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La historia de un gaucho malo, por Horacio Aranda Gamboa  |  Hormiga Negra. Una vida , una leyenda, por José Cantero  |  Eduardo Gutiérrez

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Juan Moreira

 

Crónica de un gaucho malo

Por Horacio Aranda Gamboa

[Imagen: Hormiga Negra anciano entrevistado por un periodista, fotografía de René Hardy]

La vida de Guillermo Hoyo trascendió las páginas policiales hacia la Leyenda. Crímenes, pendencia y guapeza en anécdotas que pintan a un hombre y a la época en que vivió.

Era petiso, de ojos claros y cabellos rubios, poseía una nariz afilada y llevaba pecas en las mejillas, y sin embargo, por esas contradicciones de la vida, se lo apodó Hormiga Negra. El destino lo fue arrinconando, le tendió una trampa y su historia, crímenes y leyendas, lo terminaron metiendo de prepo en las páginas policiales del país.

Guillermo Hoyo, el nombre que figura en su acta de bautismo, nació en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos a mediados de 1837. La mitología popular y los cronistas de la época, prefirieron endilgarle fama de gaucho malo, pero su coraje quedó evidenciado cuando, como soldado, combatió en las batallas de Cepeda y Pavón, en el arma de artillería. Trabajó como peón y resero. En 1859 se casó con Juana de los Dolores Acuña.

Su sobrenombre de Hormiga Negra lo habría heredado de su padre, gaucho famoso a ambas márgenes del Arroyo del Medio, apodado del mismo modo, quien ante la temeridad y arrojo de su hijo habría afirmado: "A este le permitiré que lleve mi apodo porque es digno de hacerlo y ahora sabrán las policias lo que somos los arroyeros".

A lo largo de su vida lo acusaron de varios crímenes, muchos de los cuales no mostraron evidencias suficientes para inculparlo: el asesinato de Santiago Andino en Santa Fe, la muerte en riña de Pedro José Rodríguez, quien habría fallecido por tres heridas recibidas, hecho por el que Hormiga Negra pasaría casi diez años de su vida prófugo, el supuesto degollamiento de un niño para robarle los quesos que este llevaba; el crimen de Lina Paenza de Marzo, ocurrido el 14 de septiembre de 1902, por el cual purgó una condena de 6 años, cumpliendo efectivamente cuatro, en la Penitenciaria Nacional. Hormiga Negra pagó por un delito que no cometió. Fue la mujer de Martín Díaz, el verdadero asesino de Paenza de Marzo, quien años mas tarde terminaría develando el misterio; luego de una disputa familiar la mujer se presentó a la Justicia e hizo entrega de las joyas de la víctima. Cuenta la leyenda que Díaz se habría encontrado con Hoyo y arrepentido, le espetó: "Perdón don Hormiga", a lo que solo habría recibido como respuesta una sonrisa.

La historia personal de Hoyo parecía ir a contramano de su leyenda. Por un lado, un hombre apreciado al que algunos consideraban un romántico que daba en ayudar a los desvalidos. Por el otro, un hombre que causaba espanto y tenía aterrorizada a toda una región, ante la sola mención de su nombre, arrastrando un presagio de muerte. El supuesto degollamiento del niño sería solo un entremezclado con la mitología gaucha. Un crimen similar se le adjudicó a Juan Moreira, otro gaucho "malo" famoso.

Es evidente que Hormiga Negra, de puño y letra, construyó su propia leyenda, quizá en el afán de ganarse un sitio en una época y en un lugar social en donde el ser hombre se reforzaba con el cuchillo, la bebida y la pendencia, pero también es evidente que muchas de las historias que se le adjudicaron fueron parte del imaginario colectivo.

A Hormiga Negra le tocó vivir en una etapa de la historia en la cual parte de los males, estaban dados desde las mismas autoridades. En su libro, "Dramas Policiales", Eduardo Gutierrez sostiene: "La gran causa de la inmensa criminalidad en la campaña, está en nuestras autoridades excepcionales. El gaucho tiene dos caminos forzosos para elegir: uno el del crimen, otro el camino de los cuerpos de línea, que le ofrecen su puesto de carne de cañón... En el estado de criminal abandono en el que vive, está privado de todos los derechos.... Ve cerrados todos los caminos del honor y del trabajo...". Ser gaucho era mal visto, ser rebelde delito.

Cuentan que una tarde, ya viejo, Hoyo se enteró de que el circo de los hermanos Podestá llegaba a San Nicolás, dispuesto a representar la obra que contaba su leyenda. En vísperas de la función, se apersonó a la carpa. "Andan diciendo que uno de ustedes va a salir el domingo delante de toda la gente y va a decir que es Hormiga Negra. Les prevengo -dijo con gesto indignado- que no van a engañar a nadie, porque Hormiga Negra soy yo y todos me conocen". No hubo modo de que los Podestá lo hicieran entrar en razones. Hablaron de homenajes, mandaron a buscar ginebra para atemperar los ánimos, pero el anciano pobre, vestido con pulcritud, se mantuvo firme y exigió respeto. A quien saliera a decir que era Hormiga Negra lo atropellaría el mismo con su sola presencia. El domingo el circo representó una obra. El cartel rezaba en letras grandes: "Juan Moreira". Hoyos murió en la ciudad en que había nacido, el 1 de enero de 1918. Tenía 81 años.

Fuente: www.cardon.com.ar/nota?id=237



Cultura y Nación 1910-1940 (Parte 1)


Cultura y Nación 1910-1940 (Parte 2)


Hormiga Negra. Una vida, una leyenda

Por Jorge Cantero*

[Imagen: Hormiga Negra y familia]

“Hormiga Negra me llaman y vengo de San Nicolás, y si alguno quiere probar si esta hormiga es brava y pica, salgan machos a peliar y verán quién se achica”.

