Hacia mediados de 1959, las distintas
medidas de fuerza organizadas por los sindicatos complicaron la
situación del gobierno del presidente Frondizi frente a las Fuerzas
Armadas. El gobierno optó por cambiar esa imagen de un gobierno sin
control y se decidió por la represión aplicando el Plan CONINTES
(Conmoción Interna del Estado) que permitia declarar zonas
militarizadas a los principales centros o ciudades industriales y
autorizaba allanamientos y detenciones. De esta forma, muchos
gremios fueron intervenidos.
Los libros solían asolarse por horas en las ventanas cuyas persianas caídas
por el corte intencional de las correas, colgaban para preservarse de las
visitas de Coordinación Federal en las barriadas militantes. La marchita se
silbaba con provocadora picardía .
De la calle Florida las solapas con “ no me olvides” rompían el silencio
impuesto a los proscriptos. Las esquinas del centro se veían alteradas por
actos relámpagos de la incipiente JP, que reclamaba por el respeto a la voluntad
popular y el regreso del líder.
La persecución al campo popular y en forma particular a los peronistas había
comenzado con el bombardeo de la Plaza de Mayo en el 55 y no se detendría….
Don Arturo Frondizi asume la Presidencia de la República en febrero del 58 a
través del pacto con Perón . Se conviene: Reestablecer las conquistas populares
en el campo económico, político y social. Levantar la proscripción. Reestablecer
el salario de los trabajadores. Amnistía general. Normalización de los
sindicatos y de la CGT.
La fusiladora, escondida tras Frondizi, debe
negociar porque no puede normalizar pero no abdica respecto del real poder.
Los peronistas recobran la identidad amordazada pero la amnistía se tornó
selectiva; el salario es devorado por la inflación y surge la pelea por la Laica
en oposición a la Libre. En septiembre la Huelga General repudia los
contratos petroleros.
Se alza el Frigorífico Lisandro
Latorre frente al negociado con la carne : ocupado por los trabajadores, son
ferozmente reprimidos por 3000 efectivos de seguridad al mando del tristemente
recordado Comisario Margaride. El saldo de la barbarie es 5.200 trabajadores
cesanteados…..Mataderos se convierte en el representante representativo de los
barrios insurrectos….
Se agudiza la represión y con ello
surgen nuevos modos de lucha producto del imaginario colectivo que hace
resistencia : corren chanchos por la calle Florida denostando al ministro Alvaro
Alzogaray, estallan los rojizos buzones desparramando volantes que denuncian al
régimen mentiroso; Artigas es envuelto con papel higiénico en su plaza en la
Republica de Oriental del Uruguay para permitir aglutinar y luego denunciar los
atropellos que se cometen en nuestra orilla.
El demencial
anticomunismo de la guerra fría en la Argentina: "Contra la
peligrosa filtración de teorías tan disolventes como destructoras,
la Policía de la Capital ha organizado una sección especial: la de
represión del comunismo. Esta oficina técnica especializada ha
intensificado las medidas contra la expansión de semejante tóxico
social." (Publicidad oficial de la época).
El Plan CONINTES que Perón no
aplicara en su segundo gobierno contra los que luego lo derrocan, adquiere 4
años después, vigencia.
Se encarcela pueblo por contrariar
al orden público. La democracia juzga almas libres con Tribunales Militares.
Las cárceles de todo el país se pueblan de resistentes.
El dolor y la
impotencia frente a la arbitrariedad y la incertidumbre transforma aún más a los
espíritus inquietos de saber que devienen analíticos y reflexivos.
Ignorantes, los barrotes sirven de escuelas para formación de cuadros.
Las familias descabezadas hacen tramas solidarias para el cuidado de los
hijos, para el acompañamiento en las horas difíciles, para dar albergue; se
ligan en la bùsqueda de abogados y la asistencia en salud. Surge COFADE
(Comisión de Familiares de Detenidos) con Spina y Margarita -la tia- Contursi.
Los asaltos a la petrolera Shell marcan una coherencia en la lucha contra el
petróleo y las multinacionales a la vez que los dineros sirven para alimentos y
abrigos a las familias diezmadas por cesantías, exilios y encarcelamientos.
Muchos de los CONINTES crecen en las luchas populares, soportan el
onganiato, soportan la Triple A y los más son victimas del genocidio del 76/82.
Otros mueren en condiciones de misérrima pobreza.
Los pocos sobrevivientes hace más de 15 años claman y exigen ante todas las
administraciones de gobierno el reconocimiento histórico merecido por haber
regado la Patria de sueños y prácticas de libertad entendiendo que el bienestar
individual lo es en relación a la existencia del bienestar en todos.
Éste
16 de marzo se cumplen 47 años del nefasto Plan de Conmoción Interna.
Febrero: Arturo
Frondizi, dirigente de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), gana las
elecciones nacionales con el voto de un sector del peronismo, a partir de un
acuerdo electoral previo con Perón.
Mayo: El gobierno decreta la ley de
Amnistía para detenidos políticos y gremiales, medida contemplada en el acuerdo
electoral. Con el "desarrollismo" se pone en marcha una nueva etapa en la
política de sustitución de importaciones que propicia el ingreso del capital
extranjero.
Julio: Se conocen los contratos petroleros firmados por el
presidente Frondizi. Se realizan actos de protesta y huelgas contra la política
petrolera del gobierno. El gobierno da claras señales de no respetar los
contenidos del pacto firmado con Perón. Recrudecen las acciones de la
Resistencia. Agosto: Se sanciona la Ley de Asociaciones Profesionales.
Noviembre: El Poder Ejecutivo decreta el estado de sitio.
1959
Ante el fortalecimiento y
crecimiento de los grupos armados en la Argentina a fines de los 60,
el ejército argentino elabora unos manuales y reglamentos internos
de operaciones contra las organizaciones armadas, gran parte de
ellos, de carácter reservado. Uno de estos documentos, fue el
RC-8-3, “Operaciones contra la subversión urbana”, que fue puesto en
vigencia por resolución del Comandante en Jefe del Ejército
Alejandro Agustín Lanusse el 29 de Julio de 1969. En el mismo se
detalla métodos de represión, inteligencia, censura y acciones
psicológicas contra la “subversión urbana”. Entre otras cosas, el
manual establecía que “el activista, el perturbador del orden, etc.
no será considerado prisionero de guerra y, por tal motivo, no
tendrá derecho al tratamiento estipulado en las convenciones
internacionales”. Clic para descargar
Enero: Los trabajadores del
Frigorífico Lisandro de la Torre toman el establecimiento al conocer la decisión
del gobierno de privatizarlo. Febrero: Huelgas de solidaridad con los
trabajadores del frigorífico.
Abril: El gremio bancario permanece
en huelga sesenta y nueve días.
Junio: Los medios dan a conocer el
texto del pacto electoral Perón-Frondizi. El gobierno lo desmiente. Alvaro
Alsogaray es nombrado ministro de Economía.
Agosto: El gremio metalúrgico
comienza una huelga que se prolongará hasta octubre
Diciembre: El grupo
peronista Uturuncos asalta la comisaría de Frías en Santiago del Estero.
1960
Enero: Perón deja
la República Dominicana y se asila en Madrid, en donde permanecerá hasta el
final de su exilio.
Febrero: Para la renovación legislativa Perón vuelve
a ordenar el voto en blanco.
Marzo: A raíz de varios atentados,
el más importante, el incendio de la Shell-Mex en Córdoba se aplica el plan
CONINTES (Conmoción Interna del Estado).Noviembre: El general peronista Iñiguez
intenta, sin éxito, una insurrección cívico -militar con importancia en Rosario
y Tartagal.
1961
Marzo:
Por el decreto 1.619, Frondizi entrega la CGT a la Comisión de los 20. Un grupo
de jóvenes de la Juventud Peronista asalta una unidad militar en Ezeiza
apoderándose de algunas armas.
Agosto: Ernesto "Che" Guevara, delegado
cubano a la reunión de la Conferencia Económica y Social de la OEA en Punta del
Este, viaja a la Argentina y se entrevista con Arturo Frondizi. Manifiesto
desagrado en las Fuerzas Armadas.
Octubre: Paro general en contra de la
política económica del gobierno. Gran huelga ferroviaria a la que adhiere la
CGT.
1962
Marzo: Triunfa la fórmula de la Unión Popular
(Framini -Anglada) en la Provincia de Buenos Aires. Las provincias donde triunfó
el peronismo son intervenidas y los comicios anulados. Recrudecen, sin embargo,
los "planeamientos" militares al presidente. Las Fuerzas Armadas destituyen a
Arturo Frondizi. José María Guido, su vicepresidente, asume la presidencia.
Mayo: Plan de emergencia presentado por el ministro Alvaro Alsogaray que
posterga el pago de sueldos y jubilaciones.
Fuente: Memoria de la
Resistencia Peronista.1955-1972 [Carulli, Caraballo, Charlier, Cafiero]
En mayo de 1959, pocos días antes de
morir, el escritor nacionalista Raúl Scalabrini Ortiz
le comentó al ingeniero Juan Sábato: “Usted ve un animal grande, de cuatro
patas, generalmente marrón, que tiene ubres de las que extraen leche los
tamberos, cuyo excremento es de color verde y que hace muuu. Usted dice,
obviamente, que es una vaca. Pues bien, Arturo Frondizi le demostrará que no,
que es una locomotora Diesel”.
La anécdota figura en el libro Argentina a
precio de costo, de Gregorio Selser, quien comenta de Frondizi: “Se enzarzaba
con financistas y militares en inverosímiles juegos que él creía de ajedrez
cuando en realidad no pasaban de ser partidas de truco, donde la razón cede paso
a la picardía, a la adivinanza, a la ficción del azar y el embuste”. El rápido
apogeo del ambicioso político –y su también acelerada caída– se resumen en una
breve crónica. Frondizi, asumió la presidencia el primero de mayo de 1958,
escoltado por los comandantes del ejército, la marina y la aeronáutica. De ahí
en más, los jefes militares no se le despegarán; lo marcarán hombre a hombre
durante toda su azarosa presidencia, interrumpida cuatro años después.
En
su discurso de asunción, el abogado entrerriano de 49 años prometió: “Nadie será
perseguido por sus ideas ni por su actuación política o gremial [...]. El Poder
Ejecutivo considera que debe ser derogada toda legislación represiva de las
ideas [...]. Cualquier ciudadano podrá elegir y ser elegido, y todos los
partidos políticos podrán constituirse y desarrollar libremente su actividad”.
Eran las señales de retorno a los peronistas. En poco tiempo estos enunciados
verbales se convirtieron en letra muerta
De Frondizi a Onganía Parte 1
De Frondizi a Onganía Parte 2
Uno de los primeros proyectos que el
nuevo presidente envía al Poder Legislativo, fechado el 6 de mayo, es un
homenaje a las Fuerzas Armadas. El 14 presenta otro para ascender a teniente
general a Pedro Eugenio Aramburu y a almirante a Isaac Francisco Rojas. Pero
estos gestos para tranquilizar a los militares no bastan. Antes de terminar mayo
ya circulan versiones sobre resentimiento en algunos sectores de las Fuerzas
Armadas por lo que consideran una actitud “blanda” del mandatario hacia el
peronismo. Al mismo tiempo, la Aeronáutica se manifiesta disconforme por la
compra de pertrechos bélicos para la Marina , porque queda en inferioridad de
armamento. Es como si ambas fuerzas pertenecieran a países distintos y enemigos.
El Tucumanazo. Un
documental necesario. Épicas jornadas de lucha y rebeldía vivió el
pueblo tucumano. Entre 1969 y 1972 se levantó resuelto a enfrentar a
la feroz dictadura de Onganía. Tres Tucumanazos fueron el resultado
de la resistencia obrero--estudiantil contra la opresión.
Resistencia contra el cierre de los ingenios azucareros. Resistencia
contra el cierre del comedor universitario. Resistencia contra la
dictadura. En Mayo del '69, paralelo al Cordobazo "Tucumán Ardía"
solidarizándose con la lucha nacional. En Noviembre del '70 fue el
punto culmine de la lucha contra la dictadura en jornadas que
tuvieron en jaque a las fuerzas del orden. En Junio del '72, el
Quintazo fue la lógica reacción ante el cierre del comedor
universitario y el asesinato de un estudiante salteño. Tres
Tucumanazos, El Tucumanazo.
El 24 de junio de 1958, Frondizi
entrega los despachos de teniente general y de almirante a Aramburu y Rojas.
Las Fuerzas Armadas se tranquilizan un poco y los peronistas se indignan
bastante. Dos días después, el Congreso deroga el decreto-ley 4161, que prohibía
los símbolos del peronismo. La tortilla se da vuelta en 48 horas: hay
conformidad entre los perseguidos e indignación entre los perseguidores.
El presidente cancela el 7 de julio la tradicional comida de camaradería de las
Fuerzas Armadas, que de “camaradas” parecen no tener nada. El encuentro debía
desarrollarse el 9 de julio, aniversario patrio, y genera malestar. Para sacudir
aún más el avispero castrense, también corre el rumor de que el flamante
mandatario se propone una alianza más firme con los peronistas, etiquetada como
“peronismo sin Perón” o “neoperonismo”. El 16, El radical Miguel Angel Zavala
Ortiz denuncia la existencia de un pacto Perón-Frondizi, pero no presenta
pruebas. Frondizi, un encarnizado opositor de los contratos petroleros con la
Standard Oil of California impulsados por Perón, anuncia el 24 de julio que su
gobierno ha suscrito 13 acuerdos con compañías británicas y norteamericanas para
la explotación de los recursos del país. Partidarios y adversarios se quedan
fríos.
Del frío pasan al calor: como retribución a la Iglesia por el
apoyo brindado a su candidatura, Frondizi lanza en agosto el proyecto de ley de
enseñanza privada. La propuesta favorece a los colegios religiosos y es, además,
una maniobra para distraer la atención.
Resultado: durante meses se
enfrentarán en la calle estudiantes partidarios de la educación libre y la
laica. El ministro de Defensa, que había sido uno de los protagonistas de la
Reforma Universitaria de 1918 en Córdoba, renuncia ofendido.
La discusión
también gira acerca de la potestad de otorgar títulos profesionales, hasta
entonces reservada a las universidades de Estado. Si el proyecto de Frondizi se
toma al pie de la letra, las universidades privadas –en su mayoría católicas–
quedarán autorizadas para expedir títulos, con lo que la enseñanza superior
escapará al control de las autoridades docentes de la nación.
El Plan Conintes
El 25 de
septiembre, el dirigente socialista Alfredo Palacios le pide públicamente a
Frondizi que renuncie.
En octubre se inicia una huelga ferroviaria. El 6
de noviembre, Perón condena desde República Dominicana la firma de contratos
petroleros con empresas extranjeras: “Considero lo actuado como un tremendo
desatino, tanto en lo acordado como en la forma deshonesta de realizarlo”. Al
día siguiente, el Sindicato Unido Petrolero del Estado (SUPE) emplaza al
gobierno a modificar los acuerdos o, de lo contrario, convocará a la huelga
general.
El 9 de noviembre se produce un paro
petrolero en Mendoza y se incendian pozos. Frondizi acusa como responsables a
“peronistas y comunistas”, e instaura el estado de sitio. Por presión de los
militares, el mandatario acepta la renuncia de Rogelio Frigerio, que era
subsecretario de Asuntos Económicos y Sociales. Su hombre de confianza sale por
una puerta y entra por otra, como “asesor” de la presidencia. Pero en la
turbulencia también renuncia el subsecretario de Trabajo, que era uno de los
vínculos de Frigerio con los dirigentes sindicales peronistas.
El 14 de marzo de 1960
se ponía en ejecución pública en todo el territorio del país el
"Estado de Conmoción Interior del Estado" –PLAN CONINTES- que fuera
previsto en el Decreto Secreto 9880 del 14 de noviembre de 1958,
durante la Presidencia de Arturo Frondizi.
La aplicación del
"estado CONINTES" fue derogada el 2 de agosto de 1961, aunque se
estipulaba que las causas y los delitos cometidos bajo su aplicación
seguirían bajo jurisdicción militar. Pero, durante algunos meses de
1962 el PLAN CONINTES volvió a ser puesto en vigencia por el
gobierno de aquella época.
"A la distancia es posible
sostener que el "estado CONINTES" fue un juego de guerra para la
aplicación de las llamadas "maniobras militares antisubversivas",
que hacían su aparición estelar en los manuales de defensa" asegura
el diputado Miguel Talento.
Y agrega que de todos modos
"perdura también el dolor, el sufrimiento, la humillación y la
tortura de aquellos sujetos puestos bajo jurisdicción militar, los
popularmente llamados "presos CONINTES".
Talento,
Vicepresidente de la Legislatura porteña, sostiene que "hoy,
transcurridos tantos años de aquel Plan, me permito recordarlo y
recuperarlo para la memoria histórica, memoria que nos permita
construir un futuro en el que nunca jamás vuelvan a entremezclarse
las cuestiones vinculadas a la defensa de la Nación, con el juego
político que toda sociedad democrática instituye para si. La apuesta
sigue siendo el respeto por las normas democráticas sobre la base
del desarrollo y la consolidación de herramientas políticas
populares".
El vicepresidente Alejandro Gómez
plantea el 12 de noviembre al ministro del Interior la necesidad de constituir
un gobierno de coalición con la intención de remplazar al presidente. La UCRI lo
expulsa de sus filas. A las 24 horas una huelga general sacude al país. Frondizi
intenta reacomodarse con los militares gorilas, a quienes envía mensajes: “¿Qué
harán ustedes? ¿Permitirán que me volteen los peronistas y comunistas?”.
Es lo que están esperando en los cuarteles: el 17 de noviembre se declara el
estado de sitio. Como en la época de Aramburu y Rojas, peronistas y comunistas
son encarcelados por igual. El pacto Peróndizi se rompe en pedazos. Frigerio, no
obstante, recoge algunos fragmentos y mantiene en las sombras algunos contactos
con dirigentes peronistas, a la espera de tiempos menos agitados.
Fiel a
su estilo de “huida hacia adelante”, Frondizi aplaca una crisis generando otra.
Al día siguiente, como culminación de un show de varios días de duración, obliga
a renunciar al vicepresidente Gómez.
Un oscuro y maleable senador por Río
Negro, José María Guido, es nombrado presidente provisional del Senado.
El 27 de noviembre de 1958, el gobierno declara el Plan de Conmoción Interna del
Estado (Conintes). Ahora sí los militares están encantados. La medida, inspirada
en la tácticas de las tropas francesas que ocupan Argelia, divide al país en
distritos militares donde los comandantes tienen más poder que los gobernadores
y pueden crear tribunales de guerra. A partir de entonces, rige el código de
justicia militar para el personal civil de la administración pública y las
empresas estatales. Si un empleado desobedece a un oficial, puede ser condenado
a más de un año de prisión. En seis meses de gestión, a todo lo anterior quedan
reducidas las promesas de no perseguir a nadie por sus ideas políticas y derogar
la legislación represiva.
En lo económico, en un mes el
presidente borra con el codo lo que había escrito con la mano. En diciembre,
comienza a aplicar un plan de austeridad según los modelos del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y aprueba una ley para atraer inversiones extranjeras. A los
peronistas no les hace mucha gracia, además, que el gobierno devuelva al Grupo
Bemberg las empresas requisadas por el gobierno de Perón. El hombre que había
vaticinado un plan de desarrollo “para 20 millones de argentinos” favorece, en
los hechos, a “20 millonarios” nacionales y extranjeros.
Así, 1958 concluye con una mala
Navidad y la perspectiva de un peor Año Nuevo: el costo de vida aumenta un 35
por ciento, caen los salarios reales de los trabajadores y la devaluación del
preso favorece al sector agropecuario. En su último mensaje al país del año, el
mandatario promete que “en dos años se modificará la fisonomía del país”, pero
aclara: “Durante 24 meses el nivel de vida será más bajo; después se elevará
debido a la mayor producción y riqueza que dispondrá la nación si todos
trabajamos”. Insurrección en Mataderos El nuevo año se inicia muy caliente. El
10 de enero de 1959, Frondizi envía al Congreso el proyecto de ley que autoriza
la venta o arrendamiento del Frigorífico Lisandro de la Torre y otorga
preferencia a la Corporación Argentina de Productores (CAP). Por esa fecha, el
presidente ha planificado una gira por Estados Unidos, acompañado por una
comitiva de funcionarios de Economía y empresarios. Le otorga gran importancia
al viaje porque es el primer mandatario argentino que efectuará una visita
oficial a ese país y espera atraer inversiones norteamericanas. Pero, como de
costumbre, los planes no le salen bien.
24 de enero de
1956, con un peronismo perseguido y proscripto por el golpe de
Estado de la revolución fusiladora, el diario Crítica advierte sobre
el "peligro comunista". Una joyita de antología del discurso
macartista y gorila durante la guerra fría. Clic sobre la imagen
para descargar la página completa en tamaño legible.
Los obreros de la carne ocupan el 16
el frigorífico, en desacuerdo con su privatización. Cuando Frondizi se dirige el
18 con su comitiva rumbo al aeropuerto internacional de Ezeiza, una rechifla lo
acompaña durante casi todo el camino. Desde Estados Unidos, el mandatario afirma
que “la conducción del país la tiene el gobierno y no los gremios” y asegura que
la huelga general “es un golpe comunista-peronista”. Declarada la ocupación del
Lisandro de la Torre , llegan al lugar ómnibus con policías, carros de asalto de
la Guardia de Infantería, coches patrulleros y más de cien agentes de civil de
la División Investigaciones con armas largas. Como está en vigencia el Plan
Conintes, el gobierno ordena al Ejército que intervenga para terminar con la
toma. Los militares llegan con cuatro tanques de guerra Sherman y jeeps con
soldados provistos de ametralladoras al mando del teniente coronel Alejandro
Cáceres Monié.
Tropa de Gendarmería se unen a los policías y soldados que
rodean la zona.
Las fuerzas de seguridad son recibidas a pedradas por los trabajadores y el
vecindario, donde viven muchos de los huelguistas. Uno de los tanques destroza
las puertas de edificio, y agentes y soldados entran violentamente a desalojar a
los ocupantes. Noventa y cinco obreros son detenidos y varios son heridos; hay
siete policías lesionados. Durante varios días hay enfrentamientos en Mataderos.
Se libran pequeños pero encarnizados combates propios de una insurrección
urbana. Del 17 al 20 de enero estalla una huelga general en apoyo a los
trabajadores del Lisandro de la Torre y en protesta a la intervención del
ejército en cuestiones sindicales. En los días siguientes, las fuerzas de
seguridad allanan los principales sindicatos peronistas y varios domicilios
particulares, junto con la sede central de Partido Comunista y 25 comités de esa
organización. Poco después, los detenidos son 400.
Entre ellos se
encuentran dirigentes como Augusto Timoteo Vandor, Amado Olmos y
John William Cooke, y nuevos militantes como Susana Valle y
Felipe Vallese. El Plan Conintes se instaura con mayor fuerza. En La
Plata , Berisso y Ensenada, principal enclave de los frigoríficos extranjeros y
con gran concentración de obreros, se declara “zona militar” custodiada por el
ejército. Tropas de la marina ocupan la destilería de petróleo de La Plata.
A lo largo de todo el mes estallan bombas por todas partes: en el domicilio de
Rogelio Frigerio, en comités de la UCRI , en las vías de los ferrocarriles
Belgrano, Mitre y Sarmiento, en el Servicio de Informaciones de Estados Unidos,
en la ciudad de la La Plata... Cuando el paro concluye, renuncia el ministro de
Trabajo. Frondizi regresa al país el 2 de febrero y declara sin inmutarse: “He
encontrado gran madurez en Estados Unidos para la comprensión de los problemas
latinoamericanos”. Los atentados de los comandos de la Resistencia Peronista
, al contrario de lo que sucederá a fines de la década del 60 y comienzos del
70, no están destinados a eliminar personas ni causar heridos. Los caños se
colocan afuera de domicilios, locales partidarios, objetivos económicos, lugares
de producción, pozos de petróleo, tanques de combustible, líneas férreas. A
pesar del odio político hacia el enemigo, se conserva el respeto por la vida.
A consecuencia del violento desalojo del Lisandro de la Torre y de la ola de
atentados que le siguen, la Unión Cívica Radical del Pueblo da a conocer una
declaración: “El presidente de la República conocía perfectamente la índole de
los materiales humanos e ideológicos manejados y encumbrados por él. El país
entero los denunció; pero él los sostuvo... Y cuando los trabajadores se alzan
repudiando la entrega del petróleo y la electricidad, cuando se alzan
protestando contra la carestía de la vida, entonces son perturbadores,
peronistas y comunistas”. Antes, a mediados de enero, los radicales del pueblo
habían solicitado el juicio político al presidente.
En abril
de 1959, aumentan las tarifas telefónicas. El 3, graves disturbios conmocionan
Buenos Aires: la Resistencia Peronista hace estallar una gran cantidad de
bombas, mientras grupos de la Juventud Peronista efectúan actos relámpagos,
incendian automóviles y enfrentan a la policía. La ciudad queda alfombrada con
panfletos.
El gobierno ordena el allanamiento las sedes gremiales más
importantes: el Sindicato de la Carne , la Asociación Obrera Textil y la Unión
Obrera Metalúrgica. Se desatan razzias policiales y detenciones. La mentalidad y
los métodos de la Revolución Libertadora continúan vigentes en las comisarías, a
pesar del gobierno civil. Hay un torrente de denuncias contra la represión
policial y la aplicación de la picana eléctrica, un invento argentino como la
birome y el dulce de leche. Mientras tanto, los secretarios de Ejército, Marina
y Aeronáutica le reprochan a Frondizi que, por un lado, utilice soldados como
fuerza de choque antiobrera y, por otro, le explique en privado a los
sindicalistas que los militares actúan por su cuenta. Como siempre, Frondizi
ataca una crisis generando otra: el 10 de abril tiene la brillante ocurrencia de
declarar no gratos a cuatro funcionarios de la embajada de la Unión Soviética y
al secretario de la representación de Rumania. Periodistas adictos al gobierno
hacen circular la versión de que los rusos repartieron bombas molotov durante
los disturbios del día 3. Ya en tren de política-ficción, algún discípulo supera
al maestro y propala el rumor de que uno de los empleados diplomáticos “arengó
en ruso a los manifestantes, a la manera de Lenin”.
Los tres secretarios
militares, sin embargo, no quedan muy conformes. El 19 de abril se reúnen con
Frondizi en la residencia de Olivos y le fijan un plazo para desprenderse a
funcionarios frigeristas.
