"Más vale honra sin
sindicatos que sindicatos sin honra" y "Unirse desde abajo y
organizarse combatiendo", fueron las consignas que encarnaron el
espíritu clasista que le dieron origen a la CGT de los
Argentinos en el Congreso Normalizador "Amado Olmos" del 28 al
30 de marzo de 1968. Emerge así una concepción clasista desde
distintos sectores del activismo sindical. La CGT de los
Argentinos fue el intento más concreto y audaz de conformar una
organización de dimensión nacional capaz de expresar una clase
obrera en transición, dispuesta a reformular sus instrumentos
reivindicativos. Pero sobre todo un marco político para
responder a la reestructuración del perfil de acumulación
capitalista -y a su correspondiente sistema de poder
institucional y disciplinamiento social- que supuso el golpe
militar de junio de 1966.
1968-28 al 30 de
marzo-2006 - La CTA-Rosario rinde homenaje a los que ayer y hoy
siguen luchando por "una sociedad donde el hombre no sea el lobo del
hombre sino su compañero y hermano".
"Empezaron sintiendo
vergüenza por sus ropas de obreros, trataron de ponerse a tono con
los despachos y antesalas ministeriales y poco a poco de
representantes obreros frente al poder se convirtieron en
representantes del poder frente a los obreros." "Se
enriquecieron, adquirieron hábitos y vicios incompatibles con sus
cargos de dirigentes sindicales, burocratizaron sus sindicatos, los
transformaron en maquinarias sin contenido, se limitaron —en el
mejor de los casos— a la acción social, el tanto por ciento de
aumento en cada nuevo convenio, los hoteles de turismo, las colonias
de vacaciones." "Olvidaron que los trabajadores no pueden ni
deben mantenerse al margen de los problemas fundamentales de la vida
nacional."
"Olvidaron que la política del gobierno contraría los intereses de la clase
trabajadora." "Toleraron los avances incesantes de los
monopolios que rigen la economía del país, arruinando a las empresas
nacionales, especulando con la desocupación que abarata la mano de
obra, envileciendo los salarios." "Durante años esos dirigentes
se opusieron entre sí; encarnaban actitudes distintas ante los
problemas nacionales, inclusive se combatieron con dureza. El tiempo
ha borrado esos matices, ha gastado los ropajes ocasionales y los ha
dejado desnudos; es posible ver que se parecen mucho, unos y otros.
Por eso ahora, como por arte de magia, están todos juntos,
enfrentados a los trabajadores."
[Del Semanario de la CGTA,
1968] Congreso Normalizador de la CGT Amado Olmos
Durante
meses una predica golpista proveniente de distintos sectores dio sus
frutos el 28 de junio de 1966, cuando el movimiento encabezado por
el Gral. Juan C. Onganía destituyo al presidente Arturo Illía.
Contribuyeron para la asonada militar desde las multinacionales
hasta un enorme aparato en el que intervinieron varios medios de
prensa, las FF.AA, sus organismos de "inteligencia" y dirigentes
sindicales que se sumaron a la campaña desestabilizadora.
Luego, del fracaso de las medidas de la CGT a comienzos del 67,
creció la relación de los sindicatos colaboracionistas encabezados
por Coria, con el gobierno. Posteriormente, en el Congreso
Normalizador "Amadeo Olmos" de la CGT, del 28 al 30 de marzo de
1968, se produjo la fractura del sindicalismo, y surgió la "CGT de
los Argentinos" (CGTA), siendo elegido Raimundo Ongaro, como
Secretario General, al que apoyaron un amplio arco ideológico de
gremialistas. Mientras que se retiraron del congreso tanto
vandoristas como colaboracionistas, constituyendo la "CGT de
Azopardo", que paso a ser la "CGT oficialista y colaboracionista",
que en las discusiones con la CGTA, levantaba la consigna "Primero
la unión, después la lucha", mientras que la central comandada por
Ongaro, les respondía planteando "Primero la lucha, después la
unión"
Dentro de la CGTA,
confluyeron distintos sectores entre los que se destacaron
direcciones enrolados en el "peronismo duro", como telefónicos,
sanidad, otras influenciadas por el radicalismo y los socialistas
democráticos, expresados en ferroviarios y viajantes, otros sectores
que respondían a la política del Partido Comunista, y a grupos
políticos como el Partido Comunista Revolucionario (PCR), y
principalmente sindicalitas ideológicamente social-cristianos,
políticamente vinculados a sectores del peronismo como el ongarismo,
la UNE en el movimiento estudiantil, sacerdotes del Tercer Mundo,
etc.
Todo ese conglomerado de fuerzas políticas, sindicales y
estudiantiles que se expresaron en la CGTA o de Paseo Colón, lo
hicieron tras un programa antiimperialista, antimonopolista y
antioligarquico. En los años de su existencia llevo adelante
importantes luchas contra el plan de racionalización y ataques de
las conquistas obreras de aquella dictadura que "no tenía ni
tiempos, ni plazos...".
A las semanas, un sector del movimiento obrero de Rosario y
del Cordón Industrial lanzo una convocatoria titulada "POR UNA CGT
SIN COMPROMISOS O ATADURAS ESPURIAS" en donde se afirmaba "Asumimos
la responsabilidad que el momento nos exige, UNIR en torno a esta
Regional de la CGT, a todos los que, sin compromisos o ataduras
espurias, entendemos que a los trabajadores se los arma de fe y de
ansias de lucha, con posiciones claras, que no dividen, sino que
unifican y sirven para hacer surgir dirigentes leales a las ideas e
intereses del pueblo trabajador". Posteriormente, el 17 de abril un
plenario de 27 gremios, presidido por Héctor Quagliaro, conformo la
"CGT de los Argentinos Regional Rosario", aprobando lo resuelto en
el congreso normalizador.
A nivel nacional la CGTA, emitió
el "Programa del 1º de Mayo de 1968", redactado por Rodolfo Walsh,
siguiendo a otros documentos del sindicalismo como el de La Falda
(1957) y el de Huerta Grande (1962). En Rosario, el histórico
documento de la central obrera, fue ampliamente divulgado entre los
sindicatos, activistas gremiales y políticos, como un modo de
propagandizar el acto del día de los trabajadores. El programa tenía
un contenido antidictatorial, antiimperialista, y de liberación.
"Durante años solamente nos han exigido sacrificios. Nos aconsejaron
que fuésemos austeros: lo hemos sido hasta el hambre. Nos pidieron
que aguantáramos un invierno: hemos aguantado diez. Nos exigen que
racionalicemos: así vamos perdiendo conquistas que obtuvieron
nuestros abuelos. Y cuando no hay humillación que nos falte padecer
ni injusticia que reste cometerse con nosotros, se nos pide
irónicamente que "participemos". Les decimos: ya hemos
participado, y no como ejecutores sino como víctimas en las
persecuciones, en las torturas, en las movilizaciones, en los
despidos, en las intervenciones, en los desalojos. No queremos esa
clase de participación.
Agraviados en nuestra dignidad,
heridos en nuestros derechos, despojados de nuestras conquistas,
venimos a alzar en el punto donde otros las dejaron, viejas banderas
de la lucha."
(Mensaje a los trabajadores y al pueblo: 1 de
mayo de 1968. CGT de los Argentinos) Fuente: C.T.A. Rosario
CGT de los argentinos (30 de
marzo de 1968) - Canal Encuentro
Además del protagonismo de Raimundo
Ongaro, hubo otros dirigentes que a partir de sus conductas y sus
hechos hicieron posible la CGT de los Argentinos. Estas son sus
historias de lucha.
Porteño nacido el 28 de diciembre de 1930. Fue uno de los más claros
dirigentes político-gremiales que dio la Resistencia Peronista. Ya
para 1958 gana en elecciones el Sindicato de Farmacia –con 25 años-
orientándolo de ahí en más a la lucha contra las dictaduras de turno
y el retorno de Perón a la Argentina.
En el ’59 da su
presente en la huelga del Frigorífico Lisandro de la Torre codo a
codo con los obreros del gremio de la Carne. Al año siguiente es
nombrado Secretario de Prensa de las “62 Organizaciones Peronistas”.
Producción Agencia Télam 2014
Estuvo preso dos veces. La aplastante
victoria del peronismo en las elecciones del 18 de marzo de 1962 lo
confirma como diputado nacional, cargo que nunca pudo ejercer debido
a que Frondizi anuló las elecciones.
Entre 1961 y 1962 es
Secretario del Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo lo que
le permite viajar con cierta asiduidad a Madrid y entrevistarse con
Perón, quien lo nombra delegado personal ante los países
socialistas. El año 1968 lo encuentra participando en forma activa
en la creación de la CGT de los Argentinos donde no acepta ningún
cargo pero recorre el país de punta a punta para unificar
pensamientos y luchas en el seno de esa central obrera. Adhiere en
forma personal al Peronismo de Base como única manera de lograr la
creación y fortalecimiento de una alternativa independiente para la
clase trabajadora argentina.
Amenazado por la Triple A se exilia
en Venezuela, pero no soporta la lejanía de sus amigos y compañeros
y vuelve para 1976. El mismo día de su cumpleaños, el 29 de
diciembre de ese año, es secuestrado y desaparecido.
Fue visto en el campo de
concentración clandestino “El Vesubio”, destruido físicamente pero
entero, inclusive dando ánimo a todos pese a las bárbaras torturas
recibidas. Aún recuerdo las palabras que una vez dijo a sus
compañeros de militancia que lo admiraban: “Si algo llega a pasarme
no les voy a perdonar que pidan solamente por mí... pidan por
todos”. El 5 de julio de 2002 la Legislatura de la Ciudad de Buenos
Aires denominó con su nombre, el espacio verde delimitado por
Avenida Lacarra, Dellepiane, Eva Perón y Autopista Perito Moreno. Su
hijo Fernando escribió un largo y sentido poema que termina de este
modo: “Pero ya no te espero, sólo te busco, pero ya no te espero,
sólo te extraño, pero ya no te espero, porque al pasar los años, y
después de tanto daño, que te hicieron a ti, ahora sólo queda, que
vos me esperes a mí”.
Comunicado sobre la muerte de Emilio Jáuregui, 28/06/69.
Clic para ampliar
Después de 33 años, tras una
exhumación en el cementerio de Avellaneda, los restos de Di Pascuale
fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense
en diciembre de 2009.
Según testimonios, se supo que Di
Pascuale pasó por Centro Clandestino de Detención El Vesubio.
También que estuvo detenido en el Proto Banco junto al gremialista
Juan Carlos Arroyo, también recientemente identificado, y a quien,
justamente, en febrero de 1977 se lo llevaron junto a él, para
asesinarlo.
Nació en Coronel Moldes, el 22 de
mayo de 1930, provincia de Córdoba, en el seno de una familia
campesina, como él mismo la definiera. Supo lo que era trabajar la
tierra junto a sus padres y al mismo tiempo cursar la escuela
primaria. Aun en el piso de tierra de la casa de sus padres y con
iluminación a vela, creó su pequeña biblioteca de lectura que desde
edad temprana le inculcó su padre, que era un gran lector.
En
1944, deja el pueblo rural y el de su familia y va a la ciudad de
Córdoba a realizar sus estudios secundarios en un internado: la
Escuela de Artes y Oficios “Presidente Roca” con lo que inaugura en
su vida personal la relación con el estudiantado y la industria, que
en esa época venía en un sostenido desarrollo y crecimiento, tanto
en la provincia mencionada, como a nivel nacional.
Luego de
recibido como técnico industrial, en el año 1947, dos años después
ingresa, a los 19 años, en el Servicio Público de Electricidad de
Córdoba (SPEC). Sin embargo, no dejó de estudiar y posteriormente,
haciéndolo de noche, se recibió de electrotécnico, en la Universidad
Tecnológica.
Ya en la organización sindical, en Luz y Fuerza
de Córdoba, al poco tiempo es elegido delegado de su sector de
trabajo, y pasó a ser una de las autoridades del cuerpo general de
delegados. Al año es designado pro secretario general; más tarde es
elegido secretario gremial de la Federación Argentina de
Trabajadores de Luz y Fuerza ( FATLYF) de donde será expulsado junto
a su gremio, por no someterse a las prácticas burocráticas y
“participacionistas” como él calificaba a la dirigencia gremial de
la época.
Raimundo Ongaro - Programa del 1º de Mayo y otros
documentos de la CGT de los Argentinos. Clic para descargar
Tosco es perseguido e inhabilitado
por la intervención militar, de 1955 al 57. Es detenido por primera
vez en Posadas, en 1956, representando a la FATLYF. Fue uno de los
máximos dirigentes del Cordobazo, junto a otros dirigentes de
entonces, como Atilio López.
Fue detenido en varias
oportunidades. En 1969, después del Cordobazo, junto a otros
compañeros, estuvo preso siete meses en La Pampa y Rawson. Estando
detenido en 1972, a disposición de la dictadura cívico-militar, fue
electo secretario general de su querido gremio Luz y Fuerza de
Córdoba.
Cuando el golpe contra la cárcel que liberó a
dirigentes del ERP trató de liberarlo también a Tosco, él se negó.
Creía más en la fuerza de sus compañeros de las fábricas que
obligarían a la dictadura militar a finalmente dejarlo en libertad.
En octubre de 1974 es intervenido el sindicato de Luz y Fuerza.
Tosco pasa a la clandestinidad, perseguido. Enfermo, no puede ser
internado: sería ejecutado ni bien se supiera el lugar donde se
encontraba. Es atendido por amigos médicos que también se juegan la
vida. Finalmente, Tosco muere, el 5 de noviembre de 1975. Tenía 45
años de edad.
Descendiente de irlandeses, nació en 1927, en Choele Choel
(provincia de Río Negro). Fue educado en colegios religiosos de
Capilla del Señor y Moreno. En su primera infancia la familia no
sufrió necesidades, pero cuando su padre dejó de ser mayordomo de
estancia y tuvo que rondar el puerto en busca de trabajo, como
consecuencia de la década infame, las necesidades empezaron a
abundar.
Su vocación era ser aviador, aunque su incursión en
el mundo de las letras, en su adolescencia, lo marcaron para
siempre. Cuentos policiales, traducciones para la editorial
Hachette, artículos de periodismo cultural para diversos medios
-entre los que figuran La Nación-, y un premio municipal de
literatura figuran en su curriculum hasta el ‘56.
Cuando
estaba a menos de un mes de cumplir treinta años, un dato lo
interrumpió de su amodorrado refugio intelectual. En un café de La
Plata, alguien le dijo que había un sobreviviente entre los
fusilados, meses antes, en un basural por orden del gobierno
nacional. Entonces se animó, salió y fue más lejos que la gran
prensa y que la misma justicia.
Su vida cambió. Preguntó
sobre la historia de los fusilados del ‘56, averiguó acerca de los
fusiladores, encontró a sobrevivientes y nunca dejó de buscar
respuestas, a fin de ampliarlas hasta que la luz encegueciera. Los
jefes militares de la policía bonaerense lo pusieron en la mira.
Luego encaró otra investigación, la del asesinato de un poderoso
abogado judío vinculado con el diario La Razón. Los responsables del
SIDE, recién creado, también lo consideraron su enemigo por los
datos que reveló.
Hastiado del sistema de complicidades e
impunidad, viajó a Cuba, donde la incipiente revolución lo incorporó
de inmediato, para fundar una agencia de noticias primero y ser
espía después, hasta derivar en criptógrafo, descubriendo el
desembarco en Bahía Cochinos con meses de anticipación.
Más
tarde se refugió en el Delta, escribió con melancolía algunos
cuentos, cultivó la ironía a través de dos obras teatrales y
planificó una novela que nunca pudo terminar de redactar. Su andanza
lo llevó a conocer al coronel que escondió durante años el cadáver
de Evita. Recorrió el litoral junto a un fotógrafo, compañero de
aventuras. Describió, en notas de antología, el rostro oculto del
país que la megalópolis porteña desconoce, porque siempre intuyó que
debía acompañar a los abandonados.
Luego de encontrarse con
Perón en Madrid, fundó una revista gremial para los trabajadores.
Sabía que el movimiento obrero era traicionado por sus principales
dirigentes, y los enfrentó descifrando el asesinato de uno de ellos.
Se incorporó al Peronismo de Base, recorrió villas, integró las
Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y luego se sumó a Montoneros. La
llamada burocracia sindical y la Triple A también lo consideraron
tropa enemiga.
El 24 de marzo de 1976 empezó la última
dictadura, que oscureció el sol de los argentinos por más de un
lustro. Un año después, con la masacre y el exterminio a pleno
galope, Rodolfo Walsh estaba sufriendo un exilio interno; vivía
refugiado, tratando de ayudar a la militancia abandonada. A veces
pensaba que a la edad en que muchos jóvenes eran perseguidos por la
jauría de los borceguíes, él se dedicaba a imitar a Capablanca en el
tablero, a armar laberintos literarios para alguna trama policial, o
reseñaba la obra de Doyle o Bierce diciendo que hacía periodismo.
Perdió a su mejor amigo, supo de la muerte violenta de su primera
hija y terminó enfrentándose con la cúpula del movimiento
guerrillero. Había cumplido cincuenta años y desde su refugio, en
San Vicente, decidió salir a pelear cara a cara contra el terror
desatado por fuerzas perversas. Blandió el arma que mejor usaba, su
máquina de escribir, y redactó el informe más lapidario que tuvo el
gobierno militar al cumplir el primer año de gobierno. Pagó la
osadía con su muerte.
Hacía veinte años había publicado el
libro más importante de su vida, Operación Masacre. Recordaba que en
el prólogo de la primera edición decía: “Investigué y relaté estos
hechos tremendos para darlos a conocer en la forma más amplia, para
que inspiren espanto, para que no puedan jamás volver a repetirse”.
Su deseo no se cumplió, y por eso escribió su último texto “sin
esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero
fiel al compromiso de dar testimonio en momentos difíciles”.
Tal vez la mejor definición de Walsh no sea ni lo que dicen sus
apologistas, ni lo que dicen sus detractores, sino simplemente “un
hombre que se anima, y eso es más que un héroe de película”.
La CGT de los Argentinos (1968-1973), nacida del
congreso normalizador "Amado Olmos" de la central obrera del 28 al
30 de marzo de 1968, surgió como una respuesta combativa a las
variantes de adaptación al régimen generadas por las conducciones
burocratizadas del sindicalismo peronista, nucleadas en las 62
Organizaciones con la hegemonía de la Unión Obrera Metalúrgica de
Augusto Timoteo Vandor. Las consignas más clásicas de la CGTA
traducen ese origen: "Más vale honra sin sindicatos que sindicatos
sin honra", y "Unirse desde abajo y organizarse combatiendo".
La actitud antiburocrática de la CGTA implicó por eso, también, un
salto de precisión en el modo como los sectores más dinámicos y
combativos de la clase trabajadora y el activismo peronistas fueron
procesando el desarrollo de su experiencia desde esa identidad
política. De manera más explícita en algunos de esos sectores, de
forma más latente en otros, con la CGTA empezaron a asumir como un
hecho el fin de la condición movimientista original del peronismo,
su quiebre en varios peronismos distintos y antagónicos.
Una
manifiesta tendencia hacia posiciones clasistas fue el resultado de
ese triple proceso de síntesis. Funcionó como efecto, pero también
como causa de profundización, de la convergencia de esos sectores
del activismo sindical y político del peronismo con expresiones de
la izquierda marxista y de la militancia cristiana radicalizada.
Rodolfo Walsh,
Enrique Coronel, José Vázquez, Ricardo de Luca y
Raimundo Ongaro, los principales orientadores del
periódico de la CGT de los Argentinos en una conferencia
de prensa.
El ya famoso programa
del 1 de mayo de la CGT de los Argentinos, redactado por Rodolfo
Walsh en la tradición de los documentos liminares de La Falda (1957)
y Huerta Grande (1962) de las 62 Organizaciones pre-vandoristas,
aparece como la traducción sistematizada de esa emergente concepción
clasista. Es a partir de ese nuevo estadio de la conciencia de clase
de los trabajadores peronistas desde donde el programa propone, con
párrafos que parecen en muchos casos escritos para la Argentina
menemista de los 90, caminos de unidad de acción para los
empresarios nacionales, los pequeños y medianos empresarios, los
profesionales, los estudiantes, los intelectuales, los artistas, los
religiosos.
En sus tres o cuatro años de existencia efectiva,
la CGTA intentó ser también en su práctica cotidiana ese ámbito de
convergencia. Lo consiguió, de manera parcial, incompleta, a veces
conflictiva, en el plano de la relación entre organizaciones
sindicales y políticas del peronismo revolucionario, la izquierda y
la Iglesia tercermundista. También en el del encuentro en la acción
entre ese activismo y grupos de intelectuales, profesionales y
artistas.
El semanario de CGTA se convirtió en un instrumento
central de ese encuentro. Dirigido por el propio Walsh, con una
redacción integrada por periodistas como Horacio Verbitsky o Rogelio
García Lupo, la revista consiguió juntar un nivel de calidad
profesional inusitado con una tarea también sin antecedentes de
información sobre las formas y razones de las luchas populares para
consumo de sus propios protagonistas. Llegó a tirar un millón de
ejemplares y sus páginas sirvieron, por ejemplo, para editar por
primera vez, dividida en varias notas, la investigación de Walsh
sobre el asesinato del dirigente metalúrgico de Avellaneda Rosendo
García, el "¿Quién mató a Rosendo?", el más profundo análisis del
significado político, y de los métodos de acción. del vandorismo.
La CGTA fue también el escenario en el que se desarrollaron
experiencias de militancia artística como las del pintor Ricardo
Carpani, o las del Grupo Cine Liberación, que permitió la filmación
-y el uso permanente como herramienta de formación y organización
políticas- de la película "La hora de los hornos" de Fernando
Solanas y Octavio Getino.
CGTA y Cordobazo
Con el liderazgo del
dirigente gráfico Raimundo Ongaro, la CGTA había nucleado desde su
nacimiento a varios de los cuadros sindicales y políticos que habían
enfrentado con mayor dureza al nuevo régimen militar. Los dirigentes
Ricardo De Luca, de obreros navales y del Movimiento Revolucionario
Peronista; Julio Guillán, de los telefónicos; Lorenzo Pepe, de la
Unión Ferroviaria; Amancio Pafundi, de los estatales: Jorge Di
Pasquale, de los empleados de farmacia; Benito Romano, de los
obreros azucareros, estaban entre los fundadores o en el consejo
directivo.
El local de Paseo Colón de la Federación Gráfica
Bonaerense, donde funcionó la CGTA, se convirtió rapidamente en
escenario de permanentes reuniones de los grupos de la tendencia
revolucionaria del peronismo --con dirigentes como Gustavo Rearte,
Envar El Kadri o Raimundo Villaflor-- y de varias organizaciones de
izquierda, que empezaron a coordinar sus acciones políticas con las
de la propia central.
La huelga portuaria que había
empezado algo antes del nacimiento de la CGTA, la de los petroleros
de Ensenada en setiembre y octubre de 1968, las luchas de los
trabajadores de los ingenios de Tucumán y las movilizaciones
sociales en Tucumán y Rosario tuvieron a la central como instrumento
de apoyo activo.
A través de la relación de su conducción
nacional y de su filial cordobesa con Agustín Tosco, la CGTA
participó del armado en el lugar y de principal estructura de apoyo
nacional a las jornadas del Cordobazo, entre el 28 y el 30 de mayo
de 1969. Y protagonizó sus ulterioridades más inmediatas, con la
convocatoria al paro nacional para el 1 de julio de ese año,
mientras la CGT Azopardo, que reunía a vandoristas y
participacionistas, se echaba atrás ante las presiones del gobierno
del general Juan Carlos Onganía y su ministro de Trabajo, Rubens San
Sebastián.
El enfrentamiento con el régimen
militar se profundizó dramáticamente el 30 de junio de 1969, cuando
un comando ingresa en el local central de la Unión Obrera
Metalúrgica y da muerte a Vandor. Muy pocas horas después, el
gobierno concretaba la ocupación e intervención de la Federación
Gráfica Bonaerense y la mayor parte de los sindicatos integrantes de
la CGTA. Sus principales dirigentes, con Ongaro a la cabeza, van a
compartir la cárcel con Agustín Tosco y Elpidio Torres, los dos
líderes visibles del Cordobazo.
De allí en más, la CGT de los
Argentinos ingresa en una etapa de luchas constantes, y en un
proceso de lento desgaste de su poder organizativo. Se trata de un
desgaste que es a la vez transformación. Sus cuadros de dirigentes,
sus activistas, van integrándose en otras formas de lucha, en
organizaciones políticas y en organizaciones armadas. El propio
Ongaro, Di Pasquale y algunos otros dirigentes de CGTA aparecerán,
cuatro años después, integrando la conducción nacional del Peronismo
de Base.
1. LA FALDA. El golpe del 16
de septiembre de 1955 tuvo respuestas en las movilizaciones de las
bases, asambleas en fábricas, huelgas y sabotajes, mientras que los
"libertadores" intervinieron a la CGT, asaltaron sindicatos,
inhabilitaron miles de dirigentes y encarcelaron otros tantos. El
objetivo del golpe era la de implementar el plan Prebisch, favorable
a la oligarquía y los monopolios. Se liquidó el IAPI, empresas
estatales de DINIE y se derogó por decreto la Constitución de 1949.
