En
1992, en un libro colectivo, Peter Kutter enumeró cuarenta y un países
en los que el psicoanálisis ha influido (mucho o poco) desde principios
de siglo: Alemania, Argentina, Australia, Austria (Viena), Bélgica,
Brasil, Bulgaria, Canadá, Chile, China, Colombia, Corea (del Sur), Croacia,
España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Hungría, India,
Israel, Italia, Japón, Lituania, México, Holanda, Países escandinavos
(Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia), Perú, Polonia, Portugal, República
Checa, Rumania, Rusia, Serbia, Eslovenia, Suiza, Uruguay, Venezuela.
La International Psychoanalytical Association (IPA), por su lado, afirma
estar implantada en treinta y dos países. La diferencia se debe a que
la IPA no ha integrado aún a todos los grupos en vías de formación en
los países donde el comunismo se derrumbó después de 1989.
Sea como fuere, todos los estudios demuestran que el psicoanálisis se
implantó en cuatro de los cinco continentes, con un fuerte predominio
en Europa y América (del Norte y del Sur).
Ligado a la industrialización y al debilitamiento de las creencias religiosas
y del patriarcado tradicional, el psicoanálisis es en todas partes un
fenómeno urbano. El freudismo dispensa su enseñanza, erige sus institutos
y sus asociaciones en grandes ciudades, cuyos habitantes están en general
desarraigados, replegados en un núcleo familiar restringido, e inmersos
en el anonimato o el cosmopolitismo. ¿Es esta soledad propicia a la
exploración del inconsciente?
En África, solamente un pionero, Wulf Sachs, emigrado de Rusia, logró
formar un grupo que posteriormente se deshizo. A fines del siglo XX
está en vías de constitución un grupo nuevo (en Sudáfrica, desde la
finalización del apartheid).
En lo que concierne al continente asiático, el psicoanálisis se implantó
en la India gracias a un pionero, Girindrashekhar Bose, y por la vía
de la colonización inglesa, pero sin tomar la forma de un verdadero
movimiento. En Japón, en cambio, existe una fuerte corriente de psiquiatría
dinámica y un pequeño movimiento psicoanalítico, compuesto por varias
tendencias (lacanismo, freudismo, kleinismo). Éste se extendió a algunos
grupos coreanos a partir de 1930, esencialmente en torno a los trabajos
de la escuela inglesa (Melanie Klein, Donald Woods Winnicott, etcétera).
En Israel, fueron Max Eitingon y Moshe WuIff quienes fundaron (en Palestina)
una sociedad psicoanalítica, mientras que en el Líbano, libaneses y
franceses de origen libanés crearon en 1980 la Sociedad Libanesa de
Psicoanálisis (SLP).
En China, después de un
movimiento de higiene mental y reforma del asilo signado por la introducción
de la terminología de Emil Kraepelin y las tesis de Adolf Meyer, el
régimen comunista ha impedido desde 1949 cualquier implantación del
psicoanálisis. No obstante, varias obras de Freud han sido traducidas,
y son leídas por intelectuales o terapeutas: La interpretación de los
sueños, Tres ensayos de teoría sexual, Tótem y tabú, El malestar en
la cultura.
Sólo en el área llamada de la civilización occidental el psicoanálisis
floreció como movimiento de masas, con diferencias considerables entre
país y país.
En Europa, tales diferencias están vinculadas con la evolución de las
naciones y los Estados entre 1900 y 1990. A principios de siglo, el
psicoanálisis se desarrolló en un espacio dominado por cuatro potencias
centrales: al norte, el Imperio Prusiano autoritario; en el centro,
el Imperio Austro-Húngaro en decadencia; al este, el Imperio Ruso en
vísperas de una revolución, y al sur, el Imperio Otomano en vías de
desalojo.
