La empresa que, a lo largo de su
vida, desarrolló el legendario psiquiatra Mauricio Goldenberg "puede entenderse
como el programa no concluido de una desmanicomialización de la psiquiatría.
Su enseñanza fundamental es que no hay reforma que pueda focalizarse sólo en
el manicomio: la estructura de la asistencia en salud mental en su conjunto
debe ser transformada".
Por Hugo Vezzetti
Con Mauricio Goldenberg -que murió el 12 de septiembre de 2006 en Washington,
donde residía- desaparece un símbolo mayor de la voluntad reformista en la psiquiatría
argentina. En 1984, convocado por el presidente Alfonsín, dejó unos Lineamientos
Generales para el Plan Nacional de Salud Mental que hoy pueden leerse como la
expresión de un proyecto interrumpido, si no fracasado, al menos en la ciudad
de Buenos Aires. Hace más de veinte años, el Plan de Goldenberg proponía una
transformación integral de la asistencia, incluyendo sobre todo la reforma de
los grandes asilos psiquiátricos. ¿Cuánto más hay que esperar para que algo
así se encare con eficacia y voluntad política?
La obra de Goldenberg debe seguirse en su acción institucional, ya que escribió
muy poco. Había comenzado en la psiquiatría tradicional, junto a Gonzalo Bosch,
que era a la vez director del Hospicio de las Mercedes y presidente de la Liga
Argentina de Higiene Mental. El movimiento de la higiene mental, que surgió
en los Estados Unidos fuera de la psiquiatría y llevaba como bandera la reforma
de los manicomios, nació en nuestro país dentro del manicomio mayor de Buenos
Aires. En esa mezcla ambigua, francamente incompatible, ya estaba presente el
peso de una tradición asilar arraigada, resistente a los cambios, que ha dejado
sus huellas en los herederos actuales de Bosch. Goldenberg, hay que recordarlo,
empezó allí. Sus primeros trabajos, publicados en la Revista Argentina de Higiene
Mental en 1945 y 1946, trataban sobre tópicos muy característicos de esa psiquiatría
que desplazaba sus funciones sobre la sociedad: la inmigración y el alcoholismo
(que fue el tema de su tesis). La higiene mental argentina oscilaba entre la
expresión segregativa de un control sobre el potencial hereditario de la locura
degenerativa (con Arturo Ameghino) y el programa de una atención preventiva
sobre ciertos ámbitos de la vida social: el hogar, la escuela, el trabajo. Pero
la centralidad del asilo (que, con la nueva denominación de hospital psiquiátrico,
mantenía las características de una institución cerrada) persistía, más allá
de las declaraciones y los buenos propósitos, en el sistema público y gran parte
del privado. Goldenberg, nacido de ese mismo dispositivo que vendrá a reformar,
tuvo la fuerza y la capacidad para llevar adelante las nuevas ideas que no habían
tenido un grupo de gestión con capacidad de llevarlas a la práctica. Sobre todo
porque el elenco dominante estaba demasiado implicado en ese dispositivo. Bosch
y las principales figuras de la psiquiatría argentina no sólo permanecían apegados
a los parámetros teóricos de la vieja medicina mental, también estaban insertados
en una trama de prácticas que combinaba la pertenencia al hospicio público y
a la cátedra universitaria con la propiedad de un sanatorio psiquiátrico privado,
en la capital o sus alrededores, organizado en torno de la presencia fuerte
del profesor-jefe (en esa situación estaban, además de Bosch, E. Mouchet, Nerio
Rojas, Ramón Melgar, etcétera).
El discurso de la higiene mental, entonces, no se trasladaba en general a la
práctica de los psiquiatras que lo enunciaban; su mayor innovación residía en
resaltar la necesidad de un tratamiento precoz de los trastornos, lo que suponía
un desplazamiento de las formas manifiestas y ruidosas de la locura a las formas
leves e insidiosas. Es sabido que por esa vía dejaba un espacio para el psicoanálisis:
Enrique Pichon Rivière, Arminda Aberastury, David Liberman, por ejemplo, hicieron
sus experiencias en el consultorio de la Liga Argentina de Higiene Mental. Pero
ese programa limitado, bien instalado en el aparato del poder psiquiátrico,
no trataba en verdad de reformar los viejos manicomios, sino en todo caso de
limitar sus funciones a los casos estrictamente necesarios.
Visto desde la perspectiva que proporciona su obra posterior, el primer mérito
de Goldenberg es haber sabido romper con ese obstáculo originario: los grandes
asilos no se reforman tratando de mejorarlos desde la misma lógica que los produjo.
Y su empresa puede ser vista como el programa no concluido de una desmanicomialización
de la psiquiatría, a partir del movimiento que, en la segunda posguerra, funda
el concepto y el programa de la salud mental. Una enseñanza fundamental que
ha dejado es que no hay reforma que pueda focalizarse sólo en el manicomio.
Es la estructura y la organización de la asistencia en salud mental en su conjunto
la que debe ser transformada para promover un cambio del paradigma que tiene
al encierro como fundamento y recurso último del tratamiento, aun para los casos
ambulatorios que se incorporan como una variante dentro del sistema.
No es fácil reconstruir la formación de su voluntad reformista. A la luz de
esos primeros artículos, es claro que el psicoanálisis no cumplió un papel determinante;
tampoco es una presencia destacada en los trabajos que, a fines de los cincuenta,
anuncian su programa de reformas. En todo caso, la experiencia adquirida en
su estadía en París, con Ajuriaguerra, y sus contactos con la renovación psiquiátrica
de la posguerra en Europa y los Estados Unidos cumplieron un papel decisivo
en su vuelco hacia el enfoque social y comunitario. Pero hay otro componente,
que él destaca en su construcción autobiográfica: su identidad de izquierda
y su afinidad con el socialismo (Mauricio Goldenberg. Maestro, Médico, Psiquiatra,
Humanista, Secretaría de Cultura, Facultad de Psicología, UBA, 1996).
Ana Cutuli - Comunidad de locos (2005,
64 minutos), documental basado en el libro “Las Huellas de la memoria”
de Enrique Carpintero y Alejandro Vainer
Como es sabido, la empresa reformista
comenzó en el servicio de psicopatología del Hospital de Lanús (Goldenberg se
hizo cargo del servicio hace cincuenta años, en octubre de 1956) y continuó
con lo que realizó posteriormente en el mismo sentido en los hospitales de Buenos
Aires. Como resultado, produjo la transformación más significativa del dispositivo
psiquiátrico desde los tiempos de Domingo Cabred. En Lanús comenzó con un equipo
mínimo y con el paso de los años llegó a tener una sala de internación para
32 pacientes, 20 consultorios externos y un hospital de día con 30 plazas; lo
integraban profesionales con diferente formación distribuidos en doce departamentos.
Ejerció la dirección del servicio hasta 1972; había comenzado con seis profesionales
y cuando dejó el servicio había 150 (Mauricio Goldenberg, "Relato de mi más
querida experiencia docente-asistencial", en Primeras Jornadas-Encuentro del
Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanus, Trabajos pre-publicados,
1992).
Las ideas que acompañaron la experiencia de Goldenberg están presentes en un
primer artículo de 1958 que es un verdadero programa de renovación psiquiátrica
basado en la superación de la vieja psiquiatría asilar por el modelo de la asistencia
abierta (M. Goldenberg, "Estado actual de la asistencia psiquiátrica en el país",
Acta Neuropsiquiátrica Argentina, 1958).
Aunque admite la existencia de hospitales psiquiátricos reformados en el sentido
de una "comunidad hospitalaria", el eje del programa es la descentralización
que apunta a la creación de servicios de psicopatología en hospitales generales
y a la novedosa forma del hospital de día, inspirado en la experiencia americana.
Apuntaba a que los consultorios externos y los servicios de psicopatología en
hospitales generales se convirtieran en el instrumento principal y el más extendido
de la asistencia psiquiátrica. Y, en la medida en que la visión psicopatológica
se desplazaba hacia los conflictos subjetivos y tomaba en cuenta la dimensión
social de la patología, quedaba destacado el papel terapéutico de una nueva
socialidad construida a partir de un hospital que funcionara como una comunidad.
La idea de una terapéutica "socializadora" se expresaba igualmente en la importancia
atribuida al ambiente psicoterapéutico, el trato de los enfermeros, la intervención
del asistente social y el papel de la laborterapia. Ese fue el marco inicial
de la incorporación de un psicoanálisis que exigía la necesaria pluralidad de
los enfoques y los procedimientos.
Hay que destacar que la voluntad reformista se acompañaba de una visión favorable
a la transformación modernizadora de la sociedad. Y en esa voluntad coincidían
tanto la expansión de la enseñanza de la "psicología social" de Enrique Pichon-Rivière
como el auge del proyecto de la "psicohigiene" impulsado por José Bleger en
la carrera de Psicología de la UBA. La salud mental nacía fuera de los hospitales
psiquiátricos y de las cátedras médicas, en las que por décadas siguió reinando
la vieja burocracia asilar. Por una parte, impulsaba una renovación del cuerpo
de los saberes, de los modos de diagnóstico e intervención y de las formas institucionales
y, sobre todo, coincidía con la irrupción de las nuevas disciplinas: psicoanálisis
y psicología social, sociología, antropología, teoría de la comunicación. Por
otra, producía un cambio global de los temas de la locura de cara a las representaciones
culturales; y, en ese sentido, se insertaba en una sensibilidad y un dinamismo
que provenía de la sociedad y del campo cultural. En efecto ese programa venía
explícitamente a proponerse como una respuesta preventiva a los malestares que,
en el plano de las costumbres, acompañaban los cambios sociales globales, en
ese período de transformación modernizadora, los años sesenta. En fin, esos
años quedaron definitivamente atrás: perdura, para algunos, la nostalgia, y
algunas ideas. Lo que no se ve es dónde puede anidar una voluntad reformista
a la altura de estos tiempos.