Paralelamente, aumentan los rumores acerca de
un golpe de Estado. Los radicales del pueblo echan más leña al fuego y realizan
un acto político bajo el lema El gobierno se derrumba. Frigerio renuncia a todas
sus funciones. En los días que siguen, se produce una catarata de dimisiones. El
20 de mayo, tres hombres de la llamada Década infame ingresan al gabinete; entre
ellos, César Bunge, de la empresa Bunge & Born y del Grupo Bemberg. Cuando todo
parece transitar por carriles normales, se destapan en Washington algunos
pormenores del acuerdo entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional, que
hasta entonces se habían mantenido en secreto.
PARA QUEDARSE
TRANQUILO. Uriburu, el primer delincuente con uniforme militar que
asaltó el poder por la fuerza (1930) denuncia "un complot de
comunistas y anarquistas", pero asegura que tiene las fuerzas
suficientes para reprimirlos y que nadie debe temer.
Nueva idea genial de Frondizi:
mientras se empeña de no aumentar los salarios de los trabajadores, en junio
mejora sustancialmente los sueldos de las Fuerzas Armadas. Parece una burla al
pueblo y los militares son conscientes. El diario La Razón –que desde junio de
1957 responde al Servicio de Inteligencia del Ejército– opina que este “premio”
por la represión a los obreros es tan obvio que los propios beneficiados se
sienten a disgusto.
Para complacer al sector gorila del Ejército,
Frondizi pide la renuncia del subsecretario de Guerra, un oficial legalista
acusado por sus propios camaradas de armas de fomentar “un neoperonismo
gremialista”. Radio Rivadavia, entre cuyos propietarios se encuentran miembros
de la marina vinculados a la Revolución Libertadora, divulga a mediados de junio
el texto completo del pacto Peróndizi de febrero de 1958. La confirmación de
este acuerdo –que hasta entonces no pasaba de ser un rumor– provoca furia en las
Fuerzas Armadas.
El general Arturo Ossorio Arana,
representante del sector militar gorila, considera que el gobierno está formado
por “personajes creados por la tiranía depuesta, con socios del dictador y
agentes del comunismo internacional”. Para demostrarle que no, el 30 de junio
Frondizi se desprende del secretario de Guerra, otro oficial legalista. Antes,
el 24, designa al ex capitán ingeniero Álvaro Alsogaray como ministro de
Economía y también de Trabajo. El nombramiento es consecuencia de la presión de
los empresarios y del Fondo Monetario Internacional. Ni el propio Alsogaray –ex
ministro de Aramburu y colaborador de la Revolución Libertadora – se esperaba
este par de regalos.
“Hay que pasar el invierno”
El doble ministro Alsogaray ha sido
abanderado del Colegio Militar en 1929. En 1943 obtuvo un título de ingeniero en
la Universidad de Córdoba y, más tarde, se retiró del ejército con el grado de
capitán. En septiembre de 1948, el gobierno peronista lo designó al frente de la
Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA) pero al año siguiente lo despidió por
inepto. Después de la Revolución Libertadora, fue subsecretario de Comercio bajo
la presidencia provisional del general Eduardo Lonardi. En noviembre de 1955 se
convirtió en ministro de Industria del nuevo presidente provisional, general
Pedro Eugenio Aramburu, y renunció en junio del año siguiente. Ahora, se declara
promotor de lo que el denomina “El gran cambio”.
Frondizi, el hombre que
se había propuesto seducir y unificar en provecho propio a los más diversos
sectores, continúa desligándose de funcionarios civiles leales, solicita la
renuncia de militares que lo apoyan y los suplanta por oficiales que lo
detestan. En Argentina a precio de costo, Gregorio Selser escribe que, gracias a
este estilo, en septiembre de 1959 “el Ejército vuelve a ser aramburista,
ultragorila y, claro, antifrondizista”.
Fuera de los recovecos del poder,
las cosas no funcionan mejor. Ni siquiera la llegada de la primavera calma los
ánimos de los trabajadores. El 21 de septiembre, como protesta a las
antipopulares medidas económicas de Alsogaray, estalla el paro general más
importante desde la caída de Perón. Para complicar aún más la gestión del
presidente desarrollista, en diciembre se divulga la noticia de un “obsequio” de
fin de año: surge el primer brote guerrillero rural en Argentina,
los uturuncos. El “paquete” se encuentra en una zona montañosa del sudeste
de Tucumán.
La OEA, dócil
instrumento de EE UU. En 1962. a instancias de EE UU, la OEA
suspende a Cuba. En 2009, 47 años después y con la anuencia de EEUU,
se derogó aquella suspensión.
En enero de 1960 se denuncia que en
el país hay casi seis millones de pobres y un informe especial da cuenta de que
a cada hora mueren cinco lactantes. Mientras aumenta el costo de vida, el
ministro de Economía repite que “hay que pasar el invierno” y anuncia un futuro
feliz. Verano caliente Un periódico de Londres publica en febrero declaraciones
de Perón sobre los guerrilleros uturuncos y las elecciones legislativas que
deben realizarse el 27 de marzo. El general, que desde hace un mes vive en
España, la última y más prolongada etapa de su exilio, expresa: “En Argentina ha
comenzado la época de los cambios. Se realizarán elecciones el mes próximo y
millones de mis partidarios no podrán votar libremente. Ellos jamás aceptarán
eso. La lucha ha comenzado ya en las montañas de mi patria”. Mientras, crece
una polémica entre el secretario de Guerra gorila, general Rodolfo Larcher, y el
gobernador tucumano, Celestino Gelsi. El primero –que en 1951 se había sublevado
contra Perón– lo acusa de “cómplice de la guerrilla comunista” por no actuar con
mano dura. El segundo le responde que los uturuncos no son comunistas sino
peronistas y que la policía actuó con eficacia. En síntesis, el civil Gelsi le
da una pequeña lección de democracia al militar Larcher: “Son chicos de 16 y 18
años. Lo único que no hizo la policía de Tucumán fue balear a esos chiquilines.
Sería vergonzoso matar a adolescentes. Lamento mucho que el señor secretario de
Guerra haya olvidado que en nuestra tierra hay una Constitución Nacional y
constituciones provinciales”.
A mediados de marzo se producen atentados
contra objetivos económicos en el interior del país, entre ellos el incendio de
tanques de petróleo de la Shell en Córdoba. El gobierno aplica con intensidad el
Plan Conintes. Más de 3.500 personas son detenidas. En su mayoría, son
peronistas que han contribuido con sus votos al triunfo del presidente que ahora
los persigue y encarcela. Un solo abogado presenta 2.500 habeas corpus. Su
nombre es Fernando Torres y está vinculado desde 1954 a la Unión Obrera
Metalúrgica. El veterano Armando Cabo comparte una celda con su hijo Dardo.
Entre los jóvenes militantes apresados y condenados a prisión, se encuentran
Carlos Alberto Burgos, Gustavo Rearte, Tuli Ferrari, Héctor Spina, Jorge Rulli,
Envar el Kadri y
Felipe Vallese. Casi todos ellos, con el paso de los
años, se convertirán en figuras históricas de la Juventud Peronista , asociados
a su etapa más combativa. El constante uso de picanas eléctricas eleva el
consumo de electricidad en las comisarías y los cuarteles. El diputado
socialista Alfredo Palacios, a pesar de haber sido opositor a Perón, denuncia en
el Congreso: “Hoy también se tortura en el estado de derecho”.
En las
elecciones para renovación parcial legislativa del 27 de marzo, el peronismo
–que aún no ha sido legalizado– vota en blanco y el frondizismo gana sólo en 11
provincias. Los radicales del pueblo, adversarios de ambos, resultan
beneficiados en los comicios.
El 24 de abril de 1961, Frondizi pide la
renuncia de Álvaro Alsogaray, el ministro de Economía y de Trabajo que había
asegurado que para solucionar la crisis argentina “hay que pasar el invierno”.
Alsogaray nunca especificó cuál invierno ni cuántos años eran necesarios. El
primero de mayo se cumplen tres años de gobierno.
El hombre que llegó a la presidencia con la bandera del desarrollismo dirige
un mensaje al Congreso y reconoce las deficiencias de su gobierno. Quince días
después, comienza un conflicto ferroviario que durará siete meses.
Los diarios de
Buenos Aires muestran fotos de un Arturo Frondizi delgado, con el rostro
demacrado, pálido y ojeroso. El presidente se está quedando cada día más calvo.
Como contrapartida, la barba parece crecerle el doble: a las pocas horas de
afeitarse por la mañana, una sombra gris se le instala en la cara; por la tarde,
tiene aspecto de no haberse rasurado en dos días. El director de la revista de
humor político Tía Vicenta, Eugenio Colombres, más conocido como Landrú, publica
las caricaturas del mandatario: se le ve con puntitos en las mejillas y el
mentón. Los dibujos lo muestran flaco como un fideo, con ojos sorprendidos
detrás de los lentes y una nariz larga que parece un pepino.
Almorzando con el Che Guevara El 18 de agosto, Frondizi se reúne
secretamente en Olivos con Ernesto Che Guevara, ministro de Industria de Cuba.
El argentino-cubano ha llegado de Montevideo al discreto aeropuerto de Don
Torcuato pasadas las 10 de la mañana de ese día, en una avioneta uruguaya.
Muchos años después, Frondizi relatará que el encuentro se realizó por
iniciativa mutua, pero que él fijó las condiciones y Guevara las aceptó: el
traslado se haría bajo la responsabilidad del gobierno argentino, no se
anunciaría públicamente su visita y no hablaría con nadie más. El presidente
argentino ofrece que Argentina, Brasil y México medien en el conflicto entre
Estados Unidos y Cuba. Después, hablan de las situaciones de sus respectivos
países. El ministro cubano se sincera y le dice a su interlocutor que está casi
seguro de que las presiones políticas terminarán por derrocarlo. A mediodía,
Guevara acepta un bife de chorizo con papas hervidas que le ofrece la esposa de
Frondizi. Después, le solicita a su anfitrión que lo autorice a visitar a una
tía que vive de camino al aeropuerto y se despidie. Cuando Frondizi llega a
la Casa de Gobierno, le sale al paso su edecán militar de turno.
– Señor
–le dice con la voz alterada– ahí adentro lo espera una tormenta.
Altos
jefes de las Fuerzas Armadas lo aguardan fuera de sí. Buenos discípulos de las
academias militares norteamericanas, están convencidos de que la guerra fría
entre Washington y Moscú también se desarrolla en Buenos Aires. Los oficiales
acusan a Guevara de “criminal” y le recriminan a Frondizi no haber roto
relaciones diplomáticas con La Habana.
Tres días más tarde, el jaqueado
presidente tiene que explicar por radio el encuentro furtivo con uno de los
argentinos más detestados en esos años por los militares, casi con la misma
intensidad con que odiaban a Perón. “Solamente los débiles eluden la
confrontación con hombres que no piensan como ellos...
Nosotros no querríamos ser gobernantes de un pueblo que tiene miedo de
confrontar sus ideas con otras ideas”, afirma desde los micrófonos.
La
declaración radial no conforma a los militares. A la semana, renuncia el
ministro de Relaciones Exteriores, Adolfo Mugica, fundador del Partido
Conservador y ex diputado en el período 1938-1942. El canciller argentino había
declarado a la prensa que la entrevista entre Frondizi y Guevara se realizó con
conocimiento de Washington, pero el Departamento de Estado lo desmintió y lo
dejó colgado de la brocha. A esta altura, a Estados Unidos le importa un rábano
el gobierno frondizista. [Nota al pasar: en esa época todo parecía indicar que
Carlos Mugica, hijo del canciller, estaba destinado
por su origen social a ser un cajetilla de Barrio Norte, pero no fue así. Luego
de cursar dos años en la Facultad de Derecho, donde conoció y se hizo amigo de
Roberto Guevara, hermano del Che, el joven Mugica ingresó a un seminario
católico y se ordenó como cura en 1959, a los 30 años. Por la época en que el
Guevara llegó a Argentina, era vicario cooperador de la parroquia Nuestra Señora
del Socorro, en Barrio Norte, y asesor de la Juventud de Acción Católica, en el
Colegio Nacional de Buenos Aires. Fue uno de los fundadores del Movimiento de
Sacerdotes del Tercer Mundo, trabajó en villas miserias y militó en el
peronismo. El 11 de mayo de 1974 fue asesinado por
Rodolfo Eduardo Almirón, inspector de la Policía Federal y uno de los jefes
de la Triple A].
El históricamente antiperonista diario La Prensa acusa
de “procomunista” al mandatario que encarcela por igual a peronistas y
comunistas. Aramburu, ascendido a teniente general bajo este gobierno, censura
la conducta presidencial. La CGT suma su voz al coro de indignados.
1957-2008:
HACE 48 SE AÑOS SE ROMPÍA EL ACUERDO ELECTORAL PERÓN-FRONDIZI
Por José Luis Ponsico
En 1957 el recientemente fallecido Rogelio Frigerio, brazo
derecho de Arturo Frondizi en la UCRI (Unión Cívica Radical
Intransigente) hizo contacto en Caracas con Juan Domingo Perón. Ahí,
nació el acuerdo Perón-Frondizi. Transcurría en su plenitud la
"Revolución Libertadora" que se prolongó desde el 16 de setiembre de
1955 hasta las elecciones del 23 de febrero de 1958,. Ganó la
fórmula Frondizi-Gómez con el apoyo explícito de los votos
peronistas, según recuerda toda la cátedra política. El
peronismo estaba proscripto.
Sin embargo, ya en junio del 58 y a 45 días de la llegada al
Poder por parte del radicalismo intransigente con votos peronistas,
el intelectual más destacado del peronismo en aquel tiempo, John
William Cooke, planteaba las primeras dudas sobre el incumplimiento
del acuerdo Perón-Frondizi. Una carta de Cooke, recopilada por el
historiador Roberto Baschetti, dá cuenta ante la historia que el
pueblo peronista seguía padeciendo los efectos del tristemente
célebre Decreto-Ley 4161 del 5 de marzo de 1956, donde en su
artículo 10 quedaba prohibida -virtualmente- toda la cultura
peronista. -El pueblo no está confundido -escribío el Bebe Cooke
48 años atrás- y en los elencos gobernantes reina la indecisión.
Con el silencio de Juan Perón, los textos de John William Cooke se
distribuían mano en mano en todo el universo peronista. -Dicen
que el Presidente de la Nación, está presionado añadía. -Pero los
gorilas que lo presionan son nombrados por el propio doctor Arturo
Frondizi, sostenía el vocero en el invierno del 58. El malestar
creció en el segundo semestre. Frondizi vivía bajo la presión de las
fuerzas armadas. La toma del Frigorífico Lisandro De la Torre en
enero de 1959, marcó definitivamente antes y después en la relación
Juan Perón-Arturo Frondizi. Nacía el plan Conintes, Conmoción
Interna del Estado, con decenas de dirigentes sindicales
encarcelados y trasladados a la cárcel de Ushuaia. Empezaba otra
etapa en la vida política argentina, donde el gobierno de Frondizi,
brillante estadista, haría agua por falta de apoyo.
A la presión de los militares -cuando cayó en abril del 62, la UCRI denunció
más de diez intentos golpistas en cuatro años- se sumó el desborde
de los sindicatos. En enero de 1960, desde Ciudad Trujillo,
Panamá, Perón ya escribía -según la recopilación de Baschetti- sobre
la traición de Frondizi al tiempo que una carta a máquina y con su
firma de puño y letra, decía: -La traición de Frondizi al
justicialismo ha sido la traición al Pueblo. -Nos cierran el
camino de la lucha electoral proscribiendo a la mayoría popular
alertaba Perón en su exilio y al cabo de cinco años.
-Las oscuras fuerzas que desgobierna al país consideran que serán arrasadas
en cualquier contienda electoral. Mientras mandaba a organizar
el Partido Justicialista, el líder proscripto preguntaba: -¿Qué
camino le queda al Pueblo para imponer la razón y la justicia que le
asisten? se lee entre tantos documentos históricos. Por otra
parte, la Argentina conmemoraba, institucionalmente, el
sesquicentenario de su nacimiento como Nación. Corría 1960.
Fuente: Télam
En noviembre de 1961, en medio de la
prolongada huelga de ferrocarriles iniciada a mediados de mayo y el descontento
generalizado que incluye a la clase trabajadora, las Fuerzas Armadas, los
empresarios y los partidos políticos, incluido el propio, Frondizi inicia una
gira por varios países. Visita Canadá, Japón, la India y Tailandia. De regreso,
se detiene en Atenas, Hong Kong, Honolulu, San Francisco y Nueva Orléans. En
Palm Beach (Florida) se entrevista con el presidente John F. Kennedy. En
ausencia del presidente viajero y la inoperancia de los funcionarios del
ministerio de Trabajo, el cardenal Antonio Caggiano actúa como mediador en el
conflicto ferroviario y, tras una semana de negociaciones, el 10 de diciembre
logra levantar el paro.
El 31 de enero de 1962, la Séptima Reunión de
Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA), convocada en Punta
del Este, cede a las presiones de Washington y expulsa a Cuba del sistema
interamericano. Unos pocos países, entre los que se cuenta Argentina, se
abstienen de votar. Pero después, el gobierno inclina la cabeza ante las
presiones militares y rompe relaciones diplomáticas con Cuba. El papelón,
entonces, es doble.
“No renuncio, ni me suicido, ni me voy” Frondizi
viaja a Paraná, su ciudad natal, y el 3 de febrero pronuncia un discurso en el
que denuncia “una conspiración nacional e internacional” para derrocar a su
gobierno. Sabe que tiene las horas contadas.
El domingo 18 de marzo de 1962, se
realizan elecciones para legisladores nacionales y gobernadores provinciales.
Los peronistas triunfan en nueve provincias: Chaco, Jujuy, La Pampa , Neuquén,
Río Negro, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán y Buenos Aires, donde se
impone la fórmula Framini-Anglada. La UCRI sólo gana en la Capital Federal , y
por poco margen.
Al día siguiente, La Nación publica una columna política
que condena la victoria peronista. En su parte principal, el artículo expresa:
“A seis años de la revolución [libertadora] el país político olvidó su rumbo y
su destino. Las jornadas de septiembre [de 1955] no sólo abrieron una época.
Establecieron una nueva legalidad, un nuevo suelo institucional. Sobre sus
cimientos se basa el orden de hoy. El domingo, el país arrojó por la borda los
pilares del nuevo orden y jugó a todo o nada en una apuesta sin sentido. Hoy, en
medio de la perplejidad, hay que retomar el hilo y volver a tejer”. El artículo
lleva la firma del joven abogado Mariano Grondona, de 28 años.
Ese mismo
día, Frondizi vuelve a ceder a las presiones militares, interviene las
provincias y anula las elecciones. Pero ya es tarde. Un mero hecho protocolar
atrasa el derrocamiento: el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina de
Inglaterra, visita Argentina. Un golpe de Estado en su presencia hubiera sido
interpretado en Londres como un acto de mal gusto.
El 23 de marzo, José
María Guido va a despedirse de Frondizi porque viaja a Río Negro. Según Félix
Luna (Todo es Historia, Nº 99, agosto de 1975), se inició el siguiente diálogo:
– Usted no se puede ir –dijo el presidente.
– ¿Por qué? – Porque puede
ser necesario que se encuentre en la capital por las cosas que pudieran ocurrir.
– ¿Y qué puede ocurrir? –preguntó Guido. – Y... que las Fuerzas Armadas lo
consulten para saber si usted está dispuesto a asumir el gobierno en remplazo
mío. – Esa consulta me la pueden hacer por teléfono. Como yo tengo que
decirles que no, esa palabra se puede decir por teléfono. – Bueno –se rió
Frondizi–, váyase a Viedma si quiere, pero queda enterado.
Transcurren unos días muy confusos. El mandatario está sujeto a la Casa
Rosada con hilo de coser. El 27, envía una carta al Comité Nacional de la UCRI ,
en la que afirma: “No renunciaré, no me suicidaré, no me iré del país, ni
cederé”. Ajeno a todo, el imperturbable príncipe Felipe da por finalizada su
visita oficial y viaja a la estancia Blaquier, cerca de la ciudad bonaerense de
Lobos, para participar en un torneo privado de polo. A las 17:25 del 28 de
marzo, el comandante en jefe del Ejército se presenta en la Casa Rosada y le
pregunta a Frondizi si está dispuesto a renunciar.
– No –responde el
presidente– y mi posición es irrevocable.
A las siete de la mañana del día siguiente, oficiales de las tres fuerzas se
presentan en la residencia presidencial de Olivos con la orden de detener al
mandatario. – Señores –les dice Frondizi– estoy a su disposición.
Una
hora y media después, un avión de la fuerza aérea lo conduce a la isla Martín
García y lo confina en una dependencia de la marina. Un comunicado de los
comandantes de las tres armas señala que Frondizi “carece de fuerza, de
autoridad moral y política para resolver la situación”. Lo que el viento se
llevó Los oficiales de las Fuerzas Armadas, formados en el mitrismo, habían
“comprado” la ideología tardía de la Guerra Fría en cursos de especialización de
Estados Unidos, sobre todo en la tristemente célebre Escuela de las Américas,
más conocida como “Escuela de dictadores”, ubicada en Fort Gulick, en la hoy
desmantelada de la Zona del Canal de Panamá. En Argentina a precio de costo,
Gregorio Selser escribe: “Una de las arduas tareas del Frondizi candidato
presidencial y del Frondizi presidente iba a ser la de tratar de convencer a los
militares de que no era comunista ni estaba a sueldo de Moscú o de Pekín. Pese a
todo lo que hizo para probarlo –y le sobraban pruebas para ello– hasta hoy lo
que queda de aquella oficialidad sigue creyendo en la fábula del presidente
comunista. Ironías de la historia: el maquiavelito de Corrientes no pudo
convencer ni a aquellos a quienes servía acerca de su verdadera identidad
política”.
Frondizi llegó al gobierno con votos prestados, pero no pudo
satisfacer a todos y terminó enredado en sus propios vaivenes. Bajo el gobierno
de Perón y durante su propia campaña electoral, había sido un vigoroso opositor
a las inversiones de compañías petroleras extranjeras; como presidente firmó
contratos con empresas de otros países. Utilizó un discurso nacionalista, pero
en 1959 “desnacionalizó” del frigorífico Lisandro de la Torre. Prometió un trato
especial a la clase obrera, en especial a los peronistas, pero sólo en ese año
un millón y medio de trabajadores tomaron parte en más de 45 conflictos
laborales. Impuso el Plan Conintes, designó interventores en más de 20
sindicatos y declaró zonas militares a La Plata, Berisso y Ensenada, ciudades
habitadas fundamentalmente por obreros. Al asumir en mayo de 1958, Frondizi
había declarado: “El debate entre los trabajadores se desarrollará sin
injerencia alguna del Estado. Quedará descartada la intromisión policial en la
vida sindical”. A esas palabras se las llevó el viento. Su política económica,
su insensibilidad social y la resolución violenta de los conflictos fueron la
causa de que el movimiento obrero encabezara –sin que medie una orden de Perón–
el doble de huelgas que las realizadas durante el régimen de la Revolución
Libertadora.
Frondizi logró, sin embargo, una especie de milagro de
unidad nacional: casi todos los sectores de la sociedad argentina coincidieron
en su contra. Gorilas, peronistas, nacionalistas, izquierdistas y militares lo
detestaban. Unos los acusaban de represor del peronismo y otros de cómplice del
partido proscrito. Algunos lo condenaban por “judío y marxista”… y todos por
“entreguista de los recursos naturales”.
De una campaña de sesgo popular, en
la que los espacios mayores fueron para la simpática socialcristiana Gabriela
Michetti, la gestión de Mauricio Macri como gobernador porteño evidencia un
claro giro hacia la influencia de un dirigente que demostró no mover las
encuestas, como Horacio Rodriguez Larreta. Ya desde los primeros vetos se nota
un favoritismo hacia los negocios de los llamados “desarrolladores”.
Por
Fernando Del Corro
En sus últimos dias de vida, la
Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) votó algunos proyectos
que tenia en trámite desde hacia tiempo. En esas primeras jornadas de diciembre
de 2007 y últimas para 30 de sus antiguos miembros, entre esos proyectos
convirtió en ley a dos que tenian un claro sentido reivindicatorio de carácter
histórico y social. Uno fue el relacionado con una reparación moral y monetaria
para los viejos presos Conintes y otra un mecanismo de preservación de los
bosques de Palermo que sufren una progresiva degradación en aras de negocios.
Quienes conocen los temas apuntan a la cabeza del jefe de Gabinete, el ex
desarrollista devenido en peromenemista y ahora macrista Horacio Rodriguez
Larreta. En el caso del Parque Tres de Febrero, como es la denominación oficial
de los bosques de Palermo, también se carga contra Juan Pablo Piccardo, el
ministro de Medio Ambiente y Espacio Público.
Los vetos pasaron casi inadvertidos
para el gran público en el marco de otras cuestiones nacionales y, en el caso de
la CABA, a raiz de la virulenta suba de la tasa inmobiliaria, del despido de
2.500 empleados públicos a los que se calificó de ñoquis sin investigación
previa alguna y la descomedida expulsión de cartoneros de predios ocupados en
Belgrano. La cuestión es que los grandes medios masivos no tuvieron,
entonces, lugar para atender el problema de los viejos presos Conintes.
Los presos Conintes
Macartismo
Todavía en esos años el del anticomunismo era todo un tema en la
sociedad y había numerosas ligas e instituciones que luchaban contra
el “terror rojo”.
La Federación Argentina de Entidades
Antidemocráticas Anticomunistas (FAEDA) promueve a través de nueve
solicitadas publicadas en varios diarios una intensa acción de
estrategia macartista en la que ve “rojos” infiltrados en medios de
comunicación. Quien sale al frente de esas denuncias, con enorme
valentía, considerando que la gente de FAEDA hace terrorismo de
ultraderecha contra la libertad de expresión, es Augusto Bonardo,
que da respuesta al grupo desde su programa de televisión “La gente”
publica un documento titulado “Antología de un asco en la
Argentina”.
[Carlos Ulanovsky, "Paren las rotativas"]
El Plan Conintes (de Conmoción
Interna del Estado) fue sancionado durante el segundo gobierno de Juan Domingo
Perón pero nunca se llegó a instrumentar hasta su destitución en septiembre de
1955. Apuntaba a evitar la aparición de grandes protestas sociales, al punto de
que se podian militarizar zonas y practicar allanamientos y detenciones sin
órdenes judiciales. La norma daba al Poder Ejecutivo Nacional (PEN) una enorme
discrecionalidad represiva. Perón, responsable de su sanción, no tuvo presos
Conintes. Pero quienes lo derrocaron en nombre de la democracia, acusándolo de
déspota y represor, no la derogaron.
Quedó en el arcón de la legislación no aplicada hasta que apareció como
presidente Arturo Frondizi al frente de su Unión Civica Radical Intransigente
(UCRI), que llegó al gobierno con los propios votos más los de los comunistas y,
fundamentalmente, los de los peronistas, como resultado del muchas veces negado
pero real Pacto Perón-Frondizi.