En los dos primeros imperios (y una parte del tercero) había diseminadas
comunidades judías atravesadas por varias corrientes ideológicas, entre
ellas la Ilustración (Haskalah); de este grupo provenían la casi totalidad
de los freudianos. Fueran alemanes, vieneses, húngaros, checos, croatas,
eslovacos, polacos o rusos, estos judíos eran todos de lengua y cultura
alemana (incluso cuando estaban "magiarizados", como en Hungría). En
estos imperios se constituyó desde fines del siglo XVIII un movimiento
de reforma del saber psiquiátrico que transformó el tratamiento de la
locura y de las enfermedades psíquicas.
En el sur, cinco Estados habían instaurado nuevas monarquías, mientras
seguían sometidas al Imperio Otomano: Bulgaria, Rumania, Serbia, Grecia
y Montenegro. En estos países de fronteras inciertas, las minorías judías
eran importantes, pero no había ningún movimiento de reforma capaz de
favorecer la implantación del saber psiquiátrico y la afirmación de
una nueva mirada sobre la locura. En consecuencia, el psicoanálisis
siguió siendo un fenómeno marginal, vinculado a algunos pioneros abiertos
a la cultura occidental.
En los demás países de Europa (Francia, Gran Bretaña, Italia, Suiza,
Bélgica, Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca) se habían constituido
democracias modernas: monarquías constitucionales o democracias parlamentarias.
Fue allí donde el psicoanálisis se desarrolló a partir de 1913, transformándose
radicalmente a medida que se derrumbaban los antiguos imperios centrales
en los que habían nacido. Con una excepción: la Península Ibérica (España,
Portugal). A principios de siglo, ésa era la única parte del oeste de
Europa que había conservado regímenes monárquicos tradicionales, aunque
en notoria declinación. Ésa no fue una tierra que acogiera al psicoanálisis,
y sus partidarios emigraron a América latina en el momento de la guerra
civil (1936-1939). Después, el franquismo obstaculizó la implantación
del freudismo.
De modo que, nacido en el corazón del Imperio Austro-Húngaro, el psicoanálisis
sedujo a una primera generación de pioneros de lengua alemana, llegados
de todos los lugares de la Mitteleuropa y provenientes en general de
un ambiente de comerciantes o intelectuales judíos. Entre 1902 y 1913
conquistó tres "tierras prometidas" (o Estados democráticos) donde se
habían desarrollado, según el ideal de la época protestante, los grandes
principios de la psiquiatría dinámica: Suiza, Gran Bretaña y los Estados
Unidos.
A partir de 1913, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial, progresó
en dos países "latinos" (Francia e Italia), y después en los países
nórdicos (Suecia, Dinamarca, Holanda, Noruega, Finlandia), donde tropezó
con resistencias específicas, vinculadas con las crisis políticas de
la IPA.
La derrota de los grandes imperios y los tratados de Versailles, Trianón
y Saint-Germain trastornaron el mapa de Europa, retrazando las fronteras
y generando la emergencia de nuevos Estados (Polonia, Chescoslovaquia,
Yugoslavia), que no tuvieron tiempo de estructurarse antes de la llegada
del nacionalsocialismo.
La victoria del estalinismo en Rusia y el nazismo en Alemania modificó
las modalidades de implantación y organización del psicoanálisis en
Europa. Entre 1933 y 1941, en olas sucesivas abandonaron Europa los
freudianos de la primera y segunda generación: rusos y húngaros refugiados
en Alemania y Francia desde 1920, alemanes perseguidos por el nazismo,
italianos y españoles acosados por el fascismo y el franquismo, austríacos
de la Austria ocupada por las tropas alemanas. A partir de 1939, los
suizos instalados en Francia volvieron a su país, algunos franceses
salieron del territorio (Marie Bonaparte), y otros se ocultaron o interrumpieron
toda actividad pública.