En los años 1956 y 57 la lucha por la recuperación de los gremios se
centró principalmente en los sindicatos industriales. Surgieron
nuevos dirigentes, como Andrés Framini, Dante Viel, Natalini,
Sebastián Borro y Atilio López, entre otros. La recuperación de
sindicatos y delegaciones regionales posibilitaron la creación de la
intersindical que el 12 de julio de 1957 lanzó un paro general,
acatado en todo el País. La intersindical reunió a 94 gremios, de
los cuales desertaron 32 (sindicalismo amarillo), dando lugar al
nacimiento de las 62 Organizaciones. En el mismo año, la
dictadura convocó a Constituyente para reformar la Constitución de
1949. El Peronismo proscrito llamó a votar en blanco, siendo acatado
por más de dos millones de electores. En el marco de resistencia
obrera y lucha política del Peronismo contra las proscripciones y la
entrega, la CGT de Córdoba convocó a un Plenario Nacional de
Delegaciones Regionales de la CGT y de las 62 Organizaciones, en la
localidad de La Falta, donde aprobó un Programa de Gobierno
antioligárquico y antiimperialista, algunos de cuyos puntos fueron
los siguientes:
a) Comercio exterior Control Estatal del
comercio exterior sobre las bases de la forma de un monopolio
Estatal Control de los productores en las operaciones comerciales
con un sentido de defensa de la renta nacional Ampliación y
diversificación de los mercados internacionales Planificación de
la comercialización teniendo presente nuestro desarrollo interno
Integración económica con los Pueblos hermanos de América Latina
Política de alto consumo interno; altos salarios, mayor producción
para el País con sentido nacional Desarrollo de la industria
liviana adecuada a las necesidades del País Incremento de una
política económica tendiente a lograr la consolidación de la
industria pesada, base de cualquier desarrollo futuro Soluciones
de fondo, con sentido nacional a los problemas económicos regionales
sobre la base de integrar dichas economías a las reales necesidades
del País, superando la actual división entre provincias ricas y
provincias pobres Control centralizado del crédito por parte del
Estado, adecuándolo a un plan de desarrollo integral de la economía
con vistas a los intereses de los trabajadores
Curso Historia del Movimiento Obrero Argentino -
Víctor De Genaro (ATE 2004)
Programa agrario,
sintetizado en expropiación del latifundios y extensión del
cooperativismo agrario, en procura de que la tierra sea de quien la
trabaja b) Para la Justicia social · Control obrero de la
producción y distribución de la riqueza nacional, mediante la
participación efectiva de los trabajadores: En la elaboración y
ejecución del plan económico general, a través de las organizaciones
sindicales Participación en la dirección de las empresas privadas
y públicas, asegurando, en cada caso, el sentido social de la
riqueza Control popular de precios Salario mínimo, vital y
móvil Previsión social integral Estabilidad absoluta de los
trabajadores c) Para la Soberanía Política Fortalecimiento del
Estado Nacional Popular, tendiente a lograr la destrucción de los
sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros, y
teniendo presente que la clase trabajadora es la única fuerza
Argentina que representa en sus intereses los anhelos del País mismo
Dirección de la acción hacia un entendimiento integral con las
naciones hermanas latinoamericanas Acción política que reemplace
las divisiones artificiales internas, basadas en el federalismo
liberal y falso Solidaridad de la clase trabajadora con las
luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos Política
internacional independiente
2. HUERTA GRANDE. La gran presión popular y la agudización de la
crisis obligaron a la oligarquía a dar por finalizada la etapa
encabezada por los dictadores Aramburu - Rojas, convocando a
elecciones generales con la participación sólo de los partidos
"democráticos" y la absoluta proscripción del Peronismo a cuyos
adherentes les quedaba sólo la posibilidad de votar en blanco u
optar por el mal menor respecto a los partidos "democráticos". El
razonamiento de la oligarquía consistía en que el Movimiento
Peronista se iría disgregando, lo que daría oportunidad, a los otros
partidos, de conseguir el apoyo de dirigentes gremiales a través de
persuasión, presión, dádivas y corrupción. Esta política fue seguida
por Frondizi - Frigerio, dando lugar al surgimiento de la tendencia
"integracionista" en el sindicalismo, encabezada por Eleuterio
Cardozo. Luego sería Vandor quién más se adaptaría al nuevo
escenario político. Así, en 1958 los votos Peronistas se
dividieron entre los emitidos en blanco y los que apoyaron a
Frondizi, debido al compromiso de éste de devolver la CGT y
sancionar una ley de asociaciones profesionales que respetara la
estructura y principios del sindicalismo nacional, entre otras
promesas que fueron rápidamente incumplidas.
El
29 de enero de 1974 la Triple A difunde en Buenos Aires
una “lista negra” de personalidades que “serán
inmediatamente ejecutadas en donde se las encuentre”.
La lista incluye a Hugo Bressano (Nahuel Moreno),
dirigente del PST, Silvio Frondizi, Mario Hernández,
Gustavo Roca y Mario Roberto Santucho (dirigentes del
PRT/ERP); los dirigentes sindicales Armando Jaime,
Raimundo Ongaro, Rene Salamanca (PCR) y Agustín Tosco;
Rodolfo Puiggros – ex rector de la UBA – Manuel Gaggero
(director del diario El Mundo), Roberto Quieto
(dirigente de Montoneros), Julio Troxler ex subjefe de
policía de la Pcia. de Buenos Aires y cercano al
Peronismo de Base; coroneles Perlinger y Cesio, Monseñor
Angelelli; senador nacional Luís Carnevale y otros, la
mayoría de los cuales serían asesinados en el futuro
cercano.
Así, ya en enero de 1959
debió enfrentarse a una huelga general de solidaridad con los
obreros del frigorífico municipal Lisandro de la Torre (que se
oponían a la privatización), lanzada por las 62 Organizaciones.
Frondizi respondió poniendo en marcha el tristemente célebre Plan
CONINTES que desató una represión masiva contra los Trabajadores,
dando inicio a una etapa de violenta lucha contra la represión y el
régimen pro-imperialista. La defensa de la Soberanía Nacional y la
reconquista de la CGT constituyeron las grandes banderas del
movimiento obrero que alcanzó en marco de 1961 la devolución de su
central sindical. En lo político, en el año 1962 el Movimiento
Peronista se preparó para enfrentar al régimen dentro de sus propias
leyes y armas, librando la batalla electoral para elegir
gobernadores y legisladores provinciales. Como resultado de ello, el
18 de marzo, no obstante la defección de dirigentes sindicales como
Vandor (Metalúrgico) y de políticos como Iturbe, el Peronismo
consiguió un aplastante triunfo en la provincia de Buenos Aires,
llevando como candidatos a trabajadores como Andrés Framini
(textiles), a Gobernador, Sebastián Borro (Frigorífico Nacional),
Jorge Di Pascuale (Farmacia), Roberto García (Caucho) y Eustaquio
Tolosa (Portuarios) a diputados nacionales, entre otros. Los
"democráticos" respondieron anulando el resultado que expresaba en
las urnas la voluntad popular. Sobreviene el derrocamiento de
Frondizi por los militares, poniendo en su lugar al Presidente del
Senado, el Dr. Guido, ya que aquellos no se decidían a tomar
directamente el gobierno Se realiza en Huerta Grande (Córdoba) un
Plenario Nacional de las 62 Organizaciones, aprobando un Programa
que implicó una profundización de los contenidos antioligárquicos
del Peronismo, expresados en un discurso de Andrés Framini.
El mencionado Programa expresaba la voluntad y decisión de: 2.
Nacionalizar todos los bancos y establecer un sistema bancario
Estatal y centralizado 3. Implantar el control Estatal sobre el
comercio exterior 4. Nacionalizar los sectores claves de la
economía: siderúrgica, electricidad, petróleo y frigoríficos 5.
Prohibir toda exportación directa o indirecta de capitales 6.
Desconocer los compromisos financieros del país, firmados a espaldas
del Pueblo 7. Prohibir toda importación competitiva con nuestra
producción 8. Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún
tipo de compensación 9. Implantar el control obrero sobre la
producción 10. Abolir el secreto comercial y fiscalizar
rigurosamente las sociedades comerciales 11. Planificar el
esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el
Pueblo Argentino, fijando líneas de prioridades y estableciendo
topes mínimos y máximos de producción.
3. EL PROGRAMA DE LA CGT
DE LOS ARGENTINOS. Este Programa constituyó uno de los resultados de
la lucha contra la dominación oligárquico-imperialista y fue
elaborado en los tiempos de la "dictadura de los monopolios", como
se denominó a la mal llamada "revolución argentina" que encabezó
Onganía a partir del golpe del 28 de junio de 1966. En estos tiempos
se acentúo el proceso de dependencia ocasionando una brutal etapa de
reajuste económico como instrumento que garantizaba la
profundización de la política de concentración monopólica. Las
economías regionales virtualmente quebradas, los cierres de ingenios
azucareros, la crisis de las PYME fueron algunas de las
consecuencias de la política económica conducida por Adalbert
Krieger Vasena. Para eliminar oposición a la implementación de su
programa, la dictadura disolvió los partidos políticos, eliminó las
legislaturas, intervino las organizaciones gremiales y reprimió
violentamente la protesta social, cobrando sus primeras víctimas en
Córdoba (Santiago Pampillón) y Tucumán (Hilda Guerrero de Molina).
En los últimos meses del año 1967, con el retiro de la personería
gremial a varias organizaciones sindicales (portuarios, textiles,
ferroviarios, telefónicos) y la amenaza de la creciente
desocupación, se posibilita el desarrollo de una intensa gestión
negociadora con la dictadura, gestión que es encabezada por la
burocracia sindical "vandorista", pero también por los
"participacionistas" que encabezaban Rogelio Coria (UOCRA), Armando
March (Comercio) y Loholaberry (Textiles); mientras otros dirigentes
y sus sindicatos continuaban con una oposición inflexible al
gobierno, conducidos por Peronistas combativos como Amado Olmos
(Sanidad) y Raimundo Ongaro (Gráficos), además de nucleamientos
independientes. Al aproximarse la fecha de la reunión del
Congreso Normalizador de la CGT, en marzo de 1968, se manifiestan
dos posiciones: a) los que buscaban el reconocimiento del gobierno y
no admitían la participación de los sindicatos intervenidos por su
luchas reivindicativa, y b) los que sostenían que, como la reunión
era soberana, no debía ser tenida en cuenta la opinión oficial y se
debía permitir el acceso de los sindicatos privados a su personería
gremial. No obstante la oposición realizada por los seguidores de
Vandor (UOM) y Alonso (Vestido), así como por el Secretario de
Trabajo Rubens San Sebastián, se reunió el Congreso denominado
"Amado Olmos", que designó un nuevo Consejo Directivo encabezado por
Raimundo Ongaro (Gráficos), secundado por Julio Guillán (FOETRA) y
Ricardo De Luca (Navales), dando origen a la "CGT de los
Argentinos". En respuesta a ello, Vandor, Alonso y Pomares
(Bancarios) convocaron a un Congreso paralelo instando a la
participación con el gobierno. El 1º de mayo de 1968 la CGT de
los Argentinos dio a conocer el Programa que se inserta a
continuación: "Los trabajadores de nuestra Patria, compenetrados
del mensaje evangélico de que los bienes no son propiedad de los
hombres sino que los hombres deben administrarlos para que
satisfagan las necesidades comunes, proclamamos la necesidad de
remover a fondo aquellas estructuras.
Gustavo
Rearte
Gustavo Rearte fue uno de los
fundadores de la primera JotaPé en la Resistencia Peronista,
junto con John William Cooke estableció los puentes del
peronismo con la Revolución Cubana, con Fidel y el Che,
participó en la toma del frigorífico Lisandro de la Torre y
escribió el documento de Huerta Grande que marcó un
hito en la historia del movimiento obrero.
Rearte
empezó como obrero en la fábrica SIAM, después en Jabón
Federal y llegó a ser secretario general del Sindicato de
Jaboneros y Perfumeros. Después del ‘55 participó en los
primeros grupos de peronistas que se manifestaban contra el
gobierno militar y organizó la primera JotaPé, junto a sus
hermanos Alberto y Miguel, Felipe Vallese, Héctor Spina,
Carlos Caride, Jorge Rulli y Cacho El Kadri, entre otros.
La Revolución Cubana, Fidel y el Che también impactaron en
su pensamiento. Junto con Cooke fueron el puente entre Perón
y Fidel. Rearte incluso fue el enlace para preparar dos
viajes de Perón a Cuba, que finalmente no se realizaron.
Rearte estuvo entre la dirigencia combativa que organizó la
toma del frigorífico Lisandro de la Torre para evitar su
privatización. Tras la represión fue preso y en el peronismo
combativo fue creciendo la idea de que solamente quedaba la
lucha armada como opción, así comienzan las experiencias
guerrilleras de Uturunco y luego Taco Ralo en Tucumán.
Para ello retomamos
pronunciamientos ya históricos de la clase obrera Argentina, a
saber: La propiedad sólo debe existir en función social Los
trabajadores, auténticos creadores del patrimonio nacional, tenemos
derecho a intervenir no solo en la producción sino también en la
administración de las empresas y en la distribución de los bienes
Los sectores básicos de la economía pertenecen a la Nación. El
comercio exterior, los bancos, el petróleo, la electricidad, la
siderurgia y los frigoríficos deben ser nacionalizados Los
compromisos financieros firmados a espaldas del pueblo no pueden ser
reconocidos Los monopolios que arruinan nuestra industria y que
durante largos años nos han estado despojando, deben ser expulsados
sin compensación de ninguna especie Sólo una profunda reforma
agraria, con las expropiaciones que ella requiera, puede efectivizar
el postulado de que la tierra es de quien la trabaja Los hijos de
obreros tienen los mismos derechos a todos los niveles de la
educación de que hoy gozan solamente los miembros de las clases
privilegiadas".
El Programa fue acompañado con un mensaje
que, en síntesis, expresó lo siguiente: Durante años nos
exigieron sacrificios. Nos aconsejaron ser austeros. Lo fuimos hasta
el hambre. Nos pidieron aguantar un invierno. Aguantamos diez. Un
millón y medio de desocupados y subempleados es la consecuencia de
la política económica de este gobierno elegido por nadie. La clase
obrera vive su hora más amarga. Convenios suprimidos, derecho de
huelga anulado, gremios intervenidos, conquistas pisoteadas,
personerías suspendidas, salarios congelados. La mortalidad
infantil es cuatro veces mayor que en los países desarrollados y
veinte veces mayor en áreas de Jujuy; más de la mitad de la
población está parasitada por la Anquilostomiasis en el Litoral
Norteño; 40 % de los chicos de Neuquen padecen de bocio; la
tuberculosis y el Mal de Chagas causan estragos en numerosas
provincias; la deserción escolar en el ciclo primario alcanza al
60%; las puertas de los colegios secundarios están entornadas para
los hijos de los trabajadores y definitivamente clausuradas las de
la Universidad. La década infame de los años 30 resucita en todo el
País con su cortejo de miseria y de ollas populares. A los
desalojos rurales se suma ahora la reaccionaria ley de alquileres,
que coloca a decenas de miles de comerciantes y pequeños
industriales en situación de desalojo, cese de negocios y
aniquilamiento del trabajo de muchos años. No queda ciudad en la
República sin numerosas villas miserias, donde el consumo de agua
potable y energía eléctrica es comparable al de las regiones
interiores del África. Un millón de personas se apiñan alrededor de
Buenos Aires en condiciones infrahumanas, sometidas a un tratamiento
de ghetto, y las razzias nocturnas nunca afectan las zonas
residenciales donde algunos "correctos" funcionarios ultiman la
venta del país y jueces "impecables" exigen coimas millonarias.
Si un destino de grandeza, si la defensa de la patria, si la
definitiva liquidación de las estructuras explotadoras fuesen la
recompensa inmediata o lejana de nuestros males, ¿qué duda cabe de
que los aceptaríamos en silencio?. Durante el año 1967 se ha
completado prácticamente la entrega del patrimonio económico del
País a los grandes monopolios norteamericanos y europeos. La empresa
que en 1965 alcanzó la cifra más alta de ventas en el país, en 1968
dejó de ser Argentina. Viejas actividades nacionales, como la
manufactura de cigarrillos, pasaron en bloque a intereses
extranjeros. El método que posibilitó este escandaloso despojo no
puede ser más simple. El gobierno, elegido por nadie, rebajó los
aranceles de importación, los monopolios aplicaron la ley de la
selva, el "dumping", los fabricantes nacionales se hundieron. Esos
mismos monopolios, sirviéndose de bancos extranjeros, ejecutaron
luego a los deudores. Este es el verdadero rostro de la libre
empresa, de la libre entrega. Este poder de los monopolios que con
una mano aniquila a la empresa privada nacional, con la otra amenaza
a las empresas del Estado donde la racionalización no es más que el
prólogo de la entrega, y anuda los últimos lazos de la dependencia
financiera. Agraviados en nuestra dignidad, heridos en nuestros
Derechos, despojados de nuestras conquistas, venimos a alzar, en el
punto donde otros las dejaron, las viejas banderas de la lucha.
[De. "NOTAS RESPECTO A LA PARTE DE UNA HISTORIA MUY PARCIALMENTE
DIFUNDIDA", 1991] www.argentinazo.com.ar
La rebelión del pueblo de
Córdoba había tenido su origen en un conflicto del gremio mecánico
que reclamaba por mejoras salariales y laborales quitadas por la
dictadura (las llamadas Quitas Zonales y el sábado Inglés),
provocando una confluencia de hecho de los tres sectores sindicales
existentes entonces en la provincia, los peronistas tradicionales,
los Legalistas -Elpidio Torres-, los peronistas combativos, los
Combativos -Atilio López y Tapia- y los Independientes -Agustín
Tosco- al calor del influjo unitario y combativo que había producido
la emergencia de la CGT de los Argentinos durante 1968, encabezada
por Raymundo Ongaro.
La CGT de los Argentinos simbolizaba el
nuevo peronismo de la Resistencia, aquel que venía combatiendo
contra la represión y la proscripción desde 1955 y que enfrentaba la
propia traición en su seno encarnada en el vandorismo y la
burocracia sindical conciliadora, que había apoyado el advenimiento
de la dictadura de Onganía.
La CGTA era la herencia de los
mayores exponentes de lo que daría en llamarse Peronismo
Revolucionario y luego Tendencia Revolucionaria del Peronismo, que
encabezaban John William Cooke, Gustavo Rearte y el Mayor Bernardo
Alberte. Casualmente sería la desobediencia de Alberte al deseo de
Perón, para que Vandor se hiciera cargo de la CGT tras la muerte de
Amado Olmos, el hecho que originaría la CGTA y la conducción
revolucionaria de Ongaro y del peronismo combativo. Conducción que
plantearía la unidad de acción contra la dictadura sin importar el
origen político de los luchadores y haría de la alianza con Tosco y
el sindicalismo del interior su principal estrategia de construcción
de un nuevo gremialismo combativo, democrático y antiburocrático.
De las regionales que se sumarían a la CGTA, sería la de Córdoba la
de mayor peso, estructura e influencia y sus resultados no tardarían
en observarse en la gigantesca movilización del proletariado
cordobés a la cabeza de su pueblo. .
La CGT de Córdoba había
convocado a un paro activo para los días 29 y 30 en solidaridad con
los mecánicos -el principal gremio provincial- al cual había sumado
su apoyo expreso el movimiento estudiantil a través de la FUC, ya
que los estudiantes se habían sumado a la lucha de los trabajadores
ya desde 1960-1961, pero en particular luego que la dictadura de
Onganía entrara a sangre y fuego a las universidades nacionales en
junio de 1966, en la célebre Noche de los bastones largos, al grito
de 'judíos de mierda. Bolches a Moscú'. Para Córdoba en particular,
el estudiantado no hacía más que retomar la tradición de los jóvenes
Rebeldes de la Reforma Universitaria de 1918, quienes encabezados
por Deodoro Roca marchaban por las calles de la Docta del brazo de
la joven Federación Obrera de Córdoba cantando 'obreros y estudiante
unidos adelante.'
La magnitud de la movilización obrera,
-más de 20.000 en la columna del SMATA y 10.000 en la de Luz y
Fuerza- espantó a la policía que disparó a quemarropa sobre la
columna de mecánicos que se acercaba a la Plaza Vélez Sarfield,
asesinando el obrero Máximo Menna. Este crimen infame -uno más en la
larga lista iniciada en junio de 1955, con los bombardeos a la Plaza
de Mayo- enardeció a los trabajadores y a todo el pueblo de la Docta
que pasaron a enfrentar abiertamente la represión, arrojando todo
tipo de proyectiles desde las columnas y desde las casas y balcones.
Derrotando la represión y poniéndola en retirada, quedando el pueblo
-primero obreros y estudiantes y luego el pueblo todo- a cargo de la
ciudad de Córdoba, territorio ganado a la represión por primera vez
desde 1955.
La
rebelión cordobesa que de hecho significaba la explosión de la
verdadera olla a presión en que el gobierno autoritario y falangista
de Onganía, había transformado a la nación, había sido precedida por
casi todo un mes de peleas, manifestaciones y marchas por distintos
motivos en casi todo el país. Luchas en las cuales en la semana
previa, habían sido asesinados por la policía tres estudiantes
universitarios, que luchaban contra las privatizaciones de los
comedores estudiantiles: Bello, Cabral y Blanco.
Desde una
perspectiva histórica puede pensarse que era casi inevitable que la
poderosa clase trabajadora de entonces -seis millones de obreros
activos, la más combativa y organizada de América- explotase contra
la brutal represión y recorte de derechos que la dictadura llevaba
adelante, en un intento por poner fin a la Argentina peronista que
aún gozaba de gran potencia en cuanto al poderío industrial de la
nación y al poder, número, peso y organización de la clase obrera.
Desde los bombardeos de Plaza de Mayo en 1955, hasta el Cordobazo la
clase trabajadora solo había retrocedido ante los embates del poder
económico-militar, en particular por la imposibilidad de contar con
una conducción sindical combativa que defendiera sus derechos
quitados por el poder dominante. La CGT de los Argentinos había
cambiado las cosas, para el pueblo pero también para el poder.
Otro escenario
A partir del Cordobazo el país sería otro y
el movimiento obrero combativo de Córdoba sería el problema de todos
los problemas para los sucesivos dictadores que caerían bajo su
potente lucha, incluido el propio gobierno peronista -a excepción
del Dr., Héctor Cámpora, cuyo gobierno apoyaría casi
incondicionalmente la alianza del peronismo combativo provincial con
Agustín Tosco- ya que tanto el General Perón como luego su viuda y
su mucamo José López Rega tratarían de destruir al inmenso
movimiento rebelde originado en el Cordobazo, que iniciaría la gran
rebelión popular de los setenta.
A partir del mayo cordobés y
dadas las confluencias altamente revolucionarias que se producían en
la Argentina y en el continente americano luego de la derrota
norteamericana en Bahía de los Cochinos por las tropas cubanas en
1961, el asesinato del Che en 1967 y la fuerte radicalización que
comienza a transitar el Movimiento Peronista a través de su lucha y
Resistencia, harían que la lucha en nuestro país ya no fuera sólo
por un cambio de gobierno sino por el cambio del carácter, del
contenido del Estado a través de una revolución popular que
conquistando el poder a la plebeya, arrasara los privilegios
oligárquicos de una vez y para siempre. Exactamente lo que la
oligarquía ha intentado impedir desde siempre, desde el propio
derrocamiento de Mariano Moreno y su Plan Revolucionario de
Operaciones en diciembre de 1810.
Contra
esa posibilidad cierta a partir del país que emergió del Cordobazo,
se alzó el Gran Acuerdo Nacional (GAN) y el repliegue de las fuerzas
represivas de la oligarquía para esperar mejores condiciones. Las
cuales vendrían de la mano de los brutales errores de las fuerzas
revolucionarias luego de que Juan Perón asumiera su tercera
Presidencia y de los innecesarios ataques que éste hiciera contra su
juventud revolucionaria y los sectores de su propio movimiento que
con su lucha lo habían traído de vuelta al país y al gobierno.
En esa absurda postrera pelea de Perón, no sólo se abriría la puerta
para la más atroz de las dictaduras, sino que además el peronismo
sería castrado de toda posibilidad revolucionaria, al punto que en
los '90 sería el partido encargado de llevar adelante el programa
político que la oligarquía no había podido completar desde 1955.
Sería el Infame Traidor a la Patria nacido en Anillaco y escondido
en Chile, el encargado de destruir físicamente a la industria, a la
clase trabajadora y al Estado Nacional soberano e independiente,
construido por el peronismo entre 1945 y 1955. En 1976 teníamos seis
millones de obreros mayoritariamente industriales, en 1999 sólo
restarían menos de un millón. Sería el infame riojano quien
cumpliría el sueño del Almirante Isaac Rojas? 'para que desaparezca
el peronismo deberán desaparecer las chimeneas'.