“Siempre fui un gaucho honrado y obediente con la ley, trabajando como el buey y como lo he resignao, pero, como me han clavao su picana la justicia y segao por su codicia el Alcaide me sentencia, sin más ley que mi conciencia yo mesmo me haré justicia”.

Nota del Autor:

“Así comenzaba el radioteatro con la obra “Hormiga Negra”, emitida en los comienzos de la década del setenta por LT2, emisora rosarina).

Si un personaje de leyenda local tiene que ocupar un lugar privilegiado ese es el caso del famoso gaucho “Hormiga Negra” apodo de Don Guillermo Hoyo, nacido en San Nicolás de los Arroyos, precisamente en el Alto Verde, en las cercanías del histórico Arroyo del Medio, a mediados del año 1837.

En la antigua Parroquia, según lo anotado en el Libro X (folio veintiséis) del Registro de Bautismos, dice lo siguiente:” El primero de diciembre de mil ochocientos treinta y siete, puse óleo y crisma a Guillermo Hoyo, de cinco meses, hijos legítimo de Doña Rosa Sejas y Don Leonardo Hoyo_ Doy Fe: Juan Páez cura y vicario”

Escritores, nativistas y narradores le han dado fama de gaucho valiente que se hacia respetar y su coraje quedó demostrado ampliamente cuando se desempeñó como soldado de artillería combatiendo en las batallas de Cepeda y Pavón donde se consumó la unión nacional. También trabajó como peón y resero.

En mil ochocientos cincuenta y nueve se unió en matrimonio en la ciudad de Rosario Provincia de Santa Fe, con Juana de los Dolores Acuña, nativa de esa ciudad, este enlace está asentado en los archivos de la catedral Rosarina.

Su hogar nombrado como “el rancho de los Hoyo”, se situó en la zona conocida como “la punta del callejón” que conducía al famoso boliche “La Bola de Oro”. Actualmente se encuentra en pie el ombú que estaba situado en la casa del gaucho, camino a la “Papelera”, hoy denominada Villa Hermosa. (Zona Oeste de la ciudad).



Entrevista completa de la revista Caras y Caretas Nº 725 del 24 de agosto 1912. Clic para descargar

Su apodo de Hormiga Negra no coincidía con su color de piel pues era rubio y de ojos claros, sí, era de baja estatura y aunque algunos historiadores dicen que heredó el apodo de su padre, al entrevistar al chozno del gaucho Hormiga tuve la versión de que cuando éste se hallaba en la cárcel cumpliendo la condena por un delito que no cometió, expresó las siguientes palabras en una tarde en que se encontraba con su compañero d celda, y al ver hormigas que pasaban por debajo de la reja de su prisión dijo:-“¡Como me gustaría ser hormiga para poder salir en libertad!...” de ahí que quedó el mote que todos conocemos.

Lo acusaron a este personaje de varios crímenes donde no existieron constancias fidedignas de su autoría, como por ejemplo del asesinato de Santiago Andino que fue muerto en Santa Fe, y de otros hechos criminales rodeados de análogas características, en cuanto a la alevosía de quien lo reprodujo.

Haciendo referencia al crimen de la señora Lina Penaza de Marzo ocurrido el catorce de septiembre de mil novecientos dos fue donde resultó culpable nuestro gaucho, la razón de tal acusación fue por el hecho de Guillermo Hoyos siempre concurría a la despensa de esta señora en busca de verduras y otros menesteres, los asaltantes, donde se encontraba también el autor de homicidio, ya estaban en la tienda cuando Hoyos realizó sus compras, al retirarse a su rancho y como en la noche anterior había llovido las huellas del caballo condujeron a la justicia hasta allí. Este mal entendido le costó largos años de prisión, hasta que la esposa del verdadero asesino Martín Díaz, se presentó a la justicia luego de una disputa conyugal y entregó las joyas que tenía en su poder porque eran de la víctima. De esta manera Hormiga Negra recupera la libertad y cuando se encuentra cara a cara con el asesino este le dice arrepentido: “perdón don Hormiga”. Esta anécdota es muy conocida.

Una vez reintegrado a su rancho siguió peleando contra la miseria, rodeado de hijos y nietos.

La vida era dura y no había jubilación para los gauchos, menos cuando éstas carecían de un sindicato que agrupara a los malevos...

Nicoleños que lo llegaron a conocer en sus últimos tiempos lo recordaban caminando trabajosamente apoyado en un bastón y saboreando unas “ginebritas” en el almacén de Ramos Generales del señor Ernesto Giovanelli, (actualmente su edificación se conserva en pie en la esquina que forman las calles Echeverría y Lisandro De La Torres), lamentablemente en esa etapa final de su existencia ya se encontraba muy deteriorada su salud. La muerte lo sorprendió el primero de enero de mil novecientos dieciocho.

Así narró en el último capítulo de su novela E. Gutiérrez, el momento cuando “Hormiga Negra” es llevado a prisión y finalmente recupera su libertad:


EL HOMBRE HORMIGA

“Cuatro años de presidio para cualquiera se convierten en cuatro siglos. Pero si el presidiario es un gaucho, aquellos cuatro años se vuelven una eternidad. El compara la inmensa pampa que recorría en todas direcciones, con la miserable celda de un metro cuadrado que ha de habitar. Y el corazón se recoge sollozante de sus senos, y el espíritu se abate bajo el peso de tamaña desventura. No hay más aire que respirar que el que penetra por aquella reja miserable. No hay más espacio que recorrer que aquel metro cuadrado, y todos los derechos del hombre se reducen a dejarse morir de hambre.

No existe ni siquiera el derecho de levarse su nombre, que es reemplazado por aquel número infamante que se ve en toda la ropa, desde el bonete hasta el calzón.

Hormiga Negra comprendía la vida terrible que le esperaba durante aquellos cuatro años, y se resolvió a sobrellevarla, con la esperanza de conseguir al fin de ellos su perdida libertad. Su ademán se volvió humilde y escuchó sin despegar los labios las nuevas obligaciones que desde aquel día pesaban sobre él, obligaciones que con una frialdad glacial, le trasmitía el celador de su pabellón.