El movimiento migratorio volcó una cuarta parte de la comunidad freudiana
continental en Gran Bretaña, las tres cuartas partes en los Estados
Unidos, y una ínfima minoría en Sudamérica (Argentina, Brasil). La emigración
tuvo tres consecuencias: el refuerzo del poder burocrático de la IPA,
el estallido del freudismo clásico en varias corrientes (con las escisiones),
y el fin de la supremacía de la lengua alemana, reemplazada por el inglés.
Esta distribución geográfica demuestra que la aceptación o el rechazo
dill psicoanálisis no pueden explicarse en primer lugar por los obstáculos
mentales o culturales, sino por el contexto histórico, por un lado,
y por la situación política, por el. otro.
Para la implantación de las ideas freudianas y la formación de un movimiento
psicoanalítico deben cumplirse dos condiciones. Primero, la constitución
de un saber psiquiátrico, es decir, una mirada sobre la locura capaz
de conceptualizar la noción de enfermedad mental en detrimento de la
idea de posesión divina, sagrada o demoníaca. Y, en segundo término,
la existencia de un Estado de derecho capaz de garantizar el libre ejercicio
de una enseñanza freudiana.
Un Estado de derecho se caracteriza por los límites que pone a su poder
sobre la sociedad y los ciudadanos, y por la conciencia de que tiene
límites. Sin él, el psicoanálisis no puede ejercerse libremente, transmitirse
por la cura o enseñarse en instituciones específicas. En otras palabras,
toda implantación del psicoanálisis pasa por el reconocimiento consciente
de la existencia del inconsciente, así como la asociación libre, como
la técnica de la cura, pasa por el principio político de la libertad
de asociación.
En general, la ausencia de uno de estos elementos (o de los dos a la
vez) explica la no-implantación o la desaparición del freudismo en los
países con dictadura, así como en las regiones del mundo marcadas por
el Islam o por una organización comunitaria todavía tribal. Observemos
que las dictaduras militares no han impedido la expansión del psicoanálisis
en América latina (sobre todo en Brasil y la Argentina). Esto se debe
a su naturaleza, diferente de los otros sistemas (estalinismo, nazismo)
que lo destruyeron en Europa. Los regímenes de tipo caudillista no pusieron
en práctica un plan de eliminación del freudismo como "ciencia judía"
(éste fue el caso en Alemania entre 1933 y 1944), ni como "ciencia burguesa"
(enfoque de la Unión Soviética entre 1945 y 1989).
Las condiciones de existencia de psicoanálisis parecen responder a una
concepción de la libertad humana que está en contradicción con la teoría
freudiana del inconsciente. En efecto, ésta demuestra que el hombre
no es el amo en su casa, en tanto su libertad está sometida a determinaciones
que él no conoce. Pero para que un sujeto pueda hacer la experiencia
de esa "herida narcisista" es necesario que la sociedad en la que vive
reconozca conscientemente el inconsciente. Así como el ejercicio de
la libertad supone ese reconocimiento, también la historia del psicoanálisis
está vinculada con la constitución de la noción de sujeto en la historia
de la filosofía occidental. En la historia de las revisiones sucesivas
de la doctrina freudiana y de su modelo biológico, sólo Jacques Lacan
ha tratado de dar consistencia a este vínculo entre el psicoanálisis
y la filosofía del sujeto.
A fines del siglo XX, el freudismo retrocede en las sociedades occidentales,
en las que durante cien años se reunieron todas las condiciones necesarias
para una implantación exitosa del psicoanálisis. Este debilitamiento
resulta de una expansión de un nuevo tipo de comunitarismo, en el que
el sujeto, reducido a sus raíces, a su grupo o a su individualidad,
opta más gustosamente por formas primitivas de psicoterapia (el cuerpo,
el grito, el grupo, el juego, la relajación, la hipnosis, la magia,
etcétera); se debe también a la pujanza de un nuevo organicismo, que
tiende a presentar todos los comportamientos mentales como resultado
de un proceso cognitivo articulado a un sustrato genético o biológico.
