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Entrevista a Alfredo Fraschini |
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Tango: tradición, política y sociedad
Entrevista por Gabriel Martin
Pocas cosas llegan a transformarse en una marca nacional. Aquello que
unívocamente remiten a un tiempo y espacio. Ir por el mundo diciendo “Maradona”
es casi lo mismo que presentar el pasaporte argentino y no hay rincón del
planeta donde una pareja de gala enredada en sus piernas al ritmo del tango no
traslade la imaginación al Río de la Plata.
Mucho se ha escrito sobre los orígenes del tango. Su ámbito marginal de los
tambos donde negros y prostitutas bailaban con desenfreno rayano a lo promiscuo,
y los inmigrantes, sólo entre hombres, comenzaron a burlar sus danzas, que
evolución mediante, despierta pasiones y admiración.
Pero no tan estudiadas son las raíces temáticas del tango como género cultural,
como representación popular que, desde su idioma, se convirtió en el fiel
representante de una idiosincrasia rioplatense, y como desde este rincón del
mundo, se hizo universalmente aceptado.
Alfredo
Fraschini es de los pocos que ha incursionado en la investigación del corazón
temático del tango y por qué, más allá de la apariencia y la impostura del
compadrito, sus dramas son comunes en casi todo el mundo y las orillas del
Riachuelo están más cerca de la Atenas clásica de lo imaginado. Y esto Fraschini
lo explica para El Ortiba.
La imagen colectiva del tango y su ubicación rioplatense, justamente por nacer
en un ámbito portuario tuvo una mirada imperturbable hacia París. No hace falta
repasar la cantidad de tangos que hacen referencia a esa ciudad y a otras de los
países centrales. ¿Esta fue una construcción que se hizo para lavar de contenido
identitario al tango?
-El tango es producto del mestizaje cultural. Sobre eso no se puede dudar. El
antropólogo, Rodolfo Kusch dice que “nuestra cultura es mestiza y tenemos que
aceptarla así, no es ni mejor ni peor que ninguna otra”, y Kusch era un gran
conocedor de lo popular. Sus obras son extraordinarias y tenía muy en claro lo
popular, que no tiene nada que ver con lo populachero, sino nuestra cultura
oficial, mestiza, mezclada.
Un mestizo no es ni más ni menos que un negro o un blanco. Otra cosa es el uso
peyorativo.
Entonces lo que tenemos en realidad es una expresión que surge de ese choque, o
mejor dicho, de ese encuentro. El tango es una hibridación de elementos
italianos, españoles, y de la poética más pura de América Latina. La influencia
de García Lorca en la generación del ’27 es insoslayable en Homero Manzi y
Enrique Cadícamo. Esa gente era muy lectora.
Usted menciona en su libro “Tango, tradición y modernidad” una serie de autores
universales que no estarían al alcance de la mano de los pioneros del tango y
del ámbito en que se va gestando.
-Es una apariencia. Tenemos la sensación de que la generación de los primeros
tangueros no tenían un bagaje cultural tan importante, pero es algo aparente, y
esto se construyó con cierta carga peyorativa por lo que representaba esa gente
de los suburbios. Pero hay muchas marcas en la poesía del tango que evidencian
lecturas de Rubén Darío por ejemplo.
¿En qué otras representaciones se pueden encontrar estas raíces grecolatinas que
usted encuentra en el tango?
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-Lugones dijo una vez que el Martín Fierro es nuestra Illíada, es decir, nos
emparenta con los griegos. También dice que todos nuestros males provienen del
cristianismo, pero ahí va por cuestiones más filosóficas e ideológicas. Lo que
busca Lugones es marcar que los griegos eran una civilización de belleza y
nosotros también somos una civilización de belleza, lo que pasa es que
intelectualizamos todo. No la apreciamos.
