"Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas."  Ramón Carrillo

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Reportaje a Augusto y María Salomé Carrillo, sobrinos de Ramón Carrillo

El doctor Ramón Carrillo (1906-1956)

Por Pedro Pesatti*, 2006

"Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas". Así pensaba el padre de la medicina social de la Argentina, cuyas ideas, cincuenta años después de su paso por la función pública, provocan la sensación de que el tiempo no pasa.

Los sobrinos del gran sanitarista y primer ministro de Salud Pública que tuvo este país, refieren en este reportaje la vida de un argentino que fue sometido al exilio y a la muerte lejos de su patria, como sucedió con tantos otros grandes hombres de la historia nacional.
Augusto Carrillo es licenciado en Relaciones Públicas y coautor, junto con su padre Arturo, del libro "Ramón Carrillo. El hombre, el médico, el sanitarista". Su hermana, María Salomé, es médica psiquiatra. Ambos están empeñados en la divulgación de la vida del doctor Ramón Carrillo, en la tarea de transmitirle a las nuevas generaciones el contenido de un nombre que designa hospitales, calles y agrupaciones políticas.
"Todo el mundo conoce a Carrillo, pero apenas algunas breves referencias sobre lo que hizo. Lo importante es que podamos conocer a fondo su pensamiento. De poco sirve recordarlo si no somos capaces de aprovechar lo que él más hubiera querido: sus ideas, verdaderamente revolucionarias, que marcaron un antes y un después en las políticas de salud de la Argentina", señalan ambos.

- ¿Cuál fue el motivo por el cual su padre y usted escribieron un libro que, llamativamente, es el primero que aborda íntegramente la vida de un hombre que tuvo enorme influencia en las políticas de salud que se aplicaron en la Argentina durante la etapa del peronismo histórico?

-Augusto Carrillo: Los Carrillo eran once hermanos, siete varones y cuatro mujeres. El mayor de los varones era Ramón y el más chico Arturo, mi padre. El sintió que tenía una responsabilidad: garantizar que la obra de su hermano no quedase en el olvido. Durante años se dedicó a recopilar sus escritos, libros, documentos, información de la más variada, y cinco años atrás decidimos escribir un libro, para lo cual convocamos a un grupo importante de colaboradores. Es cierto que mi tío no era ni es un desconocido, ni hacía falta un libro para que se lo conociera. Sin embargo, ese conocimiento sobre su vida y su obra es, paradójicamente, escaso. Normalmente, en tiempo de elecciones, los políticos suelen invocarlo y también los funcionarios de turno. Hablar de Carrillo queda bien. Pero lo sustancial, lo que motivó la escritura del libro, suele contar muy poco. Lo que mi padre quería es que sus ideas sean retomadas, porque tienen una actualidad asombrosa, y para que no terminen siendo piezas de museo. Por eso lo acompañé en ese esfuerzo enorme que significó escribir un libro y publicarlo después.

-¿Quién lo editó?

-AC: Nosotros mismos, y ciertamente a puro pulmón. No encontramos a nadie que quisiera apoyarnos.
-María Salomé Carrillo: Es verdad. Parece mentira, pero publicar el libro resultó una odisea. Nosotros jamás nadamos en la abundancia ni gozamos de ningún beneficio por llevar el apellido que tenemos. Por lo tanto, emprender la publicación no fue fácil. Mi padre tuvo que romper la alcancía de sus ahorros y contar hasta su última moneda para poder editarlo. Alcanzó a ver los vegetales del libro, pero un mes antes de la presentación falleció.
-AC: Creo importante destacar el apoyo que nos dio la Cátedra de Neurocirugía de la UBA, que nos cedió el Aula Magna para presentar el libro en un evento que contó con la presencia de grandes médicos, muchos de los cuales fueron discípulos y colaboradores de mi tío. El, en tal sentido, fue el primer profesor titular de esa cátedra, cuando tenía treinta y seis años, y también rector de la UBA, tiempo antes de la llegada del peronismo al poder. Por otra parte, tanto mi padre como mis tíos Santiago y Marcos siguieron la misma especialidad, como neurocirujanos. Ramón fue de alguna manera quien los formó en este campo y el que les exigió que no participaran de la función pública mientras era ministro. No le gustaba lo que hoy es tan común: designar parientes a diestra y siniestra. De cualquier manera, cuando triunfó la Libertadora, todos cayeron en la volteada.

- El doctor Carrillo dejó el Gobierno de Perón un año antes del derrocamiento. ¿Por qué renunció a su cargo?

MSC: Se dijeron muchas mentiras, como por ejemplo que mi tío y Perón se habían peleado. No es así. El estaba muy enfermo y no podía continuar al frente del ministerio. Perón le ofrece otro cargo pero él decide viajar a los Estados Unidos en virtud del mal que lo aquejaba. Se va sin un peso y sin trabajo. Su enfermedad no cede, no encuentra cura, y un colega suyo le ofrece trabajar en Belén, Brasil, y allí se establece para ejercer su profesión en la tribu de los indios caboclos, que jamás habían visto un médico. No podía volver al país porque la Libertadora se lo impedía y poco después muere, en 1956, cuando apenas tenía cincuenta años.
-AC: La dictadura, además, no nos permitía repatriar sus restos. Recién en el ´72 pudimos hacerlo. Cuando Perón asume la tercera presidencia, nos pide rendirle un homenaje y por fin pudimos velarlo y darle la sepultura que se merecía.

-¿Cómo nace la vinculación de Carrillo con Perón?

-MSC: Mi tío era el jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Militar Central y poco antes del 17 de octubre se conocen en un pasillo. Perón ya tenía referencias sobre él porque sus trabajos ya eran muy conocidos en el país y en el extranjero.
-AC: Ambos trabaron una gran amistad. Mi tío tenía un trato directo con Perón, lo que le permitió trabajar con un gran apoyo. Ese día que se conocieron en un pasillo del Hospital Militar, Perón ya le anticipó su idea de crear un Ministerio de Salud Pública. No puede ser, le dijo, que en este país tengamos un ministerio para las vacas y no tengamos uno para atender la salud de la gente. Cuidamos más a las vacas que a los pobres. Esas palabras, seguramente, deben haber impactado mucho en mi tío, que tenía preocupaciones sociales desde su adolescencia.
-MSC: Hay que agregar también que con Evita tenía una relación muy especial, al punto que ella y Perón son los testigos de su casamiento con mi tía Susana. Formaban un trío magnífico: Perón ponía su liderazgo y su enorme capacidad de decisión política, mi tío sus conocimientos y Evita el corazón y el cuerpo. Un día, por ejemplo, Eva se entera que en el Castex la atención no era buena. Se presenta disfrazada de "grasita" y la hacen esperar un tiempo interminable. Cuando ya tenía probado cómo atendían a la gente, se saca el disfraz, llama al director y al jefe del Servicio Médico y pone el hospital patas para arriba. De esa manera se complementaba con mi tío.

-¿Cuáles son los aspectos más relevantes del pensamiento del doctor Carrillo?


María Salomé y Augusto Carrillo, 2006

-AC: La salud en la Argentina, creo que hoy nadie lo discute, se divide en un antes y un después de su paso por el Ministerio.
- MSC: Específicamente él advierte que lo social es clave y promueve en el campo de la medicina y de la salud una concepción sobre el hombre en su triple dimensión bio, psicoespiritual y social. Espiritual no en el sentido de la fe sino como ese punto donde se asientan los valores del ser humano. Antes del paso de Carrillo por la función pública sólo se ponía el acento en la enfermedad y además eran muy pocos los que podían acceder a un tratamiento adecuado. Por eso se oponía al uso de la palabra sanidad, que consideraba limitante. El decía que el hombre no sólo se enferma en su bios, se enferma también en su alma y en su mente. Si una persona no tiene trabajo digno, alimentación adecuada, vivienda, es muy difícil que ese hombre pueda vivir sano. Por eso, Carrillo inaugura la medicina social en la Argentina, producto de haber estudiado las experiencias que ya se registraban en Europa y en los grandes movimientos sociales de su tiempo. La medicina social trabaja sobre todo en la prevención y esta tarea involucra, desde luego, a la medicina, pero también otros campos del conocimiento.

- Usted me decía recién, Augusto, que su tío desde muy joven revela una preocupación por lo social. Siempre suele haber como un detonador. ¿En qué momento se manifiesta este compromiso en la vida de Carrillo?

-AC: Cuando él se va de Santiago del Estero y toma el tren para estudiar Medicina en Buenos Aires, queda impactado por la pobreza de los niños que ve pasar por la ventilla de su vagón en cada estación donde el tren se detiene. Esto lo marca mucho. Pero ya antes, a los dieciséis años, escribe un libro, "Glosa para los Humildes", en donde hace referencia a la situación de los empleados públicos que no tenían posibilidad de jubilarse.
-MSC: Cuando vuelve a su provincia, siendo ministro, piensa en un sistema en el que la gente no tenga que recorrer largos caminos para acceder a la asistencia médica. En ese momento el sistema estaba fragmentado: había centros para tuberculosos, para enfermos de chagas, para enfermedades venéreas, etc. Estos centros estaban repartidos en distintos puntos del país, con lo cual no era fácil, para un enfermo, acceder a ellos. Frente a este estado de situación, mi tío genera centros regionales para atender a las personas sanas, para hacer lo que hoy llamamos la atención primaria y centros especializados para los enfermos con enfermedades crónicas y complejas a los que eran derivados. Los centros de salud estaban al lado de la gente y eran el sitio desde donde se constituyó el sistema de salud.

-¿Encontró resistencias para llevar a la práctica su concepción de medicina social?

 
Producción de El espejo retrovisor, programa conducido por Felipe Pigna por Canal 7, emisión del 09/09/09 (PARTE 1 - duración 20 minutos)


Producción de El espejo retrovisor, programa conducido por Felipe Pigna por Canal 7, emisión del 09/09/09 (PARTE 2 - duración 20 minutos)

-MSC: Seguramente debió haberlas tenido, pero hay que tener en cuenta que detrás suyo había un gran presidente que le dio todas las herramientas para ejecutar su proyecto.
-AC: El primer plan de salud propiamente dicho que tuvo nuestro país, y que formó parte del Primer Plan Quinquenal, lo produjo en cuatro meses, junto con un centenar de colaboradores, de distintas especialidades y profesiones, y sin distinguir si eran peronistas o no. Cuatro mil páginas en tres tomos conformaban el programa. Allí se planteaba un modelo centralizado en la concepción pero operativamente desconcentrado en regiones. El Ministerio de Salud existía realmente. Hoy tenemos una realidad distinta. En aquel momento tenía hospitales, institutos, equipos de científicos y de investigación. Y era conducido desde un enorme rigor desde el punto de vista de la planificación. Carrillo era casi un obsesivo en este punto. No le gustaba que nada quedara librado al azar. Además, como coinciden todos los que lo conocieron, era un hombre de una capacidad de ejecución incomparable. Mi padre solía referir un hecho que lo pinta acabadamente en este plano. Un día llegó a la Argentina un científico norteamericano con un proyecto para crear un centro especializado para la atención de quemados. Le pidió a mi padre que le consiguiera una entrevista con Ramón. Al otro día, a las nueve de la mañana, los recibió en su despacho. El doctor Kirshbaum comenzó a explicarle su proyecto y, en un momento dado, se dio cuenta de que Carrillo estaba como pensando en otra cosa. Kirshbaum se lo dice a mi padre. No te preocupes, le contestó: se pone así cuando está pensando. En un momento dado se incorpora con su metro ochenta y le dice al especialista: Usted será el primer director del Instituto del Quemado, cuya creación ya he decidido. Y discúlpeme si le pareció que no lo estaba escuchando. Inmediatamente llamó a su secretario y le dio instrucciones para que le facilitaran a Kirshbaum lo que necesitaba y, a los cuatro meses, el Instituto ya estaba funcionando a pleno.
-MSC: Pero así como era de ejecutivo también era distraído. Un día, cuando va a visitar a su novia Susana, lo lleva a un primo nuestro, Marcelo, que fue director del Ramos Mejía y actualmente es concejal de Pilar. Llega a la estación y su novia, que sabía que vendría a visitarla con su sobrino, le pregunta por Marcelito y ahí cae en la cuenta que se lo había olvidado en el tren.
-AC: Incluso llegó a lograr lo que parecía imposible: que Perón fuera impuntual. Es muy conocida la característica que tenía Perón de llegar a tiempo a cualquier cita y cómo se irritaba cuando alguien llegaba tarde a un encuentro. Pero un día Ramón lo invitó a visitar una exposición de cuadros en el Borda y la puntualidad de Perón cayó por el piso. Comenzaron a visitar la muestra y se quedaron varias horas conversando con los enfermos. Ese día Perón tenía una reunión muy importante con su Gabinete y la olvidó por completo.

-Carrillo fue además un gran innovador en otros planos que exceden el campo específico de la medicina.

-AC: Es verdad. Se interesó mucho por el arte de gobernar y eso se comprueba en su forma de gestionar. Pero también podemos citar el hecho de que fue el primero que trajo una computadora al país. Alquiló en Inglaterra una enorme máquina, que ocupaba todo el subsuelo del Ministerio, para hacer la primera estadística de salud de la Argentina. También desarrolló los principios de la arquitectura hospitalaria que dieron nacimiento a una cátedra específica en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires y que fueron adoptados en el mundo entero. Pero quizás una de las cosas más importantes que produjo fue bajar al médico del pedestal de un semidios para convertirlo en un trabajador de la salud. Cambio una filosofía, una cultura y una forma de pensar el ejercicio de la medicina. Para él, un médico debía tener la capacidad de analizar a su paciente en esa triple dimensión a la que hizo referencia mi hermana. Lo que predominaba antes de Carrillo era una mirada escindida del enfermo, tanto de su realidad social como de su entorno más inmediato. Por eso él articuló la acción de su Ministerio con casi todas las áreas del Estado. Si había un enfermo que vivía en una casa imposible de habitar, inmediatamente el Ministerio de Salud procuraba una vivienda digna para esa persona ante el organismo específico. ¿Quién puede vivir sano en una casa con humedad, sin calefacción, sin pisos, sin baño interior? De allí esa tarea interrelacionada que él instrumenta.

-¿Cuáles son los logros más importantes que usted incluiría en una breve reseña?

-MSC: Son muchos y resumirlos no es una tarea sencilla. En primer lugar, lo que hay que destacar es la introducción de lo que llamamos la medicina social en el campo de la salud. En otros planos es inevitable no mencionar la erradicación del paludismo, por ejemplo. También la duplicación de camas en los hospitales públicos en menos de nueve años. El ataque frontal contra las enfermedades venéreas y la sífilis que prácticamente desaparecen. La disminución de la mortalidad por tuberculosis, que pasó de 130 a 36 por cada cien mil habitantes. Erradicó epidemias como el tifus y la brucelosis y redujo la mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil. Junto con ello, no se puede dejar de mencionar las Especialidades Médicas del Estado, un conjunto de algo más de cien monodrogas de acceso gratuito para las personas que no tenían acceso a los medicamentos. Es una de las primeras decisiones que toma cuando se hace cargo del Ministerio. Y la ejecutividad, su principal atributo como funcionario, para hacer en tan pocos años una revolución que hasta el día de hoy no ha sido superada.

*Periodista, profesor en letras y legislador de la provincia de Río Negro.

[Imagen de la Muestra Pensamiento y Compromiso Nacional, Palais de Glace, Buenos Aires 17 de marzo - 10 de abril 2011]
 


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El Dr. Ramón Carrillo dirige la desratización del depósito de la calle Cabrera al 5000 donde se inició el brote de peste bubónica. Diciembre 1946.
Foto Archivo General de la Nación
 

Ramón Carrillo, un paradigma para el siglo XXI

Por Pedro M. Borio*

Ilustración: El Tomi.

Es probable que la disolución de los paradigmas ciudadanos, que nuestra sociedad construyó durante un siglo y medio, sea una de las pérdidas más grandes que hemos sufrido los argentinos en los últimos cincuenta años.

Nuestros grandes historiadores habían ayudado a construirlos. Toda nuestra educación de entonces ponía énfasis en difundir esas vidas y conductas, asumiendo que la exaltación de las mismas y de sus virtudes era formadora de las nuevas generaciones. Luego, los revisionistas pueriles de la historia se dedicaron a la destrucción de esos modelos que “la historia oficial”, según su mirada nihilista, había acuñado a lo largo de las décadas.

Manuel Belgrano sostenía, ya en su época: “Honrar la virtud cívica es educar a los pueblos”. ¿Qué quería decir con esto ? Claramente, que era responsabilidad del gobernante exaltar las conductas paradigmáticas, para establecer los modelos sociales a los que el resto de los ciudadanos pudiera anhelar parecerse.