[Fuente: Diccionario de psicoanálisis - Elizabeth Roudinesco y Michel
Plon]
PUBLICIDAD
Entrevista
a Michel Plon
Por Gilda Sabsay Foks
Gilda Sabsay Foks realizó esta entrevista con Michel Plon, psicoanalista
francés y coautor con Elisabeth Roudinesco del "Diccionario del Psicoanálisis".
Actualmente es Director de Investigación del Centre National de Recherche
Scientifique. Lo polémico de sus respuestas invita a disfrutar la riqueza
de la confrontación.
Gilda Sabsay Foks: Como coautor con Elisabeth Roudinesco del "Diccionario
del Psicoanálisis", ¿cómo ves las corrientes actuales del psicoanálisis?
Michel Plon: Antes que evocar las "corrientes" del psicoanálisis contemporáneo,
las cuales no me parecen haber cambiado mucho en los últimos diez o
veinte años en cuanto a adelantos o relaciones (hablo de las corrientes
conocidas, kleiniana, lacaniana, etc., salvo el llamado winnicottiano
que sí tuvo un real desarrollo) preferiría intentar, por más que sea
arriesgado, evaluar la evolución del movimiento psicoanalítico internacional;
intento arriesgado porque su evolución es rápida, sacudida anualmente
por crisis, escisiones, acercamientos sospechosos y rupturas inesperadas,
sobresaltos concernientes sobre todo al movimiento lacaniano, pero no
sólo a éste.
Me parece que una manera clara de ubicarse en esta actividad múltiple
-signo de vitalidad- consistiría en distinguir dos registros, el del
trabajo teórico y clínico por un lado, y por otro el de la acción política,
referida ésta a los asuntos internos del movimiento psicoanalítico o
a sus relaciones con el exterior, poderes públicos de los diferentes
países o cuestiones políticas mundiales. En cuanto al primer registro, sin estar totalmente informado de las
formas de trabajo realizadas con el nombre de psicoanálisis, afirmaría
que el trabajo teórico y clínico se desarrolla intensamente en Europa
(especialmente en España, Francia e Italia) y en Sudamérica (Argentina,
Brasil) y en México, bajo la forma de asociaciones, grupos de trabajo,
seminarios, ciclos de conferencias, coloquios, publicaciones de libros
y revistas, lo que lleva a contactos o encuentros entre participantes
de orientaciones diferentes sin que se transformen en un formalismo
institucional. Afirmaría también que hay pocas profesiones (o actividad
de "oficio" para hablar como Freud) como la de psicoanalista, cualquiera
sea la orientación o corriente, donde se trabaje tanto, fines de semana
y feriados, fuera de las horas consagradas a la escucha de los pacientes.
La apreciación del segundo registro, el que yo llamo "político" es más
compleja, porque ante todo parece alejado de la actividad del primer
registro, y más preocupado por gestos teatrales cuyo alcance parece
limitarse a una caricatura de encuentros diplomáticos entre representantes
de jefes de Estado (un ejemplo reciente podría ser, cualquiera sean
las consecuencias posteriores, creo que muy limitadas, de la invitación
realizada por el actual presidente de la IPA, Daniel Widlöcher, a algunos
representantes de instituciones lacanianas - o supuestas tales- para
exponer, a nivel de "talleres" solamente, en el próximo congreso de
la IPA en Toronto).
En Francia, específicamente, alguien como Jacques-Alain Miller despliega
desde hace algunos meses una intensa actividad en ese registro político,
tanto en los "asuntos" del medio psicoanalítico como de los verdaderamente
políticos de la izquierda francesa y de su futuro después de lo que
se llamó el sismo del 21 de abril 2002 (las elecciones presidenciales
francesas), sino también de la política mundial (cf. los artículos de
ese autor en Le Monde del 3/12/02, en L´Humanité Dimanche del 12-13/04/03
y su reciente libro Le Neveu de Lacan publicado por las ediciones Verdier).
