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"¿Por qué las naciones de América Latina, tan ricas en recursos, han llegado a esta situación? ¿Han sido víctimas de gobiernos corruptos e ineficientes? ¿O existe un plan diseñado desde los centros financieros de poder para someter a todo un continente? ¿Es el FMI la herramienta para llevar a cabo ese objetivo?", son algunas de las preguntas con las que inicia el informe FMI: Complot en Latinoamérica. Con la opinión de varias personalidades y especialistas, se muestra un recorrido que va desde la creación del organismo multilateral de crédito hasta el presente. Un documental que permite entender un poco más por qué en el país todavía se celebran porcentajes de crecimiento de la actividad económica y la cancelación de la deuda con el Fondo, cuando la mitad de la población está por debajo de la línea de pobreza.

El origen de la bestia

Con el tronar de las bombas todavía latente y el hambre y la destrucción como escenografía europea, los aliados -que ya tenían la victoria asegurada en la Segunda Guerra Mundial- debían crear las bases de la economía de posguerra. En ese contexto, en 1944, se realiza en Bretton Woods, EE.UU., la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas que da origen al FMI y al Banco Mundial. En sus primeros años, este engendro no tuvo una gran injerencia en la actividad global, y menos aún en América Latina, que por el contrario había logrado reducir sus deudas.

"Terminó la guerra y Argentina se encontró con que las deudas de Gran Bretaña por la exportación de carne eran mayores que nuestra deuda externa y, por primera vez, se logró saldarla", explica el economista e investigador argentino, Jorge Schvarzer. Durante aquellos años, las economías desarrolladas eran las deudoras mayoritarias del FMI. Ese panorama empezaría a cambiar a partir de 1970 con la crisis del petróleo.


El calvario

Luego de haber aumentado 40 por ciento el precio del petróleo, los países árabes depositan sus excedentes en los grandes bancos de Europa y Estados Unidos -los famosos petrodólares-. Ante esa oferta inusitada de dólares, las entidades financieras empezaron a prestar plata a las naciones latinoamericanas. Algunas como Brasil la utilizaron para el desarrollo interno, y otras, como Argentina, como forma de especulación.

Según el historiador del Fondo, Carlos Mariscal, "era un negocio, no les interesaba si el préstamo iba a gobiernos democráticos o de facto". El escritor uruguayo, Eduardo Galeano, lo analizó puntualmente: "Los secuestradores de personas despojaron el camino a los secuestradores de países." En nuestro país la dictadura no solo dejó un tendal de 30 mil desaparecidos y el horror del terrorismo de Estado, sino que también sembró las bases irreversibles de un modelo económico basado en la entrega. "Los préstamos de los '70 fueron una bomba de tiempo. ¿Quién toma un crédito sin saber lo que va a pagar? -eran a tasa variable-", se pregunta en el informe el sociólogo brasileño, Emir Sader.

Cuando en 1980 el gobierno de Ronald Reagan eleva la tasa de interés al 20% -antes era del seis- y se disparan las deudas de América Latina, varios países amagaron con dejar de pagar. El FMI extendió los plazos de pago y otorgó nuevos créditos para afrontar esos vencimientos -todo un espiral de endeudamiento-, pero con algunos lineamientos a tener en cuenta: reducir el gasto público (salud, educación, infraestructura), aumentar impuestos, privatizar empresas nacionales. "Esa injerencia en la política interna estaba muy lejos de lo que se proyectaba en el estatuto del Fondo en su creación", dice el economista Alfredo Eric Calcagno.

En la década del 90 presidentes como Carlos Menem, Alberto Fujimori (Perú) o Color de Melo (Brasil) aplicaron salvajemente las consignas neoliberales del Consenso de Washington. "En América Latina se vendieron hasta los leones del zoológico con el pretexto de que era el único remedio para pagar la deuda externa. Los países se quedaron sin país y la deuda aumentó mucho más", describe Galeano.

Si asociamos loser con perdedor, vemos que hay al menos un loser que se siente ganador: Claudio Loser, el ex director del FMI para América Latina. "Para nosotros en los últimos diez años fue importante proteger a los sectores más pobres. Pero no se puede proteger a todos porque si el país es más pobre, es más pobre", fue su particular y desvariada visión.

[Leonardo Bachanian. De la redacción de Clarín]



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