Durante tres días permaneció en su celda sin que le abrieran la puerta para nada. Recibía su mísero alimento por la ventana de la puerta y lo comía con una resignación ejemplar. Hubiera sido imposible reconocer en aquel hombre al terrible Hormiga Negra habitante de las orillas del Arroyo del Medio. Es que se había propuesto conformarse, había jurado sobrellevar aquellos cuatro años, con todas las miserias, con todos sus sinsabores y todas sus lágrimas.

- El penado que se porta bien- le había dicho el señor O’Gorman, con su habitual dulzura- pasea por los jardines de cuando en cuando y fuma también algunos Domingos. El que se porta mal, es en cambio castigado con una reclusión severa y si esto no basta, está para corregirlo, en último caso, la celda sin luz y sin más alimento que el pan y el agua. De todos modos has de pasar aquí los años a que has sido destinado. Es mejor entonces hacerlo posible por pasarlos de la manera más agradable que puedas y no haciéndose castigar por el capricho de no cumplir el reglamento, que es bastante llevadero.

- Estoy resuelto a hacer lo que se me mande, señor-replicó Hormiga Negra mansamente- para salir de esta tumba de vivos lo más pronto que me sea posible.

Hormiga Negra básico

Don Guillermo (Guillermo Hoyos, real nombre) –como se lo llamaba respetuosamente en los lugares de sus “correrías” – había nacido en San Nicolás de los Arroyos a mediados del año de 1837, uno de los hijos de Leonardo Hoyos y Rosa Sejas. Fue bautizado en la antigua Parroquia, a los cinco meses de edad, el 1º de Diciembre del mismo año. El apodo “Hormiga Negra” le heredó de su progenitor. Era de baja estatura, y rubio. En 1859 contrae enlace en Rosario con Juana de los Dolores Acuña, Rosarina, cuya unión está documentada en los registros de la Catedral de esa ciudad. Hoyos era entonces soldado de artillería.
“Hormiga Negra”, por sobre toda la fama que le ha dado la literatura Argentina, sólo puede haber sido un gaucho bravo, o pendenciero –si así se le quiere llamar-, figura muy común en su época. Un “corajudo” que se hacía respetar, como respetaba él a quienes lo trataban bien. Y si fue “bravo” en la vida civil, también tuvo condiciones para se buen soldado combatiendo en Cepeda y Pavón, donde quedó sellada la unión Nacional.
Un lamentable error de la justicia contribuyó a hacer más trágica su biografía novelada. El crimen del que fue víctima la señora Lina Penza de Marzo, el 14 de Setiembre de 1902, del que fue inculpado, le costó largos años de cárcel; hasta que con la captura del verdadero asesino –Martín Díaz- se comprobó su inocencia. Cuentan las crónicas que el asesino, al enfrentarse con Hoyos, le expresó, arrepentido: “perdón don Hormiga”. Quizás una amarga sonrisa rubricó ese episodio.
De él se han ocupado escritores activistas y narradores –aparte de Gutiérrez- como Francisco Bracantti,, Bartolomé R. Aprile, Hilarión Abaca, Orestes Raúl Zambrano y en pasajes de algunas obras, como en El árbol de Judas (1961) de Manuel Peyrou (Nicoleño), que reproduce Jorge Luis Borges en “El Matrero” (1970). Asimismo es copiosa la producción periodística haciendo de él una figura legendaria, relatando aspectos de su vida tanto de gacho de aventuras, como de hombre bueno, e informando sobre trámites de reinvidicación de su nombre, alguna vez anunciados por su Hija Prudencia Josefa.
El 1º de Enero de 1918 fallecía en esta ciudad (San Nicolás), a la edad de 81 años, el gaucho Nicoleño Guillermo Hoyos, inmortalizado en la literatura vernácula por el escritor Argentino Eduardo Gutiérrez en su libro titulado ”Hormiga Negra”, mote de Hoyos.

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Al ver tanta humildad y mansedumbre en el nuevo preso, el señor O’Gorman recomendó a los guardianes le tuvieran toda clase de consideraciones mientras no diera motivo para otra cosa y lo dejó después de darle un par de saludables consejos sobre la mejor manera de conducirse.

Desde aquel día Hormiga Negra fue sacado a la limpieza, pues manifestó no conocer oficio alguno, y por espacio de un par de meses, estuvo sirviendo de mucamo del presidio. Cansado de limpiar pestillos y barrer galerías, manifestó que deseaba aprender alguno de los oficios que allí se enseñaban, y que fue pasado en el acto a uno de los talleres de talabartería. Hormiga Negra fue modelo de sumisión y de labor. Trabajaba con un placer y una contracción, que el jefe del taller no pudo menos que hacerlo notar al Gobernador del presidio.

Cada vez que se le hablaba bajaba la vista al suelo como avergonzado de su posición actual y respondía con un respeto y condimentos ejemplares. Así se fue captando el aprecio de sus guardianes y el cariño de sus compañeros de infortunio. Durante dos años nadie tuvo de él la menor queja, siendo de toda la Penitenciaría, el penado más contraído y reposado. Esto le valió que el señor O’Gorman le permitiera usar el pelo largo en atención a la herida que tenía en la cabeza, herida que le hacía sufrir horriblemente la acción del frío.

Durante el día siempre se hallaba contento y dispuesto al trabajo. En cambio sus noches eran tristísimas, al extremo que varias veces los celadores lo habían sentido sollozar y quedarse de una manera dolorosa.

Al cabo de estos dos años, fueron a visitar la Penitenciaria dos caballeros de San Nicolás, que al ver a Hormiga Negra, hicieron conocer al señor O’Gorman algunos rasgos de su vida. Este quedó asombrado, pues nunca se hubiera figurado que su humilde y pacífico huésped, fuese una persona de semejante avería.