Mauricio
Goldenberg (1916-2006): Pionero de una nueva psiquiatría dinámica y social
Por Carlos E. Sluzki *
El Dr. Mauricio Goldenberg, el psiquiatra más influyente de su generación en
América Latina, murió en Washington DC, a los 90 años. Pionero de un enfoque
dinámico y humanista, no opresivo, culturalmente informado, y socialmente sensible
de la psiquiatría comunitaria, Goldenberg creó un programa de enorme influencia
en la Argentina y se transformó en adalid y símbolo de la reforma psiquiátrica,
cuyos efectos están aún teniendo lugar en las Américas (reflejada, por ejemplo,
en la “Declaración de Caracas” de 1990 de la Organización Panamerica de la Salud.)
Formado en Buenos Aires en medicina y en psiquiatría, desde muy temprano en
su carrera profesional se vio influenciado por las corrientes psicodinámicas
que hicieron de la Argentina uno de los centros mundiales del psicoanálisis
–era amigo cercano de Pichón-Riviere, Carcomo, Racker, Grinberg, y tantos otros
más- así como por las ideas de psiquiatría comunitaria que estaba desarrollando
en Inglaterra Maxwell Jones en los albores de los años ’60. A partir de 1956,
Goldenberg plasmó su liderazgo cuando se hizo cargo de la dirección del Servicio
de Psicopatologia del Policlínico de Lanús (hoy “Hospital Zonal Evita”), hospital
que servía a las necesidades asistenciales de la población de la zona, fundamentalmente
de clase popular. Rodeado de un equipo entusiasta de jóvenes psiquiatras que
lo secundaron en ese proceso , Goldenberg –clínico sagaz, maestro magistral,
líder carismático, organizador visionario-- desarrolló en pocos años programas
totalmente pioneros no sólo para la Argentina sino para toda la América Latina:
sectores de internación abiertos en el hospital general –en contraste con el
único recurso existente hasta entonces, a saber, la internacion en manicomios
multitudinarios y a su vez alienantes--, sectores de consultorios externos para
niños, adolescentes, adultos y pacientes mayores que llegaron a ofrecer mas
de 40,000 contactos anuales gratuitos con pacientes y familias, servicio de
inter-consultas psiquiátricas para pacientes internados en otros sectores del
hospital, hospital de día para pacientes que necesitaban intervenciones terapéuticas
más estructuradas, un centro de investigaciones activo e idóneo, servicios de
extensión comunitaria con consultorios en los barrios marginales cercanos al
hospital, y una residencia de especialización en psiquiatría que también quebró
el molde tradicional que caracterizaba hasta entonces a las residencias psiquiatricas
en América Latina –las que sólo ofrecían formación en psiquiatría biomédica
tradicional y localizadas en los manicomios. Todo ello lanzó a la palestra un
servicio para entonces (y tal vez aún para ahora) innovador y comprensivo, interdisciplinario,
basado en un modelo bio-psico-social que integraba clínica psiquiátrica, psicofarmacología,
enfoques psicodinámicos y sistémicos, terapias breves individuales, grupales
y familiares, y una orientación comunitaria adaptada a las realidades culturales
latinoamericanas.
Revista Los Libros Nº
34, marzo-abril 1974, dedicado a instituciones de salud mental.
Contiene nota de Beatriz Perosio. Clic
para descargar en pdf.
Este Servicio se transformó en un
magneto mítico (2) que atrajo no sólo a colaboradores-consultores de alto nivel
en la esfera nacional sino a residentes y fellows de toda América Latina, y
visitantes de todo el mundo, con el auspicio y respaldo de la Organización Panamericana
de la Salud (OPS), regional de la Organización Mundial de la Salud, la que consideraba
a este servicio como modelo e inspiración, así como apoyo de fundaciones locales
e internacionales.
Consultor habitual de la OPS y de la OPS durante varias décadas, Goldenberg
fue nombrado en 1967 Director de Salud Mental de la Ciudad e Buenos Aires. Desde
ese cargo desarrolló e implementó el primer plan compresivo de Servicios de
Salud Mental, que incluyo la creación de cinco Centros de Salud Mental –siguiendo
el modelo interdisciplinario y bio-psico-social puesto a prueba originariamente
en el servicio del Lanús, así como el establecimiento de consultorios externos
y de inter-consulta psiquiátrica en todos lo hospitales públicos mayores de
esa metrópolis. En 1971 Goldenberg aceptó la jefatura de Psiquiatría del Hospital
Italiano, donde comenzó a replicar, esta vez en el ámbito de un hospital del
sector semi-privado, el modelo “Lanusino.”
Con todo, en 1976 tanto Goldenberg como muchos de sus colaboradores cercanos
se vieron forzados al exilio cuando un golpe de estado entronó a la siniestra
junta militar que desencadenó la así llamada “guerra sucia,” incluyendo la “desaparición”
política de entre 15,000 y 30,000 personas, la persecución de muchos intelectuales,
la tortura y el exilio de opositores al régimen, y el desmantelamiento de instituciones
progresistas –incluyendo el famoso Servicio de Psicopatología que había creado
Goldenberg, considerado por las autoridades militares como subversivo dada su
orientación comunitaria.
Con su vida en peligro, Goldenberg emigró con su familia a Caracas, Venezuela,
donde, bienvenido como profesor de psiquiatría, continuó su labor clínica y
docente en la Universidad Central de Venezuela, así como su consultoría con
la OPS, y su práctica privada.
Con el retorno de la democracia a la Argentina en 1980, Goldenberg fue invitado
a Buenos Aires para recibir el tItulo de Profesor Emérito de Psiquiatría en
la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Fue además invitado
personalmente por el entonces presidente electo del país, Raúl Alfonsín, para
que desarrollara y dirija un nuevo Programa Nacional de Salud Mental. Con todo,
Goldenberg declinó esa propuesta para continuar su vida en Caracas. A los 85
años decidió dar por terminada su trayectoria profesional y, junto con su esposa,
establecer residencia en Washington DC, donde habitaba su hija y varios de sus
nietos, y donde vivio, rodeado de familia y amigos, además de las frecuentes
visitas de uno u otro de sus discípulos, hasta su muerte cinco años después.
Goldenberg deja atrás a miles de pacientes agradecidos y a cientos de discípulos
devotos, enriquecidos por el legado de su visión integral para el tratamiento
de los pacientes psiquiátricos, su humanismo, su dignidad e integridad, y su
devoción a los derechos humanos de los pacientes y de los ciudadanos. Goldenberg
deja también como herencia su impronta en muchas políticas institucionales de
salud mental en las Américas… y el sueño de tanto más que podría haber hecho
de no haber mediado la violencia institucional y el autoritarismo que ha diezmado
el progreso en tantos países Latinoamericanos durante estos últimos decenios.
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Memorias,
recuerdos y transformaciones del Lanús: Homenaje al maestro
Por Carlos E. Sluzki *
Raúl Levin comenta con acierto que la esencia de la "experiencia Lanús" es el
haberse centrado en la praxis - del paciente a la teoría al paciente en una
espiral interminable, más que de la teoría a la práctica. Esa descripción ayuda
a comprender tanto la "posición profesional Lanús"que quedo como impronta en
todos nosotros los que fuimos parte estable del Lanús de los años 60 como la
falta de una "Escuela Lanús." La "Escuela Lanús" seria una amalgama ad hoc de
psiquiatría dinámica, psicoanálisis de frontera, psiquiatría social-comunitaria,
terapia familiar y de grupo, y psicopedagogía. Su originalidad yacía en que
esas ideas, que comenzaban a aparecer en la literatura internacional (o bien
que inventábamos para después descubrir a veces que ya alguien las había inventado
en algún otro lugar del mundo), las traducíamos en acción, las poníamos a prueba
en un contexto de exploración responsable. A la manera de los slogan Parisinos
del ’68, en Lanus "estaba prohibido prohibir" y le dábamos poder a la imaginación
- posición suficientemente peligrosa, junto con nuestro compromiso social en
la practica clínica, como para hacer de ese Servicio uno de los blancos de la
junta militar en los años ’70.
Hablando de militares, uno de los sabios lemas antibelicos dice que si los que
tuvieran que ir al frente, a las trincheras, fueran los generales y no a los
soldados, no habría guerras. Con frecuencia la medicina académica sigue también
ese modelo - la actividad cotidiana, de frente de batalla, la hacen los menos
preparados, los estudiantes, los residentes o los médicos recién recibidos,
en tanto que los catedráticos, Napoleones en la retaguardia, hacen la ronda
matinal interrogando y dictaminando acerca de los tratamientos, frecuentemente
delante de los pacientes. En Lanús era al revés. Los generales - y Goldenberg,
jefe de jefes - estaban al frente, en la cotidianidad de la acción, en la trinchera,
predicando y enseñando con el ejemplo, comprometidos con el paciente y con la
comunidad en vivo y en directo - -tal era el compromiso social que acompañaba
al compromiso intelectual de seguir explorando.
La visión macartista
del psicoanálisis desde la derecha peronista. Artículo de la revista
El Caudillo Nº 2 del 23/11/73. La publicación, financiada por López
Rega, funcionaba como vocero informal de la Triple A. Clic para
descargar la revista completa.