Todo un ejemplo paradigmático es, en el campo de las ciencias médicas, uno de nuestros héroes civiles del siglo XX: el doctor Ramón Carrillo. Pero el revisionismo de pacotilla pretende, aún en nuestros días, desmadejar su figura. No es sencillo hacerlo cuando se trata de un hombre de esa escala, como humanista, científico, funcionario y docente.

¿Cómo evocar hoy la polifacética, riquísima personalidad de Ramón Carrillo? Santiagueño de alma, fue una inteligencia descollante puesta durante toda su vida al servicio de sus compatriotas, particularmente los más carenciados, los más sufrientes. Nacido en 1906 en el seno de una familia afincada en Santiago un siglo antes, heredó de su madre el fervor por la fe católica y de su padre el ideario radical. No mucho más tenía para heredar. Con grandes esfuerzos vino a estudiar a Buenos Aires donde, brillantísimo alumno, recibió su diploma de médico con honores y medalla de oro. Carrillo fue un maestro de la neurocirugía argentina, reconocido y valorado en el mundo por su talento y su inagotable búsqueda científica. Podría haber tenido fama, éxito y dinero en el ejercicio privado de su profesión, pero eligió otra cosa.

En 1944 dirige el Instituto Nacional de Neurocirugía y crea, organiza y preside la Escuela de Postgrado de la Facultad de Medicina de la UBA, con orientación a la medicina social y preventiva. Valorando el aporte de la Historia a todas las ramas de la ciencia, funda la Sociedad Argentina de Historia de la Medicina.

El flamante gobierno de Perón le ofreció, en 1946, el ministerio de Educación. Declinó el ofrecimiento, pero propuso la creación del ministerio de Salud Pública, cuyo único antecedente era, a la fecha, el Departamento Nacional de Higiene. Allí fue designado, para luego asumir la secretaría de Salud Pública, el 1° de junio de 1946, al ser creada ésta sobre la base del antiguo Departamento Nacional. Finalmente, al crearse por ley el ministerio de Salud Pública de la Nación, en 1949, Carrillo se transforma en el primer ministro en la historia de esa cartera.

Abrazó la causa de la salud pública con fervor. Se dieron en ese tiempo transformaciones colosales, que permiten asegurar que casi toda la infraestructura de salud con la que el país cuenta hoy se debe a esa gestión, realizada en conjunto con la Fundación Eva Perón: en sólo ocho años, se construyeron 4229 establecimientos sanitarios en todo el país. Esto amplió la capacidad hospitalaria en 130.180 camas. Jamás antes ni después la salud pública argentina recibió un impulso de esta magnitud.

La tasa de mortalidad infantil disminuyó claramente y la esperanza de vida al nacer aumentó de 61,7 años promedio a 66,5 en menos de una década. En 1947, inaugura el Instituto de Medicina Preventiva y su gestión edita el Plan Analítico de Salud Pública de la Nación. En 1949, publica su obra Política Sanitaria Argentina, considerada –junto con Teoría del Hospital (1953)– un tratado de consulta, aún hoy, en todo el mundo.

Impulsó y creó la especialización de médicos higienistas, hoy sanitaristas. Innovador, crea en 1948 los centros de salud, e inaugura los primeros 50. Decía entonces: “El centro sanitario es un conjunto de consultorios polivalentes, con servicio social, visitadoras sanitarias y bioestadística, para captación de enfermos, reconocimiento de sanos y tratamientos ambulatorios, en tanto que la Ciudad Hospitalaria funciona siempre en correlación con uno o más centros sanitarios”.

Se erradicó por completo el paludismo y enfermedades como sífilis y tuberculosis disminuyeron a niveles equiparables a países más desarrollados. Los argentinos debemos saber que el Servicio Nacional de Salud británico, considerado ejemplo de un sistema universal y público, data de 1949. Ya para entonces el sistema público de salud argentino superaba al británico, tanto en recursos aplicados como en resultados obtenidos.

Frente a quienes lo negaban y aún hoy lo niegan, escribió con amargura: “Si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre el esfuerzo donde dejé mi vida”. Aspiramos a que, en la necesaria restauración de los paradigmas que tanto necesita nuestra querida Argentina al comienzo del siglo XXI, los miles de jóvenes que abrazan cada año la vocación por la medicina quieran seguir su ejemplo. Carrillo nunca postuló al Premio Nobel de Medicina, pero por su obra gigantesca y la dimensión de su humanismo ilimitado, está merecidamente en el nivel de nuestros Nóbeles. El doctor Ramón Carrillo recibe hoy, a cien años de su nacimiento y cincuenta de su muerte, el reconocimiento emocionado de sus conciudadanos.

*Docente universitario, comunicador e historiador. Integra la Comisión de Homenaje al doctor Ramón Carrillo.
 


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Ramón Carrillo, el sanitarista de los argentinos

2006 AÑO DE HOMENAJE AL DR. RAMON CARRILLO
Presidencia de la Nación - Decreto 1558/2005

Por Osvaldo Vergara Bertiche*


"Frente a las enfermedades que genera la miseria,
frente a la tristeza, la angustia
y el infortunio social de los pueblos,
los microbios, como causas de enfermedad,
son unas pobres causas".
Ramón Carrillo

Hace 100 años, un 7 de Marzo de 1906, nacía en la Provincia de Santiago del Estero, Ramón Carrillo, que se convertiría, con el correr de los años y en función de la coyuntura favorable, en el Gran Sanitarista Argentino.

Su hermano Arturo al evocarlo en su libro "El hombre… el médico… el sanitarista" dice que Ramón como "Creador del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación, su labor fue de gran trascendencia pues no sólo abarcó el país sino que se proyectó a toda América Latina y el mundo, de modo tal que sus principios constituyen una de las bases de la Organización Mundial de la Salud, en especial cuando declara a la Salud como un derecho inalienable de los pueblos y obliga al Estado a garantizarlo en forma indelegable".

Su padre, don Ramón Carrillo, fue profesor (docente egresado de la Escuela Normal de Paraná), periodista y político (tres veces diputado provincial); su madre fue doña María Salomé Gómez Carrillo.

"Era el mayor de los once hermanos que componían el resto de la familia". Bisnieto de don Marcos Carrillo, que había sido un oficial español que cayó prisionero del General Manuel Belgrano en la batalla de Salta. Posteriormente, en 1819, fue liberado y se casó con doña Ascensión Taboada.

Ramón Carrillo realiza sus estudios primarios en la Escuela Normal "Manuel Belgrano", de la Ciudad de Santiago del Estero. Rindió en carácter de libre los grados quinto y sexto lo que le permite ingresar al Colegio Nacional de su suelo natal a la edad de doce años.


Dr. Ramón Carrillo - La guerra psicológica (1950)

En 1922, a los 16 años, publicó una monografía histórica, "Juan Felipe Ibarra: su vida y su tiempo", con la que ganó una medalla de oro, premio instituido por las "Damas Patricias" de su provincia; poco después presentó otro trabajo, "Glosa de los servidores humildes", en el que deja ya sentado precedentes sobre la necesidad de protección de la vejez.

En 1923, a los diecisiete años, egresa como Bachiller con medalla de oro.

En 1924, con sólo 17 años, comienza a cursar estudios en la Facultad de Medicina de Buenos Aires.

En 1927 obtuvo, por concurso de calificaciones, el cargo de Practicante Externo del Hospital de Clínicas y, casi al mismo tiempo, comenzó sus tareas como redactor de las Revistas del "Círculo Médico Argentino" y del "Centro de Estudiantes".

Conoce al Doctor Manuel Balado, importante neurocirujano argentino con formación en los Estados Unidos, y realizan, conjuntamente, trabajos científicos que fueron calificados como los primeros publicados en serie y de una alta calidad en los métodos investigativos.

A los 22 años de edad recibe su título de Médico.

En 1930, en virtud de sus altas calificaciones y por la calidad de sus trabajos, ganó la "Beca de la Universidad de Buenos Aires", que consistía en tres años de perfeccionamiento en Europa.

Eligió capacitarse en Holanda, Francia y Alemania. Europa, que le sirve para aumentar sus conocimientos médicos, le permite presenciar los profundos cambios políticos que se estaban produciendo (1930 - 1933).

"En octubre de 1932, Carrillo representó a la Argentina en el Primer Congreso de Neurología, en Berna, Suiza, siendo el participante más joven y uno de los más activos".

 

Regresa al país en 1933 y los doctores Arce y Balado "le confiaron de inmediato la organización del Laboratorio de Neuropatología del Instituto de Clínica Quirúrgica, lo que pudo ejecutar dividiendo su tiempo entre la neurocirugía a la mañana y el laboratorio a la tarde". Durante ocho años, y sin consultorio privado, se dedicó "tiempo completo" a esta actividad.

"Es decir que durante todos esos años, posteriores a su graduación, se dedicó exclusivamente a la investigación y estudio de las materias básicas de su especialidad y a la elaboración de numerosos trabajos científicos, de la misma orientación, manteniendo estrecha relación e intercambios de informaciones profesionales con los investigadores de la Escuela Neurobiológica Argentina en el Hospital de Alienadas y el Hospicio de las Mercedes, luego Hospitales Moyano y Borda".

Cuando regresa al país es también el año del pleno apogeo de la Década Infame, "donde puede vivenciar el sistemático saqueo y destrucción que sufre su patria, en un período caracterizado por la profunda decadencia moral de la dirigencia, donde se impone la corrupción, el negociado, la enajenación del patrimonio nacional y el empobrecimiento de una gran mayoría poblacional".

Adhiere entonces al llamado pensamiento nacional que tiene verdadero auge en esos tiempos. Su grupo más representativo, F.O.R.J.A. es fundado el 29 de junio de 1935 en un sótano ubicado en la Avenida Corrientes 1778 de la Capital Federal y entre los socios fundadores estaban Arturo Jauretche, Juan B. Fleitas, Manuel Ortiz Pereyra, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Atilio García Mellid, Jorge del Río, Raúl Scalabrini Ortíz y Homero Manzi, entre otros. Carrillo se vincula, justamente, con éste último, coterráneo y condiscípulo en la infancia, y así complementa su educación científica con las ideas políticas y culturales que éstos propugnaban.

"Vive la bohemia literaria y filosófica de los cafetines de Buenos Aires". Leía a José Pedroni, Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones; se relacionó también con Armando y Enrique Santos Discépolo; y manifestó una definida inclinación por la pintura argentina, iniciando la formación de una importante pinacoteca.

Queda claro que abrevó políticamente en el nacionalismo de esa época y advirtió que éramos "un país cultural, mental y económicamente colonizado", y tomando conciencia de que se hallaban dispersas las fuerzas capaces de modificar esa situación.

En 1937 recibe el Premio Nacional de Ciencias. Y en 1939 se hace cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central.

Este cargo le permite conocer con mayor profundidad la realidad sanitaria del país. Al tomar contacto con las historias clínicas de los aspirantes al servicio militar, procedentes de todo el país puede comprobar que prevalecen enfermedades vinculadas con la pobreza, sobre todo en aquellos de provincias postergadas.

Lleva a cabo estudios estadísticos que dan un resultado casi escalofriante: el país sólo contaba con el 45% de las camas necesarias y distribuidas de manera desigual. En algunas regiones las camas por cada mil habitantes eran del cero por ciento.

"Los hospitales gratuitos del Estado o de las sociedades de beneficencia se desenvolvían en condiciones precarias, por falta de personal, alimentación, medicamentos e instrumental. Las zonas rurales estaban totalmente desprotegidas… Los centros hospitalarios conservaban el espíritu de caridad que las sociedades de beneficencia le habían impreso desde el siglo anterior, muy alejado, más allá de sus buenas intenciones, del carácter de servicio público que debían tener".

Ramón Carrillo ha sido premeditadamente olvidado, hasta ahora, de los anales de la Salud Pública, de la medicina sanitaria, de la lucha contra las enfermedades endémicas y de una medicina organizada e integrada. De un plan de salud para todo el país.

Carrillo accedió en 1941 como Profesor adjunto en la cátedra de Neurocirugía, y en 1942, al morir el profesor Manuel Balado, Titular de dicha Cátedra, se presenta a concurso para reemplazarlo, con un bagaje de antecedentes y trabajos que conformaban una acabada demostración de su talento. Realizó un interinato de unos meses y luego recibió la confirmación, a los 35 años de edad.

En su conferencia inaugural sostuvo que la formación del neurocirujano debía ser estricta y muy cuidadosa, puesto que se requería del profesional que abrazara esa especialidad una extraordinaria capacidad técnica, salud física, gran entrenamiento intelectual y vastos conocimientos adquiridos metódicamente. Debía tener además el espíritu abierto a todos los vientos, "amasado el corazón"; no gritar, como el Mefistófeles de Goethe, "Nada sé decir del sol y de los mundos; sólo miro cómo sufren los hombres".

"No señores", decía Ramón Carrillo en aquel primer contacto con sus alumnos, "debemos abrir nuestros brazos al mundo y dirigir los ojos al sol. Debe ser el neurocirujano un hombre capaz de ocultar su triste destino al que ya no espera nada, manteniéndole el último destello de una ilusión. Cualquier espíritu noble estará con Santo Tomás: es preferible un sentimiento que consuela a una verdad que ilumina".
Y concluye: "Vosotros, desinteresados en las contiendas, limpios de los estigmas de las ambiciones, caeréis con sorpresa en las encrucijadas; el tiempo os despeñará del mundo de los sueños a los ásperos caminos de la vida. Entonces los más nobles sentimientos se pervierten en el vaso impuro del corazón humano si un ideal altruista y de trabajo no lo embalsama, purificándolo del mal de las codicias y de la convicción materialista de que la vida es botín legítimo del más fuerte".
La segunda guerra mundial había dividido al país en "neutralistas" y "rupturistas".

Carrillo era neutralista coincidiendo con los argumentos de F.O.R.J.A., en el sentido que la guerra mundial era un problema entre países imperialistas, en el que Argentina no debía participar. Por esta razón fue tildado de "pro-nazi".

Desde la Universidad, Carrillo venía apoyando al gobierno desde 1944, y por esos tiempos conoce en el Hospital Militar al Coronel Juan Domingo Perón, con quién mantiene innumerables conversaciones sobre la problemática nacional y en particular sobre la carencia de planes y servicios de salud para los más necesitados.

A principios de 1945 la Escuela de Medicina designa a Carrillo representante ante el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires.

En dicho cargo y apoyado por nacionalistas y forjistas, resiste presiones, lucha contra imposiciones arbitrarias, habla incansablemente con profesores y grupos de estudiantes para esclarecerlos sobre el problema argentino, pero logra escasos resultados. La inteligentzia no le escucha.
Carrillo se aproxima cada vez más a la línea de F.O.R.J.A.; lee a Scalabrini Ortíz y siente que el movimiento que se está formando alrededor del Coronel Perón constituye la base ideológica de una fuerza de características nacionales.

Fue el creador, organizador y primer Presidente de la Escuela de Postgraduados en la Facultad de Medicina, con orientación hacia la medicina social y preventiva.

Fue fundador de la Sociedad Argentina de Historia de la Medicina, publicó 140 monografías sobre temas vinculados a la neurología, psiquiatría, histología y patología del sistema nervioso, con especial referencia a la neurocirugía y a la historia de la medicina.

Así mismo intuía que las legiones de "cabecitas negras" que arribaban a Buenos Aires eran adelantados del tiempo nuevo y que su acción, desde las fábricas, alcanzaría los objetivos que las armas no consiguieron.

El 17 de Octubre de 1945, Carrillo, que era Jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Militar, dispone que se reserve una habitación para Perón, ya que éste sería trasladado desde la isla Martín García.

Allí se produce, entre ambos (Perón y Carrillo), una simbiosis que significaría el germen de la Revolución Sanitaria más importante que conoció nuestro país.

Después de las elecciones del 24 de Febrero de 1946 el Doctor Carrillo pasó a ocupar un lugar importantísimo en la estructura del naciente peronismo. El 23 de mayo de ese mismo año, en acuerdo general de ministros, se crea la Secretaría de Salud Pública, con rango de Ministerio (pasaría a ser Ministerio con la Reforma Constitucional de 1949).

