la morada más incómoda en que nunca haya entrado yo: paredes
húmedas, mohosas y descoloridas por el clima; pisos malos de ladrillo, en
general rotos, y frecuentemente con agujeros; techos sin cielo raso, y a las
familias no se les ocurre calentarse de otro modo que agrupándose en torno de un
brasero colocado puertas afuera hasta que el anhídrido carbónico se desprenda.
Algunas familias principales porteñas amueblan sus cuartos de manera muy costosa
pero incómoda; colocan sobre el piso de ladrillo una alfombra triple de
Bruselas, cuelgan de los tirantes una araña de cristal, y ponen contra la pared
húmeda, blanqueada, numerosas sillas norteamericanas de estilo chabacano. Tienen
un piano ingles y algunos jarrones de mármol, pero no tienen idea alguna para
arreglar los muebles en forma cómoda; las damas se sientan de espaldas contra la
pared, sin ningún motivo aparente; cuando un extraño las visita, tienen la
costumbre descortés de no levantarse del asiento. No tuve tiempo de frecuentar
la sociedad de Buenos Aires, y las habitaciones parecían tan incómodas, que , a
decir verdad, me sentí poco inclinado a hacerlo. [...] En Buenos Aires rara vez
hombres y mujeres pasean juntos; en el teatro están completamente separados y no
es simpático el ver todas las damas sentadas en los palcos mientras los hombres
están en la platea -esclavos, simples marineros, soldados y comercianres-, todos
miembros de la misma república. La ciudad es provista por los gauchos, así que
muestran gran falta de atención a las disposiciones que generalmente se
encuentran en comunidades civilizadas. Leche, huevos, fruta, legumbres y carnes,
se traen a la ciudad por individuos al galope y se consiguen solamente cuando se
les ocurre traerlos. [...] Si uno a sido llevado para comer en carruaje y, por
la noche, se aventura a preguntar por qué éste no ha vuelto, la respuesta es que
está lloviendo y quienes alquilan carruajes no los dejan salir cuando llueve.
[...] La casa que tenía en las afueras estaba no solamente frente al cementerio
inglés sino en el camino de la Recoleta, gran necrópolis de la ciudad; media
docena de entierros pasaban diariamente ante mi ventana, y en los pocos días que
estuve en Buenos Aires, casi no fui a la ciudad a caballo sin haberme topado con
alguno."
Biografía: "Las pampas y los andes", Francis Bond Head.
Un viajero francés en la Buenos Aires de 1826-1833.
"Pasaba Buenos Aires, antes de la época en que ha llegado a ser residencia de un
virrey, por la cuarta ciudad de la América meridional; pero desde aquella época
apenas cede en nada a la misma ciudad de Lima. Se halla edificada con
regularidad y presenta la forma de un cuadrado largo de tres cuartos de legua y
ancho de media, dividida en cierto numero de cuadras, separadas entre sí por
calles que se cortan en ángulos rectos, las cuales son rectas y anchas. No
siempre están empedradas en el centro, pero ambos lados ofrecen aceras,
desgraciadamente demasiado estrechas para no dejar de ser incomodo su paso,
mayormente siendo en muchos puntos altas de dos a tres pies mas que la calzada.
Las dos principales son la calle de la Victoria, que ha recibido este nombre
después de la Revolución, porque antes tenía el de calle San Benito, y la de la
Santa Trinidad. La primera, que casi atraviesa la ciudad, está habitada por la
clase alta. Casi todas las casas están bien edificadas en aquella calle y
algunas otras próximas a ella, construídas de ladrillos, blanqueadas
cuidadosamente, con espaciosos patios [...] Las ventanas están defendidas con
una reja de hierro, que les comunica cierto aire de cárcel. La mayor parte tiene
balcones cerrados con celosía, en los cuales cultivan flores cuyo perfume
embelesa el olfato, [...] Es menester añadir, en honor a la verdad, que describo
ahora el hermoso cuartel, la Calzada Antin de Buenos Aires; porque el resto de
la ciudad, y los arrabales, habitados sobre todo por mestizos y por los negros,
tiene un aspecto muy sucio y miserable. [...] En las calles de Buenos Aires hay
más vida y movimiento que en ninguna otra ciudad de la América meridional,...
Numerosos carros groseramente construídos con sus chilladoras ruedas de enorme
circunferencia, aunque no sean del todo redondas, conducidos por hombres medio
salvajes, casi tan brutales como los animales que guían; comisionistas negros,
mulatos o indios, cargados con balas y cajas de mercadería; señoras en elegantes
carruajes ingleses o franceses, tirados por caballos del país, pequeños pero
vigorosos; otras caminando para hacer sus compras o visitas; capellanes y
monjes; negociantes y militares; mendigos con licencia o sin ella, apareciendo
todos muy afanados; sin hablar del sempiterno tañidos de las campanas -están
siempre abiertas las iglesias de Buenos Aires-, tan insoportable para oídos no
acostumbrados a aquella armonía; todo este movimiento, todo este ruido comunica
a la población una fisonomía particular, y cierto aires de ciudad grande, que no
dejaba de tener algún valor para un parisiense recién salido de las lagunas del
Paraguay[...] Los mendigos forman una plaga de la que no se ve libre la capital
de los argentinos, lo mismo que la de los franceses. Siendo tan abundante todo
lo necesario a la vida, y mucho más subido el precio del trabajo que en muchos
otros puntos, parece que debería verse Buenos Aires exenta de aquel azote; pero
la indolencia y pereza de ese pueblo explican fácilmente esta
contradicción.[...] En el norte parece prevalecen aún algunas costumbres
españolas, a lo menos en gran parte, en un considerable número de poblaciones;
aquí, al contrario, fácilmente creerá un inglés hallarse en Londres, y aun más
fácilmente un francés en París. Los sastres y las modistas son todos ingleses o
franceses. Sobre todo lo son los trajes para ambos sexos, y siempre al último
gusto, con algunos meses de retraso, porque al menos han menester el tiempo
necesario para la travesía. Mi tertulia era muy concurrida y de las más
brillantes."
bigoc@hotmail.com | www.geocities.com/CapeCanaveral/Hangar/7892/
La
sombra de homosexualidad sobre Manuel Belgrano
Por Martín A. Cagliani
La historia y el tiempo se encargaron de poner
una sombra sobre Belgrano: su supuesta homo sexualidad. Quien no penso eso
cuando le hacían estudiar historia en el colegio, al verlo con sus calzas
apretaditas. Pero nada mejor para desmentir eso y quitar esa sombra sobre Manuel
Belgrano que lo expuesto a continuación.
Un 3 de junio en el año 1770, en la ciudad de Buenos Aires, nace Manuel Joaquín
del Corazón de Jesús Belgrano. Hijo de una familia acaudalada, su padre era
comerciante, estudia en Salamanca y en Valladolid, España. Secretario perpetuo
del Real Consulado de Buenos Aires. Periodista, creador del "Correo de
Comercio". Participa en la defensa contra las Invasiones Inglesas en 1806 y
1807. Fue secretario de la Primera Junta de gobierno, en 1810, y luego jefe de
la expedición al Paraguay, en la cual fracasa. En 1812 crea la bandera argentina
y la enarbola por primera vez. Suplantado por San martín en el Ejercito del
Norte, parte a Londres en misión diplomática, juntamente con Bernardino
Rivadavia. Finalmente en 1816 vuelve a comandar el Ejercito del Norte.
Como esbozamos mas arriba, siempre se trato a Manuel Belgrano de afeminado, sino
homosexual. Suposición que no podría estar mas lejos de la verdad. Belgrano tubo
muchas mujeres en su vida, en España durante su juventud y en la alta sociedad
del Buenos Ares colonial. Si bien luego se dedica a la emancipación del país con
mucho entusiasmo, no le impidió seguir teniendo muchas amigas.
El rumor que todavía vive de que Belgrano era afeminado se creo a partir de su
carácter demasiado amable, sensible, fino y delicado; contando también la voz
aflautada, por no decir de pito. A raíz de esta voz, se creo una enemistad con
Manuel Dorrego. En una ocasión San Martín trataba de ilustrar a los oficiales,
repitiendo una voz de mando que comenzaba con San Martín y seguía con Belgrano,
que era el segundo en autoridad. San Martín dijo: Batallón... March... Después
de San Martín, siguió Belgrano. Pero su débil voz le causó gracia a Dorrego que
soltó una carcajada como si hubiera escuchado el mejor chiste. San Martín se
enojó mucho y le dijo: Señor coronel: hemos venido aquí a uniformar las voces de
mando. Dijo y reiteró la orden. Belgrano repitió con la misma voz, ya que no
tenia otra, Dorrego volvió a reírse a carcajadas, San Martín se enfureció. A los
pocos días San Martín desterró a Dorrego a Santiago del Estero.
Otro factor fue su profunda fe católica, que lo llevo a impartir impone una
disciplina espartana, se acaban los bailes, las mujeres y la baraja, a su tropa
en 1818 cuando cuidaba la retaguardia de Güemes en Tucumán. Por las noches
recorre las calles con un ordenanza e irrumpe disfrazado en los cuarteles para
sorprender a los oficiales desobedientes. Lo llamaban despectivamente Bomberito
de la Patria. Mitre le reprocha la disciplina monástica, excesiva que imponía a
su tropa. Habían practicas religiosas continuas, y ejercía una severidad
extrema, aun respecto de la vida privada de los oficiales. A Belgrano lo guiaba
en esta manera de proceder no solo su gran catolicismo, sin también el
espectáculo desagradable que le habían dado sus oficiales y los capellanes del
ejercito. Estos mismos andaban con muchas mujeres, y los oficiales también. Esto
a Belgrano no le gustó nada. Por culpa de estas convicciones tubo una pelea con
su amigo Martín Miguel de Güemes, que era un mujeriego empedernido, hasta salía
con mujeres casadas. Pero lo que más molesto a Belgrano, un hombre de honor a
toda prueba, fue que Güemes vivía con Juana Inguanso de Mella sin estar casado,
un mal ejemplo para la tropa. El honor en esa época todavía significaba algo, y
tenia que ser respetado.
Todos estos comportamientos no le ayudaron mucho a Belgrano, lo tildaron
enseguida de afeminado, nadie, sino la historia, iba a conocer sus aventuras con
diversas mujeres, una de ellas casada.
Dijo un historiador: Belgrano, debido a su rango, puedo haber elegido esposa en
los lugares más destacados, Buenos Aires, Córdoba, Salta, Jujuy, Santiago del
Estero, de donde provenía su familia materna. Belgrano era delgado, de cutis
blanco, pelo rubio y ojos azules. Era buen mozo, abogado, culto, había ocupado
altos cargos, y estaba relacionado con todas las familias de la sociedad
porteña. Sin embargo, nunca se casó.
Manuel Belgrano tubo muchas relaciones de alta sociedad, como lo fue María
Josefa Ezcurra (1785-1856) hermana de la famosa Encarnación Ezcurra de Rosas,
esposa de Juan Manuel de Rosas. De esta relación tubo un hijo ilegitimo, que fue
adoptado y criado por Rosas, que se llamo Pedro Rosas y Belgrano.
Pero su más grande amor fue una niña de 15 años que conoció en Tucumán. Era
María de los Dolores Helguero. Pasaron los años, y a mediados de 1816, Belgrano
estaba nuevamente al mando del Ejercito del Norte. Vivía en La Ciudadela,
próxima a la ciudad de Tucumán.
Dolores ya tenia 19 años, y era una hermosa tucumana de buena familia. El
general, que tenia 46 años, se enamoró de ella, y fue correspondido en su amor.
A lo largo de dos años no dejaron de verse, y fueron el comentario social. Como
dice Fray Jacinto Carrasco: "Su conducta fue siempre clara y recta. Por eso,
cuando vio que nacía en su corazón ese amor por la joven tucumana, y su
conciencia no le permitía llegar a ella sino por el matrimonio, resolvió casarse
con Dolores; y se hubiera casado, si la fatalidad no se hubiera interpuesto en
el camino". En efecto, Belgrano recibió ordenes del gobierno de marchar rumbo al
sur, finalizando 1818.
Pasaron los meses, y una tarde, estando acampado en Pilar, llegó un criado de
los Helguero, Sanchu, trayendo una carta de Dolores; en ella le decía que hacia
dos meses (el 4 de mayo de 1819), había nacido Manuela Mónica del Sagrado
Corazón, agregando que por orden de sus padres, había tenido que casarse con un
catamarqueño de apellido Rivas. Cuando Rondeau le autorizó dejar su cargo para
poder atender su salud, que empeoraba cada día, partió rumbo a Tucumán, adonde
llego en noviembre de 1819. Dolores, apenas enterada de la llegada del general,
corrió a su lado, y junto a su hijita, se hizo más llevadero el sufrimiento por
el que pasaba Belgrano. El marido de Dolores estaba desde tiempo atrás en
Bolivia, y Belgrano mandaba continuamente a averiguar si todavía vivía, porque
de lo contrario, él quería cumplir su promesa de casamiento con Dolores.
Debido a su enfermedad, partió a Buenos Aires en un viaje sin retorno. Dolores
tenia entonces 23 años y su hija Manuela cumpliría un año. En el viaje lo
acompañaban un medico, un capellán y el hermano de Dolores.
El 20 de junio de 1820 muere derrumbado por la sífilis y la hidropesía, pobre y
abandonado por su patria. Solo un periódico de Buenos Aires, El Despertador
Filantrópico, saco un artículo sobre la muerte del prócer, y muy escuetamente.
Para colmo de males, 83 años después, cuando su cadáver es exhumado para ser
trasladado al mausoleo en el que se encuentra hoy, los Ministros Joaquín V.
González y el coronel Riccieri se robaron sus dientes. Uno de los únicos restos
del prócer que no se habían transformado en polvo. Luego de las quejas de un
periodista del diario La Prensa tuvieron que devolver los dientes del pobre y
vapuleado Belgrano.
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Desmitificando
a San Martín, y sus relaciones con los ingleses
Por Tomás Bril Mascarenhas
"La liberación de Hispanoamérica debe ser
alcanzada a través del deseo y los esfuerzos de sus habitantes, pero el cambio
solo podrá operarse bajo la protección y con el apoyo de una fuerza auxiliar
británica" remató Lord Casterlagh cuando era Ministro de Relaciones exteriores
de la Corona inglesa. Después de los fallidos intentos de capturar el Río de la
Plata (en 1806 y 1807, al mando de Beresford y Withelocke respectivamente), los
británicos se dieron cuenta que el Nuevo Mundo tendría que ser emancipado por
otras vías y no por medio de un ataque armado a la capital del Virreynato,
Buenos Aires.
