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Al definir el plus-de-goce
–“función de la renuncia al goce por efecto del discurso”–, Jacques
Lacan ubicó el lugar preciso donde su enseñanza se intersecta con la
teoría de Karl Marx.
Jacques Lacan
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Jacques
Lacan (1901-1981): “El discurso detenta los medios de goce”
Marx parte de la función del mercado y su novedad está en el lugar que
asigna en éste al trabajo. Lo nuevo no es el trabajo en sí sino el hecho
de que se lo compre, de que haya un mercado de trabajo. Esto permite
a Marx demostrar lo que su discurso tiene de inaugural, y que se llama
plusvalía.
El caso es que este desarrollo sugiere el acto revolucionario que sabemos.
O mejor dicho, que sabemos muy mal, pues no es seguro que la toma del
poder haya resuelto la subversión del sujeto –capitalista– que se esperaba
de ese acto, y que haya tenido, de hecho, consecuencias muy fastas al
gusto incluso de los marxistas que tuvieron que recogerlas. Pero, por
ahora, nos importa poco. Lo importante es lo que Marx señala, y lo que
su desarrollo significa.
Sean o no estructuralistas, estos comentadores de Marx parecen haber
demostrado que Marx, por su parte, lo es. Pues propiamente de lo que
él es –él, como ser de pensamiento, en el punto determinado por el predominio
del mercado de trabajo– se desprende como causa de su pensamiento la
función –oscura, hay que decirlo, si esta oscuridad se reconoce en la
confusión de los comentarios– de la plusvalía.
La identidad del discurso con sus condiciones se verá esclarecida, lo
espero, en lo que voy a decir ahora sobre la perspectiva analítica.
Así como el trabajo no era nuevo en la producción de la mercancía, tampoco
es nueva la renuncia al goce, cuya relación con el trabajo ya no tengo
que definir aquí. Desde un comienzo, en efecto, y opuestamente a lo
que dice o parece decir Hegel, es ella la que constituye al amo, el
cual pretende erigirla en principio de su poder. Lo nuevo es que haya
un discurso que articule esta renuncia, y que pone aquí de manifiesto
lo que llamaré función de plus-de-goce. Tal es la esencia del discurso
analítico.
Esta función aparece por obra del discurso y demuestra, en la renuncia
al goce, un efecto del discurso mismo. Para dejar esto en claro, debe
suponerse, en efecto, que en el campo del Otro está el mercado, el cual
totaliza los méritos, los valores, asegura la organización de las elecciones
y preferencias e implica una estructura ordinal y hasta cardinal.
El discurso detenta los medios de goce en tanto y en cuanto implica
al sujeto. No habría ninguna razón de sujeto, en el sentido con que
se dice razón de Estado, si no existiera en el mercado del Otro este
correlativo: que se establezca un plus-de-goce y sea captado por algunos.
Demostrar que el plus-de-goce estriba en la enunciación, que es producido
por el discurso y aparece como un efecto, exigiría sin duda un discurso
bastante puntilloso. Pero asimismo, si me han leído ustedes, no hay
aquí algo muy nuevo para vuestros oídos, pues tal es el objeto de mi
escrito Kant con Sade. Se hace allí la demostración de la tal reducción
del plus-de-goce al acto de aplicar sobre el sujeto lo que es el término
a del fantasma, por el cual el sujeto puede ser planteado como causa-de-sí
en el deseo.
Próximamente elaboraré esto mediante un retorno a la apuesta de Pascal,
que ilustra del mejor modo la relación de la renuncia al goce con la
dimensión de la apuesta. La vida misma se reduce aquí en su totalidad
a un elemento de valor. Extraña manera de inaugurar el mercado del goce
en el campo del discurso. Pero, ¿no es esto simple transición desde
la función de los bienes consagrados a los muertos que, hace un momento,
vimos inscribirse en la historia?
Además, no es eso lo que está ahora en cuestión. Tenemos que vérnosla
con la teoría en tanto se aligera al introducirse la función del plus-de-goce.
Alrededor del plus-de-goce se juega la producción de un objeto esencial
cuya función se trata ahora de definir: el objeto a.
La grosería de los ecos recibidos por la introducción de este término
es y sigue siendo para mí la garantía del orden de eficacia que le confiero,
en conformidad con el pasaje destacado en Marx, célebre, donde éste,
en los tiempos que dedicaba a desarrollar su teoría, saboreaba la ocasión
de ver flotar la viva encarnación del desconocimiento.
He enunciado: el significante es lo que representa a un sujeto para
otro significante. Es una definición. De una definición se exige que
sea correcta, y de una enseñanza se exige que sea rigurosa. En el momento
en que el psicoanálisis es llamado a responder a algo que no crean tengo
yo la intención de elidir, me refiero a la crisis que atraviesa la relación
del estudiante con la Universidad, es intolerable, impensable contentarse
con proferir que hay cosas que de ningún modo se podrían definir en
un saber. Si el psicoanálisis no puede enunciarse como un saber y enseñarse
como tal, no tiene estrictamente nada que hacer allí donde no se trata
de otra cosa.
Si el mercado de saberes se ve propiamente sacudido por el hecho de
aportarle la ciencia esa unidad de valor que permite sondear la cuestión
de su intercambio hasta en sus funciones más radicales, no es por cierto
para que el psicoanálisis, que puede perfectamente articular algo de
ello, se presente con su propia dimisión. Todos los términos empleados
con este propósito, como el de “no conceptualización”, así como toda
evocación de vaya a saber qué imposibilidad, no designan más que la
incapacidad de quienes los promueven. Sin duda, la estrategia con la
verdad, que es la esencia de la terapéutica, no puede residir en ninguna
intervención particular llamada interpretación. Sin duda, en la práctica
todo tipo de funciones particulares, de juegos afortunados en el orden
de la variable pueden hallar su oportunidad. Pero ésta no es razón para
desconocer que sólo tienen sentido por situarse en el punto preciso
donde es la teoría la que les da todo su peso.
Se trata de esto, cabalmente.
El plus-de-goce es función de la renuncia al goce por efecto del discurso.
Esto es lo que da su lugar al objeto a. En razón de que el mercado define
como mercancía cualquier objeto del trabajo humano, sea el que fuere,
este objeto lleva en sí algo de la plusvalía.
El plus-de-goce es, de este modo, lo que permite aislar la función del
objeto a.
* Fragmento de “De la plusvalía al plus-de-goce”, primera lección, inédita,
del Seminario “De un Otro al otro”; texto establecido por Jacques-Alain
Miller; en Psicoanálisis y política, comp. Ives Charles Zafka, Ed. Nueva
Visión. Traducción de Irene Agoff. Página/12, Suplemento Psicología,
30/12/04.