El 29 de mayo, mediante un Decreto del Poder Ejecutivo, el Profesor Doctor Ramón Carrillo fue designado Secretario de Salud Pública, cargo que asumiría el día 4 de junio de 1946 cuando el General Juan D. Perón se hizo cargo de la presidencia, y que conservaría hasta el 16 de Junio de 1954.
Al iniciar sus funciones, el Doctor Carrillo se encontró con una gran desorganización, con instalaciones sanitarias inadecuadas, y con falta de camas, de equipamiento médico, de insumos y de personal capacitado. Esto fue lo que lo motivó a comenzar a trabajar en una serie de cambios representados en tres puntos que el mismo Perón enunciaría:
1. Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud.
2. No puede haber política sanitaria sin política social.
3. De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados.

Carrillo marcó un interés especial en áreas que el Estado no había profundizado hasta entonces: la medicina preventiva, la medicina social y la atención materno-infantil.

Elaboró un plan de más de cuatro mil páginas, llamado "Plan Analítico de Salud Pública", en el que quedaba previsto hasta el más mínimo de los detalles. Todos los puntos del funcionamiento hospitalario estaban contemplados en este plan: cada empleado debería atender su función específica y todos ellos eran importantes por igual. El cuerpo médico dependía de que las áreas de mantenimiento, intendencia, lavandería, ropería, administrativa, contable, compras y personal cumplieran acabadamente con sus funciones.

También otorgó a la arquitectura hospitalaria una relevancia que no había tenido hasta entonces y promovió la construcción de centros de salud espaciosos, luminosos y funcionales. Incluso alentó la creación de una cátedra de Arquitectura Hospitalaria, así como la organización de cursos de instrumentación quirúrgica, enfermería, administración hospitalaria, hemoterapia, radiología, anestesiología, alimentación y muchos otros.

Como parte de su estrategia para mejorar la estructura sanitaria, Carrillo dividió el país en zonas sanitarias y planificó para cada una de ellas la atención especifica de sus problemas, procurando lo que denominó "centralización normativa y descentralización ejecutiva", es decir que todos en la órbita de la Secretaría de Salud se regirían con las mismas normas y criterios, pero las decisiones y la atención directa quedaban bajo la responsabilidad de cada uno de los centros de salud, aun en el caso de los más pequeños.

Como ejemplo del buen funcionamiento de su estrategia puede mencionarse la llegada de la vacunación antivariólica y antidiftérica hasta los pueblos más aislados y distantes.

Su estrategia de planificación se vio potenciada por la acción de la "Fundación Eva Perón".

Sostenía Ramón Carrillo que "Los problemas de la medicina como rama del Estado no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría".



Imágenes: gentileza Fundación Ramón Carrillo
Prof. Lic. Teresita Carrillo, presidente.
Prof. María Cristina Carrillo, vicepresidente
French 3036, Buenos Aires (1425), República Argentina
Tel.: (54 11) 4826-5715 | Tel./Fax: *(54 11) 4306-7314

fundacion.ramoncarrillo@gmail.com

En su mensaje al Congreso Nacional el 19 de octubre de 1946, el Presidente Perón presentó los lineamientos del Plan del Poder Ejecutivo sobre Realizaciones e Inversiones para el Quinquenio 1947-1951.

De ahí en más, se le conocería como "Primer Plan Quinquenal".

Dijo su inspirador el General Perón: "Aspiramos a una liberación absoluta de todo colonialismo económico, que rescate al país de la dependencia de las finanzas foráneas".

Agregando: "Para aumentar otras conquistas sociales, necesitamos aumentar la riqueza y aumentar el trabajo. Nuestro plan considera en esta segunda etapa, multiplicar la riqueza y repartirla convenientemente; y con ello las nuevas conquistas sociales han de salir fecundamente de nuestro propio trabajo, sin perjudicar a nadie.

Sin bases económicas no puede haber bienestar social, es necesario crear esas bases económicas. Para ello es menester ir ya estableciendo el mejor ciclo económico dentro de la Nación y a eso también tiende nuestro Plan.

Debemos producir el doble y a eso multiplicarlo por cuatro, mediante una buena industrialización, es decir enriqueciendo la producción por la industria; distribuir equitativamente esa riqueza y aumentar el estándar de vida de nuestras poblaciones hambrientas, que son la mitad del país; cerrar ese ciclo con una conveniente distribución y comercialización de esa riqueza; y cuando el ciclo de la producción, industrialización, comer-cialización y consumo se haya cerrado, no tendremos necesidad de mendigar mercados extranjeros, porque tendremos el mercado dentro del país y habremos solucionado con ello una de las cuestiones más importantes: la estabilidad social, porque el hambre es muy mala consejera de las masas... nosotros queremos dar al país una gran riqueza, pero consolidada por un perfecto equilibrio social.

Queremos que en la extracción, elaboración y comercialización de esa riqueza, el capital y trabajo, sean asociados, colaboradores y no fuerzas en pugna, porque la lucha destruye valores; sólo la colaboración, la buena voluntad y la cooperación son las fuerzas capaces de construir valores y de aumentar riquezas".

Y consecuentemente se dispone una inversión en Acción Social del orden del 7,5 por ciento y de un 9,4 en Salud Pública.

La cantidad de nuevas camas proyectadas para esta etapa es de 80 mil, como así hospitales, salas de primeros auxilios y erradicación de enfermedades endémicas.

Debemos hacer un paréntesis para introducirnos en la evolución de los sistemas de salud.

En el mundo y durante muchos siglos, el rol de los hospitales no estuvo asociado, justamente, a la atención de salud.

Antes del siglo XVIII el hospital era esencialmente una institución de asistencia a los pobres y a la vez, una institución de exclusión; por aquellos tiempos el hospital y la medicina eran campos independientes.

El carácter asistencialista y de segregación de pobres, dementes, mutilados y prostitutas procedía de la antigüedad y estaba presente en los templos de Asklepios de Grecia y en los Valetudinarios del Imperio Romano, (ambos lugares éstos en donde la tradición atribuyó al médico el rol de sacerdote) y en los asilos y hospitales a cargo de congregaciones religiosas durante la Edad Media y el Renacimiento, dando origen así a que se cristalizara el origen divino de la medicina occidental.

Ya entrado el siglo XVIII, las transformaciones económicas y sociales fueron modificando las funciones hospitalarias. Al decir de Foucault, la "medicalización" de los hospitales se fue manifestando en su localización y en la distribución interna del espacio, en la institucionalización de la presencia médica y en la organización de registros permanentes.

Así el médico asumió la responsabilidad de la organización hospitalaria, a la vez que se conformaron colecciones de documentos, pasando a ser un lugar de cura y de adquisición de conocimientos.

En el siglo XIX, la aparición de hospitales públicos convirtió lo que había sido un servicio domiciliario en otro en el que primaban nuevas funciones que, al mismo tiempo, se vieron impulsadas por el progreso de la ciencia médica y por las nuevas ideas que se difundían tales como la ideología liberal de la Revolución Francesa, la Social de 1848 y la aparición del Socialismo.

La ampliación de las competencias del Estado democrático moderno y la aparición de las democracias sociales durante el siglo XX, consolidaron las funciones del hospital como centro de atención médica cada vez más complejo y al servicio de capas de población cada vez más extensas.
"Los nuevos roles externos de las instituciones de salud se acompañaron de una paulatina redefinición interna: el saber médico, potenciado por el auge de las ciencias biológicas y exactas y por el desarrollo de la tecnología, se afianzó como eje del modelo de atención considerado como ideal, con un fuerte predominio de la acción curativa, y con un abandono de los aspectos psicológicos y sociales del proceso salud-enfermedad".

El modelo de atención se vio incentivado luego de la Segunda Guerra Mundial por los grandes intereses económicos que se desarrollaron en el sector.

En Argentina, durante la época colonial, los establecimientos públicos mostraban las clásicas características de albergues para indigentes con escasa o nula actividad de atención de la salud.

La creación del Protomedicato dispuesta por el Virrey Juan José de Vértiz en 1779, dependiente del de Lima, (se inaugura el 17 de agosto de 1780 en una audiencia en la cual el primer Protomédico, doctor Miguel Gorman, dio una alocución en latín) fue la primera acción que, entre otros fines, procuró regular la actividad de los hospitales e introducir el conocimiento médico en los mismos.

El Protomedicato era una vieja institución española cuyos orígenes se remontan al Medioevo.

Varios años después de su creación, el Protomedicato de Buenos Aires incorporó a sus funciones la tarea de formar médicos y cirujanos. Surgió así en 1799 la Escuela de Medicina del Tribunal del Protomedicato de Buenos Aires, que inauguró sus cursos alrededor de 1801.
"Durante los primeros años de la emancipación, los hospitales corrieron una suerte azarosa, predominando la insuficiencia de recursos y la heterogeneidad de su dependencia. La situación se mantuvo sin variantes hasta el último cuarto del siglo XIX, en que dentro del modelo económico y social que se afianzó en el país, se incrementaron los esfuerzos para convertir a los hospitales en reales centros de atención médica. Pese a ello, persistió el criterio benéfico en su funcionamiento".

Luego (puesto en funcionamiento operativo el "gobernar es poblar" de Juan Bautista Alberdi) de la mano de la inmigración la tasa de población urbana de la Argentina se elevó notablemente, de un 42,8% en 1895 a un 57,3% en 1914.

En el artículo "Beneficencia y Asistencia Social: la política manicomial en Buenos Aires. 1880 - 1940" publicado en la "Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica" (Año XI, volumen 9, Número 2, octubre de 2000), Marisa Requiere señala que: "En el período que va desde 1880 a 1940 se plasmaron en nuestro país una línea de ideas políticas, económicas y culturales que modificaron las estrategias médico asistenciales.

El aparato sanitario y de higiene pública secular, fue modelado según los cánones europeos, que se remontaban al intento de Rivadavia. Con el paso de los años cambió la fundamentación filosófica asociada con la asistencia de los carenciados y/o enfermos.

La ecuación beneficencia-caridad-filantropía apareció explícitamente en la obra político asistencial, encargándose el Estado de marcar las pautas de la beneficencia pública que deja de lado el marco privado que antes distinguía a la salud".

Y agrega: "La asistencia pública fue uno de los medios más nítidos a través de los cuales se podían solucionar los males de la sociedad: enfermedades pestilentes, como la fiebre amarilla, tuberculosis y por supuesto la locura".

Así también, la Doctora Alicia Moreau de Justo, durante sus prácticas en el Hospital de Clínicas comprobó que muchas enfermedades "tenían su origen en la miseria que sufrían los trabajadores condenados por un régimen social injusto", denunciando la situación de las mujeres destruidas por la prostitución y las enfermedades. (ver "Cultura y Nación", de Osvaldo Vergara Bertiche, "Alicia Moreau de Justo - combatiendo el dolor ajeno").

A contrapelo de toda esta situación de injusticia, con la llegada del primer gobierno justicialista, la gestión del Doctor Ramón Carrillo desde la Secretaría de Salud Pública constituyó un hito trascendente en el desarrollo de los servicios públicos de salud.

Pretendía que los hospitales no fueran casas de enfermedad sino casas de salud de acuerdo con la nueva orientación de la medicina, la cual tiende a evitar que el sano se enferme. Es durante su gestión que se desarrollaron las obras sociales.

El pensamiento científico práctico e intelectual de Ramón Carrillo puede sintetizarse, además, en que "el Hospital debe ser un hogar y no una antesala de la muerte", y "los servicios médicos constituyen un esencial derecho del hombre" y por ello "junto a la historia clínica del enfermo se levanta la historia social del hombre".

Sus intervenciones son precisas y profundas; sus mensajes son aleccionadores, dice: "La medicina moderna tiende a ocuparse de la salud y de los sanos y el objetivo principal es ya no curar al enfermo sino evitar estar enfermo".

"La medicina no sólo debe curar enfermos sino enseñar al pueblo a vivir, a vivir en salud y tratar que la vida se prolongue y sea digna de ser vivida".

Consecuentemente con este pensamiento, durante la gestión Carrillo, los trabajos que se llevaron a cabo por intermedio de la Subsecretaría de Construcciones del Ministerio de Salud, en forma conjunta con el Ministerio de Obras Públicas y por la "Fundación Eva Perón", darían como resultado la creación de 4.229 establecimientos sanitarios de distinto rango, con 130.180 camas.

El 15 de marzo de 2006, en Sesiones Ordinarias de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, se rinde homenaje a la memoria del Dr. Ramón Carrillo; la representante por Santiago del Estero, Señora Marta Sylvia Velarde señala, entre otras cosas, que: "Carrillo no vaciló, no titubeó y tampoco negoció. Se dispuso a estructurar un sistema de salud que, si bien era para todos los argentinos, beneficiaba fundamentalmente a los más necesitados. Existe un antes y un después de Carrillo en la historia de la salud de la Argentina.

Antes, la salud de las plantas y de los animales era mucho más importante que la de las personas. De hecho, existía una Dirección Nacional de Sanidad Animal y Vegetal, dependiente del Ministerio de Agricultura de la Nación, mientras que la salud de la gente era atendida por un Departamento Nacional de Higiene.

La lucha contra la garrapata era mucho más importante que la lucha contra la tuberculosis, contra el paludismo y otras enfermedades endémicas del norte argentino.

Debió llegar Ramón Carrillo en el año 1946 a la Secretaría de Salud de la Nación, que tenía rango de Ministerio, para que se duplicaran las camas hospitalarias y para que el sistema de salud comenzara a funcionar de una manera diferente.

Con él, el presupuesto en salud se incrementó diez veces, y podemos decir que la mortalidad infantil, que en 1945 era del 90 por mil, descendió a 56 por mil en 1954, mientras que la tuberculosis, que se llevaba 130 de cada mil argentinos en 1945, diez años después se llevaba 36 de cada mil.

Carrillo sabía que para poder perpetuarse, su obra debía quedar plasmada en una legislación básica, tal como lo hizo. Se ocupó de toda una legislación que tendía a la socialización de la medicina y a la semisocialización de la farmacia. En su época apareció un listado de especialidades medicinales que se vendían a precios populares. Él estaba convencido de que la salud no era el botín legítimo del más fuerte.

Hay hombres que viven la historia y otros que la hacen. Ramón Carrillo perteneció a esta última clase de hombres, a aquellos que hacen la historia. Hizo el bien con fuerza, con obstinación, con voluntad reformadora de una sociedad que lo necesitaba.

"Vivo en la mayor pobreza, mayor de la que nadie puede imaginar"

Así se expresaba Ramón carrillo en la última carta enviada a su amigo, el periodista Segundo Ponzio Godoy:

“Mi querido Ponzio:

Yo no sé cuánto tiempo más voy a vivir, posiblemente poco, salvo un milagro. También puedo quedar inutilizado y sólo vivir algo más. Ahora estoy con todas mis facultades mentales claras y lúcidas y quiero nombrarte el albacea de mi buen nombre y honor. Quiero que no dudes de mi honradez, pues puedes poner las manos en el fuego por mí. He vivido galgueando y si examinas mi declaración de bienes y mi presentación a la Comisión Investigadora, encontrarás la clave de muchas cosas. Vos mismo intuiste con certeza lo que pasaba en mí y me ofreciste unos pesos. Por pudor siempre oculté mis angustias económicas, pero nunca recurrí a ningún procedimiento ilícito, que estaba a mi alcance y no lo hice por congénita configuración moral y mental. Eran cosas que mi espíritu no podía superar.

Ahora vivo en la mayor pobreza, mayor de la que nadie puede imaginar, y sobrevivo gracias a la caridad de un amigo. Por orgullo no puedo exhibir mi miseria a nadie, ni a mi familia, pero sí a un hermano como vos, que quizás (conociéndome) puedas comprenderme.

No tengo la certeza de que algún día alcance a defenderme solo, pero en todo caso si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre mi gigantesco esfuerzo donde dejé mi vida.

Esta obra debe ser reconocida y yo no puedo pasar a la historia como un malversador y ladrón de nafta. Mis ex colaboradores conocen la verdad y la severidad con que manejé las cosas dentro de un tremendo mundo de angustias e infamias. Ellos pueden ayudarte.

Mi capacidad de trabajo está muy reducida; vivo como médico rural en una aldea. Ahora de nuevo me quedé sin puesto, pues la Compañía donde actuaba levantó campamento. A mí, poco a poco, se me han cerrado las puertas y no pasa un día que no reciba un golpe. Poco a poco mi organismo ha comenzado a desintegrarse definitivamente. He aceptado todo con la resignación que me es característica. No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino.

El tiempo y solo el implacable tiempo, dirá si tuve razón o no al escribirte esta carta, ya que en el horizonte de mis afectos, no veo a nadie más capaz que vos de tomar esta tarea cuando llegue el momento, que llegará, cuando las pasiones encuentren su justo nivel.

Belém do Pará, 6 de septiembre de 1956.