Poder
popular en Córdoba
Durante los dos días que duró la toma de
la ciudad por el pueblo insurrecto, emergió un líder que alcanzaría
luego ribetes casi míticos cuando su larga detención en las cárceles
patagónicas: Agustín Tosco, jefe del sindicato de Luz y Fuerza y
principal impulsor de la idea de la unidad política, organizativa y
revolucionaria del movimiento obrero con un proyecto de lucha
revolucionaria del pueblo.
Tosco, junto a Gustavo Rearte,
Raymundo Ongaro, Armando Jaime, los hermanos Villaflor, René
Salamanca y Alberto Piccinini entre otros, simbolizarían un proyecto
de sindicalismo combativo y revolucionario que nacido dentro del
peronismo proponía ir más allá, completando la Revolución Peronista
con una mayor participación económica y política de los trabajadores
en la República. El poder económico oligárquico e imperialista y su
brazo dentro del movimiento popular, la burocracia sindical
vandorista, destruyeron este proyecto a sangre y fuego. Luego la
dictadura genocida completaría el trabajo: el 55 por ciento de los
30.000 desaparecidos son dirigentes sindicales de base, miembros de
esta corriente combativa, clasista y revolucionaria originada por el
Cordobazo.
En su derrota -que es la derrota de la nación
misma- se nos fue el sueño de una Patria justa, libre, soberana y
socialista. En su lugar tenemos este presente de ignominia y entrega
que nos devolvió a la Argentina colonial que nos toca resistir y
transformar.
Memoria e historia
Alguna vez Alcira
Argumedo señaló que desde el genocidio primigenio o fundante
producido por la conquista española, católica y europea en América,
los pueblos originarios y sus descendientes mestizos, el pueblo
profundo de la Patria Grande americana, ha luchado heroica y
constantemente por redimirse del yugo opresor de 500 años de
expoliación y genocidio recurrentes. En ese sentido señalaba
proféticamente que casi cada generación de criollos desde la
conquista ha luchado por redimir su libertad, siendo esta situación
particularmente visible desde la gran insurrección del pueblo indio
del Perú encabezada por el Inca Gabriel Condorcanqui -Túpac Amaru-:
desde su monstruosa derrota en la segunda mitad del siglo XVIII, no
ha habido generación de americanos que no se alzara en lucha por su
libertad y dignidad.
Retomando nuestra historia reciente
podría decirse que los hijos de la montonera que peleo en Pavón, que
combatió con el Chacho Peñaloza y con Felipe Varela, serían quienes
acompañen a Leandro Alem -'el último federal'- en la Revolución de
1890, sus hijos llegarían al gobierno con Don Hipólito Yrigoyen,
cerrando más de medio siglo de dictadura 'republicana' conservadora.
Sus hijos harían el 17 de octubre de 1945 arrasarndo la Década
Infame, completando la democracia con los derechos sociales y
económicos de los trabajadores. Los hijos de esta generación de
1945, harían el Cordobazo y la gesta épica de los años setenta. Los
hijos de los sobrevivientes de la derrota de 1976 se sublevarían en
las jornadas de diciembre de 2001, liquidando el modelo de
desaparición nacional pergeñado por el traidor de Anillaco y su
calvo socio en la entrega de la nación.
Es en esta clave que
debemos recordar el glorioso Cordobazo, al inmenso Agustín Tosco y
la maravillosa gesta de los Setenta, tratando de conjurar la
advertencia que nos legara el gran Rodolfo Walsh: 'Nuestras clases
dominantes han procurado que los trabajadores no tengan historia, no
tengan doctrina, no tengan héroes, ni mártires. Cada lucha debe
empezar de nuevo, separada de los hechos anteriores: la experiencia
colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece
así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las
otras cosas.'
[De: "29 de mayo de 1969 – 2004. A treinta y
cinco años del Cordobazo". Fuente: La Fogata]
"Todos los poderosos se van a unir contra
nosotros. Es posible que intenten la formación de otro cuerpo. Es
posible que vayan a los ministerios para decir que este Congreso es
nulo. Tal vez no tengamos edificio, tal vez no tengamos personería,
tal vez no tengamos esta poca libertad con que lo estamos desafiando
todo… Pero este Secretariado y este Consejo Directivo, a la luz o en
la clandestinidad, son las únicas y legítimas autoridades de la CGT,
hasta que podamos reconquistar la libertad y la justicia social y le
sea devuelto al pueblo el ejercicio del poder".
La emoción que hace un año y medio dominó a todos los que asistíamos al
cierre del Congreso Normalizador de la CGT y que aplaudimos esas
palabras de Raimundo Ongaro, es difícil de analizar. Sin duda el
delegado de Gráficos que acababa de ser elegido Secretario General
expresaba el sentimiento de muchos trabajadores, sin duda una
elocuencia singular daba a esas palabras un relieve mayor del que se
desprende de la letra impresa. Pero quizá lo que más nos
impresionaba, sin saberlo, era la visión anticipada de los hechos
que iban a sacudir, desgarrar y exaltar al movimiento obrero en la
Argentina. No habían transcurrido veinticuatro horas cuando los
que se habían alejado del Congreso acudieron a los ministerios a
impugnarlo. No habían transcurrido dos meses cuando formalizaban en
Azopardo una CGT paralela. Pasaron quince meses, y la CGT
intervenida, ya sin edificio ni personería, ingresaba a la
clandestinidad. Junto con docenas de dirigentes, Raimundo Ongaro
estaba preso.
Esos quince meses que presenciaron el total cumplimiento del vaticinio
formulado el 29 de marzo de 1968, constituyen una de las etapas más
extraordinarias en el desarrollo del movimiento obrero argentino. La
consigna que la nueva CGT puso en práctica se reducía, en su
expresión más sencilla, a cuatro palabras: Rebelión de las Bases. Lo
que semejante rebelión implicaba era, sin embargo, vasto y profundo.
El desbordamiento de las conducciones claudicantes no se proponía
simplemente el reemplazo de hombres envejecidos en la táctica y la
entrega, sino la transformación radical del sindicalismo en
instrumento de liberación nacional, aunque ello exigiera la
destrucción formal de los sindicatos que la encaraban, frente a una
dictadura brutal con los trabajadores argentinos en la medida en que
estaba sometida a los monopolios extranjeros.
Como esa rebelión
se producía en los estrados más profundos del pueblo, pudo pasar
inadvertida, no sólo para el gobierno — ciego de nacimiento— sino
para un periodismo acostumbrado a percibir nada más que formalidades
y transcribir comunicados.
Sin embargo, había signos evidentes. La toma del barrio Clínicas, el 28
de junio de 1968, era la versión anticipada del Cordobazo. La huelga
petrolera iniciada en setiembre se prolongaba más de dos meses, y la
huelga de Fabril no llegaría a levantarse.
Raimundo Ongaro tenía la certeza de que el movimiento obrero estaba saliendo
de una profunda crisis de confianza. Si un grupo de dirigentes, por
pequeño que fuese, aguantaba todas las amenazas y seducciones, las
amarguras y las derrotas, esa confianza debía renacer. La CGT de los
Argentinos cumplió ese papel hasta el sacrificio. Su estructura
formal fue despedazada por las intervenciones, las intrigas, los
abandonos. La llama que había encendido pareció a punto de
extinguirse: en el verano que sucedió a las dos grandes huelgas, una
calma siniestra de derrota pareció extenderse por todo el país.
Nunca como en esos días de pasillos semidesiertos brilló tanto la fe
de Ongaro, su aptitud para agrandarse en la adversidad y contagiar
esa fe a quienes lo rodeaban. Igual que en los días eufóricos
del Congreso Normalizador, en estos días amargos veía más lejos que
sus enemigos. Había recorrido el país palmo a palmo, movilizando las
masas y siendo movilizado por ellas. La versión que traía de esas
giras era siempre la misma: la gente estaba harta de humillación y
sufrimientos, quería pelear, pedía armas, y aun sin armas estaba
dispuesta a salir a la calle. La calma era engañosa, y la derrota
aparente.
En abril se puso en movimiento el norte santafesino y Ongaro volvió a alzar
una bandera argentina junto a los trabajadores y los curas rebeldes
de Villa Ocampo, esta vez ante el fuego de los fusiles. Tucumán se
agitaba nuevamente, y el incendio se propagaba a Resistencia,
Corrientes, Rosario, Córdoba. La sangre derramada por estudiantes y
trabajadores selló una alianza que transformaba radicalmente el
equilibrio de fuerzas, abriendo a todo el pueblo una perspectiva
revolucionaria. Esa perspectiva es la que hoy tenemos ante
nosotros. En un año y medio el movimiento obrero ha pasado de la
postración a la plena conciencia de su fuerza, ha aprendido a
devolver una mínima parte de la violencia que se ejerce contra él y
se dispone a llevar la lucha hasta la conquista del poder político,
camino difícil pero único para destruir la sociedad explotadora y
"socializar con signo nacional las riquezas y los bienes
fundamentales que producimos los trabajadores". En esa
transformación, la CGT de los Argentinos desempeñó un papel
protagónico. Ese papel es el que hoy purgan en las cárceles de la
dictadura Raimundo Ongaro, Agustín Tosco, Jorge Di Pascuale, y
muchos más pero hoy todos sabemos que la llama que encendieron no se
apagará, que otros como ellos han surgido en las luchas de todo el
país.
La difusión del Programa del 1º de Mayo, que Ongaro
contribuyó a forjar y poner en práctica, y de los escritos que
desarrollaron y profundizaron ese programa, es tarea importante del
movimiento obrero. Tal como él presumía, el camino que separaba
a un dirigente sindical de un dirigente revolucionario, estaba
sembrado de espinas. Habiendo recorrido ese camino, bien puede
Raimundo Ongaro afirmar que no le importan las rejas que padece.
Preso, sigue libre en el afecto de sus compañeros. Amordazado, sigue
hablando en los hechos que produce el pueblo.
[Del Semanario de la CGTA, 1973] Por
Ricardo Carpani
Marzo 1968 - Marzo 1973 CGT DE LOS ARGENTINOS
A
partir del golpe contrarrevolucionario de setiembre de 1955, la
lucha de la clase obrera argentina ha estado jalonada por una serie
de momentos culminantes, que determinaron cambios sustanciales en la
continuidad de su accionar político.
Cada uno de ellos fue
marcando, al mismo tiempo que la irreductible voluntad popular de no
aceptar pasivamente la estabilización del sistema
bugués-imperialista en crisis, el ascenso permanente de la
conciencia de sus finalidades históricas por parte de los
trabajadores y, de ese modo, la irreversibilidad de nuestro proceso
de liberación nacional y social, pese a las condiciones adversas
generadas por la restauración oligárquica en el transcurso de los
últimos 18 años.
El carácter masivo del repudio peronista a
la dictadura de los monopolios, expresado en las urnas el 11 de
marzo de 1973, hizo de esta fecha uno de esos momentos; sus
consecuencias pueden constituir, a partir del 25 de mayo el inicio
de un nuevo período de aceleración y profundización de aquel
proceso, incalculable en sus alcances. Pero si ese acto de repudio
fue posible, y con él la esperanza actual en que una nueva y
superior etapa llegue a consolidarse, no se debió al repentino
descubrimiento, por parte de los generales de la entrega, de una
insospechada vocación de respeto a las mayorías populares ni mucho
menos a una espontánea intención de abandonar las palancas del poder
que ejercen representando al imperialismo y sus socios nativos.
En efecto, las elecciones del 11 de marzo expresan el fracaso rotundo
del régimen militar instaurado en 1966, con su política de saqueo
imperialista de las riquezas nacionales, superexplotación del
trabajo y hambreamiento para los sectores populares. Y la razón
fundamental de ese fracaso está en la resistencia activa y sin
cuartel de los trabajadores argentinos a lo largo de estos últimos
años, impidiendo la imposición de una "paz social" fundada en la
prepotencia de las bayonetas, que garantizara sin sobresaltos la
rentabilidad expoliadora de las inversiones monopolistas
internacionales.
Signo de los tiempos. Viñeta humorística de Wolinski
aparecida en la revista
Cristianismo y Revolución
en 1970. El cuadro se titulaba "ES-CORIA"
Estas elecciones fueron, pues, una
conquista de los trabajadores, arrancada a la dictadura militar en
la persistencia de una lucha sangrienta y sacrificada, que forzó a
ésta a buscar una salida perpetuadora del sistema en la negociación
con los sectores claudicantes y traidores del propio Movimiento
Nacional. Y fue esa persistencia de la lucha lo que permitió a la
conducción estratégica del general Perón ir desmontando una a una
todas las trampas tendidas por el régimen, en colaboración con esos
sectores claudicantes, hasta enredar al continuismo en su propio
juego tramposo, hacer irreversible el proceso electoral y
posibilitar la expresión masiva del repudio popular pese al carácter
fraudulento y condicionado de dicho proceso.
La presente
recopilación de algunas declaraciones y artículos es un testimonio
vivo de esa lucha de los trabajadores argentinos, escrito día a día,
al calor de la batalla, durante los últimos decisivos 5 años. En sus
páginas están presentes, explícita o implícitamente, todos los
héroes y mártires que pagaron con su vida, la tortura o la cárcel el
derecho a pelear por la libertad y la dignidad humana. Están también
aquellos momentos culminantes que jalonaron esa lucha. Es más,
dichas páginas comenzaron a escribirse en uno de esos momentos: como
consecuencia del Congreso Normalizador de la CGT Amado Olmos,
reunido del 28 al 30 de marzo de 1968.
Inmediatamente
después de la restauración oligárquica del 55, la militancia obrera
peronista, lejos de resignarse ante la derrota momentánea, inicia
una larga lucha por la recuperación popular del poder. Masacres y
fusilamientos, tortura y prisiones, serán las respuestas
sistemáticas del régimen vendepatria. Cambiarán los hombres y los
ropajes —"constitucionales" o "de facto"—, pero no cambiarán sus
métodos represivos ni la esencia reaccionaria, burguesa, dependiente
y proimperialista que lo caracterizan.
Sin embargo, la represión no será su única respuesta. Habrá también otra
más sutil y efectiva: la corrupción y el soborno, directos o
indirectos, de las direcciones sindicales. Muchos dirigentes
entrarán en el juego, transformándose en burócratas y traicionando a
su clase. Para quienes permanezcan fieles a ella y para el resto de
la militancia revolucionaria peronista la lucha se planteará en el
futuro en un doble frente: contra el régimen y contra la burocracia
sindical y política del Movimiento, objetivamente aliados en la
defensa de sus bastardos intereses coincidentes.
Sobre la
base de esa lucha y respondiendo a la voluntad crecientemente
combativa de los trabajadores, la tendencia revolucionaria del
peronismo obrero consigue desplazar a los burócratas traidores en el
mencionado Congreso Normalizador. Estos, con el apoyo gubernamental,
desconocen el Congreso y dividen al movimiento obrero. Nace así la
CGT de los Argentinos y con ella comienzan a escribirse a través de
su periódico las páginas de esta recopilación.
Desde el "Mensaje a los Trabajadores y el Pueblo", el 1º de mayo de
1968, pasando por la descripción de las luchas que durante todo ese
año y el siguiente encabeza la CGT de los Argentinos y que van
preparando el clima de rebelión que desemboca en el "Cordobazo"
(otro momento culminante del proceso), hasta el paso de ésta a la
clandestinidad, el encarcelamiento de sus militantes, la descripción
de las luchas obreras posteriores —tomas de fábricas, insurrecciones
populares a lo largo y ancho del país, consolidación de las
organizaciones armadas, etc.—, en fin, todo lo que fue determinando
el fracaso del régimen militar, se expresa en esas páginas como
persistencia inalterable de una lúcida conciencia revolucionaria y
una insobornable conducta al servicio de los trabajadores, algunas
de cuyas manifestaciones se hace necesario destacar. Y no ya por lo
que significaron en su momento como prueba de la madurez de
conciencia de la clase obrera argentina, sino, principalmente, por
la significación que adquieren ante la futura lucha que se avecina.
Puede decirse que dichas manifestaciones de los sectores
revolucionarios del peronismo obrero expresados en los últimos 5
años por la CGT de los Argentinos, prefiguran el carácter de la
lucha en la nueva etapa que se abre el 25 de mayo de 1973.
Destaco en primer término el lúcido reconocimiento de que nuestra
lucha de liberación nacional contra el imperialismo es inseparable
de la lucha de clases, ya que éste ejerce su dominio expoliador a
través de sus socios subordinados: la gran burguesía nativa y un
ejército supuestamente nacional, pero, en los hechos, mero brazo
armado de esa burguesía y los monopolios internacionales.
Siendo la lucha de liberación nacional una lucha de clases, sólo a los
trabajadores unidos y organizados corresponde la dirección
hegemónica del proceso, que no podrá por lo tanto detenerse en la
simple expulsión de los monopolios imperialistas, sino que implica
también el desplazar simultáneamente del poder a todos los sectores
de la burguesía nativa —esencialmente dependiente— destruyendo el
sistema capitalista e iniciando la construcción del socialismo en
nuestra Patria. Las páginas de esta recopilación son terminantes
al respecto. En ellas puede leerse: "La clase trabajadora argentina
no reprueba una forma determinada del capitalismo, las cuestiona a
todas". Y más adelante: "La clase tabajadora tiene como misión
histórica la destrucción hasta sus cimientos del sistema capitalista
de producción y distribución de bienes". Y para precisar el
contenido específico de este cuestionamiento del sistema
capitalista, como así también del socialismo que se intenta
construir: "La historia del movimiento obrero, nuestra situación
concreta como clase y la situación del país nos llevan a cuestionar
el fundamento mismo de esta sociedad: la compraventa del trabajo y
la propiedad privada de los medios de producción". Está claro,
entonces, que, mal que les pese a los burócratas reformistas y a los
políticos del nacionalismo burgués, para el peronismo obrero
verdaderamente nacionalista y revolucionario la lucha de liberación
nacional se identifica en un mismo proyecto histórico con la lucha
de liberación social de los trabajadores, la destrucción del sistema
capitalista y la construcción de una patria socialista.
Cabe
señalar, además, el carácter eminentemente político revolucionario
y, por lo tanto, antiburocrático, que imprimió a su accionar la CGT
de los Argentinos desde sus orígenes: "El movimiento obrero no es un
edificio ni cien edificios; no es una personería ni cien
personerías; no es un sello de goma ni es un comité; no es una
comisión delegada ni es un secretariado. El movimiento obrero es la
voluntad organizada del pueblo y como tal no se puede clausurar ni
intervenir". Concretamente, la lucha sindical adquiere real
sentido revolucionario tan sólo si se la considera como un aspecto
de la lucha política contra el imperialismo y el sistema
capitalista. De ese modo, toda argumentación tendiente a justificar
la inactividad política o la conciliación con el sistema en aras de
preservar una supuesta defensa sindical de los trabajadores,
demuestra su verdadero carácter reformista; mera argucia de
burócratas amarillos cómodamente instalados en dicho sistema. Frente
a ella la CGT de los Argentinos afirma: "Preferimos honra sin
sindicatos que sindicatos sin honra". Así: "La lucha por mejores
condiciones de vida es inseparable de la lucha por el poder". Y esa
lucha por el poder es para el movimiento obrero el factor
fundamental al cual todos los otros deben estar subordinados. Es
de destacar también la constante desmistificación de la violencia,
realizada por la CGT de los Argentinos desde su periódico y en los
hechos, como asimismo de las consignas de unidad y organización. En
el primer caso señalando a la violencia como algo inherente a toda
sociedad estratificada en clases opresoras y clases oprimidas,
distinguiendo además de la violencia represiva del régimen, la
violencia de la explotación cotidiana que el sistema impone a los
trabajadores, y contraponiendo a esa violencia reaccionaria la
necesidad de ejercer por parte de éstos todas las formas de
violencia revolucionaria, como único camino capaz de conducir a su
liberación.
En el segundo caso afirmando que no puede haber
unidad con los enemigos del pueblo ni con los traidores a la clase
obrera; que la única unidad posible y deseable sólo puede darse en
la lucha constante y efectiva contra el sistema; que sólo de esa
lucha puede surgir una auténtica organización revolucionaria de la
clase obrera peronista; y que esa organización no habrá de resultar
de la aplicación mecánica, hecha desde arriba, de modelos
abstractos, sino de la experiencia concreta y viva de las bases,
templadas en la diaria pelea.
Retengamos todas estas
manifestaciones pues insisto en que ellas constituyen ejes
esenciales en torno a los cuales girará la batalla en la próxima
etapa que se inicia el 25 de mayo.
A no ser que los sectores
más gorilas de las fuerzas armadas, desesperados en su odio de
clase, intenten exitosamente impedirlo, todo hace suponer que el 25
de mayo el peronismo accederá nuevamente al aparato del gobierno
después de 18 años de proscripción y lucha popular. Se cumplirá así
uno de los objetivos de esa larga lucha, sacrificada y sangrienta.
Sin embargo, el saldo que ella dejó trasciende ampliamente los
límites de ese objetivo. La experiencia de la derrota del 55 y la
adversidad de la lucha posterior fueron templando en la militancia
obrera peronista una conciencia revolucionaria de la cual las
páginas de esta recopilación son un ejemplo. Y es precisamente esa
conciencia obrera de los fines perseguidos y de cómo llegar a ellos
lo que modifica totalmente el cuadro en el cual deberá el peronismo
ejercer nuevamente el gobierno.
Está claro que ya no podrá
reeditarse la misma experiencia que llevó a la derrota del 55. Está
claro que no bastará con el control del aparato gubernamental
burgués, pues ese control será siempre necesariamente condicionado y
neutralizado por todos los reaseguros para el sistema, derivados del
propio carácter burgués del aparato estatal. Está claro, entonces,
que lo único que puede garantizar el desarrollo y cumplimiento de
nuestra lucha de liberación no es ya el control —obligadamente
relativizado— del gobierno, sino el poder real y efectivo de los
trabajadores organizados, como punto de arranque hacia la
construcción de un socialismo nacional de proyección
latinoamericana. Ello implica necesariamente el desmantelamiento de
la vieja maquinaria gubernamental burguesa y su reemplazo por otra,
en la cual ese poder de los trabajadores y el pueblo pueda
realizarse en forma directa, pasando éstos a ser los verdaderos
constructores de su propio destino. Tal es la perspectiva de lucha
que se abre en esta nueva etapa al peronismo revolucionario y a la
que podemos caracterizar como de lucha abierta y definitiva contra
todo tipo de reformismo. Revolución o reformismo, constituye el
dilema fundamental que deberán resolver los trabajadores argentinos,
y de que se imponga uno u otro depende la realización o frustración
de nuestra liberación nacional y social en el corto o mediano plazo.
Esta opción, sin embargo, no es enteramente nueva. El nacimiento
mismo de la CGT de los Argentinos está signado por ella, y las
batallas contra la conciliación de clases, el burocratismo sindical
y político, el "desarrollismo" económico de los sectores burgueses
del movimiento, etc., junto con las pautas ideológicas que señalé
más arriba, así lo prueban a lo largo de toda su trayectoria.
Simplemente sucede que con el acceso del peronismo al gobierno, las
contradicciones de clase que éste lleva en su seno adquieren una
dimensión realmente nacional. Y con ello la opción entre revolución
o reformismo se transforma en la opción política fundamental en el
país.
Sintetizando, las elecciones fraudulentas y
condicionadas del 11 de marzo no son una panacea ni garantizan por
sí mismas una profundización del proceso de liberación de nuestro
pueblo. Pero el aplastante triunfo peronista hace que se inserten
como momento táctico de gran importancia dentro de la estrategia de
guerra revolucionaria integral por la construcción del socialismo,
que impulsan los sectores revolucionarios del peronismo.
Se
abren así nuevas perspectivas de lucha que pueden permitir el paso
de la etapa de resistencia al régimen militar vendepatria a una
ofensiva creciente y definitiva contra el sistema
burgués-imperialista. Pero el acceso del peronismo al gobierno no
significa todavía la derrota del sistema, ya que éste tiene sus
representantes en las propias filas y puestos directivos del
Movimiento; simplemente polariza las opciones fundamentales y
clarifica la lucha. Las clases dominantes no abandonan pacíficamente
la escena política; mucho menos si detrás de ellas se encuentran
intereses de tal magnitud como son los del capital financiero
internacional capitaneado por el imperialismo yanqui.
La
derrota definitiva del sistema implica, pues, la construcción de un
ejército del pueblo, el ejército peronista, capaz de oponerse y
derrotar al ejército del sistema. Implica también la organización
revolucionaria de la clase obrera peronista, como dirección natural
de ese ejército y de todo el proceso. Y ello es inalcanzable sin el
desplazamiento simultáneo de los burócratas conciliadores,
sindicales y políticos, que pululan en puestos directivos del
Movimiento. La lucha por concretar este proceso se inserta en lo que
el Gral. Perón definió como "etapa de derrota y persecución del
enemigo". Dicha etapa no será aún la etapa de construcción del
socialismo pero por la índole de las tareas que deberá encarar la
militancia, éste ya debe estar presente y clarificado en ella como
objetivo, e, incluso, en parcial ejecución. La responsabilidad mayor
de dicho proceso corre por cuenta del peronismo obrero
revolucionario, en la organización y movilización permanente de las
bases, como única garantía de su cumplimiento.