-¿Es verdad- - le preguntó un día- que tú has sido bastante calavera?

-¡Es verdad, señor!, para que negarlo, desde que estoy aquí . He sido un poco juguetón y travieso, pero últimamente me compuse y esta fue mi desgracia. No pudieron verme sosegado y se me echaron encima.

Y refirió en segunda con todos sus detalles la manera como había sido preso.

- Cuando llegué a Buenos Aires, había jurado vivir para vengarme en cuanto saliera en libertad. Pero la reflexión puede mucho y me he dejado de esas cosas. Cuando vuelva a mi pago, seguiré trabajando mejor que antes, puesto que nadie tendrá que meterse conmigo. Esto en caso, que encuentre vivos y a mi mujer y mis hijos, que si ellos han sucumbido víctimas de la justicia por ponerme en el caso de empezar de nuevo y andar a trabucazos, me haré volar los sesos y san se acabó.

El señor O´Gorman trató de aconsejarle para arrancarle aquellos pensamientos. Pero estos se habían arraigado de una manera profunda en el espíritu del gaucho.

Y Sobrellevó los otros dos años con una resignación recomendable. Nunca se le oyó levantar la vos ni fue necesario aplicarle el menor castigo. Cuando se acordaba de su familia, y pensaba que tal vez andaría rodando en el más amargo desamparo, era presa de profunda melancolía, melancolía que varias veces lo postró en cama semanas enteras. En el presidio se le había desarrollado un cariño entrañable por los suyos, al extremo que de sólo pensar en ellos se le caían las lágrimas.

Vencidos los seis años a que fue condenado y teniendo presente la conducta que había observado en el presidio. Hormiga Negra recuperó su nombre de Guillermo Hoyo y fue puesto en libertad. ¡Con qué placer inmenso suspiró el aire de la libertad¡ Cómo se abrieron sus ojos al contemplarse del otro lado del muro de circunvalación, dueño absoluto de tomar el camino que mejor le pareciera ¡ Ya hace un par de meses que goza de su libertad absoluta y estamos seguros que todavía no cree en ella

Su primer pensamiento al encontrase libre, fue para su familia. El segundo se dirigió a los medios necesarios para trasladarse a San Nicolás. Al salir de la Penitenciaria, había recibido unos pocos pesos, fruto de su trabajo durante cuatro años. Pero por pocos que fueran siempre alcanzarían para pagarse el viaje.

Medio loco de placer y avergonzado porque le parecía que todos los transeúntes conocerían que acababa de salir de la cárcel, se dirigió a la calle Santa Fe, donde tomó un tranvía, a cuyo mayoral pidió lo bajara cerca de alguna agencia de vapores a Rosario. Allí averiguó lo que le interesaba, y supo con un placer infinito que al día siguiente salía el “Capitán”. Tomó su pasaje a San Nicolás y se metió en una fonda y posada del Paseo de Julio, resuelto a no moverse de allí hasta la hora de la salida del tren, al siguiente día. Y como el posadero le averiguara su nombre y procedencia desconfiada de su facha, enseño su pasaje que desvaneció todos los escrúpulos de aquel.

Allí comió Hormiga Negra de una manera opípara, como hacía cuatro años que no comía. Pero no pudo dormir en toda la noche, desvelado por la emoción de pensar que al día siguiente día estaría en brazos de su mujer y de sus hijos. Y fue el primer pasajero que subió al tren que llevaba hasta el tigre los viajeros del “Capitán”.

Y al día siguiente se encontró en San Nicolás, libre, y sin que la justicia pudiera decirle la menor palabra. Su primer impulso fue dirigirse al Juzgado de Paz y agarrar a puñaladas desde el Juez hasta el portero. Pero reflexionó un momento y tomó el camino del Arroyo del Medio.

Sus pronósticos se habían cumplido al pie de la letra. Aunque halló a su familia en su casa y gozando de buena salud, estaban rodeados de la mayor miseria. Entre la justicia y la que no es justicia habían limpiado su campo de hacienda, al extremo que se veía a uno que otro cordero que vagaban por allí como aparecidos de otro mundo. Ante aquel cuadro de miseria y de ruina, sintió decaer todo su valor y rompió a llorar que no lo habían conocido de pronto, lo reconocieron en seguida y se abrazaron de él a llorar también.

¡Fue aquel un triste cuadro

Hormiga Negra sintió un irresistible deseo de largarse al juzgado y cumplir la venganza más sangrienta contra los autores de aquella iniquidad. Pero volvió a concentrase. Recordó los propósitos de enmienda, los consejos del señor O’Gorman y brazo a los suyos no cansándose de mirarlos y prodigarles caricias.

Trabajaré de nuevo- pensó- poco importa.

Y, efectivamente, dos días después empezó a trabajar con un anhelo imponderable.

Aunque ha pasado muy poco tiempo desde que salió en libertad, Guillermo Hoyo ha dejado de ser Hormiga Negra para ser “Hormiga Hormiga”, como lo llaman hoy, a causa de sus desvelos para trabajar de todos modos.

Y es hoy un vecino honrado y útil, al extremo de que nadie podrá sospecharse en el hombre hormiga, al antiguo Hormiga Negra.

Esto lo aseguran los mismos que se echaron a temblar cuando supieron que Hormiga Negra había vuelto al pago”.

Si hacemos referencia a la estampa de gaucho malo y pendenciero debemos sumarle la que lo representaba como una especie de Robin Hood nicoleño, que le robaba a los ricos para entregar el botín a los pobres, todo eso no fue más que la obra de mentes con demasiado imaginación. A todo esto Hormiga Negra responde en una entrevista realizada por la revista “Caras y Caretas” en el año mil novecientos dieciséis y cuneta lo siguiente: “Ustedes los hombres de pluma, le meten nomás, inventando cosas que interesen, y que resulten lindad. Y el gaucho se presta pa todo. Después de haber servido de juguete a la polecía lo toman los leteratos pa contar d’ el a la gente lo que se les ocurre. Y si un pobre paisano se desgracia porque ha querido mostrarse guapo, y se limpia al que lo ofendió, ustedes no le merman nadie, sino que li acumulan más muertos que los que matan los dotore... Porque así ha’i ser el gaucho e novela: peliador hasta que no queden polecías o hasta que se lo limpeen a él con la carabina rémington”.