El interés inglés por estas tierras se registra con anterioridad al 1800 y no
era otro que "crear una entrada libre para nuestras [de los ingleses]
manufacturas" (como escribió un escocés llamado Maitland del que después
profundizaremos). En los comienzos del siglo XIX Inglaterra había perdido parte
de su imperio con la independencia de una de sus colonias favoritas, los Estados
Unidos; y a su vez, estaba bloqueada en Europa por Napoleón. Necesitaban
comerciar sus productos elaborados y abastecerse de materia prima. Como ya
mencioné, las llamadas Invasiones Inglesas no habían sido fructíferas para el
gobierno de Su Majestad.
Fue allí cuando resurgió la idea de llevar a cabo un plan con base en el de
Maitland. Este escocés era miembro del parlamento y consejero de guerra de la
Corona, quién entre 1800 y 1803 le pidió que confeccionara un plan para tomar e
independizar al Nuevo Mundo. Maitland propuso procedimientos innovadores como
cruzar la Cordillera de los Andes, y se dio cuenta, como buen estratega que era,
que el objetivo no sería alcanzado si no se tomaban simultáneamente las costas
del Atlántico y del Pacífico, y principalmente la ciudad de Lima "centro" de las
colonias españolas.
San Martín siguió casi al pie de la letra esta estrategia confeccionada en
Inglaterra. No se sabe si el "padre de la Patria" conoció el Plan Maitland, pero
es un hecho que San Martín compartió parte de su vida con funcionarios ingleses
y miembros de logias masónicas.
Revisemos un poco su historia para fundamentar ésto: durante su estadía en
España luchó junto a los ingleses contra Napoleón. Sorpresivamente en 1811
renuncia al ejército al que había pertenecido gran parte de su vida. Se embarca,
con ayuda de funcionarios ingleses (James Duff entre ellos, luego Lord Fife),
hacia Londres. Permanece en esta capital por cuatro meses donde tiene reuniones
secretas con miembros del Parlamento y masones de la Gran Reunión Americana.
Llega a Buenos Aires en marzo de 1812 junto a Alvear, Zapiola y otros criollos e
inmediatamente crea la Logia Lautaro, instaurando en ésta un régimen de
funcionamiento al estilo de las logias inglesas. Solo siete meses después de su
llegada encabeza el primer golpe de estado de la historia argentina y destituye
al Primer Triunvirato, formando el Segundo (en el cuál hay dos masones: Álvarez
Jonte y Rodriguez Peña). En 1814 le ordenan avanzar por tierra al Alto Perú,
pero esto va en contra de "sus" planes y renuncia al Ejército del Norte
argumentando que tiene problemas de salud. Llega, tiempo después, a ser
Gobernador de Cuyo y se instala en Mendoza (calificado por Maitland como el
lugar "indudablemente indicado" para iniciar la campaña a Chile), allí, con
mucho esfuerzo personal y ayuda del Director Supremo (por ese entonces,
Puyrredon), prepara un ejército escaso en armamento y hombres. Pide
deliberadamente al Congreso de Tucumán que se declare la independencia. Cruza
los Andes y vence a los españoles en Chacabuco y Maipo. En 1818 declara la
indepencia de Chile y con la ayuda de los ingleses sigue su expedición marítima
al Perú. Logra la independencia peruana y rechaza los cargos que le ofrecen para
volver definitivamente a Europa.
Como vemos en este resumen, San Martín tenía las "ideas claras" ya que en poco
más de 10 años logró llevar a cabo una empresa que le había sido difícil incluso
a los ingleses. Mucho se ha dicho y escrito acerca del patriotismo del prócer,
y, contrariamente a esta postura, hoy hay mucha gente que piensa que San Martín
fue un agente inglés. Yo creo que estos son dos extremos opuestos: el Libertador
no fue tan "grande" como lo quiso mostrar Mitre pero a su vez tenía y luchaba
por sus ideales, o sea no hacía todo lo que los ingleses querían.
¿Por qué San Martín no fue un agente inglés? En su obra Maitland & San Martín
Terragno argumenta que "San Martín, como hemos visto, buscó el apoyo británico.
Esto no lo hace menos patriota. La conducción de toda guerra requiere una
política de alianzas. Esto no significa identificarse con los ideales o los
intereses de los aliados" y más adelante agrega, " En 1811, San Martín bien pudo
sentir que el interés comercial británico y el interés político sudamericano
tenían una ocasional coincidencia. Eso explicaría la busqueda de apoyo"
Esta busqueda de apoyo se vio manifestada cuando San Martín requirió de la ayuda
marítima y militar de Inglaterra. Los británicos, no poco interesados en el
asunto, enviaron a las costas del Pacífico barcos (antes utilizados en la
Companía de las Indias Orientales) y militares (el más conocido de ellos fue
Cochrane que tuvo gran participación cuando su ejército venció a los españoles
por mar) ¿Por qué San Martín volvió a su tierra después de tantos años de lucha
al frente del ejército español? Algunos dicen que su sentimiento patriota lo
llevó a hacerlo. Esto es casi imposible ya que solo había vivido en lo que más
tarde sería la Argentina 6 o 7 años y además en la época en la que él se fue,
este territorio era casi un "anexo" de España.
Yo creo que la decisión fue tomada por varias razones: sus ideales liberalistas,
las incentivaciones recibidas por los ingleses como Duff, su "odio" a la actitud
sometedora de España y a instituciones como la Santa Inquisición. San Martín
tenía ideales y no se puede decir que el incentivo económico (si lo hubo) fue lo
que lo impulsó a llevar a cabo tan importante empresa. En su época él no estaba
solo, había en Europa y América ciertas organizaciones que creían, como él, que
España debía dejar de ejercer su poder en estas tierras, abriendo paso al
comercio con otros países extranjeros.
Si bien creo que San Martín no estuvo subordinado a los ingleses, tampoco estuvo
al servicio de su patria como siempre se ha dicho. Estaba al servicio de un plan
o una misión (dirigida o no por los británicos) que debía llevarse a cabo.
Cuando la unidad nacional estaba en peligro (ante el inminente ataque de los
federales al Directorio), San Martín decidió seguir su misión y no cumplir con
los pedidos a gritos de Buenos Aires de abandonar el cruce de los Andes y acudir
en su ayuda (hecho conocido como la desobediencia de San Martín).
Otro tema importante de esta singular campaña y que demuestra que el Libertador
tuvo relaciones con los británicos antes, durante y después de su paso por
América, es cómo San Martín actuó de la manera que lo hizo sin conocer estas
tierras. ¿No es extraño que haya tomado el poder meses después de su llegada y
que luego haya tenido tan claro que el lugar adecuado para organiizar un
ejército y cruzar los Andes era Mendoza? Creo que esto explica que hubo gente
(inglesa) que lo puso al tanto al prócer acerca de las características del
territorio a independizar y de su forma de gobierno.
Sobre este tema se ha dicho que San Martín llegó a Buenos Aires sin saber cómo
iba a independizar estos territorios, y que debido a su grandeza como estratega
y militar ideó el cruce de los Andes. Es bueno aclarar que éste llegó al Río de
la Plata con conocimiento (proporcionado por los británicos y masones
americanos) acerca de cómo se debía actuar para lograr el objetivo del Plan
Continental. Terragno dice "San Martín fue un gran estratega, y si se inspiró en
el Plan Maitland, no fue por incapacidad sino, al contrario, porque tomó
seriamente la empresa que se disponía a emprender"
¿Cuáles fueron las diferencias entre las invasiones inglesas y el Plan
Continental? Como dijo Casterlagh para emancipar las tierras americanas era
necesaria la ayuda de una fuerza externa que hiciera de "incentivador" de los
criollos, que ya de por sí estaban buscando una identidad nacional propia. Los
ingleses fallaron en creer que entrando y tomando Buenos Aires por la fuerza se
adueñarían del poder colonial (actitud tomada en las invasiones inglesas). El
camino a seguir era entrar "pacíficamente" e ir ganado, de a poco, partidarios
con ideas independentistas. San Martín jugó ese papel, no entró por las armas ya
que era criollo. Instaló una logia que reuniera a la gente con sus ideas y
despues, sí, dio el golpe de estado y se adueño del poder "tomando Buenos Aires"
como decía el Plan Maitland. San Martín logró lo que los ingleses no pudieron,
aunque después como está comprobado requirió de su ayuda. Luego de este primer
paso, el Libertador siguió la estrategia trazada 16 años antes por los
británicos, con algunas diferencias principalmente de recursos, pero con un
objetivo en común: derrotar a los realistas en centro de poder de su vasto
imperio, Lima.
Bibliografía: Rodolfo Terragno, Maitland & San Martín, Universidad Nacional de
Quilmes, Buenos Aires, 1998.
Juan Bautista Sejean, San Martín y la tercera invasión inglesa, Editorial
Biblos, Buenos Aires, 1997.
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Amores
y misterios de don Jose
Por Martín A. Cagliani
Artículo publicado en EDUCYT Nº 124, 8 de julio 2000 prensuba@decanato.de.fcen.uba.ar
Dentro de la abundante oferta editorial que
aborda la historia argentina, el nombre de Jose Ignacio Garcia Hamilton se
distingue por algunos titulos favorecidos por la eleccion del publico.
Esta semana, Garcia Hamilton presento un esperado trabajo sobre la vida de Jose
de San Martin, donde el autor documenta aspectos poco conocidos del origen
familiar y la vida sentimental del Libertador.
Puede el conocimiento de una dimension mas humana de un procer proyectar alguna
sombra sobre la titanica tarea que le permitio ganarse un lugar en nuestra
historia? Probablemente la gran mayoria de los interesados por nuestra historia
estan mas satisfechos cuando se alejan del mito y se acercan a una comprension
mas precisa de los hechos, pero esta busqueda no es por cierto compartida por
todos.
Esta semana, la presentacion del libro de Hamilton, abogado e historiador
tucumano, en la Feria del Libro de Rosario fue interrumpida por un grupo de
jovenes identificados como "militantes sanmartinianos". Esta expresion, sumada a
las cartas de repudio publicadas en el diario La Nacion expresan una metodologia
donde el debate de ideas es inhibido frente a la imposicion de rutinas
reverenciales hacia una historia construida sin sentido critico.
Por cierto que las afirmaciones del autor del "Cuyano Alborotador" merecen una
discusion. Retomando una historia contada durante generaciones entre los
descendientes de la familia Alvear, Hamilton conjetura que San Martin era hijo
natural del almirante Diego de Alvear y de una indigena guarani.
A continuacion presentamos la nota publicada originalmente por La Nacion el
pasado 25 de junio y que desatara la polemica con algunas entidades
sanmartinianas.
Amores y misterios de don Jose Por Jose Ignacio Garcia Hamilton
La familia de Juan de San Martin y Gregoria Matorras ya tenia cuatro hijos (y
Gregoria 40 a#os) cuando llego el ultimo vastago de la familia, a quien llamaron
Francisco Jose. Como si estuviera mimetizado con ese ambiente de las Misiones,
el bebito tenia la tez oscura y la nariz aguile#a. Poco despues, Juan fue
reemplazado como gobernador de Yapeyu y la familia se traslado a Buenos Aires,
donde el capitan no logro obtener un cargo similar.
Desalentado por su fracaso, Juan retorno a Espa#a y se establecio en Malaga,
donde el ni#o Jose se crio en un hogar signado por el abatimiento. A los 11 a#os
(en violacion de los reglamentos que establecian un minimo de 12) fue admitido
como cadete en el regimiento llamado Murcia, donde aprendio a ser obediente,
reservado y a desconfiar de los demas. Un informe de su comandante le nego la
promocion por "vicios indecorosos", pero otro jefe rectifico el dictamen y Jose
pudo llegar a ser oficial.
Participo de las derrotas en Oran a manos de los arabes, en Collioure frente a
los franceses y se encontraba en la fragata Santa Dorotea cuando fue apresada
por los ingleses. En los lugares de forzosa internacion, aliviaba su soledad de
vencido tocando la guitarra y pintando los crepusculos maritimos en su
caballete. En Bailen integro el ejercito vencedor frente a las tropas
napoleonicas, pero sus ideas liberales lo habian colocado mas cerca de los
invasores galos que de los retrogrados defensores de Fernando VII. Cuando uno de
sus jefes, el marques de la Solana, fue ahorcado por las turbas en Cadiz acusado
de "afrancesado y traidor", y otro, el marques de Coupigny, fue privado del
mando por haber nacido en Francia, se dio cuenta de que no habia ya lugar en
Espa#a para los que sostenian las ideas de tolerancia, ciencia y filantropia.
Miembro de una logia masonica, decidio contribuir a las luchas por la
independencia de las colonias en America, con la esperanza de que alli pudieran
ponerse en vigor los principios del liberalismo que la peninsula rechazaba.
Tenia 34 a#os cuando llego a Buenos Aires. Habia habido en su vida mujeres
cuarteleras y "manolas" de vida alegre, pero seguia siendo un hombre solitario y
de pocos afectos. Se enamoro de Remedios de Escalada, una jovencita de 15, y se
caso con ella pese a la oposicion de su madre, que lo calificaba de "plebeyo" o
lo llamaba despectivamente "el soldadote". En la dominante logia del Rio de la
Plata, Jose rivalizo con Carlos de Alvear, un hombre menor que el y de inferior
grado militar, pero que descollaba por su inteligencia, su brillo social y su
riqueza. Se comentaba que el padre de Carlos, Diego de Alvear, en su juventud
habia tenido de amante una india en Yapeyu, con la cual habia concebido un hijo.
Esta criatura, bautizada como Francisco Jose -afirmaba la version-, habria sido
entregada al matrimonio de Juan y Gregoria de San Martin para que lo criaran. De
este modo, Carlos y Jose vendrian a ser entonces medio hermanos y, precisamente,
a San Martin lo apodaron como El Cholo o el Tape de las Misiones, por su
apariencia de mestizo.