Frondizi, originario de la izquierda del
histórico radicalismo, habia llegado con un programa popular del que rápidamente
se alejó para llegar a tener ministros de Economia como Alvaro Alsogaray y
Roberto Alemann, a lo largo de sus casi cuatro años de gestión. En ese giro a la
derecha chocó rápidamente con la mayor parte de sus votantes en un cambio de
clientela politica.
Asi fue como la mayor parte de los sindicatos, en
manos del proscripto peronismo, como los 19 dirigidos por el Partido Comunista,
pasaron a una dura oposición destacándose largas huelgas como las de bancarios,
ferroviarios y personal del frigorifico nacional que habia sido creado por el
presidente Marcelo T. de Alvear en 1923. Ante ello Frondizi desempolvó el Plan
Conintes que fue aplicado con todo entusiasmo. Miles de trabajadores y de
militantes politicos fueron a parar a la cárcel. La gran mayoria de aquellos
presos Conintes a lo largo de este casi medio siglo transcurrido ya no está en
este mundo. Cuando el entonces legislador kirchnerista Francisco Miguel Talento
lanzó su proyecto reparador, en toda la CABA se habian detectado apenas 15
sobrevivientes.
El extraño argumento para el veto
impulsado por Rodriguez Larreta es lo oneroso que podia haber sido pagar tantas
pensiones. ¡No más de 30.000 pesos al mes!, en el marco de las erogaciones del
gobierno porteño, que ha incrementado fuertemente los salarios de sus
funcionarios. Pero lo que subyace es una cuestión politica, mucho más cuando
Rodriguez Larreta es de viejo cuño desarrollista.
Consultado el secretario de Derechos
Humanos del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el ex diputado por
el Frente para la Victoria (FPV), Helio Rebot, respondió: "La aplicación y
decisión de implementar el Plan Conintes fue una repudiable instrumentación de
nivel nacional. En tal sentido, desde nuestro gobierno no negamos ni ignoramos
el sufrimiento y dolor de sus victimas. No obstante, cualquier politica de ayuda
o subsidio debe sancionarse en el Congreso de la Nación, ante lo cual desde
luego que el gobierno de Mauricio Macri se adheriria".
Los bosques de
Palermo
Asi como los parientes de los viejos Conintes lograron la ley para sus
mayores, la ONG de los “Amigos del Lago de Palermo” obtuvo algo que resulta
espectacular para la Argentina y para muchos paises como el nuestro: que se
creara un organismo descentralizado para administrar el parque y que ese cuerpo
administrador estuviese integrado por gente de alto nivel que se ganara el lugar
por concurso. Increiblemente fue votado y aprobado en esas jornadas de
despedida.
Pero tampoco Macri y Rodriguez Larreta quisieron saber nada
con dejar el manejo de los bosques a un grupo especializado que, seguramente,
una vez que se hiciera cargo, no permitiria que atendiendo a razones de
“negocios” continuara la apropiación de tierras por intereses de los más
diversos, pero que se trata de intereses de unos pocos y no de los millones de
porteños y de visitantes de esta urbe que pueden gozar de un paseo, o de un
lugar para la práctica de ejercicios libremente.
Está claro que los negocios particulares quieren ir por más, ya que haber
reducido el “Parque Tres de Febrero” en un 85 % no parece suficiente. Pero,
además, se planteaba otro riesgo aún mayor. Que la administración independiente
comenzase a hurgar entre las irregulares formas de apropiación que ha habido a
lo largo de los años por parte de clubes deportivos, como Gimnasia y Esgrima de
Buenos Aires, y hasta de simples negociantes. Y, en consecuencia, dar marcha
atrás con algunas de esas apropiaciones.
La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sanciona con
fuerza de Ley
Articulo 1°.- Las personas que hubieran estado detenidas,
procesadas, condenadas y/o a disposición de la justicia o de los Consejos de
Guerra, conforme lo establecido por el Plan CONINTES (Conmoción Interna del
Estado), tendrán derecho a la percepción del beneficio establecido por la
presente ley. Los beneficiarios deberán haber residido en el momento de la
detención en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o en la actualidad con al menos
un (1) año de antigüedad, y no deberán percibir beneficio nacional o provincial
alguno, por motivos similares.
Articulo 2°.- El beneficio que establece
la presente ley se percibirá en forma mensual y será igual a una remuneración
mensual no inferior al monto que percibe un agente categoria A1, del tramo y
nivel profesional de la administración de la Ciudad.
Articulo 3°.- El
beneficio tendrá el carácter de bien propio, será inembargable, no podrá ser
cedido, ni transmitido por ningún acto juridico.
Articulo 4°.- Los
beneficios establecidos en la presente ley no son incompatibles con sueldos,
honorarios, jubilación o pensión que pudiere recibir el beneficiario por otras
causas.
Articulo 5°.- El beneficio caduca automáticamente por cobro de
otro subsidio, reparación o beneficio por idéntica causa que sea creado a nivel
provincial o nacional.
Articulo 6°.- En caso de
fallecimiento de las personas a las que les corresponde recibir el beneficio
establecido en el articulo 2° de la presente ley, tendrán derecho a la
percepción del mismo los siguientes derechohabientes en el orden de prelación
descrito:
El/la cónyuge al momento de la detención del beneficiario
fallecido.
Los/as hijos/as nacidos/as o por nacer al momento de la detención del
beneficiario fallecido, que será dividido por partes iguales entre los mismos.
Articulo 7°.- El Poder Ejecutivo realizará las adecuaciones presupuestarias
necesarias para garantizar el cumplimiento de la presente ley desde el momento
de su entrada en vigencia.
Articulo 8°.- El Poder Ejecutivo reglamentará
la presente ley dentro de los treinta (30) dias de promulgada.
Doctrina
de la Seguridad Nacional
La Doctrina de Seguridad
Nacional considera a los propios ciudadanos de un país como posibles
amenazas a la seguridad. La doctrina fue un producto del pensamiento
de la Guerra Fría, que mantuvo al mundo dividido en dos campos
antagónicos. Fue ideada por los sucesivos gobiernos de los Estados
Unidos y divulgada mediante el entrenamiento de los distintos
ejércitos latinoamericanos, en Panamá.
Existía la convicción,
en ciertas áreas del gobierno estadounidense, de que el bloque
comunista tenía como principal objetivo el convertirse en la única
potencia mundial y reorganizar la sociedad mediante la expansión del
comunismo soviético. Sobre esta base se extendió el temor de que
surgieran en los países 'subdesarrollados', especialmente en América
Latina, focos de resistencia comunista. Los EE.UU. tenían sus
intereses latinoamericanos bien protegidos por los gobiernos
dictatoriales que habían instalado en épocas anteriores. Pero con la
influencia de la revolución cubana de 1959 y el creciente
pensamiento comunista o socialista entre los estudiantes, por
primera vez surgía la idea de que el pueblo del propio país podía
constituir una amenaza a la seguridad nacional.
Empleando
esta doctrina los Estados Unidos consiguen unificar el accionar de
las distintas dictaduras genocidas latinoamericanas, instaladas por
la CIA, como la de Augusto Pinochet (en Chile), Alfredo Stroessner
(en Paraguay), Jorge Rafael Videla, Roberto Viola y Leopoldo
Galtieri (en Argentina, 1976-1983), Juan María Bordaberry en
Uruguay, el general Banzer (en Bolivia, 1971-1978), la dinastía de
los Somozas (en Nicaragua), El Salvador durante sus más sangrientos
años de guerra civil y Julio César Turbay Ayala con su famoso
Estatuto de Seguridad (en Colombia, 1978-1982). Para implementar la
doctrina, los Estados Unidos instalaron la Escuela de las Américas
en Panamá. La idea fue de impulsar el equilibrio político en América
Latina. Allí, durante casi cuarenta años, las técnicas más salvajes
de interrogatorios mediante torturas fueron enseñadas a militares
sudamericanos, quienes eran los encargados de efectuar el trabajo
sucio de contrainsurgencia.
La doctrina llega a formar una
parte importante de la ideología de las fuerzas armadas en América
Latina, quienes por primera vez extienden su papel de defensores de
las fronteras nacionales con la defensa contra el propio pueblo.
Además la doctrina propaga una visión amplia del enemigo: no sólo se
consideran terroristas, insurgentes o subversivos a las personas con
armas como bombas o revólveres, sino también a las personas que
propagan ideas en contra del concepto de la sociedad nacional que
tiene el gobierno. Cuando se interpreta al enemigo insurgente de tal
manera, se puede fácilmente ordenar a todo el mundo bajo esta
definición, según conviene por otros motivos. Además, los
insurgentes subversivos son considerados traidores a la patria y por
consiguiente no se los toma como sujetos de derecho sino como seres
viles, animales o fuentes de maldad. Por esto la doctrina justifica
utilizar métodos atroces y aberrantes para detectar y eliminar al
enemigo.
Tiene dos vertientes, la primera de origen
norteamericano y la segunda, de origen francés con la lección
aprendida por el General D'Allegret tras las derrotas en las guerras
de independencia de Indochina y Argelia. Es conveniente añadir que
en Argentina, uno de los precursores de la doctrina de la seguridad
nacional fue el plan CONINTES, sancionado y puesto en práctica
durante el gobierno de Arturo Frondizi en 1958. La sigla significa
«CONmoción INTerna del EStado» y consistía en poner a las Fuerzas
Armadas y de seguridad a disposición de la represión interna,
posibilitando la militarización de los grandes centros urbanos y
permitiendo allanamientos y detenciones de líderes opositores.
Durante la dictadura genocida de 1976-1983, los oficiales conocían
dicha norma, pero según sus declaraciones algunos ignoraban que
fueran parte de la Doctrina de Seguridad Nacional.
Articulo 9°.- Comuniquese, etc.
SANTIAGO DE ESTRADA ALICIA BELLO
LEY N° 2.601
Sanción: 06/12/2007 Vetada: Decreto Nº 43/008 del 15/01/2008 Publicación:
BOCBA N° 2852 del 17/01/2008 DECRETO N° 43/08
Buenos Aires, 15 de enero de 2008.
Visto el Proyecto de Ley N°
2.601 y el Expediente N° 95.515/07, y
CONSIDERANDO:
Que mediante el expediente citado en
el visto tramita el Proyecto de Ley N° 2.601, sancionado por la Legislatura de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el dia 6 de diciembre de 2007, a través del
cual se establece en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un
beneficio remuneratorio mensual destinado a las personas que hubieran estado
detenidas, procesadas, condenadas y/o a disposición de la justicia o de los
Consejos de Guerra, conforme lo establecido por el Plan CONINTES (Conmoción
Interna del Estado);
Que, si bien se estima loable el espiritu
reparatorio del proyecto de ley de marras, cabe merituar que resulta confusa la
naturaleza juridica del beneficio que se intenta establecer en el mentado texto;
Que, en este sentido, no es posible determinar fehacientemente si se trata de un
subsidio u otro tipo de beneficio, o si el mismo tiene o no carácter vitalicio,
todo lo cual acarreará inevitablemente dificultades operativas al momento de
concretar la operatoria dirigida a la recepción del mismo;
Que, en este
orden de cosas, resulta menester señalar que no ha sido contemplada en la
legislación dictada a nivel nacional la reparación de las personas alcanzadas
por el Plan CONINTES, siendo el Congreso de la Nación el ámbito natural de
discusión de tales medidas por cuanto el referido plan tuvo alcance e
instrumentación en todo el territorio nacional;
Que en virtud de ello, se
torna inadecuada la instrumentación de legislaciones estaduales de alcance
territorial acotado, tal cual se propicia en el proyecto de ley sub examine;
Que, asimismo, el proyecto en cuestión se dirige hacia aquellos beneficiarios
que hubieran tenido su residencia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires "…en el
momento de la detención …o en la actualidad con al menos un (1) año de
antigüedad…". Esta última circunstancia tendria la virtualidad de instrumentar
un programa reparatorio de alcance nacional toda vez que basta con tener un solo
año de residencia en nuestra ciudad para que ello genere derecho a la recepción
de un beneficio, con presumible carácter vitalicio;
Que, por otra parte,
no han sido acompañados con el referido proyecto de ley estudios técnicos de la
especialidad que permitan tener una idea acabada tanto del número de
beneficiarios potenciales del programa, como asi también del importe final que
demandaria para el erario público su implementación, datos con los que -de
manera imprescindible- debe contar previamente el Poder Ejecutivo de cara a la
puesta en marcha de un programa de tan vasto alcance;
Que, en esta
inteligencia, cabe señalar que el gasto que implicaria el inicio del programa en
cuestión no fue oportunamente valuado ni ponderado, y actualmente se carece de
recursos especificos para ser destinados a su implementación, no contándose en
la actualidad con partidas para afrontarlo dentro del presupuesto de gastos y
recursos para el corriente año;
Que, por los argumentos esgrimidos
precedentemente, y sin perjuicio de que oportunamente se lleven adelante
acciones de gobierno que permitan asistir particularizadamente a aquellas
personas comprendidas dentro del universo de potenciales beneficiarios del
mismo, corresponde hacer uso del mecanismo excepcional de veto, conforme lo
prescripto en el articulo 87 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires;
Por ello, en virtud de las facultades legales constitucionales que
le son propias,
EL JEFE DE GOBIERNO DE LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES DECRETA:
Articulo 1° - Vétase el Proyecto de Ley N° 2.601, sancionado por la
Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en la sesión de fecha 6 de
diciembre de 2007.
Articulo 2° - El presente decreto es refrendado por el
señor Jefe de Gabinete de Ministros.
Articulo 3° - Registrese, publiquese
en el Boletin Oficial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, comuniquese a la
Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por intermedio de la
Dirección General de Coordinación de Asuntos Legislativos y Organismos de
Control, y pase para su conocimiento a la Subsecretaria de Derechos Humanos,
dependiente de la Vice Jefatura de Gobierno. Cumplido, archivese. MACRI -
Rodriguez Larreta
El primer gran cambio del sistema ferroviario luego de la estatización del
servicio dispuesta durante la presidencia de Juan Domingo Perón llegó de la mano
de Arturo Frondizi, que ocupó el sillón de Rivadavia entre 1958 y 1962.
Frondizi decretó, en mayo de 1961, un plan de racionalización de trenes que
desembocó en la privatización de servicios relacionados, en el congelamiento del
déficit de explotación, en el levantamiento de vias y en una de las mayores
huelgas de empleados del sector.
El objetivo del plan, según lo señala
el primer mandatario en sus discursos, era mejorar el transporte en una
Argentina que contaba con nuevos centros de producción y, al mismo tiempo,
terminar con el déficit ferroviario, que representaba “casi el 80% del déficit
total del presupuesto de la Nación”.
“Los ferrocarriles (en manos de la
Empresa Ferrocarriles del Estado Argentino, EFEA) no cumplen su función porque
su trazado en abanico converge hacia Buenos Aires y porque carecen del material
indispensable para transportar los frutos del pais y las mercaderias, que se
deterioran en largas esperas en las playas de depósitos”, explicó Frondizi en un
discurso pronunciado en 1961.
“Para la Argentina agropecuaria del siglo
pasado y a comienzos del siglo presente –agregó– bastaba una red de
comunicaciones que conectara las praderas donde se cultivaba el cereal y crecia
el ganado con el puerto de Buenos Aires. Pero la Argentina de hoy no es la misma
que la de nuestros abuelos. Hoy se producen tabaco, arroz, té, yerba mate y
centenares de productos agricolas y forestales en todo el pais, desde La Quiaca
hasta Tierra del Fuego.”
Los cambios de la geografia económica
representaban una buena justificación para el plan de racionalización. Pero
igual de importantes fueron las razones estrictamente monetarias que Frondizi
detalló sus discursos:
“Actuaremos drásticamente para
mejorar el servicio ferroviario y suprimir el enorme déficit del orden de los
23.000 millones de pesos. Para valorar esta cifra conviene recordar que el
presupuesto total de la Nación alcanza a 120.000 millones de pesos.”
“Cada argentino –dijo en otra oportunidad– contribuye con 1000 pesos anuales a
enjugar las pérdidas de un sistema ferroviario que no sirve al pais ni a los
sufridos usuarios del servicio.”
“Empeñado en racionalizar”
La Unión Cívica
Radical (UCR) calificó duramente la escisión de la Unión Cívica
Radical Intransigente (UCRI) de la mano de Arturo Frondizi
Según señala un estrecho colaborador
del ex presidente, éste estaba “empeñado en racionalizar la parte ferroviaria”,
y asi llegó en mayo el decreto 4061, que puso en marcha el plan.
A
través del decreto se dispuso, por un lado, el congelamiento del déficit de
explotación de los ferrocarriles nacionales y la prohibición de “nuevas
inversiones para la adquisición de bienes o recuperación de los existentes”.
También trajo a escena un factor que
hoy resulta familiar: la privatización. Pero en este caso se sancionó “la
transferencia a la actividad privada de servicios o actividades complementarias
que no integren la explotación ferroviaria especificamente considerada,
comenzando por los servicios de confiteria, restaurantes y coches comedor”.
También se decretaron la intervención de EFEA y el levantamiento de 4000
kilómetros de vias. En conferencia de prensa, el entonces ministro de Obras
Públicas, Arturo Acevedo, señaló que en la primera fase del plan serian
levantados 800 kilómetros de vias de los ferrocarriles Mitre, Urquiza y Belgrano
que pasaban por Buenos Aires, Santa Fe, Santiago del Estero y Chaco.
Los
sindicatos del sector, Unión Ferroviaria y La Fraternidad, se opusieron
inmediatamente a las nuevas disposiciones. La resistencia fue tal que se llegó a
constituir una comisión mixta para revisar las privatizaciones, pero no hubo
acuerdo y el 26 de octubre se inició una huelga que finalizó recién el 11 de
diciembre de 1961.
Negociación agotadora
La huelga poco tuvo de
pacifica, y Frondizi firmó, el 1º de noviembre, un decreto que habilitó la
intimación al personal ferroviario a la reanudación de sus tareas. Y lanzó
también el Plan Conintes (Conmoción del Orden Interno del Estado) a través del
cual se detuvo a los principales lideres ferroviarios para trasladarlos a
diferentes presidios del pais.
“Habia mucha gente que se oponia
fuertemente al plan y el presidente seguia con máximo detalle todo”, recuerda el
colaborador de Frondizi. Luego de 42 dias de negociación, y con la mediación de
monseñor Antonio Caggiano, gobierno y ferroviarios llegaron a un acuerdo que
mantuvo el plan de racionalización a cambio de mejores salarios y la
participación gremial en EFEA.
“Frondizi puso todo al servicio de un
plan de desarrollo en el cual los ferrocarriles debian complementarse con la red
caminera”, señala Albino Gómez, escritor, periodista y encargado de redactar los
discursos del ex presidente. “El tema le demandó mucho tiempo y mucha energia a
Frondizi”, agregó.
No sólo tiempo, también colaboradores. El primer
mandatario perdió en medio de las negociaciones con los ferroviarios a sus
ministros de Obras Públicas y Economia, Acevedo y Roberto Alemann,
respectivamente. Pocos meses después perderia su cargo en el golpe de Estado de
1962.
Hacia fines de 1958 el
gobierno de Arturo Frondizi abandonó rápidamente su retórica de desarrollo
industrial nacional para inclinarse hacia una industrialización dependiente del
capital extranjero y del imperialismo.
La Argentina ingresaba a una
crisis crónica de balanza de pagos y, a cambio de un préstamo del FMI, Frondizi
se comprometía a la aplicación de un llamado Plan de Estabilización, basado
esencialmente en la liberalización del mercado cambiario, la devaluación del
peso y un enorme estímulo a la inversión extranjera mediante rebajas
impositivas, permiso ilimitado para remesa de beneficios al exterior, reducción
radical de tarifas aduaneras, suspensión de control de precios y restricciones
comerciales.
Junto con esto, la congelación salarial, el aumento drástico
de tarifas, la reducción del gasto mediante la paralización de la obra pública y
el despido de la planta de empleados públicos de 40.000 agentes, además de
privatizaciones en el sector petrolero, productivo y de servicios. Bah, la
clásica receta del Fondo Monetario, pero que entonces sonaba novedosa...
La resistencia y la lucha contra ese
plan alcanzó su pico más combativo a mediados de enero de 1959, tras la
privatización del frigorífico Lisandro de la Torre. El día 17 de enero el
ejército, con tanques, desalojó a los obreros huelguistas de la planta. Cientos
fueron encarcelados.
El 17 de julio de 2005 moría el histórico dirigente del
peronismo Sebastián Borro. Tenía 83 años y una larga y respetada
trayectoria. Delegado sindical desde muy joven, acompañó a Perón
desde el 17 de octubre de 1945. Sin embargo, su etapa de más
compromiso –y más trascendencia pública– se produjo después del
golpe de 1955. Sus compañeros lo eligieron secretario general del
gremio de la carne en diciembre de 1958. Un mes después encabezó la
resistencia a la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre,
dispuesta por Arturo Frondizi a pesar de la oposición de sus siete
mil trabajadores. Los obreros ocuparon la planta por 48 horas pero
fueron reprimidos por dos mil policías equipados con armas largas y
tanques Sherman de la Segunda Guerra Mundial. Tras el violento
desalojo, Borro fue cesanteado y detenido. La misma suerte corrieron
94 obreros.
Además de su militancia sindical –fue uno de los
fundadores de las 62 Organizaciones, surgidas en oposición a los
gremios colaboracionistas–, Borro tuvo participación en la política
partidaria. En 1962 fue candidato a diputado nacional, pero las
elecciones fueron anuladas por Frondizi cuando constató que el
peronismo mantenía intacta su fuerza electoral. En el exilio
frecuentó a Perón en España. Fue uno de los pocos dirigentes
peronistas que se entrevistó con Ernesto “Che” Guevara. Otro
conocido fue John William Cooke, “el Bebe”, delegado de Perón en los
primeros tiempos de la Resistencia, quien se entrevistó con el Che
en La Habana en 1960. Borro y Cooke se conocían desde la ocupación
del frigorífico.
En 1973, Borro estuvo entre los
participantes que viajaron en el avión charter con el que Perón
retornó a la Argentina. Tuvo muy buena relación con el empresario
Jorge Antonio. Luego se fue vinculando con la Tendencia
Revolucionaria y llegó a ser dirigente del Peronismo Auténtico, el
partido creado por los Montoneros en 1975. Con el retorno de la
democracia, volvió a ubicarse en el peronismo hasta que, tras la
aparición de Carlos Menem, se sumó al Frente Grande. Por ese partido
fue electo concejal de la ciudad de Buenos Aires. En los últimos
años su figura fue reivindicada por grupos que comenzaron a
investigar los años de la Resistencia.
Su nombre es
paradigmático de esa época, junto con Avelino Fernández y Andrés
Framini, Jorge Di Pasquale y Armando Cabo. En esos tiempos los
peronistas –que tenían prohibido nombrar a su líder por el decreto
4161– se expresaban a través de metáforas: el tango “Fumando espero”
o las “no me olvides”, las flores azules a las que recurrió Arturo
Jauretche para un poema. Eran guiños para entendidos. Uno de esos
entendidos era Borro, el mismo que fue testigo del bombardeo a la
Plaza de Mayo. Nunca pudo olvidar esas imágenes: “En el primer
momento ellos ponen la bandera blanca y la gente grita: Pe-rón,
Pe-rón, y cuando van cruzando la calle, la ráfaga de ametralladora
otra vez”, contó en un reportaje.
Una década antes que el Rosariazo y
el Cordobazo, en una comuna de alcances, metodología y conciencia verdaderamente
revolucionarios, el pueblo de la ciudad de Buenos Aires protagonizó una heroica
gesta tras la toma por sus nueve mil obreros del frigorífico municipal Lisandro
de la Torre para enfrentar a la privatización ordenada por el gobierno. Los
objetivos, los métodos, y la organización propia de la clase trabajadora,
arrastró tras de sí al barrio entero, Mataderos, que dependiente de la vida y
funcionamiento de la gigantesca fábrica, se plegó en una insurrección popular
inusitada, mientras millones de trabajadores participaron de la huelga general
de solidaridad, impuesta por el ímpetu y la fuerza de los hechos, a la
conducción vacilante de la CGT.
En el Lisandro se faenaban un millón y medio de kilos de carne vacuna por
día, además de ovina y porcina. La importancia del Lisandro de la Torre para una
política nacional de carnes era inmensa, pues regulaba a todos los demás, y
permitía al Estado recuperar una gran cantidad de divisas provenientes de su
cuota de exportación, a la vez que fijaba el precio al consumo.
Conocida la noticia de la
privatización del frigorífico más grande de América latina, los trabajadores se
organizaron para resistirla. La fábrica contaba con un sindicato autónomo ganado
por una lista peronista de línea dura conducida por Sebastián Borro, y un
poderoso y disciplinado cuerpo de delegados que funcionaba con andato
democrático de asamblea. Los obreros se preparaban para rechazar la
privatización.
Tenían un contraproyecto para aumentar la productividad y
el rendimiento de la planta mediante la adquisición de maquinaria para la
utilización y aprovechamiento del sebo, la cerda, la sangre, las pezuñas,
etcétera.
Al decir de los trabajadores: -Lo único que no pudimos lograr
fue una forma de industrializar el mugido.
Tenían además un argumento de
hierro para justificar el mantenimiento del establecimiento en manos del Estado:
el frigorífico había servido como un enorme freno contra las empresas
monopólicas. El 14 de enero, sin embargo, se sanciona la ley de privatización.
Una asamblea de los trabajadores decide la toma y el paro por tiempo
indeterminado. Se pide a las 62 Organizaciones, además, que convoque a un paro
general. Se forman grupos de obreros para cuidar la maquinaria, evitar sabotajes
y atender a los animales.
Previendo la posible represión y basados en
experiencias anteriores, organizan la defensa: mantener la caldera encendida
para resistir con mangueras de agua caliente; apostar un grupo de obreros para
largar la hacienda acumulada si entraban a desalojarlos. Otra comisión visita
comercios y vecinos buscando ayuda solidaria. Dos horas después de tomado el
frigorífico, decenas de miles de personas rodean la planta en señal solidaria.
Durante toda la jornada la fábrica será el centro organizador: estudiantes,
vecinos, familiares, comerciantes, todos participarán. La prensa nacional se
apostaba en la entrada, ante el portón en el que se cuelga una bandera que reza
-En defensa del patrimonio nacional.
Ante la proclama de la huelga, el
Comando Nacional de la Resistencia peronista, a través de John William Cooke,
declaraba: -Los agentes del imperialismo, desde los cargos oficiales, utilizan
el monopolio de la propaganda para atribuir a la huela general los móviles más
aviesos y las complicidades más absurdas.
(...) Esta huelga es política, en el sentido de que obedece a móviles
más amplios y trascendentes que un aumento de salarios o una fijación de jornada
laboral. Aquí se lucha por el futuro de la clase trabajadora y por el futuro
de la nación. Los obreros argentinos no desean ver a su patria sumida en la
indignidad colonial, juguete de los designios de los imperialismos en lucha.