Debe quedar claro que estoy hablando
de hace 30 a 40 años, y quien sabe cuanto de construcción idealizada hay en
todo esto, cuanto de esa capacidad bendita de olvidarme de lo que no me gusta
(¡mejor que la alternativa de aferrarse a los recuerdos negativos, y amargarse
la historia… y el presente!) Por cierto que lo mismo se puede decir de todos
aquellos que hablan y escriben acerca del Lanús - inclusive quienes lo hacen
con el respeto, la lucidez y la elegancia conceptual de Sergio Visakovski! -
, con una mezcla de ejercicio etnometodológico reconstructivo (¿se puede hacer
eso?), de curiosidad casi escoptofilica, y de esfuerzo para reducir la multideterminación
compleja de vidas y eventos para intentar explicar cómo es que las cosas fueron
como fueron y son como son. También puede que la causalidad este tergiversada,
y que quienes nos acercábamos al Lanus lo hicimos porque ya traíamos con nosotros
una convicción del compromiso social y la intuición epistemológica de desafiar
las fronteras de la praxis, todo lo cual se potencio porque hablábamos el mismo
idioma y teníamos el líder carismático y lucido que nos inspiró y nucleó. Pero
el descubrimiento del idioma en común y el comienzo de la especificación de
su gramática fue un proceso intenso y emocionante. Más lo pienso, mas esto último
se carga de sentido: Lanus era un caldero donde cocinábamos colectivamente los
ingredientes que cada uno traía a la cocina que coordinaba ese chef magistral.
Me remonto a los comienzos del Servicio de Psicopatología. ¿Cómo fue (qué fue)
Lanús para mi? Entré como estudiante-observador en 1956 o 57, e iba un par de
veces por semanas "a mirar por encima del hombro de los que saben" qué era esto
de hacer psi. Goldenberg, lleno de ideas y energía, con una lucidez clínica
extraordinaria y una actitud personal tierna, abierta y generosa, había sido
recién nombrado Jefe del Servicio de Psicopatologia y Neurología. Su territorio
consistía en un consultorio externo con varios cubiculos y un equipo con una
media docena de terapeutas de nota (aun cuando sin titulo habilitante, ya que
aun no había sido creada ninguna carrera de psicología en el país), un neurólogo
avezado, y un par de psiquiatras, entre los cuales creo ya para entonces, una
reciente graduada Lía Gladys Ricon, todos bajo la batuta y la voz sabia del
maestro. Yo aprendía por osmosis, haciendo poco mas que incorporar un estilo
de conectarse entre colegas y de interactuar con los pacientes con cariño, respeto,
y una informalidad que reducía la distancia de clase, de status y de rol, y
permitía un contacto que era de por si terapéutico.
Cuando me recibí, a comienzos de
1960, sabiendo más el "como si" que el "qué" de la práctica y, muy conciente
de mi ignorancia, me quede como aprendiz de hechicero en el Servicio, en el
que pasaba no menos de 20 horas por semana. El grupo central temprano de la
tribu que rodeaba a Goldenberg se fue integrando en los próximos años: Valentín
Barenblit, Octavio Fernández Moujan, Vicente Galli, Guida Kagel, Hernán Kesselman,
Aurora Perez, Dora Romano, Lía Gladys Ricon, Gerardo Stein, y yo. Ad lateres
de mucha presencia - a veces mas centrales, a veces siguiendo su propia brújula
- eran Dickie Grimson, Tuncho Lubchanski, Rafael Paz, Nacho Maldonado…y mil
personajes más. El ambiente, tal cual lo recuerdo, era de aprendizaje constante
- grupos de estudio, ateneos, presentación y supervisión diaria de casos, trabajo
en equipo. El medio tenia al principio mas las características de una tribu
que una organización formal - tal vez lo que nos hacia sentir miembros de una
tribu era esa mística de grupo primario de avanzada que ya empezábamos a desarrollar.
La permeabilidad entre prácticas dentro de la institución, que hacia posible
que cada uno de nosotros viera y fuera visto en su trabajo, generaba un contexto
de confianza y de estimulación cruzada. La fluidez de los roles era tal que
nos permitía tener múltiples experiencias institucionales - un año como coordinador
del sector internacion, el otro como jefe de equipo en los consultorios externos,
y así. De hecho, lo que llamo tribu era un grupo primario bastante pegoteado
con relaciones en las que se combinaba una posición colaborativa total, lealtades
intensas y fluctuantes… y una observación celosa de la proximidad que uno o
el otro mantenían con Goldenberg, quien, a su vez, creo, mantenía una ecuanimidad
admirable. El confín de la tribu era extenso - su periferia supervisora incluya
a miembros destacados del mundo psicoanalítico, incluyendo, entre otros, a León
Grinberg, José Bleger, Fernando Ulloa, y Joel Zack - , con quien Goldenberg
mantenía una relación estrecha y cordial, reflexologos de nota tales como José
Itziksohn, sociólogos de avanzada - incluyendo a Eliseo Veron, Francis Korn,
Elena de la Aldea, y Analia Kornblit - , antropólogos, fenomenólogos, y gente
de múltiples otras disciplinas con quienes inventábamos modelos, investigaciones
y práctica. De hecho, la cantidad de trabajos que producía nuestro equipo para
congresos era notable - algunos de los cuales, creo aun, de calidad satisfactoria.
Buena parte del grupo central, y muchos otros, participábamos como estudiantes
en la Escuela de Psiquiatría Social que estaba organizando Enrique Pichón Riviere
(y en la que en su primera época eran docentes preclaros Guillermo Ferschtut,
Fernando Ulloa y Edgardo Rolla), buena parte del grupo central estaba en análisis
didáctico y en grupos de estudio con León Grinberg, David Liberman, Fernando
Ulloa, y quien sabe cuantos mas, nuestro trabajo en terapia de grupo estaba
supervisado por Joel Zack, y después por Gerardo Stein, y así. Y he ahí otra
característica admirable del liderazgo de Goldenberg: el jefe estimulaba nuestras
exploraciones, incursiones y liaison con múltiples escuelas, ideologías y aun
ocasionales maestros, todo ello transformado en ingredientes que enriquecían
nuestros diálogos interminables y nuestra creatividad como grupo, todo ello
insertado resonando con, y formando parte de, una década extremadamente creativa
del país.
A su vez, a principios de los '60
se creo la carrera de psicología en la Universidad de Buenos Aires. Goldenberg
mismo y muchos de nosotros formamos parte de equipos que contribuyeron a su
diseño y fuimos profesores y ayudantes durante la primera época, hasta que los
psicólogos pudieron hacerse cargo de su barco. Las primeras promociones de psicólogos
incluyeron profesionales con sólida formación previa pero sin credenciales oficiales
- -eran psicólogos "silvestres", psicólogos formados en otros países o en grupos
de estudio o equipos de trabajo, psicodiagnostistas. Muchos de ellos se incorporaron
a los diferentes equipos del servicio y enriquecieron aun más el capital conceptual
y clínico. Debe reconocerse con todo que, a tono con esa época menos paritaria,
la mayoría de las funciones directivas del Lanus, institución interdisciplinaria
en su trabajo cotidiano, recaía en los psiquiatras.
En la década del 60 Lanús se transformo el lugar más importante de formación
de trabajadores de salud mental en la Argentina, y probablemente en América
Latina. Para los médicos, las opciones eran formarse en Lanus, o entrar a la
residencia oficial que ofrecía la Universidad de Buenos Aires - o algunas del
interior - en hospitales psiquiátricos (cuyos profesores, salvo honrosas excepciones,
poseían una formación clásica/ fenomenológica/ psicofármacológica, en contraste
con la psiquiatría dinámica y comunitaria que caracterizaba al Lanus).
Para dar una idea de la magnitud del Servicio - del que por un tiempo yo fui
el escriba y el estadígrafo - , en el año 1966, por ejemplo, el Servicio ofreció
en sus consultorios externos 45,000 contactos/paciente, de los que 4350 eran
nuevos pacientes. En el año 1969, últimos datos que tengo, el servicio tenia
un staff de 4 profesionales pagos (quienes recibían el equivalente de U$ 300
por mes) y de 270, repito, 270 profesionales no pagos: psiquiatras, psicólogos,
y psicopedagogos, quienes participaban entre 10 y 20 horas semanales ad honorem
en actividades del servicio - en consultorios externos, hospitalización, interconsulta,
residencia psiquiatrica, hospital de día, o una de los dispensarios comunitarios
satélites, mañana y tarde, seis días por semana. Para esa época, además, Goldenberg
había sido nombrado Director de Salud Mental de la Municipalidad de la ciudad
de Buenos Aires y su proyecto se cristalizo en la constitución de múltiples
Centros de Salud Mental, muchos de los cuales fueron dirigidos y poblados por
ex-Lanusinos, y que se transformaron a su vez en centros de asistencia y formación.
Para cuando me fui de la Argentina, a fines del ’71, Lanus se había multiplicado.
Ya era hora para mí de dejar el espacio a la generación siguiente. Además, las
reglas de juego de la violencia social en el país estaban cambiando en una dirección
que no me gustaba. Y yo tenía otras cosas para hacer. Con lo que lo que siguió,
incluyendo la ferocidad del gobierno militar mesiánico del llamado proceso -
que dejo detrás suyo innumerables muertos sin sepultura, una ciudadanía aterrorizada,
familias destruidas, instituciones hechas pedazos, un contrato social deteriorado
- , y los momentos de esperanza y los periodos de desesperanza y corrupción
que le siguieron, solo los he podido vivir por identificación, con la comodidad
y la culpa de la distancia - mitigada en parte a través de mi militancia en
organizaciones de derechos humanos. Lanús quedo en mí como un periodo extraordinario
de formación profesional y de experiencia humana, como una segunda familia a
la que estoy permanentemente ligado por vínculos de sangre y deuda.
La deuda que tantos de tantos de nosotros tenemos con Mauricio Goldenberg y
con la experiencia Lanús constituye un capital emocional e intelectual, además
de una memoria colectiva que ya ha pasado por múltiples tamices revisionistas
y tal vez acabe ella también por declinar… mientras las semillas que ha sembrado
ese maestro se replica en múltiples transformaciones del quehacer en salud mental,
hasta perderse en el horizonte prospectivo.