Cuando Jose fue designado gobernador de Mendoza, se insubordino contra el
director supremo, Carlos de Alvear, y contribuyo a precipitar su caida. Al
iniciar el cruce de los Andes, San Martin envio a su esposa y a su peque#a hija
a Buenos Aires, a casa de sus padres. En Santiago, Chile, tuvo un romance con
una dama y una noche, al visitarla en su casa, advirtio que estaba compartiendo
sus favores con un oficial biso#o, el hermano menor de Manuel Olazabal.
Prudentemente, Olazabal dejo el campo libre a su general. Desobedeciendo las
instrucciones del gobierno de Buenos Aires, que le habia ordenado volver al Rio
de la Plata para impedir las invasiones de los caudillos federales del Litoral,
San Martin inicio su expedicion a Peru con el grado de brigadier general de
Chile, bajo la bandera de este pais y con su apoyo economico. Desembarco en
Huaura, donde establecio su cuartel general por varios meses. Por las noches
solia visitar la estancia azucarera de San Nicolas de Supe, donde sostuvo una
relacion con su propietaria, Fermina Gonzalez Lobaton. Una tradicion peruana
afirma que el hijo que esta mujer tuvo nueve meses despues habia sido engendrado
por don Jose.
Al llegar a Lima asumio el Protectorado (pese a que el mandato chileno lo habia
desaconsejado) y alli mantuvo un affaire con Rosa Campusano, una guayaquile#a
que habia actuado como espia a favor del bando patriota. Cubierta su cabeza con
un velo y vestida con manto, Rosa habia distribuido mas de una vez panfletos
subversivos y habia ocultado en una casa a varios oficiales espa#oles que habian
desertado para pasarse a las fuerzas revolucionarias.
Don Jose se instalo en una residencia en el pueblo de la Magdalena y alli solia
atender el despacho diario, que uno de sus ministros le llevaba desde Lima.
Rosa, que era soltera, lo acompa#aba con frecuencia, y los sabados a la noche
partian en lujosa carroza rumbo a las fiestas de la capital, ella con vestido y
zapatos de seda y el con su nuevo uniforme de general, con abundantes hilos de
oro. Cuando el protector incluyo a Rosa entre las ciento doce mujeres
condecoradas con la Orden del Sol, la sociedad tradicional lime#a lo considero
una afrenta.
Resistido por los realistas por sus exacciones y rechazado por los republicanos
por sus planes monarquicos, San Martin no tenia tropas suficientes para vencer a
los espa#oles acantonados en la sierras. Viajo entonces a Guayaquil a solicitar
refuerzos a Simon Bolivar, que vivia momentos de victoria. Bolivar se los
prometio, pero en numero muy insuficiente, y don Jose se deprimio al comprender
que su hora habia llegado. Esa noche y a la ma#ana siguiente parecio consolarse
con la compa#ia de una joven viuda, Carmen Miron y Alayon, cuyos descendientes
llevan hasta hoy el apellido San Martin.
Don Jose renuncio al Protectorado y viajo hacia su chacra de Mendoza, donde
recibio una carta de su esposa, a quien no veia desde hacia cuatro a#os.
Moribunda de tisis en plena juventud (tenia apenas 25 a#os), Remedios le pedia
que fuera a Buenos Aires a darle su ultimo adios. San Martin, sin embargo, opto
por quedarse en Mendoza y recien partio varios meses despues de su
fallecimiento, a buscar a su hija de 7 a#os. Le costo sacar a su chiquilla de la
casa de su abuela y marcho con ella a Europa, donde habria de vivir casi tres
decadas. Alli murio viudo y ya abuelo, el 17 de agosto de 1850.
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Historia
del tango
Breve introducción
Buenos Aires fue, y es, la indiscutida capital del tango, la Meca de todo joven
que dibujaba notas sobre un pentagrama, que transmita su sentir poético al papel
o, que apronte la garganta para cantar, aunque la creatividad de esa vida que
bullía entre criollos, tanos, gallegos y gauchos desplazados era, y es,
compartida por hermanas menores como Montevideo, Rosario, Córdoba y Mendoza,
entre otras. Porque las esperanzas y los problemas eran, y son, iguales en todas
las grandes ciudades de la región. En todas ellas estaba, y está, el mismo caldo
de cultivo.
E1 tango siguió las peripecias de la gente y las acompañó en estas décadas. Tuvo
sus momentos de gloria como los tuvieron argentinos y uruguayos. Y también los
períodos de dolor y crisis. En ese sentido, fue solidario con la evolución de
los pueblos. Pero no sin una dosis de agraciada picardía, supo tener su
autonomía y universalizarse. Ésa es la gran paradoja del tango. Para adentro,
caminaba a la velocidad de la sociedad. Cuando el Río de la Plata "se comía el
mundo" con economías florecientes, maravillosos artistas, pensadores de gran
renombre y un fútbol imbatible, el tango mostraba toda su pujanza. En los
tiempos de dolor y de crisis, en estos países el género parecía adormecido y,
muchas veces, derrotado por las novelería que llegaban del exterior. En el
mundo, sin embargo, mantenía toda su vigencia y, por ejemplo, los espectadores
se estremecían en los cines de la calle Lavalle en Buenos Aires, o de 18 de
Julio en Montevideo como en innumerables películas extranjeras sonaban los
primeros acordes de cualquier tango.
Afuera vivía y era reconocido, aunque en el Río de la Plata lo mataran una y
otra vez. Pero también una y otra vez el tango resurgió de sus aparentes cenizas
con nuevos y brillantes autores, notables cantores y espectaculares bailarines.
Porque es inmortal y tiene la fuerza vital que, en mayor o menor proporción, le
dan los pueblos a través de los años. Para que el tango muera, será necesario
que el Río de la Plata desaparezca de la faz de la tierra. Como eso no ocurrirá,
tampoco desaparecerá el tango. Y por eso, cada cierto tiempo, será necesario
actualizar la historia del tango, agregándole lo eternamente nuevo que irá
aportando.
La grave y cálida voz de Julio Sosa escapa de la placa de un disco, domina el
ambiente y deja paso a una reflexión que, más que eso, es certeza y comprobación
a pesar del tono interrogativo de los versos: ¿ Quién te ha dicho, che pebete,
que pasó el tiempo firulete? Sin duda, quien hizo esa osada afirmación no es de
este mundo y no sabe que habrá tango mientras haya un tipo desesperado por besar
los labios de una pebeta en flor, una traición para contar, una queja que
transmitir o una alegría que compartir.
Origen de la palabra tango
Entre los muchos misterios que encierra el tango, el primero es el de su propia
denominación. La voz tango se encuentra en las culturas africana, hispánica y
colonial. Según algunas teorías, tango derivaría de tang, que en una de las
lenguas habladas en el continente negro significa palpar, tocar y acercarse.
Entre los bantúes, además, hay dos idiomas que se denominan tanga y tangui. Y
entre las lenguas sudanoguineanas Figura la tangalé. Curiosamente, el contenido
hispánico de la palabra se acerca a la africana tang. Tango en castellano es
considerada una voz derivada de tangir, que en español antiguo equivale a tañer,
y de tangere, o sea, tocar en latín.
En la colonia, a su vez, tango era la denominación que los negros daban a sus
parches de percusión. Ellos la pronunciaban como palabra aguda: tangó. Y tangó
eran también los bailes que organizaban los africanos llegados a la fuerza al
río de la Plata. En esas reuniones se creaban tales desórdenes que los
montevideanos ricos, y autoconsiderados respetables, llegaron a pedir al virrey
Francisco Javier Elío que prohibiese "los tangos de los negros". La acepción
hondureña que brinda el diccionario, referida a una especie de tambor que
fabrican los indígenas, parece acercarse al sentido africano de la palabra. Es
difícil saber si se trata de una casualidad o de una trasculturacion.
Solo como curiosidad, porque en principio no tienen vinculación con el origen
del tango rioplatense, cabe mencionar que una región de Japón se llama Tango, al
igual que una fiesta infantil de ese país, y que antiguamente en Brasil tango
era sinónimo de samba.
Conformación
El pretango, los géneros musicales y los intérpretes que sirvieron de
antecedentes al tango se refugiaban en bares de marineros, en cuartos de chinas
cuarteleras, en milongas de mala fama, en dudosos cabarets y en prostíbulos.
El tango como tal, sin embargo, tuvo desde el principio vocación de gran
torrente y buscó los espacios abiertos hasta alcanzar la universalización.
Prudencio Aragón con El talar (1895), Rosendo Mendizábal con El Entrerriano
(1897), Ernesto Ponzio con Don Juan (1898) y Manuel Campoamor con El sargento
Cabral (l899), autores de los primeros "tangazos" de la historia, construyeron
los cimientos sobre los que se asentaría el nuevo y recién nacido edificio
musical. Su independencia, su personalidad, está dada por la coincidencia de
cómo cada uno de ellos calificó, su respectiva obra: "Tango criollo para piano".
Con el adjetivo "criollo" se reivindicaba una creación autóctona. Y con la
mención del piano se está informando que ya entonces el tango se había
enriquecido instrumentalmente y que había pasado a ser interpretado en los
salones.
Con anterioridad, en los últimos tramos de su gestación, y en Buenos Aires, los
italianos le habían agregado el acordeón y el organito, con los que daban al
tango su tono planidero, quejumbroso, que sin duda influirá en posteriores
letras lacrimógenas. Porque es difícil encontrar otra combinación instrumental
tan apropiada para reflejar poéticamente la tristeza y el sufrimiento ante la
traición o ante la pobreza que no, remedian ni el trabajo ni la honradez.
EI nuevo producto no quedó confinado a lugares de dudoso prestigio, sino, que
reflejo el alma de las clases populares, de los laburantes, de los que día a día
pelean por la subsistencia y de toda la gente sencilla que habitaba en las
periferias de las principales ciudades rioplatenses. Ese pueblo llenaba en
Buenos Aires los peringundines y las academias de Montevideo. Piringundines y
academias eran modestísimos locales de baile que, a fines del siglo XlX, fueron
factores fundamentales tanto para la expansión del tango como para el desarrollo
de su coreografía, y para que las parejas aprendieran a bailarlo.
La
Poesía Tanguera
A pesar de su importancia, la poesía tanguera es uno de los aspectos menos
estudiados del género. La bibliografía registra muchas apologías de vocabulario
hueco que apenas saben caer en el lugar común, biografías de compositores,
vocalistas y letristas excelentes, notables estudios en torno a los temas
musicales e instrumentales, investigaciones sociológicas e históricas de gran
valor y antologías de las letras. Sobre estas, sin embargo, la literatura no es
muy extensa ni profunda. Aún no se ha realizado un trabajo ordenado y orgánico
que abarque el destacado fenómeno de un género literario que, como ya se dijo,
comprende todos los aspectos de la existencia humana con características muy
particulares y propias.
Daniel Vidart, en su obra El tango y su mundo, hace una interesante aproximación
al problema, en un esfuerzo por sistematizar el estudio de las letras.
Tras destacar que éste "es uno de los temas menos tratados, aunque quizá el más
cautivante", Vidart afirma que en las letras "se esconde todo un mundo desechado
casi siempre, que constituye la clave profunda de su ser y su quehacer en la
cultura rioplatense. Clasificarlas es naturalmente limitarlas, coartar su
espontaneidad anárquica, su camaleonismo circunstancial. Pero puede intentarse
una ordenación, previniendo que en este sentido no hay recetas infalibles ni
criterios absolutos porque, a la postre, lo que interesa es la calidad del
pensamiento interpretativo y no el preciosismo del andamiaje formalista".
Sobre esta base, el autor orienta su estudio hacia cuatro aspectos diferentes de
las letras: el lenguaje, el estilo, la elocución y los temas. A su vez distingue
cuatro tipos de lenguaje empleados en la creación de las letras de tango: el
popular, el lunfardo y el culto.
EL LENGUAJE POPULAR
El lenguaje popular es el que se usó en las primeras letras de corte orillero.
Vidart advierte sobre la posible confusión entre orillero y lunfardo, porque en
el Río de la Plata se da la errónea tendencia a designar como lunfardo el
lenguaje de los suburbios.
Si bien hay expresiones lunfardas adoptadas por el idioma orillero, ellas son en
realidad una forma de comunicación entre delincuentes, practicada solo por los
iniciados. En Idioma nacional rioplatense, Vicente Rossi, citado por Vidart,
sostiene que el lenguaje orillero es el habla caprichosa del criollo de los
barrios periféricos. "Y no es cualquier cosa ese humilde nativo -afirma Rossi-
ni tan malo, ni tan compadre, ni tan payaso como el sainetero lo presenta; es un
hábil juglar en léxico espontaneo, inspirado en su ambiente cargado de giros
criollos y de los patúas del continente europeo que hacen allí su primera etapa
en la conquista de América, la de la conquista del pan. El lenguaje del orillero
es de su particular inventiva; siempre gráfico, exacto en la alusión; metafórico
y onomatopéyico meritísimo, siempre inclemente en la ironía; y siempre novedoso
porque ese orillero es un incansable renovador de su pintoresco léxico".
Vidart, en un irónico párrafo de la ya citada obra, afirma que "el lenguaje
popular de Montevideo, de Buenos Aires, de Rosario, sintetiza y sincretiza, con
la alquimia propia de las ciudades portuarias, los elementos lingüísticos del
hinterland americano, de los patois europeos y de los argots del hampa criolla e
internacional y con ellos injerta, pese al espantado vade retro de los
académicos, la venerable cepa del idioma de Cervantes. El lenguaje popular
trepa, como la savia, de la raíz multitudinaria a la flor de las elites y
avanza, como una mancha de aceite, desde las orillas al corazón de las ciudades.
EL LENGUAJE LUNFARDO
El lunfardo es la forma de comunicación de los delincuentes, sobre todo de los
ladrones y proxenetas. Uno de sus principales objetivos es disimular las
intenciones de quienes lo practican. Dificilmente ese material humane puede
producir una poesía rica, capaz de trascender al gran público. Por eso es valida
la distinción que hace Vidart entre lunfardo y lunfardesco. En realidad, lo
correcto es hablar de letras lunfardescas, escritas por autores que conocen muy
bién el lenguaje y el ambiente, pero que sin embargo no pertenecen a él.
La estructura del lunfardo se nutre de la sustitución de sustantivos, verbos,
adjetivos e interjecciones castellanas por terminos, a los que se les Cambia el
significado, provenientes de la germanía, del caló, del italiano y sus
dialectos, del francés, del portugués, del inglés, de las lenguas indigenas y
hasta de palabras hispánicas a las que se les da un sentido que nada tiene que
ver con el original.