Lugones tiene un giro para el ‘17 cuando escribe su libro de paisajes,
manifestando la hibridación entre lo criollo y lo europeo, usando metáforas
clásicas para describir un hornero. Si uno lee la letra del tango Malena, es una
cantera de metáforas clásica completa. Hay una decena de letras que muestran
esta cuna.
En el siglo XVIII existió en Córdoba un centro donde se escribía poesía en
latín, pero era el único lugar de América donde se estudiaba la física de
Newton, el análisis matemático, el atomismo. Uno puede entender entonces de
dónde viene el argentino, y esa síntesis se da en el tango.
Augusto Raúl Cortazar, el primer estudioso a fondo del fenómeno folclórico en la
argentina, profesor de Filosofía y Letras de la UBA, decía que la zamba y la
chacarera tenían un correlato con lo hispánico, en la danza y las letras. Si uno
se fija el ritmo de los tangos tienen un ritmo similar a milonga.
El tango nace en un ambiente de creciente expulsión de trabajadores del campo
que, por la formación económica cuasi colonial de la Argentina, expresada en la
red ferroviaria, terminaban en Buenos Aires, que ha sido la victoria de los
unitarios con su proyecto portuario. ¿Cómo se reflejan estas presiones sociales
en el tango?
-Hay un detalle que manifiesta este choque. En los sainetes porteños, la figura
del pajuerano, del hombre del interior que llega a Buenos Aires se equipara con
la del inmigrante. Es decir, cuando vemos los registros en las letras, se ponía
en un mismo nivel al gallego, al tano y a los del interior, y además, la gente
del interior se sentía en ese nivel, porque ser del interior era como ser
extranjero.
Esta es una marca social manifiesta.
-Por supuesto. Es una marca de categorización social presente por completo. Y no
hay que olvidar que a esto se suma que la aparición del lunfardo, que se da en
el tango, también pertenece a un grupo marginal, porque el lunfardo es de uso
presidiario. Y eso hay que usarlo para entender el lenguaje de hoy, donde los
jóvenes usan los términos “tumberos”. Ese lunfardo tenía “gayola” por cárcel,
que vino del portugués, y nos podemos derivar en un montón de términos
lingüísticos que evidencian el mestizaje cultural, pero también esto genera
expresiones culturales como nuestro lunfardo en el que podemos hasta rastrear la
importancia de cada colectividad inmigrante.
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¿Se veían estas diferencias en el teatro?
-El sainete está estrechamente ligado a la música popular. Los sainetes criollos
transcurrían generalmente en el campo, y tenía partes cantadas. Luego esas
partes se difundían como canciones separadas por radio.
Así nació “Mi Noche Triste”, y la gente salía del teatro cantando eso pero
cambiándole la letra. Había una unión entre lo cantado y lo actuado.
Lo interesante era la diferencia entre las obras desarrolladas en el ambiente
rural y el ambiente porteno, porque cambiaba técnicamente todo
De todos modos en el interior el tango también arraigó muy fuertemente.
¿Hubo
una producción de un tango representativo del interior o heredó el proeuropeismo
de Buenos Aires?
-Es una deuda cultural enorme conocer este aspecto, porque por ejemplo en
Córdoba llegaron a existir unas veinte orquestas que tocaban el repertorio de
los que iban de Buenos Aires, pero luego tenían su propio repertorio y eso, como
no se grabó, no se conoce. Entonces allí hay algo por recuperar, porque los
programas de los clubes registran orquestas que tocaban unas cinco o seis veces
por semana..
Vivían de joda entonces…
-Sí, resulta bastante evidente (dice mientras trata de dominar la carcajada). En
Córdoba tenían una temática muy similar a la porteña, pero habría que ver en
Salta por ejemplo.
Los uruguayos también miran a París, pero se repliegan sobre sí y están muy
tranquilos con ello y no debaten tanto con sus elementos europeos.
¿Usted cree que acá se debatió contra lo europeo?