(...) En un país sometido al capital foráneo, no hay posibilidades de desarrollo
nacional. Tampoco puede existir una justa participación de la clase trabajadora
en la conducción política, ni en el reparto del producto social. (...) Si los
medios de lucha que ha usado no son del agrado de los personajes que detentan
posiciones oficiales, les recordamos que los ciudadanos no tienen posibilidad de
expresarse democráticamente y deben alternar entre persecuciones policiales y
elecciones fraudulentas. No es posible proscribir al pueblo de los asuntos
nacionales y luego pretender que acepte pasivamente el atropello de sus
libertades, a sus intereses materiales y a la soberanía argentina. No sé si este
movimiento de protesta es -subversivo-eso es cuestión de terminología, y en los
países coloniales son las oligarquías las que manejan el diccionario.
(...) Por ello el pueblo está en su derecho de apelar a todos los recursos y a
toda clase de lucha para impedir que siga adelante el siniestro plan
entreguista. Como representante de Frondizi, el jefe de la Policía Federal,
el capitán Ezequiel Niceto, negocia con los obreros y les conmina a que reanuden
el trabajo. Les sugería además que pensaran en hacer una cooperativa para
arrendar el frigorífico. Los obreros rechazan la propuesta. Al día siguiente se
comunica la decisión gubernamental: -Si se mantiene la huelga y la ocupación, el
Poder Ejecutivo actuará con toda decisión y energía. Los representantes obreros
responden: -(...) el gremio ha decretado la huelga en una asamblea, y nosotros,
que somos los representantes del gremio, la haremos cumplir hasta que sea
derogada la ley. A la medianoche del día 16, el Ministerio de Trabajo declara
ilegal el paro y ordena desalojar el establecimiento a las 3 horas del día 17 de
enero. Se desencadena la represión.
Los piquetes obreros colocados en
cada esquina dan la alarma. A la madrugada, veintidós ómnibus cargados de
agentes federales se aproximan al frigorífico. La fuerza represiva sumaba
2.000 hombres. Un tanque militar atropella el portón de la entrada y comienzan
los bombazos. Más de 6.000 obreros reunidos alrededor del mástil en el patio de
la planta, comienzan a cantar el himno nacional. (-Si en ese momento la gente
hubiera tenido algo en la mano no sé lo que hubiera sido capaz de hacer.
¡Realmente era un sentimiento de odio y de bronca! [...] Un ladrillo, cualquier
cosa querían tirarle al tanque, cualquier cosa...). Algunos corren a refugiarse
de las balas y gases policiales; otros, cuchillo en mano, se abalanzan contra la
policía. Quienes tenían la misión de largar la hacienda lo intentan en vano.
El Descamisado Nº 43, 12
de marzo 1974. Nota sobre la resistencia peronista: Lizazo, Armando
Cabo, Dante Viel, Avelino Fernández, Sebastián Borro, Andrés
Framini. Clic para descargar la revista completa.
En la huelga de 1948 las largamos y
fue una estampida de decenas de miles de cabezas que se llevaba todo por
delante, no quedaba nadie, ni policías ni nosotros. En cambio en el 59 salieron,
pero al trotecito, y se pusieron a comer el pasto de las veredas: parece que las
vacas también habían hecho su experiencia.... Luego de largas horas de una
heroica resistencia, los obreros finalmente serán desalojados.
Las 62
Organizaciones, al frente de la CGT, decretan el paro nacional.
Sin organizar la medida y sin tomar ninguna precaución, los dirigentes
vuelven a sus respectivos sindicatos. Al llegar, uno a uno serán detenidos: la
burocracia se quitaba así de encima la responsabilidad de garantizar el paro que
había declarado.
La huelga quedó en manos de nuevos y jóvenes dirigentes.
A pesar de la ausencia de dirigentes de primer nivel, el paro se siente fuerte
en todo el país. Fue la primera huelga general por tiempo indeterminado de la
historia nacional. Los trabajadores de los frigoríficos privados Swift y Armour
se pliegan a la huelga con una combatividad tal que el gobierno sólo pudo
detenerla mediante una brutal militarización y represión en toda la zona.
El vicepresidente José María Guido, a cargo del Ejecutivo por ausencia del
presidente, se dispone a movilizar a las Fuerzas Armadas mientras los medios de
comunicación anunciaban la posible aplicación del Plan Conintes (mediante el
cual el gobierno movilizaba al aparato represivo de las Fuerzas Armadas ante
casos de CONmoción INterior del EStado, y determinaba el juicio a civiles por
tribunales militares).
Tras el desalojo, el enfrentamiento se trasladó al corazón del barrio de
Mataderos. Durante cinco días, militantes, obreros, vecinos y comerciantes se
enfrentaron a la policía ¡y al ejército! en feroces batallas con características
de insurrección urbana.
La clase obrera de la zona se transformó en el
dirigente espiritual de la población vecina. Era la industria frigorífica
predominante quien gobernaba y ordenaba la existencia misma de todo ese complejo
urbano.
Los lazos informales de la familia,
la vecindad y el lugar de trabajo adquirieron una potente homogeneidad,
reforzada en su máxima expresión cuando el Estado y su aparato represivo se
aprestó a atacarlos. Estos lazos primarios fueron los que comenzaron de entrada
a proveer la seguridad y defensa a los obreros y activistas en un plano que
ninguna organización formal podía igualar.
El barrio vivió una conmoción: en la
calle, ¡con las manos!, se levantaron las vías del tranvía. Se hicieron
barricadas arrancando el adoquinado, se derribaron árboles, se acumulaba madera,
se prendía fuego. Participaba todo el mundo, los obreros, los militantes, los
familiares y los vecinos. Inclusive los comercios se adhirieron, porque era una
lucha que le pertenecía a todo Mataderos.
Durante la noche, los propios
vecinos, junto a los obreros, cortaban la iluminación para impedir el ingreso de
la policía. Los trabajadores de las inmensas fábricas vecinas, Pirelli y
Federal, se unieron a los del frigorífico.
Finalmente, toda esta enorme
energía será desarticulada.
El frigorífico será privatizado a mediados de 1960 y entregado a la CAP
(Corporación Argentina de Productores de carne), que lo mantendría durante años
con suculentos subsidios del Estado. (El complejo se le vendió a la CAP en 380
millones y se le dieron 500 millones para reconvertirlo; sin embargo, la CAP
sólo terminó pagando en concepto de compra, de esos 500, 38 millones: todo una
anticipación del modus operandi de los 90). Más de cinco mil obreros quedarían
en la calle y sus dirigentes fueron detenidos.
El control que la
organización obrera había ejercido sobre la producción fue progresivamente
debilitado y nuevas condiciones de productividad fueron impuestas.
La represión, el aislamiento y el abandono de la conducción sindical
debilitaron al movimiento huelguístico. La burocracia sindical peronista levantó
la huelga replegada tras las espaldas del gobierno, temerosa de perder las
tibias prebendas cedidas por Frondizi y de la energía con que la clase
trabajadora, arrastrando a la mayoría de los sectores populares, tomaba en sus
propias manos la lucha contra el plan de entrega reaccionario y la defensa de lo
nacional.
A pesar de todo, el proyecto desarrollista de Frondizi quedó
definitivamente en el basurero de la historia, pero la resistencia de los
obreros del Lisandro de la Torre permanecerá por siempre en la memoria histórica
de los trabajadores argentinos.
Entre 1959 y 1963 pasaron decenas de
presos políticos y gremiales detenidos por el Plan Conintes por las cárceles de
Santa Rosa. Hubo comunistas, peronistas, sindicalistas, tacuaras, guerrilleros y
hasta anarquistas.
Por Norberto G. Asquini*
Entre fines de 1959 y 1963 Santa Rosa se convirtió en un virtual “depósito
de presos” políticos y gremiales que fueron recluidos en la Unidad Penal 4 y
otras instalaciones penitenciarias locales por orden del gobierno nacional.
Desde que el presidente Arturo Frondizi implantó el Plan Conintes –sancionado
por una ley de 1951– para contener un período de agitación social con paros y
ocupaciones, hasta la salida de su reemplazante tras el golpe del ‘62, José
María Guido, pasaron centenares de detenidos políticos de otros puntos del país
por la capital pampeana. No es que con anterioridad no se hubieran utilizado
esas dependencias para detenidos políticos. Durante el peronismo (1946-1955)
fueron alojados los golpistas militares; después de la caída de Juan Perón fue
usada para dirigentes peronistas, y más tarde para sindicalistas huelguistas
como Rubens Iscaro.Pero desde la implementación del Estado de Sitio comenzaron a
trasladar con asiduidad a los detenidos, tanto por la tranquilidad interna de la
provincia como la disponibilidad de celdas que los podían albergar cuando
saturaban otras unidades penitenciarias. Cada vez con mayor frecuencia, las
cárceles santarroseñas tuvieron entre sus reclusos desde jóvenes de la
ultraderecha de Tacuara, guerrilleros de Uturuncos, peronistas revolucionarios,
gremialistas del comunismo y hasta anarquistas. Entre ellos hubo presos de
renombre, como los sindicalistas Andrés Framini o José Rucci, o el folclorista
paraguayo José Asunción Flores.
Van cayendo.
Jorge Tapia Valdés - El
terrorismo de Estado. La doctrina de la seguridad nacional en el
Cono Sur, 1980.
Los primeros nueve presos de esta
etapa llegaron el 1º de octubre de 1959, tras una huelga de las 62
Organizaciones y el MUCS –de gremios comunistas–. Entre ellos estaba el
secretario general de la Unión Obrera Textil, Andrés Framini, que había sido
detenido en septiembre en Córdoba y pasado por Devoto. Al día siguiente se
agregaron otros cuatro. El 3 ingresaron ocho más, entre ellos José Rucci –que
sería secretario general de la UOM y asesinado en el ’73 por Montoneros–. Para
el día 7 ya sumaban 29 los gremialistas confinados, en su mayoría metalúrgicos y
textiles, alojados en el anexo encausados de la Colonia Penal, entre ellos Oscar
Bidegain –futuro gobernador bonaerense en 1973–y Angel Hermida. El 8 de
noviembre comenzaron a ser puestos en libertad algunos de los presos. La pronta
liberación que se dio en muchos casos se debió a los hábeas corpus presentados
por los abogados del comité pro-presos, Carlos Pérez y Manuel Cuadrillero y los
dirigentes Omar Maraschini y León Nicanoff. Los recursos eran aceptados por el
juez federal César Tarantino que pedía informes sobre la situación de los
detenidos al Ministerio del Interior y si en 48 horas no había respuesta
dictaminaba su libertad.A fines de enero del ’60 llegaron más obreros
detenidos, gremialistas en huelga de la Federación de Obreros y Empleados de
Correo y Telecomunicaciones (Foecyt) de la Capital Federal, que quedaron libres
a los pocos días. En marzo la cárcel se colmó a poco de las elecciones del día
27. El 19 fueron alojadas en el Penal 61 personas que llegaron en tren desde
Capital Federal, todas presas por el Plan Conintes. Se contaban peronistas,
comunistas, tacuaras y anarquistas de Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe y
Entre Ríos. Entre ellos, 44 que estaban en Caseros y fueron trasladados
sorpresivamente, como Alberto Ottalagano –abogado ultraderechista que sería
rector de la UBA en los ‘70–, Carlos Rovira, Alberto Iturbe, Federico Durruty,
Idelfonso Cabagna Martínez –ministro de Relaciones Interiores de Perón–, Atilio
Renzi, Miguel Unamuno, Gerónimo Izetta y Raúl Lagomarsino. Algunos de ellos
denunciarían torturas y maltratos.La cárcel se llenó de trabajadores y
militantes políticos. Hubo tres obreros marítimos, cuatro gastronómicos,
ferroviarios, viajantes, comerciantes, empleados, ópticos, encuadernadores,
obreros, etc. Pocas mujeres fueron confinadas en La Pampa, dos de ellas María
Ignacia Delfina Moyano y Edelmira Giudice, alojadas en la cárcel de mujeres.
Para el 27 de marzo del ’60 sumaron 106 los presos en Santa Rosa. Poco a poco
fueron trasladados o liberados. El 9 de abril fue transferido Framini a Esquel
junto con otros gremialistas. Algunos eran llevados a Caseros como Carlos
Chiavone y Federico Durruty. El periplo que hicieron muchos presos fue
kilométrico. Por ejemplo, dos paraguayos detenidos en El Dorado, Misiones,
habían recorrido 1.600 kilómetros entre Bahía Blanca, Capital Federal y Santa
Rosa en poco más de 48 horas, cuando fueron liberados en mayo por el juez local.
Los Tacuara.
Casi una decena de jóvenes llegó el 19 de marzo del ’60
desde Capital Federal y fue liberada el 31. Eran militantes de la agrupación
ultraderechista Tacuara, como José Luis Nell, Marcelo Arturo Villa Mayor, Jorge
Osvaldo Orus, Enrique Vicente Salvino, y Rodolfo Verona. Habían sido detenidos
por personal de Coordinación Federal el 26 de febrero en la sede de la
organización derechista en Matheu 185 y habían pasado por el Departamento
Central de Policía y la cárcel de Caseros.Nell, entonces un estudiante de 18
años, militó en Tacuara para luego pasarse al peronismo revolucionario. Después
se incorporó a las filas de las Fuerzas Armadas Peronistas y recibió un disparo
durante la Masacre de Ezeiza que lo dejó inválido. Se suicidó meses después.
Plomeros anarquistas.
Entre los que llegaron en marzo del ’60 a Santa
Rosa hubo también varios plomeros de la FORA anarquista; detenidos entre
diciembre del año anterior y febrero en Capital Federal. El 2 de febrero el
local del sindicato de plomeros, en Potosí 4.156, fue asaltado por efectivos de
la sección Orden Gremial de la Federal y cayeron cincuenta trabajadores. José
Elizondo, Manuel Correa, Antonio Herrera y Marcelino Carabajal fueron parte de
los capturados que llegaron a Santa Rosa. El 4 de diciembre a la madrugada
fueron puestos en libertad en el anexo de Encausados de la Colonia Penal los
primeros: eran nueve obreros plomeros y un panadero. El sábado 17 de diciembre
quedó libre Carlos Valentini, otro del grupo que estaba a la sombra hacía casi
un año.
Fiestas del ’60.
Para las fiestas del ’60 se contó una
decena de presos políticos en Santa Rosa. En noviembre y diciembre llegaron
transferidos desde Viedma y Rawson varios comunistas que originarían a fines de
enero del ’61 un movimiento a favor de detener sus traslados. Entre ellos los
miembros de la Comisión de Solidaridad a la Revolución de Cuba, Jacobo Perelman
y Emiliano González. El primero había sido capturado el 15 de julio junto a
otras 30 personas en una cena ofrecida a un diplomático cubano y el segundo el
20 luego de un acto en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales junto a
Fernando Nadra. Además, Pedro Chiaranti, de 62 años, fundador y secretario
general de la UOCRA durante 8 años y militante del Comité Central del PC y
detenido en un acto solidario con Cuba en octubre; Carlos Imizcoz, bancario
llegado de Capital donde había dirigido la mítica huelga del ’59 y que había
estado un año prófugo –era su novena detención–; y Pascual Mazzitelli, del
sindicato argentino de músicos detenido mientras realizaba tareas gremiales en
Capital Federal y llegado en febrero. El 7 de marzo fueron liberados Perelman y
González, y el 8 Chiaranti, a raíz de su estado de salud. El 30 fue liberado
Imizcoz y se completó la liberación de todos los detenidos de ese
grupo.Paraguayos.El 13 de febrero del ‘61 ingresaron encarcelados los paraguayos
Carlos Garcete, Fernando Pucciarelli, Benito Filemón Torres, Teresito Ruiz
González, Gumersindo Espínola, Wilberto Acosta, Sergio Martínez y Antonio Casco.
Los paraguayos habían sido detenidos el 30 de noviembre del ’60 en Posadas,
Misiones, donde residían desde hacía años. Eran opositores al gobierno del
dictador Alfredo Stroessner. Habían sido alojados en el Regimiento 11 de
Ingenieros, luego llevados a la cárcel de Posadas y de allí vía aérea a Capital
Federal en enero. Luego por ferrocarril trasladados a Viedma y finalmente
conducidos en tren a La Pampa.Durante 1961 también estuvo durante seis meses
detenido el músico paraguayo José Asunción Flores, creador de la guarania. A las
2.55 del 14 de marzo fueron liberados, junto a Mazzitelli, los siete paraguayos
del anexo de encausados: Fernando Pucciarelli, Benito Filemón Torres, Teresio
Ruiz González, Gumersindo Espíndola, Wilberto Acosta, Sergio Martínez y Antonio
Julián Casco.
Ahumada.
Una presencia muy considerada por muchos
santarroseños fue la de María Margarita Arentsen de Ahumada, esposa del
peronista revolucionario y teniente Ciro Ahumada. Ahumada fue un oficial del
Ejército mendocino que promovió varios golpes militares e insurreccionales
peronistas durante la Resistencia junto con el general Miguel Iñíguez. En mayo
de 1960 ordenó colocar explosivos en la casa de un general y en una compañía
petrolera mendocina y partió hacia Uruguay. Trescientos integrantes de su red
fueron perseguidos y acorralados, hasta su esposa. La mujer fue condenada en
Mendoza a cuatro años de prisión junto a un grupo de hombres por un Tribunal de
Guerra y estuvo desde el 22 de diciembre de 1960 hasta febrero de 1962, cuando
se la indultó, recluida en la Cárcel de Encausados de Santa Rosa. Los cargos
fueron asociación ilícita y encubrimiento, entre otros. Poco después de su
llegada arribaron otros presos mendocinos detenidos en la misma intentona. El 11
de agosto del ‘61 llegaron ocho condenados entre 6 y 19 años por estar
vinculados al golpe de Ahumada. Habían estado alojados desde su captura en la
cárcel de la capital mendocina y pasaron por las prisiones militares de
Magdalena, Viedma, Rawson, Penitenciaria Nacional y luego al anexo de Encausados
de Santa Rosa. Eran Carlos Herbst, Leónidas Aveiro, José Merlo, Alejandro
Barrose, Humberto Cinquegrano, Daniel Soloa, Silverio Sosa y Carlos Alberto
Burgos. En su momento, se recordó la visita que le hicieron a Ahumada sus tres
hijas de 11, 9 y 6 años. Finalmente, el 18 de febrero del ’62, la mujer recuperó
su libertad. Herbst fue trasladados en julio a Mendoza por tren desde Catriló.
El estudiante Burgos a Chaco en noviembre y Soloa a Buenos Aires en diciembre. Y
Cinquegrano, Barrose, Merlo y Aveiro llevados al Penal de Magdalena en mayo del
’63.
El guerrillero.
En la mañana del 3 de febrero del ‘62 recuperó su libertad Henry Rodríguez,
un preso Conintes que estaba en el anexo encausados desde el 17 de diciembre del
‘61. Pertenecía al grupo de guerrilleros Uturuncos que había intentado crear un
foco insurgente en los montes de Tucumán y fue capturado el 10 de junio del ’60.
Había sido condenado por un tribunal militar especial a la pena de 3 años de
prisión a la que se le dio cumplida en forma condicional. En los meses
siguientes apenas quedaría un puñado de diez condenados por tribunales militares
por actos de sublevación en Mendoza.
La última.
Entre fines de
octubre del ’62 y mayo del ’63 llegó la última tanda, casi todos comunistas que
habían sido detenidos por “actividades contra la Seguridad Pública” por apoyar
en actos públicos la revolución cubana. Los primeros 26 presos por causas
gremiales y políticas fueron bajados el 31 de octubre del ’62 de un avión
Bristol, unos por la mañana y otros por la tarde. Siete vehículos los
trasladaron a la Colonia Penal. Algunos pocos recuperaron la libertad en
diciembre. En noviembre del ’62 fueron trasladados el médico Carlos Abolsky de
38 años y el abogado santafesino Alfredo Dratman, de 36, entre otros. El 5 de
enero del ‘63 llegó otra veintena desde la penitenciaría de Puerto Deseado,
también capturados en octubre del ’62. Para enero había en el país 296 presos
políticos y gremiales y 34 estaban en Santa Rosa –28 a disposición del PEN y 6
condenados del Conintes–.El 2 de mayo desde el destacamento Río Bamba en Buenos
Aires fueron remitidos 16 detenidos a la U13. Entre ellos Ernesto Giúdice,
periodista y apoderado del PC; otra vez Chiaranti, José Brandeburgo, Manuel
Halperín, Héctor Manfredo, Elías Perelman, Miguel Wais, José Laureano Rojas,
Gastón Redivo, Carlos Impinisi, Ricardo Soppo y David Halperín, todos capturados
en noviembre del ’62. El 23 de mayo en avión llegaron otros 18 detenidos del
PEN.El 11 de junio recuperaron su libertad cuatro presos políticos, entre ellos
el obrero maderero Pedro Furer, de 54 años, que falleció dos días después.
Chiaranti fue dejado en libertad el 22 de junio ya que su estado de salud era
muy delicado. Quedaban todavía unos 41 alojados.A mediados de julio comenzaron a
salir por tandas 32 de los detenidos PEN y el sábado 3 de agosto liberaron a los
últimos ocho: Manuel y David Halperin, Brandeburgo, Jacobo y Elías Perelman,
Jacobo Sufra, Abolsky y Drakman. A mediados de septiembre, luego que Arturo
Illia ganara las elecciones y estuviera por asumir en octubre, fue dejado en
libertad el último preso Conintes. Para entonces se había firmado el decreto
7.603 de amnistía para todos los delitos políticos y comunes conexos. El último
en salir fue Silveiro Sosa el 14 de septiembre, que purgaba una condena de seis
años de prisión desde diciembre del ’60 por una sublevación en Mendoza. No
pasarían muchos años –durante el Cordobazo– en que los presos políticos
volvieran a desfilar por los pabellones pampeanos.
En el mundo, se recuerda a los ‘60 como una
década de profundos cambios. En la Argentina, estuvo signada por la impronta de
los golpes militares: primero, a Arturo Frondizi, en 1962; luego al radical
Arturo Illia, en 1966. Ambos vinculados en distinto grado con uno de los temas
más relevantes y conflictivos de ese período: la proscripción del peronismo,
mantenida desde 1955. Tanto en las Fuerzas Armadas, como en el sindicalismo y
los demás partidos políticos, se debatió en torno a qué postura tomar frente al
desafío que representaba el movimiento, cuyo líder, si bien estaba en el exilio,
continuaba determinando las decisiones en el país. Ninguna de las alternativas
se abrió completamente a levantar la prohibición. Pero algunos sectores se
mostraron a favor de reincorporar al Justicialismo a través de partidos
“neoperonistas”.
Sin embargo, planteos y asonadas militares mediante,
primó la tendencia antiperonista: en las elecciones presidenciales de 1963,
Illia obtuvo el 26% de los sufragios, seguido por el voto en blanco (21%). Perón
apenas pudo realizar un frustrado intento de retorno a la Argentina, en 1964. El
Gobierno argentino detuvo su avión en Río de Janeiro e impidió su ingreso al
territorio nacional. Ante la ausencia física del líder, surgieron otras figuras,
especialmente, entre el sindicalismo. Perfilados para tomar las riendas del
movimiento, procuraron salir de la órbita de Perón. El más relevante fue el
dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor. Su asesinato, en 1969, atribuido
luego a una facción de Montoneros, sentó un precedente acerca de uno de los
mayores problemas con los que tendría que lidiar la Argentina en la década
siguiente: la violencia política. Ya presidía la Argentina el general Juan
Carlos Onganía, líder del gobierno militar llamado De la Revolución Argentina,
que había tomado el poder en 1966.
1960
Con el peronismo proscripto, el voto en blanco obtiene el 25% de los
sufragios en las elecciones legislativas para la renovación parlamentaria, que
se desarrollan con normalidad. En marzo, el Gobierno pone en marcha, a
instancias de las Fuerzas Armadas, el Plan Conintes (Conmoción interna del
Estado).
El Gobierno crea una Comisión normalizadora de la CGT con el fin
de que los grupos sindicales volvieran a tomar el control del organismo. En
mayo, durante la celebración por el aniversario de la Revolución de 1810, se
inaugura el puente peatonal y el pabellón de exposiciones de Figueroa Alcorta y
Pueyrredón.
En junio, el Congreso promulga la Ley de Represión del
Terrorismo, impulsada por el Gobierno por una serie de ataques lanzados desde la
Resistencia Peronista.
1961
El 18 de agosto, Frondizi recibe a
Ernesto Che Guevara en Olivos. El encuentro entre el Presidente y uno de los
líderes de la revolución cubana, que transcendió pese a haber sido organizada en
el mayor de los secretos, generó desconfianza entre los militares y fue una de
las causas de su posterior destitución.
De cara a las elecciones para
elegir gobernadores provinciales, el Presidente retoma las políticas sociales,
destituye al ministro Alsogaray y finaliza con su plan de estabilización.
También abre el juego a los peronistas a través de partidos provinciales.
1962
La creación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
(ALALC) le otorga a la Argentina importantes beneficios a nivel regional y
convierte a Brasil en uno de sus principales clientes. El 18 de marzo, el
peronismo triunfa en las elecciones a gobernadores en varios distritos y el
Gobierno interviene, un día más tarde, las provincias de Buenos Aires, Chaco,
Río Negro, Santiago del Estero y Tucumán para evitar el ascenso de sus
gobernadores. El 28 de marzo, el descontento de los militares fue mayor que los
intentos de Frondizi por solucionar la crisis y las Fuerzas Armadas volvieron a
tomar el poder. El Presidente fue detenido y confinado en la isla Martín García.
El grupo golpista decide mantener el orden institucional y el titular del
Senado, José María Guido, asume la Presidencia de la Nación el 29 de marzo.
También en marzo, un nuevo tipo de gremialismo, con el dirigente de la Unión
Obrera Metalúrgica (UOM) Augusto Vandor a la cabeza, toma la conducción de la
CGT.
El ministro del Interior, Rodolfo Martínez, renuncia ante las
presiones militares para intervenir las provincias donde había triunfado el
peronismo. Finalmente, el Presidente, que también se oponía a las
intervenciones, debe ceder ante los reclamos de las Fuerzas Armadas.
El
Gobierno fija para julio las elecciones presidenciales, vuelve a proscribir al
peronismo y prohíbe la propaganda del partido. También limita el derecho a
huelga de los trabajadores.
Durante septiembre, se enfrentan dos
facciones del Ejército, que se encontraba dividido entre los
legalistas, o azules, y los antiperonistas, o colorados. El triunfo fue para
los azules, que proponían un modelo desarrollista y el respeto por las
instituciones.