Un elemento auxiliar del lunfardo es el vares, o sea la pronunciación de las
palabras cambiando el orden de las sílabas: tango es gotán, bacán es camba, Mejo
esjovie, cabeza es zabeca y así sucesivamente.
Obviamente, este "idioma" no tiene reglas fijas y muestra un enorme dinamismo.
La gente del hampa y los internos de las cárceles ensayan continuamente
variaciones que, cuando tienen éxito y son aceptadas, se expanden a velocidad
vertiginosa.
En Buenos Aires, más que en Rosario y Montevideo, el estilo lunfardesco tuvo
importantes cultores en el periodismo, en la narrativa, en el teatro y en la
poesia. En este sector, por el traslado de sus obras al tango, destacaron en los
primeros tiempos Carlos de la Pua, Celedonio
Flores,BartoloméAprile,Yacaré,Joaquín Gómez Bas y Julian Centeya.
Esta forma de componer poesía tanguera ha permanecido a lo large de las décadas
y en la segunda mitad del siglo son de destacar las grabaciones de Edmundo
Rivero -un apasionado del tema- con milongas y tangos lunfardescos y las obras
en verse, prosa y charla de Nyda Cuniberti, Roque Rosito Lombardi, Luis Alposta
y Daniel Giribaldi.
EL LENGUAJE CULTO
Vidart recuerda que los linguistas llaman lenguaje culto al que usan los
estratos superiores de la sociedad, con lo que se otorga a la cultura un énfasis
clasista. Por eso estima que la denominación es poco acertada y que debería
hablarse de lenguaje de las élites, de la intelligentsia, "pues la cultura en su
sentido amplio abarca todas las manifestaciones ideologicas y todos los estratos
sociales de una nación".
Con ese significado equívoco, "el lenguaje 'culto' no es cosa frecuente en las
letras del tango. Trascendida la etapa ingenua de los peringundines y superado
el ciclo lunfardesco, del cabaret, el tango se convierte en el amplio
receptáculo de la inspiracion popular. El lenguaje, pese a ciertas recaídas
herméticas se aclara; los temas se multiplican; el funcionalismo cultural se va
precisando con definido sesgo. Como el conido mexicano, el tango es ahora un
comodín que expresa las alegrias, las tristezas, las inquietudes, las
chabacanerias y los prejuicios del pueblo. Las letras cantan a todas las instan-
cias de la complejidad vital; la civilización de masas asoma en ellas su proa
maciza y plasma, de modo sumario pero total, una etica, una estética, una
sociología, una axiología y una metafísica populares".
Un sentimiento triste que se baila
El tango fue danza antes que nada. Creación espontanea del hombre y la mujer en
el escenario prostibulario del arrabal de otros tiempos, Los músicos, casi todos
intuitivos, tuvieron que adaptarse a esa nueva forma de bailar y, a su vez,
crearon la música que alcanzá su redención después del triunfo en París.
El tango nació como danza. Como una forma distinta de bailar lo conocido hasta
entonces: habaneras, mazurcas, chottis, milongas... Un producto popular propio
del arrabal, el escenario donde al principio fue a devenir el gaucho convertido
en compadre, y enseguida el compadrito y los negros libertos que ya encontraban
espacio en la ciudad. El escenario facilitó el hallazgo. En el prostibulo era
posible abrazar a la pareja, ceñirse a su cuerpo: rostro contra rostro, pecho
contra pecho, vientre contra vientre, muslo contra muslo, pulso contra pulso.
Horacio Ferrer ha creído ver en ese fugitivo instante en que se abrazan la
pupila y el compadrito un soplo de divinidad.
"Macho y hembra -dijo- atados en nombre de la belleza, se elevan sin querer
sobre su propia bazofia. Y ungidos artistas, intentan el purisimo ejercicio de
la soledad entre dos. Bailan y bailan creando lo que nunca jamas ha bailado
nadie". Se considera un bizantinismo sin sentido, totalmente irreal, pretender
esquematizar una coreografía del tango y sus figuras. El tango de los comienzos
fue, a su juicio, "la más desgarrada o improvisada y repentina creación
coreográfica para una pareja que superará, a estos respectos, a las creaciones
del barroco popular español o al alto alemán vals".
El bailarín le proponía a los músicos intuitivos de entonces, intérpretes
generalmente de guitarra, flauta y violín, la intensidad del ritmo con una
exhibición cambiante de figuras que iban creando sobre la marcha: el corte, la
quebrada, la corrida, el ocho, la media luna... Ellos fueron los inventores de
la danza.
La historia hablará de aquel tango orillero. Después vendrán el "canyengue" y el
liso o de salón. Formas distintas de bailar " un sentimiento triste", según la
acertada definición de Enrique Santos Discépolo.
El escritor norteamericano Waldo Frank se llevó la misma impresión cuando visitó
el país y no dudó en reconocer que ésa era "la danza popular más profunda del
mundo". Una sorpresa que compartió su compatriota, la bailarina Isadora Duncan:
"Yo no había bailado nunca un tango, pero un mozo argentino que me servía de
guía en Buenos Aires me obligó a intentarlo. A mis primeros pasos tímidos sentí
que mis pulsaciones respondían al incitante ritmo lánguido de aquella danza
voluptuosa, suave como una larga caricia, embriagadora como el amor bajo el sol
del mediodía y peligrosa como la seducción de un bosque tropical".
A esta altura, el tango había dejado la clandestinidad de sus comienzos. El
pecado original - lo espurio de su cuna- había sido perdonado por el Papa Pío X
y el sello de calidad lo habían impuesto en París, en los salones más
aristocráticos de la ciudad Luz, niños bien de la categoría de Vicente Madero,
"Macoco" Alzaga Unzué o López Bouchardo. "Fue como bien dijo Ulyses Petit de
Murat- el pueril orgullo nacionalista que traían los que habían asistido al
triunfo del tango en París, el que abrió a esa danza de las orillas las puertas
de las mansiones de la avenida Alvear, de Callao, de Santa Fe, de Florida y de
la quinta de los Tornquist". Era el tango liso - con luz entre los bailarines-
que alcanzó una tremenda difusión en salones, cabarets y después en los clubes
de barrio hasta convertirse en la danza más popular hasta muy entrada la década
de los años cincuenta.
Danza antes que nada y sobre todo
El mismo Vidart, a pesar de no establecer diferencias entre el surgimiento del
baile y de la letra, sostiene que "el tango es una danza antes que nada y sobre
todo" ,y reconoce que "después se hizo camino para el canto, pero nadie puede
bailar lo que canta Gardel; al Mago hay que escucharlo con el mentón en el puño,
viendo llover despacio en las calles de la ciudad y de la nostalgia".
Para este autor el tango nació como un baile popular, y antes de que
cristalizaran "sus características sonoras en el machacón dos por cuatro, ya
existían en el Río de la Plata, tanto en Montevideo como en Buenos Aires, los
personajes y los escenarios desde donde partió a la conquista del mundo".
Apareció la danza - afìrma Vidart- sin otras connotaciones que las de la danza
misma, al margen del lupanar que luego lo prohijaría gozosamente. "Las academias
montevideanas y las casas de baile corraleras porteñas -escribe- el prestigioso
investigador- son los primeros alambiques donde se destila su coreografía. En
Montevideo, las orquestas, puro ritmo visceral, no tenían acordeón; en los
peringundines porteños herederos de las casas de baile, la inmigración italiana
impuso los organitos y los acordeones, y con ellos el tango empezó a llorar, a
prepararle el camino a las letras lacrimosas, a las elegías con cornudos y minas
espiantadas."
Esquemática pero acertadamente Vidart describe ese itinerario del tango-baile:
"Cuartos cuarteleros, cafetines danzantes portuarios, academias o peringundines,
teatro rioplatense, lupanar, patio de conventillo proletario, cabaret; éstos son
los sucesivos escenarios del tango. Después es piedra libre y se lanza a la
conquista del mundo saltando desde las márgenes del Plata al trampolín de
París".
El tango es cosa de hombres
La hipótesis de que la coreografía tanguera nació como burla al candombe negro
encuentra asidero en su propia evolución.
Todos los testimonios coinciden en que las filigranas de un tango comenzaron a
bordarse de forma individual. El compadrito, en una esquina, demostraba a sus
amigos, o a la mujer que quería conquistar, sus habilidades para el corte y la
quebrada. Es la creación de un solitario que exhibe orgulloso algo que no
existía.
Posteriormente, el tango fue bailado entre hombres solamente, aunque este hecho
escandalice a Vidart, que lo niega con dureza.
"Es mentira, es error, es novelería de intelectuales friolentos que recién
descubren el tango y se quieren calentar la sangre con su rescoldo, decir que el
tango fue bailado por hombres solos en su comienzo. El baile en parejas de
hombre y mujer es un simulacro de acoplamiento en las sociedades primitivas y lo
sigue siendo hoy, a pesar de todas las fiorituras interpuestas por el salón
entre la coreografía y el sexo. El tango como antes la milonga, y antes todavía
la danza, se bailó siempre en pareja de macho y hembra. Cuando bailaban dos
hombres juntos era para aprender pasos difíciles por sencillas razones
pedagógicas. Y nada más. Buscar otras motivaciones seria tonto, si no grotesco.
Seguramente, éste es uno de los pocos casos en los que Vidart, que ha hecho
extraordinarias aportes al estudio de la música popular, se equivoca. Porque
aunque parezca absurdo, en tanto danza de parejas, el tango comenzó siendo
bailado entre hombres. Ya Evaristo Carriego, el primer gran poeta de los barrios
populares de Buenos Aires, lo testifica, alrededor de 1906, en su poema El alma
del suburbio: En la calle la buena gente derrocha/ sus guarangos decires mas
lisonjeros, /porque al compás de un tango que es "La morocha / lucen ágiles
cortes dos orilleros.
Carriego no describe a un hombre y a una mujer bailando, sino a dos hombres. Las
pruebas testimoniales y fotográficas de compadritos bailando son numerosas. León
Benarós fundamenta esta realidad en el machismo imperante en los suburbios y en
toda la sociedad de aquella época. "Absurdamente -escribe- es una pareja de
varones la primera que se aviene a bailar el tango, en alguna esquina. El tango
parecía solamente " Cosa de hombres". Indignaría atribuir al acto el más mínimo
contenido homosexual. Se trata de una demostración de habilidad, de un
lucimiento. Aun después, cuando el tango conquiste a la mujer para la
danza,'ella' no será el ingrediente fundamental, el objetivo último, sino la
danza en sí, la ostentación de saber bailar, el respeto casi litúrgico por
aquello que se va haciendo, sin otra intención, sin lubricidad alguna. Sólo
cuando el tango se 'nocturniza', cuando se hace materia de cabaret, se
convierte, a veces, en pretexto para la ulterioridad amorosa.
Pero el verdadero criollo, el argentino, es pudoroso de su intimidad. Rechaza él
ostentoso manoseo público, por respeto a sí mismo y a su compañera."
Benarós insiste en el tema y aporta otros testimonios. algunos de sus argumentos
son de mucho peso. Por ejemplo, cuando afirma que la demostración de dos hombres
bailando es aséptica, insospechable de segundas intenciones, porque "el tercer
sexo apenas podría sobrevivir en un ambiente de crudo machismo como el de
entonces. Aun cuando la mujer acepta el tango y se incorpora a su culto, las
primeras bailarinas serían las chinas cuarteleras y las pupilas de los burdeles,
el narcisismo del compadrito atenderá más al tango en sí que a su compañera de
ocasión. Ni siquiera la importará demasiado que sea bonita, sino que baile bien,
que lo acompañe en la demostración con inteligencia y acierto".
El autor cita además a César Viale, quien en Estampas de mi tiempo confirma lo
anterior: "El tango no había llegado aún al centro, andaba por los arrabales;
cuando más se bailaba entre hombres en las veredas, frente a los conventillos,
al compás de los organitos con ruedas conducidos por sus propietarios,
napolitanos y calabreses de melena renegrida y lustrosa".
Otro notable investigador, Horacio Ferrer, es de la misma opinión, aunque le
agrega un matiz. "Algunos cronistas -afirma- sostienen que en estos comienzos el
Tango es bailado entre hombres. Debemos decir mejor que también se baila entre
hombres, porque siempre, hasta hoy, ha sido bailado por parejas de varones, pero
en casi todos los casos como entrenamiento para luego bailarlo con mujeres.
También en la posterior época de los cabarets, mientras esperan a los clientes,
las mujeres bailaran entre sí."
Los primeros bailarines
Si la coreografía tanguera evolucionó paralelamente a la música y sus figuras se
nutrieron de las mismas fuentes, los géneros importados y los criollos, es justo
ubicar a los primeros bailarines entre los creadores del tango. Obviamente, los
primeros-primeros no dejaron registros de sus nombres cuando hacían burla a los
bailes de los negros en las puertas de un candombe o cuando innovaban en las
figuras de una habanera o de un tango andaluz.
Pero la tradición oral y algunas crónicas recuerdan nombres que se hicieron
famosos con sus corridas, cortes y quebradas: el Flaco Saúl, Mariano Cao, el
payador y gran cantor de fin y comienzo de siglos Arturo de Navas y Juan
Filiberto, padre de Juan de Dios Filiberto el autor del famoso Caminito. Sólo de
estos dos últimos hay noticias algo más confiables que la mera leyenda.
Filiberto, alias "Mascarilla", era de profesión albañil aunque regentó hacia
fines de siglo dos casas de baile: el Bailetín del Palomar, cercano a la esquina
de Suárez y Necochea, y otra en Brandzen y Villafañe. Su hijo Juan de Dios lo
describió como una persona "alegre, un poco despreocupado de todas las cosas,
pero simple y bueno, tenía la risa fácil y el humorismo brillaba en sus ojos y
se escapaba de su boca casi sin que pudiera evitarlo. Cantaba con una voz
agradable de tenor y me gustaba escucharlo. Bailarín por naturaleza, de los
mejores bailarines de tango boquense; su fama estaba bien reconocida".
A su vez, las condiciones de De Navas como bailarín quedaron documentadas en
1903 en fotos publicadas en Caras y Caretas. Apenas se sabe de él que nació en
la ciudad uruguaya de Paysandú alrededor de 1876, y que murió en Buenos Aires en
1932.