Los
postulados y las acciones de la CGT de los Argentinos en su breve y
fecunda historia prefiguraron cualitativamente las características
de la lucha futura. La nueva etapa implicará un aumento cuantitativo
y una profundización y enriquecimiento de esos postulados y
acciones. Se cumplirá así con la mayor aspiración de los
trabajadores argentinos: "CON PERÓN Y ELPUEBLO AL PODER -POR LA
CONSTRUCCIÓN DE UNA PATRIA JUSTA, LIBRE Y SOBERANA -LA PATRIA
SOCIALISTA". La ruta que conduce a ella se encuentra en la verdad
fundamental de aquella consigna que dice: "SOLO EL PUEBLO SALVARÁ AL
PUEBLO".
El 28 de marzo de 1968, el Congreso
"Amado Olmos" realizado en Buenos Aires normalizó la situación en
que se hallaba la Confederación General del Trabajo. También
terminó con una guardia de dirigentes que habían extraviado en el
camino las banderas cuya custodia les fue confiada.
Fue un Congreso legalmente constituido, convocado por los mismos que luego
lo abandonaron en un intento de quebrar la decisión de la clase
trabajadora argentina de despertar de un pesado letargo. Un
letargo que en realidad sólo imperó en el espíritu de esos
dirigentes dispuestos a la maniobra política, electoral o golpista,
en vez de volcar ese talento que han demostrado poseer, en la
organización de la lucha por los derechos de sus hermanos
trabajadores.
Empezaron sintiendo vergüenza por sus ropas de obreros, trataron de ponerse
a tono con los despachos y antesalas ministeriales y poco a poco de
representantes obreros frente al poder se convirtieron en
representantes del poder frente a los obreros. Se enriquecieron,
adquirieron hábitos y vicios incompatibles con sus cargos de
dirigentes sindicales, burocratizaron sus sindicatos, los
transformaron en maquinarias sin contenido, se limitaron —en el
mejor de los casos— a la acción social, el tanto por ciento de
aumento en cada nuevo convenio, los hoteles de turismo, las colonias
de vacaciones. Olvidaron que los trabajadores no pueden ni deben
mantenerse al margen de los problemas fundamentales de la vida
nacional.
Olvidaron que la política del gobierno contraría los intereses de la clase
trbajadora. Toleraron los avances incesantes de los monopolios
que rigen la economía del país, arruinando a las empresas
nacionales, especulando con la desocupación que abarata la mano de
obra, envileciendo los salarios. Durante años esos dirigentes se
opusieron entre sí; encarnaban actitudes distintas ante los
problemas nacionales, inclusive se combatieron con dureza. El tiempo
ha borrado esos matices, ha gastado los ropajes ocasionales y los ha
dejado desnudos; es posible ver que se parecen mucho, unos y otros.
Por eso ahora, como por arte de magia, están todos juntos,
enfrentados a los trabajadores. El 28 de marzo de 1968 quedaron
definitivamente atrás. La CGT normalizada recoge las banderas que
ellos arrojaron a un costado y las alza con orgullo para comenzar
una nueva etapa, que será de lucha y sacrificio, pero no se desviará
en componendas a espaldas del pueblo.
Antecedentes
En
1964 estadísticas de la CGT indicaban que 1.300.000 compatriotas no
tenían trabajo. Semana a semana cerraban nuevas fábricas. Se
perseguía a las organizaciones sindicales, se asistía con
insensibilidad al agravamiento de la crisis que asfixia a Tucumán.
En el mes de julio José Alonso, entonces secretario de la CGT, pone en
marcha el plan de lucha, empezando por una primera etapa de
esclarecimiento para proseguir con la ocupación masiva de las
fábricas. Parecía la reacción lógica contra el deterioro creciente
de la economía, la carestía de la vida, la desocupación, el
estancamiento progresivo que cubría con el llamamiento de sus
dirigentes; comprendían que la acción era necesaria para modificar
ese estado de cosas. Pero los dirigentes jugaban su propio
juego; se trataba simplemente de debilitar al gobierno para
favorecer los planes intervencionistas de sectores militares cuya
palabra aún estaba empeñada en un juramento por el cual, en 1960 y
1963, corrió sangre argentina.
Tras las banderas de la reivindicación gremial se ocultaban actitudes
sospechosas. Augusto Vandor convenía con los patrones la hora de
ocupación de las plantas, todo transcurría con sorprendente
tranquilidad pese al dramatismo de la medida adoptada. La
batalla obrera era utilizada como instrumento político de Vandor y
Alonso, enfrentados entre sí, no en defensa de posiciones realmente
encontradas, sino en la disputa por el control de un aparato que les
servía para negociar con los jefes militares que los alentaban
privadamente. Los trabajadores arriesgaron sus salarios, la
tranquilidad de sus familias, sus vidas; en verdad eran jugados en
una maniobra golpista.
Las grandes maniobras
Cuando el golpe se produjo los jefes se presentaron a cobrar sus
dividendos. Una marcha militar y una proclama genérica, bastaron
para atraerlos. En todos los diarios, revistas y noticieros asomaron
sus rostros sonrientes mientras a pocos metros juraba un nuevo
presidente; habían llegado a la Casa de Gobierno, se les pedía
opinión y no retaceaban declaraciones optimistas. La fiesta terminó
pronto y tuvieron que irse como lo que eran: invitados a una reunión
ajena. Ya Vandor había conseguido desplazar a Alonso y colocar
en la dirección de la CGT a un adicto: Francisco Prado. Entre todos
ellos terminaron de desorientar, con sus coqueteos oportunistas, a
quienes esperaban una definición categórica de sus dirigentes.
Habían aprendido un lenguaje nuevo, leían libros de sociología, se sentían
ideólogos de una conciliación que siempre supieron vestir con
apariencias nobles, aunque se tratara en realidad de firmar un pacto
con el diablo. Todos los plazos se vencen, y llegó el momento en que
el diablo vino a exigirles el alma que habían hipotecado. Tenían
ganas de seguir creyendo en las fantasías que otros inventaban y que
ellos repetían, preferían no darse por enterados que no hay
conciliación posible con quienes elaboran sus planes sobre la base
de la explotación de los trabajadores, la ruina de la industria
nacional, el empobrecimiento de la clase media.
Sindicatos, Fuerzas Armadas y Empresarios, era la alianza que se proponían.
Las circunstancias habían cambiado. Los trabajadores nunca
renunciaron a su voluntad de trabajo común con otros sectores
nacionales; pero la empresa argentina fue destruida por el capital
imperialista sin atinar a defenderse y las fuerzas armadas,
divididas o no, padecen una desorientación tal que les impide darse
cuenta por dónde anda el enemigo. No bastaba entonces la
voluntad de conciliación, porque la conciliación en sí tiene tan
poco sentido como la lucha porque sí. Era necesario tener claros
los objetivos, las necesidades, los intereses de la clase
trabajadora; ellos eligieron el camino de la conciliación porque sí,
atados a ilusiones nacidas cuando esa alianza era posible y también
a prebendas personales. Y lograron la conciliación, pero defendiendo
objetivos que no eran los de los trabajadores/as ni los del país.
El precio de la traición
La política económica del nuevo gobierno contradijo
rápidamente las palabras de los discursos iniciales, desató una
ofensiva profunda e implacable, planificada contra los sindicatos
que no se plegaban a las condiciones del vencedor. Los grandes
dirigentes, deslumbrados por la proximidad del poder, aconsejaban
calma, retrocesos tácticos, desalentaban la resistencia. El caso
de Eustaquio Tolosa terminó de mostrar lo que estaba pasando: los
portuarios no se oponían a discutir modificaciones que abarataran
los procesos económicos, se ofrecían voluntariamente a dialogar,
proponían soluciones. Tolosa llegó a entrevistarse con el presidente
Onganía. Únicamente solicitaban que no se pusiera en vigencia,
unilateralmente, un reglamento de trabajo vergonzoso, que anula
viejas conquistas e impone condiciones despiadadas en beneficio de
sectores empresarios cuyos representantes eran asesores inmediatos
del ministro de Economía Salimei.
Abaratar los costos, "limpiar" el puerto quería decir aumentar la
explotación de los trabajadores: eso es lo primero que se les ocurre
a todos los "racionalizadores". Onganía escucha a Tolosa y no
dijo más que unas pocas palabras, sin comprometerse. Una semana
después se aplicaba la nueva reglamentación: ante el ofrecimiento
generoso de los trabajadores de aportar ideas para mejorar el
funcionamiento del puerto, se respondía con una provocación. Una
táctica que volvió a aplicarse el día en que los portuarios se
aprestaban a levantar el paro: ese fue el momento elegido para
detener a Tolosa, en medio de la asamblea, por una orden judicial
que pudo haberse ejecutado antes o después. Lo que se proponían
era desmantelar la organización sindical, obligarla a salidas
desesperadas que la embretaran en una alternativa de hierro: lucha a
muerte o capitulación total. Que el gobierno procediera de esa
manera, es posible entenderlo. Pero lo inesperado, lo doloroso fue
la relación de algunos de los que dirigían entonces la central
obrera, responsables de denuncias policiales contra los trabajadores
del puerto que ocuparon el local de Azopardo, procurando sacudir la
indiferencia con que se respondía a su situación. Uno tras otro,
son intervenidos o se retira la pesonería gremial o se congelan los
fondos a los sindicatos que no aceptan confundirse. Azucareros,
químicos, canillitas, prensa, ferroviarios y telefónicos siguen en
la lista iniciada por los portuarios. Los ferroviarios también
ilustran con precisión qué busca el gobierno: desmantelar ramales,
despedir obreros, preparar el terreno para que los fabricantes
extranjeros de camiones puedan hacer mejor su negocio. No se trata
de negar las bondades de este sistema de transporte, ni de oponerse
al trazado de nuevas rutas, vitales para el desarrollo. Pero, como
siempre, se empieza por atacar a los trabajadores y por desbaratar
de un plumazo lo que ya existe en el país, a cambio de lo que
todavía no se ha construido. El desmantelamiento de las empresas
nacionales, las puertas abiertas para los monopolios que colocan a
sus hombres en los ministerios, la política petrolera que vuelve a
entregar a extranjeros el sur argentino, la destrucción progresiva
del sistema previsional siguieron chocando con las palabras
oficiales.
La espada y la pared
La política del tero, de gritar por un lado y poner los huevos
por el otro, ha llegado a transformarse en un arte refinado. Pero no
sólo las grandes líneas sirven para radiografiar a un gobierno;
también las pequeñas medidas definen su actitud. La elevación de la
edad jubilatoria de 55 a 60 años es una muestra del desprecio
oficial, de esa voluntad de dar siempre otra vuelta de tuerca, de
ajustar cada vez más la soga que ciñe el cuello de los trabajadores.
¿Por qué no subir aun más el tope? Si se fijara en 70 años, el
problema de los jubilados desaparecería totalmente, desaparecerían
los jubilados, para ser más explícitos.
La grave crisis, que el gobierno gestado en junio de 1966 aceleró, hizo que
el clamor popular llegara a los hombres que conducían la CGT y los
acorralara entre dos fuegos: estaban decididos a "participar", pero
para eso necesitaban seguir manejando sus organizaciones, porque a
ningún funcionario, ningún militar, ningún banquero le interesa
dialogar con un dirigente que no tiene poder sobre sus dirigidos.
Para conservar ese dominio debían responder al reclamo de las bases,
y así nació el plan de acción de principios de 1967, viciado desde
la raíz por la falta de convicción de quienes lo organizaron.
Prendieron una fogata queriendo simular un incendio y terminaron
asfixiados por el humo. Ese plan de acción se proponía calmar la
ansiedad de quienes veían oscurecerse cada vez más el panorama, pero
sin llevar las cosas demasiado lejos: un poco de ruido, algunas
manifestaciones en las calles y de vuelta a casa sin muchos riesgos.
Contaban para eso con la complacencia de sus aliados en el gobierno,
y se llevaron un chasco: esta vez los militares no quisieron oír
hablar ni en broma de obreros en pie de lucha, no aceptaron
explicaciones y montaron un operativo de represalias escalonadas que
debía terminar con la intervención de la Confederación General del
Trabajo. Ante esas amenazas, los mismos que habían proclamado
consignas de rebelión borraron con el codo todas sus palabras y
dieron por terminado el plan. Lo peor fueron las excusas a que
apelaron: la falta de espíritu combativo de los trabajadores.
Eso es una mentira que corearon a sabiendas; los trabajadores/as
están dispuestos a gastar todas sus cartas en la lucha, pero también
están cansados de que se juegue con naipes marcados. Miles de
trabajadores han ido a parar a los calabozos, han perdido sus
trabajos, han sido abandonados sin miramientos por esos dirigentes
que gustan ser considerados "factores de poder", "grupos de presión"
sin darse cuenta —cuando son bienintencionados— cuál es el poder que
integran en su calidad de socios menores.
Suspendido el plan de acción de 1967, el gobierno se jactaba de su poder,
del efecto que habían surtido sus amagos y su despliegue de
violencia. Hubiera sido el momento de reflexionar, pero esos
dirigentes dejaron pasar la oportunidad y actuaron en forma
coherente con lo que venían haciendo desde mucho antes: lamieron el
zapato que los había golpeado y aguzaron el ingenio para reanudar el
diálogo con funcionarios que se negaban a recibirlos.
A pocos días de la clausura claudicante del plan de acción —siempre con el
argumento de no perder los sindicatos, que es lo único que a ellos
les duele— Taccone y Cavalli ingresaban a los despachos
ministeriales, sentaban las bases de colaboracionismo. Realmente
resulta difícil entenderlos: tenían evidencia de sobra de que sólo
los aceptarían rendidos incondicionalmente, habían hecho todo lo
necesario para agradar al secretario de Trabajo y pese a ello los
rechazaban. De todos modos insistieron, como hijos del rigor, y
después de los primeros reveses volvieron a buscar la segunda cuota.
Claro que los reveses no los reciben ellos sino los trabajadores/as.
Aferrados con tenacidad al pequeño islote de poder que les
consiente, no se dan cuenta que, poco a poco, son empujados al agua
y que nadie les va a tirar un salvavidas el día que pierdan pie.
El argumento sigue siendo conservar los sindicatos, los locales sindicales;
la diferencia es que los irán perdiendo de a uno, hagan lo que
hagan, porque o se los quitará el gobierno —que no se inquieta por
pagar con buena moneda a esos buenos amigos— o los perderán por la
rebelión de las bases, dispuestas a ser protagonistas y no testigos
mudos del proceso. Una vez levantado el plan de acción y
concluido el oscuro período de Prado, se planteó la necesidad de una
sucesión que permitiera continuar los contactos con el gobierno y
que, a la vez, no arriesgara a los líderes de primera línea durante
un período que preveían difícil. Así surge la Comisión Delegada de
20 miembros, con la tarea de suavizar la transición hacia tiempos
mejores: entretanto participacionistas y colaboracionistas siguen
negociando con las autoridades, confiados en la inocuidad de los 20.
Las negociaciones tienen una finalidad primordial: obtener el reconocimiento
del gobierno. Esto les preocupa mucho más que el reconocimiento de
los afiliados. En señal de protesta, cinco miembros abandonan en
poco tiempo la comisión delegada. Para el 26, 27 y 28 de enero de
1968, el Comité Central Confederal había decidido, la realización de
un Congreso Normalizador. Con argucias estatutarias los amigos del
gobierno, consiguen postergarlo hasta marzo. Son sus últimos días de
gracia, que dedicarán a gestiones cada vez más desesperadas ante un
interlocutor que pide favores pero no deja de amenazarlos.
Por otra parte los jerarcas colaboracionistas procuran sondear la actitud
que asumirían los distintos gremios en el Congreso Normalizador de
marzo y planean una reunión de todos los secretarios generales.
Reparan entonces que estatutariamente una reunión de esa naturaleza
se constituye en órgano de consulta cuya opinión no puede ser
desatendida. La solución es convocarlos en dos tandas. Así se
evitan compromisos legales. La primera tanda aceptó postergar el
congreso por 60 a 90 días; la segunda exigió su realización
inmediata y —poniendo el dedo en la llaga— sostuvo que debían
participar las organizaciones intervenidas por el gobierno y las que
tienen cancelada su personería gremial. Lo contrario —sostuvieron—
equivaldría a convalidar la sanción aplicada a estos gremios,
castigados por su actitud combativa. Frente a la disparidad de
opiniones la Comisión Delegada apeló a un nuevo ardid: citó a un
concilio secreto a 15 secretarios generales, a los que llamó
"notables"; entre ellos Vandor (metalúrgico), Alonso (Vestido),
Pérez (Luz y Fuerza), Bono (La Fraternidad), Uncal (Comercio), De
Luca (Navales), Horvat (ATE), Pepe (Unión Ferroviaria). En
reuniones celebradas con los 15, la Comisión Delegada propuso dos
variantes para una misma maniobra que finalmente fracasó: postergar
directamente el Congreso o convocarlo y, una vez constituido, pasar
a cuarto intermedio por tres meses, si es que lograban controlarlo.
La maniobra, elaborada por el secretario de Trabajo, apuntaba a dos
frentes. Por una parte Rubens San Sebastián podía concurrir sin
aprensiones al Congreso de la Organización Internacional del
Trabajo, en Ginebra, amparado en la sensación de normalidad que
ofrecía el movimiento obrero argentino. San Sebastián prometía como
retribución "normalizar" algunas organizaciones intervenidas: Unión
Ferroviaria, FOTIA, Prensa, Químicos, donde se maniobraría para
colocar dirigentes que respetaran ese "pacto de caballeros" y
sumaran cerca de 100 votos colaboracionistas al Congreso, que recién
tendría lugar cuando San Sebastián estuviera de regreso de Ginebra.
De paso, la "normalización" propuesta por el secretario de Trabajo
hubiera eliminado a los actuales dirigentes de los gremios
castigados, una pica clavada en Flandes que molestó mucho al
gobierno; esos dirigentes que han visto avasallados sus sindicatos,
que han debido pasar a la resistencia reorganizando sin medios
económicos los aparatos intervenidos, fueron los enemigos más
severos de los planes oficiales aceptados por los colaboracionistas.
Se sabe que el avestruz es un animal tonto que esconde la cabeza para no ver
el peligro. El gobierno, en cambio, procede como un avestruz vivo,
que trata de ocultar a sus enemigos para que no se los vea, aunque
no tenga el poder suficiente para hacerlos desaparecer del todo.
Nuevas autoridades en los sindicatos intervenidos, elegidas de
acuerdo a ciertas formalidades con apariencia de legalidad, hubieran
debilitado a los anteriores dirigentes reforzando a la vez el frente
participacionista. Inclusive un pequeño grupo de dirigentes tomaron
café en la residencia presidencial de Olivos y en un clima muy
cordial analizaron con Onganía las características que tendría la
nueva CGT: la diferencia estribaba en saber si la central obrera
debía convertirse abiertamente en un apéndice de la Secretaría de
Trabajo o, si le sería permitido cierto aspecto de autonomía.
Ese es el único punto en el que actualmente discrepan los ocupantes
del edificio de la calle Azopardo: apariencias, formalidades
tácticas. En el fondo, nada los separa: como osos de feria se
preparan para bailar el ritmo que les toquen. Pero sus planes fueron
desbaratados y ahora van a tener que bailar en serio.
El Congreso Normalizador
Durante el cónclave de los 15 —como
dijimos más arriba convocado por la comisión delegada para tratar de
conseguir una nueva postergación del Congreso Normalizador— los
representantes de la Asociación Trabajadores del Estado, Navales y
Unión Ferroviaria se negaron con energía. La CGT —sostuvieron— no
podía asumir el papel de verdugo y bajar el hacha sobre la cabeza de
las organizaciones sancionadas por el gobierno, justamente por
practicar la solidaridad con azucareros y portuarios. Afirmaron
también, que el problema debía ser resuelto por el Congreso
Normalizador.
El 28 de marzo en el local de UTA en la calle Moreno 2969 comienza a
sesionar el Congreso Normalizador bajo la advocación de Amado Olmos,
fallecido en triste accidente hacía un par de meses. Su objetivo:
sustituir a la comisión delegada por un nuevo secretariado elegido
en congreso mayoritario y representativo de los trabajadores. En
nombre de la Comisión Delegada abrió las deliberaciones el ex
dirigente Notaro, leyendo la lista de gremios que estatutariamente
—dijo—, estaban en condiciones de integrar el Congreso. Las
primeras palabras encerraron también la primera maniobra. Según esa
lista, sobre 457 delegados en condiciones de participar, sólo había
presentes 219, por lo cual faltaban unos pocos para hacer quórum. En
realidad había más de 219 delegados presentes, pero lo que se
proponían en ese momento era desconocer a aquellos delegados que
representaban a gremios intervenidos o con su personería cancelada.
Plantear las cosas de entrada en esos términos hubiera sido tan
violento, que no se animaron a representar públicamente ese papel
que desde hace mucho actúan en privado, apelaron a un subterfugio:
explicaron que no podían participar en el Congreso los delegados de
aquellos gremios que adeudaran sus cuotas a la Caja Confederal.
Invocaron para eso el artículo 60 del Estatuto de la CGT. A esta
insidiosa argumentación, que de prosperar hubiera impedido que
sesionara el Congreso sin necesidad de que los colaboracionistas y
participacionistas tuvieran que desenmascararse, respondió el
dirigente telefónico Guillán leyendo el citado artículo 60: "Todas
las organizaciones que adeuden sin causa justificada más de cuatro
meses a la Caja Confederal, serán consideradas, previa notificación,
como dimitentes y en tal caso los miembros del Comité Central
Confederal que pertenecen a la organización deudora dejarán
automáticamente de formar parte del mismo". Guillán sostuvo que ese
no es el caso de las organizaciones que están intervenidas o tienen
sus fondos congelados, ya que esas circunstancias son una causa
justificada para el atraso de las cuotas. En consecuencia pidió se
les permitiera intervenir con voz y voto a la par de las demás
organizaciones. Decididas intervenciones de los representantes
de Municipales —que ofrecen pagar en ese mismo momento las cuotas de
su gremio— Químicos, Navales, FOTIA y Ferroviarios, obligan a la
comisión delegada a aceptar la participación de los gremios que
adeudan fondos con causa justificada. Se lee entonces el orden del
día y se pasa a elegir la Comisión de Poderes, encargada de analizar
las credenciales de los delegados. Municipales propone que se
incluya a la Unión Ferroviaria en esa comisión, pero Lorenzo Pepe
declina el ofrecimiento para no dar un pretexto que permita
desconocer la legitimidad del Congreso. Después de tres horas de
cuarto intermedio para que se analicen las credenciales, el Congreso
vuelve a sesionar a las 22.30 con 393 delegados que hacen un minuto
de silencio en homenaje a Amado Olmos: también se envía un telegrama
al Presidente de la Nación solicitando la libertad de Eustaquio
Tolosa. Varios dirigentes preocupados por las controversias que se
presentan respecto de algunas credenciales, advierten al congreso
acerca de las presiones que se realizan para hacerlo fracasar.
Cuando se eligen autoridades del Congreso, la presidencia es ocupada
por Honorio Gutiérrez de UTA. Pallares, de Pintura, informa que ese
mismo día la policía disolvió violentamente a los trabajadores de la
fábrica Alba "que no estaban ocupando la misma, sino reunidos en
asamblea". La Comisión apoya un pedido por la libertad de los
detenidos de Alba, empresa del grupo Bunge y Born. También se acepta
una moción de Ceramistas contra la "agresión a la que son sometidos
los obreros de la fábrica de azulejos San Lorenzo".
Los
hijos de los pobres
Inmediatamente Guillán pide que el
Congreso haga un llamamiento público a las organizaciones que no han
concurrido y se sumen a las deliberaciones de los días 29 y 30.
Fustiga también a los dirigentes colaboracionistas pero, propone,
queremos que "vengan a discutir aquí, en el seno de la CGT, las
diferencias, que puedan tener con este Congreso constituido no sólo
legítima sino estatutariamente". En ese momento toma la palabra
por primera vez Raimundo Ongaro, de la Federación Gráfica quien
manifiesta su dolor por las organizaciones ausentes y su alegría por
la alta inspiración constructiva que alienta al Congreso. Ongaro
se refería en primer lugar a los delegados de Luz y Fuerza,
Construcción, Vitivinícolas, SUPE, Comercio y Metalúrgicos que en
ningún momento se presentaron al Congreso evidenciando su intención
de hacerlo fracasar. También a los del Vestido, Gastronómicos,
Alimentación, Vidrio, Sutiaga y Bancarios, que se retiraron luego de
la elección de la Comisión de Poderes, durante el cuarto intermedio.