1963
En
abril, un levantamiento de la Marina en la base naval de Punta Indio es
controlado por el Ejército. En julio, el Gobierno prohíbe a la Unión Popular, un
partido a través del cual el grupo azul del Ejército proponía reincorporar al
peronismo en la política, pero sin la presencia del líder.
El 7 de julio,
Arturo Illia, candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo, triunfa en las
elecciones presidenciales con el 26% de los sufragios. El voto en blanco, que
había sido fomentado por Perón desde el exilio, alcanzó el 21%. En noviembre,
Illia anula los contratos petroleros firmados durante la presidencia de
Frondizi, que habían otorgado importantes beneficios a las empresas extranjeras.
1964
El Gobierno implementa una política económica basada en el
modelo de la CEPAL, con una participación activa del Estado que lleva al
incremento del Producto Interno Bruto (PBI) y de los salarios.
El
vandorismo organiza la reconstrucción del Partido Justicialista e incrementa su
poder en el escenario político. La CGT comienza un plan de lucha en el que,
entre mayo y septiembre, toma 11.000 fábricas y desestabiliza al gobierno
radical. En noviembre, los dirigentes gremiales ponen en marcha el
Operativo Retorno de Perón. Sin embargo, el avión que
lo traía desde su exilio en España llega a Brasil y es obligado a regresar al
Viejo Continente.
1965
En las elecciones legislativas de marzo, el
gremialismo consigue varias bancas en el Congreso. Vandor, que poseía cada vez
mayor independencia y poder, se enfrenta con Perón. Llega desde Madrid María
Estela Martínez, la tercera mujer del líder justicialista, enviada por Perón
para reorganizar el partido frente al avance de la rama gremialista del
movimiento.
1966
La feroz campaña de los
medios: Illia y la tortuga
El 28 de junio, un golpe de Estado
encabezado por el Ejército derroca al gobierno de Illia. La presidencia fue
entregada por la Junta de Comandantes al general Juan Carlos Onganía. Se reduce
a cinco el número de ministerios. Se organizan entonces las funciones del Estado
en las carteras de Interior, Economía y Trabajo, Defensa, Bienestar Social y
Relaciones Exteriores y Culto. También se disuelve el Congreso. El Gobierno
interviene las universidades y reprime sus
manifestaciones de autonomía. El 29 de julio la Policía ingresa en algunas de
las facultades de la Universidad de Buenos Aires y reprime con violencia a
estudiantes y profesores en lo que luego se conocería como la noche de los
bastones largos.
Una disputa interna en el Ejército concluye a fin de año
con primacía de los sectores liberales sobre el nacionalismo del presidente
Onganía. En diciembre, el general Julio Alsogaray, hermano del economista, es
nombrado Comandante en Jefe del Ejército, y Adalbert Krieger Vasena, ministro de
Economía y Trabajo.
1967
En febrero, la CGT organiza un Plan de Acción que encuentra una
fuerte resistencia de las autoridades. El Gobierno interviene los sindicatos y
hay despidos masivos de trabajadores. Krieger Vasena diseña en marzo un plan
económico por el que se propone racionalizar los recursos, privilegiar a las
empresas eficientes y reducir el gasto público. También devalúa el peso y
liberaliza el mercado con el propósito de sanear las cuentas del Estado.
1968
El dirigente gráfico Raimundo Ongaro es nombrado secretario General
de la CGT. Sin embargo, los principales sindicatos continúan bajo la órbita de
Vandor y el organismo se divide entre la CGT de Azopardo y la
CGT de los Argentinos, con Ongaro a la cabeza Surge el movimiento de los
Sacerdotes del Tercer Mundo, una agrupación religiosa de curas y laicos que
realiza un importante accionar en las zonas más pobres del país.
1969
El 29 de mayo grupos de estudiantes y obreros se enfrentaron con la policía
local, que reprimió con dureza a los manifestantes que habían tomado el centro
de la ciudad. El Cordobazo fue, finalmente, controlado
por el Ejército dos días más tarde con un saldo de una treintena de muertos y
cientos de heridos. El 30 de junio Augusto Vandor es asesinado en la sede de la
UOM por un grupo guerrillero peronista denominado Descamisados, que
posteriormente se uniría a la agrupación Montoneros.
Protagonistas: Augusto Vandor
Desde la jefatura de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), inauguró una nueva
forma de sindicalismo, alejado del clásico estilo combativo. Su postura
negociadora le valió duras críticas de los grupos opositores, que lo acusaron de
utilizar al gremio para obtener ventajas políticas personales. El “Lobo” accedió
a la conducción de la CGT en 1962, tras vencer a los sectores combativos. En
1964, lanzó un plan de lucha, que desestabilizó al gobierno de Arturo Illia, y
apoyó el golpe de Estado que derrocó al presidente radical. Vandor se enfrentó
por la conducción del Partido Justicialista con el propio Perón, quien desde su
exilio en Madrid intentaba mantener bajo sus órdenes a todas las ramas del
movimiento. El máximo exponente del “peronismo sin Perón” fue asesinado en 1969,
en la sede de la UOM, por el grupo Descamisados, una de las facciones de la
guerrilla peronista que luego se fusionó con Montoneros.
Juan Carlos
Onganía
Lideró la facción azul del Ejército,
que luego de la caída de Frondizi, abogó por continuar con el orden
institucional y se mostró partidaria de reintegrar al peronismo a la vida
política argentina, aunque sin la presencia del líder. Sin embargo, comandó el
golpe de Estado que en 1966 derrocó al radical Arturo Illia. Investido como
primer presidente de la “Revolución Argentina”, Onganía instauró un régimen
autoritario, que avanzó sobre medios de comunicación, gremios y universidades.
Durante su mandato, se produjeron las dos manifestaciones sociales más
importantes de la década:
La noche de los bastones largos, cuando la policía
entró por la fuerza en las universidades (julio de 1966); y
el Cordobazo (mayo de 1969). Este último
acontecimiento, que mostró la violencia con la que la sociedad podía llegar a
enfrentar a las fuerzas del orden, terminó desestabilizando al gobierno, que un
año más tarde sería derrocado por otro golpe surgido del seno de las Fuerzas
Armadas.
La noche de los bastones largos
Una de las primeras medidas del gobierno de Onganía fue la intervención de
las universidades. Las casas de altos estudios perdieron su autonomía y pasaron
a depender directamente del Ministerio del Interior. Al mismo tiempo, se
reprimió toda manifestación de carácter político o ideológico. El 29 de julio de
1966, la tensión tuvo uno de sus puntos más álgidos: la policía desalojó con
violencia las cinco sedes de la Universidad de Buenos Aires tomadas por
estudiantes y profesores, un episodio que pasó a la historia como “La noche de
los bastones largos”. Como consecuencia de la política de Onganía hacia las
entidades educativas, hubo una masiva renuncia de profesores y científicos, que
se vieron investigados y hasta perseguidos, por el Gobierno. Así, se abrió un
éxodo de profesionales que interrumpió, casi definitivamente, los trabajos
científicos en curso.
El Cordobazo
Desde 1966, toda manifestación contraria al Gobierno fue
reprimida con dureza por las fuerzas de seguridad. Incluso, la violencia llegó a
provocar la muerte de un estudiante, en septiembre de 1966, durante una
manifestación en Córdoba. La lista sumó otras dos víctimas, durante protestas en
Corrientes y Rosario. El 29 de mayo de 1969, una huelga general convocada por la
CGT, a la que se plegaron grupos de estudiantes, ganó las calles de la ciudad de
Córdoba. Hubo enfrentamientos con la policía local. Durante horas, los
manifestantes controlaron el centro de la capital mediterránea y atacaron
comisarías y otras instituciones gubernamentales. El Ejército debió intervenir
para controlar la situación, dos días después. El Cordobazo fue la primera y la
más importante de una serie de manifestaciones sociales que se repitieron,
aunque en forma menos violenta, en Rosario, Corrientes, Río Negro, Neuquén y
Mendoza. Además, desestabilizó políticamente al gobierno de Onganía –provocó las
renuncias de su ministro de Economía, Krieger Vasena, y del titular de la
cartera de Interior–, cuya premisa fundamental era el orden.
“Peronismo
sin Perón”
Desde su exilio en España, Perón intentó controlar todos los
frentes de su movimiento. Las ramas política y sindical del peronismo recibían y
actuaban de acuerdo con las directivas que el General impartía desde Madrid.
Pero en los ’60, surgieron dos importantes sectores de oposición en el seno
mismo del movimiento. El primero, los partidos “neoperonistas”, que intentaban,
a través de nuevas denominaciones, sortear la proscripción sobre el PJ. Fue así
como, en 1962, el triunfo de sus candidatos a gobernadores en varias provincias,
incluida Buenos Aires, terminó por desestabilizar a Arturo Frondizi. Por otra
parte, surgió dentro del sindicalismo una nueva corriente, encabezada por el
dirigente metalúrgico Augusto Vandor, que adoptó como método la negociación con
los grupos empresarios y el Estado. Basado en esta política, el vandorismo
comenzó a ganar poder en el plano político y se distanció de Perón. En 1964,
Vandor impulsó el fallido Operativo Retorno de Perón, lo que le daría aún mayor
libertad. Un año más tarde, un grupo de candidatos a legisladores sindicalistas
que respondían al dirigente metalúrgico consiguieron varias bancas en el
Congreso. Como respuesta a la avanzada vandorista, Perón envió a la Argentina a
su tercera mujer, María Estela Martínez (Isabelita), quien intentó reorganizar
el partido bajo las órdenes de su marido. Sin embargo, Vandor seguiría
controlando gran parte del sindicalismo hasta su asesinato, en 1969.
La seguridad
nacional se consolidó como categoría política durante la Guerra Fría¸
especialmente en las zonas de influencia de Estados Unidos. Después de la
Segunda Guerra Mundial¸ este país rescató el uso político que la palabra
seguridad ha tenido desde la antigüedad¸ para elaborar el concepto de "Estado de
seguridad nacional". Este concepto se utilizó para designar la defensa militar y
la seguridad interna¸ frente a las amenazas de revolución¸ la inestabilidad del
capitalismo y la capacidad destructora de los armamentos nucleares 1.
El desarrollo de la visión contemporánea de seguridad nacional ha estado
determinado por este origen y fue influenciado por la estrategia estadounidense
de contención2. La ideología del anticomunismo¸ propia de la Guerra Fría¸ le dio
sentido¸ y la desconfianza entre las naciones le proporcionó su dinámica. Con la
generalización del uso de esta categoría política el plano militar se convirtió
en la base de las relaciones internacionales3. Esta tendencia se manifestó a
través de confrontaciones armadas y del intervencionismo de las grandes
potencias en los países del denominado Tercer Mundo 4.
La seguridad
nacional tuvo una variante en América del Sur: la Doctrina de Seguridad
Nacional. Esta variante mantuvo la idea de que a partir de la seguridad del
Estado se garantizaba la de la sociedad5. Pero una de sus principales
innovaciones fue considerar que para lograr este objetivo era menester el
control militar del Estado. El otro cambio importante fue la sustitución del
enemigo externo por el enemigo interno. Si bien la Doctrina de Seguridad
Nacional ubicó como principal enemigo al comunismo internacional¸ con epicentro
en la Unión Soviética y representación regional en Cuba¸ entendía que era a
Estados Unidos a quien correspondía combatir a esos países. Los Estados
latinoamericanos debían enfrentar al enemigo interno¸ materializado en supuestos
agentes locales del comunismo6. Además de las guerrillas¸ el enemigo interno
podía ser cualquier persona¸ grupo o institución nacional que tuviera ideas
opuestas a las de los gobiernos militares. La Doctrina de Seguridad Nacional es
una concepción militar del Estado y del funcionamiento de la sociedad¸ que
explica la importancia de la "ocupación" de las instituciones estatales por
parte de los militares. Por ello sirvió para legitimar el nuevo militarismo
surgido en los años sesenta en América Latina.
La Doctrina tomó cuerpo alrededor de una serie de principios que llevaron a
considerar como manifestaciones subversivas a la mayor parte de los problemas
sociales. Tales principios tuvieron diversas influencias y se propagaron y
utilizaron de manera diferente en distintos lugares. Por ello la Doctrina no se
sistematizó¸ aunque sí tuvo algunas manifestaciones claras¸ que sirven de base
para definirla y entenderla.
La Doctrina de Seguridad Nacional ha sido el
mayor esfuerzo latinoamericano por militarizar el concepto de seguridad. Además¸
al ubicar el componente militar en el centro de la sociedad¸ trascendiendo las
funciones castrenses¸ la Doctrina se convirtió en la ideología militar
contemporánea de mayor impacto político en la región. Su importancia también
radica en que se desarrolló por circunstancias ideológicas y políticas externas
a la región y a las instituciones castrenses mismas. No cabe duda entonces de la
necesidad de conocer más esas circunstancias¸ ya que han sido útiles para guiar
el comportamiento militar más allá de las funciones que le son propias.
La Doctrina de Seguridad Nacional es
un fenómeno regional derivado de la influencia externa¸ pero con gran variación
en sus manifestaciones particulares. A diferencia del viejo militarismo¸ la
Doctrina de Seguridad Nacional justificadora del nuevo militarismo no se
circunscribió a las sociedades donde se gestó. Afectó a las instituciones
castrenses y a las sociedades de la región¸ aun a aquellas donde no hubo
gobiernos militares. Naturalmente¸ las instituciones y sociedades más afectadas
fueron las que crearon y aplicaron a plenitud la Doctrina de Seguridad Nacional¸
como es el caso de Brasil. Pero también fueron influenciadas instituciones
militares que se mantuvieron subordinadas al poder civil y sólo acogieron de
manera fragmentada las enseñanzas de esta doctrina¸ como sucedió en Venezuela y
Colombia. Así mismo¸ hubo diferencias entre las instituciones militares de la
mayor parte de los países de América del Sur y las del resto de América Latina.
En general¸ los países suramericanos son más complejos y su ubicación geográfica
tiene menor importancia estratégica. De hecho¸ en esta zona no ha habido
intervención militar directa de los Estados Unidos. Estas y otras circunstancias
condicionaron el efecto de la Doctrina de Seguridad Nacional en el proceso
político de los distintos países del área.
Con el tiempo¸ la Doctrina se convirtió en una especie de "razón social" o
rótulo usado por variados sectores sociales para identificar¸ generalmente con
connotaciones ideológicas y fines políticos¸ a una amplia gama de acciones
llevadas a cabo por los militares de la región. Este rótulo ha servido para
hacer denuncias públicas y privadas de acciones claramente criminales y de
excesos dudosamente compatibles con las leyes o con las normas castrenses¸ pero
también para descalificar prácticamente cualquier tarea militar. Con frecuencia¸
la Doctrina se equipara con arbitrariedades o violaciones de los derechos
humanos cometidas por organismos militares¸ sin que medie explicación alguna de
por qué tales acciones se ubican dentro de una definición doctrinaria. La
mayoría de las referencias a la Doctrina parten de un supuesto conocimiento de
su significado y rara vez se proporciona una aclaración adicional de lo que se
entiende por este término.
En los años ochenta¸ comenzó en América Latina
el llamado proceso de redemocratización. Los gobiernos estadounidenses ya no
creen que los regímenes militares sean necesarios¸ o siquiera tolerables en la
región.
Inclusive¸ buscan reducir la importancia de las instituciones
armadas. Además¸ los retos subversivos han desaparecido casi por completo y el
panorama militar ha variado de manera drástica. Por primera vez en más de un
siglo¸ las dictaduras en el continente son casi inexistentes. No hay apoyo
internacional al modelo militar¸ no hay soporte externo a los movimientos
subversivos y las instituciones castrenses se encuentran en una especie de
"crisis existencial." Esta crisis se debe al cambio de las funciones políticas
de las fuerzas armadas¸ particularmente a la tendencia a la desaparición de
aquellas tareas ajenas a su papel profesional¸ al debilitamiento de las que les
son propias y a la incertidumbre que todo ello ocasiona.
Quienes ahora
cuestionan el comportamiento político castrense en la región lo hacen
generalmente desde una perspectiva distinta de la mera denuncia. Esta crítica
constructiva concuerda con la necesidad de redefinición de las funciones
militares tradicionales en el Estado contemporáneo creada por la crisis
existencial mencionada.
Pese a que no hay claridad sobre la relación que
guardan estas inquietudes con la Doctrina de Seguridad Nacional¸ gran parte de
las modificaciones que han sido planteadas tiene que ver con su legado.
Este artículo consta de dos partes y define de manera histórica la Doctrina de
Seguridad Nacional. La primera parte identifica los antecedentes¸ gestación¸
desarrollo y declinación de la Doctrina¸ mientras que la segunda se refiere a
sus características básicas y a sus diferentes manifestaciones nacionales. El
artículo culmina con un epílogo relacionado con los sucesos del 11 de septiembre
en Estados Unidos y su vinculación con el fin de la Guerra Fría.
Etapas
de la Doctrina de Seguridad Nacional
Para comprender la llamada "Doctrina de Seguridad Nacional" conviene
dividir su desarrollo en cuatro etapas: antecedentes¸ gestación¸ desarrollo y
declinación. La primera corresponde al militarismo suramericano del siglo XX¸ y
en ella se aprecian factores que más adelante facilitaron el desarrollo de la
Doctrina. La segunda etapa se caracteriza por la creciente influencia
político-militar de Estados Unidos en América Latina¸ y se ubica entre los
inicios de la Guerra Fría y la víspera de la Revolución Cubana. La tercera
etapa¸ marcada por el nacimiento de movimientos insurgentes en la región y el
desarrollo de un militarismo de nuevo cuño¸ comienza con dicha revolución y
continúa hasta la segunda mitad de los años setenta. La etapa final de
declinación de la Doctrina se inicia con el gobierno del presidente Carter y el
cambio en la concepción estratégica estadounidense¸ y se prolonga con el ascenso
de los gobiernos civiles en la región hasta la finalización de la Guerra Fría.
Viejo militarismo
Las raíces del militarismo suramericano de la primera mitad del siglo XX
se remontan al siglo XIX. Entre ellas sobresalen el desarrollo simultáneo de las
instituciones militares y los Estados nacionales¸ y la influencia ibérica y
europea. El proceso de formación de los Estados nacionales en Suramérica durante
el siglo XIX tuvo como común denominador la inestabilidad económica y la
dificultad de integración social. Por lo general¸ las instituciones militares
fueron más fuertes que las demás instancias estatales¸ lo que facilitó que se
autoproclamaran como dinamizadoras de la economía e integradoras de la sociedad.
Los militares creían que tenían el derecho a ocupar un lugar preeminente en la
sociedad por sentirse forjadores de la nación al llevar a feliz término las
guerras de independencia. Este sentimiento aún está vigente¸ al igual que la
certeza de ser responsables de mantener la identidad nacional a través de la
afirmación de sus valores básicos. La idea de que ellos son la salvaguardia de
la patria y de que la manera ideal de servirla es por medio de la carrera de las
armas también se remonta al siglo XIX. Su concepto de patria¸ como identidad
territorial propia¸ lo equiparan al concepto de nación. De estas ideas se
desprende que el último recurso que tiene la sociedad para salir de sus crisis
es recurrir a la orientación de sus instituciones militares. Con el apoyo de
esta ideología¸ el militarismo tradicional corrió parejo con la
profesionalización militar¸ por lo menos hasta los años cincuenta del siglo XX.
La fuerte tradición ibérica en América del Sur durante el siglo XIX planteaba
como función militar la intervención en la política interna de los países. Esta
tradición fue reforzada por la tendencia militar a influir en los asuntos
civiles que resultó de la manera como se formaron los Estados nacionales en la
región7. Estas características se complementaron¸ ya bien avanzado el siglo XX¸
con la absorción de principios militares de la España franquista¸ como
presupuesto doctrinario de la seguridad nacional. Ejemplo de ello son las
enseñanzas de J. A. Primo de Rivera sobre la obligación militar de intervenir en
política cuando aspectos "permanentes" y no "accidentales" de la sociedad están
en peligro8. La diferenciación entre estas categorías corría por cuenta de las
instituciones castrenses. Esta influencia ibérica sobre las fuerzas armadas
suramericanas fue reafirmada por las nociones de defensa nacional ligadas a las
doctrinas geopolíticas europeas de corte darwiniano del siglo XIX.
Tales
nociones¸ que no sufrieron cambios significativos con el nuevo orden
internacional creado por la Segunda Guerra Mundial¸ hacían énfasis en la
concepción orgánica del Estado¸ el carácter estratégico de los recursos
naturales y las fronteras¸ y el conflicto potencial entre países vecinos¸
motivado por la competencia por el control del espacio y los recursos
limitados9. Estos factores fueron básicos en la configuración del viejo
militarismo y se proyectaron hacia el que emergió en los años sesenta y su
justificación doctrinaria.
En la formación de la geopolítica
latinoamericana también estuvieron presentes concepciones como la de la "guerra
total" del general alemán Erich von Ludendorff. En ella se enfatizaban los
aspectos psicológicos y la visión monolítica de la sociedad¸ basada en la fuerza
"anímica" del pueblo y la eliminación de la oposición10. Así mismo¸ la noción
bismarckiana sobre el papel central del ejército en la unidad nacional tuvo
influencia destacada en el papel central asumido por los militares en la
orientación del desarrollo económico11. Todas estas semillas de las dictaduras
militares suramericanas germinaron gracias a que cayeron en la tierra fértil de
unas organizaciones sociales tradicionales¸ donde el juego político era ante
todo privilegio de las élites. Y a diferencia de Suramérica¸ donde el viejo
militarismo tuvo raíces en los ejércitos de la independencia¸ en Centroamérica y
el Caribe el militarismo surgió de la ocupación militar de Estados Unidos.
Influencia político-militar de Estados Unidos
La Guerra Fría surgió de
la bipolaridad política e ideológica en que quedó dividido el mundo al finalizar
la Segunda Guerra Mundial y de la competencia de los dos bloques mundiales por
el control estratégico de las áreas geográficas. La rápida invasión militar y
sometimiento político de los países de Europa Oriental por parte de la Unión
Soviética en la fase final de esa guerra¸ aceleró la reacción de los Estados
Unidos contra el comunismo.
El Acta de Seguridad Nacional¸ promulgada en
Estados Unidos en 1947¸ fue el principal instrumento para el desarrollo de la
concepción del Estado de seguridad nacional. Esta ley dio al gobierno federal el
poder para movilizar y racionalizar la economía nacional al involucrar a los
militares en ella¸ preparándolos para la eventualidad de una guerra12. Por medio
de esa ley se crearon el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y la Agencia
Central de Inteligencia (CIA)¸ instituciones que establecieron un nuevo patrón
para el Estado y la sociedad¸ en virtud del papel hegemónico que asumía Estados
Unidos en el concierto político mundial13. Fue la ratificación formal de la
Guerra Fría¸ que identificó a la Unión Soviética como el enemigo principal¸ a
quien se consideraba responsable de las guerras anticoloniales y los procesos de
cambio social del momento. Se determinó¸ además¸ que el medio para su control
sería la aplicación del concepto de contención¸ mediante el cual se utilizaban
los medios disponibles para evitar su expansión. Poco después apareció la
concepción de guerra limitada que excluye la confrontación atómica como el
instrumento principal del conflicto. La guerra de Corea¸ en la primera mitad de
los años cincuenta¸ fue la concreción inicial de este tipo de enfrentamiento.
El desarrollo institucional de la política estadounidense hacia América Latina
facilitó el que se difundiera la concepción norteamericana de seguridad
nacional. Comenzó así a gestarse lo que más adelante se conocería como Doctrina
de Seguridad Nacional. En 1945¸ los países del continente firmaron un conjunto
de acuerdos conocido como Acta de Chapultepec. La Resolución Octava del Acta
contemplaba la defensa colectiva del continente frente a la aún inconclusa
guerra mundial. El "Plan Truman" de 1946¸ que propuso la unificación militar
continental¸ concordaba con esa resolución. Ambas medidas fueron la antesala del
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar)¸ firmado en Río de Janeiro
en 1947. Este acuerdo fue clave para la unificación americana de la política
militar¸ ya que implicó la integración de las instituciones militares de América
Latina a un bloque bélico cuya dirección estratégica estaba a cargo de Estados
Unidos. La creación de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 1948
proporcionó el piso jurídico-político para que otros organismos¸ como la Junta
Interamericana de Defensa creada en 1942 y el Colegio Interamericano de
Defensa (órganos de apoyo del Tiar)¸ pudieran articularse en forma plena a la
orientación estadounidense14.
En 1950¸ el Consejo de Seguridad Nacional estadounidense aprobó el Memorando
68¸ que formuló la estrategia militar internacional de los Estados Unidos. Dada
su vinculación institucional con el país del Norte¸ América Latina quedaba
cobijada por lo aprobado en ese documento. Restaba buscar una mayor homogeneidad
en la organización y la tecnología militares. Los programas de ayuda militar
bilaterales (MAP)¸ ejecutados entre 1952 y 1958¸ fueron el punto de partida para
que los ejércitos latinoamericanos se afincaran en la órbita tecnológica y
operativa de Estados Unidos. En la misma dirección influyó la guerra de Corea¸
pues sus aplicaciones fueron usadas para desarrollar programas de información y
entrenamiento para los latinoamericanos que adelantaron cursos militares en
Estados Unidos. Esos programas se impartieron desde 1953¸ al amparo de la "Ley
de defensa mutua" formulada dos años antes15. El entrenamiento militar de
latinoamericanos en Estados Unidos y más tarde en la Zona del Canal en Panamá¸
contribuyó a la transferencia de la concepción norteamericana de seguridad
nacional a los ejércitos de la región.
El modelo geopolítico
estadounidense de la Guerra Fría se desarrolló sobre la base de la geopolítica
clásica de origen alemán e inglés y se conjugó con la llamada teoría realista de
las relaciones internacionales. Ese modelo parte de considerar un mundo
anárquico¸ en el cual cada Estadonación es responsable de su propia
supervivencia¸ al confiar sólo en sí mismo para protegerse de los demás.
Plantea además la necesidad de mantener el statu quo como la situación más
segura¸ tanto en el plano nacional como en el internacional. En este último
plano¸ propende por el sostenimiento del orden jerárquico y las posturas
hegemónicas16. La tutela hegemónica se justifica al considerar que la democracia
sólo es posible en los Estados modernos. Por eso¸ sobre la base del modelo¸ se
creyó necesario proveer seguridad a los regímenes de los países atrasados frente
a la influencia de la Unión Soviética. El apoyo a las dictaduras militares fue
la manera más expedita para la aplicación de estos principios.
Los pocos
gobiernos legítimos pero inestables de América Latina se dejaron llevar por la
tutela estadounidense y abandonaron su función de orientar la política militar.
No se percataron de los alcances de la concepción de seguridad que se había
desarrollado en el hemisferio occidental después de la Segunda Guerra Mundial17.