Inicio de la mujer en el baile
La mujer se plegó a la danza inmediatamente en las piezas cuarteleras, los
burdeles, los peringundines y las academias. Pero no seria hasta alrededor de
1904 cuando las damas de los barrios populares se atrevieron a bailarlo.
Entre las primeras, a pesar de gozar de gran fama en el arrabal porteño, la
tradición oral y alguna perdida crónica apenas han dejado nombres o
sobrenombres: la Parda Refucilo, Pepa la Chata, Lola la Petiza, la Mondonguito,
María la Vasca, la China Venicia, María la Tero, Carmen Gomez, la Parda Flora y
la famosísima rubia Mireya, que actuó en locales de muchos barrios porteños.
Mireya, también conocida como la Oriental porque nació en Uruguay, inspiró dos
tangos: Tiempos viejos, de Manuel Romero y Francisco Canaro, y La rubia Mireya,
de Augusto Gentile.
Pero el tango como danza no quedaba limitado a los bajos fondos o a sus
ambientes cercanos. Se extenderá a los barrios proletarios y seria la alegría de
bodas, cumpleaños y fiestas de todo tipo.
Al respecto Benarós hace un acertado comentario, que es el reflejo de tiempos en
los que la danza transita desde el bajo hacia la aceptación popular. "La
vergüenza de las mujeres, los decires presumiblemente zafados; el tango como
espectáculo callejero; el halago del compadrito, al sentirse observado y
elogiado. El tango tiene todavía tacha de infamia, presunción de danza de
burdel, para escándalo de las familias. Bailarlo es, de algún modo, contaminarse
de ese origen.
Después vendrá el baño lustral, sucederá la adecentada coreografía, será
aceptado en las mejores familias. Y de alguna manera, dejará de ser, un poco, el
tango prepotente, desafiador y alegre de los orígenes, para teñirse de cierta
ablandadora sentimentalidad, fugándose cada vez más de los pies del bailarín
para alojarse casi definitivamente en los oídos..."
Introducción a la Milonga
La segunda vertiente del binario colonial que confluyó en el nacimiento del
tango es la milonga. La palabra es de origen africano y significa lío, problema,
batahola, enredo. Por extensión, servía para designar a las casas de baile de
los barrios periféricos y a las mujeres que trabajaban en ellos. Coexistió con
la habanera, pero reinó en ambientes sociales muy humildes. Por eso, incluso se
la ha llamado la habanera de los pobres.
Sin embargo, aunque sea hermana de la habanera, la milonga tiene una mayor
relación con la música afroamericana. Según Horacio Ferrer, "bien podemos
concebir su origen como la contradanza europea en su versión ciudadana
rioplatense, y siguiendo la idea de Grenet, describirla como una melodía criolla
rioplatense fundida al poderoso aliento de los tambores candomberos", de cuyos
ritmos "es hija dilecta".
La milonga se estructura en compás binario de 2/4, siguiendo un diseño musical
característico del cancionero colonial. Tuvo su denominación al ser incluida en
los repertorios de los establecimientos de baile o "milongas", nombre que se
comenzó a dar a dicho género musical alrededor del ano 1870.
El investigador Carlos Vega sostiene, en su libro Danzas y canciones Argentinas,
que la milonga es una "expresión local de viejo arraigo, aunque antes se la
llamara de otro modo. Ha adoptado coreografia porteña y es intensamente
cultivada por el bajo pueblo (...) Subió a la escena muchas veces. Ya la vimos
en la revista De paseo por Buenos Aires (1889), después en la revista Exposición
Argentina (1891), más tarde en el cuadro de costumbres campesinas Ley Suprema
(1897) y en la zarzuela el Deber(l898). La milonga no perdió la vida hacia 1900;
perdió el nombre. Alentará después de muches años en la entrada del tango
argentino".
Horacio Ferrer menciona que entre las milongas que se conocían rn las dos
márgenes del Río de la Plata a fines del siglo XlX destaca La Estrella, de
Antonio Domingo Podestá, interpretada en las obras criollas que él y sus
hermanos representaban en los circos.
Hugo García Robles, citado por Horacio Ferrer, afirma por su parte en El
folklore musical de Argentina y Uruguay, que "hacia mediados del siglo pasado
está gestándose ya la Milonga en el Uruguay y en torno a 1870 está ya presente.
A fines del siglo XlX llenaba tres funciones: 1) acompañaba el incipiente baile
de pareja tomada independiente, subclase de abrazada que conduciría a una
verdadera revolución coreográfica que compartiría con el tango; 2) es payada de
contrapunto, después de haber desplazado en esta misión a la cifra, y 3) es
canción criolla que se canta con diferentes modales de estrofa (cuartetas,
sextinas, octavillas o décimas) "
La milonga tuvo una clara innuencia en el surgimiento del tango, pero
paralelamente evolucionó y también se mantuvo como género independiente. Incluso
hay una especie de híbrido que ha sobrevivido con variada suerte -a tal punto
que algunos estudiosos lo consideran extinguido- denominado tango milonga y que
ha sido usado cuando los autores quisieron dar al tango un ritmo fuerte y
sostenido.
Porque, precisamente, la milonga se caracteriza por sus compases machacones y
enérgicos. La sola mención de su nombre recuerda la potencia de ese ritmo que,
no obstante, para muchos autores tiene como carácter específico lo cantable. En
apoyo de esta posición se recuerda que, en sus primeras épocas, la milonga era
confundida con la cifra, o se la denominaba de este modo, y se decía de quienes
la interpretaban que cantaban por cifra, haciendo referencia a la división de
las estrofas. Y esto es así, porque, en cierta forma, como canto, la milonga
cumple en la música de la ciudad el papel de la cifra en el contrapunto de los
payadores.
La Música prostibularia
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, los habitantes de los centros urbanos,
la aristocracia y los escritores que no se acercaban a las periferias, o que si
lo hacían mantenian una actitud hipócrita, consideraban al tango como un
producto del lupanar.
Esta concepción no se ajusta ni a la justicia ni a la verdad histórica. Muchos
de quienes la sostenían lo hacían de buena fé, pero otros muches sólo destilaban
de esta forma el odio o el desprecio hacia las manifestaciones populares. Este
desprecio era algo corriente en las clases altas, que veían al tango como un
producto propio de las clases marginadas , que habitaba en los suburbios.
De todas formas, no se puede desconocer en los orígenes del tango una influencia
prostibularia. De relativa importancia, sobre todo en los primeros tiempos, pero
nunca con el peso de los antecedentes musicales ya analizados. Ocurría que esas
formas de música que sirvieron de precedente al tango, la de origen hispánico y
la milonga, así como muches otros géneros europeos, se cantaban en los quilombos
del Río de la Plata.
Como se cantaban en los teatros, en las casas de familia y en todo tipo de
fiestas. Con una diferencia. El ambiente libertino del prostíbulo y el alcohol
desinhibían a losconcurrentes y favorecían la improvisación, las obscenidades y
las zafiedades. Las letrasde las habaneras y de las milongas eran modificadas y
adaptadas, en mezclas con altas dosis de humor y groserías, al lugar donde se
cantaban.
Los hermanos Héctor y Luis Bates, en su Historia del tango, sostienen que "el
tango vivió su infancia y buena parte de su pubertad -permítasenos la expresión-
en casas de baile de muy segundo orden, en 'peringundines' y lupanares. Las
letras no hicieron más que reflejar el ambiente que les daba vida. Obscenas,
procaces, indecibles en un medio, no diremos ya de altura o de hogar, sino aun
en boca de personas de cierta educación, quedaron circunscriptas a los muros que
ocultaban la vergüenza de la ciudad".
Esas letras que escandalizaban a los Bates, al punto que las transcriben
modificadas sin su salsa original, no eran todavía letras de tango.
Además, y muy relacionada con la música de los prostibulos, nació una poesía
propia de rufianes, compadritos y malevos, cuyo personaje central es el
canfinflero, el cafiolo o proxeneta, o que sin llegar a serlo vive gracias a una
mujer que ejerce la prostitución.
En muchas letras de tango, ya pulidas potabilizadas para hacerlas aptas para
todas las edades y ambientes sociales pueden percibirse, por sus temas sobre
todo, la influencia que ejercieron el prostíbulo y lo rufianesco en él genero.
Suburbio y arrabal
La mala fama del tango se convirtio en una leyenda negra. Era la música y la
danza de las prostitutas y de los malevos. Al respecto, muches autores insisten
machaconamente con la vinculación del género con el hampa y el prostíbulo que,
según ellos, contagia a la soldadesca y a locales de diversión frecuentados por
delincuentes.
El tango son los compadritos que dirimen sus diferencias en duelo criollo en una
solitaria esquina, la prepotencia del más fuerte y el amor que se vende al mejor
postor. Incluso escritores como Jorge Luis Borges vieron el origen de la
coreografía del tango en los movimientos de los duelistas, esquivando y tirando
puñaladas.
Esto, sin embargo, es una simplificación y, como tal, peligrosa. El tango nace
entre malvivientes, pero también entre gente honesta, entre los peones rurales
expulsados del campo por la nueva organización empresarial de la estancia, dónde
la ganaderia extensiva requiere menos mano de obra, y entre los miles de
italianos y españoles que llegaron a Buenos Aires y a Montevideo.
Horacio Ferrer hace en su obra El libro del tango una inteligente distincion
entre suburbio y arrabal. Hay -escribe este notable estudioso del tema- "la
palabra exacta para nombrar a las regiones bajas de una ciudad, a la 'su~urbis'.
A los aledaños que están fuera de la altura central bien ventilada, bien
habitada, bien apellidada, bien edificada.
Es una voz atenuada, dulce, si se quiere hasta piadosa. Sí, designa a la baja
ciudad, pero toda vez que la habita el humilde de buena costumbre. Esa palabra
es: suburbio. Ferrer contrapone suburbio a arrabal, Este término -explica-
proviene del hebreo rabah, que significa multiplicarse, desbordar la ciudad, o
del árabe arraba: extramuro.
"Por todo lo contrario de suburbio -afirma el autor-, tiene esta palabra una
misteriosa potencia fonética. Algo así como una oscura pólvora acústica que se
gatilla en la erre, pega tres sordos estampidos en las aes, y fulgura como
matando en la ele final: ¡Arrabai! Y hay que escribirla con mayúscula y entre
signos de admiración, porque así lo exige su sonoridad: Arrabal nombra, claro,
el bajo urbano de la mala vida."
Los suburbios, entonces, eran los conventillos, los cuartos de pensión, las
casas humildes donde se amontonaban varias familias, los lugares donde las
madres cocinaban y lavaban la ropa y los padres tenían un estrecho lugar para
echarse después del trabajo o de pasarse horas y horas buscando conchabo y dónde
los niños se reunian a jugar en las calles o los patios por falta de espacio.
Era en los suburbios donde vivia el inmigrante recién llegado pero dispuesto a
hacer fortuna, y donde encontraba alojamiento el criollo trasladado a la
capital. Eran Boedo, la Boca, la Concepción y Montserrat en Buenos Aires, y
Goes, Palermo, Aguada y la Unión en Montevideo. Y las zonas portuarias en
general de ambas ciudades, por supuesto.
El arrabal, en cambio, no tenía -segun Ferrer, y su posicion es sociológicamente
muy atractiva una figura geográfica determinada, "desde que se postula no a
territorio sino a un estilo de vida". En el arrabal el rigor policial es menos
denso. Alli donde la noche es más honda y más protectora. Al suburbio va a vivir
el que no tiene con qué vivir en otra parte mejor. A1 Arrabal no se va a vivir,
el Arrabal se lleva puesto. Es una fuga. Un esoterismo y una fatalidad. No se
perfila tanto en la calificación social como en la moral. Por eso son igualmente
arrabaleros compadres y señoritos".
chris@netverk.com.ar
Historia del Carnaval Bonaerense
Por Martín A. Cagliani
Artículo publicado en la revista Circulo de la Historia, Nº 47, febrero 2000
"Se acercan los días consagrados a esa brutal diversión. Legado de nuestros
opresores." Así comenzaba "Un porteño", como dió en llamarse, una nota que
publicara en un periódico de 1833. Como bien dice nuestro antepasado protestón,
en los siglos pasados el carnaval se festejaba con una violencia increíble. Fue
cambiando, poco a poco, a través de los años, influenciado por el también lento
cambio cultural de nuestra sociedad. El carnaval fue legado por los españoles,
con ellos llegaron a nuestras tierras estos festejos de antigua data en al
continente europeo.
El carnaval que se festeja en nuestras tierras se ve originado como una fiesta
cristiana, o por lo menos en un ámbito cristiano, ya que el carnaval son los
tres días anteriores (sábado, domingo y lunes) al miércoles de ceniza, que es
cuando comienza la Cuaresma. La cuaresma es un período de ayuno observado por
los cristianos como preparación para la Pascua. Por todo esto, los tres días de
carnestolendas o carnaval, eran festejados a pleno, porque luego vendría un
período de ayuno completo, o sea, de fiestas también.
Como bien dice una antropóloga "el carnaval aparece como un absurdo; encarna la
sublimación del ocio. El sinsentido del hacer para despilfarrar." En esta
fiesta, el disfraz propone la confusión de los lugares sociales y hasta la de
los sexos, esclavos disfrazados de señores y al revés, humanos disfrazados de
animales, hombres transformados en mujer, etc. Por esta suspensión de lo
establecido se lo tildó muchas veces de subversivo. Pero es también un tiempo de
sueño, se encarna el papel que se quiere ser, solo por tres días.
Nuestro carnaval ha adquirido muchas formas a lo largo de sus cientos de años de
vida, pero la costumbre que siempre reino, y lo sigue haciendo, es la de
arrojarse agua. El abuso de esta costumbre fue la causante de las distintas
prohibiciones que se le impusieron a esta divertida fiesta. Nadie quedaba fuera
del carnaval, todos se divertían en esos tres días en los cuales la ciudad
parecía un campo de batalla; ricos, pobres, blancos, negros, desconocidos,
conocidos, todos participaban. El mismo Domingo F. Sarmiento era un gran adepto
al carnaval y no se molestaba en los mas mínimo si le arrojaban agua cuando era
presidente.