Ramón


Casa histórica en Belém do Pará, Brasil. donde vivió el último año de su vida y murió Ramón Carrillo.
Gentileza Fundación Ramón Carrillo

Abnegación, servicio, eficiencia y honorabilidad son algunos de los vocablos que califican su obra".

Asimismo el Diputado por Santa Fe, Dr. Hermes Juan Binner manifiesta: "Nuestro bloque adhiere a este justo homenaje que se está realizando a la figura del Doctor Carrillo.

La historia de la salud pública cuenta con el Doctor Carrillo como uno de sus mojones más importantes. Quienes hemos transitado por la salud pública sabemos del valor del Dr. Ramón Carrillo en la formación y en el concepto integral de la salud pública.

Vale rescatar su teoría del hospital; su concepción de la integración de lo americano con lo hispánico; el concepto fundamental del hospital a partir de módulos de complejidad de 30 camas, y la forma en la que se construían los hospitales que salían del modelo apabellonado francés.

Era un hito extraordinario no sólo para la Argentina sino para el mundo, que demostraba que aquí se estaba llevando adelante una política edilicia que servía precisamente a ese nuevo modelo de salud que se estaba desarrollando.

Por lo tanto, adherimos fervientemente a este homenaje y desearíamos que se reimpriman las obras completas de Ramón Carrillo que en su momento publicó la editorial Eudeba. Sería muy importante contar con una nueva versión de estas obras fundamentales para el entendimiento de la salud pública de nuestro país.

El Doctor Carrillo figura dentro de los grandes de la salud pública que ha tenido nuestro país, como Juan B. Justo, que introdujo la asepsia; Domingo Cabred, impulsor de los hospitales de principios del Siglo XX al igual que Ramón Carrillo y Arturo Oñativia, que tuvo una política de medicamentos destinada fundamentalmente a creer en el país, en la Nación y en los argentinos y a creer que realmente es imprescindible formular una propuesta de salud que nos integre a todos en igualdad de calidad y de condiciones".

Domingo Cabred, Médico Psiquiatra, (1859 - 1929) fue uno de los grandes médicos alienistas (psiquiatras) que tuvo nuestro país, y el creador de una manera de tratar a los enfermos mentales radicalmente distinta a las convencionales en su época.

Juan Bautista Justo, (1865 - 1928) fue un destacado cirujano. Gran investigador e innovador, introdujo en nuestro país las prácticas antisépticas en las operaciones quirúrgicas.

"Hubo una época en mi vida, en que pasaba el día en el hospital con los enfermos, los lisiados, los inválidos, las víctimas variadas de la miseria, de la explotación. ¿Valía la pena empeñarse tanto en conservar esas vidas, fatalmente condenadas a un vil sufrimiento? Gradualmente comprendí que había mucho de estéril e indigno en mi tarea, que aquello tenía algo de fanático y unilateral. ¿No era más humano ocuparse de evitar en lo posible tanto sufrimiento y tanta degradación?. Y encontré en el movimiento obrero el ambiente propicio a mis nuevas y fervientes aspiraciones"; y con este estímulo y sus convicciones, fundó, junto a un grupo de compañeros de ideas, el periódico socialista La Vanguardia, y en 1896, también bajo su inspiración, el Partido Socialista.

Arturo Oñativia (1914 - 1983) era de personalidad multifacética. No sólo se destacó como médico, docente e investigador, sino también como político. Fue capaz de generar y gestionar, a través de la función pública, obras trascendentes de enorme envergadura y beneficio para la sociedad argentina. Fue un hombre que comprendió que el "bien común" es una causa por la que vale la pena luchar aunque se corra el riesgo de perderlo todo.

En 1963, durante el gobierno del Doctor Arturo Illia, fue convocado para ejercer el cargo de Ministro de Salud Pública. Desde ese lugar, Oñativia impulsó toda una serie de iniciativas fundamentales como la ley de "Reforma del Sistema Hospitalario Nacional" y de "Hospitales de la Comunidad", amén de la creación del "Servicio Nacional de Agua Potable", que garantizaba la provisión de la misma a las comunidades rurales.

Asimismo, fue de importancia estratégica la Ley de Medicamentos, conocida como Ley Oñativia, que le daba al medicamento un carácter de "Bien Social" al servicio de la Salud Pública y de la Sociedad. Esta ley, promulgada en 1966, reglamentaba un estricto control técnico de las drogas sujetas a la experimentación humana, además del control de precios, según la demanda de las mismas e inmediatamente derogada por el des-Gobierno usurpador de Onganía en el mismo año.

Ramón Carrillo, pertenece, sin dudas, a ese conjunto de eméritos hombres de ciencia comprometidos con lo social y lo político. Erradicó, en sólo dos años, enfermedades endémicas como el paludismo, con campañas sumamente agresivas. Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y las enfermedades venéreas. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis y terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis.

La acción de Carrillo es de indudable valor en el proceso de transformación de la realidad sanitaria de la época, pero también el legado más importante que ha dejado fueron sus ideas, principios y fundamentos que acompañaron este accionar

Tanto para ayer, pero sirviendo, fundamentalmente, para la actualidad, decía: "La caridad es una virtud cristiana admirable, pero no puede ser la base de una doctrina para el gobierno de la salud pública".
Pero también existe en Carrillo un elevado concepto de la lealtad en su práctica militante.

Señala en "A mediodía anocheció": "Allá en la tierra santiagueña, en el viejo cementerio entre unas piedras dispersas se encontró hace tiempo una lápida con esta inscripción: Chaupi Punchaupi Tutayara. Según la leyenda, tales palabras se grabaron en la tumba de un príncipe hijo del sol, muerto en plena juventud, mereciendo en grado sumo el cariño de sus súbditos: la inscripción quiere decir sencillamente: A mediodía anocheció.

Acabo de recordar la frase ahora, el corazón oprimido por la angustia ante el destino de Eva Perón. Destino misterioso y profundo el de esta mujer que entró en la inmortalidad como una princesa del sol. El mediodía es la plenitud del día. Sol alto y esplendoroso derramando su fuerza creadora, haciendo brotar de las entrañas de la tierra el máximo de las potencias que en ella se encierra.

Así Eva Perón, asciende en breves años hasta el ápice de su mediodía y con cariño inconmensurable por la humanidad doliente de su patria y más allá de la patria derrama el conjunto increíble de sus obras y acciones, todas ellas enderezadas al mismo fin: La felicidad de los más humildes, de los más olvidados, de los más desgraciados; también a su conjuro, mediante su fuerza sin límites físicos, aquilatado por un sufrimiento tremendo, Eva Perón transforma al lado de su Líder y el nuestro, la fisonomía y la esencia del pueblo argentino.

Los niños, los ancianos, las mujeres, los obreros, los enfermos de la carne y el alma, los rebeldes, los sin paz interior, los escépticos, los desesperanzados, los señalados por los aciagos signos del infortunio, reciben el amor de Eva Perón hecho creaciones que perdurarán mientras perdure la vida de los pueblos.

Transcurrirá tal vez mucho tiempo para valorar las gigantescas y universales dimensiones del espíritu de Eva Perón que ahora la contemplamos sólo como un hecho nacional e histórico.

Quienes hemos tenido el honor de trabajar cerca de ella sabemos que era imposible substraerse al influjo inextinguible de Eva Perón, a su singularísima captación de las necesidades del pueblo, las permanentes y las circunstanciales, a su magnético dinamismo, a su fortaleza realizadora. Subía su vida, como el sol a mediodía.

Y ahora también comprendemos por qué para ella no hubo pausa en la lucha, ni reposo alguno, ni baladí entretenimiento, ni un paso atrás ante los obstáculos de la incomprensión, de la mala fe, y hasta de la hostilidad que surgían ante ella, como surgen siempre ante los visionarios porque su personalidad evade el orden común.

Su fiebre de amor por el pueblo era contagiosa; emanaba de ella y transcurría por todos los canales de la vida argentina, haciendo surgir de la nada, esas realidades que se llaman Fundación Eva Perón. Ciudades Infantiles, Hogares-Escuelas, Ciudades Estudiantiles, Hogares de Tránsito, Hogares de Ancianos, Policlínicos, Escuela de Enfermeras y también la ayuda oportuna al sumergido para dignificarlo; la participación femenina en la vida política, social y gremial de la Nación incluso económica con su plan agrario, todo en fin, lo que recibe hoy en beneficio el pueblo de la patria; este pueblo que antes jamás, entregó a nadie su corazón y que ahora lo ha encerrado en un solo nombre: Evita.

Y al mediodía anocheció. Belleza, juventud, satisfacciones, descanso, todo ofrendó Eva Perón en aras de su amor por el pueblo, generado en su amor al Líder, compañero, guía y esposo. Sobre ella anocheció. Pero la hermosura del destino de Eva Perón, es la hermosura del bien.

Y lo impresionante de esta noche humana que nos atribula a todos los argentinos como la pérdida de algo propio, se compensa apenas con el convencimiento absoluto de que, hoy, mañana y siempre, Eva Perón vivirá en el amor de los humildes que son los elegidos de Dios y por eso Dios la recibirá en su seno entre el canto de los ángeles".

Esta conducta (Lealtad) la tenía tan arraigada que constituía una norma clave en su pensamiento y sobre el particular decía:

"La Lealtad es cosa de la que todo el mundo habla y muy pocos la practican, por la sencilla razón de que no es una posición espiritual al alcance de todo el mundo, ni todo el mundo está preparado para ser leal.

La Lealtad es virtud en unos e instinto en otros, pero es patrimonio generalmente de un grupo de hombres que la poseen de nacimiento, congénitamente. Son leales como son brutos, porque nacieron así.

En todos los demás la Lealtad es una virtud que exige sacrificio, riesgo, valentía, preocupación y cuesta, además, mucho trabajo. Si existe en un hombre inteligente es un fenómeno no congénito sino adquirido por una maduración larga y penosa; por maduración natural de los sentimientos inherentes a una cultura.

Se requiere saber mucho, y conocer muchas cosas para ser leal; dentro del grupo de hombres inteligentes es donde cuesta más esfuerzo.

La Lealtad se encuentra sólo en dos extremos: entre los muy brutos, pero bien brutos; y entre los inteligentes, pero muy inteligentes.

La lealtad se consigna como símbolo principal en el escudo de los Carrillo, en los ex Ruíz Díaz, hermanos gemelos, que lucharon espalda contra espalda defendiendo a su Dios y a su Rey. De donde tenían el apodo de Carrillos, muy digno de un restaurante, no obstante lo cual fueron incorporados a los nobles de España, tal vez porque además de su lealtad eran pantagruélicos comilones, tipo Edad Media.

La Lealtad está simbolizada por el galgo con una cadena al cuello, atado a una torre. La torre simboliza al poder del Estado, del Ejército y del Pueblo, con quienes se comprometió a proteger sus derechos y estar alerta frente a la puerta del Rey.

La Lealtad es una resultante de las virtudes del hombre, como son:
La Solidaridad: con los humildes y desgraciados; y con todos aquellos a quienes les brinda su amistad, simpatía o afecto.
La Tolerancia: para saber perdonar al jefe, al amigo o al subordinado sus pequeños errores y defectos humanos, propios de la imperfección.
La Verdad: o sea la aptitud para sabérsela decir al amigo, al jefe o al subordinado, y decirle con la prudencia del sabio, la persuasión del maestro, la energía del hombre; pero decirla, si es que de su conocimiento el amigo puede escapar de la traición y la felonía.

 
Trailer Ramón Carrillo, el médico del pueblo

El Conocimiento: para extraer todo aquello, que permite saber, porque se es leal a una persona o a un ideal o a su patria. Con las personas hay que ser sólo consecuentes, pero hay que ser leal a lo que ellos representan o simbolizan.

La Libertad: porque sólo siendo independientes (y dotados de valor) se puede afrontar las consecuencias angustiosas que tarde o temprano acarrea la Lealtad. Sólo en la libertad se es leal sin titubeos, rápido como el galgo, no reconociendo otra contención que la cadena de la torre famosa de los Carrillo.

El Amor: porque el amor no se conquista, ni se retiene sin lealtad, que a su vez no es más que una forma superior del amor, lo que no está al alcance de cualquier desgraciado.

La Fe: la fe implica la confianza, porque sólo se es leal a aquello en que se confía ciegamente".

Los mentores post-postmodernistas, cuyas apreciaciones y sentencias fueron aniquiladas por la realidad, que auguraban el fin de la historia, la muerte de las ideologías y la inutilidad de las utopías, pueden encontrar en Ramón Carrillo respuestas contundentes; y todos los demás podemos reafirmar convicciones al leer: "La utopía es pensar y anhelar algo que parece imposible, algo digno de la condición de los hombres. Ponerse a trabajar, marginalmente en la utopía, pero tomando las precauciones para que nunca se cumplan del todo. Esto sería una fuente de estímulos mentales.

Toda utopía si se realizara íntegramente nos haría unos pobres desgraciados. Ser utopistas pero sin la convicción de que todo se pueda conseguir.

De los utopistas sociales surgió la organización de los hombres y esto que llamamos civilización; de los viejos utopistas astrólogos nació la astronomía; de los alquimistas la química moderna, del movimiento continuo la física moderna; de los espiritistas, la psicología y la metapsíquica; de la cuadratura del círculo las geometrías no euclidianas; de la numerología y la cábala, las matemáticas superiores.

Felizmente, ni los astrólogos dieron con la predicción de los acontecimientos, ni los alquimistas dieron con la piedra filosofal, ni los locos del movimiento continuo lo pudieron producir, ni los espiritistas se comunicaron con los muertos, ni se encontró la fórmula de la cuadratura del círculo, ni la cábala modificó el mundo. Hasta los magos negros y blancos descubrieron la intuición. En cambio las utopías de Julio Verne se cumplieron y aquí estamos, enfrentando la guerra con esas cosas que él soñó con fines menos cataclísmicos.

Felizmente, hasta ahora las utopías políticas de organizar al hombre sobre la base de la razón y la sabiduría han fracasado, desde Platón hasta Thomás Moro.

Moraleja: Tener utopías es una cosa práctica siempre que no se cumplan, porque si se cumplen o se las toman en serio cometeremos los peores crímenes".

Cuando toda una sociedad clama y reclama honradez y transparencia, Carrillo nos refresca el concepto, ya que para él es un "Tema del cual hablan todos los padres a los hijos y todos los gobernantes a sus administrados y administradores. Pero el hecho es que la honradez se suele mantener inmaculada según el precio que se ofrezca para comprarla. Los venales son baratos; los honrados caros, pero para llegar a estos se requieren muchos intermediarios y, entonces, el pobre honrado al fin de cuentas cobra como venal. No es negocio ser venal ni honrado vulnerable.

El verdadero hombre honrado, fuerte y firme, es una bomba atómica que explota en manos de los forjadores de tentaciones, inspiradas por el Diablo, personaje olvidado y que ustedes deben recordar que existe para poder amar a Dios y a la Humanidad con sus miserias y grandezas".
Y agrega: "La honradez no es más que una forma parcial de la Lealtad.

Se es honrado, porque antes se aprendió a ser leal; la lealtad origina la honradez humanizada e inteligente, y no la honradez estúpida y mojigata de los libros de moralina.

Hay que ser honrado y comprender que otros no pueden serlo, sin humillarlos y difamarlos por eso. Enseñarles y evitar que sigan la labor fácil y no crear condiciones de organización que estimulen la deshonestidad.

Muchos son deshonestos porque la oportunidad y la tentación se les brindan todos los días. Sólo en último extremo castigar a los deshonestos. Pero entonces, sí: castigarlos con toda la fuerza y el poder disponible.

Mucha gente roba un pan; esa persona no es deshonesta ni un delincuente... Es un hombre".

Y en lo específico de su condición de médico-sanitarista-funcionario-político, manifiesta que:
"Mientras los médicos sigamos viendo enfermedades y olvidemos al enfermo como una unidad biológica, psicológica y social, seremos simples zapateros remendones de la personalidad humana.

Debemos pensar que el enfermo es un hombre que es también un padre de familia, un individuo que trabaja y que sufre; y que todas esas circunstancias influyen, a veces, mucho más que una determinada cantidad de glucosa en la sangre. Así humanizaremos la medicina".

Agregando, "En una sociedad no deben ni pueden existir clases sociales definidas por índices económicos. El hombre no es un ser económico. Lo económico hace en él a su necesidad, no a su dignidad".
"Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud. De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados".

"La medicina moderna tiende a ocuparse de la salud y de los sanos y el objetivo principal es ya no curar al enfermo sino evitar estar enfermo. La medicina no sólo debe curar enfermos sino enseñar al pueblo a vivir, a vivir en salud y tratar que la vida se prolongue y sea digna de ser vivida".