En la revista “Todo es historia”; (Nro. 101). Gerardo Brá, en su nota titulada “Hormiga Negra, el último gaucho malo”, expresa lo que sigue “Hormiga Negra, sin saberlo, va en camino de su incorporación a la galería de personajes que hacían las delicias de los lectores ávidos de un sensacionalismo de tipo delictual, donde el gaucho gracias a su valentía y destreza para el cuchillo, ponía en fuga a los representantes de una autoridad policial odiada por ser considerada un exponente de la prepotencia y el atropello. Era un tipo de “Literatura” en que la acción capeaba a todo lo largo y que exigía innumerables entreveros, cruentos y favorables para el “héroe” de turno, casi siempre un perseguido de la justicia”.

Un buena noticia fue la que se publicó la revista “Foco de la Semana”, con respecto a la novela de Eduardo Gutiérrez titulada “Hormiga Negra” donde enunciaba lo siguiente: “Sorprendente rescate el de Perfil Libros. La obra literaria es algo más que una novela gauchesca, es literatura costumbrista en su mejor ejemplo.

Detrás lata algo más que la historia que se lee.

En realidad Gutiérrez la biografía- con licencias- de un tal Guillermo Hoyo, nativo de San Nicolás. Con el mérito de hacerlo en forma simple, lineal y yendo siempre al grano. No hay mito, hay relato; no hay descripciones telúricas, hay movimiento: no hay complacencia, hay realismo. Hormiga Negra es así, un excitante viaje por el tiempo, a otra forma de vivir, de pensar y de sentir.

Brutal, pero honesta, ya es mucho”.

Sin embargo existen otras opiniones sobre la obra, en la citada revista hay una que explica lo que sigue, “Jorge Luis Borges, amante de los viejos guapos y cuchilleros y aparente despreciador de esos gauchos confinados o perdidos en el océano pampero, juzga que esta novela: “es, desde luego, una obra ingrata. Su prosa de una incomparable trivialidad. La salva un solo hecho que la inmortalidad suele preferir: se parece a la vida”.

No solo escritores como E. Gutiérrez, importante autor que también dio títulos inmortales de nuestra literatura nacional como lo es “Juan Moreira”, “Pastor Luna”, “Juan Cuello” y “Los Hermanos Barrientos” y narradores como Bartolomé Aprile, Hilarión Abaca, Francisco Brancatti, el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez, el nicoleño Manuel Peyrou en su obra “El árbol de Judas” (1961) y que reproduce el gran escritor argentino Jorge Luis Borges en “El Matrero”. (1970).Sino que también se ocuparon de su vida y en los libros como lo fueron Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares al incluirlo en una famosa anécdota en el libro “Cuentos breves y extraordinarios” Antología. Colección Panorama. Editorial Raigal. (Buenos Aires 1955), la misma lleva por título:

“Otra versión del Fausto”, y cuenta lo siguiente:

“Por aquellos años, los Podestá recorrían la provincia de Buenos Aires, representando piezas gauchescas. En casi todos los pueblos, la primera función correspondía al “Juan Moreira”, pero, al llegar a San Nicolás, juzgaron de buen tono anunciar “Hormiga Negra”. Huelga recordar que le epónimo había sido en sus mocedades el matrero más famoso de los contornos.

La Víspera de la función, un sujeto más bien bajo y entrado en años, trajeado con aseada pobreza, se presentó en la carpa.

 Andan diciendo –dijo- que uno de ustedes va a salir el domingo delante de toda la gente y va decir que es Hormiga Negra. Les prevengo que no van a engañar a nadie, porque Hormiga Negra soy yo y todos me conocen.

Los hermanos Podestá lo atendieron con esa deferencia tan suya y trataron de hacerle comprender que la pieza en cuestión comportaba el homenaje más conceptuoso a su figura legendaria. Todo fue inútil, aunque mandaron a pedir al hotel unas copas de ginebra. El hombre firme en su decisión, hizo valer que nunca le hubiera faltado el respeto y que si alguno salía diciendo que era Hormiga Negra, él, viejo y todo, lo iba a atropellar.

¡Hubo que rendirse a la evidencia. El domingo, a la hora anunciada, los Podestá representaban Juan Moreira...”

La fuente consultada por los escritores Borges y Bioy Casares fue editada por Fra Diávolo, Vistazos críticos a los orígenes de nuestro teatro, “Caras y Caretas”, 1911.

El dos de Marzo de 1969 aparece en el suplemento dominical del Diario “La Prensa” este mismo hecho, pero comentado de una manera muy diferente por Francisco García Jiménez en su trabajo titulado “La Leyenda del Gaucho malo”.

Allí narra lo siguiente: “... Llega en ese entonces a San Nicolás un circo que en entre otros dramas criollos representa el titulado “Hormiga Negra”, extractado de la novela de Gutiérrez. En una escena el protagonista mata alevosamente a un paisano del cual se pifiaba queriendo obligarlo a bailar... Una voz indignada se alza en la gradería:-¡Mienten... ¡ no jue así... Ese apóstrofe es distinto del tal mentado del espectador de otro circo de Chivilcoy, que en la escena de la muerte de Juan Moreira se largó picadero, cual en mano, encarando al sargento Chirino: _ ¡Cobarde... ¡ Así no se mata a un criollo.