Como se dijo, la costumbre de mojarse uno a otro en carnaval, la trajeron los
españoles, a pesar que en España el carnaval cae en invierno. Ya desde el siglo
XVIII los bonaerenses se mojaban los unos a los otros. En 1771 el Gobernador de
Buenos Aires Juan José Vertíz implantó los bailes de carnaval en locales
cerrados. Se oficializaban los bailes, a efectos de atenuar las inmorales
manifestaciones callejeras de los negros, que habían sido prohibidas el año
anterior. Por esa misma época, un grupo de gente descontenta con los bailes
justo antes de la cuaresma, y según decían por los excesos que ocurrían en
ellos, llevaron su descontento ante el mismísimo rey de España. El rey envió de
inmediato dos órdenes a Vértiz, el 7 y 14 de enero de 1773, por las cuales
prohibía los bailes y le encargaba que arreglase las escandalosas costumbres en
que había caído la ciudad. Vértiz, no se quedó callado, le protesto al rey
diciendo que como se bailaba en España, también se lo podía hacer en Buenos
Aires. Pero el rey Carlos III promulgó una ley el 16 de diciembre de 1774, en la
cual prohibía los bailes de carnaval, alegando que él nunca los había autorizado
en las Indias. Como ustedes se imaginaran no se respetó la prohibición, tanto
que los festejos degeneraron y ya en la época del virreinato, el virrey Cevallos
se vio obligado a prohibir los festejos de carnaval. "...conviniendo remediar
este desorden con el presente prohibo los dichos juegos de Carnestolendas...",
decía el bando del virrey, y sigue "... ha tomado en pocos años a esta parte tal
incremento en esta ciudad [...] en ellos se apura la grosería de echarse agua y
afrecho (salvado), y aun muchas inmundicias, unos a otros, sin distinción de
estados ni sexos...". Seguía diciendo que la gente, se metía en las casas y
reventaban huevos por todos lados, hasta robaban y rompían los muebles.
Los excesos no disminuían, y si lo hacían era por poco tiempo. El 13 de febrero
de 1795 el virrey Arredondo promulgó el bando acostumbrado prohibiendo "los
juegos con agua, harina, huevos y otras cosas".
En los años siguientes a la Revolución de Mayo, se volvió muy común entre la
población, en especial entre las mujeres, la costumbre de jugar en forma intensa
con agua. Para ello utilizaban todo tipo de recipiente, desde el modesto jarro,
hasta los huevos vaciados y rellenos de agua con olor a rosa, pasando por
baldes, jeringas, etc. Los huevos eran vaciados y llenos con agua, pero no
siempre con agua aromatizada, a veces solo se tiraban huevos podridos. Entre la
gente acomodada se usaba, comprar los huevos de ñandú, rellenos de agua con olor
a flores, como hoy se venden las bombitas los huevos se vendían en las esquinas.
Las azoteas de las casas se convertían en verdaderos campos de batalla
acuáticos, y mas de un transeúnte se ligó una fresca catarata de agua. La
batalla por una azotea entre hombres y mujeres, todos jóvenes, era divertidìsima
y terminaba con la inmersión de los perdedores en una tina o bañadera.
Esta costumbre de mojarse solo se utilizaba en la ciudad, no se había
generalizado todavía en la campaña ni en las ciudades aledañas a la capital
virreinal. En la campaña solían festejar de forma muy ruda, grupos de jinetes se
chocaban entres si con mucha fuerza, quedando muchos heridos.
Un escritor inglés dice para 1820: "Llegado el carnaval se pone en uso una
desagradable costumbre: en vez de música, disfraces y bailes, la gente se
divierte arrojándose baldes de agua desde los balcones y ventanas a los
transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa." Y sigue "Los
diarios y la policía han tratado de reprimir estos excesos sin obtener éxito."
En las calles eran más encarnizadas las luchas con agua, ya que en ellas
intervenían los esclavos, que mojaban a todo el mundo, se daban pequeñas
venganzas, y más de uno no se la aguantaba pasando a las manos, que muchas veces
terminaba con heridos o algún muerto. Por eso cada comienzo de carnaval se
dictaban medidas preventivas, que nunca funcionaban porque los policías también
jugaban al carnaval y los que estaban de servicio preferían alejarse de los
lugares de lucha, para no ligarla ellos también.
El carnaval de 1827 fue mucho más tranquilo y los juegos con agua casi ni se
vieron, las continuas quejas de años anteriores habían hecho efecto, aunque mas
que nada se debió a la determinación de la policía de conservar el orden, algo
que nuca había ocurrido. Pero esta moderación solo duro dos años, ya en 1829
vuelve la violencia. Dice un periódico: "Hémos oído asegurar que no han faltado
brazos ni piernas rotas, ojos sacados, pistoletazos, etc.". Esto porque otra vez
los policías eran los primeros en jugar. Los juegos con agua siguieron, no
siempre violentos.
En los tiempos de Juan Manuel de Rosas, el carnaval era esperado con mucho
entusiasmo, en especial por la gente de color, protegidos de Rosas.
Para el carnaval de 1836 se permitieron las máscaras y comparsas, siempre y
cuando gestionasen anticipadamente una autorización de la policía. Para esta
época el carnaval estaba ya muy reglamentado para prevenir desmanes. Solo se
permitía el juego en los tres días propiamente dichos de carnaval, y el horario
era anunciado desde la Fortaleza (actual Casa Rosada) con tres cañonazos al
comienzo, 12 del mediodía, y otros tres para finalizar los juegos, al toque de
oración (seis de la tarde). También se tiraban cohetes, para los cuales había
que tener permiso de la policía.
Para los juegos en esta época, se movilizaban carros con tinas de agua, jarros,
jeringas, huevos de ñandú, también se usaban vejigas llenas de aire, con las
cuales se golpeaba a los transeúntes. Estos juegos generaban verdaderas batallas
campales. Luego del cese, de los juegos con agua, continuaban los festejos con
reuniones particulares, que a veces terminaban a la madrugada.
Las costumbres del carnaval, en época de Rosas, fueron cayendo en excesos,
llegando hasta el máximo desbordamiento. La gente se divertía muchisimo, no
había ni clase ni estrato social que no jugara al agua en carnaval. Pero como en
todo estaban los exagerados, que llegaban a las manos, y muchas veces ocurrían
desgracias. También estaban los que no disfrutaban de estos juegos y no dejaban
de quejarse por medio de revistas y periódicos. Muchos de estos últimos se iban
de la ciudad por esos tres días de carnaval. Los excesos, ¿cuáles eran los
excesos?, se preguntaran. Estaban los que aprovechaban para entrar en las casas
y robar, los que se aprovechaban de las mujeres que jugaban al carnaval,
manoceandolas, rompiendo sus ropas y hasta violando. También se catalogaban como
excesos algunos que ahora son muy comunes en carnavales como los de Río de
Janeiro o Gualeguaychu: "Las negras, muchas de ellas jóvenes y esbeltas,
luciendo las desnudeces de sus carnes bien nutridas...", decía José M. Ramos
Mejía de esa época.
Por esta época los festejos de carnaval se habían extendido a todas las ciudades
del actual Gran Buenos Aires. Los juegos con agua predominaban, pero también
había bailes. Estos eran muy importantes, comenzaron en domicilios particulares,
a principios de este siglo (s. XX) tomaron la posta los clubes de barrio.
Pero siguiendo con los "carnavales de Rosas", los grandes protagonistas y
protegidos de Rosas, eran los morenos. Los negros se dividían en "naciones", y
se juntaban en "tambos" a danzar al ritmo de sus candombes. El mismo Rosas
concurría a los "huecos" donde los morenos festejaban. Por nombrar una, en 1838
acudió a la fiesta realizada por la "nación" "Congo Augunga", en la esquina de
las actuales San Juan y Santiago del Estero, acompañado de su esposa Encarnación
y su hija Manuelita.
Una costumbre en esta época era la llamada "día del entierro". Los vecinos de
cada barrio colgaban en algún lugar un muñeco de paja, al que llamaban Judas,
que luego era quemado, en medio de una fiesta general.
Pero no todo era diversión, los desmanes y las escenas "poco decorosas"
aumentaron llegando a ser "repulsivas". Rosas decidió cortar por lo sano y
prohibió todo festejo de carnaval el 22 de febrero de 1844. La prohibición se
extendió también a todas las ciudades del actual Gran Buenos Aires.
Las celebraciones se reanudaron recién en 1854, con Rosas fuera del poder. Pero
el carnaval volvió muy reglamentado, se realizaban bailes públicos en diversos
lugares, previo permiso de la policía. Había mucha vigilancia policial para
prevenir los desmanes de las décadas anteriores.
En los años siguientes comenzaron a predominar las comparsas. Todo reglamentado,
las comparsas tenían que estar anotadas, así como sus miembros, en la policía;
también las personas que usaban caretas tenían que pedir un permiso y llevarlo
encima por si un policía lo requería.
El primer corso se efectuó en 1869, participando en él mascaras y comparsas. Fue
muy festejado por el pueblo y la prensa. Al año siguiente, una disposición
policial permitió el desfile de carruajes en los corsos. Al principio, los
corsos se llevaban a cabo en las calles Rivadavia, Victoria y Florida, con el
tiempo se extendieron a diversas calles y barrios. Eran muy alegres y vistosos,
el lujo de los disfraces y adornos fue creciendo con cada nuevo carnaval. Cada
corso contaba con una comisión organizadora, los familiares de los miembros e
invitados especiales se ubicaban en los balcones de la casa que servía de sede,
y frente a esta se detenían las comparsas y mascaras para interpretar sus
canciones y sus músicas.
Como es de esperarse, la costumbre de jugar con agua no había desaparecido,
todavía sigue. Se utilizaban huevos y jeringas como antes, mas la incorporación
de los pomos.
Cobraron auge los "centros", sociedades organizadas especialmente para desfilar
en los corsos. Predominaban los de los negros desfilando al son de sus
candombes. A veces al enfrentarse dos comparsas de negros se iniciaban las
"tapadas", un contrapunto de todos los instrumentos que no terminaba hasta dejar
en claro la supremacía de una de las comparsas, podían durar varias horas. Mas
de una ves los vencidos apelaban a los golpes para expresar su descontento. Pero
estos "centros" también estaban integrados por "gente de bien", el mas conocido
era la sociedad "Los Negros". Esta estaba integrada por jóvenes intelectuales de
la alta sociedad. Vestían un uniforme militar húngaro. Las letras de sus
canciones eran sobre la relación de los negros y los blancos, ellos eran,
supuestamente, esclavos. Bastardeaban las costumbres de los negros con sus
canciones. Las comparsas tenían canciones con unas letras muy interesantes. Las
había con contenido gracioso, crítica política, crítica social, de todo un poco.
Lo normal en estos años era que la gente jugaba con agua durante el día, veían
los corsos, que comenzaban tipo cinco y media o seis de la tarde, y luego
acudían a los bailes públicos o particulares, que comenzaban entre las 9 y 11 de
la noche y terminaban de madrugada. Decía una crónica de 1872: "En los teatros,
las puertas se abrirán mañana, el lunes 12 y el martes 13, a las 11 de la noche,
y se cerrarán a las 4 de la madrugada. Los "tranways" estarán en funcionamiento
toda la noche. En los teatros, los palcos costarán alrededor de 200 pesos y la
entrada 100. En el Teatro de la Alegría los precios serán más módicos para los
bailes de máscaras: 60 pesos los palcos y 25 la entrada para hombres. Las damas
entrarán gratis. ¿No habrá algún disfrazado que se haga pasar por mujer?". Este
año de 1872, los juegos con agua fueron prohibidos por la policía, solo se
permitían los disfraces y las comparsas.
Estas últimas se solían juntar en las plazas, la gente se apiñaba en ellas a fin
de escuchar su música y sus canciones. Al mismo tiempo en estos lugares se
libraban combates con bombas, pomos y huevos.
Los corsos de fines del siglo XIX estaban integrados por comparsas, "centros" y
orfeones. Los centros eran sociedades que se juntaban durante todo el año a
cantar en diferentes fiestas, principalmente en carnaval. Las comparsas estaban
integradas por músicos y cantantes, que se reunían para carnaval. Los orfeones
se caracterizaban por su muy buena vestimenta, estaban integrados por músicos de
gran categoría, muy buenos coros y grandes orquestas y bandas. Los corsos eran
financiados mediante colectas y donaciones, ya que las autoridades no
contribuían con dinero. Los corsos comenzaban usualmente a las cinco y media o
seis de la tarde, y finalizaban con una fiesta de la ceniza. En esta la gente se
arrojaba harina y ceniza, eran luchas violentas, que más de una vez terminaba
con incidentes lamentables, pero por lo general se jugaba con mucho
divertimento.
Las nuevas armas para los juegos con agua, eran los famosos pomos cradwell, que
se vendían en la farmacia Cradwell de la calle San Martín y Rivadavia, y los
llamados de "bellas Artes". Estos arrojaban agua perfumada. Todo esto a pesar de
la ordenanza que prohibía arrojar agua en los días de carnaval. También se
arrojaban serpentinas y "confettis". En San Isidro se vendían los pomos de plomo
en la librería de Valentín Dosso o la de Plinio Spinelli, donde también se
ofrecían caretas, serpentinas y papel picado.
A fines del siglo XIX y primeras décadas de 1900 los corsos sobraban y
alcanzaron su máxima popularidad. Los había en casi todas las calles principales
de Buenos Aires. También en las ciudades aledañas. Predominaban en el Centro,
pero los había en Flores, en Belgrano, Barracas, La Boca, Parque Patricios.
También en el resto del Gran Buenos Aires. Uno muy importante era el de San
Fernando, y se destacaban los de Adrogué, Lomas de Zamora, Avellaneda, Morón y
San Isidro, este ultimo corso se llevaba a cabo en las calles Cosme Beccar,
Begrano, 9 de julio, 25 de mayo, hasta Primera Junta.
En estos tiempos estaba prohibido jugar con agua, solo se podía arrojar "papel
cortado, flores, serpentinas y laminillas de mica". Esto no quiere decir que no
se jugara con agua, se siguió haciendo a pesar de todas las prohibiciones, pero
por lo menos con menos violencia. Se solía dejar caer bolas de papel mojadas
desde los balcones o azoteas sobre la gente, a veces sujetas con hilo para
volver a utilizarla.
Grandes grupos de máscaras llevaban la alegría a la gente por todos lados. Se
disfrazaban pintorescamente, se podía ver a la princesa, los príncipes y condes
y al gracioso y simpático "oso Carolina", el cual realizaba piruetas. Los
carruajes eran siempre lujosos, pero la gente esperaba con ansia la llegada de
las sociedades corales y musicales. También estaban los "clowns" o payasos, que
ejecutaban difíciles pruebas gimnásticas. Luego surgieron los grupos de máscaras
caricaturescas que divertían con sus números y vestimenta graciosa.