"A los fines de la Salud Pública, es más importante proporcionarle a la madre los medios para que, una vez que tenga al hijo, pueda defenderse de las contingencias posibles, o bien otorgar al padre los medios materiales para atender al nuevo hijo".

El resumen de las obras más importantes entre 1946 y 1954 del Dr. Ramón Carrillo nos da 141 nuevos hospitales, 60 Institutos de Especialización, 50 Centros Materno-Infantiles, 16 escuelas técnicas, 23 Laboratorios e instituciones de diagnóstico, 9 hogares-escuela, Centros Sanitarios y Centros de Salud en todas las provincias; "campañas integrales" contra las endemias, logrando la eliminación del paludismo, sífilis, tifus y tuberculosis entre otras.

Otro hombre de ciencia fue el Doctor Salvador Mazza (1886 - 1946), médico sanitarista, que escribió la página más destacada de la historia de la lucha contra el mal de Chagas, enfermedad, que actualmente afecta a 24 millones de personas en Latinoamérica y provoca 45 mil muertes cada año, y que es causada por un parásito que llega al ser humano a través de la "vinchuca", un insecto que encuentra especiales condiciones para desarrollarse y multiplicarse en las deficientes estructuras habitacionales de vastas regiones de América.

Al igual que las endemias combatidas por Carrillo, la enfermedad de Chagas es una enfermedad producto de la situación socioeconómica vinculada a la pobreza y al subdesarrollo.

En 1928 el Doctor Carlos Chagas, oriundo de Brasil y descubridor del mal, le envía una carta al argentino Doctor Salvador Mazza, y en ella le señala: "Si desea investigar esta enfermedad, tendrá todos los gobiernos en contra. A veces pienso que más vale ocuparse de crustáceos y batracios que no despiertan la alarma de nadie".
Mazza al instar a una mejor calidad de vida para el pueblo, chocó contra los intereses creados: las autoridades provinciales tomaron como una locura el pedido de agua potable y sanitarios considerándolo un enemigo.
La acción contra este mal, en tiempos de Carrillo, por la acción del gobierno peronista, que durante el primer plan quinquenal (1946 - 1951) permitió la construcción de 350 mil viviendas, y en el segundo plan quinquenal, hasta 1955, de 150 mil más, acompañada de prácticas de asistencia preventiva, bajó decididamente las cifras de afectados.

Por otra parte, la creación de EMESTA, primera fábrica nacional de medicamentos; y el apoyo a los laboratorios nacionales, por medio de incentivos económicos, hicieron que los remedios estuviesen disponibles para toda la población sin tener que depender de la voluntad de los laboratorios extranjeros, que preferían, hasta entonces, volcar sus productos en los mercados europeos.

También debemos recordar que fue Carrillo quien "a partir del apoyo que recibió de Eva Perón ideó los Torneos Infantiles Evita, que además de promover el deporte sirvieron en aquellos años para realizar el chequeo médico completo de muchos niños y jóvenes".

"Tras la muerte de Evita - quien siempre lo acompañaba en la lucha por los presupuestos de Salud - y enfrentado con otros miembros del Gabinete, renunció a su cartera y el Presidente Perón lo envió a Estados Unidos".

El 15 de octubre de 1954 se embarca en la motonave "Evita" rumbo a Nueva York. Allí da una serie de conferencias en la Universidad de Harvard, al mismo tiempo que visita varios laboratorios, pero comienza a enfrentar dificultades económicas.

Con respecto a su progresiva enfermedad, en el país del norte se somete a un intenso tratamiento con el cual logra algunas mejorías transitorias.

En ese país, con el derrocamiento de Perón, se convirtió en otro exiliado y perseguido de la autodenominada Revolución Libertadora y, al no poder volver a Argentina, fue empleado como médico por una empresa minera de Estados Unidos en el Amazonas.

Decide enviar un telegrama al General Lonardi poniéndose a disposición del gobierno de facto para ser investigado.
Carrillo no recibió respuesta, pero al tiempo se enteraría de la interdicción de sus dos propiedades, el allanamiento de las mismas y el secuestro de cuadros y libros bajo la acusación de "enriquecimiento sin causa".

En su defensa, la hermana de Carrillo se presenta ante la Junta Nacional de Recuperación Patrimonial demostrando la legitimidad de los bienes.
Cuando venció su contrato igual permaneció en el nordeste de Brasil, en Belem do Pará, ejerciendo como médico rural, atendiendo gratis en un hospital, hasta que sufrió un accidente cerebrovascular que lo llevó a la muerte, el 20 de diciembre de 1956, sumido en la total pobreza.

En 1972 sus restos fueron repatriados y enterrados en Santiago del Estero, como él lo había pedido. Los periódicos ignoraron en su casi totalidad la penosa noticia, o escuetamente publicaron una breve referencia.

Esta demora de 16 años se debió a que la dictadura de Aramburu y Rojas se opuso a la repatriación de sus restos por "razones políticas".
En el aeroparque de Buenos Aires, entre los presentes para rendirle homenaje se encontraba Don Arturo Jauretche.

A cien años de su nacimiento y a cincuenta de su muerte, se le rinde el homenaje que merece.

El matutino porteño Clarín del 6 de marzo de 2006 señala que
"No hay Estado moderno si no responde adecuadamente a los nuevos lineamientos que se gestan permanentemente desde la sociedad. Por ello rescatamos hoy la figura de Ramón Carrillo como un apasionado hombre de ciencia al servicio de un proyecto nacional, un defensor de la planificación intersectorial, un excelente comunicador.
Un hombre que supo acudir al llamado de la historia para transformar contextos de incertidumbre en escenarios plenos de realizaciones, mediante el ejercicio de políticas de Estado".

Y el Presidente de la Nación, Dr. Néstor Carlos Kirchner, expresó:
"La reconstrucción de la tarea de la salud pública es un legado que nos dejó el Dr. Ramón Carrillo, quien tuvo que morir en el exilio. Son cosas que le han pasado a los grandes hombres y mujeres de este país habitualmente. Dios quiera que nunca más se vuelvan a repetir este tipo de cosas, porque los hombres que trascienden con sus ideas, que trascienden los sectores y que logran sintetizar a las sociedades con valores que son absolutamente importantes deben tener el reconocimiento de todos los argentinos".

Cabe, para el Doctor Ramón Carrillo, para su vida y su obra, pues lo retrata de cuerpo entero, la erudita pluma de Sor Juana Inés de la Cruz, cuando dice:
"En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
¿en qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que, vencida
es despojo civil de las edades
ni riqueza me agrada fementida
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades".

Había expresado este lúcido hombre del campo nacional, militante contra las injusticias, que "… no tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino".

Una conducta ejemplar, que debemos rescatarla, como símbolo para la reconstrucción de la Nación y la humanización de la vida.

Su amigo Enrique Santos Discépolo, quizás le escribió a Carrillo, como a otros tantos "malditos" de la historia argentina, aquello de que "Uno busca lleno de esperanzas / el camino que los sueños / prometieron a sus ansias./ Sabe que la lucha es cruel y es mucha, / pero lucha y se desangra / por la fe que lo empecina".

El empecinamiento, la fe y la esperanza siempre estuvieron presentes en Ramón Carrillo,y nunca sufrió en vida "la tortura de llorar su propia muerte", sino la de los demás, a los que les dedicó su sapiencia y su hacer.

Hoy no es necesario preguntarse "¿por quién doblan las campanas?", doblan por Fermín Chavez, que se nos fue en estos días y es el que nos enseñó esta historia.

Doblan por Ramón Carrillo que honró la vida.

Reservados todos los derechos
En caso de utilizar todo o parte de la Conferencia se ruega mencionar la fuente.

*Osvaldo Vergara Bertiche. Nacido en Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina, en 1942. Dirige, junto a Olga Nora Mansilla, "Análisis Cuadernos de Divulgación" (Declarados de Interés por la Municipalidad de Rosario - Decreto 11.083 del 30/11/1995), emprendimiento cultural-educativo, editora de "Cultura y Nación" (colección de breviarios Declarada de Interés por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe), "Tangueando" y "Folcloreando", entre otras.
Fue docente del Instituto Politécnico Superior (Universidad Nacional de Rosario) y de escuelas secundarias provinciales. Se desempeñó como funcionario de carrera y funcionario político en la administración pública provincial y en el Honorable Concejo Municipal de Rosario, respectivamente.
Es autor de trabajos literarios referidos a la vida y obra de Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Ramón Carrillo, Manuel Ugarte, Tita Merello y Alfredo Le Pera, entre otras, cerca de 26, personalidades argentinas, y que forman parte de la Colección "Cultura y Nación" Declarada de Interés por la Honorable Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe.
Reconocido conferencista aborda temas referidos a "La Nueva Cultura", "Cultura e Identidad" y "Deuda Externa Argentina". En la Sede de Gobierno de la Universidad Nacional de Rosario desarrolló el tema "El Proceso de Desideologización y la Aparición de Falsas Ideologías".
Participó del Congreso sobre "Políticas Culturales" organizado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), siendo "Coordinador y Miembro Informante" de la Comisión "Identidad Cultural en Latinoamérica" (Rosario 2001).
En distintas instituciones ha dictado cursos sobre "Historia y Filosofía del Tango".
Galardonado con la "Orden de La Chaveta" por la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos de Rosario y con la "Orden del Poeta" por la Peña La Herradura, por su trayectoria en el campo educativo y cultural. Creador de la "Orden del Yunque" a los Forjadores de la Identidad Nacional, Declarada de Interés por la Municipalidad de Rosario.
RAFAEL OSCAR IELPI (Director del Centro Cultural Bernardino Rivadavia de la Municipalidad de Rosario) ha dicho: "Habiendo realizado en este Centro Cultural distintos ciclos vinculados específicamente a la cultura popular por un lado (el tango, el sainete, el teatro criollo, etcétera) y el análisis de la obra y vigencia de creadores vinculados a la misma (Discépolo, Manzi, Scalabrini Ortíz, Jauretche, etcétera) así como a temáticas sociales y políticas (la inmigración, el grupo FORJA) hago llegar a Usted el aval, en la certeza de la seriedad investigativa de su tarea y por su trayectoria en el campo cultural en nuestra ciudad de Rosario".

cuadernosdivulgacion@hotmail.com

[Texto de la conferencia en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia de la Municipalidad de Rosario el 30 de Agosto de 2006]
 



Ramón Carrillo (1906-1956), el gran sanitarista argentino

Acerca de cómo los tiranos quieren ser dioses y no lo logran

Por Aldo Barberis Rusca

Cuentan los mitos que el peor castigo que los dioses podían infligir a un hombre no era la muerte, o el suplicio eterno. El castigo que estaba reservado a quien cometiera una falta en verdad grave era a no existir y, peor aún, a no haber existido nunca. De esta forma el condenado era literalmente borrado del futuro y también del pasado, es decir, la peor condena era el olvido.

La naturaleza misma de la pena hace inútil tratar de averiguar acerca de quienes padecieron esta pena. Es más, tan solo indagar sobre si alguna vez fue aplicada aparece como una pretensión estéril. Los dioses antiguos se mostraban extremadamente responsables en la administración de su justicia.

La "Grecia Clásica" tenía en su justicia un castigo también superior a la muerte. Si el olvido no era posible para los tribunales humanos, si lo era el destierro.

En esos tiempos la dignidad de un hombre libre radicaba en su pertenencia a una ciudad. El hombre es ciudadano. Los que no lo son, los esclavos, no llegan a la plenitud humana. Aristóteles consideraba que un hombre que vive fuera de la ciudad o es un animal o es un semidiós.

Como vemos el castigo en la antigüedad consistía en el olvido o en el destierro; lo cual sin ser lo mismo, era igual. Ambos castigos significaban la perdida de la condición humana: un hombre vivo habita la ciudad; muerto es recordado. Desterrado u olvidado no es hombre.

A pesar de haber pasado varios miles de años algunos hombres han sufrido estos mismos castigos, ambos (destierro y olvido) los han padecido ciertos hombres que han cometido la más grande ofensa que se puede hacer a los dioses modernos: la codicia, el egoísmo y la avaricia.

Ramón Carrillo habiendo nacido en el seno de una familia tradicional santiagueña, había llegado a ser un neurocirujano reconocido en el mundo entero. Formado en la Universidad de Buenos Aires se perfeccionó en Europa y regresó al país para aplicar lo aprendido entre sus compatriotas.

Como neurocirujano fue creador de la radiografía contrastada, un método de diagnóstico utilizado hasta nuestros días, y descubridor de estructuras cerebrales que llevan su nombre. También llevó su ciencia a los más pobres, conciente de que la salud es siempre un derecho y nunca un privilegio. Tal vez esto sea lo que llevó a decir a cierto médico radical que Carrillo no era neurocirujano sino "negro cirujano".

En la década del 30 participó de una envidiable mesa de café cuyos contertulios eran Homero Manzi, Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche entre otros. De esta mesa surgió la mítica agrupación FORJA.

El 17 de Octubre de 1945 lo encuentra como un partícipe fundamental de la epopeya popular convenciendo a los médicos militares de un supuesto grave estado de salud del entonces Coronel Perón. Las radiografías mostraban una pronunciada infección pulmonar y una fecha casi 10 años anterior que supo ocultar.

La reimposición de Perón al frente de las carteras que ocupaba lo llevó a ser el primer Secretario de Salud Pública con que contó la nación.

La Secretaría de Salud Pública fue una de las exigencias que puso Perón ya que hasta el momento solo existía un departamento de higiene y los hospitales eran manejados por la beneficencia o por las distintas colectividades de inmigrantes.

"Mire Carrillo, me parece increíble que tengamos un Ministerio de Ganadería que se ocupe de cuidar a las vacas y no haya un organismo de igual jerarquía para cuidar la salud de la gente" le dijo Perón.

En el año ‘46, cuando se crea el Ministerio de Salud Pública, Carrillo asume como ministro. Este cargo lo conservará hasta 1954. Es imposible enumerar la cantidad de hospitales, salas y servicios que durante la administración de Ramón Carrillo se crearon, fueron cientos y en todo el país (4.229 establecimientos sanitarios con más de 130 mil camas). Solo cabe decir que Carrillo aparte de ser una administrador de la política de salud, fue un teórico del hospital. De hecho su libro "Teoría del Hospital" planta las bases del hospital moderno y es, hasta hoy, bibliografía de las universidades de medicina del mundo.

Su gran logro sanitario fue la campaña contra el Paludismo, uno de los mayores emprendimientos sanitarios realizados en el mundo hasta entonces, y el resultado alcanzado fue espectacular: de 300 mil casos nuevos en 1946 a sólo 137 en 1950.

También redujo drásticamente las afecciones por enfermedades venéreas; el índice de mortalidad por tuberculosis (de 130 por 100 mil a 36 por 100 mil); la mortalidad infantil (de 90 por mil a 56 por mil) y terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis.

Otro de sus grandes logros, superando las presiones de las multinacionales, fue la creación de EMESTA, primera fábrica nacional de medicamentos dedicada a abastecer a todos los establecimientos públicos del país.

Pero Carrillo no hubiera podido hacer nada de lo que hizo de no haber contado con el aval, la amistad y la colaboración de Evita. Todos los proyectos que salían del Ministerio eran tomados y llevados a cabo por la Fundación Eva Perón, juntos poblaron la nación de salud pública, gratuita e indiscriminada.

La muerte de Evita lo puso en manos de los sindicatos, aquellos que quisieron quedarse, y se quedaron, con el negocio de la salud a través de las obras sociales. Carrillo no quiso ser cómplice y dejó el gobierno. Tal vez viera en el futuro lo que es hoy la salud pública en la Argentina.

Perón solo le otorgó al viejo amigo; de quien, junto con Evita, fuera padrino de boda, un cargo de compromiso en Estados Unidos; lejos de las intrigas, las envidias y, sobre todo, de los intereses con los que Carrillo no transaría jamás.

La revolución del 55 lo encuentra trabajando para una empresa minera norteamericana en Brasil.

Solo, enfermo, abandonado; pero no olvidado, atiende gratis en el destartalado hospital de "Belén do Para" en un consultorio improvisado debajo de una escalera, y viaja por río al centro del Matto Grosso para atender al personal de la mina.
Las autoridades militares no lo olvidan, ni le perdonan haberle dado salud a millones de descastados. Ensucian su memoria, roban sus bienes y pretenden del gobierno brasileño una deportación que no logran.