Sería de mal gusto considerar solamente en lo que se ve y lee en este
segundo registro una agitación política cargada con reminiscencias de
los años 68 o la payasada de un estudiante nostálgico de la Escuela
Normal Superior de esos años 60. Puede ser que estas maneras de pensar
de J-A-Miller y de otros autores sean portadoras de premisas de un verdadero
cuestionamiento más o menos renovador, de las relaciones del psicoanálisis
con lo que puede llamarse las "cuestiones sociales", es decir esas cuestiones
relacionadas directa o indirectamente con la sexualidad a través de
las modalidades de reorganización de la familia.
Cuestiones encaradas a menudo por filósofos, sociólogos o juristas (cf.
especialmente los recientes libros de Marcella Iacub, Le crime était
presque sexuel y Qu´avez-vous fait de la libération sexuelle) y que
conciernen directamente a los psicoanalistas y al psicoanálisis (cf.
el último libro de Elisabeth Roudinesco, La famille en désordre, publicado
en castellano por Fondo de Cultura Económica). De manera más global,
y quizás bajo la presión de una reorganización en curso de la política
mundial desde 1989, fecha cuya importancia y consecuencias son aún imprevisibles
y hasta el presente subestimadas, es posible distinguir el esbozo de
una renovación de las relaciones teóricas entre el psicoanálisis y la
política, renovación capaz de sortear el falso camino del "psicoanálisis
aplicado" y de inscribirse en la vía abierta por Freud (Consideraciones
actuales sobre la guerra y la muerte, 1915, ¿Porqué la guerra? y la
Correspondencia con Albert Einstein); también en la perspectiva, aún
inexplotada, abierta con el aforismo de Lacan, "El inconsciente es la
política" (Seminario inédito La lógica del fantasma, del 10/5/67). Esta
reflexión empieza a desplegarse y toma en cuenta los aspectos contemporáneos
del pensamiento filosófico (desde Foucault a Derrida pasando por Jacques
Rancière, Jean-Luc Nancy o Nicole Loraux y otros como Giorgio Agamben
o Jean Baudrillard). También con René Major (en su más reciente libro
La democratie en cruauté). Esta visión fue uno de los ejes más renovadores
de los Estados Generales del Psicoanálisis, promovidos por ese mismo
René Major en julio 2002 en París, susceptibles de prolongarse en la
nueva reunión que tendrá lugar en Río de Janeiro en la próxima primavera.
G.S.F.: Sos Director de Investigación en el C.N.R.S. y estás vinculado
con la Universidad, ¿cómo encaras el papel de psicoanalista en la Universidad?
M.P.: Como Director de Investigación en el C.N.R.S. no dependo directamente
de la Universidad, pues el C.N.R.S. es un organismo que depende del
Ministerio de Investigación y no del Ministerio de Educación nacional.
Concretamente quiere decir que no estoy obligado en dar cursos o seminarios
en una universidad. Lo puedo hacer, y lo hago en la Universidad Paris
VII, bajo la forma de un seminario optativo semestral en la Maestría
de Psicología. Mi punto de vista sobre la relación entre el psicoanálisis
y la Universidad, que resumiré esquemáticamente más adelante, se relaciona
más bien con una reflexión general a partir de observaciones y consideraciones
globales, y no tanto de una inserción que no es mía.
G.S.F.: desde la época de Lagache en la Universidad de París, ¿cómo
consideras hoy la posibilidad de la formación del psicoanalista en la
Universidad?
M.P.: La experiencia de Lagache ya es antigua y sus repercusiones no
son visibles en la situación contemporánea del psicoanálisis en la Universidad.