-No, al contrario, acá se usó en detrimento. Acá todo lo europeo suponía algo
mejor que lo nuestro. Pero lo importante es que el repertorio de una orquesta
uruguaya y una argentina no es muy diferente. Es un elemento unificador de
identidad. Hay obras teatrales que se concibieron en Montevideo y se adaptan acá
sin alterarse en absolutamente nada.
Transcurren a diferentes velocidades.
-Esa sí es una característica, una diferencia menor.
¿Y en la historia?
-En la historia tienen una concepción diferente de la nuestra. En Uruguay los
buenos y los malos no son tan buenos, ni tan malos. Ellos también pasaron
circunstancias terribles. Si volvemos al tango, hay que hilar demasiado fino
para ver si hay una diferencia temática en ambas márgenes del Río de la Plata.
En esto pasa más por una actitud. Culturalmente el contacto ha sido siempre
constante.
Hoy en Uruguay se sienten un tanto invadidos por lo que sale de Buenos Aires,
fundamentalmente por la televisión.
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-Y sí. El tango muestra otra historia de una unión total. Artigas es una
historia popular común, en lo que significó inclusive en su partida a Paraguay
empujado por Montevideo y Buenos Aires.
¿Y en el resto de América?
-Eso es algo que se explica desde las tradiciones que desde la antigüedad
heredamos de la inmigración europea en todo el continente. Porque en cualquier
parte de América Latina el tango fue muy fuerte.
Es decir que hay una raíz cultural unificadora…
-Una cubana me decía en un congreso que allí están muy interesados en las
reuniones sobre la presencia de la cultura griega y romana en América, “porque
era lo único común que tenemos con ustedes en medio del bloqueo”. Estaban en
medio del período especial en los ’90, Cuba atravesaba las peores condiciones, y
explicaba que la tradición grecorromana en América también es un elemento
unificador, y explicaban que en Cuba es algo inamovible como línea de estudio
universitaria. Los cubanos no tienen aborígenes, tienen negros, que
influenciaron en la identidad cubana de un modo notable. Por eso los cubanos le
dan tanta importancia a la tradición grecolatina.
Pero más allá de los cubanos que pueden tomar esta línea de estudio, en el resto
de América hay una reivindicación de las raíces originarias, como podemos ver en
Bolivia con Evo Morales, en Venezuela Chávez, movimientos similares en Perú y
Ecuador y el sur de México. Son compatibles estas dos cuestiones?
-Sí, porque como en el tango, la influencia de una tradición con otra genera
esta identidad cultural propia. Lo vemos en el tango. La gran literatura cubana
tiene raíces clásicas, eso se ve en Alejo Carpentier, José Martí que tienen
formación clásica. Ellos no piensan en que hay que romper con la cultura
europea, no han querido hacerlo y lo ven como algo inconcebible. Por eso no es
necesario renegar de estas raíces.
En Uruguay el candombe, con la influencia negra, tiene una carga política muy
fuerte y conocida. En la literatura argentina y latinoamericana hay una
producción popular que no por ello perdió riqueza literaria, ejemplo de ello es
Roberto Arlt a quien ya hizo referencia. ¿Se refleja esto en el tango?
-Y….(piensa mirando al techo buscando y buscando), habría que pensar si hubo un
tango de denuncia. Sacando los tangos de Discépolo, como “Qué vachaché”, ni
hablar de “Cambalache”, “Soy un arlequín”, creo que sólo hubo algunos tangos
puntuales de denuncia como “Acuaforte” que habla de los ricos que se gastan la
guita en el cabaret y los chicos que tienen hambre. También el tango “Pan” que
tiene relación con la novela Los Miserables, de un hombre al que meten preso por
robar un pan. También “Al mundo le falta un tornillo”, que tomado con un humor
habla de la vida en la década infame del ’30.
Tenemos “Al pie de la Santa Cruz” que estuvo prohibido durante mucho tiempo que
habla sobre la huelga y como los agitadores eran perseguidos y encarcelados en
Tierra del Fuego.
Los tangos de denuncia evidentemente no fueron de los más populares.