Carrillo muere de un ataque de presión en su humilde casa del nordeste brasileño y, entonces si, al destierro se le suma el olvido, para cerrar el lazo de la peor ignominia que a un hombre se le puede hacer.

Afortunadamente los criminales no son nunca gobernantes legítimos ni, por más que lo pretendan, no llegan a ser dioses. Nunca logran que sus deseos se cumplan totalmente.

A pesar del olvido, del plan de "desperonización" y de las calumnias, los grandes hombres viven en sus obras y guardados en algún remoto cajón de la memoria del pueblo al que pertenecen.

Ramón Carrillo hoy se sienta a la mesa de un café con sus viejos compañeros y los nuevos: Manuel Ugarte, el Cura Mujica y sus compañeros del Tercer Mundo, Castelli y los jacobinos de 1810, John William Cooke y todos los que hicieron de la militancia política un compromiso intelectual.

Los dioses y los gobernantes de los tiempos clásicos sabían que no se debe aplicar un castigo que no se pueda hacer cumplir. Los tiranos no conocen ciertas sutilezas.

aldobr@elbarriopueyrredon.com.ar

Fuente: http://www.elbarriopueyrredon.com.ar
 



La salud pública

Por Elena Luz González Bazán
Directora de Villa Crespo Digital

Desde 1946 a 1954 fue ministro de Salud Pública de la Nación, este ministerio fue creado en el gobierno de Juan Domingo Perón. Estando al frente de Salud Pública se crearon una infinidad de hospitales, salas de primeros auxilios y en el Primer Plan Quinquenal se duplicaron las camas, se erradicó el paludismo y otras enfermedades endémicas. Esta es su historia…

Indudablemente hablar de Ramón Carrillo, para más de uno resulta un nombre sonoro, pero para muchos significa un nombre no conocido. Es que este prestigioso médico neurocirujano y sanitarista de nuestro país fue en 1946 el primer Ministro de Salud Pública, ministerio creado durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón.

Este santiagueño, que seguramente, hoy sentiría un gran dolor por la situación social que pasa su provincia y gran parte de todo nuestro norte argentino, se preguntaría donde quedaron aquellas grandes campañas contra el paludismo, contra enfermedades endémicas que se terminaron en estos gobiernos y que fueron obra de una labor mancomunada entre miles de trabajadores de la salud, una política del Estado Nacional, el nuevo contenido que tenían los planes quinquenales sobre la salud, la prevención, el ataque de las epidemias, la erradicación de las viviendas insalubres y mejoramiento de los canales acuíferos, la provisión de agua potable, el tendido de cloacas, obras de infraestructura en las zonas más alejadas y con graves problemas epidémicos.

El andar majestuoso del Tren Sanitario, inaugurado por Evita, y que tuvo un antecedente anterior, el recorrer de otro tren sanitario y que utilizó ese otro gran médico que fue Salvador Mazza, que pasó parte de su vida luchando contra la vinchuca, ellos fueron parte fundamental para liquidar las enfermedades.

Ramón Carrillo nació, en la provincia de Santiago del Estero, el 7 de marzo de 1906, realiza sus estudios universitarios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y es becado para realizar estudios superiores en países europeos, su paso se conoce en Francia, Alemania y Holanda entre 1930 y 1932. Entre el golpe de estado al Peludo don Hipólito Yrigoyen y el regreso de los conservadores.

Cuando retorna al país ya es un facultativo renombrado, un médico con gran experiencia en el área de neurocirugía, pero Ramón Carrillo no se quedará con la medicina como ciencia cerrada, la abre y la expande hacia la sociedad, que le sirve para auscultar sus padecimientos. Por eso toma la historia que le servirá para entender esa situación, los responsables y la forma de modificarla. Por otro lado fue un hombre que entendió al Estado como espacio esencial en el camino de revertir las situaciones deficitarias de la salud de la población.

En boca de su amigo Floreal Ferrara que contará como Carrillo daba fundamental trascendencia a, por un lado, el contenido integral que tenía de la medicina, lo importante que debía desarrollar y atender el Hospital Público. La cirugía como cuestión principal y aspectos como la maternidad, por ejemplo, debían quedar en lo que llaman la periferia de la atención. Esto era saber utilizar los recursos humanos y económicos.

El 21 de octubre de 1947 Perón presenta ante el Congreso de la Nación el Primer Plan Quinquenal, 1947-1952 donde se proyectan la construcción de 80.000 camas.

Pero volviendo a la historia de Carrillo, cuando regresa al país, en 1937, funda y organiza el Laboratorio de Neuropatología y el Instituto de Clínica Quirúrgica y el Servicio de Neurología, todo esto en el Hospital Militar Central.

El ejercicio de la docencia lo hace, en el área médica en la universidad de Buenos Aires, Facultad de Medicina, la cátedra, de la cual es su titular, Neurología, y la docencia en historia en distintas escuelas secundarias, su acercamiento a los jóvenes es a través de la enseñanza de la historia y de encontrar las formas de arrimar la educación, la medicina y un planteo integral de la salud, es decir, tener un concepto territorial e histórico de las enfermedades, enfermedades endémicas y plagas que aquejaban a la población. Y no como algo abstracto o donde se recetan medicinas, sino donde el paciente es un ser humano que merece atención, sobre todo porque nuestro país tenía, en el ascenso del peronismo, más del 20 por ciento de analfabetismo y serios problemas sanitarios.

A Carrillo se le debe que haya terminado, en este primer mandato peronista, con el paludismo en las provincias de nuestro norte.

En 1937 recibe el Premio Nacional de Ciencias, por su obra Yodoventriculografía, además es autor de varios trabajos sobre medicina, muchos de ellos orientados hacia su especialización y, en anatomía patológica, anatomía comparada y clínica neurológica.

Enfrentar las enfermedades epidémicas fue una responsabilidad que lo destacó, mientras siguió trabajando en su crecimiento como médico cirujano, el aspecto sanitario de la medicina lo tuvo como pionero. Seguramente su obra más importante fue publicada en 1949, ¨Política Sanitaria Argentina¨, antes de morir se publica en 1953, Teoría del Hospital, sus trabajos fueron divulgados en revistas especializadas, en la

Prensa médica y otras revistas.
La creatividad, dedicación y honestidad de Carrillo lo hizo tener que sufrir y padecer el exilio, luego del golpe contra Perón, se va a Brasil, deja sus cátedras y la gestión pública y
Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios como causa de enfermedades son unas pobres causas. Ramón Carrillo (1906-1956)
en Belem do Pará ejerce como médico rural hasta su muerte, el 20 de diciembre de 1956, sumido en la total pobreza.
La cantidad de hospitales, policlínicos, puestos sanitarios de frontera se construyeron bajo su mirada y trabajo militante, entre ellos se cuentan los Policlínicos de Lanús y Avellaneda, el Instituto del Quemado; la utilización en función del hombre que hizo de los censos sobre analfabetismo, los campeonatos Evita que fueron el primer censo poblacional y de salud de los niños y adolescentes. Desterrar a partir de planes de vivienda, aquellos rancheríos llenos de vinchuca, plagas enquistadas en nuestro campo, además de un programa de salud social.

Por eso Carrillo planteaba que no podía haber una política Sanitaria sino había una enunciación de la política Social.

Entonces se pueden hablar de estas situaciones fundamentales tomando en cuenta los siguientes ítems o aspectos de la política de salud:

- La Política Sanitaria en si misma.
- La Política Social.
- La idea de necesidad.
- Las instituciones de salud.
- Las prácticas profesionales en este campo.
- La noción de salud.

Ramón Carrillo, nuevamente en la voz de Floreal Ferrara, era un hombre, esencialmente de Estado, y cuenta que le comentaba sobre sus diferencias con Evita: ¨Nosotros decimos que el hospital es del Estado y Evita dice que son del pueblo¨.

Independientemente de las diferencias, la caída del peronismo nos dejó con la salud en manos de la oligarquía, y el Estado fue degradando la salud y el pueblo fue perdiendo su base esencial de salud para todos.

Ramón Carrillo ha sido, premeditadamente, olvidado de los anales de la Salud Pública, de la medicina sanitaria, de la lucha contra las enfermedades endémicas y de una medicina organizada e integrada. De un plan de salud para todo el país.

Sin embargo a pesar de esos olvidos planeados, Don Ramón Carrillo, está en el cariño, recuerdo y enseñanzas de aquellos que a lo largo y ancho del país, reivindican su trayectoria y se pronuncian como hombres y mujeres influenciados por Ramón Carrillo. Vaya un homenaje sentido al médico argentino, de Santiago del Estero.

Porque como decía Carrillo, frente a la miseria, los microbios son pobres causas…
 



Prologo del libro Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El sanitarista, de Arturo Carrillo

Por Armando Basso

"Algunos dicen que es el corazón el órgano con el cual pensamos y el que siente dolores y ansiedades. Pero no es así... Los hombres deben saber que es desde el cerebro y sólo desde el cerebro desde donde surgen el placer, la alegría, la risa y las bromas, así como también nuestras penas, dolores, tristezas y lágrimas. A través de el pensamos, vemos, oímos y distinguimos lo feo de lo hermoso, lo malo de lo bueno, lo placentero de lo aburrido..." Y concluía, "El cerebro es el mensajero de la conciencia". (Hipócrates)

En este libro excepcional escrito con una objetividad sorprendente por Arturo Carrillo y colaboradores se rescata para las nuevas generaciones una figura trascendente de la historia contemporánea argentina. En efecto sus paginas son un viaje en la vida y el pensamiento de Ramón Carrillo, un hombre fuera de lo común en el que la providencia reunió el humanismo y la ciencia, la capacidad de trabajo, la honestidad y la ética para dar como resultado una obra trascendente en el campo de las neurociencias, la salud publica, la filosofía y la política.

Ramón Carrillo. El Hombre... El Médico... El Sanitarista...

Por Augusto Carrillo

Este año estuvimos presentes en la Trigésima Quinta Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en el Pabellón Azul; desde el 20 de abril al 11 de mayo, con gran repercusión, ya que todas las provincias participaron junto a nosotros. Todos estos actos nos llenan de orgullo, porque en silencio el Mundo va recordando a nuestro querido Ramón.

El libro: Ramón Carrillo. El Hombre... El Médico... El Sanitarista... recientemente publicado, del creador del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de La Nación; Prof. Dr. Ramón Carrillo. Escrito por el Dr. Arturo Carrillo; ha sido declarado por La Legislatura de La Ciudad de Buenos Aires de “Interés Cultural” declaración 64/2005.

Vale recordar, que mediante un decreto presidencial Nº1558/2005, el 2006 fue el "Año de Homenaje al Dr. Ramón Carrillo", al tiempo que el libro también fue adquirido por la Misión Argentina en Ginebra, Suiza, para ser entregado a través su embajador; el representante permanente Alberto Dumont, a la Organización Mundial de la Salud

El precio es de 60 pesos más gastos de envío (30 pesos). Cuenta con 328 paginas, pegado y cosido. Una forma práctica es adquirir el libro por correo argentino (contra reembolso).  Enviar un e-mail con los siguientes datos:
Nombre y apellido, Dirección, Código Postal, Teléfono, Provincia, Ciudad.

Lic. Augusto Carrillo
TEL 011 4792 5701
Cel 155 939 3992
E-Mail: augustocarrillo@hotmail.com

En un país como el nuestro en el cual los antagonismos políticos nos han separado en los últimos cincuenta años, es Carrillo prácticamente la única figura rescatable de esa lamentable división ya que su obra monumental como sanitarista no ha sido criticada aun por sus más enconados detractores políticos.

Pero como heredero científico de la obra de Carrillo, el Neurocirujano, no puedo resistirme a la tentación de señalar algunos aspectos de su trayectoria en ese campo.

José Arce en 1930 crea la Sala XII del viejo Hospital de Clínicas que permitió a Manuel Balado y a su joven ayudante Ramón Carrillo dedicarse plenamente el ejercicio de la Cirugía Neurológica dando de esta manera un gran impulso al desarrollo de una actividad científica excepcional con una producción hasta entonces inigualada de trabajos de investigación básica y clínica.

El 21 de mayo de 1943 el Prof. José Arce pone en posesión de la Cátedra a su segundo Profesor Titular, el Dr. Ramón Carrillo. Al referirse al nuevo Titular dijo Arce "Carrillo ha sido siempre un trabajador infatigable. Tres años permaneció en el Instituto y mientras proseguía sus estudios neurológicos con Balado, Argarañaz y con Segura, se adiestraba conmigo en la Clínica y en la Técnica. Alumno siempre sobresaliente, una vez graduado en vez de volver sus ojos al terruño de donde saliera bachiller, dirigió su vista a los Centros científicos de Europa. En Ámsterdam, bajo la dirección de Brouwer, el primer neurólogo de Europa; de Oljenick, discípulo de Cushing y de Ariens Kappers, trabajo tres años. He dicho trabajo y no estudio porque la permanencia del joven Carrillo en Ámsterdam le permitió avanzar en el conocimiento y al mismo tiempo enriquecerlo con trabajos originales" y seguía diciendo Arce "De vuelta al país continuo en 1934, trabajando en el Instituto a mi cargo durante seis años con singular eficiencia. Prosiguió estudios ya iniciados en el Laboratorio de Ariens Kappers sobre anatomía comparada del Sistema Nervioso. Sistematizo la Yodoventriculografía y dedujo del estudio de las imágenes obtenidas originales puntos de vista para el diagnostico, algunos de los cuales figuran en publicaciones y tratados extranjeros de patología nerviosa con el nombre de nuestro joven compatriota. A nadie extraño por eso que su hermoso libro"Yodoventriculografía de la fosa Posterior", síntesis de sus trabajos sobre el tema fuera recibido con el mayor elogio por Neurólogos y Neurocirujanos hasta el punto que se había iniciado su traducción al alemán por Springer, el gran Editor de Leipzig, cuando estallo la guerra. Tuvo tiempo para más: Inicio la tomorradiografia del encéfalo, continuo sus estudios de anatomía patológica; revoluciono los conceptos fundamentales de las secuelas alejadas de los traumatismos craneanos; estudio con ahínco la semiologia de la aracnoiditis e insistió sobre el tema llamando la atención acerca de los brillantes éxitos terapéuticos que se obtienen en muchos casos de estas afecciones con el tratamiento quirúrgico y dedico algunas monografías al estudio de las hernias cisternales". Carrillo en ese momento tenía 36 años de edad.

Seria muy poco lo que yo podría agregar a lo dicho entonces por el Maestro Arce, sin embargo algunos años después Dickmann en su Clase Inaugural en 1960 refiriéndose a Carrillo decía " A su visión, inteligencia y capacidad de organización se debe la creación en 1943 del Instituto de Neurocirugía de la Facultad de Ciencias Medicas en el Pabellón Costa Buero".

Hoy habiendo tomado distancia y siendo nosotros ajenos a los antagonismos políticos de aquel momento podemos decir sin temor a equivocarnos que la figura de Carrillo trascendió los limites de la Universidad para entrar de lleno con una visión humanística y una inteligencia superior en los acuciantes problemas de la Salud Publica. Utilizo la política, es cierto, pero a través de ella organizo sistemas de salud y sembró de hospitales la geografía nacional con eficiencia y honestidad. Carrillo murió pobre en el exilio, ejerciendo como medico general en una pequeña ciudad del norte de Brasil y paso sus últimos días dependiendo de la ayuda de generosos colegas brasileños que lo admiraban y respetaban.

Este libro autentico e imparcial nos muestra a Carrillo en todas sus facetas. Como organizador de la Salud Publica en Argentina podemos decir que hay un antes y un después de Carrillo y lo recuperamos en este libro a través de su pensamiento plasmado en sus propias palabras que a lo largo de sus paginas se mezclan con las del autor en una simbiosis interesante y fructífera que lo transforman en un verdadero tratado para la organización de un Sistema de Salud que se ocupa como el mismo lo dice de lo individual, lo social y lo político. Dice Carrillo con toda razón "No hay enfermos sino enfermedades" porque el concepto del hombre, su circunstancia, su entorno social y económico, condicionan sin lugar a dudas su patología.

Todos los capítulos exigen una profunda concentración en su lectura plagada de información absolutamente actualizada, el pensamiento de Carrillo como el de todo genio se adelanto en décadas a su tiempo.

Por fin el capitulo dedicado a su exilio y muerte nos emociona en cada una de sus frases.

La cronología de los acontecimientos que lo condujeron a un final prematuro e injusto, sus cartas a familiares y amigos nos muestra en fin a este hombre superior, espíritu preclaro, sacerdote laico, que sin duda excede el campo de la ciencia para adentrarse en la profundidad del hombre, en su espíritu y en la razón de su existencia.