En pocas palabras, la experiencia del psicoanálisis en la Universidad,
tal como la encaró Lagache fue colocada bajo la bandera ilusoria de
una fantasmática "Unidad de la psicología". Ese proyecto imaginaba una
compatibilidad epistemológica y por lo tanto una posible coexistencia
institucional entre la psicología llamada experimental, en esa época
dominada por el behaviorismo y el psicoanálisis. Le hubiero sido suficiente
a Lagache con leer, entre otros escritos, los artículos de Wittels y
la biografía que hizo de Freud (aunque éste la desautorizó moderadamente)
para comprender lo que tenía de absurdo aquel proyecto. Pero Lagache
no retrocedió y perdió la batalla que terminó con la implantación reforzada
de la psicología experimental en todos los departamentos universitarios
de psicología y con la creación, solución de un ejército en retirada,
de una disciplina bastarda, de status incierto, bautizada "psicología
clínica", que hoy prácticamente ha desaparecido. Para más detalles,
puede consultarse el artículo de Alejandro Dagfal publicado en el n°9
de la revista Essaim con el título de "La psychanalyse à l´intérieur
de la psychologie: les avatars du projet de Daniel Lagache". Este artículo
es uno de los capítulos de la tesis que ese autor está por presentar.
G.S.F.: ¿Qué opinas de la investigación conceptual en psicoanálisis?
¿Enriquece científicamente?
M.P.: No estoy seguro de entender bien lo que significa "utilidad científica",
puesto que esta denominación presupone que el status del psicoanálisis
ya esté aclarado como ciencia o no. No entraré por el momento en este
debate, sólo repetiré la posición de Lacan, o sea que el psicoanálisis
no es una ciencia en el sentido corriente, pero que nació a partir del
desarrollo de la ciencia moderna cuyos fundamentos ponían como agregados
de sus desarrollos la cuestión del sujeto de la ciencia. Tomando en
cuenta esto, no creo que el psicoanálisis de hoy como el de ayer o de
mañana pueda dispensarse de la investigación que llamas "conceptual"
y que yo llamaría "teórica", fundando esto en la especificidad de la
manera de pensar psicoanalítica, de una clínica y práctica, sin cuyos
registros el psicoanálisis puede transformarse en un discurso o disciplina
académicos, institucionales... y para decirlo de una vez "universitario"
en la misma categoría que la filosofía, historia, antropología o sociología.
G.S.F.: Hay en nuestro medio una proliferación de maestrías en psicoanálisis.
Creemos que el interés se debe en gran parte a la búsqueda de una inserción
laboral, pero ninguna de ellas exige un análisis personal. Me gustaría
saber tu opínión.
M.P.: La cuestión es tan grave como compleja y no pretendo agotarla
en algunos renglones. Sin embargo, se puede abordarla, me parece, por
sus dos vertientes, la del status epistemológico del psicoanálisis,
su especificidad ya evocada, y por otro lado la relación del psicoanálisis
con los poderes públicos en los países donde está ya implantado, lo
cual significa la cuestión de la formación, transmisión, garantía de
idoneidad y "salida laboral".
En la vertiente epistemológica me parece que los títulos y diplomas,
cualesquiera sean, suponen la adquisición y el dominio de un pleno saber,
que no es pertinente con respecto al futuro analista. El futuro del
analista y la formación del analista, no confundir con una supuesta
formación analítica que funcione sobre el modelo de una formación profesional
(cf. el libro de Annie Tardits, Les formations du psychanalyste, cf.
y números de las revistas Che vuoi? y Essaim) suponen cumplir con un
recorrido analítico personal (un, dos, hasta tres análisis), Freud recomendaba
que el analista volviera al análisis cada cinco años, realizar controles
(o supervisiones), participación en seminarios, grupos de trabajo, etc.
Todos estos procesos pueden dar lugar a validaciones. Lo importante
es saber si estas validaciones tienen un fundamento psicoanalítico o
si son sólo procesos institucionales. Este recorrido, que no puede sancionarse
con diplomas cualesquiera sean, puede desembocar en eventuales designaciones
(cuestión más teórica que institucional). Lacan ya designaba a ese recorrido
como psicoanálisis en intensión (sic), basado en última instancia en
el deseo-de-analista, concepto que no debe confundirse con el deseo
que puede tener una persona de "llegar a ser analista".