*Profesor/Investigador del Colegio de Servicios de Salud y Recursos Humanos
y del Instituto para el Análisis y la Resolución de Conflictos, ambos en la
Universidad George Mason, en Fairfax y Arlington, Virginia; y Profesor Clínico
de Psiquiatría, Escuela de Medicina de la Universidad George Washington, en
Washington DC.
Medico del Servicio de Psicopatologia del Policlínico de Lanus desde 1960 hasta
1971, y director del Centro de Investigaciones Psiquiatritas - sector de investigaciones
de dicho servicio desde 1964 hasta 1971.
"Informe estadístico del Servicio de Psicopatologia y Neurología del Policlínico
de Lanús" Acta Psiquiat. Psicol. Amer. Lat., 1965, 11, 145-147, y 1966, 12,
88-90.
La
historia de la desaparecida Federación Argentina de Psiquiatras (FAP)
Por Enrique Carpintero y Alejandro Vainer
Este trabajo fue presentado en el XVI Congreso Argentino de Psiquiatría organizado
por APSA, Mar del Plata, Marzo de 2000. El mismo forma parte de una investigación
que los autores están realizando, hace más de dos años, sobre la historia de
la Salud Mental en la Argentina desde 1957 hasta 1983.
La FAP se creó el 8 de octubre de 1959 y finalizó su experiencia en diciembre
de 1983. Debido a la brevedad de la exposición abarcaremos el primer período
que concluye en 1969. Durante esos años encontramos las contradicciones y tensiones,
entre los diferentes grupos de psiquiatras, para constituir una organización
gremial, profesional y científica que lleve adelante un proyecto en el campo
de la Salud Mental. El surgimiento de esta nueva problemática se produjo a partir
de los cambios que se habían realizado en nuestro país y en el mundo al finalizar
la segunda guerra mundial, momento en el cual el capitalismo necesitó reformular
un nuevo pacto social en el que debía asegurar el desarrollo económico. Para
ello, el Estado se encargaba de la seguridad social y económica de los ciudadanos.
Este denominado "Estado de Bienestar" planteó una respuesta a la crisis del
capital y al problema del empleo, con un Estado activo que utilizaba los mecanismos
de redistribución social en la producción de servicios sociales para el conjunto
de la población. Desde esta perspectiva, el proceso de transformación del orden
manicomial está determinado por esta dinámica política y económica, donde los
manicomios fueron reestructurados dando cuenta de nuevas experiencias institucionales
como las Comunidades Terapéuticas, los Hospitales de Día y el trabajo preventivo
con la comunidad, utilizando los instrumentos que proporcionaba el psicoanálisis,
la psicología institucional y la psiquiatría social. Es aquí donde apareció
el concepto de "campo de la Salud Mental", como aglutinador de esta nueva corriente
que pretendía superar el manicomio como forma de asistencia. Recordemos que,
en esos momentos, la mitad de las camas de internación en el mundo eran psiquiátricas.
Es así como se realizó el cambio del sistema de Salud en EEUU, en Inglaterra,
en Francia la llamada reforma del Sector y la importante reforma en Italia realizada
por Franco Basaglia. En la Argentina esta política coincidió con la imposición
del desarrollismo como estrategia económica, política y social en el período
tecnocrático del gobierno de Arturo Frondizi y durante la dictadura de Onganía.
Los mojones de estos cambios comenzaron con la creación del Instituto Nacional
de Salud Mental en 1957; las nuevas carreras de Psicología en Rosario en 1954
y, en 1957 en la Universidad de Buenos Aires junto con Antropología, Sociología
y Ciencias de la Educación. Por último, el primer Servicio de Psicopatología
en un Hospital General, ganado por concurso por Mauricio Goldenberg en Lanús,
Provincia de Buenos Aires.
Todos estos hechos tenían como objetivo el descentramiento de la psiquiatría
y los manicomios como únicos actores en la enfermedad mental. De ahí la configuración
de un nuevo campo: la Salud Mental, que abarcaba distintos actores e instituciones.
La mayoría de los psiquiatras apoyaron parcialmente este tránsito, porque en
definitiva, les sacaba parte del poder de ser los únicos "dueños" de la enfermedad
mental.
En este contexto histórico, el 8 de octubre de 1959 en la ciudad de San Luis
y en el marco de la III Conferencia de Asistencia Psiquiátrica, organizada por
la comisión Argentina Asesora de Salud, se creó la Federación Argentina de Psiquiatras
(FAP). Uno de los temas de esta Conferencia fue el de "Títulos habilitantes
para el estudio y tratamiento de los enfermos psíquicos". El relato oficial
fue presentado por Carlos Sisto, Omar Ipar y Dichiara, el ala más conservadora
de la Psiquiatría, cuyo título era: "Encrucijada actual de la psiquiatría".
En el mismo, alertaban sobre los riesgos "frente a la invasión de actores extraños
a la medicina, dispuestos a desvirtuar toda su historia, su técnica y sus penosas
conquistas terapéuticas". El monopolio psiquiátrico de los tratamientos estaba
siendo cuestionado por la influencia que comenzaba a tener el psicoanálisis
y por las nacientes Carreras de Psicología del país. A pesar de que en la discusión
desarrollada en las Mesas Redondas, los profesionales que intervinieron, aceptaron
que el psicólogo podía participar en el diagnóstico y el tratamiento de un paciente,
las conclusiones de la Conferencia siguieron la opinión del relato oficial.
Esto fue que "deben ejercer la psicoterapia únicamente los médicos". Y se logró,
dicha conclusión, mediante una moción de orden por la que no se discutió lo
resuelto por las Mesas Redondas. Si hubiera habido votación, la balanza se hubiera
inclinado a favor de los psicólogos. El debate terminó a las trompadas, literalmente,
y con el retiro de la delegación de alumnos de Psicología de la Universidad
de Rosario.
De esta manera la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) surgió para insertar
a los psiquiatras dentro del nuevo campo de la Salud Mental. Pero, a la vez,
como una defensa corporativa de los propios psiquiatras frente a los nuevos
movimientos. Esta contradicción produjo tensiones en la FAP cuyas consecuencias,
como veremos a continuación, se manifestaron durante sus primeros diez años.
En 1960 se realizó la IV Conferencia de Asistencia Psiquiátrica en Buenos Aires,
donde se aprobaron los estatutos de la FAP y se organizó federativamente, dividiendo
el país en siete regiones: Noroeste, Nordeste, Centro, Litoral, Sur, Cuyo y
Capital Federal. Cada regional nombraba sus autoridades que, a su vez, estaban
representadas en las asambleas generales por delegados.
Desde su creación se propuso como un organismo científico, profesional y gremial.
En sus fines se mezclaron tanto la defensa corporativa como la promoción de
la prevención, el mejoramiento global de la asistencia, la investigación y la
educación.
A través de sus estatutos, la FAP se alineaba en el mismo camino de las "cartas
de buenas intenciones" para la Salud Mental que la Argentina, de fines de los
50, había escrito. Solamente buenas intenciones, ya que la FAP quedó, hasta
fines de la década del '60, como una organización que no tuvo poder efectivo.
Las ideas acerca de la Salud Mental habían multiplicado organismos y agrupaciones,
muchas de ellas, de características burocráticas. No sólo se había creado el
INSM, también las Comisiones Asesoras, como la Comisión Nacional Asesora de
Salud Mental -interdisciplinaria y elegida políticamente por el reglamento del
INSM-; y la Comisión Argentina Asesora en Salud Mental (CAASM), organismo privado
fundado por los propios psiquiatras y, antecedente directo de la FAP. Acerca
de esa época, Cesar Cabral, psiquiatra reflexólogo y participante activo en
organizaciones de esa época, comentó: "Todo el año 1955 estuvimos discutiendo
qué se podía hacer con la psiquiatría, y durante 1956 teníamos una idea más
clara: convocar a una reunión de psiquiatras para discutir específicamente el
problema de la asistencia. Anteriormente los psiquiatras se congregaban en jornadas
o congresos para discutir temas 'psiquiátricos’. Entonces pensamos en descentrar
el problema y crear algo que se ocupara específicamente del problema de la asistencia
y provocar un cambio. Por mucho tiempo mantuvimos una discusión teórica, si
era justo segregar la asistencia psiquiátrica del contexto general de la asistencia
del país, o si era factible hacer un plan de asistencia psiquiátrica independientemente
de lo que pasara en el plano general. Si lo psiquiátrico estaba tan mal, entonces
había una legalidad para hacer una separación para dar impulso a lo psiquiátrico;
porque si quedábamos sujetos a un Plan Nacional entonces íbamos a quedar relegados
y no se iba a poder obtener recursos efectivos de los poderes públicos".
Gervasio Paz, psiquiatra reflexólogo y presidente de la FAP durante la década
del 70 planteó que: "después de la Revolución Libertadora se creó la Comisión
Argentina Asesora de Salud Mental. En esta comisión entró todo el mundo. Psiquiatras
del interior y de la Capital. Pero en general con formación académica, y con
un espectro ideológico que iba de la derecha al centro y a la izquierda. De
ahí surgió una Comisión que organizó los primeros Congresos de Psiquiatría,
y en esa Comisión estuvieron Pichon Rivière, Bleger y Goldenberg, entre otros.
La FAP no será nada más que el desarrollo de esa Comisión, su ampliación y su
institucionalización con la tentativa de ser un gremio profesional, no meramente
un organismo que convocaba Congresos. Sería la primera organización de los psiquiatras.
Juntó gente de todas partes."
A los psiquiatras de esa época los podemos dividir en dos grupos. Un grupo al
que llamaremos manicomial, integrado por los defensores del sistema de hospicios,
como Carlos Sisto, Omar Ipar y otros directivos de los manicomios del país.
El otro grupo lo denominaremos reformista, y estaba integrado por quienes se
oponían a la situación de los manicomios y querían modificar sus estructuras.