Prof. Dr.Armando Basso
Profesor Emerito, Universidad de Buenos Aires
Director del Instituto de Neurociencias Aplicadas UBA
Presidente Honorario de la Federación Mundial de Sociedades de Neurocirugía
Ex Director Normalizador del Departamento de Salud Pública UBA
 



La personalidad del hombre y sus ideales

Por Arturo Carrillo [De Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El sanitarista]

El hombre

Nuestra intención es destacar la natural forma de ser y pensar de Ramón, así como su inteligencia y creatividad. Tenía muy claro que sus conocimientos debían estar al servicio de la gente y en primer lugar de los más necesitados: por ello se imponía exagerada actividad intelectual, para plasmar en el papel y luego en los hechos sus ideas creativas.

Este comportamiento, muchas veces obsesivo, lo volcó por ejemplo a la organización de la Cátedra de Neurocirugía así como el Instituto para la formación de neurocirujanos. Esta conquista gratificó su vocación docente.

Miraba a sus semejantes por el lado bueno y era fácil ser su amigo. Nunca se enojaba con nadie, salvo con él mismo.

Sensato y sensible, en todo lo que realizaba intentaba ayudar humanitariamente, utilizando a la vez sus profundos conocimientos científicos. Un ejemplo de sensibilidad emocional y honesta conducta se trasunta en su última carta, escrita a su amigo Ponzio unos días antes de padecer el infarto cerebral que lo llevó a la muerte.

La febril actividad que desplegó fue una lucha contra el tiempo; tenemos la seguridad que presentía que su vida sería corta ...

La infancia provinciana

Nació el 7 de marzo de 1906 en la ciudad de Santiago del Estero, en la casa familiar ubicada en la calle Córdoba número 49, a dos cuadras de la Plaza Libertad.

Era hijo de don Ramón Carrillo, profesor (docente egresado de la Escuela Normal de Paraná), periodista y político (tres veces diputado provincial) y de doña María Salomé Gómez Carrillo.

Era el mayor de los once hermanos que componían el resto de la familia. Su bisabuelo, don Marcos Carrillo, había sido un oficial español que cayó prisionero del General Manuel Belgrano en la batalla de Salta. Posteriormente, en 1819, fue liberado y se casó con doña Ascensión Taboada, para radicarse finalmente en la ciudad mediterránea. Así comenzó la estirpe Carrillo de la que nacería Ramón.

Realizó sus estudios primarios en la Escuela Normal "Manuel Belgrano", de la precitada ciudad. Fue un alumno corriente hasta que rindió en carácter de libre los grados quinto y sexto; ello le permitió adelantarse e ingresar al Colegio Nacional de Santiago del Estero a la edad de doce años. Durante esta etapa publicó una monografía histórica, "Juan Felipe Ibarra: su vida y su tiempo", con la que ganó una medalla de oro, premio instituido por las "Damas Patricias" de su provincia (1922); contaba dieciséis años de edad. Poco después presentó otro trabajo, "Glosa de los servidores humildes", en el cual se vislumbra su idea de la necesidad de protección de la vejez. En 1923, a los diecisiete años, egresó como Bachiller con medalla de oro.

Fue desde siempre lector tenaz y persona estudiosa, pero eso no le impedía ser comunicativo y sociable: disfrutaba de los ocios correspondientes a su edad, junto con sus amigos. En lo que respecta a su familia, compartía junto a sus padres la responsabilidad de educar a sus hermanos.

Su formación médica y científica

En 1924 se dirigió a Buenos Aires, impulsado por su vocación por la medicina; ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires a la edad de dieciocho años. En 1927 obtuvo por concurso el cargo de practicante en el Hospital Nacional de Clínicas, situación que duraría hasta 1929. Durante esos años tuvo de compañeros a estudiantes que posteriormente sobresalieron en el mundo de las ciencias médicas. Entre otros, cabe mencionar a los doctores Dickmann, Solanet, Piñero, Rezzano, Marottoli, Rothman y Jeanmaire.

A los veintitrés años de edad, en 1929, se recibió de médico, con medalla de oro por sus notas: diecinueve sobresalientes y ocho distinguidos. Por Tesis de Doctorado le fue entregado el "Premio Facultad".

El Profesor Dr. Jose Arce ofició de "Maestro" y amigo en el Instituto de Clínica Quirúrgica. En dicho lugar también se relacionó con el Dr. Manuel Balado y tomó contacto con la neurocirugía, especialidad a la que se dedicó de lleno, convirtiéndose primero en uno de los discípulos del Dr. Balado y luego en su colaborador más allegado. Durante este período inició sus primeros trabajos basados en la técnica ideada por el Dr. Balado (yodoventriculografía) y publicó sus dos primeros trabajos profesionales, iniciando una serie de publicaciones sobre este original procedimiento que luego culminaría en su obra de doctorado. Como ya se se recordó antes, esta obtuvo el premio "Facultad", por concurso: mereció mención especial en el premio de "Ciencias" del año 1928. Completó su formación en la especialidad con el Profesor Argañaraz, estudiando neurooftalmología, y con el Profesor Elíseo Segura para clínica otoneurológica, ambas vinculadas a la cirugía neurológica.

En 1930, sobre la base de sus antecedentes, obtuvo la beca universitaria reglamentada por la "Ordenanza Butti" para realizar estudios de postgrado, los que eligió llevar a cabo en Amsterdam con Ariens Kappers y Brouwer; en París, con Guillain; y en Berlín con Carl Vogt, especializándose en neuropatología. Fueron tres años intensos de investigación sobre esclerosis cerebral, polineuritis experimental, mecanismo de las impregnaciones, técnicas de coloración del tejido cerebral y estudios sobre anatomía comparada. En octubre de 1932, pese a sus escasos veinticuatro años, Ramón participó muy activamente en el Primer Congreso de Neurología, en Berna, Suiza. Mientras tanto observaba atentamente la escena sociopolítica europea. En 1933, 1934, 1935 y 1936 prosiguió sus investigaciones sobre histología del sistema nervioso, con Ramón y Cajal y Pío del Río Hortega.

A su regreso de Europa, a fines de 1933, los doctores Arce y Balado le confiaron de inmediato la organización del Laboratorio de Neuropatología del Instituto de Clínica Quirúrgica, lo que pudo ejecutar dividiendo su tiempo entre la neurocirugía a la mañana y el laboratorio a la tarde. Durante ocho años trabajó "full-time" en estas actividades, pues no tenía consultorio privado. Es decir que durante todos esos años posteriores a su graduación se dedicó exclusivamente a la investigación y estudio de las materias básicas de su especialidad y a la elaboración de numerosos trabajos científicos, de la misma orientación, manteniendo estrecha relación e intercambios de informaciones profesionales con los investigadores de la escuela neurobiológica argentina en el Hospital de Alienadas y el Hospicio de la Mercedes, luego hospitales Moyano y Borda. Nunca, ni siendo ministro, dejó de visitarlos e interesarse por sus investigaciones, y hasta con aumentada vigilancia cuando quien escribe este libro fue segundo jefe del Laboratorio del Hospicio, dirigido entonces por el Dr. Braulio Moyano.

Alternaba por esos años su formación científica con una sólida actividad humanista, cultural y política. Sin descuidar sus estudios, "vive la bohemia literaria y filosófica de los cafetines de Buenos Aires". Leía a Enrique Banchs, Jose Pedroni, Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones; se relacionó con Armando y Enrique Santos Discépolo; entabló entrañable amistad con Homero Manzi, condiscípulo de infancia; y manifestó una definida inclinación por la pintura argentina, iniciando la formación de una importante pinacoteca. Políticamente abrevaba en el nacionalismo de la década del 30: advirtió que somos un país cultural, mental y económicamente colonizado, tomando conciencia de que se hallan dispersas las fuerzas capaces de esclarecer y modificar esa situación.

Homero Nicolás Manzione (Homero Manzi) también santiagueño – de Añatuya, localidad a la que él llamaba Aña-mía – fue en 1935 uno de los fundadores de FORJA, agrupación que bajo el lema "Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre" denunció el sometimiento del gobierno. "Santiago del Estero no es una provincia pobre, sino una provincia empobrecida", decía reclamando las cuatro P (Patria, Pan y Poder al Pueblo). Fue expulsado de la Facultad de Derecho, exonerado como Profesor de Literatura y silenciado como poeta. Pero "si por sus ideas le cerraban el camino a ser hombre de letras, él se dedicó a hacer letras para los hombres" y se transformó en Homero Manzi. "Mientras Buenos Aires, abriendo cada día más su puerta a la entrada del alma ajena, desoía las voces de la tierra … [e]l santiagueño ama en primera instancia a su tierra, tiene una patria chica para ubicar su corazón. Conoce su cielo, abierto y celeste durante el día cuando apenas lo transitan el sol y las majaditas de nubes blancas, oscuro y profundo en la noche, cuando los tachonan los tucu-tucu inmóviles de las estrellas. … Buenos Aires vive sorda a la belleza que destila este polo mediterráneo en la silenciosa colmena de su vida espiritual. La gran ciudad del Plata, enceguecida de orgullo por las caricias de la gloria material, no sabe que lejos de ella hay argentinos que aparentan las majadas de la leyenda". Pese a ello Manzi captó y plasmó no pocos arquetipos del tango porteño. Manzi estaba convencido del triunfo de la cultura nacional sobre la colonización cultural: "Todo lo que cruzaba el mar, era mejor; y cuando no teníamos salvación apareció lo popular para salvarnos, creación de pueblo, tenacidad de pueblo. … Por eso yo, ante ese drama de ser hombre del mundo, de ser hombre de América, de ser hombre argentino, me he impuesto la tarea de amar todo lo que nace del pueblo, de amar todo lo que llega al pueblo, de amar todo lo que escucha el pueblo." Declaró en 1947: "Perón es el reconductor de la obra inconclusa de Yrigoyen. Mientras siga siendo así, nosotros continuaremos creyéndole, seremos solidarios con la causa de su revolución que es esencialmente nuestra propia causa. Nosotros no somos ni oficialistas ni opositores: somos revolucionarios".

Enrique Santos Discépolo "era el perno del humorismo porteño, engrasado por la angustia" (N. Olivari). De angustia se dejó morir al reducir muchísimo su alimentación por varios meses, muerte discepoliana si las hay. Falleció la víspera de Navidad de 1951, con apenas cincuenta años de edad, mes y medio después que el presidente Perón atribuyera su reelección del once de noviembre al voto femenino y a la difusión radial hecha por Discépolo (primera foto). El peronismo le había devuelto las ilusiones, ya que Discépolo lo concebía como pura y exigible solidaridad. Su amistad con Evita y con Carrillo fue el elemento esencial para ratificar esta concepción. Así, una de las causas de la depresión del popularísimo poeta, escritor, actor y músico (centro) fueron los ataques recibidos por esa adhesión al peronismo. Dijo de él Manzi "Te duele como propia la cicatriz ajena" – y por eso se murió de espanto ante un siglo veinte que se le patentizaba absurdamente insolidario, febril, obstinado en destruirse, sin rumbo y sin moral. Su esposa Tania evocaba así el final: "Se fue muriendo de ganas, de amargura, renunció a la redada tanguera de la madrugada, a la que me acostumbró toda la vida. Dejó de comer... llegó a pesar treinta y siete kilos y a revivir en aisladas ironías: "Pronto las inyecciones me las van a poner en el sobretodo", fue una de las más risueñamente patéticas". Fila inferior, derecha: su última foto, quince días antes de morir (cortesía de Tania a Alicia Ávila). Su hermano Armando, creador del género teatral conocido como "grotesco criollo", le sobrevivió veinte años.

Cuando en 1937 falleció nuestro padre, Ramón tomó a cuatro hermanos menores a su cargo: los trajo a Buenos Aires para que iniciasen sus estudios universitarios, todos a Medicina. Éramos Santiago, Alfredo, Marco Aurelio y yo. Alfredo no pudo continuar, porque una enfermedad que tuvo no le permitía trabajar con pacientes.

A partir de 1939 se hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central. Su trabajo le permitió tomar contacto con la documentación clínica de miles de jóvenes de veinte años, aspirantes al servicio militar procedentes de todo el país. Comprobó allí los altos porcentajes de ineptitud física que se originaban principalmente en las provincias pobres y postergadas. Estos datos ratificaron su antigua sospecha acerca del desmoronamiento del inte­rior criollo.

El problema le preocupó y en consecuencia promovió ante todo un estudio estadístico, para determinar la cantidad de camas disponibles por cada mil habitantes en todo el territorio nacional. Los resultados de la encuesta, realizada por intermedio del Instituto Geográfico Militar dependiente del Ministerio de Guerra, evidenciaron grandes desniveles entre las diferentes provincias y territorios: desde 9,61 camas por mil habitantes en la Capital Federal, 4,66 por mil en la provincia de Buenos Aires, 0,88 por mil en el territorio nacional de Misiones y 0,00 por mil en la Gobernación de los Andes.

En general, la existencia de establecimientos con servicios de internación era privilegio de las grandes ciudades. Aun así, los hospitales gratuitos del Estado o las sociedades de beneficencia se desenvolvían en condiciones precarias, por falta de personal, alimentación, medicamentos e instrumental. Las zonas rurales estaban totalmente desprotegidas de asistencia hospitalaria y el país, en su conjunto, contaba sólo con el 45 por ciento de las camas necesarias. Los centros hospitalarios conservaban el espíritu de caridad que las sociedades de beneficencia le habían impreso desde el siglo anterior: muy alejado, más allá de sus buenas intenciones, del carácter de servicio público que debían tener.

Al crearse la Cátedra de Neurocirugía en 1937 con la titularidad del profesor Balado, Carrillo accedió en 1941 como Profesor adjunto. En 1942, al morir el profesor Manuel Balado, se presentó al concurso para optar a la Cátedra de Profesor Titular de Neurocirugía que hasta entonces aquel ejerciera, con un folleto de antecedentes y trabajos que conformaban una acabada demostración de su talento. Realizó un interinato de unos meses y luego recibió la confirmación, a los 35 años.

En su conferencia inaugural sostuvo que la formación del neurocirujano debía ser estricta y muy cuidadosa, puesto que se requería del profesional que abrazara esa especialidad una extraordinaria capacidad técnica, salud física, gran entrenamiento intelectual y vastos conocimientos adquiridos metódicamente. Debía tener además el espíritu abierto a todos los vientos, "amasado el corazón"; no gritar, como el Mefistófeles de Goethe, "Nada sé decir del sol y de los mundos; sólo miro cómo sufren los hombres".

"No señores", decía Ramón en aquel primer contacto con sus alumnos, "debemos abrir nuestros brazos al mundo y dirigir los ojos al sol. Debe ser el neurocirujano un hombre capaz de ocultar su triste destino al que ya no espera nada, manteniéndole el último destello de una ilusión. Cualquier espíritu noble estará con Santo Tomás: es preferible un sentimiento que consuela a una verdad que ilumina".

Terminó su alocución con estas palabras: "Vosotros, desinteresados en las contiendas, limpios de los estigmas de las ambiciones, caeréis con sorpresa en las encrucijadas; el tiempo os despeñará del mundo de los sueños a los ásperos caminos de la vida. Entonces los más nobles sentimientos se pervierten en el vaso impuro del corazón humano si un ideal altruista y de trabajo no lo embalsama, purificándolo del mal de las codicias y de la convicción materialista de que la vida es botín legitimo del más fuerte".

La neurocirugía y especialmente la técnica neuroquirúrgica experimentó considerable evolución a partir de 1944 y las operaciones de técnicas avanzadas se empezaron a realizar sin inconvenientes. Por su extraordinaria dimensión, es imposible sintetizar aquí la labor desarrollada en diez años en el Instituto de Neurocirugía. La antigua revista "Archivos de Neurocirugía", que se publicó bajo la diligente atención del maestro Balado hasta su desaparición, volvió a salir rejuvenecida, siendo por aquella época la única publicación en Latinoamérica de este tipo.

El Costa Buero

Una vez que se hizo cargo de la Cátedra de Neurocirugía que funcionaba en el Pabellón Costa Buero y sabiendo que en tan pequeño espacio su cátedra no podría funcionar, consiguió que la familia Costa Buero le donara el edificio, logrando así plasmar este proyecto.

Fundó y a partir de 1944 dirigió el Instituto Nacional de Neurocirugía. Fue elegido Consejero de la Facultad de Medicina en 1944 y luego Decano Interino en 1945. Fue el creador, organizador y primer Presidente de la Escuela de Postgraduados en la Facultad de Medicina, con orientación hacia la medicina social y preventiva. Fue fundador de la Sociedad Argentina de Historia de la Medicina, publicó 140 monografías sobre temás vinculados a la neurología, psiquiatría, histología y patología del sistema nervioso, con especial referencia a la neurocirugía y a la historia de la medicina.