¿No son populares porque no llegaron a serlo o se los fue borrando?
-Es un tema interesante, porque por ejemplo “Acuaforte” lo llegó a grabar Gardel
de un modo brillante. Pero si uno investiga, también encuentra otros registros
en el tango popular que consiste en tomar distancia y describir algo que
pareciera que transcurre en otro lado. Esto ya lo hacían los romanos en la
antigüedad, con la comedia que cuando atacaba las costumbres locales las
representaban en una escena de un lugar lejano. Entonces se hace creer que lo
que un tango cuenta, está ocurriendo en la China o en Leningrado (acá demuestra
el paso del tiempo).
Por ejemplo la famosa “La Vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca,
transcurre en Polonia, pero le era imposible en su contexto hacerla transcurrir
en España.
Y Gardel lo hace en “Acuaforte”, porque pareciera que transcurre en París. Dice:
“Aquella pobre mujer que vende flores y fue en mi tiempo la reina de
Montmartre”, pero también dice “un viejo verde, que gasta su dinero
emborrachando a Lulú con su champán, hoy le negó el aumento a un pobre obrero
que le pidió un pedazo más de pan”. Vemos cuando se canta esto y no hay más que
decir. Pero además esta segunda parte que te marco, también puede transcurrir en
París o cualquier otro lugar del mundo, eso lo hace universal.
Era un mecanismo para escabullirse a la censura…
-Claro, no había en aquel entonces muchos medios.
También el tango hace construcciones de valores violentados…
-Eso es riquísimo. Discépolo, en “Qué vachaché”, dice: “¿Pero no ves, gilito
embanderado, que la razón la tiene el de más guita? ¿Que la honradez la venden
al contado y a la moral la dan por moneditas?”. O “Vale Jesús lo mismo que el
ladrón” y no habla de un ladrón cualquiera sino a la escena bíblica, pero es
otro tema. Habla de un quiebre de valores, y especialmente a partir del golpe de
Uriburu, aunque más o menos todo andaba igual desde antes.
“Al mundo le falta un tornillo” dice: “Si habrá crisis, bronca y hambre que el
compra diez de fiambre hoy te morfa hasta el piolín”. Más gráfico que esto,
imposible. Y es recurrente la representación humorística, aunque representan
tragedias.
Los cambios políticos tuvieron alguna influencia que haya marcado etapas en el
tango?
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-Con los grandes cambios, sí. No se refleja en lo coyuntural pero por ejemplo el
peronismo dio un giro fuertísimo en el tango. Con el primer gobierno de Juan
Domingo Perón hay una fuerte merma en la producción literaria del tango como los
que veníamos hablando, denunciando situaciones de miseria o crisis de valores
sociales, y se perfecciona la estética musical. Esto se vio especialmente en la
década del ’50. Esta es la época de Aníbal Troilo y Astor Piazzola. Siguen los
tangos sobre cornudos y desamores, pero como era una época de progreso entonces
lo musical registra ese cambio con un avance en ese aspecto.
¿Qué
género mostró más la protesta?
-Creo que indiscutiblemente el rock, ya mucho más adelante.
Pero en el medio hubo tangos que el imaginario popular le cambiaba la letra…
-Por supuesto, por ejemplo “Fumando espero” cambió a “Fumando un puro, me cago
en Aramburu”, obviamente luego del derrocamiento de Perón en el ’55. En esa
época se revalorizaron viejos tangos como los de Discépolo, porque fuimos
nuevamente a una década infame, más larga, que más que una situación de miseria
denuncia una tergiversación de valores.
Hubieron tangos peronistas como “Se acabó la misiadura” que recitaba “al Casino
Mar del Plata ahora va hasta el zapatero” que habla de la conquista de los
gremios con los hoteles en los lugares turísticos. También milongas como “La
Descamisada”. El tango “Cero al as” habla del peronismo del ’45, que canta (y
entona): “Argentino de mi patria, patria libre y corona de gloriosa tradición.