Al no darle importancia a la problemática militar¸ se desentendieron de
conocerla: nunca analizaron la misión y las funciones específicas de las fuerzas
militares¸ ni impartieron guías al respecto. Las clases políticas toleraron a
los militares y les reconocieron su utilidad sólo en los momentos de conflicto.
Se preocuparon de las "externalidades" del ejercicio del poder militar
solamente cuando éste era explícito. Pero una vez que los militares dejaban los
gobiernos se acababa la atención. De esta manera¸ el campo de la política
militar de Estado quedó disponible y fue ocupado por las instituciones
castrenses que estaban bajo la influencia del estado de seguridad de Estados
Unidos.
Revolución cubana y política hemisférica
Terminada la guerra de Corea y derrotado el Ejército colonial francés en
Indochina¸ en 1954¸ se presentó una oportunidad para el desarme por medio de las
conversaciones de distensión de la Guerra Fría que se prolongaron hasta 1960.
Sin embargo¸ al inicio de la siguiente década¸ durante el gobierno del
presidente Kennedy¸ se revivió con fuerza el Estado de Seguridad Nacional. La
manifestación principal de esta resurrección fue la política hacia Indochina:
Estados Unidos ejerció control sobre Vietnam del Sur y buscó la conquista de la
parte Norte. Al mismo tiempo¸ el triunfo de la revolución cubana en América
Latina justificó la abortada invasión a Cuba¸ planeada por el gobierno de
Kennedy en 1961. El episodio de los misiles soviéticos¸ en 1962¸ le proporcionó
la dinámica final a un proceso mediante el cual la región latinoamericana
ingresó en forma activa aunque como actor secundario al concierto de la Guerra
Fría.
El triunfo de la revolución cubana impulsó la formulación
suramericana de la Doctrina de Seguridad Nacional. Ella sirvió de acicate para
que se elaboraran teorías orientadas a explicar y dirigir procesos políticos de
cambio que la contrarrestaran. Ejemplo destacado fue la llamada "teoría de la
dependencia"¸ que fue una mezcla de neomarxismo con teorías de la Comisión
Económica para América Latina de la Naciones Unidas¸ Cepal18. Su tesis más
conocida plantea que la dependencia externa de la región es un factor negativo
que apoya el subdesarrollo. Así mismo¸ fueron retomadas las doctrinas
marxista-leninista y maoísta para legitimar la efervescencia de la rebeldía. A
ellas se agregaron la propia doctrina revolucionaria cubana¸ enunciada
principalmente por Ernesto Che Guevara y complementada por el francés Regis
Debray19. Estas formulaciones proporcionaron argumentos para legitimar diversos
movimientos armados en varios países de la región.
Así floreció lo que puede denominarse la era revolucionaria de América
Latina. Su fermento fue la sobreideologización de las juventudes de clase media
y de numerosos grupos sociales a todo lo largo y ancho de una región que se
consideraba destinada a orientar un proceso político de trascendencia universal.
Pocos países se salvaron de albergar en su seno movimientos guerrilleros que se
dieron a la tarea de "liberar a sus naciones del yugo del imperialismo". Cuba se
constituyó en el punto de referencia obligado de las "vanguardias
revolucionarias"¸ no solamente como modelo para seguir¸ sino también como centro
de entrenamiento de cuadros guerrilleros. América Latina se convirtió entonces
en el campo para enfrentar una subversión considerada en los medios castrenses
como parte de la Guerra Fría. Además del viejo militarismo y la ideología
político-militar estadounidense¸ los militares latinoamericanos acudieron a los
principios desarrollados en Francia para confrontar los movimientos de
independencia en Indochina y Argelia. Los franceses habían creado la "doctrina
de la guerra revolucionaria" y tácticas de "contrainsurgencia"¸ elementos que
fueron fundamentales para la elaboración doctrinaria y su aplicación práctica20.
Sobre estas bases¸ los militares construyeron la Doctrina de Seguridad Nacional¸
que sirvió para legitimar un militarismo de nuevo cuño.
El desarrollo de
la Doctrina de Seguridad Nacional fue funcional a la política norteamericana
hacia América Latina¸ ya que su planteamiento esquemático concordaba con el
simplismo con el que Estados Unidos abordaba los problemas sociales de la
región. Desde los años cincuenta¸ las políticas norteamericanas hacia América
Latina estuvieron determinadas por una concepción mecánica de "inestabilidad"
regional. El comunismo era percibido como la causa principal de la inestabilidad
política¸ y ésta a su vez era considerada como la principal amenaza para la
seguridad del hemisferio. A partir de los años sesenta¸ se añadió la pobreza
como factor adicional a esa inestabilidad. Por eso la administración Kennedy
diseñó dos remedios complementarios: la Alianza para el Progreso¸ contra la
pobreza¸ y los programas ampliados de contrainsurgencia (Fuerzas Especiales del
Ejército y Oficina de Ayuda para la Seguridad Pública)¸ contra la subversión.21
A pesar de esta ampliación del horizonte¸ siguió primando la concepción maniquea
que consideraba los problemas sociales como parte de la conspiración comunista.
De esta forma¸ se ignoraron las necesidades básicas del desarrollo y las
aspiraciones de autonomía de las naciones. Además¸ se frenaron muchas políticas
reformistas y se atentó contra los regímenes considerados de izquierda.22
A partir de la revolución cubana¸ Estados Unidos comenzó a utilizar la
estrategia militar de "contención" en América Latina¸ cuyo componente central
era la disuasión. Para "disuadir" se requería tener una alta capacidad militar y
aliados regionales en la cruzada mundial contra el comunismo.23 Esta estrategia
adquirió pleno cuerpo en 1962¸ con el problema de los misiles soviéticos en
Cuba¸ ya que la capacidad militar estadounidense y de paso sus aliados
anticomunistas en el continente lograron disuadir a la Unión Soviética de
mantener sus misiles en la Isla. Desde 1947¸ el Tiar había establecido una
división del trabajo de seguridad entre Estados Unidos y América Latina: aquella
nación se preocuparía por el problema global y esta área por los conflictos
internos de cada nación. Pero sólo en los años sesenta esta división adquirió
sentido¸ cuando emergieron guerrillas en varios países de la región. Para los
militares¸ la "guerra revolucionaria" se concretó como la estrategia del
comunismo y el "enemigo interno" se constituyó en la amenaza principal.
A
fines de los años sesenta¸ se redujo la presión de la política norteamericana
hacia América Latina. Ello respondió¸ en buena medida¸ a la quiebra del sistema
militar interamericano que confirmó la exclusividad de las fuerzas armadas en
los asuntos internos de los países. Estados Unidos no logró el apoyo necesario a
su reiterada propuesta de formación de una fuerza militar para las Américas¸
contraria a lo planteado antes en el Tiar.24
Durante la siguiente década
y a raíz de la derrota norteamericana en Vietnam¸ la concepción del Estado de
seguridad nacional y su táctica de "contrainsurgencia" fueron relegados
discretamente a segundo plano.
Declinación de la Doctrina de Seguridad
Nacional
La distensión mundial de la segunda mitad de los años setenta se expresó
en términos militares en una capacidad bélica altamente móvil y crecientemente
tecnificada. Ello obligó a un cambio de orientación estratégica en Estados
Unidos. En su nuevo esquema de defensa¸ las instituciones armadas
latinoamericanas tuvieron poca participación¸ por no contar con personal
capacitado para operar el armamento de última generación y porque los
desarrollos tecnológicos bélicos dejaron a la región fuera de competencia. El
Tiar perdió importancia militar y las ideas de conformar una fuerza militar
interamericana pasaron al olvido. Con su preocupación por la violación de los
derechos humanos en Latinoamérica¸ el gobierno del presidente Carter también
contribuyó a quitarles peso a los militares. Pero al final de los años setenta¸
el tema de la seguridad nacional reapareció en la agenda internacional¸ debido
al triunfo de la guerrilla sandinista en Nicaragua¸ la iniciación de la guerra
civil en El Salvador y la reanudación de la Guerra Fría durante el gobierno de
Reagan. Sin embargo¸ América Latina ya había perdido su importancia estratégica
en el mundo.
En los años ochenta¸ se hizo obsoleta la guerra como medio
de resolución de conflictos entre las potencias¸ en contraposición con su
proliferación tanto interna como internacional en el mundo subdesarrollado.25
Ante el conflicto en Centroamérica y la ruptura militar interamericana¸ los
Estados Unidos crearon una modalidad complementaria al Estado de seguridad
nacional para las áreas de conflicto del continente. La denominada "guerra de
baja intensidad"26 fue la nueva forma de intervención militar¸ creada cuando la
Doctrina de Seguridad Nacional iniciaba su decadencia en el Cono Sur. Esta nueva
forma de intervención marcó el fin del viejo militarismo en Centroamérica¸
abolido en Suramérica desde los años sesenta. El nuevo estilo de resolución de
conflictos redujo los márgenes de negociación en la región en momentos de
deterioro económico.27 Por otra parte¸ Estados Unidos intentó recuperar las
relaciones militares bilaterales basadas en la definición de intereses de
seguridad compartidos.
Pero después de la guerra de las Malvinas en 1982¸
las instituciones castrenses de América Latina buscaron su propia definición
estratégica.
La crisis del modelo de desarrollo económico latinoamericano
y el fin de la tutela militar de Estados Unidos durante los años ochenta
facilitaron el proceso de desmilitarización de los gobiernos. Surgió así el
llamado proceso de redemocratización en la región. Con él salieron a la luz
pública los desmanes de los militares¸ en particular las violaciones de los
derechos humanos. Este proceso acabó en gran medida con las prácticas de
gobierno derivadas de la Doctrina de Seguridad Nacional y debilitó su ideología.
Al finalizar la década¸ el inicio de solución de la crisis centroamericana
completó el panorama regional; al tiempo que la crisis de la Unión Soviética¸ el
derrumbe del comunismo y el fin de la Guerra Fría dejaban sin vigencia política
la Doctrina. Sin embargo¸ persiste cierta inercia doctrinaria en las
instituciones castrenses latinoamericanas¸ con distintos énfasis nacionales.
Formulación de la Doctrina en América del Sur
La creación de la Doctrina fue obra de unos pocos países suramericanos¸
especialmente Argentina y Brasil¸ y en menor grado y con posterioridad¸ Chile¸
Perú y Ecuador elaboraron versiones diferentes de las del Cono Sur¸ con
tendencias desarrollistas.28 Los países del Cono Sur habían sido líderes de la
profesionalización y la modernización de las instituciones militares en la
región. En Brasil¸ la Doctrina sirvió para preparar y justificar el golpe
militar de 1964 contra el gobierno populista de João Goulart¸ primer golpe
exitoso promovido por esta ideología. En Argentina ocurrió lo mismo: la Doctrina
sirvió para justificar el derrocamiento de dos gobiernos de distinto corte¸ uno
radical en 1966 y otro peronista en 1976¸ y también para enfrentar a la
guerrilla urbana de los Montoneros. En Chile¸ la doctrina ayudó a legitimar el
golpe de 1973 que¸ según sus gestores¸ sirvió para evitar la revolución que
intentaba adelantar el presidente socialista Salvador Allende. Ya en el poder¸
los militares chilenos ajustaron a su modo la Doctrina heredada de sus
vecinos.29 En Uruguay¸ el golpe de 1973 encontró sus razones en la Doctrina de
Seguridad Nacional y en la necesidad de enfrentar a la guerrilla urbana de los
Tupamaros. Perú es un caso particular. El Centro de Altos Estudios Militares
(Caem) formuló una variante desarrollista de la Doctrina¸ que legitimó el primer
intento de golpe de la seguridad nacional en 1962 y¸ tras su fracaso¸ el de
1968.30 Este gobierno militar acabó con el férreo poder de la oligarquía en ese
país¸ en contraposición con lo sucedido bajo las demás dictaduras. A su vez¸
Ecuador desarrolló una variante más parecida a la peruana que a las
formulaciones argentina y brasileña.31 En el resto de países suramericanos¸ la
influencia de la Doctrina fue más ideológica que operativa. El caso del Paraguay
de Stroessner es particular y ajeno a la Doctrina. Se asemeja más al tipo de
dictaduras de viejo cuño: al militarismo que caracterizó a Suramérica en la
primera mitad del siglo y a los países centroamericanos y caribeños hasta
comienzos de los años ochenta. Pero en la práctica asimiló principios
doctrinarios¸ como cuando participó¸ en los años sesenta¸ en el Plan Cóndor¸
junto con las dictaduras de Argentina¸ Chile¸ Uruguay¸ Brasil y Bolivia¸ con el
fin de exterminar a los comunistas.32
El primer análisis que mostró las
novedades del fenómeno fue el elaborado por José Nun en 1966.33 Este trabajo
proporcionó un punto de partida explicativo a través de su tipología de las
grandes transformaciones de las instituciones militares. La última de ellas¸ la
"revolución estratégica"¸ mostraba la inmersión militar latinoamericana en la
Guerra Fría. Pero fue Luis A. Costa Pinto quien identificó por primera vez¸ en
1969¸ las características fundamentales de la emergente racionalidad militar que
más tarde se llamó Doctrina de Seguridad Nacional.34 Para ello se basó en la
observación de las dictaduras brasileña y argentina de los años sesenta. Su
clasificación comprende tres grupos: el primero se refiere a las relaciones
políticomilitares; el segundo¸ al orden institucional que racionaliza la
intervención; y el tercero¸ a la nueva ideología institucional y sus
consecuencias.
La característica central del primer grupo (relaciones
político-militares) es que los militares intervienen directamente¸ como
corporación¸ en sectores de la vida nacional ubicados fuera del área reconocida
como su actividad profesional específica. Costa Pinto señala que este tipo de
incursiones militares en la vida pública responde a la inestabilidad política
que crea vacíos institucionales¸ ideológicos y éticos. La corporación militar
cree que es la única fuerza política organizada¸ por lo que actúa como la
agencia integradora de la nación y no como una institución que debe ser
integrada por ésta. Explica además que la relación entre las fuerzas armadas y
las instituciones políticas depende principalmente de la debilidad y
desintegración de estas últimas y mucho menos del arbitrio y poderío de
aquéllas. Agrega que cuando las fuerzas políticas civiles pierden el control del
poder¸ crean la imagen de la patria amenazada por el caos¸ lo cual facilita la
intervención de los militares. Finalmente¸ dice que hay un núcleo de civiles
militaristas que ofrecen al sector castrense la ideología que requiere para
justificar su ingerencia en la vida política.
Dentro del segundo grupo
(orden institucional)¸ Costa Pinto señala que los gobiernos militares justifican
la ocupación permanente del poder civil con razones ideológicas y demagógicas de
salvación nacional. Añade que los militares no son llevados al golpe¸ como
antes¸ sino que dan su propio golpe¸ por lo que se sienten victoriosos.
Menciona que la tónica de la formación castrense contemporánea es
eminentemente técnica¸ lo que hace actuar a los militares a semejanza de los
tecnócratas civiles¸ presentándose como progresistas e incorruptibles en su
papel de gobernantes.
El último grupo (nueva ideología) es más variado. Costa Pinto identifica una
"fantasiosa ideología de reaccionarismo totalitario"¸ caracterizada por la
autoatribución por parte de los militares de la representación popular y del
carácter de salvadores de la nación¸ el moralismo¸ el simplismo en los
diagnósticos¸ el mecanicismo de las soluciones para los problemas de la
sociedad¸ la negación del diálogo político¸ la visión catastrófica del cambio
social y la revalorización del pasado. El militar de nuevo tipo se siente
miembro activo de la lucha mundial en defensa de los valores y tradiciones de la
"civilización occidental". A la vez¸ percibe que debe salvaguardar la patria y
la persona humana de amenazas como el comunismo¸ el materialismo y la
corrupción. Los militares consideran además que la Guerra Fría no es un episodio
transitorio¸ sino un hecho fundamental y permanente de la historia¸ y que la
"guerra revolucionaria" o "guerra limitada" es una forma de agresión inventada
por la Unión Soviética como medio para establecer el imperio comunista en el
mundo. En consecuencia¸ enfrentar la guerra revolucionaria es la prioridad en
función de la cual debe enfocarse todo lo demás. Todos los individuos y grupos
que no acepten esa interpretación de las tensiones internacionales son
considerados enemigos. Y contra los "enemigos internos" debe desencadenarse la
llamada contrainsurgencia¸ que transforma la Guerra Fría en "guerra caliente"
nacional. Administración y represión se vuelven entonces una sola cosa en los
nuevos regímenes militares.
Es decir¸ se administra la política sobre la
base de la represión.
Tal vez lo más importante para resaltar de este modelo de la Doctrina de
Seguridad Nacional es el núcleo del que parte: la intervención de los militares
como corporación en campos de la política ajenos a su actividad profesional. El
ideal doctrinario es la "ocupación" de las instituciones estatales a través de
un golpe de Estado. Solamente así era posible desarrollar a plenitud los
principios de lo que en ese momento constituía una nueva racionalidad militar¸
llamada luego Doctrina de Seguridad Nacional. Para el caso de la influencia
doctrinaria en países donde no hubo golpes de Estado puede señalarse que¸ si
bien la "ocupación" militar de las instituciones estatales es el presupuesto
básico para el ejercicio doctrinario¸ era posible realizar "ocupaciones"
parciales del Estado¸ en el contexto de los gobiernos civiles.
El tipo
ideal doctrinario¸ en su formulación y ejecución¸ se presentó en Brasil y
Argentina.35 Hubo diferencias en la conformación de los respectivos regímenes
políticos¸ pero no en la esencia doctrinaria. En cambio¸ en Chile y Perú sí hubo
variaciones en la doctrina. En Chile¸ la variación principal fue la alteración
progresiva del sentido corporativo¸ debido al fortalecimiento de una dictadura
personal. Su formulación doctrinaria fue escasa y dependió¸ por lo menos al
comienzo¸ de la esbozada en Argentina y Brasil. En Perú¸ las variaciones fueron
grandes. Hubo una formulación doctrinaria previa al golpe¸ paralela a la
brasileña y argentina¸ pero menos autoritaria y abiertamente desarrollista.
Antes que un congelamiento del statu quo¸ el gobierno militar promovió un
proyecto de cambio social combinado con la eliminación práctica de la ideología
anticomunista¸ para lo que contó con el apoyo de intelectuales de izquierda y
fue independiente de la tutela estadounidense.
En el resto de países el
desarrollo de la Doctrina de Seguridad Nacional fue fragmentario¸ además de que
no hubo una formulación original. El desarrollo fue parcial¸ inclusive donde
hubo gobiernos civiles subordinados a los militares¸ como en Uruguay¸ o donde se
presentaron golpes castrenses guiados por la Doctrina¸ como en el mismo Uruguay
y en Ecuador. En Uruguay¸ aparte de la ausencia de formulación doctrinaria y no
obstante la brutalidad de la represión¸ la tradición civilista de la sociedad
limitó la duración y la penetración social de la Doctrina. En Ecuador¸ la
utilización de la Doctrina fue fragmentaria y su orientación desarrollista fue
semejante a la de su vecino Perú. En América Central¸ y en menor grado en el
Caribe¸ más que un desarrollo de la Doctrina de Seguridad Nacional¸ se adoptaron
varios de los principios contenidos en la concepción norteamericana del Estado
de Seguridad¸ en el contexto de la dominación política e incluso militar de los
Estados Unidos.36 Ambas concepciones¸ la Doctrina de Seguridad Nacional y el
Estado de Seguridad¸ coinciden en varios aspectos. No en balde la Doctrina se
desarrolló bajo la influencia política e ideológica norteamericana.
Las
dictaduras de la seguridad nacional fueron la culminación de un proceso
histórico en el que fue difícil consolidar las prácticas democráticas en la
mayoría de los países de América Latina¸ por causa de las interferencias
militares. Ese proceso fue parte del prolongado e inacabado camino de
conformación de los Estados nacionales y de instauración de sistemas políticos
eficaces.
Las interferencias militares en América Latina están
relacionadas con la subordinación de la racionalidad de acumulación a la
reproducción social de privilegios y al fortalecimiento del poder político. Esta
preservación de estructuras sociales tradicionales permitió que Alain Touraine
afirmara que en América Latina el mantenimiento de los privilegios suele primar
sobre la tasa de ganancias.
En momentos de inestabilidad e incertidumbre¸ el golpe de Estado militar al
servicio del statu quo garantizaba el mantenimiento de las relaciones de
dominación y la exclusión social y política.37 El intervencionismo militar en
América Latina no niega el apego ideológico y abstracto a las instituciones de
la democracia occidental que ha caracterizado a esta región. Muchas
intervenciones se han justificado en nombre de la democracia y la defensa de las
instituciones y la constitución. Este comportamiento hace parte del carácter
abstracto de respeto por la democracia¸ pues sólo así quienes proclaman estos
principios pueden ser los mismos que los transgreden. La legitimidad de esta
contradicción del Estado de derecho se apoyó en la tradición de los privilegios¸
que por momentos fue complementada con la legitimidad formal de la legalidad¸
que no es lo mismo que democracia. Como dice Rouquié¸ "La ilusión del
universalismo jurídico encubre el particularismo de las relaciones personales y
de fuerza."38
De esta manera¸ las fuerzas armadas formularon la Doctrina
de Seguridad Nacional dentro de un marco de referencia ideológico que suponía la
vigencia¸ como necesidad¸ de regímenes políticos de democracia representativa.
Como explica Rial¸ "toda fuerza armada respalda el mismo tipo de orden en el
cual se formó. No hay excepción histórica a esta regla. Aunque tenga fuertes
desviaciones respecto al tipo ideal¸ seguirá defendiendo ese orden social en el
que nació como institución."39
Debido a su protagonismo en la gesta libertadora¸ los militares se
consideran los creadores primero de la nación y luego del Estado. Para ellos¸ la
nación es la patria misma¸ es decir¸ una forma abstracta de madre cultural y
geográfica que sin ellos no existiría. Por eso no pueden ser parte de la nación¸
y tampoco del Estado¸ como entes subordinados. Consideran que el Estado tiene la
función de guiar a la sociedad¸ de proporcionarle las directrices para su
desarrollo y de protegerla de los peligros. Y a los gobiernos no los consideran
administradores de las instituciones estatales sino su encarnación; por ello¸
quien gobierne es una especie de padre responsable de la sociedad. Para poder
cumplir cabalmente con la función prioritaria de seguridad¸ el gobierno debe
acumular en sus manos todos los recursos existentes: políticos¸ económicos¸
militares¸ sociales y psicológicos. Los militares¸ por considerarse los
defensores de la nación por definición¸ creyeron necesario controlar el gobierno
cuando percibieron que la seguridad nacional se hallaba amenazada. Esto sucedió
cuando asociaron los cambios propuestos por algunas de las élites gobernantes
con el comunismo. Esta ideología¸ y su mayor promotor¸ la Unión Soviética¸ eran
percibidos por las fuerzas armadas como el principal enemigo dentro de su vaga
noción de orden social¸ fundada en la civilización occidental¸ el cristianismo y
la tradición.
"La necesidad de un enemigo que diera sentido a la acción militar y que
reforzara la identidad corporativa¸ fue llenada al descubrir que pueden llevarse
adelante guerras de un nuevo tipo."40
Se utilizó¸ entonces¸ la rígida
lógica militar de la oposición "amigo-enemigo" para crear el concepto de
"enemigo interno"¸ transformando al adversario político en enemigo. Sin lugar a
dudas¸ el cambio militar contemporáneo más importante a nivel profesional fue la
sustitución del viejo profesionalismo de "defensa externa"¸ por el "nuevo
profesionalismo de la seguridad interna y el desarrollo nacional".41 Se
justificaba¸ así¸ el golpe militar y la instauración del "terrorismo de Estado"
como sistema de acción política. "[Este terrorismo] logra no sólo identificar y
destruir al enemigo actual¸ y disuadir a los enemigos potenciales¸ sino
convencer al ciudadano común de que su seguridad personal es función inevitable
y obligada de su incondicionalidad frente al régimen."42 Así¸ en esta guerra
antisubversiva se dio prioridad al componente psicológico mediante la labor de
inteligencia. Para ello se copiaron las instituciones estadounidenses del Estado
de Seguridad Nacional diseñadas con este propósito¸ en particular las de
"inteligencia".43 Los servicios de inteligencia se militarizaron y
policivizaron¸ y fueron ubicados¸ al igual que en el sistema nazi¸ por encima de
la jerarquía que les corresponde en la organización institucional tradicional.44
De este modo¸ los métodos psicológicos¸ como la persecución¸ el hostigamiento¸
la detención arbitraria¸ la tortura y la desaparición¸ fueron prioritarios en
esta guerra "irregular".
Fuera del incremento de la importancia relativa
de los servicios de inteligencia¸ la Doctrina de Seguridad Nacional no implicó
mayores cambios en la organización operativa militar. En general¸ en todos los
países se mantuvo la organización tradicional para la guerra regular. En algunos
casos se crearon unidades militares especiales para enfrentar fuerzas
guerrilleras¸ pero fueron marginales¸ transitorias y¸ en buena medida¸ ceñidas a
esquemas convencionales.
La conclusión principal que puede sacarse sobre
la Doctrina de Seguridad Nacional en América Latina es que ésta fue¸ ante todo¸
un planteamiento ideológico y político que responde a una racionalidad mecánica
y ante todo militar¸ que fue ejecutada por medio de golpes de Estado. Sus
consecuencias han sido profundas y duraderas. La Doctrina ha sido un obstáculo
para el desarrollo institucional militar (entendido como progreso). La
distorsión que introdujo en las instituciones militares fue muy negativa¸ puesto
que alteró los cánones profesionales y desvió los principios castrenses hacia
funciones ajenas al quehacer militar. "Las fuerzas armadas del continente¸ desde
el punto de vista profesional¸ se vieron envueltas en un proceso
degenerativo."45
El lastre doctrinario más notorio con que cargaron los
procesos de la llamada redemocratización de América Latina fue la desviación
profesional y la politización de las instituciones castrenses¸ no sólo en los
países que procrearon la Doctrina de Seguridad Nacional¸ sino también en los que
sufrieron sus efectos. Este lastre dificulta la tendencia de fortalecimiento de
la sociedad civil frente al Estado y la necesidad de solucionar los innumerables
problemas de integración social. Este es el máximo reto de la denominada
democracia liberal¸ modelo vigente de Estado-nación.
Es claro el
contraste entre el pasado y las perspectivas del presente¸ pues hoy se busca
concretar las relaciones internacionales de la región latinoamericana mediante
el espíritu de interdependencia¸ cooperación e integración. Contraste y crisis
plantean entonces la necesidad de redefinir con claridad las instituciones
castrenses y sus funciones. Este ha sido uno de los principales desafíos de la
democracia en América Latina desde el fin de la Guerra Fría.