En el circo de San Nicolás el que apostrofa es el propio “Hormiga Negra”, en carne y hueso, de pie, tremante, defendiendo su buen nombre:- ¡Mienten, les digo... ¡yo les vi’ a decir cómo fue en veras¡ ... Se interrumpió el espectáculo en medio de una gran confusión y un posterior alboroto que hizo temblar la carpa y produjo la intervención policial. A los dos días debió reponerse el drama “a pedido general”. ¡Oh, el escándalo como incentivo publicitario!

Pero Hormiga Negra recibió previamente un mensaje en su rancho, por intermedio de un “Zanagoria” del circo, acompañado de un billete de diez pesos: - Dice el empresario que le manda esto y que no pise más el circo, porque si llega a ir lo mandará a la comisaría desde el portón... Hormiga negra agarró los diez pesos y agachó la nevada cabeza afirmativamente. Tenía sobrada experiencia de su incapacidad para borrar la leyenda del gaucho malo”.

Este suceso coincide con otra anécdota muy similar que sucedió, trascurridos muchos años, cuando el tataranieto de “Don Hormiga” presencia en el Teatro Municipal una obra dedicada a la vida del gaucho en cuestión donde se lo critica severamente y da una imagen falsa del personaje, por lo tanto, el nombrado descendiente toma partido en el asunto y con la justicia de su lado pide una entrevista formal con el empresario responsable de poner la obra en escena y le comunica frente a frente que no está de acuerdo con lo expresado en las tablas, del interlocutor le responde que como no existe ningún familiar del protagonista de la obra el está en pleno derecho de hacer lo que desee con el personaje, el tataranieto presenta la documentación y le avisa de una demanda judicial si no suspende la obra, finalmente el empresario acata la idea y cumple con el pedido solicitado. Como verán la historia vuelve a repetirse.

Sumando más datos y testimonios a la crónica, podemos decir, que este personaje era tan apreciado por los nicoleños como también querido y respetado por todos los oyentes de el famoso radioteatro “Hormiga Negra”, obra que era trasmitida no solo en esta zona del litoral sino que llegaba también a las emisoras pampeanas allá por el año mil novecientos setenta y dos aproximadamente, según datos vertidos en una entrevista que Marcos Hoyo (Séptima Generación de Guillermo Hoyo), estudiante de periodismo le realizó a mediados de julio de dos mil uno, al conocido locutor de radio José Luis Trotta, éste aportó importantes datos como por ejemplo cuando describe su encuentro con el famoso actor Alfonso Amigo, al cual conoció por intermedio de su tío Oscar Beban dueño del nombrado por aquella época “Estadio Beban” ubicado sobre calle Belgrano donde actualmente existe el edificio, el actor le entregó uno de los libretos del traspunte y basándose en éste un salesiano del Colegio Don Bosco adaptó la obra para representarla en el Teatro de ese establecimiento educacional, con la condición de no poder ingresar mujeres a la misma. Trotta la puso en escena más o menos en veinte oportunidades.

La emisora que trasmitía la obra LT2 (Hoy Radio2), la adaptación fue hecha por Ricardo Rojas y además de Alfonso Amigo, los actores rosarinos que salían de gira de martes a domingos eran: Hilda Fernández Cabaña, Juan José Campo, Felipe Santángelo, Daniel Randi, Osvaldo Rumariani. También un actor cordobés representó a “Hormigas” y era Jaime Cloner.

En San Nicolás la obra tuvo mucha repercusión en esos años, se representaba en tres funciones diarias: y las denominaban Tarde, Familiar y Noche, en el horario de las quince, las dieciocho y veinte y treinta respectivamente.

En la obra se lo describía a Guillermo Hoyo como un gaucho romántico y que tenía ciertos problemas con la policía.

Existe una anécdota muy conocida que ocurrió aquí cuando vino la composición teatral y un actor de Rosario llamado Juan Carlos Miranda poseedor de una voz privilegiada y encargado de realizar el rol del personaje malo y antipático, se encontraba parado en la puerta de nuestro Teatro Municipal porque se había dañado una cubierta de la camioneta que lo trasladaba y la gente que estaba esperando para entrar a presenciar la función lo reconoció y le propinó una buena golpiza.

El señor J. L. Trotta culmina su relato diciendo que le causó mucho placer y conserva hermosos recuerdos de la etapa cuando interpretó al Gaucho “Hormiga NEGRA”.

Otra versión del Fausto

Por aquellos años, los Podestá recorrían la provincia de Buenos Aires, representando piezas gauchescas.

En casi todos los pueblos, la primera función correspondía al Juan Moreira, pero, al llegar a San Nicolás, juzgaron de buen tono anunciar Hormiga Negra. Huelga recordar que el epónimo había sido en sus mocedades el matrero más famoso de los contornos.

La víspera de la función, un sujeto más bien bajo y entrado en años, trajeado con aseada pobreza, se presentó en la carpa.

-Andan diciendo -dijo- que uno de ustedes va a salir el domingo delante de toda la gente y va a decir que es Hormiga Negra. Les prevengo que no van a engañar a nadie, porque Hormiga Negra soy yo y todos me conocen.

Los hermanos Podestá lo atendieron con esa deferencia tan suya y trataron de hacerle comprender que la pieza en cuestión comportaba el homenaje más conceptuoso a su figura legendaria. Todo fue inútil, aunque mandaron pedir al hotel unas copas de ginebra. El hombre, firme en su decisión, hizo valer que nunca le habían faltado al respeto y que si alguno salía diciendo que era Hormiga Negra, él, viejo y todo, lo iba a atropellar.

¡Hubo que rendirse a la evidencia! El domingo, a la hora anunciada, los Podestá representaban Juan Moreira...

Fra Diavolo, Vistazos críticos a los orígenes de nuestro teatro, "Caras y Caretas", 1911.

[En: Jorge Luis Borges & Adolfo Bioy Casares: "Cuentos breves y extraordinarios"]

El sitio de Internet “Alternativa Teatral” también se ocupa de la obra titulada: “Hormiga Negra”, que en el año mil novecientos noventa y ocho formó parte del importante evento “III Festival Internacional de Buenos Aires”.