Agregó Ongaro: "Todo el día han estado circulando toda clase de
versiones. No sé si afortunada o desgraciadamente, la mayoría de
ellas son o van a ser verdaderas; quiero decirlo acá sin faltarle el
respeto a los presentes ni a los ausentes: parece mentira, cuando
alguna vez los más pobres, los más humildes, los que nunca hemos
pedido nada, triunfamos en una votación, que es un hecho normal y
accidental en la vida, todos se enojan con nosotros. Nosotros
durante años no dijimos nada, cuando veíamos los acuerdos de los
núcleos y los dirigentes, acuerdos hechos a espaldas nuestras y de
los obreros. Nunca dijimos nada, todo lo aguantamos por el pueblo,
por la Patria y por los trabajadores/as. Todo lo aguantamos por
unidad, solidaridad y disciplina. Nos íbamos con amargura,
tratábamos de justificarles todo a esos dirigentes que hoy se han
ido. A esos dirigentes que hoy, cuando en una votación sencilla y
normal ganan los hijos de los pobres se han enojado. Les vamos a
abrir las puertas, les vamos a abrir los brazos, pero quiero que en
la moción conste esto: que esta comisión de poderes que eligió el
Congreso también se eligió con todos los atributos de los que, sin
tener miedo a perder la vida, han venido a desafiar y a decir la
verdad que otros tienen de la piel para adentro, pero ni esa verdad
se animan a decir. Hoy estamos acá, agraviados en nuestra
dignidad, pisoteados en los derechos del pueblo, despojados de
nuestras conquistas, todos nos han humillado y todavía porque
venimos a gritar la verdad, para que no irritemos a los que nos
están golpeando nos tendríamos que callar o tal vez tendríamos que
ser participacionistas.
Nosotros hemos dicho que preferimos honra sin sindicatos y no los sindicatos
sin honra, y mañana nos pueden intervenir. No tenemos aquí ninguna
prebenda personal que defender, pues para defender a nuestros
compañeros no hace falta el sillón ni el edificio. Lo hacemos porque
lo llevamos en la sangre desde que hemos nacido. Les advierto
esta noche, si es que me están escuchando que lo sepan, que les hago
un llamado todavía. Dígannos que no están de acuerdo, que piensan
distinto, insúltennos, calúmniennos, pero no escriban estas tristes
y negras páginas, que porque un gobierno y un ministerio no se
animan a impugnarnos, tengan que ser compañeros los que se animen a
decir y dejar escrito, que ellos invalidan a los propios compañeros
trabajadores".
Al finalizar las palabras de Ongaro, Lorenzo Pepe propuso un cuarto
intermedio hasta el día 29 y lamentó que ya estuviera en marcha "una
supuesta división del movimiento obrero. Nosotros no hemos dividido
a nadie, ellos se han dividido solos". El 29 el Congreso reanudó sus
sesiones con 279 delegados, 97 más que el quórum necesario. Con
un entusiasmo que hechos posteriores no confirmaron, el delegado de
Municipales llamó "ratas" a los miembros de la Comisión Delegada que
abandonaron el Congreso. Arrausi, de FUVA, aclaró entonces que el
representante de su sector en la Comisión Delegada no se había
retirado sino que estaba en el consultorio de un médico por
problemas de salud. Menna, de la Fraternidad, repudió a quienes
realizan maniobras turbias y pidió que se mantuviera la unidad de la
clase obrera para formar un bloque inexpugnable contra el enemigo
común: la oligarquía y los cipayos al servicio del capital foráneo.
Como consecuencia de las palabras del delegado municipal fue
necesario aclarar que se encontraban presentes otros miembros de la
Comisión Delegada que no abandonaban el Congreso: Coronel (Sanidad),
Otto Calacce, Agustín Cuello (FOETRA), Amancio Pafundi (UPCN),
Eligio García (Edificios de Renta) y Perfecto Barcia.
Luego tomó la palabra el portuario Mario López Sosa. "Hace dos años, en este
mismo recinto —dijo— SUPA señalaba la noche negra que amenazaba a
nuestra patria. No fuimos escuchados. Nadie nos creyó. Dijimos que
no estábamos en contra de la recuperación portuaria sino en contra
de que se nos quitaran las conquistas conseguidas a través de 50
años de luchar a punta de cuchillo por los obreros del puerto.
Pero ¿qué pasaba? Al caer el gobierno de Illia muchos compañeros se
presentaron en la Casa Rosada. Nosotros, los portuarios no nos
presentamos porque al ver cómo se conformaba el gabinete con hombres
que fueron escarnio de los trabajadores portuarios dijimos que
íbamos a esperar hasta que aclarara. Por eso estamos contentos hoy,
porque las organizaciones pobres han dicho basta a los elefantes
blancos. Aquí no se ha gritado un viva a ningún político sino a la
clase trabajadora. La lucha comienza hoy en este recinto". Ese
día, a las 10 se constituyó la Junta Electoral, presidida por
Rodolfo Díaz, de UTA. Se leen los nombres de los miembros de la
Lista Azul y Blanca, única presentada y se pasa a votación; 275
votos a favor y cinco en blanco consagran a las nuevas autoridades
de la CGT, con mandato hasta 1970. Entretanto, el secretario de
Trabajo San Sebastián, se entrevista con el Presidente Onganía y
advierte oficialmente que no se reconocerá al consejo directivo que
surja del Congreso "por estar ilegítimamente constituido y no ser
auténticamente representativo". Ya veremos quién es representativo;
si esta CGT de los Argentinos o el personero de un gobierno elegido
por nadie.
Este es el Consejo Directivo de la Confederación
General del Trabajo elegido en el Congreso Normalizador:
Secretario General: Raimundo Ongaro (Gráficos).
Secretario General Adjunto: Amancio Pafundi (UPCN).
Secretario de Hacienda: Enrique Coronel (Fraternidad).
Prosecretario de Hacienda: Pedro Avellaneda (ATE).
Secretario Gremial e Interior: Julio Guillán (FOETRA).
Prosecretario Gremial e Interior: Benito Romano (FOTIA).
Secretario de Prensa, Cultura y Propaganda: Ricardo De Luca
(Navales). Secretario de Previsión Social: Antonio Scipione
(UF). Vocales: Honorio Gutiérrez (UTA); Salvador Manganaro (Gas
del Estado); Enrique Bellido (Ceramistas); Hipólito Ciocco
(Empleados Textiles); Jacinto Padín (SOYEMEP); Eduardo Arrausi
(FUVA); Alfredo Lettis (Marina Mercante); Manuel Veiga (TER);
Antonio Machese (Calzado); Floreal Lencinas (Jaboneros); Félix
Bonditti (Carboneros).
A las 5.30 horas, de la madrugada del
30 de marzo, los congresales clausuraban las deliberaciones,
entonando el Himno Nacional Argentino. Por su parte, los
miembros de la ex Comisión Delegada que habían abandonado el
Congreso, se reunieron en el edificio de Azopardo (custodiado por la
policía, que no fue entregado al nuevo Consejo Directivo) con varios
de los grandes bonetes colaboracionistas: Vandor, Armando March,
Coria, Cavalli, Izetta, Pérez. Como única respuesta a los
llamamientos, decidieron declarar nulo el Congreso, prorrogar el
mandato de la Comisión Delegada y suspender a las representaciones
de FOETRA, Navales, ATE, UPCN, Calzado, Jaboneros, Ceramistas, FUVA
y Gráficos, ante el Comité Central Confederal y lanzarse a una
desaforada campaña de comunicados de prensa, impugnando el Congreso.
Entretanto, el nuevo Consejo Directivo de la auténtica CGT desplegó
una intensa actividad: se decidió entre otras cosas que todos los
miembros del secretariado y del Consejo Directivo hicieran ante un
escribano declaración jurada de sus bienes, para que los
trabajadores puedan verificar que en esta CGT de los Argentinos,
nadie se enriquece de la noche a la mañana para comprar autos de
lujo, colecciones de pintura, perros de raza. Día a día
comunicados de prensa fueron informando a los trabajadores y al
pueblo. Se destacó la urgencia de la reapertura de las fuentes de
trabajo paralizadas; la derogación de la ley 17.224; se creó la
Comisión Nacional de solidaridad de Tucumán; se visitó en la cárcel
de Villa Devoto al compañero Eustaquio Tolosa —designado secretario
general honorario de la CGT— y se le hizo llegar la solidaridad de
todos sus compañeros; se informó a la Organización Internacional del
Trabajo de la realización del Congreso Normalizador y de la elección
de nuevas autoridades. Se recibieron dos cartas enviadas desde
la cárcel por el compañero Tolosa. En la primera de ellas se
advierte sobre la necesidad de ofrecer un frente común a los
enemigos del pueblo, y se desalienta la fantasía colaboracionista.
También afirma el compañero Tolosa, que creerá en las buenas
intenciones de la ex Comisión Delegada, a la cual está dispuesto a
recibir, siempre que sea acompañada por miembros del Consejo
Directivo de la CGT Normalizadora que dirige el compañero Ongaro. En
la segunda carta, luego de manifestar su agradecimiento por haber
sido nombrado Secretario General Honorario de la CGT, Tolosa
manifiesta que si no recibió a los compañeros designados por el
Congreso Normalizador, fue únicamente porque en la cárcel le
ocultaron esa visita, y finaliza alentando a la CGT Normalizadora a
continuar su lucha. Para el 1º de Mayo, la CGT ha planeado la
realización de actos en todo el país. En Buenos Aires, el acto
tendrá lugar en la Plaza San Justo, de La Matanza, a las 15 horas,
presidido por el Secretario General Adjunto, Amancio Pafundi. En
Rosario, Córdoba y Tucumán, los actos serán presididos por los demás
miembros del Consejo Directivo, Ongaro en Córdoba, Guillán en
Rosario, Romano en Tucumán.
Madrid, 5 de abril de 1968 Señor Don Raimundo
Ongaro Buenos Aires
Mi querido compañero y amigo:
Por las informaciones
y noticias, he seguido el desarrollo de los acontecimientos
ocurridos alrededor del Congreso de la CGT y deseo hacerle llegar,
junto con mi saludo más afectuoso, mis felicitaciones más cordiales,
que le ruego haga extensivas a todos los compañeros que participaron
en esa acción, que no solo ha salvado el honor peronista, sino que
también ha permitido comprobar fehacientemente la conducta de los
que, con diversos pretextos, se encuentran traicionando a los
trabajadores y al Movimiento. Espero que esta elocuente
evidencia convenza a los demás compañeros y a la masa popular sobre
los verdaderos valores de algunos dirigentes, como asimismo puedan
discernir con claridad entre los que sirven y los que son solo
simuladores que no persiguen otro fin que sus intereses personales,
en procura de una riqueza tan infamante como sus procedimientos. No
se ha puesto menos en evidencia la actitud gubernamental que sigue
utilizando la corrupción más despreciable en complicidad con los que
se avienen a ello con fines de lucro.
Hay
una virtud contra la que el dirigente no puede delinquir: la lealtad
que debe a la base. Y, cuando olvidando la misión que ha recibido y
traicionando sus deberes esenciales, se lanza a la conquista del
dinero, poco tarda en quedar destruido por sus propios malos
procedimientos. Una cosa es la habilidad en la dirección y otra muy
distinta el procedimiento tortuoso con fines inconfesables. Como una
cosa es el error o la incapacidad y otra muy distinta la mala
intención, obediente a mezquinos intereses. De todo se ha visto en
esta oportunidad, pero no es difícil diferenciar los que puedan
haberse equivocado, de los que están en otra cosa muy distinta.
Yo, que como siempre, me mantengo al margen de los problemas
internos del sindicalismo, porque creo que éstos deben ser resueltos
por las respectivas organizaciones, no puedo menos que percibir con
extrañeza y con dolor la falta de solidaridad provocada por unos
cuantos malintencionados, en complicidad con organismos oficiales
que, teniendo la obligación de portarse bien, no escatiman medios
para provocar la destrucción de la organización sindical argentina.
Y, si por la situación esto puede explicarse, lo que resulta
inexplicable es que haya dirigentes que traicionando su deber, se
presten para esa destrucción. El tiempo será el mejor juez y el
mejor testigo porque las infamias pueden cometerse: lo difícil es
borrarlas. Llegará un día en que cada uno deba rendir cuentas de sus
acciones. Mientras tanto responderán ante su conciencia. Le ruego
salude a los compañeros.
Un gran abrazo.
Madrid, 27 de junio
de 1968
Señor Don Raimundo Ongaro Buenos Aires. Querido
compañero:
Desde el comienzo de las actividades sindicales
de la CGT que Usted encabeza, he venido observando un cambio radical
en la conducta de las organizaciones sindicales. Es indudable que la
inacción suicida que caracterizó a la etapa anterior, como
consecuencia de la descomposición moral de un numeroso grupo de
dirigentes sindicales que, en vez de cumplir con su misión, se
dedicaron a especular desdorosamente con su cargo, ha sido la causa
que más ha gravitado en el desastre de la conducción de la Clase
Trabajadora y, en consecuencia, el remedio no puede ser otro que
reemplazar a esos dirigentes con hombres que vuelvan por las
virtudes esenciales, sin las cuales es imposible toda actividad
constructiva. Realizado lo anterior, se podrá comenzar una lucha
activa y exitosa, mediante la cual se devuelva a la masa popular el
dinamismo indispensable que nuestra masa ha perdido como
consecuencia de su falta de confianza en sus dirigentes. El último
Primero de Mayo ha sido sólo un síntoma de tal regeneración, después
de varios aniversarios opacos y decepcionantes. Sin la intervención
de la masa, convenientemente conducida por dirigentes prestigiosos,
ninguna lucha en el campo sindical puede llegar a nada, como no sea
el desánimo y la resignación que en los momentos actuales
representan el desastre. En 1945 la situación era similar a la
que hoy les toca vivir a los trabajadores argentinos, pero teníamos
una juventud entusiasta y decidida que fue capaz de realizar un 17
de octubre. Me temo que en estos momentos tal juventud no exista, no
porque no haya jóvenes y hombres valientes y decididos, tampoco
porque esa juventud no esté movida como en 1945 por ideales
constructivos, sino porque carecen de conducción y encuadramiento
apropiados, que sean capaces de llevarlos al éxito. Las masas
populares no valen por su número solamente, sino y
preponderantemente por la calidad de sus dirigentes. En su
actividad intuyo los fines que la inspiran y los objetivos que
persigue en los sentidos indicados. Por eso deseo hacerle llegar mi
enhorabuena. Usted es el primer dirigente contemporáneo que puede
conseguir movilizar la masa hasta ahora inactiva y perezosa, y ello
es debido a sus valores espirituales. Persista sin desmayos en ello
y realizará lo que los peronistas venimos anhelando desde hace ya
más de doce años. De la frustración sólo se puede salir mediante la
acción decidida de dirigentes que, poseyendo las virtudes
esenciales, sean capaces de movilizar la masa y lanzarla a la lucha
con la firme voluntad de vencer.
He querido hacerle llegar, junto con mi saludo más afectuoso, estas pocas
palabras de estímulo que nacen de mi más pura sinceridad y que
quieren hacerle llegar también mis felicitaciones.
1. Nosotros, representantes de la CGT de los Argentinos, legalmente
constituida en el congreso normalizador Amado Olmos, en este Primero
de Mayo nos dirigimos al pueblo. Los invitamos a que nos
acompañen en un examen de conciencia, una empresa común y un
homenaje a los forjadores, a los héroes y los mártires de la clase
trabajadora. En todos los países del mundo ellos han señalado el
camino de la liberación. Fueron masacrados en oscuros calabozos como
Felipe Vallese, cayeron asesinados en los ingenios tucumanos, como
Hilda Guerrero. Padecen todavía en injustas cárceles. En esas
luchas y en esos muertos reconocemos nuestro fundamento, nuestro
patrimonio, la tierra que pisamos, la voz con que queremos hablar,
los actos que debemos hacer: esa gran revolución incumplida y
traicionada pero viva en el corazón de los argentinos. 2.
Durante años solamente nos han exigido sacrificios. Nos aconsejaron
que fuésemos austeros: lo hemos sido hasta el hambre. Nos
pidieron que aguantáramos un invierno: hemos aguantado diez. Nos
exigen que racionalicemos: así vamos perdiendo conquistas que
obtuvieron nuestros abuelos. Y cuando no hay humillación que nos
falte padecer ni injusticia que reste cometerse con nosotros, se nos
pide irónicamente que "participemos". Les decimos: ya hemos
participado, y no como ejecutores sino como víctimas en las
persecuciones, en las torturas, en las movilizaciones, en los
despidos, en las intervenciones, en los desalojos. No queremos
esa clase de participación. Un millón y medios de desocupados y
subempleados son la medida de este sistema y de este gobierno
elegido por nadie. La clase obrera vive su hora más amarga.
Convenios suprimidos, derechos de huelga anulados, conquistas
pisoteadas, gremios intervenidos, personerías suspendidas, salarios
congelados. La
situación del país no puede ser otro que un espejo de la nuestra. El
índice de mortalidad infantil es cuatro veces superior al de los
países desarrollados, veinte veces superior en zonas de Jujuy donde
un niño de cada tres muere antes de cumplir un año de vida. Más de
la mitad de la po blación está parasitada por la
anquilostomiasis en el litoral norteño; el cuarenta por ciento de
los chicos padecen de bocio en Neuquén; la tuberculosis y el mal de
Chagas causan estragos por doquier. La deserción escolar en el ciclo
primario llega al sesenta por ciento; al ochenta y tres por ciento
en Corrientes, Santiago del Estero y el Chaco; las puertas de los
colegios secundarios están entornadas para los hijos de los
trabajadores y definitivamente cerradas las de la Universidad.
La década del treinta resucita en todo el país con su cortejo de
miseria y de ollas populares. Cuatrocientos pesos son un jornal
en los secaderos de yerba, trescientos en los obrajes, en los
cañaverales de Tucumán se olvida ya hasta el aspecto del dinero.
A los desalojos rurales se suma ahora la reaccionaria ley de
alquileres, que coloca a decenas de miles de comerciantes y pequeños
industriales en situación de desalojo, cese de negocios y
aniquilamiento del trabajo de muchos años. No queda ciudad en la
República sin su cortejo de villas miserias donde el consumo de agua
y energía eléctrica es comparable al de las regiones interiores del
Africa. Un millón de personas se apiñan alrededor de Buenos Aires en
condiciones infrahumanas, sometidas a un tratamiento de gheto y a
las razzias nocturnas que nunca afectan las zonas residenciales
donde algunos "correctos" funcionarios ultiman la venta del país y
donde jueces "impecables" exigen coimas de cuarenta millones de
pesos. Agraviados en nuestra dignidad, heridos en nuestros
derechos, despojados de nuestras conquistas, venimos a alzar en el
punto donde otros las dejaron, viejas banderas de la lucha. 3.
Grandes países que salieron devastados de la guerra, pequeños países
que aún hoy soportan invasiones e implacables bombardeos, han
reclamado de sus hijos penurias mayores que las nuestras. Si un
destino de grandeza nacional, si la defensa de la patria, si la
definitiva liquidación de las estructuras explotadoras fuesen la
recompensa inmediata o lejana de nuestros males, ¿qué duda cabe de
que los aceptaríamos en silencio? Pero no es así. El
aplastamiento de la clase obrera va acompañado de la liquidación de
la industria nacional, la entrega de todos los recursos, la sumisión
a los organismos financieros internacionales. Asistimos avergonzados
a la culminación, tal vez el epílogo de un nuevo período de
desgracias. Durante el año 1967 se ha completado prácticamente
la entrega del patrimonio económico del país a los grandes
monopolios norteamericanos y europeos. En 1958 el cincuenta y nueve
por ciento de lo facturado por las cincuenta empresas más grandes
del país correspondía a capitales extranjeros; en 1965 esa cifra
ascendía al sesenta y cinco por ciento; hoy se puede afirmar que
tres cuartas partes del gran capital invertido pertenece a los
monopolios. La empresa que en 1965 alcanzó la cifra más alta de
ventas en el país, en 1968 ha dejado de ser argentina. La industria
automotriz está descoyuntada, dividida en fragmentos que han ido a
parar uno por uno a los grupos monopolistas. Viejas actividades
nacionales como la manufactura de cigarrillos pasaron en bloque a
intereses extranjeros. El monopolio norteamericano del acero está a
punto de hacer su entrada triunfal. La industria textil y la de la
alimentación están claramente penetradas y amenazadas. El método
que permitió este escandoloso despojo no puede ser más simple. El
gobierno que surgió con el apoyo de las fuerzas armadas, elegido por
nadie, rebajó los aranceles de importación, los monopolios aplicaron
la ley de la selva —el dumping—, los fabricantes nacionales,
hundiéronse. Esos mismos monopolios, sirviéndose de bancos
extranjeros ejecutaron luego a los deudores, llenaron de créditos a
sus mandantes que con dinero argentino compraron a precio de
bancarrota las empresas que el capital y el trabajo nacional habían
levantado en años de esfuerzo y sacrificio. Este es el verdadero
rostro de la libre empresa, de la libre entrega, filosofía oficial
del régimen por encima de ilusorias divisiones entre "nacionalistas"
y "liberales", incapaces de ocultar la realidad de fondo que son los
monopolios en el poder.
Este poder de los monopolios que con una mano aniquila a la empresa privada
ncional, con la otra amenaza a las empresas del Estado donde la
racionalización no es más que el prólogo de la entrega, y anuda los
últimos lazos de la dependencia financiera. Es el Fondo Monetario
Internacional el que fija el presupuesto del país y decide si
nuestra moneda se cotiza o no en los mercados internacionales. Es el
Banco Mundial el que planifica nuestras industrias claves. Es el
Banco Interamericano de Desarrollo el que indica en qué países
podemos comprar. Son las compañías petroleras las que cuadriculan el
territorio nacional y de sus mares aledaños con el mapa de sus
inicuas concesiones. El proceso de concentración monopolista
desatado por el gobierno no perdonará un solo renglón de la
actividad nacional. Poco más y sólo faltará desnacionalizar la
tradición argentina y los museos. La participación que se nos
pide es, además de la ruina de la clase obrera, el consentimiento de
la entrega. Y eso no estamos dispuestos a darlo los trabajadores
argentinos. 4. La historia del movimiento obrero, nuestra
situación concreta como clase y la situación del país nos llevan a
cuestionar el fundamento mismo de esta sociedad: la compraventa del
trabajo y la propiedad privada de los medios de producción.
Afirmamos que el hombre vale por sí mismo, independientemente de su
rendimiento. No se puede ser un capital que rinde un interés, como
ocurre en una sociedad regida por los monopolios dentro de la
filosofía libreempresista. El trabajo constituye una prolongación de
la persona humana, que no debe comprarse ni venderse. Toda compra o
venta del trabajo es una forma de esclavitud. La estructura
capitalista del país, fundada en la absoluta propiedad privada de
los medios de producción, no satisface sino que frustra las
necesidades colectivas, no promueve sino que traba el desarrollo
individual. De ella no puede nacer una sociedad justa ni cristiana.
El destino de los bienes es servir a la satisfacción de las necesidades de
todos los hombres. En la actualidad prácticamente todos los bienes
se hallan apropiados, pero no todos los hombres pueden satisfacer
sus necesidades: el pan tiene dueño pero un dueño sin hambre. He
aquí al descubierto la barrera que separa las necesidades humanas de
los bienes destinados a satisfacerlas: el derecho de propiedad tal
como hoy es ejercido. Los trabajadores de nuestra patria,
compenetrados del mensaje evangélico de que los bienes no son
propiedad de los hombres sino que los hombres deben administrarlos
para que satisfagan las necesidades comunes, proclamamos la
necesidad de remover a fondo aquellas estructuras. Para ello
retomamos pronunciamientos ya históricos de la clase obrera
argentina, a saber: • La propiedad sólo debe existir en función
social.
• Los trabajadores,
auténticos creadores del patrimonio nacional, tenemos derecho a
intervenir no sólo en la producción, sino en la administración de
las empresas y la distribución de los bienes. • Los sectores
básicos de la economía pertenecen a la Nación. El comercio exterior,
los bancos, el petróleo, la electricidad, la siderurgia y los
frigoríficos deben ser nacionalizados.
• Los compromisos financieros firmados a espaldas del pueblo no pueden ser
reconocidos. • Los monopolios que arruinan nuestra industria y
que durante largos años nos han estado despojando, deben ser
expulsados sin compensación de ninguna especie. • Sólo una
profunda reforma agraria, con las expropiaciones que ella requiera,
puede efectivizar el postulado de que la tierra es de quien la
trabaja. • Los hijos de obreros tienen los mismos derechos a
todos los niveles de la educación que hoy gozan solamente los
miembros de las clases privilegiadas. A los que afirman que los
trabajadores deben permanecer indiferentes al destino del país y
pretenden que nos ocupemos solamente de problemas sindicales, les
respondemos con las palabras de un inolvidable compañero, Amado
Olmos, quien días antes de morir, desentrañó para siempre esa farsa:
El obrero no quiere la solución por arriba, porque hace doce años
que la sufre y no sirve. El trabajador quiere el sindicalismo
integral, que se proyecte hacia el control del poder, que asegura en
función de tal el bienestar del pueblo todo. Lo otro es el
sindicalismo amarillo, imperialista, que quiere que nos ocupemos
solamente de los convenios y las colonias de vacaciones. 5. Las
palabras de Olmos marcan a fuego el sector de dirigentes que acaban
de traicionar al pueblo y separarse para siempre del movimiento
obrero. Con su experiencia, que ya era sabiduría profética, explicó
los motivos de esa defección. "Hay dirigentes —dijo—, que han
adoptado las formas de vida, los automóviles, las casas, las
inversiones y los gustos de la oligarquía a la que dicen combatir.