Esta división hizo que los lugares de poder se convirtieran en cargos formales
ya que, no había homogeneidad en ningún proyecto debido a sus diferencias teóricas,
técnicas e ideológicas.
El grupo de psiquiatras reformistas estaba heterogéneamente compuesto: convivían
psicoanalistas como Enrique Pichón Rivière, Raúl Usandivaras, Horacio Etchegoyen,
Jorge García Badaracco; psiquiatras dinámicos como Mauricio Goldenberg y Guillermo
Vidal; y reflexólogos como Gregorio Bermann y Gervasio Paz. Las contradicciones,
entre ellos, no les permitían encontrar el camino más adecuado para salir de
la vieja psiquiatría. Las diferencias eran teóricas, en cuanto al abordaje de
la Salud Mental, pero sobre todo ideológicas y políticas (abarcaban el arco
que iba desde el radicalismo hasta el comunismo pasando por el socialismo).
Esto dificultaba acuerdos básicos entre ellos.
Por eso, a pesar de que los Estatutos de la FAP revelaban preocupaciones y compromisos,
estos quedaron como una declaración de principios, hasta fines de la década
del '60.
En este sentido, Gregorio Bermann escribió en 1965 que "Con una buena dirección,
la FAP puede llegar a ser, no sólo el organismo que unifique a los psiquiatras
del país, sino también un poderoso factor de progreso de la especialidad". La
FAP, con más de cinco años de existencia seguía siendo una de las tantas esperanzas
fallidas.
Es necesario pensar por qué, a principios de los '60, este heterogéneo grupo
reformista de la psiquiatría se encontraba con inconvenientes para las reformas
concretas en el campo de la Salud Mental.
En principio había factores externos al mismo grupo. El poder lo seguían teniendo
los psiquiatras manicomiales, eran directores de los manicomios, como O. Ipar
del Neuropsiquiátrico de Buenos Aires, o su sucesor Carlos Sisto. No se habían
implementado reformas significativas en el Sistema de Salud Mental, con lo cual
el manicomio siguió siendo el eje de la Psiquiatría y Ellos, sus dueños, es
decir, Directores, Jefes de Cátedra, partícipes de Comisiones Asesoras, etc.
De allí la importancia del Servicio de Goldenberg en Lanús ya que era la demostración,
en los hechos, de que otra Salud Mental era posible, aunque en la periferia;
cuando intentó llegar al centro, las posibilidades de transformación mostraron
sus límites.
El episodio clave fue el Concurso por la Titularidad de la Cátedra de Psiquiatría.
Allí Mauricio Goldenberg fue derrotado a raíz de una oscura maniobra de los
psiquiatras manicomiales. Los hechos se desarrollaron entre 1964 y 1966. No
era sólo un Concurso, se disputaba cuál era la versión oficial de la Psiquiatría.
A Goldenberg y su grupo se los toleraba fuera de Buenos Aires, pero no presidiendo
la denominada, así con mayúscula "Cátedra en el Hospital", es decir, el Neuropsiquiátrico
de varones de Buenos Aires. En el sorteo, el jurado había quedado compuesto
por Raúl Usandivaras y Horacio Etchegoyen, que se presumía serían favorables
a Goldenberg. Se habían presentado, además de Goldenberg, Ramón Melgar y Juan
J. Betta.
Muchos años después Horacio Etchegoyen comentó este episodio:
"En el manicomio pensaban que yo iba a nombrar a Goldenberg, cosa que era absolutamente
cierta, porque la diferencia entre Goldenberg y los otros era sideral. Si alguno
de los otros lo hubiera superado, lo hubiera elegido. Entonces me hicieron un
problema para descalificarme como jurado. Yo era profesor titular contratado
en Mendoza, y estaba por terminar mi contrato. Preferí presentarme a concurso
antes de que me nombraran de nuevo como contratado. Lo que hicieron fue atacar
mi propio concurso en Mendoza. Sacaron a la luz el trabajo que yo había presentado
en la APA acerca de un tratamiento, donde repetía algunas de las "malas" palabras
del paciente, lo exponía como material clínico. Empezó la guerra para no nombrarme
profesor titular y poder sacarme de jurado. Mendoza no era tan importante; lo
importante era sacarme de esa facultad para invalidarme como jurado en Buenos
Aires. Así que me acusaron de 'pornográfico’. Mucha gente que estaba contra
el grupo reaccionario del hospicio me defendió. Hubo quien me sugirió renunciar
al jurado, y que no iba a haber problemas con el concurso de mi cátedra en Mendoza.
No lo hice. Son cosas innegociables para mí. Después de esa situación la Oficina
Panamericana de la Salud, que había decidido que mi cátedra fuera modelo para
toda Latinoamérica, me otorgó una beca para ir a perfeccionarme a Londres en
1966, donde finalmente me fui a vivir."
En esta lucha hubo contradicciones y rupturas en el grupo reformista, por ejemplo,
mayoritariamente, el Centro de Estudiantes de Medicina apoyó a R. Melgar, que
era radical. Goldenberg no tenía un apoyo político, aunque sí un lugar importante
y relaciones dentro del campo de la Salud Mental.
Finalmente, Ramón Melgar se convirtió en el titular de la "Cátedra" en 1967.
Por su parte, Mauricio Goldenberg tampoco hubiera llegado a ser titular, de
haberse resuelto a su favor dicho concurso, ya que seguramente habría sido de
aquellos que renunciaron en repudio a la intervención de la Universidad realizada
por la dictadura de Onganía y conocida como "La noche de los bastones largos".
Por otro lado, encontramos que también había factores internos en este grupo
reformista que le impedían realizar acciones concretas. Mencionaremos:
1- La defensa de la psiquiatría: Todos ellos se proponían el pasaje de la psiquiatría
a la Salud Mental, pero manteniendo la psiquiatría como disciplina hegemónica.
Esto significaba que tenían una defensa corporativa en la apropiación exclusiva
del campo de las psicoterapias. También ellos se oponían a que los psicólogos
realizaran psicoterapia, cuestión que consideraban patrimonio exclusivo de los
médicos psiquiatras. Como dice Sally Schneider, una de las primeras psicólogas
recibidas en la UBA y miembro del equipo de Mauricio Goldenberg: "No era que
abiertamente los psicólogos podíamos atender en el Lanús, sino que Goldenberg
me decía que en mi caso podía tomar pacientes, por mis capacidades". Con lo
cual, el campo de la Salud Mental que este grupo alentaba quedaba confinado
a los psiquiatras. De esta manera impedía que los psicólogos y otros profesionales
se sumaran a sus propuestas.
2- Las diferencias teórico - ideológicas: Las diferentes luchas entre ellos
hicieron que no conformaran un grupo de poder. En lo teórico, el psicoanálisis
era un punto de discusión insoslayable. El grupo de Psiquiatras Reflexólogos
-Thenon, Bermann, Paz, etc.-, aliados con los psiquiatras manicomiales atacaban
a los psicoanalistas. En ese punto es paradigmática la polémica de los psiquiatras
del PC con Bleger. Por otro lado, en cuanto a la ideología iban desde la izquierda
(en ese momento mayoritariamente del Partido Comunista), como los reflexólogos,
a socialistas independientes, como Goldenberg, a radicales como Etchegoyen.
Es de destacar que, en esta época, los acuerdos y diferencias políticas estaban
absolutamente relacionados con las perspectivas ideológicas y científicas.
En este sentido, la FAP, a principios de la década del ’60, se convirtió en
un lugar vacante, una posibilidad. Se había convertido en una institución con
muchos jefes. No pudieron tener influencia sobre los psiquiatras más jóvenes,
ni en los psicoanalistas, los cuales se mantuvieron ajenos a ella.
Aunque ciertos cambios empezaban a producirse, se necesitaba aumentar el número
de asociados. Esta situación comenzó con la maniobra para impedir que Goldenberg
ganara el concurso de la "Cátedra".
En un texto, escrito mucho tiempo después, la psicoanalista Marie Langer recordó
que: "La Federación Argentina de psiquiatras era una organización profesional
bastante dormida y tradicional en sus métodos profesionales todavía a mitades
de los sesenta y su cercanía a los comunistas no le ayudaba mucho a despertar.
La historia de la nueva FAP comenzó hacia 1964, cuando Mauricio Goldenberg pretendía,
con todo derecho, la titularidad de la cátedra de psiquiatría. Mauricio tenía
con la APA una relación muy buena y, de hecho, ayudaba mucho a sus discípulos
psiquiatras para que entraran en la Asociación a formarse como psicoanalistas.
Por esos días vino a la Comisión Directiva de la APA uno de esos discípulos
a pedirnos que el mayor número de los miembros de APA ingresáramos en la FAP
porque desde ahí podríamos apoyar la candidatura de Mauricio. Entramos masivamente
en la FAP; Mauricio Goldenberg no logró la titularidad porque en ese momento
se produjo el golpe militar de Onganía que clausuró la Universidad. Pero nosotros,
pagando nuestra cuota mínima y sin colaborar en nada, seguimos perteneciendo
a FAP."
A fines de 1966 comenzaron las transformaciones institucionales, al ser elegida
una nueva Comisión Directiva presidida por Guillermo Vidal. Esta surge a partir
de una alianza de los psiquiatras reformistas del interior con los de Buenos
Aires.
En 1967 se inició la publicación de la Gaceta Psiquiátrica, el boletín oficial
de la FAP. Ya en ese primer número, se evaluaba críticamente lo hecho hasta
octubre de 1967 y cómo la FAP nunca había funcionado efectivamente. En un fragmento
del texto se plantea que: "Diversas causas impidieron su desenvolvimiento. Entre
éstas deben destacarse, por su especial trascendencia, la precaria estructura
federal que se le imprimió de entrada y la falta de una categorización de sus
miembros... No nos llamemos a engaño. La FAP está en marcha, mas todavía es
mucho lo que falta para que entre de lleno en el terreno de los hechos tangibles.