Y por estos años comenzaron a tener importancia los bailes. Se realizaban a
continuación de los corsos en teatros, instituciones sociales, hoteles y
residencias particulares. Por lo general eran de disfraces, y se bailaban
polcas, valses, etc. Algunos de los teatros hasta tenían un servicio mediante el
cual los concurrentes podían cambiar de disfraz cuantas veces quisiesen. Uno de
los más famosos lugares de baile fue el "Club del Progreso", fundado en 1852.
Era un triunfo social poder participar de sus bailes, ya que había una rigurosa
selección de invitados. Fuera de la Capital los mas conocidos eran los del
"Tigre Hotel" los del "Hotel de San Isidro", también en la ultima localidad eran
famosos los bailes de Francisco Bustamante, o las suntuosas veladas que
organizaba Alfredo Demarchi en su palacio de San Fernando, los de Morón, Lomas
de Zamora y, los del hotel Las Delicias en Adrogué. También estaban los bailes
del Club de Flores, los del hotel "Carapachay" de San Fernando. Otros bailes
famosos eran los organizados por una comisión de vecinos en los salones de la
Municipalidad al finalizar el corso de la calle Corrientes. En casi todos los
clubes barriales había bailes en carnaval, tanto en la Capital como en el Gran
Buenos Aires.
Con el paso de los años se fue viendo que la gente de sociedad no compartía como
antes estas fiestas populares, solo acudían a los bailes o se exhibían en los
carruajes durante los corsos mas importantes. Ya no se daba la camaradería que
imperase en el siglo anterior, en que los niños salían con los grandes, los
negros con los blancos, ricos con pobres todos jugaban y festejaban juntos.
El carnaval fue perdiendo encanto, había muchas patotas y gente pasada de copas
que acudía a los corsos, siempre armándose peleas. Muchas familias dejaron de ir
a los corsos mas populares. En 1909 se suspendieron los corsos por los continuos
incidentes que se producían en ellos.
Por estos años se daban los bailes de los conventillos, que eran legión en
Buenos Aires, muchas veces terminando a tiros o puñaladas, pero la mayoría de
ellas festejados con mucha alegría y camaradería.
A partir de 1915 muchas de las famosas comparsas fueron desapareciendo. Fueron
siendo remplazadas por las murgas. Estas en principio estaban integradas por
jóvenes de 20 o menos años. Sus cantos eran simples e ingenuos, y sus letras
"atrevidas". Los corsos perdían brillo, se poblaban de chatas, carros y carritos
de lechero, adornados con flores artificiales, farolitos chinescos y tiras de
papel barrilete de distintos colores. Ya no primaba la elegancia de tiempos
pasados. Eran tiempos difíciles y se notaba en los festejos del carnaval. Los
desfiles fueron siendo relegados por los bailes en gran escala que organizaban
diferentes instituciones sociales. En 1921 resultaron fabulosos los del Club de
Flores, el realizado por el Círculo de la Prensa en el teatro Coliseo y las
veladas en el Tigre Hotel. Las mujeres iban vestidas con disfraces y los hombres
con smoking. Esto para las clases altas, para los demás seguían existiendo los
bailes en los clubes sociales y en residencias particulares. En todos se
realizaban concursos y se premiaba al mejor bailarín y al mejor disfraz.
En la década del 20 eran muy pocos los corsos que seguían existiendo, y menos
aun los que seguían siendo alegres y divertidos.
Como se dijo, con la declinación de las comparsas aparecen y proliferan las
murgas. Las murgas apelan de modo desafiante al grotesco. Las comparsas en
cambio tenían influencias europeas y eran bandas de músicos con alto dominio
técnico y muchos coros e instrumentos. Las murgas también son el resultado de la
mezcla de tradiciones que se dio con la gran inmigración. Antes las agrupaciones
carnavalescas se fundaron en fuertes lazos étnicos, de clase y amistad. Con el
tiempo se fueron organizando a partir del encuentro e intercambio vecinal de los
barrios.
Las murgas representaban a estos centros sociales, y fueron relegando a las
grandes comparsas. No tenían ni tenores ni bandas sinfónicas, pero eran y son
muy divertidas.
Los carnavales fueron mantenidos como fiesta pública por entidades que se
organizaron en función de lazos de vecindad y territorio, que es la forma que
todavía se encuentra en nuestros días. Desaparecieron los corsos, pero todavía
se festeja. Y obviamente los juegos con agua nunca desaparecieron por mas
prohibiciones que les implantaron.
Bibliografía relevante
Alonzo Piñeiro, Armando. "La historia argentina que muchos argentinos no
conocen".
Caro Baroja, Julio. "El carnaval".
Crónicas de San Isidro. Nº 6, febrero de 1972. "El carnaval de antaño".
Lozier Almazán, Bernardo P. "Carnavales de antaño", Carta Abierta, 5 de febrero
de 1994.
Martín, Alicia. "Fiesta en la calle"
Prestigiacomo, R. y Uccello, F. "La pequeña aldea"
Puccia, Enrique H. "Breve historia del carnaval porteño".
Un Ingles. "Cinco años en Buenos Aires, 1820-1825"
Verdevoye, Paul. "Costumbres y costumbrismo en la prensa argentina".
Copyright©2000
bigoc@hotmail.com | www.geocities.com/CapeCanaveral/Hangar/7892/
Las
plazas de Buenos Aires y
su historia
Por Martín A. Cagliani
Los orígenes de las plazas porteñas hay que buscarlos en los terrenos baldíos o
"huecos", terrenos propios del municipio. Fueron baldíos, entre otras, la plaza
Garay, Vicente López, Constitución, Miserere, de la Concepción, Lavalle,
Suipacha, Libertad, etc. La mayoría de las plazas, salvo la Plaza de Mayo,
nacieron solas, muy pocas veces hubo alguna premeditación. No solo se originaron
de baldíos o "huecos", sino también de altos de carretas, mercados, quintas,
mataderos, hornos de ladrillos, corrales, basurales, cementerios o sobrantes
municipales. Un ejemplo de alto de carretas es la actual plaza Dorrego, ¿de
mercado? La plaza Constitución, la plaza Lavalle fue quinta, la plaza España un
matadero.
El "hueco" era un punto de referencia dentro de la ciudad, y en él se reunían
lecheros, cuarteadores, etc, a jugar a la taba y demás diversiones. También en
estos huecos paraban a descansar las carretas que venían del interior, antes de
llegar a la Plaza de Mayo o a los diferentes mercados; aunque a veces vendían
ahí mismo las mercancías que traían. Los "huecos" tenían, como todo, su nombre;
algunos de ellos bastante curiosos. Estaba el "hueco de Doña Engracia" (plaza
Libertad) así llamado por una mujer negra que era la única que lo habitaba, "de
las cabecitas" (plaza Vicente López) y "de los sauces" (Garay). Estos "huecos"
no estaban desprovistos de árboles, no eran todos terrenos planos. Algunos hasta
contaban con un ombú.
Muchas son las plazas que no llegaron a nuestros días, o fueron tapadas con
edificios o con nuevas calles y avenidas. Una de las más famosas que
desaparecieron fue la Plaza Montserrat, que también se llamo Moreno, Belgrano y
San Martín, obviamente en diferentes momentos. En ella se creo la primera plaza
de toros. Esta plaza fue mas tarde borrada por la avenida 9 de Julio.
La utilización de las plazas fue cambiando, de ser solo "huecos" multifunción,
pasaron a ser paseos y sitios de recreación, en los cuales se podía y puede
contemplar jardines, árboles bellos e importantes monumentos y fuentes.
Dentro de los limites de Buenos Aires, que mide 197 kilómetros cuadrados, hay 46
barrios con sus correspondientes limites señalados. Algunos de estos barrios no
tienen ni una plaza, pero hay otros como Caballito o Palermo que tienen muchas
plazas y parques.
Veamos la historia de algunas de las más importantes plazas de la ciudad,
comencemos por la más importante y más antigua: la Plaza de Mayo.
Plaza de Mayo
La Plaza de Mayo, plaza mayor de Buenos Aires, es tan antigua como la ciudad
misma. Juan de Garay cuando fundo la ciudad de Trinidad puerto de Buenos Aires,
dejó trazado el lugar de la Plaza Mayor. Desde los comienzos de la ciudad, la
Plaza de Mayo fue escenario de todos los acontecimientos conmovedores de su
historia. Esta plaza vio como todas las convulsiones políticas y las fiestas
populares más importantes se desarrollaban sobre sus tierras a lo largo de 420
años.
La Plaza de Mayo, como Plaza Mayor, era un sitio multiuso: en ella se llevaban a
cabo ceremonias religiosas y oficiales, estaba el mercado, era estacionamiento
de carretas, corridas de toros, ejecuciones publicas o cepos de castigo. Pero a
pesar de ser tan importante no era mas que un descampado barroso y polvoriento,
dependiendo del clima, que recién fue mejorado en 1803 con la construcción de la
Recova, de la cual hablaré más tarde.
A lo largo de tantos años es de imaginar que la plaza tubo innumerables cambios,
incluso de nombre. En un comienzo era llamada Plaza Mayor y ocupaba menos
espacio que ahora, ya que en la mitad norte, frente a la actual Casa Rosada,
estaban los jesuitas, desde 1608 a 1665. Cuando los jesuitas se trasladaron a
otro lugar, la zona se transformó en un baldío con los restos de edificios, al
que llamaban Plaza de Armas (también Plaza del Mercado) y donde hacían sus
alardes las milicias, también ahí se instaló la horca, justo donde hoy esta la
estatua de Belgrano, durante más de un siglo fue escenario de las ejecuciones,
espectáculo macabro al que asistía mucho público. El resto del terreno de la
actual Plaza de Mayo, o sea frente al Cabildo, era paradero de carretas y
mercado y era llamado Plaza Mayor. Hay que imaginarse este mercado como muy
precario. En un comienzo era "de piso", o sea, vendían sobre mantas o ponchos y
luego se vendía con "bandolas", que eran unos cajones a modo de puestos de
feria.
Casi tan antiguas como la plaza son las palomas, ya en 1755 se tiene que poner
una cubierta al balcón del Cabildo a causa de ellas, y los regalitos que dejan
detrás de sí.
Recién en 1803 se concretan los proyectos para embellecer la plaza. Se construye
la Recova, una magnífica construcción que consistía en dos tiras de 20 locales
de largo cada una (10 de cada lado) separadas por un espacio que al año
siguiente fue cerrado por un arco central. Los locales tenían su frente hacia
ambos lados de la Recova, apuntando 20 al Cabildo y 20 al Fuerte. Quedaba así
dividida la plaza. Tenía 11 arcos en cada ala, techo con azotea. A su gran arco
central se trasladó la horca, colgándose a los ajusticiados por espacio de
varias horas.
La Recova fue la primera galería comercial de Buenos Aires, y estaba ocupada por
diversos comerciantes que pagaban entre 14 y 20 pesos mensuales de alquiler.
Había vendedores apiñados en la doble fila de cuartitos, ofreciendo de todo para
la gente de clase baja, desde ropa hecha hasta monturas. En 1805 el virrey
Sobremonte hizo empedrar el camino que iba del Fuerte (actual Casa Rosada) al
arco central de la Recova y dispuso que las carretas se dirigieran a otras
plazas, la de Montserrat y la de San Nicolas. Durante las Invasiones Inglesas la
Recova cobro gran importancia, ya que los ingleses se defendieron desde sus
techos y arcos contra las tropas reconquistadoras, y ahí mismo en la Plaza de
Mayo se libró la batalla final por la Reconquista.
Gracias a la Recova la plaza quedaba dividida en dos, de un lado la Plaza de
Armas o del Fuerte y del otro la Plaza Mayor, que desde 1808 se llamaría Plaza
de la Victoria en conmemoración de la victoria sobre los ingleses en 1806. La
parte que daba al Fuerte luego de 1810 paso a llamarse 25 de Mayo. En esta
parte, justo donde hoy esta la estatua de Belgrano, funcionaba un improvisado
mercado de alimentos hacia 1815.
En 1811 aparece otro gran protagonista de la plaza: la Pirámide de Mayo. Su
erección fue todo un acontecimiento, ya que se trataba del primer monumento de
la ciudad. Se coloca en el centro de la Plaza de la Victoria (manzana frente al
Cabildo). En 1856 una comisión encarga a Prilidiano Pueyrredón, la tarea de
remozar al monumento. Pueyrredón la eleva a 18 metros y medio y le coloca la
estatua de la libertad. A ambos lados de la Pirámide había dos fuentes de
hierro, que mas tarde se movieron y actualmente están frente al Teatro Colón.
Recién en 1872 ambas plazas tuvieron un aspecto digno de un paseo. Fue gracias a
una comisión de vecinos, que también se encargaban del mantenimiento. El 24 de
septiembre de 1873, se inaugura el monumento al general Dr. Manuel Belgrano,
hasta 1886 estuvo ubicada en el centro de la Plaza 25 de mayo (frente al Fuerte)
mirando hacia el oeste pero luego de esta fecha se la traslada frente a la Casa
de Gobierno y dirigida hacia el norte.
Ya en 1883 el intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear, compra la Recova y
la destruye en cinco días, también a los árboles que rodeaban la plaza. Las
palmeras que están hoy en la plaza ya estaban desde antes y se ordeno que se las
quitase, pero como todos sabrán las palmeras siguen ahí. Así, con la demolición
de la Recova las dos plazas quedan unidas en la que se llama Plaza de Mayo. En
realidad la plaza continuó dividida por la calle defensa, pero en 1890 ésta se
cerró.
Al francés Charles Thays, arquitecto y paisajista, se le deben todas las mejoras
en las plazas de Buenos Aires. Les dio jardines con bellas plantas y árboles.
Thays actuó en nuestra ciudad desde 1891 hasta su muerte en 1934. A la Plaza de
Mayo le realizo un cambio total, se desmontó el terreno, se lo alisó e igualo en
altura al de las calles circundantes. Transplantó algunas de las palmeras,
llevándolas al Parque 3 de Febrero y trajo de este ultimo algunos plátanos. Le
diseño caminitos en cruz y canteros. En 1895 se inauguró el alumbrado eléctrico
y en 1904 se le agregaron dos estanques circulares luminosos. En 1913 se excavan
sus entrañas para que por debajo de ella pase el subterráneo.