Desde luego con una actitud de ese tipo no pueden encabezar a la
clase obrera". Son esos mismos dirigentes los que apenas
iniciado el congreso normalizador del 28 de marzo, convocado por
ellos mismos, estatutariamente reunido, que desde el primer momento
sesionó con el quórum necesario, lo abandonaron por no poder
dominarlo y cometieron luego la felonía sin precedentes en los
anales del sindicalismo de denunciar a sus hermanos ante la
Secretaría de Trabajo. Son ellos los que hoy ocupan un edificio
vacío y usurpan una sigla, pero han asumido al fin su papel de
agentes de un gobierno, de una oligarquía y de un imperialismo
¿Qué duda cabe hoy de que Olmos se refería a esos dirigentes que se
autocalifican de "colaboracionistas" y "participacionistas"? Durante
más de un lustro cada enemigo de la clase trabajadora, cada
argumento de sanciones, cada editorial adverso, ha sostenido que no
existía en el país gente tan corrompida como algunos dirigentes
sindicales. Costaba creerlo, pero era cierto. Era cierto que
rivalizaban en el lujo insolente de sus automóviles y el tamaño de
sus quintas de fin de semana, que apilaban fichas en los paños de
los casinos y hacían cola en las ventanillas de los hipódromos, que
paseaban perros de raza en las exposiciones internacionales. Esa
satisfacción han dado a los enemigos del movimiento obrero, esa
amargura a nosotros. Pero es una suerte encontrarlos al fin todos
juntos —dirigentes ricos que nunca pudieron unirse para defender
trabajadores pobres—, funcionarios y cómplices de un gobierno que se
dice llamado a moralizar y separados para siempre de la clase
obrera. Con ellos, que voluntariamente han asumido ese nombre de
colaboracionistas, que significa entregadores en el lenguaje
internacional de la deslealtad, no hay advenimiento posible. Que se
queden con sus animales, sus cuadros, sus automóviles, sus viejos
juramentos falsificados, hasta el día inminente en que una ráfaga de
decencia los arranque del último sillón y de las últimas
representaciones traicionadas. 6. La CGT de los Argentinos no
ofrece a los trabajadores un camino fácil, un panorama risueño, una
mentira más. Ofrece a cada uno un puesto de lucha. Las
direcciones indignas deben ser barridas desde las bases. En cada
comisión interna, cada gremio, cada federación, cada regional, los
trabajadores deben asumir su responsabilidad histórica hasta que no
quede un vestigio de colaboracionismo. Esa es la forma de probar que
la unidad sigue intacta y que los falsos caudillos no pueden
destruir desde arriba lo que se ha amasado desde abajo con el dolor
de tantos. Este movimiento está ya en marcha, se propaga con
fuerza arrasadora por todos los caminos de la República.
Advertimos sin embargo que de la celeridad de ese proceso depende el
futuro de los trabajadores. Los sectores interesados del gobierno
elegido por nadie no actúan aún contra esta CGT elegida por todos;
calculan que la escisión promovida por dirigentes vencidos y
fomentada por la Secretaría de Trabajo bastará para distraer unos
meses a la clase obrera, mientras se consuman etapas finales de la
entrega. Si nos limitáramos al enfrentamiento con esos
dirigentes, aun si los desalojáramos de sus últimas posiciones,
seríamos derrotados cuando en el momento del triunfo cayeran sobre
nosotros las sanciones que debemos esperar pero no temer. El
movimiento obrero no es un edificio ni cien edificios; no es una
personería ni cien personerías; no es un sello de goma ni es un
comité; no es una comisión delegada ni es un secretariado. El
movimiento obrero es la voluntad organizada del pueblo y como tal no
se puede clausurar ni intervenir. Perfeccionando esa voluntad
pero sobre todo esa Organización debemos combatir con más fuerza que
nunca por la libertad, la renovación de los convenios, la vigencia
de los salarios, la derogación de leyes como la 17.224 y la 17.709,
la reapertura y creación de nuevas fuentes de trabajo, el retiro de
las intervenciones y la anulación de las leyes represivas que hoy
ofenden a la civilización que conmemora la declaración y el
ejercicio de los derechos humanos. Aun eso no es suficiente. La
lucha contra el poder de los monopolios y contra toda forma de
penetración extranjera es misión natural de la clase obrera, que
ella no puede declinar. La denuncia de esa penetración y la
resistencia a la entrega de las empresas nacionales de capital
privado o estatal son hoy las formas concretas del enfrentamiento.
Porque la Argentina y los argentinos queremos junto con la
revolución moral y de elevamiento de los valores humanos ser activos
protagonistas y no dependientes en la nueva era tecnológica que
transforma al mundo y conmociona a la humanidad.
Y si entonces cayeran sobre nosotros los retiros de personería, las
intervenciones y las clausuras, será el momento de recordar lo que
dijimos en el congreso normalizador: que a la luz o en la
clandestinidad, dentro de la ley o en las catacumbas, este
secretariado y este consejo directivo son las únicas autoridades
legítimas de los trabajadores argentinos, hasta que podamos
reconquistar la libertad y la justicia social y le sea devuelto al
pueblo el ejercicio del poder. 7. La CGT de los Argentinos no se
considera única actora en el proceso que vive el país, no puede
abstenerse de recoger las aspiraciones legítimas de los otros
sectores de la comunidad ni de convocarlos a una gran empresa común,
no puede siquiera renunciar a la comunicación con sectores que por
una errónea inteligencia de su papel verdadero aparecen enfrentados
a nuestros intereses. Apelamos pues: • A los empresarios
nacionales, para que abandonen la suicida política de sumisión a un
sistema cuyas primeras víctimas resultan ellos mismos. Los
monopolios no perdonan, los bancos extranjeros no perdonan, la
entrega no admite exclusiones ni favores personales. Lealmente les
decimos: fábrica por fábrica los hemos de combatir en defensa de
nuestras conquistas avasalladas, pero con el mismo vigor apoyaremos
cada empresa nacional enfrentada con una empresa extranjera. Ustedes
eligen sus alianzas: que no tengan que llorar por ellas. • A los
pequeños comerciantes e industriales, amenazados por desalojo en
beneficio de cuatro inmobiliarias y un par de monopolios dispuestos
a repetir el despojo consumado con la industria, a liquidar los
últimos talleres, a comprar por uno lo que vale diez, a barrer hasta
con el almacenero y el carnicero de barrio en beneficio del
supermercado norteamericano, que es el mercado único, sin
competencia posible. Les decimos: su lugar está en la lucha, junto a
nosotros. • A los universitarios, intelectuales, artistas, cuya
ubicación no es dudosa frente a un gobierno elegido por nadie que ha
intervenido las universidades, quemando libros, aniquilando la
cinematografía nacional, censurando el teatro, entorpeciendo el
arte. Les recordamos: el campo del intelectual es por definición la
conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo
y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no
actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia
viva de su tierra. • A los militares, que tienen por oficio y
vocación la defensa de la patria: Nadie les ha dicho que deben ser
los guardianes de una clase, los verdugos de otra, el sostén de un
gobierno que nadie quiere, los consentidores de la penetración
extranjera. Aunque se afirme que ustedes no gobiernan, a los ojos
del mundo son responsables del gobierno. Con la franqueza que
pregonan les decimos: que preferiríamos tenerlos a nuestro lado y
del lado de la justicia, pero que no retrocederemos de las
posiciones que algunos de ustedes parecieran haber abandonado pues
nadie debe ni puede impedir el cumplimiento de la soberana voluntad
del pueblo, única base de la autoridad del poder público.
• A los estudiantes queremos verlos junto a nosotros, como de algún modo
estuvieron juntos en los hechos, asesinados por los mismos verdugos,
Santiago Pampillón y Felipe Vallese. La CGT de los Argentinos no les
ofrece halagos ni complacencias, les ofrece una militancia concreta
junto a sus hermanos trabajadores. • A los religiosos de todas
las creencias: sólo palabras de gratitud para los más humildes entre
ustedes, los que han hecho suyas las palabras evangélicas, los que
saben que "el mundo exige el reconocimiento de la dignidad humana en
toda su plenitud, la igualdad social de todas las clases", como se
ha firmado en el concilio, los que reconocen que "no se puede servir
a Dios y al dinero". Los centenares de sacerdotes que han estampado
su firma al pie del manifiesto con que los obispos del Tercer Mundo
llevan a la práctica las enseñanzas de la Populorum Progressio: "La
Iglesia durante un siglo ha tolerado al capitalismo… pero no puede
más que regocijarse al ver aparecer en la humanidad otro sistema
social menos alejado de esa moral… La Iglesia saluda con orgullo y
alegría una humanidad nueva donde el honor no pertenece al dinero
acumulado entre las manos de unos pocos, sino a los trabajadores
obreros y campesinos". Ese es el lenguaje que ya han hablado en
Tacuarendí, en Tucumán en las villas miserias, valerosos sacerdotes
argentinos y que los trabajadores quisiéramos oir en todas las
jerarquías. 8. La CGT convoca en suma a todos los sectores, con la
única excepción de minorías entregadoras y dirigentes corrompidos, a
movilizarse en los cuatro rincones del país para combatir de frente
al imperialismo, los monopolios y el hambre. Esta es la voluntad
indudable de un pueblo harto de explotación e hipocresía, herido en
su libertad, atacado en sus derechos, ofendido en sus sentimientos,
pero dispuesto a ser el único protagonista de su destino.
Sabemos que por defender la decencia todos los inmorales pagarán
campañas para destruirnos. Comprendemos que por reclamar libertad,
justicia y cumplimiento de la voluntad soberana de los argentinos,
nos inventarán todos los rótulos, incluso el de subversivos, y
pretenderán asociarnos a secretas conspiraciones que desde ya
rechazamos. Descontamos que por defender la autodeterminación
nacional se unirán los explotadores de cualquier latitud para
fabricar las infamias que les permitan clausurar nuestra voz,
nuestro pensamiento y nuestra vida. Alertamos que por luchar
junto a los pobres, con nuestra única bandera azul y blanca, los
viejos y nuevos inquisidores levantarán otras cruces, como vienen
haciendo a lo largo de los siglos.
Pero nada nos habrá de detener, ni la cárcel ni la muerte. Porque no se
puede encarcelar y matar a todo el pueblo y porque la inmensa
mayoría de los argentinos, sin pactos electorales, sin aventuras
colaboracionistas ni golpistas, sabe que sólo el pueblo salvará al
pueblo.
En un estudio premiado Julio Avila analizó la situación de
la clase obrera tucumana a principios de siglo. Existía entonces la
ley del conchabo. Dice Avila que el "obrero trabaja con exceso; no
es bien pagado; come muy mal; vive en ranchos miserables como el
indio de la pampas o los negros del centro de Africa, es decir, en
casuchas construidas con totora, tierra cruda, paja o despunte de
caña de azúcar; durante la mitad del año no le es permitido
descansar, ni aún en día festivo"; en cuanto a la jornada, es "de
sol a sol", según el texto de la ley, pero llega a trece horas. En
cuanto a las proveedurías, Bialet Massé (1904), dice que "el obrero
del ingenio, el peón, se deja llevar por la proveeduría el 40 por
ciento de sus escasos jornales". Eso en el norte. Del Litoral, las
aguas del Alto Paraná, "bajan turbias". Juan B. Justo denunció en el
Parlamento, el 29 de junio de 1914, las condiciones bestiales de los
obreros del Alto Paraná; dijo que podían verse en el río cadáveres
de obreros, con lesiones corporales de violencias. Añadió que
"Posadas es el gran mercado de esclavos blancos en el Alto Paraná…
Se los embarca como a bestias, a cintarazos".
Más de medio
siglo después, el sistema del conchabo para la contratación de los
obreros dedicados a la zafra azucarera tiene vigencia en las
relaciones económicas jujeñas. Se aplica preferentemente a los
veinte o treinta mil obreros bolivianos que incluyendo la familia
ingresan anualmente en nuestro país, para fines de abril y mayo de
cada año. En San Martín del Tabacal (Salta), se emplea indios
matacos, tobas, chorotes, chulupíes. La contratación o conchabo
no es una forma exclusiva pero sí bastante extendida. En la
práctica, los ingenios ya tienen sus contratistas, que en la mayoría
de los casos son comerciantes establecidos en las localidades de la
zona y también empleados de los ingenios. El pueblo los bautizó; les
llaman negreros.
Tucumán, la mártir
En su territorio de 22.524 kilómetros cuadrados,
enclavado en el corazón geográfico de nuestra patria, viven más de
800.000 argentinos, a un promedio de cerca de 40 habitantes por
kilómetro cuadrado. Su economía depende, en lo fundamental, de la
actividad azucarera, de donde provienen las dos terceras partes de
sus ingresos brutos.
La desocupación ha venido haciendo
estragos desde hace años. En 1950 trabajaron en la zafra, entre
surco y fábrica, unos 100.000 obreros. En 1963, solamente lo
hicieron unos 65.000, lo que significa una desocupación del 44 por
ciento en un período de 13 años. Quienes sufrieron fundamentalmente
este proceso fueron los obreros temporarios o cosecheros que
debieron emigrar en busca de otras ocupaciones y también la
sintieron braceros santiagueños y catamarqueños.
El cierre
de ingenios decretado por Onganía, produjo de golpe la misma
desocupación que en los 13 años que comentamos. También 30.000
braceros santiagueños quedaron sin fuentes de trabajo. La
desocupación de obreros azucareros se refleja en otras actividades
del Noroeste, compitiendo como mano de obra barata, que perturba
todo el mercado de trabajo de la región.
El valor que la
oligarquía concede a la vida humana y a la atención de la salud está
muy por debajo del que le asigna a sus aperos, útiles y animales. En
abril de 1963, el Seminario sobre los efectos de la zafra azucarera
en la Educación, realizado por la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad Nacional de Tucumán, produjo entre otras, estas
cifras: "En una localidad de obreros temporarios de surco, el 63 por
ciento de las viviendas eran de adobe o quincha y el 20 por ciento
de caña y malhoja; uno de cada tres padres de ambos sexos no han
concurrido jamás a la escuela y uno de tres lo han hecho hasta el
segundo grado, es decir que el 68,7 por ciento son prácticamente
analfabetos; el consumo de leche es de 0,15 litros por persona".
El mismo estudio realizado en una colonia de obreros de surco
estables dio los siguientes resultados: "en el grupo de menores de
10 a 17 años de edad, se registra un horario de trabajo de 13, 14 y
hasta 15 horas diarias: el 56 por ciento de los niños no concurren a
la escuela y el 63,5 por ciento de los padres son prácticamente
analfabetos; el 72 por ciento de estas familias no consumen leche".
Y concluía: "La vida no es propiedad del señor pero son de él casi
todas las cosas que permiten vivir: el trabajo, la casa, el dinero,
y las normas. Objetivamente hablando no es un régimen feudal (…)
pero lo recuerda".
¿Sirve la tecnología?
En la pampa húmeda (parte de la provincia de Buenos Aires,
Santa Fe y Córdoba), el desarrollo capitalista en el campo introdujo
una mayor utilización de maquinarias y adelantos tecnológicos. ¿Para
qué? En manos de los negreros el progreso se vuelve contra los
trabajadores. Se han reducido los días dedicados a la labranza,
siembra y cosecha, etc.; las filas de los obreros rurales se ven
engrosadas por hijos de campesinos y chacareros arruinados; los
obreros de mayor edad tienen cada día más inconveniente para
encontrar trabajo. Si tomamos 1963 como punto de referencia,
todavía el obrero rural (estibadores, obreros de campo y máquina)
tenían en el campo bonaerense un promedio de ocupación de 15 a 20
días o más, en tiempo de cosecha y posteriormente podían defenderse
con algunas "changas". Actualmente esa ocupación, se redujo a 10 o
15 días, pero difícilmente se consiguen "changas".
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), filial
Pergamino, realizó en 1965 un estudio sobre la "pampa húmeda", que
concluía diciendo que donde una década atrás se daba ocupación en
las tareas de arada, siembra, cosecha y almacenaje de cereales, a un
promedio de hasta 30 obreros, en ese año el promedio o porcentaje
llegaba apenas a 3 obreros. Diez veces menos.
Desde ese año
al presente, muchos chacareros que no querían el silo, entraron por
la variante de arrendar máquinas "changarinas" con silos
transportables. El "silo rodante" solucionó para muchísimos
campesinos pequeños y medianos y hasta para algunos grandes, el
problema de utilización de bolsas y de no menos de 6 obreros, pues
el cosechado a granel, permite realizar toda la tarea, con un máximo
de 3 obreros y un mínimo de 2.
En los últimos cuatro años,
la aparición de máquinas cosechadoras con tolvas (depósito encima de
la máquina que permite almacenar hasta 14 bolsas, o sea unos 850
kilogramos de cereal) "ahorra" otro trabajador. El almacenaje en
silos de chacra de campaña o terminales de ciudades y puertos,
acicatea al progreso de la mecanización. Hay zonas bonaerenses donde
el obrero agrícola ya ha sido desplazado, en varias especialidades,
hasta en un 80 y 90 por ciento se cosecha a granel; sin hablar de
decenas de pueblos donde la carga directa de chacra a silo terminal
o a puerto, evita el empleo de estibadores por un lado y de los
llamados cosedores —cargadores— y pistines, por el otro. El maíz, el
girasol, el sorgo hasta hace cinco años se cosechaba embolsando gran
parte; ahora entre el 70 y el 80 por ciento se cosecha a granel; los
trabajadores que esperaban la "cosecha gruesa" para aliviar sus
problemas económicos, ya no tienen siquiera esa esperanza. Antes,
con el estibado en galpón y la utilización del "burro" (caballete
grande de hasta 18 y 22 escalones) el ritmo de trabajo era de 500,
600 y hasta 700 bolsas hombreadas por obrero y por jornada de 8
horas; ahora, con la cinta transportadora, que sin duda significó
progreso y humanización en el trabajo de almacenaje, el ritmo
impuesto por las casas cerealistas, hace que se hombreen un promedio
de hasta 1.400 bolsas por obrero y por jornada de 8 horas. Esto
sucede en Morse, Irala, O’Brien, Colón y otras localidades del
centro y sud de la provincia de Buenos Aires. Un par de obreros
suplantan a cuadrillas de hasta 9 trabajadores en galpón. Esta merma
del tiempo de ocupación origina rencillas entre los obreros, que
hábilmente aprovechan los cerealistas y capataces del galpón, para
lanzar el "trabajo libre" o la "cuadrilla fija" para que el
sindicato no sea quien controle el trabajo y la distribución de los
turnos rotativos.
Procesos de mecanización han invadido la esquila de ovejas, la
recolección de legumbres y hortalizas; la cosecha de pasto para
henificar; ha disminuido el tiempo de ocupación y,
consiguientemente, los ingresos. Diez años atrás, en las mejores
zonas y con cosechas normales, un obrero estibador, durante el
período de cosecha y posterior ocupación salteada, recaudaba de 150
a 200 mil pesos, que le servían a él y a su familia para vivir todo
el año; ahora, en el norte bonaerense, los cosecheros de trigo,
maíz, girasol, granífero, no alcanzan los 70 u 80 mil pesos. Empero,
en el presente ciclo agrícola, acortado por lo que expusimos, no
llegarán a superar la cifra promedio de 40 a 50 mil pesos.
La culpa no es de la tecnología; es de quienes hacen uso de ella
para aumentar las ganancias sin modificar ni mejorar las relaciones
de producción.
El cáncer del latifundio
La
permanencia del régimen latifundista torna estéril la tecnología
como factor de progreso en el campo argentino. Esa permanencia,
agravada por la creciente participación de los monopolios
capitalistas en el campo como grandes terratenientes, deprime cada
vez más las condiciones de vida de los obreros rurales y de los
campesinos, y entre éstos, especialmente de los campesinos pobres.
Ya es un lugar común que el latifundismo es un pavoroso factor de
atraso, sin cuya destrucción radical será imposible el progreso
argentino. Los últimos datos sobre concentración latifundista en
Tucumán, por ejemplo, datan de 1956 y son oficiales. Según esas
cifras, 21 ingenios y 188 grandes cañeros (menos del 1 por ciento de
los propietarios) poseen 4.432.854 surcos (1 hectárea: 50 surcos), o
sea el 30% del total; en el otro extremo, la cada vez más
subdividida propiedad minifundista compuesta por 17.764 cultivadores
(86,57%) poseen 3.254.901 surcos, o sea sólo el 37,46 por ciento.
Este proceso ha ido "in crescendo", hasta que el señor en el
gobierno le puso turbinas y de un solo manotazo quiere realizar lo
que había previsto Latzina en 1902 para nuestro país: "La población
agrícola se compondrá entonces ¡ojalá no tuviera razón! de unos
cuantos centenares de poderosos propietarios de la tierra, y de una
manada de ilotas, los arrendatarios y peones de éstos".
Los consorcios capitalistas, que desde hace tiempo funcionan como socios
mayores del latifundismo, actúan ellos mismos como terratenientes,
como es el caso de Bunge y Born, Dreyfus, Anderson & Clayton y
muchos más. Las sociedades anónimas, muchas de ellas extranjeras,
controlan alrededor de 26 millones de hectáreas. El King Ranch, con
grandes extensiones en el Litoral, tiene su casa matriz en Texas,
Estados Unidos. El fundador del establecimiento saqueó en su tiempo
a los mexicanos y durante la guerra de Secesión norteamericana
estuvo con el sur esclavista. Ahora es el King Ranch quien encabeza
la lucha contra los obreros asalariados, a cuya organización
sindical se opone, levantando la bandera del "trabajo libre".
Desalojos
Onganía quiere regresar al pasado, y puso al
frente de la Secretaría de Agricultura a Lorenzo Adolfo Raggio,
dedicado a la cría e invernada en las provincias de Buenos Aires y
Córdoba, miembro del Comité del Banco Ganadero y otras actividades
privadas que lo vinculan a la "flor y nata" del latifundismo.
¿Consecuencias? La "ley Raggio", que afecta al sistema de
arrendamientos y aparcerías rurales, poniendo en trance de desalojo
a decenas de miles de productores campesinos que no son dueños de la
tierra que trabajan. En el país, se han incoado ya 25 mil juicios de
desalojo. Tan sólo en la provincia de Buenos Aires suman 8.903. Esto
golpea directamente a los obreros rurales, porque los chacareros
arrendatarios son uno de los sectores del agro que ocupan mano de
obra asalariada sobre todo en época de cosecha, pues se dedican
principalmente a los cultivos agrícolas.
Los olvidados no
olvidarán
Integran el sector de obreros rurales aproximadamente 1.200.000
trabajadores. Constituyen la parte más explotada y más desprotegida
de la clase obrera. Son los "olvidados" por los gobiernos que han
servido al latifundismo.
Desgraciadamente, quienes tenían la
obligación de recordar su presencia, organizándolos y poniéndolos en
pie de lucha, parecen sufrir también de mala memoria. El
desmemoriado Sebastián Montoya, secretario general de FATRE, revista
en la camarilla de Azopardo.
Los obreros rurales, sin embargo, miran a la CGT de los Argentinos y
descubren que no están olvidados; que sus hermanos trabajadores
están con ellos, y los invitan a ocupar su puesto de batalla. Los
olvidados no olvidarán.
Relato de los eventos en torno al asesinato del lider
sindicalista Augusto Timoteo Vandor
Por Andrés Bufali
Ocurrió hace 35 años, cuando el liderazgo de la CGT era un enorme
factor de poder, y sirvió para iniciar un baño de sangre, con los
impredecibles efectos que aún se padecen. Fue el asesinato de
Augusto Timoteo Vandor (el "Lobo"), jefe sindicalista de la Unión
Obrera Metalúrgica (UOM), cuyos detalles me tocó cubrir como
cronista y que relaté en un libro reciente que se titula Con Soriano
por la ruta de Chandler, en homenaje al colega con quien debí
compartir aquel helado lunes 30 de junio de 1969.
El
episodio sucedió poco después de que el general Onganía (presidente
de facto) hiciera encarcelar en Santa Rosa a los gremialistas
rebeldes Agustín Tosco, Raimundo Ongaro, Elpidio Torres, Ricardo de
Luca y Antonio Scipione, y designara interventor de Córdoba a Jorge
Raúl Carcagno, el mismo militar que cuatro años después fuera
designado comandante en jefe del Ejército por el presidente Cámpora.
Onganía acababa de decretar un aumento de penas para aquellos a los
que se les probaran "actividades comunistas". No obstante, con
diferencia de horas estallaron bombas en quince supermercados
Minimax, uno de cuyos dueños, Nelson Rockefeller, estaba a punto de
llegar como enviado especial del presidente Richard Nixon. Y
justamente el día de ese arribo, Onganía autorizó la expulsión de
extranjeros, con una moderna versión de la detestable ley de
residencia. El clima político se enrarecía.