Por ahora no pasa de proyecto. Un proyecto halagüeño, ciertamente, pero mero
proyecto al fin."
La unidad buscada en la FAP también estaba en sus actividades científicas que
se intentaban abiertas y convocantes. En Octubre de 1968, la regional Capital
realizó un coloquio sobre Esquizofrenia, incluyendo a cuatro expositores de
diferentes perspectivas teóricas y clínicas: Mauricio Goldenberg (enfoque psiquiátrico),
Edmundo Fischer (enfoque biológico), Julio Ortiz de Zárate (enfoque genético)
y David Liberman (enfoque psicoanalítico).
Ese año también se cambiaron los Estatutos de funcionamiento. La siguiente generación
de psiquiatras reformistas (muchos de ellos ligados al psicoanálisis y a la
izquierda) comenzó a tener una participación efectiva en la dirección de la
FAP, lo cual permitió ir incorporando a la psiquiatría en el campo de la Salud
Mental.
Gervasio Paz, uno de sus protagonistas, recordó en una entrevista:
"Después de renunciar a la UBA me llegó una propuesta de entrar en una Comisión
de la FAP, que empezaba un período de renovación. Había sido un sello que había
quedado en algún escritorio de algún funcionario de la época. Por un acuerdo
entre Mauricio Goldenberg, Guillermo Vidal y otros psiquiatras se formó una
primera Comisión renovada. En esa Comisión estábamos Valentín Barenblit, Vicente
Galli, Dicky Grimson, Silvia Bermann, entre otros. Después de un tiempo Guillermo
Vidal renuncia, en buena medida, porque poco a poco la FAP comienza a politizarse."
De esta forma, la mayor parte de los psiquiatras reformistas llegaban a ciertos
consensos para ubicar a la FAP como una organización que podía ayudar a la transformación
de la situación de los psiquiatras y de la Salud Mental. Pero la misma no sólo
era entendida como una lucha científica y gremial sino también política. En
este sentido, algunos psicoanalistas que expresaban su descontento en la APA
comenzaron a nuclearse en la FAP. La mayoría de ellos pertenecían a los grupos
Plataforma y Documento que, en 1971, realizarían la primera ruptura en la APA.
Es así como Emilio Rodrigué, José Bleger, Emiliano Galende y Marie Langer trabajaron
en la dirección de la FAP en los años siguientes.
Sí la política estaba en la FAP era porque expresaba un momento particular de
nuestro país. En mayo de 1969, se inició una huelga general cuya consecuencia
fue una eclosión social en la ciudad de Córdoba que desbordó las fuerzas policiales
y militares. Este hecho, que se conoce como "el Cordobazo", fue el comienzo
del fin de la dictadura de Onganía, y marcó un punto de inflexión en las luchas
sociales y políticas de la Argentina. La política comenzó a ser la protagonista,
y la Federación Argentina de Psiquiatras a movilizarse en el campo de la Salud
Mental. Ya no proponían, únicamente, una defensa corporativa de los psiquiatras.
El editorial de fines de 1969 era elocuente: "Debemos hacer una unión indestructible
de toda la familia psiquiátrica en defensa de nuestros intereses, que no son
otros que los intereses de la salud de nuestro pueblo. Pero debemos terminar
con los grupos, con los localismos..." Se iniciaba la inclusión dentro del campo
de la Salud Mental, a ésta dentro de la Salud y, finalmente, a los psiquiatras
con el conjunto de los trabajadores. Se volvía impensable no tener en cuenta
a los demás en la defensa de las cuestiones propias. Esto llevaría a que, unos
años después, se conformara la Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental
(CTSM), en la cual participaba la FAP junto con la Asociación de Psicólogos
de Buenos Aires, la Asociación de Psicopedagogos, la Asociación de Asistentes
Sociales y los psicoanalistas que habían realizado la primera ruptura con la
APA.
Comenzaba la década del '70. Éste es otro momento histórico. La FAP realizó
sus actividades en todo el país. Se inició la experiencia de la Coordinadora
de Trabajadores de Salud Mental con el Centro de Docencia e Investigación (CDI),
proyecto, aún hoy novedoso, de formación interdisciplinaria. Pero la represión
ejercida por grupos de derecha, como la Triple A y luego la dictadura militar
diezmaron las organizaciones profesionales y gremiales. La FAP llegó hasta el
final de la dictadura.
Emiliano Galende recordó: "...En diciembre de 1983 cerramos las puertas de la
FAP en Capital (no sin cierto orgullo de haber transportado hasta allí su nombre
y sus banderas), conscientes de que se abría un nuevo tiempo histórico y de
que éste requería de nuevas ideas y nueva organización".
La FAP quedó en el pasado como una desaparecida. No sólo su historia, sus siete
"Congresos Argentinos de Psiquiatría" no quedaron en la memoria, ya que la numeración
de los actuales "Congresos Argentinos de Psiquiatría" partieron de desconocer
los anteriores. El comienzo de nuevos tiempos históricos y la necesidad de nuevas
organizaciones no implican negar el doloroso pasado. Necesitamos de experiencias
anteriores para nutrirnos y así construir un futuro mejor.
Bibliografía:
Alberti, José María, Reformas y Contrarreformas, Políticas de Salud Mental en
Argentina, Fotocopia de la versión preliminar de su tesis de doctorado, Río
de Janeiro, Julio 1996.
Bermann, Gregorio, La Salud Mental y la asistencia psiquiátrica en la Argentina,
Paidós, Buenos Aires, 1965.
Borinsky, Marcela, "La disputa por la psicoterapia: la encrucijada de la psicología
entre la crisis de la psiquiatría y el psicoanálisis en los comienzos de la
década del 60", artículo inédito, Buenos Aires, octubre 1998.
Langer, Marie, Memoria, Historia y diálogo psicoanalítico, Folios Ediciones,
Buenos Aires, 1984.
Gaceta Psiquiátrica, órgano oficial de la Federación Argentina de Psiquiatras,
Nº1, Octubre 1967, Nº2 septiembre 1968, Nº3 Abril 1969 y Nº4 noviembre 1969,
Buenos Aires.
Entrevista a Cesar Cabral realizada por Pablo Troianovsky.
Entrevistas a Gervasio Paz, Sally Schneider y Horacio Etchegoyen, realizadas
por los autores.
Vezzetti, Hugo, "Psicoanálisis y cultura comunista", La Ciudad Futura, Revista
del Club de Cultura Socialista Nº27, febrero-marzo 1991, Buenos Aires.
Weissman, Patricia, Cuarenta y cinco años de psiquiatría argentina desde las
páginas de Acta, Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, 1999.
Formación del equipo de interconsulta
psicoanalítica en el hospital
La experiencia en el Hospital General de Agudos, "Dr.Ignacio Pirovano", Buenos
Aires; María Cristina Beiga, Juan J.Criscaut, Diego Dileo, Roberto Neuburger,
Mariela Skef, María Vicente, María Claudia Walsh.
El equipo de Interconsulta - algunas veces denominada "médico-psicológica" -en
un Hospital General, que habitualmente depende del Servicio de Psicopatología,
es el punto de articulación entre ambos (es decir, entre el Servicio y el resto
del Hospital). Numerosos testimonios de la experiencia en diferentes hospitales
públicos dan cuenta de ello. Tal vez cada uno de ellos puede precisar los rasgos
característicos y singulares del contexto en que se han llevado a cabo. En marzo
de 1994, en el Hospital General de Agudos "Dr.Ignacio Pirovano", de la Ciudad
de Buenos Aires, se puso en marcha la organización de un Equipo con dedicación
exclusiva a la tarea de Interconsulta. Previamente,la misma había sido desempeñada
por médicos que alternaban con otras funciones: urgencias psiquiátricas,control
psicofarmacológico de pacientes ambulatorios (en análisis o psicoterapia conducidos
por otros profesionales del Servicio de Psicopatología),etc.Sin embargo,la diferencia
más significativa con la tarea de aquéllos no sólo era la restricción al campo
de la Interconsulta.En efecto,la actividad anterior carecía de la referencia
psicoanalítica en su práctica,y con ello se colocaba en una imposibilidad de
entender dicho campo como acto psicoanalítico y efecto de discurso. Recorriendo
la bibliografía,se observa un similar estado de cosas en los trabajos en que
se concibe la Interconsulta desde un ángulo puramente psiquiátrico,como los
del conocido especialista canadiense Zbgniew Lipowski (quien ha propuesto que
la Interconsulta,o Psiquiatría de Enlace,como suele conocerse en dicho medio
la actividad que comentamos,sea considerada una subespecialidad de la Psiquiatría
).En ellos encontramos todo el peso de la exposición en la mostración - que
no necesariamente es una demostración - estadística (qué Salas de Internación
son las que demandan la Interconsulta y con qué frecuencia,qué tipo de "patología"
que motiva la demanda es la más frecuente,cuáles los psicofármacos más frecuentemente
utilizados,etc.).En ellos no hay lugar para el caso clínico singular,lo que
formaliza la anulación de la subjetividad y de sus condiciones de producción.