Al ocupar la Cátedra de Neurocirugía continuaron acompañándolo figuras de estimable valor dentro de la especialidad y materias afines, como las de los Drs. Esteban Adrogué, Manuel Oribe, Ramón Pardal, Tomás Insausti, Julio Ghersi y Fermín Barcala. A estos se agregaron los doctores Juan C. Christensen, Raúl Matera, Raúl Carrea, J. Day, Roberto Chescota, Ángel Cammarotta, H. Villar, Horacio Caste, Julián Prado y Magín Diez. Posteriormente se sumó una generación de médicos jóvenes, entre los que se destacan Francisco Rubén Perino, Lorenzo Amezúa, Diego Luis Outes, Aldo Martino, Julio César Ortíz de Zárate, Eduardo Mendizábal, Rogelio Driollet Laspiur, Miguel Ragone, sus hermanos Arturo y Santiago Carrillo y otros. A su solicitud, concurrió a organizar la Sección Neuroradiología el Dr. Manuel Zamboni, prestigiado radiólogo del Hospital de Clínicas.

Con tal núcleo de profesionales, en su mayoría jóvenes, a los 36 años comenzó el Dr. Ramón Carrillo su labor docente, asistencial y de investigación en la Cátedra. Fue un maestro en el más alto sentido de la palabra; no sólo enseñaba, formaba. De ello dan fe sus muchos discípulos y colegas que posteriormente pasaron por el Instituto. Por su acción, la neurocirugía argentina honra a la Patria y trascendió sus fronteras.

En 1945, por su iniciativa y la de los doctores Alejandro Schroeder del Uruguay, Elíseo Paglioli del Brasil y Alfonso Asenjo de Chile, se proyectaron los congresos Latinoamericanos de Neurocirugía, que a partir de entonces cada dos años se desarrollan con todo éxito.

Pensamiento y personalidad (apostillas)

La impuesta postergación y la pobreza de Santiago del Estero le hacían decir con ironía que sólo los santiagueños habían aprendido a amar desinteresadamente.

Era tan fácil relacionarse con él como difícil sustraerse al brillo de su inteligencia. Su sonrisa era una mano tendida hacia el semejante. Tenía la enorme virtud de ser serio sin seriedades. Sensible, abierto a todos los rumbos de la inquietud intelectual, demostraba una curiosidad insaciable para aquello que se evidenciara como conquista del genio de la especie.

Optimista impenitente, creía en el Creador – y en el hombre hecho a su imagen y semejanza. Nunca se le escuchó una queja sobre lo que le habían hecho ni sobre las desilusiones padecidas, y ¡vaya si debió soportar ataques, vilipendios y odios!

Todos sus escritos y obras, estaban impregnadas de un extraordinario sentido humanista y cristiano. Su primera publicación "El Elogio de los Humildes", la encabezó con una frase de Heráclito: "Todo fluye y todo corre, nadie ha atravesado dos veces el mismo río". Su formación filosófica la había sedimentado al lado de su padre, completándola con la lectura de libros clásicos de los que son típicos la "Filosofía Positiva", "La Divina Comedia", el Fausto, "El Paraíso Perdido" de Milton, "Don Quijote de la Mancha" y la Biblia.

Quería un país de los argentinos para todos los argentinos. No aceptaba, por ejemplo, la primogenitura de Buenos Aires y el melancólico ritmo de avance del Interior. No era empero antiporteño, aunque no ignoraba que Buenos Aires impone los intereses del puerto y de sus beneficiarios nacionales y extranjeros sobre y contra el país en su conjunto. Intuía que las legiones de "cabecitas negras" que arribaban a Buenos Aires eran adelantados del tiempo nuevo y que su acción, desde las fábricas, alcanzaría los objetivos que las armas no consiguieron.

Pensaba en eso y alguna vez supo decimos que Buenos Aires no era sólo un puerto para que ingresaran mercadería y capitales extranjeros, sino la gran base técnico-industrial para autoabastecernos y asegurar, junto al resto del país, nuestra libre determinación.

Es difícil sintetizar brevemente su polifacética actividad como ser humano, médico distinguido y original creador de técnicas y concepciones científicas, así como organizador sanitario y revolucionario creador de una sanidad argentina con características propias. Pero no destacar su personalidad dejaría una injusta y fría recopilación cronológica de su actividad. Es por eso que comenzaremos por relatar su vida como la historia de un soñador, de un hombre de ciencia argentino, con fuerte vocación de servir al pueblo de su Patria, que tuvo la suerte y la oportunidad de materializar en gran parte ese sueño. Esta tarea la realizó durante los últimos ocho años de su vida con el entusiasmo, el vigor y la entrega total de su genio creador.

¿Cómo era Carrillo, físicamente?

"Ramón era negro; justamente el 'Negro' Carrillo – recuerda Jorge Farías Gómez – "y puede decirse que era feo y hasta muy feo, lo cual de primera intención no se concilia con la idea de que era atractivo para las mujeres. Pero Ramón sabía interesar a las mujeres con su talento, inteligencia, comprensión y su variado repertorio de conocimientos".

Se casó con Susana Pomar cuando ya era ministro, apadrinado por Perón y por su esposa Eva Duarte. Corría el año 1946. Tenía cuarenta años y Susana, a quien había conocido como alumna en un colegio donde dictaba clases, veintiuno. Juntos habitaron la casa de French 3036.

A él le perdonaban todos los errores. Frecuentemente parecía que no atendía y que se dispersaba. "No lo molesten" decían sus amigos, "está pensando". Efectivamente era así y fue así el resto de su vida. Estas "distracciones" no deben considerarse defectos, sino como un comportamiento errático de la atención, sobre todo si son breves; son frecuentes en personas muy inteligentes.

Tal es así que una vez que se disponía a visitar a su novia Susana Pomar, residente en Castelar, se le ocurrió llevar a su sobrino Marcelito de 5 años, para que lo conociesen. Tomaron el tren en la estación de Once y Ramón bajó en Castelar, pues la casa de Susana se ubicaba frente a la estación; pero en un pequeño descuido … sí, "se olvidó el chico en el tren". Tuvo que salir corriendo en un taxi desesperadamente, hasta que lo pudo rescatar en la estación siguiente... Olvidarse el lugar donde estacionaba el auto y darlo por perdido era hecho frecuente. Pero nunca perdió uno, pues siempre alguien se lo localizaba...

La febril actividad – en la que vivió, dada su extraordinaria capacidad de trabajo – lo mantuvo, generalmente, al margen de pequeñeces y de miserias humanas. Por muchos años el laboratorio y el microscopio fueron sus compañeros inseparables; jamás tuvo envidia de nada ni de nadie. Por el contrario, vivió deslumbrado por la belleza y la grandiosidad del mundo.

Poseía memoria extraordinaria, casi fotográfica y su "gran pasión" fueron los libros, a los que consideraba como su mejor venero de trabajo. Pero sí bien formó una biblioteca especializada en medicina, historia, filosofía y filosofía de las ciencias, también había allí todo tipo de libros: hasta novelas policiales, que siempre fueron uno de sus pasatiempos.

Tenía una gran responsabilidad en el cumplimiento de su trabajo. Las tareas hospitalarias eran sus preferidas. No generaba problemas y mantenía una gran armonía con el personal. Con los grandes maestros de la medicina de su época, existía una fluida y cordial amistad. Muchos de ellos llegaron a ser valiosos consejeros en su actividad, tales como Braulio Moyano, Roque Orlando, German H. Dickman, Ramón Melgar y otros notables. Con los amigos no médicos, los de la bohemia, se distendía y disfrutaba: muchos eran periodistas, escritores, pintores, poetas y músicos; alguno, médico y famoso cantor.

Generalmente se reunían en un salón que les facilitaba don Natalio Botana, una parte de las oficinas del diario "Crítica". Pero no era su costumbre trasnochar; madrugaba por sus tares hospitalarias y el ejercicio de su profesión.

Ramón, Alfredo, Marco Aurelio, Santiago y yo vivíamos en Arroyo 1073 hasta que nos emplazaron a dejar el lugar, debido a que la casa estaba en el trayecto del trazado de la futura Av. 9 de Julio; nos mudamos a French 3036. Constituimos una sociedad fraternal unida, con funciones específicas en el manejo de la vivienda. Era una casa de hombres, más los amigos y compañeros de estudio, un verdadero "club de caballeros". Nunca hubo problemas ni conflictos. No obstante, ante semejante hogar, mi madre resolvió trasladarse de Santiago del Estero junto a dos hijas solteras, Marta Elena y Carmen (La Chata), ambas dedicadas al magisterio. La Mamita por su edad y educación no concebía que en un hogar faltaran las mujeres. Así fue que se reconstituyó el núcleo familiar, tal como se lo concebía en tiempos de antaño.


De la pluma de Ramón Carrillo

[De Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El sanitarista]

" … No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino."

"Si yo desaparezco queda mi obra y queda la verdad sobre el esfuerzo donde dejé mi vida": el resumen de las obras más importantes entre 1946 y 1954 enumera 141 hospitales, 60 Institutos de Especialización, 50 Centros Materno-Infantiles, 16 escuelas técnicas, 23 Laboratorios e instituciones de diagnóstico, 9 hogares-escuela, Centros Sanitarios y Centros de Salud en todas las provincias; duplicación del número de camas hospitalarias en el país; "campañas integrales" para eliminar endemias, logrando la elimnación del paludismo; formación y organización de recursos humanos; reducción de la mortalidad infantil a la mitad y nacionalización de la industria farmacéutica.

"Mientras los médicos sigamos viendo enfermedades y olvidemos al enfermo como una unidad biológica, psicológica y social, seremos simples zapateros remendones de la personalidad humana."

"Debemos pensar que el enfermo es un hombre que es también un padre de familia, un individuo que trabaja y que sufre; y que todas esas circunstancias influyen, a veces, mucho más que una determinada cantidad de glucosa en la sangre. Así humanizaremos la medicina."

"En una sociedad no deben ni pueden existir clases sociales definidas por índices económicos. El hombre no es un ser económico. Lo económico hace en él a su necesidad, no a su dignidad."

"Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud."

"No puede haber política sanitaria sin política social."

"De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados."

"Frente a las enfermedades que produce la miseria, frente a la tristeza y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causa de enfermedad, son unas pobres causas."

NOTA: La edición del libro "Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El sanitarista" fue privada. Para adquirirlo es posible tomar contacto directamente con el coautor, Lic. Augusto Raúl Carrillo
correo electrónico: acarrillo@fibertel.com.ar
Tel.: 54 (11) 4792-5701
Calle San Lorenzo 2871, Martínez, CP (1640) Buenos Aires, Argentina
 



El célebre óleo del "Soldato Pittore" Roberto Fantuzzi

El célebre óleo del Soldato Pittore Roberto Fantuzzi, el maestro pintor que sirviendo como soldado en la segunda guerra mundial halló la fama por sus pinturas de los combatientes, fue rescatado a último momento por Santiago Carrillo del incendio del mobiliario del Instituto de Neurocirugía en el golpe militar de 1955. Luego debió permanecer largamente oculto. La jungiana estructura del cuadro representa la labor de la Cátedra e instituto universitario de Neurocirugía por medio de una tetrasomía. Centrada en el sufrimiento del paciente y el esfuerzo humano por remediarlo, la estructura pictórica revela así una cruz cuyo brazo horizontal marcan el cabo de la Sala de Operaciones Jesús Rodríguez y la instrumentadora Eva Iglesias, en los planos extremos del cuadro. El brazo vertical apiña, de izquierda a derecha, al neurocirujano Aldo Francisco Martino (elevado), algo más bajo el oftalmólogo Magin Diez, y aun más bajo el trío formado por el neurocirujano Ortiz de Zárate, el neurooftalmólogo Esteban Adrogué y el anátomopatólogo Manuel Prado. Algo más elevado que este se halla el neurocirujano Ramón Pardal (padre) y delante del mismo el neurocirujano Raúl Matera. Poco más arriba se ven, siempre de izquierda a derecha, el neurorradiólogo Manuel Zamboni y el neurocirujano Arturo Carrillo, este ubicado a la izquierda del paciente. Siguen, a la derecha del paciente cuyo sufrimiento ("cruz") y remedio relata pictóricamente el maestro Fantuzzi, el neurólogo Horacio G. Casté, Ramón Carrillo y, tras el ya mencionado Jesús Rodríguez en un plano posterior, el neurólogo Tomás Insausti, la secretaria de la Cátedra Sofía González, el neurocirujano Lorenzo Amezúa y quien ordenó y rescató la pintura, el neurocirujano Santiago Carrillo. Último en el fuste de la cruz es Miguel Ragone, décadas después gobernador de la provincia de Salta secuestrado y muerto por motivos políticos. Completóse el cuadro a comienzos de 1948, retocándolo su autor en 1949 para cambiar al neurocirujano emplazado a la izquierda del paciente, que originariamente era Manuel de Oribe. El maestro Fantuzzi asimismo produjo a instancias del Dr. Braulio Moyano la conocida obra sobre el tío de éste, “Anestesia raquídea. – Lección del Dr. José Arce".

Fuente: www.electroneubio.secyt.gov.ar
 



El exilio de Carrillo

Por Carlos del Frade

El primer Ministro de Salud Pública de la Nación, el santiagueño Ramón Carrillo, nació el 7 de marzo de 1906 y era hijo de un militante radical.

Se recibió como médico en 1929 con medalla de oro por ser el mejor alumno de su promoción. Perfeccionó sus estudios en Europa y a su regreso, en plena década infame luego del primer golpe de estado en la Argentina que terminó con la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, empezó a compartir inquietudes políticas con otro santiagueño de fina sensibilidad y alto compromiso político, Homero Nicolás Manzione, menos desconocido por Homero Manzi. Que no era solamente un poeta exquisito sino un notable político e integrante de FORJA, Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, verdadero puente entre el yrigoyenismo y “el subsuelo de la patria sublevado”, como le llamaría Raúl Scalabrini Ortiz al movimiento surgido el 17 de octubre de 1945.

En 1946, Perón le ofreció el ministerio de Educación, el que rechazó. Pero cuando Carrillo propuso la creación del Ministerio de Salud Pública fue el encargado de conducirlo a partir de 1949. El único antecedente hasta entonces había sido el llamado Departamento Nacional de Higiene.

“…En sólo ocho años, se construyeron 4229 establecimientos sanitarios en todo el país. Esto amplió la capacidad hospitalaria en 130.180 camas. Jamás antes ni después la salud pública argentina recibió un impulso de esta magnitud. La tasa de mortalidad infantil disminuyó claramente y la esperanza de vida al nacer aumentó de 61,7 años promedio a 66,5 en menos de una década. En 1947, inaugura el Instituto de Medicina Preventiva y su gestión edita el Plan Analítico de Salud Pública de la Nación. En 1949, publica su obra Política Sanitaria Argentina, considerada -junto con Teoría del Hospital (1953)- un tratado de consulta, aún hoy, en todo el mundo. Impulsó y creó la especialización de médicos higienistas, hoy sanitaristas. Innovador, crea en 1948 los centros de salud, e inaugura los primeros 50. Se erradicó por completo el paludismo y enfermedades como sífilis y tuberculosis disminuyeron a niveles equiparables a países más desarrollados. Los argentinos debemos saber que el Servicio Nacional de Salud británico, considerado ejemplo de un sistema universal y público, data de 1949. Ya para entonces el sistema público de salud argentino superaba al británico, tanto en recursos aplicados como en resultados obtenidos”, narra el historiador Pedro Borio. “Los problemas de la Medicina como rama del Estado, no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría”, sostenía Carrillo. También creía que “solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo.”

Murió el 20 de diciembre de 1956 en Belem do Pará, en el triste exilio al que lo condenó la dictadura que produjo el golpe de estado del 16 de setiembre de 1955.
“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”, repitió hasta el cansancio.

En 2010, Carrillo parece ser una sombra lejana.

Según el CICOP, el gremio de los médicos de la provincia de Buenos Aires, en el primer estado de la Argentina hay “cuatro camas cada mil habitantes”; una “proporción preocupante, ya que apenas llega a la mitad de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud”; y sostienen que “teniendo en cuenta el crecimiento poblacional, el presupuesto es menor al de hace diez años”, apuntan los trabajadores que no se resignan a olvidar a aquel fenomenal sanitarista santiagueño.

Agencia de Noticias Pelota de Trapo, septiembre 2010
 

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