Tres días antes
de caer asesinado Vandor, durante una manifestación en Plaza Once,
las balas policiales habían acribillado a Emilio Jáuregui, del
Sindicato de Prensa. Se avecinaba, además, un paro general decretado
por la "CGT de los Argentinos", la opositora al gobierno militar.
Un telefonazo me estremeció en el empleo público en el que todavía
estaba atrapado entre las siete de la mañana y la una de la tarde:
"Pusieron una bomba en la sede de la UOM, en Rioja al 1900, y parece
que mataron al «Lobo» Vandor. Ya mandamos gente ahí y a la casa.
Rajate como sea del laburo y andá al policlínico de los
metalúrgicos, en Hipólito Yrigoyen al 3300, a ver qué averiguás".
Era la voz imperante de Hugo Gambini, por entonces secretario
coordinador de Primera Plana.
Me fui a un café a pensar qué
haría. Me acordé de Roberto Díaz, un metalúrgico santiagueño que
trabajaba en una fábrica de Llavallol. Apenas le hablé, me tiró los
nombres de dos amigos suyos en el policlínico de la UOM. Encontré a
uno de ellos, quien más rápido que Fu Man-chú hizo desaparecer el
billete que le deslicé para que me llevara hasta Cirugía, no sin
antes recomendarme fingir ser pariente de alguien al que estaban
operando. Eso hice. Me senté en un asiento de madera y paré la
oreja. Médicos, enfermeras, camilleros, sindicalistas, todos
parecían saber de todo. Ya había trascendido el asesinato. Cerca de
mí, alguien susurró a otro alguien: "¿Sabías que el «Lobo», en el
50, antes de entrar en la Philips como matricero, era suboficial de
la Marina y que sumaba 27 pirulos cuando pisó por primera vez una
fábrica? ¡Pensar que en el 56 ya era un capo y en el 58 mandaba a
todos en la UOM! ¡Eso es tener muñeca!" "No tanta -respondió el
otro-, era tan ambicioso que se puso al general en contra. ¡Y
mirá..!".
De pronto, aparecieron dos morochos pesados, tres
camilleros y un par de médicos, que llegaron hasta Cirugía con el
mismísimo Vandor ya convertido en historia, medio tapado con una
sábana, con sus ojos celestes abiertos. Apenas los pesados empezaron
a sospechar de nuestra presencia llegó Elida Curone, la esposa de
Vandor, y la atención se desvió hacia ella. Un médico le dijo
llorando: "¡Negrita, lo mataron al «Lobo», lo mataron!"
Ella gritó: "¡No! ¡A él, no! ¡A él no lo mataron! ¡Eso es una mentira!
Ustedes todavía pueden salvarlo. Venga conmigo, doctor". Y lo obligó
a entrar en Cirugía. Más tarde me enteré de que acarició lentamente
el cuerpo de su esposo. Luego oí su voz y la del médico. Ella dijo:
"Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. ¡Son seis agujeros! ¿Cuál me
lo llevó?" El médico le pidió: "Por favor, no hagas eso, «Negrita».
No sufrió".
Cuando llegué a la revista, el "Gordo" Soriano
ya había vuelto de la UOM y escribía un informe para Roberto
Aizcorbe, jefe de la sección Política. Había tenido más suerte que
Carlitos Russo, quien se había metido en el departamento de Vandor
de la calle Emilio Mitre para hablar con la esposa, y terminó echado
cuando ésta volvió del policlínico, con la hija, sus amigas y los
guardaespaldas, para cambiarse e ir al velatorio.
El "Gordo"
había logrado que el sindicalista Miguel Gazzera le contara que en
una cena reciente con Paulino Niembro, Lorenzo Miguel y Avelino
Fernández le habían sugerido a Vandor que se fuera unos meses del
país porque las cosas estaban muy calientes y lo podían matar, pero
no quiso. "Unos días después -dijo Gazzera- me confesó que si había
algo jodido para él, como pensábamos, prefería que ocurriera aquí."
No era lo único que había averiguado. En la UOM le detallaron a
Soriano que cuatro tipos habían tocado el timbre y se habían
anunciado como oficiales de justicia con una cédula judicial, y que
entraron armados hasta los dientes, redujeron a los guardias y dos
corrieron hasta el segundo piso, donde amenazaron a Victorio
Calabró. "Antes de llegar al despacho de Vandor -contaron-, éste
salió a preguntar qué sucedía. Al reconocer a uno de ellos, intentó
hablarle, pero lo balearon varias veces con pistolas 45 y le dejaron
una bomba en los pies, la que destruyó una pared. Se escaparon en un
auto. El «Lobo» murió en la ambulancia que lo llevó al policlínico."
Russo alcanzó a informar que la esposa de Vandor había llegado con
su nenita de dos años, Marcela, y Roberto, de uno; luego describió
cómo estaban vestidos ellos y sus acompañantes y en qué clase de
autos se movilizaban.
En la redacción esculpí en una
Olivetti, de aquellas duras, tres carillas bien detalladas con todo
lo que había visto y oído. Aizcorbe -con ese acento cajetilla que le
había costado el apodo de "Petimetre"- leyó velozmente mis datos,
salió de su pecera, y delante de Soriano, Gambini, Osiris Troiani y
un tipo de Espectáculos, me preguntó: "¿Usted está seguro de todo lo
que puso aquí?" Todos me miraron. Sentí que me ponía rojo y que
empezaba a transpirar. Con dificultad, respondí: "Sí, ¿por qué?"
Aizcorbe siguió mirando mis papeles e inquirió: "¿Cómo sabe que
cuando lo llevaron a Cirugía, Vandor tenía abiertos los ojos
celestes?" Expliqué: "Porque lo vi. Yo estaba sentado a un metro de
esa puerta". Aizcorbe insistió: "¿Y de dónde sacó que tenía seis
agujeros en el cuerpo?" Traté de convencerlo: "Porque se los contó
la esposa, que dijo que quería saber cuál era la bala que lo había
liquidado".
Todas las miradas se centraron en mi flaca
figura. Aizcorbe seguía con su gesto de duda. Troiani, Gambini y
Soriano me miraban divertidos e interesados. Gambini expresó: "¿Ves,
Robertito? Esto no se aprende en la Sorbona". Todos se rieron.
Aizcorbe también. Luego me señaló una parte del informe y preguntó:
"¿La esposa dijo que el «Che» lo había recibido en La Habana y que
este verano se abrazó con Perón en México?" Asentí.
En el
Dorá, un restaurante del Bajo, cerca de Retiro, el "Gordo" decidió
contarme lo que se había guardado en el bolsillo. "¿Oíste algo de
los tipos que reventaron a tiros a Vandor?" Negué con la cabeza. El
"Gordo" miró a los costados y soltó un susurro: "Me parece que
conozco a uno de los que subieron a matarlo".
Haciéndome el canchero conmigo mismo, puse cara de póquer. El "Gordo"
continuó: "A uno de los guardias le pareció oír que Vandor dijo algo
como «¡Hola, Cóndor!» o «¿Qué hacés, Cóndor»". Atiné a murmurar:
"¿«Cóndor»? ¿Ese no fue el nombre de un operativo nacionalista
peronista que hicieron en las Malvinas?". El "Gordo" recordó: "Sí,
claro. Unos tipos bajaron allá con un avión y pusieron la bandera
argentina. Y el que sacó las fotos fue Héctor Ricardo García, el
dueño de Crónica".
Después de contarme eso, el "Gordo" pensó
un poco, se levantó y fue al teléfono. Hizo una llamada y volvió
contento. Dijo: "Ya le voy viendo las patas a la sota. El «Negro»
Juárez dice que muchos creen que Vandor fue el ideólogo del
Operativo Cóndor en Malvinas". Interrumpí lo que estaba haciendo y
pregunté: "Si fue el ideólogo de ese operativo peronista, y en marzo
se abrazó con el general en México, ¿por qué un cóndor lo deja como
un colador?" La respuesta de Soriano fue: "Nada que tenga que ver
con el peronismo es fácil de explicar. Yo me conformo con saber
quién es ese cóndor", concluyó.
Al día siguiente, Aizcorbe
empezó a escribir su nota, en la que se leería que Vandor tenía de
enemigos a Perón, por haber osado varias veces desobedecer sus
órdenes y disputarle la conducción de los trabajadores; al gobierno
militar, por no querer ser totalmente "participacionista", y a los
sindicalistas de izquierda, por haberles disparado en la pizzería La
Real, de Avellaneda, donde cayó asesinado uno de ellos, de apellido
Blajakis y donde murió (¿por error?) Rosendo García, del grupo
vandorista. Cuando Aizcorbe se fue a almorzar, con el "Gordo"
revisamos rápidamente los recortes de archivo referidos al Operativo
Cóndor y copiamos los nombres de sus participantes. Seguimos con los
sobres de fotos de Vandor y de otros personajes. Yo encontré el
tesoro: una de las imágenes en blanco y negro mostraba al "Lobo"
hablando con un tipo joven, para mí desconocido, llamado igual que
el jefe del Operativo Cóndor. "Mirá, «Gordo» -lo sorprendí-, en este
epígrafe dice que Vandor está con Dardo Cabo, hijo de un
sindicalista famoso..."
Nos miramos y supusimos que ése
podía ser uno de los asesinos de Vandor, pero no dijimos nada. Era
apenas una sospecha. No todo lo que vivimos se publicó, porque allí
siempre había que confirmar los datos y las sospechas. Y a los pocos
meses, cuando Onganía clausuró Primera Plana y con el "Gordo"
habíamos pasado a trabajar en la revista Panorama, vimos varias
veces a Cabo reunido con las mismas cinco personas. Recién cuatro
años después, la revista El Descamisado revelaría que Cabo, junto
con aquellos cinco hombres (que creían en una revolución de
izquierda liderada por un general de derecha: Perón) habían
integrado el Ejército Nacional Revolucionario, cuya actividad se
redujo a un par de asesinatos: el de Vandor en 1969 y el de José
Alonso en 1970, para después incorporarse a los Montoneros.
Lo último que recuerdo del caso Vandor ocurrió en 1976, cuando
Osvaldo Soriano ya había partido para su exilio. Lo nuevo que
averigüé estaba referido a Roberto Vandor, el hijo del "Lobo", que
ya tenía ocho años y estaba en segundo grado. La maestra le pidió
que dibujara a su familia. Cuando le tocó hacer al padre trazó un
rectángulo. El psicólogo vio el dibujo, llamó a la madre y le dijo:
"Señora, su hijo hizo un rectángulo porque para él su padre es nada
más que una fotografía".
Las revoluciones, a diferencia de los cuartelazos, alteran
profundamente todo el equilibrio previo de las fuerzas sociales
actuantes y transforman, simultáneamente, todo el aparato
estructural de la comunidad. Pero hasta el 27 de marzo el poder
revolucionario se había mostrado incapaz de provocar el nacimiento o
la alteración básica del sistema preexistente -con la obvia
excepción del área oficial- y, más allá de las intenciones, casi
nada reflejaba la nueva situación en profundidad. Los partidos
políticos, es cierto, habían sido disueltos por decreto a las pocas
horas del derrocamiento de Arturo Illia. Pero, hasta tanto el vacío
no tendía a ser cubierto por nuevos nucleamientos, la medida era
poco más que formal, una tregua consentida por todos para
reubicarse. Por lo demás, las agrupaciones tradicionales habían
virtualmente caducado antes del 28 de junio de 1966, y la fuerza
creadora de la Revolución, la aptitud para hacer surgir otros
mecanismos, no se había manifestado todavía: se trata, por supuesto,
de que las prioridades adoptadas relegan hasta un tiempo todavía
distante la solución de ese problema. En las Fuerzas Armadas,
casi nada debió ser cambiado. La Iglesia Católica, las
organizaciones empresarias, no encontraron razón para relevar a sus
directivos. El juego de los factores económicos no fue trastrocado
en ningún momento. Las universidades fueron intervenidas, pero no
surgió, ni mucho menos, una enseñanza superior ensamblada con los
fines de la Revolución. Las medidas administrativas, económicas,
financieras, fiscales, tuvieron el común denominador del
ordenamiento, pero carecieron objetivamente del tono revolucionario.
Hay distintas opiniones posibles sobre la actuación de Adalbert
Krieger Vasena como titular de Economía, pero no resulta fácil
demostrar que su plan hubiera sido impensable bajo un gobierno
constitucional. Sin embargo, el 27 de marzo, cuando terminó la
entrevista entre el secretario de Trabajo, Rubens San Sebastián, y
los dirigentes de la C.G.T. un nuevo sindicalismo argentino había
nacido: casi simbólicamente, el evento se producía, puntualmente,
nueve meses después de haberse instaurado el gobierno
revolucionario. Una enunciación anecdótica de los temas tratados
aparece como poco significativa: la conferencia es apenas
protocolar, rutinariamente cordial. Hay siete puntos que la central
obrera plantea al secretario de Trabajo, reducidas esencialmente a
tres: olvidar el plan de acción y no tomarlo como base para un
ajuste de cuentas con los sectores gremiales; actualizar los
salarios; coordinar la participación sindical en las decisiones
vinculadas con el régimen de trabajo. El secretario no asume ningún
compromiso, insinúa una nueva reunión, enuncia sus deseos de que
exista un movimiento obrero unido y fuerte para beneficio del país,
anticipa que el Poder Ejecutivo no intervendrá en los asuntos
internos de las organizaciones laborales. Todo tan inofensivo como
una limonada, en apariencia: sin embargo, en esa entrevista surgió
el nuevo sindicalismo, el primer fruto concreto de la Revolución.
Durante once años, los gremios, con hegemonía peronista, se habían
dedicado sistemáticamente a hostilizar a todos los gobiernos:
Lonardi, Aramburu, Frondizi, Guido, Illia fueron jaqueados por un
justicialismo sindical que sólo parecía tener capacidad para
destruir, perturbar, irritar. Esa táctica sin estrategia era
profundamente incoherente: los jerarcas argentinos no adhieren a la
concepción marxista de la lucha de clases ni aspiraron nunca a la
captura del poder por vía violenta para establecer una dictadura
proletaria. Casi trade-unionistas, casi social-demócratas con
características sudamericanas, se preocupaban por el desarrollo de
las obras sociales, las policlínicas, los campos de recreación para
sus afiliados. Pero, controlados por el peronismo, hostigaban
sistemáticamente a los gobiernos y perjudicaban a los empresarios,
sin querer hacerlo, en planes de lucha que iban dirigidos contra los
equipos políticos en el poder. Los gobiernos sucesivos alternan,
frente a esa táctica, las represiones con los intentos de captación,
pero tampoco definen una política ni limitan un campo de acción
específico y concreto para el movimiento sindical. En la perspectiva
histórica, que no se mide por las anécdotas del momento, puede
consignarse que la sucesión de planes de lucha termina finalmente
con un triunfo y no con una derrota de la central obrera. Ese
hostigamiento había sido constante hasta coadyudar al derrocamiento
de Arturo Illia; luego, como un reflejo condicionado, se intentó
repetir durante el gobierno de Onganía. Pero Onganía, en cuanto
representaba a un régimen revolucionario, obliga a los gremialistas
a retroceder y ubicarse en la nueva realidad: la conducción había
quedado, al 27 de marzo, descalabrada, pero se había conseguido algo
fundamental. Con el método de ensayo, error y ensayo, la C.G.T.
podía descartar ya para siempre los planes de lucha e incorporarse
al proceso. Nunca había querido ser una C.G.T. marxista de
enfrentamiento; ahora se decidía, con absoluta coherencia, a
transformarse en una C.G.T. de colaboración. Y si el último combate
había terminado en derrota, la paz era más que honrosa: marcaba
términos inéditos para una participación efectiva en las soluciones
nacionales. Sin histeria, sin gestos estridentes, sin
intervención ni detenciones masivas, el poder revolucionario había
logrado, por simple acción de presencia, la transformación social
del sindicalismo argentino. Ahora sólo queda por formalizar el
operativo. Los últimos episodios, a la vez, sirvieron para
demostrar hasta qué punto había llegado el vacío de poder en la
Argentina: el gobierno no necesitó utilizar ninguno de los
mecanismos despóticos que preveían sus adversarios sino,
simplemente, demostrar que estaba allí, que frente al plan de acción
había un poder existente para terminar con el pleito. Gobierno y
central obrera pudieron, así, salir fortalecidos de la prueba. La
contrarrevolución no había sido capaz de jugar a la división para
iniciar una operación en pinzas, aislar a los sectores esencialmente
revolucionarios, enfrentarlos y destruirlos. En realidad, la
contrarrevolución no había comprendido que esa disputa tenía otro
signo y serviría para establecer definitivamente la pauta que
tendrían, en adelante, las relaciones. Desde un punto de vista
formal, los cambios en la conducción sindical serán escasamente
significativos: ni siquiera toda la vieja guardia cederá su puesto a
la. segunda línea, ya que en algunos gremios el operativo puede ser
fuertemente perturbador. El proceso parece conducir inexorablemente
al relevo de la mayoría de los directivos del Comité Central
Confederal, a un congreso extraordinario cegetista. El centro de
gravedad pasará, además, de la Unión Obrera Metalúrgica (Augusto
Vandor) a Luz y Fuerza (Juan José Taccone) y el cegetismo trazará
una estrategia de participación. El desplazamiento de los
metalúrgicos en favor de Luz y Fuerza responde a razones políticas
elementales: el gremio de Vandor aparece con una imagen muy
politizada, estuvo muy jugado con los planes de lucha, fue demasiado
tiempo el eje de las hostilidades; sólo Luz y Fuerza, entidad no
adherida formalmente a las 62 Organizaciones pero con una posición
afín, puede ocupar su lugar dentro de la tendencia mayoritaria del
gremialismo. Existe una circunstancia complementaria: el retiro de
Vandor, en el sindicato metalúrgico, es muy costoso
organizativamente y aparece como poco probable, pero sin ese retiro
la UOM no puede ya tomar la iniciativa; el relevo voluntario de Juan
José Taccone no perturba la estructura interna de Luz y Fuerza.
Luz y Fuerza sin Taccone, pero con una estrategia que marcó Taccone
en su momento (un dirigente que no vio con buenos ojos el plan de
lucha), pasará así a ser la columna vertebral del nuevo
sindicalismo. La doctrina de la participación es la clave de la
nueva actitud: el enfrentamiento queda relegado. Pero el
significado de esa participación puede encontrarse quizá en e! viaje
que, hace poco, realizó el dirigente de Luz y Fuerza, Luis Angeleri,
a Israel: allí, la Histadruth (C.G.T. israelí) es una de las grandes
potencias empresarias del Estado. El ejemplo sería válido: no se
trata de que Id C.G.T. entienda que participar es compartir el
gobierno, pues eso entrañaría un privilegio sobre otras fuerzas que
se consideran con derecho a hacerlo y significaría establecer el
embrión de un régimen representativo corporativista, antidemocrático
en su esencia, basado en la dictadura nacional-sindicalista, una
experiencia que la Argentina ya conoció parcialmente y que ni la
C.G.T. peronista quiere repetir. Participar, en cambio, sería no
delegar ya en el Estado la solución de todos los problemas:
participar es promover las obras sociales e iniciar la construcción
de plantas industriales en poder de la organización sindical. Frente
al problema tucumano, por ejemplo, Angeleri propuso que no se
siguieran derivando las protestas hacia el anacrónico mecanismo
soreliano de inconducentes huelgas generales, sino que se
estableciera un ejemplo para la comunidad: en lugar de perder tres
días de salarios en tres días de paros, los trabajadores derivarían
esos fondos hacia la C.G.T., reuniendo así tres mil millones de
pesos. Esos tres mil millones serían más que suficientes para
establecer la primera planta piloto, industrial, en Tucumán; dar
ocupación a obreros de esa provincia, sin trabajo. Constituirían un
paso inicial importante para convertir a la C.G.T. en una fuerza
también empresaria, que realizaría la interesante experiencia de
desarrollar una potencia hasta ahora inédita en un marco desusado.
En lo inmediato, más allá del proceso básico, la crisis cegetista
-una crisis de crecimiento- queda trasladada al interior de los
distintos nucleamientos. Un esquema aproximativo de la situación, en
ese sentido, es el siguiente:
• 62 Organizaciones. Vandor
pasó a ser discutido y fue enfrentado por Adolfo Cavalli, petrolero,
que dialogó intempestivamente con el ministro Borda mientras la
línea dura no era abandonada formalmente. El incidente casi
eclosiona con una secesión de la Unión Obrera Metalúrgica, obviado
por el mismo Vandor.
• 62 Organizaciones de pie. Mientras
Amado Olmos y Andrés Framini, en la línea dura, tratan de conseguir
una alianza con algunos vandoristas, saltando sobre las fronteras
que separan a las dos "62", José Alonso trata de conseguir apoyo en
los Independientes. Pero ni Perón parece respaldarlo ya. En una
reciente carta, el ex presidente señala que "...yo, que debería
sentirme satisfecho por la derrota de Vandor, no puedo hacerlo
porque fue derrotada la clase trabajadora. No puedo adherirme a
algunos hombres de las 62 de Pie que se centran en el enfrentamiento
con Vandor. No entienden que el enemigo interno, Vandor, ya está
liquidado, por cuanto ha perdido la confianza que en él depositaban
algunos hombres de las Fuerzas Armadas y algunos sectores políticos
y porque es evidente la derrota del vandorismo como fuerza política
en el campo sindical". El tiro por elevación contra Alonso es
visible. Alonso, al mismo tiempo, trata de maniobrar con algunos
independientes, como el viajante de comercio Marcos Almozny.
• Independientes. Su fuerza principal sigue siendo el poder de
arbitraje entre los dos nucleamientos y distintos subnucleamientos
peronistas.
• No alineados. Los dos únicos gremios
importantes que tienen están demasiado comprometidos en actitudes
antigubernistas (La Fraternidad, y la Unión Ferroviaria) y no pueden
acceder a puestos claves en la C.G.T.
También ese panorama
contribuye a marcar la zona por donde transitará la hegemonía
sindical en los próximos meses, en los próximos años. El complejo de
derrota ya ha desaparecido de la C.G.T. y el nuevo sindicalismo
surge como consecuencia natural de una revolución que, según el
mismo presidente Onganía, no se realizó contra los sectores del
trabajo sino para construir el país con todos: "La Revolución
-enfatizó el 7 de noviembre de 1966-, inspirada en una voluntad de
cambio colectivo, no reconoce enemigos en ningún sector particular
de la población". Todos esos sectores, ahora, comenzarán a transitar
en el ritmo de la nueva situación: el camino fue abierto por la
C.G.T., a la que solamente falta formalizar esa vocación con una
estrategia que incluya, por un tiempo significativo, la suspensión
de los enfrentamientos y las huelgas, reforzando la voluntad de
participar en la historia que se está construyendo.
Durante
las últimas dos semanas se agudizaron, en la izquierda argentina,
las diferencias entre el partido Comunista y otros grupos más
proclives a las teorías de Fidel Castro. Todo empezó 14 meses atrás,
en la Conferencia Tricontinental de La Habana: uno de los planteos
básicos que llevaban los delegados cubanos era la constitución de la
OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), una especie de
Internacional que operara en América, similar a las que ya existen
en Asia y África. Por supuesto, los partidos comunistas ortodoxos
de Latinoamérica no adhirieron a la idea: si se constituía la OLAS
perdían el manejo de las izquierdas locales, en general menos
numerosas y peor organizadas que ellos. Pese a la oposición de los
partidos comunistas, sólo una voz se alzó en la Tricontinental para
criticar la proposición castrista: la de la abogada argentina Alcira
De la Peña, veterana dirigente del comunismo argentino, apenas una
generación posterior a la doctora Alicia Moreau de Justo. Después
de su intervención, De la Peña cayó en desgracia en la
Tricontinental: inclusive el presidente Dorticós insistió,
repetidamente, en confundir el nombre de la delegada argentina
llamándola "doctora De la Pira y doctora De la Piedra", lo que llevó
a De la Peña a aclarar, de viva voz, cuál era su verdadero apellido.
Como la moción cubana triunfó en la Conferencia, el Partido
Comunista Argentino optó por otra solución: detener, en la medida de
sus posibilidades, la creación de la OLAS en la Argentina. En poco
tiempo, eso llevó a una situación de hecho: la existencia de dos
OLAS. En una de ellas vegetan los adustos representantes del P.C. y
de algunas de sus sucursales políticas más conocidas (Movimiento de
la Paz, Liga por los Derechos del Hombre). En la otra opera una
serie de grupos políticos de la izquierda no tradicional: el
Movimiento de Liberación Nacional; la Acción Socialista Argentina,
capitaneada por el folklórico ex diputado Juan Carlos Coral; la
Juventud Revolucionaria Peronista; el Centro Revolucionario Camilo
Torres, un grupo de católicos izquierdizados; la Acción
Revolucionaria Peronista, desprendimiento de la J.R.P.; el grupo
trotskista Baluarte y una entidad de dudosa existencia: la Mesa
Coordinadora de Juventudes Políticas. Sobre ella, los miembros de
las restantes agrupaciones temen que haya sido un invento del
Partido Comunista, porque desde hace dos meses sus representantes
desaparecieron de las reuniones.