Epílogo
Con el fin de la Guerra Fría se creyó que llegaría una era de
estabilidad¸ cooperación y menos amenazas a la seguridad mundial. También se
pensó que la tendencia de disminución de la importancia de los Estados
nacionales y su mayor interdependencia fortalecerían las decisiones
multilaterales para beneficio de la humanidad. Esta visión se cumplió¸ en buena
medida¸ para los países más prósperos y para la mayoría de sus habitantes. Pero
para el denominado Tercer Mundo¸ la utopía de alcanzar su soberanía plena dentro
de un nuevo orden mundial se derrumbó y la inestabilidad continuó marcando a sus
sociedades. Renacieron antiguos conflictos de diferente tipo¸ como los
regionales¸ los étnicos¸ los religiosos y los nacionalistas. Además¸ varias de
las decisiones multilaterales que se tomaron fueron para realizar intervenciones
en los países más inestables¸ con respaldos legitimadores como el de las
Naciones Unidas. Surgió así¸ por ejemplo¸ el llamado derecho de injerencia¸ con
pretensiones humanitarias.
En este nuevo contexto¸ las amenazas a la
seguridad se perfilaron como problemas sociales de orden trasnacional y no como
conflictos entre los Estados. El narcotráfico¸ la corrupción¸ el terrorismo¸ la
violación de los derechos humanos y la destrucción del medio ambiente son
ejemplos de estas nuevas amenazas. Con ellas apareció la tendencia a la
privatización de las guerras¸ principalmente en los países inestables¸ lo que
proporcionó argumentos a teorías como la de los Estados inviables. De otra
parte¸ Estados Unidos se erigió como el centro del poder militar universal¸
aunque hubo ensayos multilaterales de cooperación excepcionales¸ como el de la
Guerra del Golfo¸ que respondieron más a razones económicas que a necesidades
estratégicas. Así mismo¸ la prosperidad económica alejó aún más a los países
llamados subdesarrollados de aquellos que basan su crecimiento más en la
desregulación financiera internacional que en su gran capacidad tecnológica y
productiva.
La tensión entre quienes confiaban en la cimentación de la estabilidad y
aquellos que veían en la incertidumbre el sello de la posguerra fría¸ duró poco
más de una década. Los trágicos sucesos del 11 de septiembre de 2001 generaron
un punto de inflexión¸ en un momento en que el ciclo económico de prosperidad
declinaba. "Ahora sí comenzó el siglo XXI"¸ "surge una nueva bipolaridad"¸
"terminó la fugaz posguerra fría"¸ "nace un nuevo desorden mundial".
Estas y otras expresiones similares mostraron que desde un primer momento se
tuvo certeza de la trascendencia de las implicaciones de los acontecimientos
ocurridos en Estados Unidos. Pero en esta fecha no comenzó una nueva era. Más
bien¸ se definió de una vez por todas la posguerra fría. La incertidumbre que
subyacía bajo la inestabilidad de muchos países¸ sobre todo después de que la
tutela perversa de una u otra de las dos superpotencias fue abandonada¸ se
extendió a las naciones que aún comulgaban con la visión de estabilidad y
confiaban en una seguridad eterna resguardada por un gran desarrollo tecnológico
que fortalecía a los organismos militares¸ policiales y de seguridad. Esta es la
verdadera realidad del fin de la Guerra Fría¸ realidad que cobija¸ de diferentes
maneras¸ a todos los países del mundo entero.
Bibliografía
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Librería del Ejército¸ junio de 1964. Guevara¸ Ernesto Che¸ "La guerra de
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Investigaciones Sociales de la Unam¸ Pablo González Casanova (coord.)¸ América
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presidentes en América Latina¸ Buenos Aires¸ Siglo Veinte¸ 1965. Loveman¸
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Centroamérica¸ San José¸ Editorial Universitaria Centroamericana¸ Educa¸ 1983.
Varas¸ Augusto¸ La política de las armas en América Latina¸ Santiago¸ Flacso¸
1988.
NOTAS * Elaborado con base en Francisco Leal Buitrago¸ La
Seguridad Nacional a la deriva. Del Frente Nacional a la posguerra fría¸ Bogotá¸
Alfaomega Editores-Universidad de los Andes-Flacso Sede Ecuador¸ 2002¸
Introducción y capítulos Uno y Seis. ** Profesor Titular del Departamento de
Ciencia Política de la Universidad de los Andes. 1 Marcus G. Raskin¸ The
politics of national security¸ New Brunswick¸ New Jersey¸ Transaction Books¸
1979¸ págs. 31-34. 2 La estrategia de contención "...pretendía lograr una
modificación de la conducta soviética por medio de una combinación de
disuasiones y recompensas". George Kennan¸ quien elaboró el concepto de
contención luego de la Segunda Guerra Mundial¸ lo resumió así: "contención
prolongada¸ paciente pero firme y vigilante de las tendencias expansivas rusas".
John Lewis Gaddis¸ "Introducción: La evolución de la contención"¸ en Terry L.
Deibel y John Lewis Gaddis¸ La Contención. Concepto y política¸ Buenos Aires¸
Grupo Editor Latinoamericano¸ 1992¸ págs. 9 y 17. 3 Desde antes de la Segunda
Guerra Mundial el factor militar tenía gran influencia en las relaciones
internacionales¸ pero dentro de una perspectiva multipolar en la cual la
política tenía mayor juego que durante la posguerra. 4 "Los Estados Unidos
tienden a considerar que su seguridad nacional entraña el mantenimiento de
condiciones en el exterior que permitirán que la economía funcione adecuadamente
-es decir obtener energía¸ materias primas y mercados necesarios para su
prosperidad. El acceso a éstos ha sido por lo tanto incluido en la definición de
los intereses vitales de los EE. UU. (...) El alcance y la manera en la cual han
sido definidos los intereses norteamericanos han dado como resultado una
política de intervencionismo recurrente." Stanley Hoffmann¸ Jano y Minerva.
Ensayos sobre la guerra y la paz¸ Buenos Aires¸ Grupo Editor Latinoamericano¸
1991¸ págs. 305 y 307. 5 Brasil fue el primer país en elaborar un concepto
sobre seguridad nacional en América Latina con una ley de 1935¸ y luego¸ en los
años cincuenta¸ con el trabajo del general Golbery do Couto e Silva¸ quien la
definió como "aquella que busca asegurar el logro de los objetivos vitales
permanentes de la nación contra toda oposición¸ sea externa o interna¸ evitando
la guerra si es posible¸ o llevándola a cabo si es necesario con las máximas
probabilidades de éxito." Jorge Tapia Valdés¸ "La doctrina de la seguridad
nacional y el rol político de las fuerzas armadas"¸ en Juan Carlos Rubinstein
(comp.)¸ El Estado periférico latinoamericano¸ Buenos Aires¸ Eudeba¸ 1988¸ pág.
240. 6 Sobre la visión estadounidense del comunismo como causa de la
inestabilidad en América Latina y amenaza para la seguridad nacional¸ véase Lars
Schoultz¸ National Security and United States Policy toward Latin America¸
Princeton¸ Princeton University Press¸ 1987¸ Capítulo 3. 7 Brian Loveman¸ The
Constitution of Tyranny. Regimes of Exception in Spanish America¸ Pittsburgh¸
University of Pittsburgh Press¸ 1994. 8 Tapia Valdés¸ 1988¸ op. cit.¸ págs.
238-239. 9 Jack Child¸ Geopolitics and Conflict in South America: Quarrels
among Neighbours¸ New York¸ Praeger¸ 1985¸ Cap. 1; José Miguel Insulza¸ "La
seguridad de América del Sur. Posible contribución europea"¸ en Carlos Contreras
Q. (coord.)¸ Después de la Guerra Fría. Los desafíos a la seguridad de América
del Sur¸ Caracas¸ Comisión Sudamericana de Paz-Editorial Nueva Sociedad¸ 1990¸
pág. 95. 10 Antonio Carlos Pereira¸ "Aspectos totalizadores de la seguridad
nacional"¸ en José Thiago Cintra (editor)¸ Seguridad nacional y relaciones
internacionales: Brasil¸ Serie Estudios CLEE¸ México¸ Centro Latinoamericano de
Estudios Estratégicos¸ 1987¸ págs. 23-24. 11 Augusto Varas¸ La política de
las armas en América Latina¸ Santiago¸ Flacso¸ 1988¸ pág. 48. 12 Raskin¸
1979¸ op. cit.¸ págs. 32¸ 46 y 84. El Estado se concibe de manera autónoma¸
amenazado incluso por la misma sociedad de la que es en teoría delegatario.
13 Jose Comblin¸ The Church and the National Security State¸ Maryknoll¸ Orbis
Book¸ 1979¸ pág. 64. 14 Isaac Sandoval Rodríguez¸ Las crisis políticas
latinoamericanas y el militarismo¸ México¸ Siglo XXI Editores¸ 1976¸ págs.
162-163. Las instituciones panamericanas fueron el canal para la difusión de la
ideología política estadounidense. 15 Ibid; Luis Maira¸ "El Estado de
seguridad nacional en América Latina"¸ en Pablo González Casanova (coord.)¸ El
Estado en América Latina. Teoría y práctica¸ México¸ Siglo XXI
Editores-Universidad de las Naciones Unidas¸ 1990¸ págs. 114-118. 16 Juan
Somavía y José Miguel Insulza¸ "Introducción"¸ en Somavía e Insulza
(compiladores)¸ Seguridad democrática regional. Una concepción alternativa¸
Caracas¸ Comisión Sudamericana de PazEditorial Nueva Sociedad¸ 1990¸ págs.
10-16. 17 Juan Rial¸ "Relaciones cívico-militares: Diálogo para el
fortalecimiento de la democracia"¸ en Ibid¸ pág. 253. 18 Cepal¸ América
Latina. El pensamiento de la CEPAL¸ Colección Tiempo Latinoamericano¸ Santiago
de Chile¸ Editorial Universitaria¸ 1969; Fernando Henrique Cardoso y Enzo
Faletto¸ Dependencia y desarrollo en América Latina¸ México¸ Siglo XXI Editores¸
1969. 19 Ernesto Che Guevara¸ "La guerra de guerrillas"¸ en Escritos y
discursos¸ Tomo 1¸ La Habana¸ Editorial de Ciencias Sociales¸ 1977¸ y Regis
Debray¸ Revolución en la revolución¸ Cali¸ Editorial Pacífico¸ septiembre de
1968. 20 "No se hace una guerra revolucionaria con un ejército distribuido en
divisiones; no se hace una guerra revolucionaria con una administración de
tiempo de paz; no se hace una guerra revolucionaria con el Código de Napoleón".
Coronel Ch. Lacheroy¸ "La guerra revolucionaria"¸ en Biblioteca del Ejército¸ La
defensa nacional¸ Volumen Nº 6¸ BogotḠLibrería del Ejército¸ marzo de 1962¸
pág. 307. 21 Schoultz¸ 1987¸ op. cit.¸ págs. 11-20. 22 La mayoría de los
golpes militares latinoamericanos en el siglo XX estuvieron avalados directa o
indirectamente por los gobiernos norteamericanos. La intervención fue abierta en
Centroamérica y el Caribe¸ y velada en Suramérica. Pero con la aparición de la
Doctrina de Seguridad Nacional la intervención de los Estados Unidos se hizo más
agresiva en esta parte del continente. Las encubiertas pero comprobadas
ingerencias en los golpes militares de Brasil en 1964 y Chile en 1973 no fueron
los únicos casos. Ya en 1969 el informe Rockefeller recomendaba como necesarias
las dictaduras temporales¸ como medida para garantizar la seguridad continental¸
y aplicaba la teoría de la "construcción nacional"¸ como ayuda o sustituto para
regímenes considerados débiles o no-operativos para contrarrestar el comunismo y
consolidar el poder nacional. Todo esto concordaba con teorías en boga de la
ciencia política norteamericana que planteaban que no se trataba de un ataque a
la democracia en sí¸ sino a la "falta de preparación" de las nuevas naciones
para el gobierno democrático. Tapia Valdés¸ 1984¸ op. cit.¸ pág. 241. 23
Sergio Aguayo¸ Bruce M. Bagley¸ Jeffrey Stark¸ "Introducción. México y Estados
Unidos: En busca de la seguridad"¸ en Aguayo y Bagley (comp.)¸ En busca de la
seguridad perdida. Aproximaciones a la seguridad nacional mexicana¸ México¸
Siglo XXI Editores¸ 1990¸ págs. 18-21. 24 Varas¸ 1988¸ op. cit.¸ págs.
249-251. 25 Javier A. Elguea¸ "Seguridad internacional y desarrollo nacional:
la búsqueda de un concepto"¸ en Aguayo¸ y Bagley¸ 1990¸ op. cit.¸ págs. 76-82.
26 Michael T. Klare y Peter Cornbluh¸ "The New Interventionism: LowIntensity
Warfare in the 1980s and Beyond"¸ en M. T. Klare y P. Cornbluh¸ Low Intensity
Warfare. Counterinsurgency¸ Proinsurgency¸ and Antiterrorism in the Eghties¸ New
York¸ Pantheon Books¸ 1988. En 1987¸ el presidente Reagan estableció el Comité
para el Conflicto de Baja Intensidad¸ dependiente del Consejo de Seguridad
Nacional. El término se deriva de la imagen que tiene el Pentágono del "espectro
del conflicto": Una división teórica del conflicto armado en niveles "bajo"¸
"medio" y "alto"¸ que depende del grado de fuerza y violencia. La guerra de
guerrillas y otros conflictos limitados enfrentados con unidades irregulares se
bautizaron como "conflictos de baja intensidad". 27 En la guerra de baja
intensidad se identifican seis "categorías de misiones" específicas: defensa
interna frente al extranjero; "proinsurgencia"; operaciones de contingencia en
tiempo de paz; acción contraterrorista; operaciones antidrogas¸ y operaciones de
guarda de la paz. Michael T¸ Klare¸ "The Interventionist Impulse: U.S. Military
Doctrine for Low-Intensity Warfare"¸ en Ibid¸ págs. 55-74. 28 Henry Pease
García¸ El ocaso del poder oligárquico. Lucha política en la escena oficial
1968-1975¸ Lima¸ Desco¸ 1977; Paco Moncayo Gallegos¸ Fuerzas Armadas y sociedad¸
Quito¸ Corporación Editora Nacional¸ 1995¸ págs. 103-116. 29 Genaro
Arriagada¸ Por la razón o la fuerza. Chile bajo Pinochet¸ Santiago¸ Editorial
Suramericana Chilena¸ 1998¸ capítulos 2 y 3. 30 Sobre los golpes de Estado¸
véase Instituto de Investigaciones Sociales de la Unam¸ Pablo González Casanova
(coord.)¸ América Latina: Historia de medio siglo¸ Tomo 1: América del Sur¸
México¸ Siglo XXI Editores¸ 1977. 31 Moncayo Gallegos¸ 1995¸ op. cit.¸ págs.
162-169. 32 Sobre el viejo militarismo¸ véanse Edwin Lieuwen¸ Armas y
política en América Latina¸ Buenos Aires¸ Sur¸ 1960¸ y Generales contra
presidentes en América Latina¸ Buenos Aires¸ Siglo Veinte¸ 1965; y John Johnson¸
Militares y sociedad en América Latina¸ Buenos Aires¸ Solar/Hachette¸ 1964.
33 José Nun¸ "América Latina: La crisis hegemónica y el golpe militar"¸ en
Desarrollo Económico¸ vol. VI¸ Buenos Aires¸ julio-diciembre¸ 1966. 34 Luis
A. Costa Pinto¸ "Militarismo"¸ en L. A. Costa P.¸ Nacionalismo y militarismo¸
México¸ Siglo XXI Editores¸ 1969¸ págs. 45-102. 35 Sobre las formulaciones
doctrinarias¸ véanse General Golbery de Couto e Silva¸ Planejamento estrategico¸
Biblioteca do Exército¸ vol. 213¸ Comp. Editora Americana¸ Rio de Janeiro¸ 1955¸
y General Osiris G. Villegas¸ La guerra comunista¸ BogotḠLibrería del
Ejército¸ junio de 1964. 36 Edelberto Torres-Rivas¸ Crisis del poder en
Centroamérica¸ San José¸ Editorial Universitaria Centroamericana¸ Educa¸ 1983;
Instituto de Investigaciones Sociales de la Unam¸ 1977¸ op. cit.¸ Tomo 2:
México¸ Centroamérica y el Caribe. 37 Alain Rouquié¸ El Estado militar en
América Latina¸ México¸ Siglo XXI Editores¸ 1984¸ págs. 41¸ 49 y 51. 38 Ibid¸
pág. 47. 39 Rial¸ 1980¸ op. cit.¸ pág. 255. "La mayoría de la fuerzas armadas
miran con recelo el régimen democrático¸ pero son socios obligados del mismo."
Ibid¸ pág. 264. 40 Juan Rial¸ "Los intereses de las Fuerzas Armadas de
América Latina en sostener regímenes democráticos"¸ en Louis W. Goodman¸ Johanna
S. R. Mendelson y Juan Rial (comp.)¸ Los militares y la democracia¸ Montevideo¸
Peitho¸ 1990¸ pág. 370. 41 Alfred Stepan¸ "The New Professionalism of
Internal Warfare and Military Role-Expansion"¸ en Stepan (ed.)¸ Authoritarian
Brazil¸ New Haven¸ Yale University Press¸ 1973. 42 Tapia Valdés¸ 1984¸ op.
cit.¸ pág. 249. La política se concibe como estrategia y forma de guerra
interna. El sistema social es convertido en un "sistema bélico"¸ o sea¸
condicionado por la ideología de la guerra. Ibid¸ págs. 244-245. 43 "Al
volcarse al campo interno los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas
adquieren una dimensión diferente. Por la propia naturaleza de la tarea que se
les asigna -detectar al enemigo entre los conciudadanos- adquiere un carácter
deliberante. Deben juzgar dónde se traza esa delicada y fina línea entre quién
es un enemigo¸ un `tonto útil' o simplemente un ciudadano cándido. (...) los
servicios adquieren una posición política." Raúl Sohr¸ "Reflexiones sobre los
ámbitos de la seguridad y la defensa"¸ en Documentos Ocasionales¸ no. 24¸
BogotḠCEI¸ noviembre-diciembre de 1991¸ pág. 21. 44 Alfred Stepan muestra
las características del sistema de inteligencia brasileño en comparación con el
de Uruguay¸ Argentina y Chile. Rethinking Military Politics. Brazil and the
Southern Cone¸ Princeton¸ Princeton University Press¸ 1988¸ Capítulo 2. 45
Almirante (r) Armando Amorin Ferreira Vidigal¸ "Problemas de seguridad y defensa
en América Latina en un mundo en cambio"¸ en Documentos Ocasionales¸ no. 24¸
BogotḠCEI¸ noviembre-diciembre de 1991¸ pág. 9.
Fuente: Revista de
Estudios Sociales, Nº 15 | CLACSO
"Para que haya trampa es necesario que exista
un tramposo, pero también un tonto". JUAN D. PERON, "A la Juventud", 1971
1. Historia de la caza y de la pesca.
Los acontecimientos más destacables de estos sesenta días –desde fines de
abril hasta fines de junio– permiten reforzar la certidumbre de que el proceso
desorganizador no se decide a planear una retirada con paso firme pero digno, en
orden y sin perseguidores a la vista. Como ocurriera otras veces en nuestra
historia contemporánea, por ejemplo entre 1971 y 1973, el régimen no se achica:
se agazapa para volver a saltar, buscando transformar su autoderrota –esta vez
sin precedentes en la historia argentina– en el comienzo de un nuevo triunfo. Un
"triunfo" de esos que cíclicamente sumen al país en la miseria y la
desesperación, cuando los salvadores uniformados, tras derrocar gobiernos
surgidos de elecciones –proscriptivas o no, detalle de poca importancia para
ellos– planean y ejecutan sus "libertadoras", sus "reordenamientos morales y
cívicos", sus "revoluciones argentinas" y sus "procesos de reorganización
nacional". Los profesionales del reaseguro regiminoso, con sus múltiples y
bien retribuidos inspiradores, asesores y ministros, intentaron siempre hacer
trampa en las épocas preelectorales, al verse obligados a abandonar el gobierno.
Inventaron una maraña de artilugios legales y planearon políticas de división
del movimiento nacional, de infiltración, de condicionamientos explícitos o
encubiertos. Tales artificios tuvieron matices diversos, adecuados en cada
ocasión a las circunstancias y a la índole y cantidad de los errores y abusos
perpetrados. Sería irrespetuoso y agobiante para el lector que hiciésemos la
enumeración prolija de todos los tejes y manejes empleados por el equipo del
golpismo cada vez que se abría un proceso electoral y se vislumbraba el triunfo
masivo del movimiento peronista en las urnas. Elecciones de 1957, 1963, 1973.
Proscripciones y prohibiciones de hombres, de fórmulas, de partidos, de siglas,
de símbolos y de todo lo que se puede (o incluso de lo que parezca imposible)
proscribir y prohibir. Que si el partido no podrá llevar el nombre de personas
(léase líderes) o el adjetivo "argentino"; que si la marcha no podrá propalarse
ni cantarse; que tal fórmula no y la otra tampoco; que si los fondos provienen
del sindicalismo o las órdenes vienen de Madrid; que si no le da el cuero para
volver antes de tal fecha porque reside en el exterior; que si dice ser
democrático pero "sabemos" que no lo es; en fin la lista sigue y es larga.
Esta parte de la "Trampa" –llamémosla así para abreviar–, o sea todo un sistema
de escollos "legales" y de interdicciones, integra pero no agota, ni mucho
menos, el frondoso ramaje del árbol de la sabiduría antipopular. Son, solamente,
sus hojas marchitas por el tiempo y el fracaso, pero no sus ramas vigorosas ni
su añejo tronco, que echó raíces en la década de 1810 con Rivadavia y sus
herederos. El sistema de prohibiciones y artilugios resultó reiterativo y
además inútil para mantener apariencias de legalidad. Tuvieron que
perfeccionarlo y, finalmente, pasó a ser sólo el elemento anecdótico de planes
más profundos y ambiciosos.
Ya entre 1962 y 1963 se reinició el debate explícito entre dos líneas de
añeja tradición en nuestra historia. Dos formas, dos proyectos para solucionar
la escisión entre el país "legal y constitucional" de las minorías subordinadas
a los centros imperiales y el país real, que se resistía a la dependencia, y
obstaculizaba permanentemente los planes de consolidación neocolonial. Dos
maneras de integrar a "la plebe" o "chusma suburbana y rural", al "gauchaje",
"al invasor inmigratorio" o al "aluvión zoológico". Dos modos de dominar al
"elemento iletrado de las campañas", "al gringaje" usurpador o al "hecho
maldito" de la política argentina. "La unidad a palos" de Bernardino Rivadavia
es la piedra fundamental de la variante agresiva, exterminadora ("no ahorre
sangre de gauchos... es lo único que tienen de seres humanos"), prolongada en
tiempos más recientes por el Aramburu que depone a Lonardi y por el almirante
por antonomasia del siglo XX: don Isaac Francisco. Es la línea "colorada" por lo
menos en 1962. La de la Marina, la de Carlos Severo Toranzo Montero. La otra,
que triunfó en el recuento de unidades y en el inventario del poder de fuego,
pretendía, sin la misma profundidad teórica, retomar las propuestas del
Echeverría joven, del Alberdi viejo, o del Hernández maduro (el de La Vuelta de
Martín Fierro). Era la línea azul del 62–63. La del comunicado 150: agradecemos
los servicios de Mariano Grondona en su redacción y mencionamos unos pocos
nombres: Onganía, Lanusse, Sánchez de Bustamante y López Aufranc. Aunque, como
bien señala el trabajo de Fleitas en este mismo número, el verdadero planteo
final de los azules del 63 se explicitó en el comunicado 200, emitido tras su
victoria –sin duda negociada– sobre los "colorados". Simplificando, porque el
tema es complejo y las posiciones evolucionan o se truecan, esta línea –que
gobernó el Ejército hasta 1973, si nos atenemos a los apellidos– busca la
integración por medios políticos –predominantemente– que van desde burdas
presiones sobre dirigentes ofreciendo reparaciones o beneficios personales hasta
la planificación de un sistema de absorción "pacífica" de las mayorías en una
"institucionalización" acordada o concertada con un sector parcial del
movimiento nacional, para luego obtener la integración de la totalidad.
Integración de la totalidad en una legalidad "nueva" que en nuestros días es ya
centenaria, puesto que reitera en buena medida la antigua "Organización
Nacional" concretada por los "modernistas" de la década de 1880, con Roca a la
cabeza. Así es como, a partir de 1963, sin abandonar totalmente mañas y
artimañas, se pasó de la táctica inmediata, coyuntural –prohibitiva, punitiva,
disuasora– a la estrategia asimilativa a mediano plazo, a las propuestas –en los
hechos a las proclamaciones de acuerdos (Gran Acuerdo Nacional) o concertaciones
–su último nombre–. La intención era –y es– convertir al peronismo en la
materia prima de un producto más elaborado, destinado a ser sólido y perdurable.
Precisamente lo que llaman "democracia estable y eficiente", objetivo
explicitado por el proceso "violeta" –interesante combinación cromática–
iniciado en marzo de 1976. Violeta y violento, sin duda, conducido por Videla y
Viola (¿de "violáceo"?) pero sobre todo, y en tanto proceso de desorganización,
dirigido por Martínez de Hoz. Que lo hacían los hijos militares de los azules
pero con fuerte carga "colorada", muy fuerte, rojo sangre diríamos. En esta
perspectiva, violenta y por consiguiente, signada por el color morado de las
mortajas que a tantos se les negaron tras su muerte, la integración debía ser la
mera consecuencia práctica de la derrota popular en todas sus instancias. De ahí
las siete plagas con que nos castigaron los Señores de la Guerra Interna:
destrucción de la industria nacional, con la consiguiente desocupación;
deterioro del salario real; vaciamiento de obras sociales; endeudamiento externo
con agravante de divisas dilapidadas; desaparecidos, o sea aniquilación física
de enemigos militares, ideológicos y hasta personales; enriquecimientos lícitos
(según reglas de juego vigentes) de los sectores dedicados a la especulación
financiera; y enriquecimientos ilícitos de gestores y mediadores de préstamos
internos y externos. Estas son siete, desencadenadas por el proceso. Pero, con
la indexación de nuestros tiempos, nos tocaron dos más, que por razones diversas
dejaremos sin atribuir: la guerra externa (Malvinas) y las inundaciones.
Retrocedamos brevemente unos diez años. A fines de 1972, cuando el proyecto
lanussista de integración (azul Prusia, no marino) terminó fracasando, volvieron
los artificios más toscos y sin ambigüedades. Por ejemplo: los "Cinco puntos"
que firmaron todos los generales en actividad (menos uno, que resultó peor que
los otros: Ibérico Saint Jean). Método todavía azul, pero con ciertos destellos
violáceos. Después de mayo del 73 el gobierno constitucional no les dio bola.