Sobre esta labor Sonia Jaroslavsky realizó la siguiente nota: “El director Lorenzo Quinteros junto a Osvaldo Lamborghini se habían interesado, allá por el año mil novecientos setenta y cinco, en la literatura de Eduardo Gutiérrez (1851-1889), “aristócrata que se entretenía escribiendo historias de gauchos”. El golpe militar, sumando a la falta de recursos, interrumpió los ensayos. Posteriormente, Lamborghini fallece en el exilio.

La obra, que ahora se cristaliza en el Teatro El Doble con la puesta de “Hormiga Negra” se basa en los viejos apuntes, a los Quinteros da forma definitiva apoyada en la dramaturgia de Bernardo Carey.

Gutiérrez escribía entregas semanales para el diario “La Patria Argentina” de Buenos Aires. Lo que caracteriza a este autor es que sus personajes eran reales, gauchos perseguidos, héroes de campaña, o asesinos de orgullosa reputación. Se dice que algunos de estos corajudos tuvieron la oportunidad de acceder a los escritos del periodista. Hay que reconocer que el patricio conocía al dedillo los códigos del escenario rural del siglo pasado, que le fascinaba con romántica obsesión.

“Hormiga Negra” era el sobrenombre de un gaucho llamado Guillermo Hoyo, quien, por aquellas épocas, infundió pánico por la zona de San Nicolás, donde vivía. Gutiérrez emprende así un trabajo investigativo, basado en documentos policiales y no en materiales de ficción. De esta manera nos encontramos con la reconstrucción de un relato oral (el de la fama de este gaucho bravo) traslado a la escritura. A través de su publicación en el diario, la leyenda se hace verosímil, se actualiza y se trasforma en noticia.

La obra cuenta la vida de “Hormiga Negra” y las causas de su decadencia: No se convierte en gaucho malo por vicios, sino que poco a poco irá juntando bronca, primero hacia su suegra (por no dejarlo casarse con su Marta), después contra su padre quien lo provoca y lo humilla, hasta salir del círculo familiar, donde el odio y el rencor se proyectará (en forma de tajos, hachazos y golpes de baleadora) sobre los policías que lo acechan, irá “in crescendo”, llegando a su punto álgido con el asesinato de un juez y un rosario de condenas. De gaucho heroico, ansioso de justicia, pasará a ser un simple trabajador explotado, un caballo domado, sin esperanzas de libertad.

En la puesta, lo interesante o atractivo resulta del estilo utilizado, que remite al drama gauchesco, que nace y renace en dos momentos esenciales de la historia nacional, los años de la independencia y el período optimista de la organización. Se hablaba después.

También a través de un pequeño escenario, parecido a un teatrito ambulante (que evidencia el recurso de teatro dentro del teatro), los personajes parecen títeres manejados por el autor, que con gestos exacerbados, cobran una dimensión caricaturesca.

Así en un pequeño espacio teatral se logra desplegar satisfactoriamente diferentes ámbitos, el dela casa materna, la pulpería, el campo y el ranchito matrimonial.

Las secuencias donde se utilizan dagas, boleadoras y facones, merecen atención, puesto que se integran perfectamente a todo un lenguaje corporal que nos remite al imaginativo gauchesco. Así, las escenas de peleas, violaciones o muerte cobran gran credibilidad acentuado la ostentación de estos personajes. Los bailes, canciones, sonidos y olores se integran con soltura a la historia, sin detener la acción.

En una dimensión espacial, la daga, es parte viva del cuerpo de “Hormiga Negra”, se desnuda, se cuida y penetra, y a su vez, es el instrumento con el que se desafía y marca autoridad. La daga es más segura que la justicia y más firme que la amistad, como diría el gaucho “Juan Moreira”.

La obra se actualiza por tocar temas tales como la libertad y la injusticia, bien puede ser el gaucho, bien podría ser cualquier marginado en la orilla de esta ciudad”.

Leyenda, realidad, testimonio escrito, anónimas voces populares, van forjando el mítico.

El gaucho verdadero, es “el gaucho que se parece a la vida”, según J. L. Borges.

Y para Lorenzo Quinteros, “este modelo metaforiza nuestra realidad y contiene una acción dramática fuerte, susceptible de ser teatralizada. El picadero circense escenifico a Moreira y a Cuello. El radioteatro de gira por la campaña bonaerense dio su versión de “Hormiga Negra”. Intentamos nosotros la nuestra: una mirada violenta y poética, de humor desolado y pícaro que sin dejar sus circunstancias históricas, nos acerque a las nuestras”.

En el año mil novecientos setenta se le rindió un justo homenaje en el Cementerio Local, el cual quedó inmortalizado en las páginas “¡Alerta!”, un periódico quincenal independiente que circulaba en esos años, en su publicación del diecinueve de febrero al cuatro de marzo.

El poeta nicoleño desaparecido Astul Urquiaga expresó lo siguiente: “Mentas de Cantores hicieron rodar la fama de aquel voluntario de Urquiza, don Guillermo Hoyo, torciéndola por los intereses de los dueños de las tierras”.

También Gerardo Brat, del diario Capitalino “Clarín” dijo: Borramos aquí la nefasta leyenda de gaucho malo que pesaba injustamente sobre la memoria de Guillermo Hoyo. Rompemos un esquema formado por el desconocimiento o la abulia. Terminamos con la sombras que oscurecían el recuerdo de un compatriota disipamos las nubes que impedían fijarnos en su verdadera figura.”

Otros oradores oficiaron en tan emotiva ceremonia, ellos fueron: El Señor Carlos Paolini dijo: “Si alguna virtud acompaño la vida terrenal de quien aquí descansa y fuera Guillermo Hoyo, esas virtudes fueron sin duda su gran sencillez y su profunda humildad”, El profesor Alberto Laguna afirmó: “Toda leyenda es una forma de crear una realidad que, si bien tiene n contacto con está, posee como la realidad misma una fan de totalización. La leyenda sería una realidad a la par”.