El establecimiento de Servicios de Psicopatología en los Hospitales Generales
genera el dispositivo de la Interconsulta,que pronto puede conocerse a través
de diferentes publicaciones.Tras la creación, por parte de Mauricio Goldenberg,
del Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús,se dan a conocer los
trabajos sobre interconsulta de Valentín Barenblit y Juan J.Criscaut. Otro tanto
sucederá con los de Ferrari y Luchina,que reflejan la experiencia casi simultánea
desarrollada en el Hospital Ferroviario.El horizonte clínico de la interconsulta
es interpretado pues,desde el comienzo,con el método psicoanalítico,y la experiencia
se transmite según el desarrollo postfreudiano del momento.En algún trabajo
ulterior (el de Mauricio Chevnik),se intenta describir su campo apelando al
"espacio transicional" de Winnicott. Tras la entrada del pensamiento de Lacan
en Argentina, que introduce Masotta y que publicaciones en número creciente
documentan y prolongan,aparece el libro de Jean Clavreul, "El orden médico",
cuya edición francesa es de 1978,y su traducción al español de 1983.Uno de los
primeros testimonios que utiliza sus conceptos,el de Silvia Chiarvetti y Eduardo
Gandolfo,comenta la dificultad de generar el lugar psi en la institución médica,
poniendo en evidencia el desencuentro entre el orden médico - al cual se le
asigna el discurso del Amo -,y el discurso analítico.El primero,tributario de
la Ciencia,realiza-como señalamos antes-la elisión del sujeto; por el contrario,el
segundo tiene por finalidad producirlo.Lacan propone una"escritura algebraica"en
la que los diferentes discursos se definen por la diferente posición de los
mismos cuatro elementos. Por supuesto que se trata de estructuras y no de individuos:
un médico puede ( de modo deliberado o no) virar desde una posición a la otra:
escuchar a su paciente sin referir inmediatamente lo que éste dice al signo
que utiliza en su práctica.En algún momento,sin embargo,la operatividad de la
situación le exigirá esta actitud,es decir,deberá volver al orden médico. Durante
su tarea este discurso,que apunta a una ilusoria totalidad puede sufrir una
fisura por la proximidad de lo real de la angustia.Es este momento en el que
precipita su demanda al interconsultor psi; J.J.Criscaut lo ha descripto como
el inicio de una"secuencia consultiva". Sin embargo,del mismo modo que la transferencia
es"un engaño útil,ya que llena el vacío de un punto muerto",como señala Lacan,aún
cuando la demanda sea eliminar el hueco en el orden médico,no es el propósito
del interconsultor llevar a cabo tal sutura.Sin embargo es precisamente éste,quizás,el
objetivo de la psicología,-tanto más,cuanto más científica se propone-es decir,realizar
una totalidad enciclopédica (acaso el objetivo del programa multi- o interdisciplinario);
mientras que el psicoanálisis,por su parte,descubre una falta no eliminable,una
incompletud irreductible. Por otra parte,diferentes transferencias se entrecruzan
para plantearle al psicoanalista interconsultor el problema de su conducción:
debe escuchar al médico,al paciente que éste le indica-que,por lo tanto,no es
el que ha demandado la intervención- y reconocer,aún,el peso de la"transferencia
institucional",es decir,los significantes que han conducido al segundo a demandar
la asistencia del primero. No se trata precisamente,como vemos,de una situación"armónica";ni
siquiera de una armonía perdida que debe restablecerse.Es más: algunos (como
Rubén Marín) la han descripto como"no-relación",o desencuentro básico u originario.
Por eso la posición del analista puede poner de manifiesto e iluminar,con gran
frecuencia,las fisuras de la institución.Sin embargo,no se excluye la posibilidad
de un efecto en lo real: volver a poner en movimiento un acto médico que se
encontraba momentáneamente impedido u obturado. A los dos diferentes discursos
también corresponden dos diferentes concepciones del cuerpo: objetivable y mensurable
para la Ciencia,armazón significante para el psicoanálisis.Es aquí donde puede
naufragar -o progresar- la"psicosomática". Otro punto de cruce discursivo ha
sido el esfuerzo de Balint-el heredero de Ferenczi-que intentó una de las primeras
incursiones del psicoanálisis en el territorio médico,con sus grupos en que
lo psi (o bien,como hemos denominado,la irrupción de la brecha subjetiva en
el orden médico) es traído a la luz e investigado a partir de los significantes
que los médicos producen.
I. TRAYECTORIA
La puesta en marcha del Equipo se organizó según distintos ejes: 1) el vencimiento
de algunas de las resistencias operantes dentro del mismo Servicio: desarticular
el feudo psiquiátrico,atravesar las dificultades del psi de ingresar en un terreno
no familiar (unheimlich) - el del padecimiento físico,la afección o desgarramiento
del cuerpo,la proximidad real de la muerte -,etc. 2) el inicio de la experiencia,tomando
el relevo en la respuesta a los pedidos formales y escritos; 3) propiciando
la búsqueda y lectura de los testimonios disponibles - por ejemplo,las referencias
señaladas a lo largo de la Introducción - ,y obteniendo nuevos aún,por la comunicación
personal de todo el Equipo con profesionales que se han desempeñado - o lo continúan
haciendo - en análogo terreno; 4) creando un espacio de supervisión semanal(coordinado
durante el año inicial por Juan J.Criscaut),cuyo alcance no se limitó a los
casos presentados,sino que pudo extenderse a considerar el campo de la Interconsulta
mismo,para intentar su definición y sus límites, 5) y uno de reflexión sobre
el mismo Equipo en tanto tal(organizado,durante el mismo período,por Fernando
Ulloa y Beatriz Taber),ya que en todo grupo pueden producirse,tarde o temprano,equivalentes
de los fenómenos imaginarios que Freud desribe en"Psicología de las Masas",y
que perturban o impiden la tarea; al menos,con el espacio propuesto puede intentar
limitárselos. 6)un momento esencial:la participación del Equipo en los Pases
y/o Revistas de Sala,junto al plantel médico,de enfermería,etc.:comienzo titubeante,pero
entusiasta,de una posible presencia en la misma. Dichas "ceremonias" se llevan
a cabo del siguiente modo: el pase de sala consiste en la lectura,en un cuarto
reservado a los médicos,de las historias clínicas,privilegiando los casos nuevos,o
añadiendo la evolución de los ya conocidos.En cuanto a la revista de sala,se
desarrolla al modo de una procesión (del grupo de los médicos de planta,residentes,enfermeros,auxiliares)
a lo largo de las camas,y los comentarios se realizan frente a cada paciente.
Nuestra frecuentación pudo afirmar el compromiso,de modo que la demanda de interconsulta
se producía ya de modo espontáneo durante tales procedimientos,y a posteriori,ya
de modo personal,y no (solamente) a través del escrito enviado al Servicio:
este último,al ser entregado por personal administrativo,con frecuencia llega
demasiado tarde,es decir,cuando el margen de operatividad se ha reducido notablemente.
De modo que la mencionada demanda fue creciendo en proporción geométrica,al
mismo tiempo que variaba la índole de los padecimientos por los que se requería
nuestra asistencia: de casos de apariencia puramente psiquiátrica,en los que
anteriormente sólo se buscaba la santificación pseudocientífica de una medicación
sedante ya administrada hace días,pudo solicitarse la asistencia de pacientes
cuya subjetividad podía ser advertida y mencionada primero,y delegada en el
Equipo por consiguiente. Al encontrarnos con miembros de Equipos de Interconsulta
de otros hospitales,la naración de las peripecias de éstos arrojaba una génesis
y desenvolvimiento similar; finalmente,la participación en los Pases y Revistas
- que incluyen un caudal de información médica que,si bien no es innecesaria,es
a veces poco relevante para nuestra tarea - pudo dejarse de lado,al ganar terreno
la identificación de los miembros de nuestro Equipo,por parte de los médicos
de las Salas,como Otros,o Unos-en-más a quienes se supone o atribuye un determinado
Saber. 7) la participación,asimismo,en las reuniones del Area Adultos del Servicio,que
permitió articular el quehacer de Interconsulta con aquél.Por ejemplo,el destino
de los externados podía comentarse,y agilizarse su seguimiento; se tomaba parte,además,en
el Seminario de Formación del Area.
________________________________________
Toca ahora relatar algunos ejemplos de nuestra experiencia.
II. "LA INQUILINA"
Durante uno de los Pases mencionados,un médico profiere el desafío: atender
y resolver una patética situación a la que se le pone el rótulo de"hospitalismo".
Se trata de una mujer diabética a la que una pierna le ha sido amputada,y que
ha permanecido desde entonces en su cama,sin salir del Hospital,durante una
año entero,situación insólita si se tiene en cuenta que se trata de un Hospital
de Agudos. Un miembro del Equipo es destinado a enfrentarse con el enigma.Pero
recibe de parte de la paciente un rechazo digno de una esfinge de piedra inconmovible:
jamás ha aceptado a una psicóloga,y no piensa hacerlo en el futuro,próximo ni
remoto. El plantel de la Sala,con su silencio o con su equivalente,el tecnicismo
del lenguaje médico, acompaña la categórica negativa de la mujer con la atmósfera
de un impávido y gélido glaciar. Porfía la interconsultora,desplegando frente
a la Medusa que le ha tocado en suerte todos los artificios que su intuición
clínica le dicta.Y,créase o no,lo consigue: logra transformarla...en una Adepta.Así
como antes la mujer la había rechazado,furibunda,ahora demanda y anhela su presencia;
la reclama cuando se demora,o cuando razones de fuerza mayor la sustraen un
día al Hospital. Asimismo obtiene el reconocimiento de los profesionales de
la Sala. Sin embargo,entre las muestras de aprobación o admiración que recibe,también
es capaz de percibir un muy bien disimulado escepticismo. Además,comprueba que
los familiares de la paciente son indiferentes a su llamado cuando los cita
para evaluar su situación. Otra vez debe desarrollar esfuerzos insistentes para
conseguir su nuevo objetivo.Y nuevamente lo logra: finalmente,los familiares
acuden a la sala. A regañadientes describen su inhóspito lugar de vivienda,que
carece hasta de piso.No en vano la mujer desea,según parece,permanecer internada.