Queda la segunda vertiente, la de las relaciones con los poderes públicos,
del reconocimiento del status, de la garantía de idoneidad y de las
salidas laborales. La cuestión llega a ser crucial en muchos países
(Alemania e Italia en particular) por la imposibilidad para los psicoanalistas
de ejercer el psicoanálisis sin tener el status y los diplomas correspondientes
de psicoterapeuta. Esta situación en Alemania e Italia no es casual,
sino el resultado de una relación de fuerza entre psicólogos, psicoterapeutas
por un lado, y por otro los psicoanalistas. Esta relación de fuerza
resulta desfavorable para los psicoanalistas en estos países por razones
históricas (en el caso de Alemania) e ideológicas en Italia (por la
omnipresencia de la Iglesia Católica). Resulta importante, por lo tanto,
que en países como Argentina y Brasil en Sudamérica, España y Francia
en Europa, países donde el psicoanálisis sigue siendo fuerte, cualesquiera
sean los avatares sufridos, los psicoanalistas reflexionen sobre su
situación política, es decir en relación con el Estado, cualquiera sea
su forma, con tal que presente garantías mínimas de democracia, y se
diferencien de cualquier forma de psicoterapia y de todas las asociaciones
de psicoterapeutas, a menos que los psicoanalistas acepten perder su
identidad y su especificidad.
El problema de las salidas laborales sólo se planteó a partir del momento
en que los poderes políticos y económicos de los países llamados industrializados
comprendieron la utilidad de las técnicas derivadas de la psicología
(cualquiera sea su orientación) para mejorar la "productividad" (cf.
el libro de Christophe Dejours, Souffrance en France. La banalisation
de l´injustice sociale) y asegurar la seguridad interior de los Estados.
Con esa perspectiva se desarrollaron los estudios de psicología desde
los años 70 con vista a formar masas de psicólogos llamados "clínicos",
mejor con un barniz psicoanalítico, como las opciones de lujo de algunos
coches. Allí reside para mí la cuestión de la presencia de los psicoanalistas
en la Universidad.
G.S.F.: En nuestro medio observamos que a partir de la dictadura militar
de 1976-1983 muchos analistas se alejaron de la Universidad. Con la
vuelta de la democracia se insertaron en ella psicoanalistas de ideología
fundamentalista, lo que lleva a que muchos psicólogos jóvenes salen
con una ideología psicoanalítica premoldeada. Hace un tiempo se está
intentando un nuevo contacto universitario. La pregunta es: los psicoanalistas
insertados en la Universidad deberían ser de amplio espectro?
M.P.: Creo haber respondido sucintamente a esta última pregunta con
algunos elementos aportados en la respuesta anterior. Puedo agregar
algunas palabras complementarias, aunque no sean exhaustivas.
No creo en la utilidad, para el porvenir del psicoanálisis, de su inserción
en las estructuras universitarias, cualquiera sea su forma. Toda institución
produce distorsiones y lleva a concesiones más allá de cualquier esfuerzo
de vigilancia y buena voluntad: la institución reclama, exige y crea
las condiciones de un saber pleno y de una transmisión regulada y controlada
por una jerarquía basada en grados. El saber psicoanalítico es un saber
agujereado, un saber hecho no tanto por comprensión sino por escucha,
primera condición para el reconocimiento de las manifestaciones del
inconsciente; escucha y reconocimiento que suponen cierta relación con
el tiempo (cf. la polémica entre Freud y Rank sobre este punto y la
teorización de Lacan sobre un tiempo ternario) y una relación con la
palabra, palabra sexuada, palabra con apariencia vacía de significados,
y que resulta elementos subversivos para cualquier institución.