Argentino levantemos nuestros brazos y marchemos paso a paso, tras el coronel
Perón”.
Se llegaron a grabar o sólo la voz popular que le cambiaba la letra?
-Creo que no se llegó a grabar ninguno. Se cantaban en la calle, en los barrios,
en todas partes. Cero al as es un ejemplo. El tango “El sueño del pibe”, que
dice “golpearon la puerta de la humilde casa” que habla de un chico que lo van a
probar en un club y lo cantó Maradona, se lo modificó por “la voz de Juan
Pueblo, muy clara se oyó” y habla de Perón y del ’45.
El rock entonces tiene una marca de protesta coyuntural y el tango expresó
conflictos universales, aunque la voz popular modificaba la poética registrando
esos conflictos políticos. Los tangueros acompañaron estos cambios políticos?
-Es claro el cambio entre las décadas del ’40 y ’50. Para el ’40 había una
poesía impresionante en el tango y esta decae en el decenio siguiente. Lo que
sucede que el tango necesitó, como literatura, de situaciones difíciles para
crear, y cuando esta mejoró siguieron sólo las situaciones personales del amor
no correspondido. Hay tangos interesantes dedicados al barrio, porque como tal
estos se iban transformando, porque con el peronismo se hicieron mejoras y esto
influyó. Habría que hacer la estadística de las letras del ’50, pero a simple
vista hay un decaimiento. Luego de la muerte de Homero Manzi y Discépolo, sigue
Cátulo Castillo, aunque por lo general con otra temática, aunque más allá de la
nostalgia se retoma la crisis de valores…
Pero acá hablamos luego del golpe del ’55…
-Sí, es en los ’60. Está la nostalgia de tiempos pasados que fueron mejores,
habla de la crisis social y el individualismo que te deja solo.
Por lo tango, más allá de las apariencias, se puede encontrar en el tango las
marcas de los procesos políticos y sociales…
-Sí, como venimos señalando hay una composición fuerte hasta los ’40 que cae en
la década siguiente para tener un desarrollo mucho más fuerte en lo musical y
luego retoma la cuestión de la nostalgia por un tiempo mejor que se fue.
Hubo un quiebre en el peronismo y luego la carga de la música nacional y su
elemento contestatario va a pasar por el rock.
-Seguro. Y lo mismo lo podemos ver con el lunfardo del tango y el lunfardo
actual de los barrios más pobres que se pueden escuchar en la cumbia villera. El
tango fue más fuerte en la protesta universal de los valores, el rock fue vocero
de una protesta social. El tango usó mucho la nostalgia para evocar un tiempo
pasado que fue mejor, aunque a decir verdad que pudo ser muy frecuente que ese
pasado mejor haya sido sólo una construcción para decir que lo actual está mal y
se referencia en un imaginario con mejores valores. El hombre siempre ha ido por
los mismos lugares por lo general, y fue violentado por los mismos lugares.
Pero el encuentro cultural ha modificado ciertos elementos. El pánico al hambre
tiene mucha más relación con los inmigrantes que llegaron de una Europa que los
excluyó y no vivieron jamás en una prosperidad “primermundista”, para definirlo
de algún modo.
-Indudablemente esto es así y de ahí la riqueza.
Ahora el tango pasa por la reivindicación de lo porteño?
-Pareciera ser así. Se reivindica esa cultura de amigos, del café. La gente no
tiene tiempo de ir a charlar con los amigos. Los cambios sociales y económicos
se van reflejando en el tango. Esos tangos, del barrio, que hablan de la barra
de amigos remontan a un tiempo que ya no está. Si uno mira bien, el tango sigue
reflejando cambios culturales, hasta la arquitectura de los barrios fue
cambiando y esos cafetines fueron reemplazados por comercios o confiterías
estandarizadas. No necesariamente eso era mejor en el sentido literal, pero lo
que está diciendo que esa vorágine globalizada es peor.
Gabriel Martin | www.elortiba.org | nov. 2008