Para hacerlos cumplir se precisaba un gobierno militar, paradoja imposible de
resolver desde los estados mayores. Los gobiernos surgidos de elecciones no
obedecen las voces de mando, sobre todo cuando son elegidos sin proscripciones
globales. Luego, se necesita un gobierno militar. Concretaron el golpe del 76,
pero ahora ya los cinco puntos no servían. Entre otras cosas, porque ese tipo de
condicionamientos es para que lo acaten los gobiernos surgidos de la voluntad
popular. Los otros, cuando votan tres o incluso uno, no aceptan condiciones ni
plazos prefijados; sólo tienen objetivos y se van cuando los cumplen. Todo un
ejemplo de practicidad y eficiencia: cosas que pueden hacerse cuando se es
fuerte; fuerte en armas, se entiende, y no precisamente en armas políticas.
Objeción: ¿acaso cumplieron sus objetivos?. Respuesta: sí. Ver las siete plagas.
Son muestra de un extenso plan de realizaciones sin antecedentes históricos
comparables. Otros esforzados precursores, sólo lograron cumplirlos
parcialmente; de ningún modo en forma tan coordinada y contundente. Ah, eso sí,
se cometieron algunos excesos y también deplorables omisiones, achacables a la
conocida imperfección de toda obra humana, pero no empañan el éxito de conjunto.
La próxima vez será. Hoy vemos que, aun en medio de su caos interno, muy
inferior al que provocaron en el país como "guardianes del orden y el estilo de
vida", pergeñan y ensayan "novedosas" maniobras para castrar la potencialidad
transformadora y reparadora del peronismo. Aclaremos, los Señores y no sólo
ellos; algunos hay por este lado con similares intenciones y más aún en el otro
gran partido nacional, donde no sólo abundan sino que parecen controlar las
opciones internas. No se trata, por supuesto, de identificar a los amos con sus
servidores ni con sus émulos. Pero, por ejemplo, desperonizar es siempre eso:
quebrar la fibra histórica y doctrinaria del actual movimiento de liberación
nacional. Que todavía vive y se mueve, a pesar de sus heridas y de sus
enfermedades crónicas. Que ha sido perseguido, calumniado, engañado y
traicionado muchas veces en los últimos veintiocho años, como lo ha sido el
pueblo en su conjunto y, en especial, sus sectores más humildes. En estos
días mayos y junianos –marzo, mayo, junio, septiembre y octubre, son nuestros
meses metafóricos– los acontecimientos corroboran la certeza de que estamos ante
nuevas maniobras y asechanzas, no por esperadas y ya sufridas, menos dignas de
reflexión y respuesta.
3. "Estas son, aquí están, las maniobras del
Re–Gan..."
Más allá del módico ingenio de las palabras combinadas, que nos permiten
vincular al actorzuelo californiano con las amenas perspectivas de un GAN
reiterado –que nos ofrecen en "reprise", con nuevos actores protagónicos,
algunos veteranos y muchos más extras– más allá de la necesaria ironía cotidiana
que nos permite sobrevivir en estos tiempos del proceso, los hechos están a la
vista. Sin que aún podamos olvidar toda la campaña de los Señores tendiente a
promover la "concertación", –que llevó a la Junta de Comandantes y a sus
secretarios por Fuerza a sesudas elucubraciones y deliberaciones para promulgar
las "pautas" que habrían de regirla–, se desencadena una serie de
acontecimientos significativos. "Documento final sobre la guerra
antisubversiva", denuncias sobre "pacto sindical–militar", reforma a las
constituciones provinciales "para permitir la elección indirecta de
autoridades"; declaraciones partidistas sobre el derecho de las minorías a no
votar necesariamente por el que saque más votos en octubre; secuestro y muerte
de Cambiaso y Pereira Rossi, con la posterior explicación oficial denunciando
proyectos de asesinatos e infiltración guerrillera en el peronismo; afirmación
de Alfonsín "en el Colegio electoral no votaremos ni a un fascista ni a un
incapaz" (31 de mayo y reiteraciones subsiguientes); prosecución de los ataques
a Lorenzo Miguel y a la estructura sindical por parte del mismo Alfonsín y de
otros dirigentes de Renovación y Cambio, como Storani. El caso de Pereira
Rossi y Cambiaso golpea con la reaparición de esa vergüenza nacional del
"ajusticiamiento" sin juicio previo, sin jueces imparciales, sin derecho a
defensa y defensores, sin pruebas ni apelaciones, ni publicidad; en fin, sin
nada de lo que caracteriza a la justicia de los hombres en pleno siglo XX;
agravada –si eso resulta posible– por el intento de arrojar groseramente sobre
el peronismo la bosta de la sospecha y de la imputación indirecta. El caso
Cambiaso, originado en las entrañas del monstruo para–militar –en lucha
permanente contra las organizaciones para–políticas (guerrilleros)– junto con su
inmediato antecedente (muerte de Yaguer), presenta tantos puntos oscuros que no
es posible dudar de su carácter tenebroso. No sólo por su relación con
organizaciones clandestinas, siempre propicias al misterio y al desvarío, sino
por que la "orga" a la que pertenecían los acribillados, según el parte policial
militar, estaba, hasta ayer nomás, oficialmente "derrotada" y "destruida". Los
diez mil desaparecidos confirmados por organismos nacionales e internacionales
–y dados oficialmente por muertos en el "Documento Final"– habrían sido, según
la fría lógica militar de nuestros custodios patrios, uno de los precios pagados
por la trabajosa tarea de poner fin a la subversión "apátrida" y de "izquierda".
Tarea necesaria y servicial destinada a evitar la famosa "disolución nacional".
El "cinco por uno, no va a quedar ninguno" del tremendismo montonero se cumplía
así a favor de la fuerza antiguerrillera. Pero, repentinamente, en medio de
las noticias sobre casi tres millones de afiliados al justicialismo, vuelven a
ser un peligro para el país y, en especial, nos aseguran, para encumbrados
dirigentes sindicales y políticos del peronismo. Este nuevo milagro de
resurrección, burdamente planteado en conferencia de prensa, es obra, sin duda,
de algún avezado oficial de inteligencia, de inteligencia militar.
4. Los
controlados se descontrolan
Los controlados se descontrolan; pero ¿quién
controlaba y quiénes eran los controlados?. Yaguer, de cuya muerte se había
informado un par de semanas antes, no lograba entrar o salir del país, moverse o
quedarse quieto, sin que nuestros bien informados informantes lo registraran en
su abultada ficha personal. Pero, para capturarlo, tuvieron que liquidarlo a
tiros en una ruta, cuando conducía un módico y poco militar Renault 4. Era tan
peligroso como para que le adjudiquen funciones de jefe militar de su
organización. La cual, a su vez, es tan peligrosa que él andaba recorriendo las
rutas cordobesas sin acompañantes ni custodios. Por otra parte, ya sabemos que
la represión antiguerrillera sólo ha tenido estos siete años algunos "excesos"
no precisados, todo hecho en función de fines superiores, con directivas
jerárquicas ("actos de servicio") y control orgánico, como corresponde a
soldados profesionales. Tal lo que se desprende del famoso "Documento final" de
las FF.AA. sobre la subversión (del 28 de abril). La violencia destructiva y
terrorista –nos dicen– era y sigue siendo patrimonio de esos endemoniados que la
inauguraron en nuestro pacífico país, por influencia foránea y con directivas
externas (La Habana, Moscú). Aunque ya hace más de cinco años que los muertos
se producen casi exclusivamente en un bando. Estos episodios tienen un
elemental propósito intimidatorio ("¡ojo, que aquí estamos y no descansamos ni
descansaremos en el futuro!") y también resulta acertado interpretarlos como
expresión de la necesidad de seguir existiendo y operando, propia de esa clase
de organismos represivos clandestinos. Sin embargo, los peronistas, siempre mal
pensados, sospechamos que tienen otro objetivo. Un objetivo de alcances
políticos; descalificar al Movimiento Peronista en su conjunto. El peronismo,
nos dicen estas muertes disuasoras con su posterior explicación oficial, es
terreno apto, campo fértil para la siembra de ideas disolventes y
antipatrióticas, así como para la posterior y lógica plasmación de nuevas
organizaciones terroristas. "Vean... Aquí están estos cuerpos sin vida; eran
"Montoneros", que se autoproclaman peronistas; en el peronismo están fulano y
mengano, sus representantes de superficie, que se muestran intransigentes, se
movilizan mucho y editan un diario con dinero en "rojo" (no "en negro", hoy
habitual en la patria financiera); nuevamente ese movimiento amorfo, sin
ideología y sin organicidad, está siendo presa de la infiltración guerrillera
marxista, etc., etc.". Corresponde, pues, al movimiento mayoritario poner las
cosas en claro. Los dirigentes, en su casi totalidad, ya lo hicieron. Deberán
los cuadros intermedios, los militantes de base, los compañeros no militantes
pero peronistas de siempre, tener en cuenta que esa provocación subsistirá, que
habrá de ser asumida y contrarrestada, que debemos explicitar y proclamar a los
cuatro vientos que nuestro movimiento es no violento, que para vencer sólo pide
juego limpio, pues el tiempo y la organización nos vienen dando la razón y el
instrumento para hacerla vencer. Que no proclamamos la violencia y el uso de la
fuerza militar ni como metodología ni como herramienta. Que sólo nos defendemos
cuando nos atacan y preferimos la lentitud a la sangre. Que somos, por
consiguiente, los discípulos del león herbívoro. Hay otros "morados", los de
la franja, que nos atacan por otro wing. Es preciso responderle a don Alfonsín.
5. Alfonsín, ese luchador antifascista...
Si buena parte de mayo estuvo bajo el signo del ayuno de Pérez Esquivel
contra la violencia ("venga de quien viniere") y de las versiones de
"abstinencia" (abstención) peronista en caso de seguir la inhabilitación de la
compañera Isabel Perón, los últimos días del mes vieron surgir una temática que
enturbiaba considerablemente el futuro de las buenas relaciones entre los dos
partidos nacionales de mayor peso electoral, relaciones establecidas por sus
líderes ya ausentes: Perón y Balbín. Don Raúl Alfonsín, que parecía el elemento
renovador necesario para el cambio general de nuestro partido de clase media no
peronista, que pintaba bien incluso en su propuesta, cuestionable pero
sugerente, de un nuevo movimiento histórico nacional englobador de los
anteriores (yrigoyenismo y peronismo) –aunque sospecháramos que pretendía
encabezarlo, sin cargar con el pesado fardo procesista de su competidor Massera–
mostró su juego y echó a perder su imagen de adversario dentro del campo
nacional. Ya a fines de abril, había dado el primer paso en falso al
denunciar el publicitado pero inexistente pacto entre Lorenzo Miguel y algunos
jefes militares. Comenzaba así su táctica de recrear la opción
"peronismo–antiperonismo" bajo la cómoda cobertura de "Miguel o Alfonsín", que
implicaba aparentemente "no transigir ni pactar con la dictadura militar y la
injusticia". Como la respuesta del compañero Miguel fue más jurídica que
política ("¿qué pruebas aportó, qué pruebas tiene?", insistía en su conferencia
de prensa del 3 de mayo) quedó flotando una duda malsana sobre la veracidad de
la denuncia. El inmediato anuncio de normalización sindical por elecciones fue
enarbolado por el alfonsinismo como un triunfo de su denuncia. Pero a fines
de mayo, los pasos siguientes cambiaron los términos de la cuestión. Aparecieron
pintadas con el texto "Alfonsín o fascismo"; los intelectuales alfonsinistas de
la exitosa revista Humor –especialmente Gregorich y Vásquez– plantearon que la
cosa no era ya meramente peronismo–antiperonismo sino democracia–antidemocracia
y finalmente don Raúl, el de los puños llenos de verdades, lo dijo claramente:
"En el Colegio Electoral, si no ganamos las elecciones, no votaremos a un
fascista ni a un incapaz para presidente" (el 31 de mayo). Todo esto en medio
de sucesivas declaraciones de dirigentes radicales de que no había obligación de
votar por la "primera minoría"; León, que había criticado la "denuncia" del
pacto, fue confuso, algo habitual en su retórica y allí la cosa se redondeó. La
anterior denuncia del pacto militar–sindical cambió de sentido. Más allá de
la ironía radical ("¿por qué los peronistas se dan por aludidos con eso de
fascista o incapaz?") nadie puede confundirse sobre los destinatarios políticos
de esa negativa a apoyar a quienes saquen más votos en octubre. Lo de
"fascistas" e "incapaces" es una vieja imputación del antiperonismo ("colorada"
en su origen) contra el movimiento nacional de masas. Perón era el líder
fascista (naziperonismo, fue la expresión del inefable camarada Codovilla) y
gustaba rodearse de adulones e incapaces. Hoy la deducción es fácil: Lorenzo
Miguel, –a quien Alfonsín en realidad fortaleció dentro del peronismo, al
obligarlo a solidarizarse con el sindicalista de Villa Lugano– sería el fascista
más representativo (puesto que el pacto militar–sindical, según don Raúl, ya es
muestra clara de corporativismo) y, además, como casi todo peronista, resulta
incapaz de gobernar para el país. Por extensión, como nadie supone que Miguel
será el candidato presidencial, ningún postulante peronista apoyado por las
"62", por Isabel o por cualquier sector que el astuto calificador morado juzgue
como "derecha" peronista, habrá de ser admitido como presidente a la hora de
votar en el Colegio Electoral. Más claro, echále agua.
6. Democracia,
mayorías y reglas de juego
A partir de los primeros días de junio, y
acompañando sorpresivas y contundentes victorias en las elecciones de la interna
radical (Chubut, Río Negro), las baterías alfonsinistas centraron sus disparos
en la columna vertebral del peronismo: la clase obrera organizada y sus
estructuras sindicales. Desde Alfonsín y Storani hasta el máximo dirigente de
Renovación y Cambio en Río Negro, –tras conocerse su triunfo sobre balbinistas y
leonistas aliados para la interna– extrajeron del desván de las viejas pullas
gorilas sus apolillados calificativos: "matonismo en los sindicatos",
"verticalidad antidemocrática", "corporativismo entronizado", "oligarquía
sindical" y, finalmente, el broche más esclarecedor; "en las elecciones del mes
de octubre, las fuerzas de este movimiento democrático, nacional y popular –los
radicales todos– derrotaremos al totalitarismo" (Osvaldo Alvarez Guerrero,
entrevista por Radio Rivadavia en la madrugada, el 20 de junio, a las 0:15 hs.).
Aquí, como en el caso de la represión del Proceso, no se puede hablar de excesos
ni de equivocaciones circunstanciales; se trata de una política consciente y
deliberada, cuyo objetivo parece ser la capitalización de los remanentes gorilas
del radicalismo y del electorado en general. Así, Alfonsín compite con Manrique
y Alsogaray en el mercado de los votos "contreras". Esta táctica, de incierto
resultado electoral conduce obviamente a una polarización que no perjudica
inmediatamente al peronismo, pero sí a la futura unidad para la reconstrucción
del país luego de febrero de 1984, más allá de su intrínseca infamia
calumniadora. El peronismo es democrático, no sólo por su vocación y
condición mayoritarias sino porque está dispuesto, tal como lo vienen afirmando
sus dirigentes más representativos, a respetar las reglas de juego político y a
respetar a las minorías, de cualquier índole, siempre y cuando esas minorías
respeten a su vez aquellas reglas de juego y no identifiquen intereses espurios
con los intereses de la Nación o con sus derechos de ciudadanos libres y
responsables. En suma: "dentro de la Ley, todo". Queremos plantear aquí
cuatro acotaciones, que se desarrollarán en este número de Unidos y en los
próximos:
1) Así como la unidad en el campo del pueblo no es asunto de la
marinería, la democratización sindical y el ejercicio necesario de la
confrontación de los dirigentes con sus bases no es asunto de quienes, como
dirigentes políticos de un partido de sectores medios, estudiantes,
profesionales, industriales y estancieros bonaerenses, utilicen una verdad
parcializada para calificar al movimiento popular de liberación como "fascismo"
o "totalitarismo". Manejar el sindicato de conductores de locomotoras no
autoriza a impugnar a la dirigencia sindical peronista desde las tribunas
comiteriles, como no lo autorizó en el 73–76 el buen manejo de una metralleta o
desde el 76 el manejo discrecional de todos los resortes del aparato estatal,
con apoyo del uso indebido de aviones, barcos y tanques. Todos los argentinos
tenemos derecho a opinar. También podemos hacerlo sobre el sindicalismo y sus
características. Pero las declaraciones públicas de dirigentes del nivel de
Alfonsín o Storani implican una enorme responsabilidad, que debería haberles
impedido usar la opinión "standard" de la clase media como arma contra
dirigentes peronistas, identificando aspectos parciales y deformaciones de
incumbencia de la clase trabajadora, con caracterizaciones como las de
"fascismo" o "totalitarismo", que suponíamos archivadas para siempre.
2)
En 1963, se impuso en elecciones nacionales, con el peronismo proscripto, el Dr.
Arturo H. Illia. Sacó el 25% de los votos emitidos... El radicalismo había
participado meses antes de la Asamblea de la Civilidad, con el peronismo, los
radicales intransigentes y los comunistas. Todos se comprometieron a no aceptar
elecciones con proscripciones. El partido UCR del Pueblo, –el de Balbín, Perette
e Illia, y también el de Alfonsín, electo diputado nacional por Buenos Aires–,
participó, aprovechó su débil primera minoría y, lejos de convocar a nuevas
elecciones limpias, se quedó en el gobierno. Buen antecedente para la
problemática de Gregorich y Enrique Vázquez cuando hablan de opción
"democracia–antidemocracia" y colocan a Illia en el más elevado nivel de
honradez, conducta democrática y probidad intelectual. Desventajas de
desempolvar viejas polémicas y antinomias. Recuerdan que Vandor y Alonso
dialogaban con los golpistas del 66 y se rasgan las vestiduras. Pero sufren de
amnesia sobre el origen espurio de su gobierno "constitucional", así como
olvidan la reiterada participación de figuras radicales en gobiernos de facto
(como la Libertadora, Mor Roig en el gobierno de Lanusse; Embajadas del
"Proceso").
3) El peligro mayor reside en la ruptura del entendimiento
nacional, gestado y consolidado por Balbín y Perón. La Hora del Pueblo, la
congoja pública de Balbín ante la muerte de nuestro líder, la común resistencia
ante el golpe de Videla y Massera, la Multipartidaria, todo queda en aguas de
borraja. Los adversarios leales y respetuosos, unidos en el acatamiento de las
reglas del juego político y en la perspectiva de una difícil tarea de
recuperación nacional tras las siete plagas del Proceso, comienzan a tratarse
como acérrimos adversarios, emisores de denuestos y receptores de ofensas y
agravios, en una escalada que, de no frenarse, desembocará en la enemistad. Si
así sucediera, los ideólogos y los estrategas electorales del alfonsinismo
habrán de ser incluidos en la lista de los profetas del odio y de los mariscales
de las derrotas nacionales.
7. Verticalismo y candidaturas.
4) ¿Y por casa cómo andamos? ¿Todo tan bien como para que nos ocupemos
exclusivamente de los desaciertos del partido militar y las acusaciones
electoralistas del sector más dinámico del radicalismo? Sin duda que no. Ninguno
de nosotros ignora el esfuerzo que significa afrontar el desafío de la pérdida
sufrida el 1° de julio de 1974. Pero la experiencia de estos nueve años,
fuertemente traumáticos por el deterioro de la Nación en todas sus instancias,
ha servido para sedimentar las turbulencias originadas por una ausencia
irreparable. Y el presente, aún con la pesada carga de los problemas a resolver
en el movimiento y en el país, nos permite una esperanza, que habrá de
consolidarse con el esfuerzo del conjunto en esa lucha, la lucha política de la
que Perón afirmaba "renunciar a ella es renunciar a la vida". A pesar de los
regocijados análisis agoreros que, desde afuera del peronismo, pronosticaban una
serie negra de enfrentamientos internos y fracturas definitivas, el Movimiento
Peronista transita con suficiente madurez y armonía el camino de la
reorganización. Para asombro de propios y extraños... Ello se debe al
fortalecimiento de un polo de poder interno que sintetizó la heterogeneidad de
intereses que habitan en el justicialismo. La franja del autodenominado
"verticalismo" ha configurado a través de sus estructuras orgánicas (Partido,
"62" y CGT–BRASIL) un sólido referente para evitar o superar desencuentros y
luchas estériles. Todo lo periférico, lo "intransigente" o lo
cualitativamente diferente a ese nuevo respeto institucional es minoritario o
perdedor. No podemos negar que, por su parte, Lorenzo Miguel, al controlar
progresivamente la estructura sindical, se ha convertido en la figura que
concentra la mayor cuota de poder en el seno del Movimiento. Sin embargo, esta
realidad va a ser puesta a prueba cuando el Peronismo tenga su candidato oficial
al partido y a la presidencia. Allí, "nuevos" hombres comenzarán, a partir de
sus flamantes investiduras, a pelear el espacio propio y necesario y a poner
límites al ajeno. Cabe destacar que muchos de los ingredientes que se manejan
al discutir las posibilidades de los distintos precandidatos no parecen siempre
coherentes con las necesidades de la etapa. Se ha superado la época en que –al
decir de Napoleón– "el Hombre lo era todo"; comienza la era organizativa del
Peronismo. Todos manejamos –casi abusivamente– frases de Perón tales como "sólo
la organización vence al tiempo (la Muerte)" o "mi único heredero es el pueblo".
Pero muchas veces no somos conscientes de su desafío y de su vigencia en la
actualidad, así como hay algunos que confunden organizar con estructurar y
consolidar "orgas" aparatistas y otros que desprecian las estructuras naturales
y preexistentes para postular basismos de largo plazo, de alcance milenario.
Ante las deformaciones parcializantes, es preciso reiterar que el rescate y
puesta en vigencia de las banderas históricas, la reconstrucción de la mística,
la actualización teórico–doctrinaria y el programa concreto y viable, son los
componentes indispensables de un peronismo transformador y triunfante. Tal
desafío relativiza, en buena medida, la importancia "del hombre" que haya de
elegirse. Porque, sea quien sea el candidato de la franja verticalista, ninguno
de por sí (Luder, Cafiero, Bittel) puede "perder" o "salvar" al peronismo. Pero
cualquiera de ellos habrá de ser el mejor candidato si el "personalismo" se
articula con un dispositivo orgánico englobante, que los trascienda y en el cual
radique la fuerza sustancial del Movimiento. Sus diferencias de matices no
alcanzan para que pueda hablarse de proyectos diferentes o de alternativas
decisorias para el destino del peronismo. En cambio, es fundamental la
composición global del horizonte directivo, o sea el conjunto de hombres que
tengan la enorme responsabilidad de conducir un peronismo victorioso. Con una
concepción unificada y revolucionaria que se articule con formas eficaces de
ejecución, como garantía de la recreación y consolidación de un nuevo sistema de
poder. Por ejemplo, tanto la militancia "luderista" como el activismo del
MUSO (Mov. de Unidad, Solidaridad y Organización) y sus principales aliados o
correlatos en cada provincia argentina, coinciden en lo sustancial de sus
concepciones estratégicas y en la caracterización de la etapa actual. Ambos
basamentos políticos reconocen que en el presente y en el futuro inmediato deben
rescatarse la democracia y la estabilidad institucional, para arraigarlas
definitivamente en el país; y que, a partir de allí, consolidado el marco
político–institucional, habrán de profundizarse los contenidos globales y
específicos de la nueva Argentina. Por otra parte, y entrando en el terreno
de la metodología o forma de elección del candidato oficial del movimiento
peronista, es preciso reconocer la legitimidad de que surja de un acuerdo entre
los dirigentes más representativos del justicialismo, para luego ser puesto a
consideración del Congreso Nacional Partidario. Pero esta fórmula debe
implementarse luego de las elecciones internas, o sea, después de conocer cuál
es concretamente el peso político y la apoyatura real que los postulantes tienen
en la base peronista. De lo contrario, si el "arreglo" se produce antes de
conocerse los resultados de la interna, se estaría subestimando la compulsa
electoral, debilitando así la ya menguada democracia interna e intentando
condicionar, a través de algunos hombres "fuertes" o "aparatos" al futuro
presidente de la Nación. Por eso es necesario que el peronismo combine la
ecuación democracia–acuerdo: del primer término se desprende la renovación y con
el segundo se evita la amenaza disgregadora. Ambos elementos habrán de
integrarse equilibrada y simultáneamente pues –al contrario de lo que algunos
suponen y temen– no se anulan sino que se potencian y contribuyen a mantener el
difícil equilibrio entre la conservación y la renovación. Que luego habrá de
expresarse, en el país, en el juego dialéctico y necesario entre Tradición y
Revolución. Acerca de la nueva dimensión que toma el verticalismo, con sus
connotaciones históricas, tal vez sea útil aclarar que lo "nuevo" es la
"verticalidad institucional", o sea el reconocimiento de las estructuras más
allá de los hombres que eventualmente las conducen. Probablemente, algunos
sectores interesados en confundir las nuevas circunstancias querrán equiparar el
verticalismo de Perón con otro verticalismo, personalizado en una figura
sucesora. Esta interpretación, repetitiva de lo irrepetible, no producirá otro
efecto que postergar peligrosamente la tarea de dotar al peronismo de una
auténtica figura política que cierre la etapa de los conductores absolutos y
abra la senda de la organización. Esa de la cual hablaba Perón, que vence a la
inevitable muerte de los organismos humanos. Seríamos falsamente optimistas e
ingenuos –pintando la versión rosada del peronismo contemporáneo –si omitiéramos
explicitar que, aunque minoritarios, algunos entre los peronistas juegan el
partido del desencuentro nacional. Los instigadores de la desunión nacional
también operan entre los límites flexibles pero no inexistentes del territorio
peronista. Habitantes de las zonas oscuras del movimiento –nuestras zonas
erróneas–, "ultras" y "orgas" echan sus leñitas al fuego. No los sobreestimemos
pero tengamos en cuenta los peligros de su accionar. Acostumbrados a "tutearse
con el enemigo" –el verdadero enemigo– o a "sacar los pies del plato" fueron
descalificados unos y expulsados otros por nuestro Conductor. Están aislados
–por sus propios proyectos– del pueblo peronista y del conjunto de nuestras
formas organizativas y de conducción. Extraen sus beneficios del "capital" ajeno
–el de la aplastante fuerza política y organizativa de la doctrina
justicialista, de la figura de su Conductor, y de la inequívoca memoria
histórica de las masas– y en eso se parecen tristemente a los beneficiarios de
la patria financiera. Trabajemos, pues, para derrotar a la patria financiera
y a sus émulos, recreando y consolidando el poder popular que nos conduzca a la
Patria justa, libre y soberana, la Patria de los argentinos.