El Señor Carlos Herrera leyó un hermoso poema a su memoria y también estuvo presente el periodista nicoleño Don Eduardo Lazari, quien pronunció lo siguiente “Guillermo Hoyo, personifica el alma atormentada de una época crucial de nuestro pensamiento autóctono. Hoyos fue servicial y fue bueno”.

Tal es su popularidad que este gaucho generoso es visitado en su humilde tumba ubicado en el cementerio local donde los peregrinos y publicó en general le acercan flores y peticiones para sus males aduciendo que él le otorga dicha y paz.

Sin lugar a dudas le debemos mucho al escritor Eduardo Gutiérrez por recrear a este famoso y querido Gaucho y habitó y es representativo de nuestra querida ciudad de San Nicolás de los Arroyos.

* El autor nació hace 40 años en B. Juárez, Pcía de Bs As. Editó en el año 1994 el libro de cuentos "Amor de ultratumba". Nicoleño adoptivo, colaboró en periódicos y revistas locales y nacionales. Participó en Congresos de literatura y obtuvo en distintos concursos, premios y menciones. Actualmente lleva a cabo el proyecto "Leyendas Urbanas".

Extraído de LEYENDAS (Selección) de Jorge Cantero.

Fuente: www.buscandohistoria.com.ar/Regional/hormiganegra.htm


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Eduardo Gutiérrez

Eduardo Gutiérrez nació en Buenos Aires el 15 de julio de 1851.

Sin completar sus estudios, desde su adolescencia se ganó la vida en las redacciones de los periódicos, narrando los episodios de las guerras civiles, la vida de los caudillos o simplemente robos y crímenes que conmovieron la ciudad y campaña. Fue autodidacta, aprendió por su propia iniciativa varios idiomas: inglés, francés, italiano, alemán, portugués.

Prestó servicio como oficial en la zona de frontera luchando contra los malones indígenas. Allí tuvo ocasión de conocer de cerca los fortines, el “desierto” y la vida gauchesca. A partir de sus experiencias y vivencias en ese ámbito, escribió el libro Croquis y siluetas militares. En él, realizó una serie de amenas semblanzas y narra anécdotas sabrosas de la vida militar de tiempos de la guerra contra el indio, en la frontera, incorporando un rasgo original en ese tipo de relatos como lo es el humor.

Juan Moreira, poblador del partido de Matanzas e inspirador del relato de Eduardo Gutiérrez. La vida de aventuras y riesgos que siguió en el ejército lo llevaron a dejar las armas en 1880 para dedicarse de lleno a la literatura, colmado de vivencias que aprovecharía en la escritura de folletines. La aceptación de sus escritos, lo acercaron a participar de prestigiosos periódicos de la época utilizando el seudónimo de Hermenegildo Espumita. En ellos, escribió numerosos artículos políticos, de actualidad, siempre muy críticos.

Fue autor de una treintena de libros, periodista diversificado en kilométricos trabajos, y folletinero infatigable, inspirado en tipos humanos reales, de mayor o menor heroicidad, pero marginales por su origen, circunstancias personales o sociales.

Sobrino de Bartolomé Hidalgo, hermano de Ricardo, poeta gauchesco y prestigioso médico y cuñado de Estanislao del Campo, autor del Fausto criollo, todos ellos seguramente, influyeron en su formación literaria.

Su estilo romántico, imaginativo y a la vez trágico, ganó espacio en el sentimiento de los pobladores ya que reconocían como propias las hazañas y desdichas de los personajes de Gutiérrez, las injusticias sociales de la época y la utilización de la justicia para perseguir intereses particulares y arbitrarios.

Entre sus más conocidos títulos se encontraban: Cipriano Cielo; Los Hermanos Barrientos; El Tigre del Quequén; Hormiga Negra; Santos Vega; El Matrero; La Muerte de Buenos Aires; Juan Cuello; Pastor Luna; Juan Moreira; El Rastreador, etc.

Su éxito más rotundo lo alcanzó con un folletín que escribió en 1882, en el que presentaba un personaje valeroso y noble, producto de una época y lugar: Juan Moreira. Sus obras, según Navarro Violae en el Anuario bibliografico de 1883: "Son narraciones novelescas, horripilantes, para lectores de campaña; factura especial para estragar el gusto y desnaturalizar la historia".

Juan Moreira sentaría las bases del teatro argentino cuando en 1884, fue presentada por los hermanos Podestá y Carlo, en su famoso circo criollo. El texto original fue adaptado especialmente por Gutiérrez para la ocasión. Fue tan popular la teatralización de la obra de Gutiérrez, que algunas autoridades de época prohibieron su puesta en escena, porque consideraban que era un ejemplo "peligroso eso de andar matando milicos en los circos".

Si bien por su edad, Gutiérrez cabría entre los intelectuales de la generación del '80, no lo fue por su orientación y estilo. Sus obras se caraterizaban por vincular lo rural y lo urbano, lo popular y lo masivo; esto escandalizaba a los criticos literarios de los ´80 pero, para la población constituiría una clave de su acceso en reconocimiento de los pobladores de la campaña. La reivindicación de las luchas del gaucho y la descripción de las injusticias que padecían sus personajes, le valió ser un proscripto de una razonable gloria.

Sus vivencias en las redacciones de los diarios, la lucha en los fortines y la investigación de los legajos policiales fueron la fuente de su formación e inspiración. Seguramente, a partir de ellas logró la naturalidad de su lenguaje que tenía poco que ver con la engolada generación de 1880, por la que se supo despreciado. El 2 de agosto de 1889 lo encontró la muerte.

Fuente: www.abc.gov.ar/docentes/efemerides/10denoviembre/site_10denoviembre/htmls/literatura/moreira.html


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