La interconsultora realiza,aún,un nuevo descubrimiento.La paciente lleva a cabo
riesgosas trasgresiones con respecto a la severa dieta que,por su trastorno
metabólico,tiene indicada. Resulta extraña la tolerancia del plantel con respecto
a aquéllas,en el momento en que la analista los interroga. Es así que acierta
en descifrar la clave,que no es otra que la psicologización; es decir que el
plantel le atribuye a la paciente la intención de autoagredirse en el momento
en que alguien le comunica su alta próxima.Por mera acción psicológica sería
capaz,según ellos,de modificar algún parámetro de su estado metabólico,impidiendo
así su egreso,y perpetuando su beneficioso inquilinato. Aquí realiza su primera
intervención,intentando operar sobre tal extrapolación del Saber,inadvertida
hasta entonces,su inversión dialéctica.Les demuestra que las posibilidades de
dicha motivación,que suponen en la mujer,son,con mucho,limitadas. Con la paciente
misma,el trabajo se realiza procurando desmistificar su situación de internada:
lejos de la ilusión de tener,mediante la misma,un lugar de privilegio,procede
a descubrir su reverso: se ha convertido en un objeto de desecho,y el precio
de la quimera ha sido, entretanto,una nueva amputación; en efecto,ha debido
perder su otro pie. La segunda intervención de la interconsultora,efectuada
nuevamente sobre el plantel,tiene un ejercicio retroactivo con respecto a la
primera.Apunta esta vez a que reaparezca la categoría de paciente,y,con ella,el
acto médico prácticamente suspendido hasta ese momento.Durante la revista de
sala,por ejemplo,casi no se mencionaban datos acerca de su evolución,y sólo
se comentaba que allí se encontraba la inquilina.
III. "EL AMBO"
A veces,la presencia y el desempeño del Equipo de Interconsulta logran una modificación
en la práctica institucional o en sus disfunciones. Es muy frecuente que una
paciente a punto de ser operada,y ya en el quirófano,sea devuelta a su cama
sin modificación,ya que una crisis de hipertensión arterial vuelve imposible
el acto quirúrgico.No es cuestión de rotular de "psicoprofilaxis prequirúrgica"la
tarea que llevamos a cabo; sin embargo,la eficacia de la liberación del peso
del significante que sucesivas entrevistas al pie de la cama pueden tener no
es desdeñable,ya que permiten a los pacientes afrontar la prueba sin que se
presenten,en muchos casos,los sobresaltos mencionados. En una sala quirúrgica,una
interconsultora había llevado dicha labor con empeño,que resultó frustrado a
último momento: habiendo asegurado a la paciente que la iba a acompañar al quirófano,donde
permanecería junto a ella hasta la inducción anestésica,no pudo cumplir su compromiso,ya
que el Jefe de la Unidad decidió adelantar la intervención sin avisarle.Llegó,pues,tarde.
Frente a las puertas del quirófano,que encontró herméticamente cerradas,la analista
no podía hacer llegar a la paciente su mensaje; quería comunicarle,al menos,que
la aguardaba afuera.Pero al no tener "ambo de cirugía" le era imposible penetrar
en el recinto sacrificial.A posteriori,hubo de sostener con dicho Jefe encendidas
y amargas discusiones frente a tan poco feliz desconocimiento de su faena. Aún
así,el siguiente pedido similar (también correspondiente a una paciente con
un intento frustro de ser operada ) enunciaba que el momento de la intervención
quirúrgica habría de depender de la evaluación del interconsultor. Por cierto,era
un paso adelante. Al encontrarnos con el mismo Jefe,sin embargo,pudo comprobarse
- un paso atrás - que el plazo que nos daba ya había sido fijado,anticipadamente,por
él.Y no era muy extenso: no nos otorgaba más de dos días. Decidimos proponerle
cedernos la determinación del lapso de trabajo,o bien no intervenir. Tras la
nueva ( y exitosa) negociación,el interconsultor a cargo no encuentra dificultades
en su tarea con la paciente,quien lo reconoce de inmediato (sin mediar un conocimiento
previo) como"su psicólogo",acaso primer significante de la transferencia. Por
su parte,el analista repara la insistencia,en el discurso de la mujer,de los
significantes "carga y castigo"con los que se identifica,y que se figura como
su función con respecto a los que la rodean.Su enfermedad constituye de ese
modo un emplazamiento de ennoblecimiento masoquista en su relación imaginaria
con el Otro. A través de la elaboración con el interconsultor,algún aspecto
de esta posición es sacudido.La paciente se vuelve capaz de reclamar determinados
aspectos que la favorecen: por ejemplo, cuando se le propone ser operada en
ausencia de su cirujano habitual y de confianza,se niega. Finalmente,el día
en que la intervención se realiza,y en marcado contraste con respecto al episodio
anterior,los médicos de la Sala han preparado puntualmente para el interconsultor-
que ha de acompañar a la paciente al quirófano,hasta la inducción - , un"ambo
de cirugía"...
IV. "LA LIMA "
¡Enfermedad Mental! Un grito atronador,proferido desde las aterradas gargantas
de los médicos de otra Sala quirúrgica - aún cuando sus hercúleos brazos de
cirujanos seguramente jamás retroceden frente a ninguna otra amenaza - ,recorre
los pasillos del Hospital cuyas paredes tiemblan y parecen desmoronarse frente
a tamaño escándalo,ominoso, indescifrable,opaco. Muchas veces,gran parte de
la resolución de aspectos de una de las direcciones de la transferencia que
comentábamos antes,pasa por la desmistificación de peligros imaginarios.En efecto,los
mitos que la Sala construye con frecuencia dan la impresión de crecer - y ser
tan efímeros - como una bola de nieve. En el caso de la joven por la que somos
convocados esta vez,se nos dice,por toda referencia, que proviene de una institución
manicomial.Allí ha protagonizado un episodio de evasión, - no se sabe si la
intención era salir del hospicio,o de la misma existencia - arrojándose desde
lo alto de los muros de aquélla. Ahora se halla inmovilizada por yesos,férulas
y tracciones.Pero no se resguarda tras los aparatos ortopédicos,sino bajo el
parapeto de un mutismo inaccesible,quebrado solamente por escasos monosílabos.
Otro fragmento de la leyenda que se le atribuye es haber agredido,a zapatazos,a
una compañera de sala de Maternidad.Embarazada a término,había sido trasladada
desde el Hospicio a otro hospital para el parto.¿Tal vez el nacimiento de su
hijo había desencadenado un agravamiento de su precaria salud mental? El niño,suponíamos,había
pasado inmediatamente a estar a disposición de algún juez de menores. Como tantos
otros datos acerca de la paciente,se ignoraba su destino o ubicación.Llegó a
saberse tan sólo que la joven madre provenía de una provincia muy distante,y
no tenía en la gran ciudad más techo que la intemperie. De modo que la Interconsultora
del Equipo que se hizo cargo,esta vez,del problema,tuvo que partir de un terreno
oscuro y misterioso.En efecto,tuvo que soportar arduas y extensas sesiones de
completo y prolongado silencio,antes de que la fuente de la verdad pudiera abrirse.Lo
que allí le aguardaba no era precisamente propiciatorio: antes bien se trataba
de un verdadero laberinto del horror. Una familia que reside en una región selvática
e inaccesible (no la alcanzan cartas ni telegramas) en permanente violencia
extrema (su supuesto padre es uno de los personajes más temidos) de la cual
ha debido escapar y a la que no puede regresar sin poner su vida en peligro:
su deambular,prostituyéndose para sobrevivir apenas,que culmina en su internación
forzada a cargo de agentes policiales; su comparecencia ante juzgados en los
que la insensibilidad burocrática es moneda corriente.El dolor físico resultante
de su salto por encima de los muros es poco comparado con el que ha podido provocarle
la falta de respuesta del medio profesional y social. La analista decidirá prolongar
su escucha oficiando temporariamente de retazo suplente que cubrirá los huecos
de las instituciones que,hasta el momento,sólo han puesto de manifiesto un enmudecimiento
casi mortífero.Se comunicará personalmente con los que la han visto en el asilo
del cual provenía,con los jueces que la han interrogado,intentará - en vano
- hacer llegar mensajes a los familiares distantes e inaccesibles,trabajará
junto al Servicio Social del Hospital a fin de localizar el paradero de la criatura.
Todo este despliegue,que no le ocasiona en absoluto el tan temido burn-out,no
deja de producir,como efecto,el surgimiento subjetivo: la paciente llega a manifestar
su deseo de recuperar al hijo perdido.Sólo que se halla en un sitio poco propicio
para lograrlo. De un punto de partida aparentemente cerrado,luego de un trabajoso
recorrido,la analista puede hasta asistir al advenimiento de una de las formaciones
del inconsciente: el chiste.Le ha llevado a la paciente,a su pedido,una lima
de uñas.Ella puede ahora mover su pie,y se queja de que un dedillo"malo" (señalándolo,personificándolo,lo
reprende de tal modo)le ha rasgado su media. Ya es capaz de deambular: al verla
por los pasillos del hospital,ensayando un ida-y-vuelta desde la sala,la interconsultora
sospecha ya el desenlace inevitable: la fuga,ya que el peligro de ser regresada,por
las fuerzas del orden,a su internación,no la logrará hacer ceder en el intento
de su femenina búsqueda.
Para concluir,¿qué tareas le aguardan a nuestro Equipo de Interconsulta,y cuál
puede ser el interés del intento de relatar su experiencia? En su trabajo"La
interconsulta: una práctica del malestar",Silvina Gamsie puntualiza con devastadora
precisión los impasses de la práctica de los analistas en el medio hospitalario.Por
supuesto,es posible,asimismo,localizar gran parte de los que menciona en los
casos que hemos presentado en esta exposición.Pero¿no son,al mismo tiempo,razones
para perseverar,para intentar sostener la extensión del psicoanálisis en la
Interconsulta y,tal vez,proporcionar una de sus posibilidades de sobrevivir
- en su propuesta de una ética diferente de la de la Ciencia oficial - a una
tecnologización cada vez más abrumadora?