POLÍTICOS El movimiento
continuo
A mediados de la semana pasada, un extenso memorándum de la
secretaría de Informaciones del Estado detallaba el recrudecimiento
de la actividad pública de personajes y grupos políticos. Además de
una extensa lista de pequeñas reuniones, el informe puntualizaba los
siguientes hechos:
• 18 y 19 de marzo: Reunión del Comité
Nacional de la Federación de Partidos de Centro, donde se expusieron
dos líneas básicas frente al gobierno; un sector colaboracionista,
integrado por los representantes de provincias recientemente
gobernadas por el conservadorismo, y una línea opositora, con centro
en la provincia de Buenos Aires, que trabaja en la gestación de un
frente liberal a través de conversaciones con demoprogresistas y
radicales del Pueblo.
• 18 de marzo: Publicación en el
matutino Clarín, de Buenos Aires, de un extenso reportaje a Rogelio
Frigerio, que ataca duramente la política económica del Gobierno.
• 20 de marzo: Oscar Alende reparte un comunicado a propósito de un
periplo patagónico de 9.500 kilómetros de longitud en el que mantuvo
conversaciones políticas con dirigentes radicales intransigentes.
Señala la necesidad de reinstalar la democracia representativa y
critica al Gobierno por no producir la revolución.
• 21 de
marzo: Extensa conferencia de prensa del ex presidente Arturo
Frondizi. que critica a algunos funcionarios del Gobierno, aunque
hace lo mismo con algunos opositores.
• 30 y 31 de marzo:
Está citada la Convención Nacional de la disuelta U.C.R.P.
•
1° y 2 de abril: En Córdoba se producirá la reunión nacional del
partido Demócrata Cristiano, preparada algunas semanas atrás a
través de reuniones zonales.
Diez días atrás, en el despacho
de Guillermo Borda, en el primer piso de la Casa Rosada, el ministro
de Economía, Adalbert Krieger Vasena, insistió en su preocupación
por la excesiva politización de la C.G.T. y reiteró su sugerencia
sobre la modificación de la Ley de Asociaciones Profesionales que
propone la eliminación absoluta de cualquier clase de actividad o
declaración política por parte de los dirigentes sindicales. Por
toda respuesta, Guillermo Borda le ofreció el borrador de una ley
-la de Pausa Política- para que lo analizara. "Vea doctor -habría
dicho Borda entonces-, si impedimos la expresión política a través
de la C.G.T. va a haber un florecimiento tal de actividades de los
disueltos partidos que no nos quedará otra solución que erradicar
absolutamente la actividad política." Krieger Vasena prometió
estudiar el borrador.
La opinión oficial
A fines de la
semana pasada, un redactor de Confirmado conversó nuevamente con el
secretario de Trabajo, Rubens San Sebastián. Los siguientes fueron
los tramos esenciales de la entrevista.:
CONFIRMADO. - ¿En
qué condiciones se reabre el diálogo con la C.G.T.?
SAN
SEBASTIAN. - El gobierno sustentó reiteradamente la necesidad de un
movimiento sindical fuerte y organizado. Ello evidencia el
pensamiento de que es necesario también el dialogo con los
representantes sindicales para el programa de cambios y
realizaciones de la Revolución. Las condiciones en que ese diálogo
se reabre son especiales y no enteramente negativas, como suponen
algunos observadores interesados. Cabe, inclusive, destacar una,
circunstancia positiva: los hombres y las tendencias de la C.G.T.
que arrastraron al movimiento obrero a un choque frontal con el
gobierno están derrotados, han demostrado que son inoperantes y que
no interpretan efectivamente a sus bases, que no cumplieron el plan
de acción.
C. - ¿En qué medida el Plan de Acción de la C.G.T.
modificó las relaciones entre los sindicatos y el gobierno?
S. S. - El Plan de Acción no fue inspirado por la conducción de la
C.G.T. La disputa entre distintos grupos sindicales y coyunturas de
tipo circunstancial hicieron triunfar en la dirección sindical la
posición ortodoxa. El tiempo reveló que no era la más conveniente
para los intereses de los trabajadores, a cuya defensa esa dirección
está obligada. Las relaciones entre el gobierno y la C.G.T. se
deterioraron mientras primó en ésta un pensamiento que no era el
propio. El levantamiento del Plan de Acción indica el triunfo de una
posición constructiva, y ello traerá apareado, sin duda, un
replanteo de las relaciones, sobre las bases fijadas por el gobierno
al comienzo de su gestión.
C. - ¿Cómo fluctuó su predicamento
entre los trabajadores desde que asumió su cargo actual?
S.
S. - Luego de largos años de ejercicio de la función mediadora,
desde la Dirección General de Relaciones del Trabajo, mis puntos de
vista sufrieron en las últimas semanas una dura confrontación con la
tesis de los líderes sindicales. A medida que el tremendismo ganaba
terreno en la conducción gremial, los dirigentes dejaron de
frecuentar la secretaría de Trabajo. Ahora vuelvo a recomponer el
viejo diálogo, con paciencia, tratando de mitigar los efectos de una
lucha desastrosa para el movimiento obrero, que ha dejado en sus
filas un saldo penoso.
La agitación
callejera promovida por la CGT opositora, el viernes 28, todavía
ocupa buena parte de la atención de los círculos políticos e,
inclusive, de algunos militares. Si bien el estallido no estuvo
teñido con los ribetes apocalípticos profetizados por el ministro
Guillermo Borda el día anterior, fue precisamente esa circunstancia
la que más movió a la preocupación de varios Jefes de las Fuerzas
Armadas, en especial a los enrolados en el núcleo liberal.
¿Estaba mal Informado Borda cuando anunció que grupos extremistas
habían repartido armas o, por el contrario, ideó la advertencia para
generar un clima adverso a las concentraciones? Esta última es la
interpretación que se esgrime en la central ongarista; pero la que
en forma reservada analizaron algunos militares es quizás más grave:
el ministro del Interior habría intentado crear la imagen de un país
al borde de la subversión para justificar las sanciones que, pocos
días antes, el gobierno había desencadenado contra el Poder Judicial
santafesino. Sin embargo, el semanario de la CGT opositora
parecía darle la razón al ministro. "La movilidad de las fuerzas
represivas -se autocriticó- no fue lo bastante obstaculizada." Y
agregó: "Hubo baches en la sincronización, en los momentos decisivos
faltaron hombres capaces de nuclear a los dispersos y activar a los
menos experimentados". Es decir, el aparato para enfrentar a la
policía -que necesariamente debía contar con algún "fierro"
persuasivo, según la jerga utilizada por los grupos de choque
sindicales- no funcionó como se esperaba. Esta falencia fue
motivo de discusiones en los mandos peronistas alojados en Paseo
Colón. Pero otro tema, tanto o más grave, perturbó a los dirigentes:
reconocieron en privado que casi el 80 por ciento de los audaces que
desafiaron al temible despliegue policial fueron en su mayor parte
estudiantes y activistas de izquierda. Alguien opinó que los obreros
desenterraron una vieja máxima de Juan D. Perón: "De casa al trabajo
y del trabajo a casa". De todos modos, los planes secretos que se
habían elaborado en Paseo Cotón apuntaban, obviamente, a otro
blanco. Un día antes, los "comisarios" a quienes se les había
confiado la tarea de dirigir a los manifestantes en el mismo campo
de batalla, recibieron las últimas instrucciones: debían
concentrarse con sus huestes en cinco lugares distintos para
dispersar a la policía y después confluir en masa en Plaza Once.
Sólo dos de esas citas clandestinas se llevaron a cabo; fueron las
que estaban a cargo de estudiantes: la Federación Universitaria
Argentina frente al Mercado de Abasto y el Frente de Estudiantes
Nacionales en las puertas de Filosofía y Letras. En otros lugares de
concentración -Rivadavia y Medrano, por ejemplo- alrededor de 150
activistas ubicados estratégicamente en los bares de la zona
esperaron infructuosamente a quien, a las 18.15, debía impartir la
orden para dar comienzo a la manifestación: Alfonso Marchese, del
gremio del calzado. Detalles como éste hicieron suponer que la
CGT había dispuesto un repliegue parcial, con el propósito de
desmentir, en los hechos, los anuncios de Borda, y eludir así
posteriores sanciones gubernamentales a los sindicatos nucleados en
Paseo Colón. Lo cierto es que esa noche el estado mayor ongarista se
esfumó del local de la Federación Gráfica con todos los documentos
susceptibles de ser secuestrados por la policía, para reaparecer
luego en el sindicato telefónico, en las vecindades de Primera
Junta. Estas precauciones, sin embargo, no impidieron que se
detuviera a dos líderes de notoriedad: Julio Guillán, uno de los
caudillos de la militancia peronista, y el comunista Alberto Cortés,
ex dirigente del Sindicato de Vendedores de Diarios y Afines. No
obstante, los líderes cegetistas se empeñan ahora en sostener que la
participación obrera en los sucesos del viernes 28 fue considerable.
Argumentan que entre los detenidos figuran numerosos trabajadores,
muchos de ellos afiliados a sindicatos que militan en la CGT de
Azopardo. Para algunos no es una falsa observación, pero los planes
que preparan para el futuro revelan un íntimo descontento. El lunes
8, el consejo de Paseo Colón, consideró una estrategia que tiende a
lograr un "descenso a las bases" que protagonizarían nada menos que
Ongaro y sus acólitos. El instrumento del plan será simple: los
máximos dirigentes se apersonarían en las puertas de las fábricas
más importantes y allí improvisarían asambleas relámpago. La
"rebelión de las bases", tantas veces anunciada, estaría
directamente a cargo de los jefes. Para el logro de esta
ofensiva, el comando ongarista recibió el domingo 30 una
considerable inyección de oxígeno. Ese día, Ricardo De Luca,
secretario de prensa de la central, desembarcó en Ezeiza con dos
cartas "cargadas". Una de ellas sirvió para que el jueves pasado se
reprodujeran febrilmente miles de fotocopias. El destinatario era
Raimundo Ongaro y el remitente, por supuesto, Juan Perón. El ex
presidente entiende que la actual situación en la Argentina se
asemeja, de algún modo, a la de 1945, y por eso le recuerda a Ongaro
que en aquel entonces fueron dirigentes jóvenes y nuevos los que
aceleraron el triunfo del justicialismo. "Estos, atributos son ahora
propiedad "de Ongaro y sus adeptos", reflexiona Perón, a los que
bendice para que reediten los viejos triunfos de su movimiento.
"Usted es uno de los dirigentes contemporáneos que ha sabido
interpretar a los trabajadores -pontifica Perón-; a los malos y
viejos dirigentes hay que reemplazarlos sin miramientos." Según
versiones, esta política fue ejecutada por el mismo Perón cuando
Vicente Roque, secretario general de la CGT de Azopardo, y Fernando
Torres, quizás el abogado vandorista de mayor notoriedad, rogaron
ser recibidos en la quinta 17 de Octubre. Los dos regresaban,
como De Luca, de la conferencia que la OIT celebró en Ginebra, pero
Roque debió limitarse a entregarle a Jorge Antonio una carta que el
financista deslizó posteriormente a Perón. En una carilla
mecanografiada, el emisario de El Lobo sintetizó todas sus súplicas:
lamentaba que el general no tuviera tiempo para recibirlo y le
advertía que estaba mal informado, A renglón seguido, opinaba que
era imprescindible un contacto directo para dialogar sobre "los
problemas del país, de la CGT y del movimiento peronista". De
Luca, por su parte, conversó en dos oportunidades con el general
(durante dos horas y media la última vez, el sábado 29 de junio). El
emisario de Ongaro se permitió, inclusive, lanzar algunas quejas
contra Jerónimo Remorino, delegado de Perón en la Argentina, a quien
acusó de no acatar las instrucciones del ex presidente con el
pretexto de promover la reunificación del peronismo. Según advierten
los adeptos a Ongaro, la denuncia encrespó de tal manera al
exiliado, que decidió enviarle una carta a Jorge Paladino,
secretario de Remorino. En Buenos Aires, el censurado persistía en
sus afanes unitarios. Al finalizar la semana se supo que Paladino se
esforzaba por organizar una "cena de la unidad", que se celebró el
lunes 8 en el restaurante La Tarantela y a la que fueron invitados
todos los grupos internos del peronismo. Raúl Matera, el viernes, ya
había reservado 40 invitaciones.
A todo esto, el gobierno central continuaba con su política
gremial. El martes 2 ungió a cuatro participacionistas como
directores-obreros en la Caja de Subsidios Familiares para el
Personal de la Industria, ignorando, una vez más, a las dos
centrales obreras. Para el próximo viernes 12 la Secretaría de
Trabajo prepara la conquista del Sindicato de Prensa, a cuyo
dirigente, Manuel Damiano, adscripto al colaboracionismo, el
interventor gubernamental en el gremio vendió 499 carnets en blanco,
según denuncia efectuada por la lista opositora. En Azopardo,
simultáneamente, se delineó un plan de reuniones con el único
propósito de reaparecer en los periódicos, después que la atención
pública fue acaparada por la acción de Paseo Colón; sus dirigentes
efectúan trabajosas giras por el interior, buscando encauzar a los
díscolos cuadros provinciales, sublevados aún más que los
capitalinos. Hacia el fin de semana, mientras el ongarismo
procuraba encontrar la forma de otorgarle una imagen proletaria a su
CGT, eran los estudiantes los que tornaban a agitar nuevamente la
atmósfera política del país. El martes 2 ocuparon la Facultad de
Arquitectura de La Plata y el jueves repitieron la demostración,
tomando otros edificios universitarios de la misma ciudad. El
alboroto juvenil confirmaba, de alguna manera, una cáustica humorada
oída en los pasillos de Azopardo, el viernes pasado, durante una de
las numerosas reuniones de dirigentes. "¿CGT de los argentinos o
CGT de los estudiantes?", interrogó, sonriente, uno de los
mandarines vandoristas.
"...La necesidad tristísima de luchar y aún llegar a
verter sangre."
Por Luis B. Cerrutti Costa,
abogado laboralista, defensor de presos politicos
Conferencia
pronunciada en Mesa Redonda en la Federacion de Obreros y Empleados
Telefonicos (FOETRA), Buenos Aires, el 22 de setiembre de 1972,
cuyos participantes fueron Juan Jose Hernandez Arregui, historiador
y escritor nacionalista de izquierda; Julio Guillan, Secretario
General de FOETRA;
Ricardo Carpani, artista plastico,
muralista, ensayista de temas politicos; Benito Romano, dirigente
obreros azucareros; Alfredo Carballeda, Agrupacion Lealtad y
Soberania del Peronismo Revolucionario; Tomas Saraví, periodista,
gremialista, Agrupacion de Periodistas Peronistas 26 de Enero.
"Bien, companeros, es bastante dificil hablar despues de Carpani,
porque en general comparto casi todas las cosas que el ha dicho. Lo
que procuraré es hacer una amplación sobre que se entiente por
socialismo.
Porque como lo dijo bien Carpani, hoy en la
Argentina ha surgido una euforia sobre la palabra socialismo. De
socialismo habla todo el mundo; hace poco Rucci dijo que Socialismo
Nacional es el capitalismo en funcion social. Solo faltaria que
Lanusse lo dijera para completar el cuadro. Aunque la etiqueta
socialista está muy de moda no debemos engañarnos con palabras ni
aceptar como socialismo experiencias que se dicen tales porque
aplican algunas recetas estatistas o elitistas, adaptándose al mismo
tiempo a las realidades más fundamentales del neocolonialismo; tal
es el caso de Indonesia, de Egipto y de algunas otras naciones. No
vaya a ser que todos proclamemos el socialismo, levantemos sus
banderas, peleemos y hasta muramos por su implantación y resulte que
cuando llegó la hora de aplicarlo no tengamos nada que ver el uno
con el otro.
Aqui no se trata de una discusion metafísica
entre los cristianos que creen que la causa primera es Dios y los
marxistas que consideran que no existe causa primera porque la
materia es lo único real y preexistente: ni es necesario que se
elucide para que los cristianos y los marxistas nos pongamos de
acuerdo sobre qué es el socialismo; en Cuba los cristianos y los
marxistas se han puesto de acuerdo sobre que es el socialismo sin
renunciar a su propia filosofía.
Intentaré iniciar esta
intervencion como una definición extraída de un libro de texto
universitario que aunque no ahonda en la problemática nos permite
partir de ella para llegar a la máxima comprension del tema: "El
socialismo es la expresión política y una concepción de la sociedad
y del individuo en la que predomina lo social sobre lo individual
como condición para la realización de un nuevo hombre social que
asegure la plenitud de la personalidad humana mediante la propiedad
colectiva de los medios de produción y de cambio."
El
régimen capitalista se basa para su expansión fundamentalmente en el
lucro, es decir, la tendencia a la ganancia ilimitada. Su hombre es
el hombre egoísta de los economistas clásicos. El egoísmo humano es
el motor decisivo del progreso económico de la sociedad. En el
régimen socialista desaparece el lucro como motivación económica
individual; la solidaridad humana reemplaza al egoísmo humano. La
riqueza producida en un país socialista queda integra en el país
socialista y se reparte íntegra entre sus habitantes. Por más fallas
que existan en un país socialista; aunque aparezca una burocracia
que se fije sueldos privilegiados su incidencia es ínfima en el
reparto; mientras que en un país capitalista como el nuestro, de
acuerdo a estadisticas oficiales de la totalidad de la riqueza
obtenida, disminuída notablemente por el deterioro de las relaciones
del intercambio a beneficio de los países imperialistas, lo poco que
se obtiene, en el ano 1969, por ejempio, el 60% fue para el capital
y el 30% para los trabajadores, empleados y trabajadores
independientes; y para peor del 70 que le queda al capital, más del
50 se va al exterior en concepto de remesas de utilidades de
capitales extranjeros.
No admite comparación, desde el punto
de vista de la justicia social con el régimen socialista.
El
trabajador obtiene todo el fruto de su trabajo, porque nadie vive
del trabajo ajeno. En el socialismo el trabajador no pierde la
propiedad individual que se le respeta como la prolongación de su
personalidad humana, pero queda abolida definitivamente la
apropriación privada de los medios de produccion porque es de su
esencia la explotación humana. Por eso el hombre socialista es un
hombre nuevo y límpido. Aún lo es en los regímenes socialistas que
han debido soportar críticas por no haber apresurado el proceso
mental.
Las motivaciones son distintas, la vida no se mueve
al conjuro de la ley de la selva que rige en el capitalismo,
sobrevivir sobre el aplastamiento de los hombres. No se tiene la
angustia individual de la supervivencia. En último extremo si el
país socialista anda mal, su angustia será colectiva; será la
angustia integral de la patria que hay que solucionar mediante el
esfuerzo fraterno en una común solidaridad humana
La lucha
por el socialismo, aunque es moral, no es una lucha romántica: es la
lucha de clases, entre la clase poseedora y la clase desposeída; es
la lucha que se ha venido sosteniendo en todo el proceso capitalista
y que hace su eclosión definitiva cuando se instaura el socialismo;
porque es el triunfo de una clase que suplanta a la otra para la
instalación de una sociedad digna.
Nadie puede suponer que
la clase poseedora va a despojarse de sus privilegios en un generoso
y fraternal renunciamento. Como dice Pompier: "Cuando la humanidad
cambia su estructura, tropieza no solamente con los códigos viejos
sino también con los intereses creados de miles de personas que han
conquistado privilegios bajo esa égida. Todo derecho que se logra
mata algo que debe morir, pero que antes se defiende hasta el último
aliento, el que vive de lo injusto. He aquí pues, la necesidad
tristísima de luchar y aún llegar a verter sangre. Es que el
nacimiento de un nuevo derecho es siempre como el del hombre: un
doloroso y dificil alumbramiento". No podemos soñar, por lo menos en
el momento actual, en una transformación pacífica de la sociedad, y
en la medida en que el mundo que muere extrema su violencia para no
morir, se convierte en una necesidad inevitable oponer a la
violencia del régimen la violencia revolucionaria.
El
desarollo del socialismo en un país no es tarea fácil. En tanto se
realice la conversión de las estructuras económicas, políticas y
sociales, el pueblo debe brindar la totalidad de sus energías para
que el proceso se efectúe lo mas rapidamente posible; es un período
erizado de peligros; el hombre nuevo, sin cuya existencia solo
podría hacerse un mecanicismo realista, se va construyendo de a poco
pero indefectibilmente favorecido por el medio; las clases sociales
tampoco desaparecen abruptamente; subsisten durante un período, a
veces más largo, a veces más corto, según las condiciones de la
transformación y las capacidades de la vanguardia, pero subsisten.
Tales como la pequeña burguesía, el campesinado proletario, los
trabajadores independientes y en algunos casos hasta la mediana
burguesia. Aunque su existencia debe ser muchas veces protegida y en
algún modo estimulada en su período inicial, son inevitablemente
factores distorsionantes que tienden a extender y ampliar, y si
pueden, y a veces pueden, influir en momentáneos o graves
retrocesos. Es que, en tales momentos conviven dos sociedades
distintas y opuestas: la sociedad del lucro y la sociedad
socialista.
Por otra parte, nos encontramos con el sabotaje
internacional del mundo capitalista; un bloqueo abierto e
indisimulado, con influencia negativa en nuestras relaciones de
intercambio. Aunque el mundo socialista nos puede y debe ayudar, las
relaciones de fuerza son desfavorables y la mayor potencia economica
pertenece al sector capitalista. Ello obliga a los trabajadores a
implantar una dictadura dirigida por su vanguardia que pueda
permitir el traspaso de la propiedad de los bienes de producción y
de cambio en una sociedad aún preñada de una mentalidad burguesa;
saboteada, además, desde adentro y desde afuera. Sin esa dictadura
de los trabajadores conducida por su vanguardia, encuadrada por una
autentica democracia interna, por lo menos en el momento actual se
hace casi imposible la construcción del socialismo.
Otra
característica que es esencial al socialismo es el internacionalismo
proletario. Ningun auténtico marxista y cristiano puede aceptar que
la solidaridad humana con los oprimidos se agota en la propia
patria. Mientras exista un hombre oprimido en el último rincón del
planeta ningún revolucionario puede considerar su misión cumplida.
Pero la mejor manera de llegar al objetivo final es luchando por la
liberación de la propia patria; y dentro de la misma, por la
liberación del hombre. Es, además, la mejor forma de luchar
posteriormente por la liberación de la demás patrias y de los demás
hombres. El sentido mundial de la solidaridad humana no es contrario
al inmenso cariño que nosotros tenemos a nuestra patria, como
asimismo esto familiar que nos rodea; más aún, el uno va creando las
condiciones de los otros, y en tal sentido, en el socialismo están
interrelacionados e interdependientes.
El socialismo es una figura que tiene vigencia mundial porque es
el mundo el que marcha hacia esa dirección; el cristianismo es una
religión que supera por su sentido integral, metafisico, las
fronteras en que está dividida la tierra; así como a nadie se le
ocurre decir que el cristiano puede tener una religión que abarca a
la humanidad dominado por idea extranjeras, solo la infamia, pero
más que todo el terror de ver que se acerca la hora en que los
oprimidos romperán sus cadenas, puede llevar a los opresores a
querer crear una antinomia entre patria y socialismo.
El
socialismo es una nueva forma de vida, una nueva concepción de la
relaciones humanas, una nueva estructura de lo económico, lo social
y lo político, cuyo objetivo fundamental es la liberación integral
del hombre. En tal sentido, como lo fue la democracia en su
desarollo, no tiene patria ni frontera, porque arrastra con su
vigencia histórica a la humanidad entera.
Lo que sí existe,
y es un error en el cual la juventud cae repetidamente, es la
idealización, una especie de mística de las formas concretas con que
algunos países han llegado al socialismo. Los trabajadores rusos
realizaron una gesta revolucionaria que transformó al mundo con
métodos proprios; China inició su formidable transformación social
con una metodología distinta; luego Cuba surgió al mundo rompiendo
todos los métodos clásicos. Ninguna revolución socialista fue igual
a la otra, y cuando así se quiso hacer se fracasó rotundamente.
En la Argentina, la revolución la tenemos que hacer los argentinos,
aprendiendo de la experiencia de los demás países pero con métodos
argentinos.
Sabiendo que la historia no se fractura y que el
socialismo es la continuidad del proceso histórico argentino, yo
considero que así como el peronismo fue la continuidad histórica del
irigoyenismo, el socialismo es la continuidad histórica del
peronismo; y esta es la tremenda responsabilidad de las vanguardias
peronistas para darle concreción al proceso. Sin un conocimiento
auténtico de nuestro pasado mediato e inmediato, de las condiciones
estructurales del país, de sus condiciones objetivas y subjetivas,
de las peculiaridades económicas, sociales y religiosas del hombre
argentino -lo que nos permitirá una salida original para la
Argentina, no para Rusia, China, Cuba o Chile- estaríamos haciendo
teoría y no práctica revolucionaria; y el deber revolucionario de la
hora presente aquí en la Argentina es hacer definitivamente y para
siempre la revolución socialista.