La imagen de la plaza siguió cambiando y mejorando hasta nuestros días, pero
ahora solo tenía un objetivo, ser un paseo lindo, no mas mercados, ni carretas,
ni ejecuciones, pero sí paso a ser el escenario predilecto de todas las
manifestaciones publicas. Muchas manifestaciones se dieron en su suelo, de las
más sonadas fue la del 17 de octubre de 1945; hasta la bombardeó la aviación
naval en junio de 1955 y finalmente asumiría un nuevo símbolo a partir de abril
de 1977 cuando las Madres exigían respuestas sobre sus hijos desaparecidos. Y
finalmente con el regreso de la democracia la plaza albergó a miles de personas
en 1983, que querían festejar el regreso a la libertad.
Plaza San Martín
Es una de las plazas más antiguas de la ciudad y también una de las más
hermosas, por su exuberante vegetación, grandes y bellos árboles y gran variedad
de plantas. Alberga el monumento a los caídos en Malvinas.
Cuando Garay fundo la ciudad, estableció los limites de la traza, o sea, el
perímetro que encierra las manzanas habitables. También estableció el ejido, que
era el espacio de tierra que rodeaba la traza, y la separaba de las quintas,
destinado para el uso común del pueblo. Parte de este terreno fue cedido en 1692
por el gobernador Robles al vecino Miguel de Riglos, en una jugarreta para
burlar la prohibición que pendía sobre los gobernadores para adquirir tierras en
el territorio que gobernaban. Este terreno cedido constituía la mitad de la
actual Plaza San Martín. Hacia el final de su gobierno Robles edifico una gran
casa en el terreno de su amigo Riglos. Bautizó a la casa con el nombre de El
Retiro. Habitó en ella hasta que se fue a España en 1704. La casa quedo para
Riglos quien la alquiló a la Compañía de Guinea, encargada de traficar esclavos
negros en este territorio, la casa la utilizaban para alojar a los esclavos
mientras se recuperaban del terrible viaje desde su Africa natal. En 1706 la
compañía se fue a otro lugar. Pero en 1718 la casa fue vendida a la Compañía
inglesa del Mar del Sur, quien remplazó a la compañía francesa en la trata de
esclavos. Este fue el comienzo de la magnífica Plaza San Martín, en esos tiempos
el terreno era descampado, con algunos árboles, y con la misma barranca. El
terreno de la plaza paso a manos del gobierno cuando los ingleses fueron echados
de la región, menos la barranca que era propiedad privada.
Ochenta años después, en el espacio abierto de El Retiro se edifico la segunda
Plaza de Toros de la ciudad, en la prolongación de las calles Santa Fe y M. T.
de Alvear, entre Florida y Maipú. Esta era mucho más espectacular que la creada
anteriormente en la Plaza Montserrat. Fue inaugurada el 14 de octubre de 1801.
Podía albergar a más de diez mil personas. Era de forma octogonal y estilo
morisco con ladrillos a la vista. Esta plaza de toros fue escenario de una
valiente defensa por parte de las tropas españolas cuando los ingleses las
asediaron durante horas en 1807. Las corridas de toros siguieron hasta 1819, año
en que el gobernador de Buenos Aires ordena que se tire abajo la Plaza de Toros.
En 1812 se mudan a la actual Plaza San Martín, el regimiento de granaderos a
caballo y su comandante don José de San Martín. Utilizaron los cuarteles que
había en el Retiro.
El espacio abierto de El Retiro, se llamaba Campo de la Gloria, en honor a los
valientes que lo defendieron de los ingleses, pero en 1822 se lo denominó plaza
Marte. En tiempos de Rosas funcionaron calabozos en esta zona.
Pero tomó el aspecto de plaza solo luego de que se supiera que en Chile se
estaba preparando una estatua del libertador San Martín. Se decidió rendirle
igual homenaje en nuestra patria, para lo cual se encomendó una comisión de
vecinos de Retiro, lugar elegido para colocar la estatua, contratar la ejecución
del monumento y remodelar el lugar formando un paseo en la Plaza Marte. El 13 de
julio de 1862 se inauguró la estatua de San Martín que hoy se puede apreciar.
Mientras que se esperaba la estatua, el ingeniero Nicolás Canale transformó
totalmente el lugar para convertirlo en un paseo. Primero regularizó el terreno
de la plaza, lo elevo y lo rodeo de una reja de hierro, y abrió seis
escalinatas. Las entradas por los dos puntos estaban señaladas por dos altos
pilares. En el centro se instaló una hermosa fuente. Recién en 1878 se cambio el
nombre del paseo a plaza San Martín.
Con el correr de los años se produjeron grandes cambios en el ámbito de la
plaza. En 1931 el intendente decidió prolongar los jardines de la plaza hasta
los bajos del Retiro. Los jardines fueron remodelados bajo la experta dirección
de Thays. En 1936 se construyó a su vera el edificio Kavanagh, primera torre de
viviendas levantada en Buenos Aires. Los árboles plantados por Thays terminaron
convirtiendo a la Plaza San Martín en uno de los lugares más lindos de la
ciudad.
Plaza Miserere
En sus orígenes esta plaza fue quinta, la Quinta de Miserere, más tarde se la
conoció como Mataderos de Miserere, hacia 1814; Hueco de los corrales en 1817 y
Mercado del Oeste en 1850. Luego se la conoció como Mercado o plaza 11 de
septiembre. Recién recibe el apelativo de plaza en 1947. Siempre fue un punto
propicio por ser cruce de dos caminos anchos.
En esta plaza se encontraron las fuerzas que reconquistarían la ciudad ocupada
por los ingleses en 1806, y en ella también, fueron vencidas las tropas de
Liniers en la Segunda Invasión Inglesa de 1807.
Hasta 1882 funcionó en su perímetro el mercado Once de Septiembre, y a ella
llegaban las tropas de carretas. Pero a partir de este año comienza a delinearse
la plaza por obra del intendente Torcuato de Alvear, el terreno quedó levantado
sobre la calle adoquinada, y se lo encuadró con un pequeño muro, abierto a
tramos por escalones. Fue remodelada íntegramente por el trazado del
subterráneo, que fue a cielo abierto, con el consiguiente traslado de todo lo
que había sobre la plaza. Como en muchas plazas porteñas, en ella se veían
surtidores de agua corriente, que servían para calmar la sed de los caballos y
mulas que arrastraban los rodados. También eran utilizados por los inquilinatos
de la periferia.
Desde fines de 1923 se la ve como nosotros la conocemos ahora. Solo con el
agregado en 1932 del mausoleo que guarda las cenizas de Bernardino Rivadavia.
Plaza Lavalle
Esta plaza comenzó sus días como quinta. Era llamada el Hueco de Zamudio (nombre
del dueño). En este hueco se refugiaba gente muy poco respetable, mas que nada
delincuentes. Como todas las plazas fue paradero de carretas, pero para 1822
cesaron las actividades comerciales y el lugar paso a ser conocido como la Plaza
del Parque.
Años más tarde se instaló en los limites de la actual plaza Lavalle la Fábrica
de Armas y el Parque de Artillería. También hubo un palacio en la plaza, fue el
palacio de Miró, así nombrado por su dueño Mariano Miró, construido en 1868, y
demolido en 1937 para ensanchar la plaza. También en los limites de la plaza se
instaló el cuartel del 2° batallon del regimiento 1 de infantería. En ese mismo
lugar se instalaría el Cuerpo de Bomberos. Muchas mudanzas hubo en esta esquina
de Libertad y Tucumán, ya que ahí mismo funcionó un albergue de mendigos, así
como el famoso circo Chiarini.
Recién en 1878, se bautiza a la plaza con el nombre de Lavalle. En 1887 se
inaugura el monumento a Juan Lavalle, esa magnifica torre. Hacia 1905 comenzaron
las construcciones del Palacio de Justicia, que finalizarían en 1910. En el
interin, 1908, se mudo el Teatro Colon frente a la plaza, fue inaugurado el 25
de mayo; antes había estado frente a la Plaza de Mayo. Ya para 1910, a esta
plaza, se la tiene como uno de los espacios verdes mejor cuidados, con mucha
variedad de canteros florecidos y sus árboles de distintas especies. Este marco
la convierte hoy en día en una de las más hermosas plazas de Buenos Aires.
Plaza Constitución
Antiguamente esta plaza era llamada los Corrales del Alto. Las tropas de
carretas que antes se juntaban en la plaza Independencia, pasaron a juntarse en
la de Constitución luego que en ella se instaló el Mercado de Frutos en 1859.
Durante mucho tiempo funcionó sobre la parte este de la plaza, una cancha de
pelota, conocida como cancha de Larre.
En 1864 se inaugura la estación del ferrocarril. El mercado de Frutos y las
carretas continúan hasta 1885, en esta fecha el intendente Torcuato de Alvear
modifica la plaza para que sea un paseo. Se la embelleció hasta convertirla en
una de las más lindas de la ciudad, con muchos arboles y jardines. Destacándose
en ella un castillo en ruinas, y en el centro de la plaza un lago artificial
provisto de un pequeño puente. La estatua de Juan José Castelli, se inauguró en
solemne ceremonia el 20 de mayo de 1910. También se levanto en esta plaza una
estatua de Juan Bautista Alberdi, inaugurada el 29 de agosto de 1964.
Plaza Italia
Italia fue la primera nación extranjera, aparte de España, que nos dio su nombre
para una de nuestras plazas. Otras la siguieron como plaza Británica, plaza
Francia, plaza Irlanda, ello como reconocimiento del pueblo argentino a los
países europeos que se asociaron a los festejos patrios del Centenario de la
Revolución de Mayo. El nombre fue consecuencia de la instalación del monumento a
Garibaldi en la hasta entonces plaza de Los Portones. El monumento se inauguró
el 19 de junio de 1904.
El lugar de la Plaza Italia fue un sitio abierto al paso público desde muy
antiguo. Fue tenida en cuenta al ver la gran afluencia de gente que concurrió a
la primera Exposición de la Sociedad Rural Argentina, que se realizó en 1878.
Siguió cobrando animación, con la creación del Jardín Zoológico en 1890; el
Jardín Botánico en 1892.
Su antiguo nombre se lo darían unos inmensos portones que constituían la entrada
al Parque 3 de Febrero, creado en 1875, ellos daban frente a la actual Plaza
Italia. En 1917 desaparecieron los "Portones de Palermo".
La decoración de la plaza solo tenia a fines del siglo pasado una fuente en su
centro, que era una de las dos que se habían retirado de la actual Plaza de
Mayo. Los árboles, el césped y las flores que se ven actualmente vendrían muchos
años mas tarde.
Plaza del Congreso
Esta es una de las pocas plazas que fue creada expresamente, no nació ni de un
basural, mercado o hueco. Fue una creación del municipio en 1910. Se la conformó
en carácter de urgencia, delante del palacio del Congreso, para conmemorar el
centenario de la Revolución de Mayo. El edificio del Congreso fue inaugurado el
10 de mayo de 1906. La avenida de Mayo terminaba frente a las puertas del
Congreso. La avenida misma fue inaugurada el 9 de julio de 1894. Muchos
edificios se tiraron abajo para abrir espacio a la futura plaza.
El principal motivo de la plaza fue la fuente decorativa Dos Congresos, estos
son el General Constituyente de 1813 y el de la declaración de la Independencia
de 1816. El único cambio ocurrió cuando se construyó el subterráneo, obra que se
realizó a cielo abierto, luego la plaza quedó tal cual como hoy la podemos ver.
Otra plaza creada expresamente es la de barrancas de Belgrano. Ya se encontraba
en la traza del pueblo de Belgrano efectuada por Saturnino Salas el 1° de
diciembre de 1855.
Plaza de la República
Para los que no la asocian con su nombre, es la que tiene como principal árbol a
un alto Obelisco, distintivo de Buenos Aires. En esa misma plaza se encontraba
la iglesia de San Nicolás de Bari, en cuya torre se izó por primera vez la
bandera nacional. La iglesia con su torre, fueron demolidas cuando se amplió la
avenida Corrientes y se construyó la 9 de Julio.
Lo cierto es que una vez constituida la plaza el intendente Mariano de Vedia y
Mitre encargó al arquitecto Presbich el diseño de un obelisco y lo construyó la
empresa Siemens Bauunion en el tiempo récord de cuatro semanas. Se inauguró
formalmente el 23 de mayo de 1936 a las 3 de la tarde. Inicialmente estaba
revestido por "lajas". En la noche del 20 al 21 de junio de 1938 se
desprendieron varias de estas lajas, a raíz de ello se lo cubrió con el revoque
actual en el que se simularon las lajas. La plazoleta o rotonda que rodea al
obelisco sufrió infinidad de modificaciones. Fue redonda, ovalada, alargada,
cortada y con anexos, etc. En la actualidad tiene algo de vegetación y algunos
arbolitos. Pero su principal mérito es el de reunir a todos los argentinos que
vivimos mas o menos cerca cada vez que se festeja algo, como un triunfo de la
selección de fútbol.
Las plazas sufrieron grandes cambios a través de los años, así también la
utilización que se les dio, desde simples basurales o altos de carretas hasta el
paseo actual, que también sirve para cualquier tipo de manifestación colectiva,
como ser la victoria de algún equipo de fútbol o algún festejo o protesta
política. Pero actualmente existen muchísimos mas usos que antes no se le daban,
como el de tomar sol o escuchar música, o la horrible costumbre de los
paseadores de perros de llevarlos todos juntos a realizar sus necesidades. Como
habrán notado siguen siendo multifunción como las de los siglos pasados.
Bibliografía relevante
"Barrios, Calles y Plazas de la ciudad".
Carranza, Adolfo. "Razón del nombre de las calles, plazas y parques de la ciudad
de Buenos Aires".
Del Carril, Bonifacio, "La plaza San Martín".
Guarda, Gabriel. "En torno a las plazas mayores".
Gutierrez, Ramon y Berjman, Sonia. "La Plaza de Mayo".
Llanes, Ricardo. "Antiguas plazas de la ciudad de Buenos Aires".
Luqui Lagleyze, Julio. "Las Plazas de Buenos Aires". Todo es Historia. N° 90.
Prestigiacomo, R. y Uccello, F. "La pequeña aldea"
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