BIOGRAFIA
- Poeta, erudito, político revolucionario,
estratega militar, fundador del Partido Comunista Chino, presidente de la
República Popular China y promotor de la Revolución Cultural, este hombre
longevo y saludable, tres veces esposo y progenitor de una nutrida prole,
Mao Tse-tung, fue uno de los líderes más carismáticos e influyentes del
siglo XX, no sólo en su país sino también en los partidos radicales en todo
el mundo. Nació en el seno de una familia relativamente pudiente, hijo de
un propietario rural, en 1893, cuando China era un vasto territorio administrado
por un opresivo régimen feudal y con una fuerte dependencia imperialista
en la política exterior. Antifeudalismo y antiimperialismo fueron las primeras
consignas de las que partió para transformar su país en una potencia moderna
inspirada en los principios del socialismo; más tarde iría elaborando un
pensamiento notablemente más sofisticado, siempre paralelo a una práctica
revolucionaria que hubo que soslayar toda suerte de circunstancias adversas
y afrontar asombrosos desafíos y siempre también conciliando las más antiguas
raíces culturales chinas, el confucianismo, con las nuevas ideologías que
traían los “vientos del Oeste”.
LA FORJA DE UN REBELDE La revolución
china de 1911 no había transformado el país tanto como se esperaba, pero
tuvo la virtud de abolir el imperio y así mismo de introducir ideas occidentales
en la enseñanza tradicional. De este nuevo eclecticismo se benefició Mao
durante sus estudios en la escuela normal de magisterio en la ciudad de
Changsha, donde se graduó en 1918. Más tarde se trasladó a la capital, Pekín,
para ejercer de bibliotecario auxiliar en la universidad, y allí entró en
contacto con activistas políticos tales como Li Ta-chao y Sen Tu-hsiu. Juntos
crearon un grupo germinal para el estudio del marxismo que los llevaría
a participar algunos años después en la primera conferencia del Partido
Comunista Chino, que tuvo lugar en junio de 1921 en Shanghai y en la que
Mao actúa ya en la calidad de delegado. En 1923, durante el tercer congreso,
sería nombrado miembro del comité central. El año anterior, el Partido Comunista
había entrado a formar parte del Kuomintang de Sun Yat-sen – quien, en calidad
de presidente provisional, había proclamado en enero de 1912 en Nankín el
gobierno provisional de la República China – con objeto de formar un amplio
Frente Unido Democrático que se convirtió, en 1923, en Frente Unido Revolucionario.
Esta frágil alianza quedó rota cuando Chang Kai-shek, representando a los
terratenientes y a la burguesía dependiente de las potencias extranjeras,
aplastó a los obreros y estudiantes en Shanghai y encabezó un gobierno nacional
en Nankín que se auto proclamó anticomunista. En 1930, el Kuomintang, partido
de los aliados de ayer y a la sazón el más implacable de los enemigos del
socialismo, se hizo responsable de la ejecución de la primera esposa de
Mao, Yang Kai- hui, hija de un antiguo profesor de Ética del líder político,
con la que, sin embargo, no vivía desde 1928, año en que entabló relaciones
con la que, ahora, se convertiría en su segunda esposa, Ho Tzu-chen. El
tercero de los matrimonios de Mao, contraído en 1939 tras el divorcio de
su anterior esposa, sería el más sonado, pues su nueva compañera era una
conocida y popular actriz, mucho más joven que él, y que se hacía llamar
Chiang Ching, pese a que su verdadero nombre era Lang Ping.
LA LARGA MARCHA Durante los
años veinte, Mao se había revelado como un brillante estratega al postular
la rebelión en las zonas rurales – para, progresivamente, ir cercando la
ciudades – en contra de las tesis preconizadas en el comité central de su
partido por Li Li-san. Así, tras los reveses sufridos en la guerra contra
el Chang Kai-shek, organizó la Larga Marcha del Ejército Rojo en octubre
de 1934. El 16 de octubre de este año unas ochenta mil persona iniciaron
en Riuchin la audaz campaña, y aunque hubieron de librar duros combates
en Kiangsi, Fukien y Kuangtung, treinta y cinco mil hombres alcanzaron la
ciudad de Tsun-yi en enero de 1935. En octubre, los partidarios de Mao,
que encabezaba ya el comité central del Partido Comunista, tomaban Shansi.
Habida cuenta de la guerra que se libraba en el exterior contra los japoneses,
en 1937 el Kuomintang de Chang Kai-shek hubo de firmar una tregua con los
comunistas para organizar la Guerra Popular de Resistencia, pacto que duró
hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y la definitiva derrota japonesa,
en 1945, pero que inmediatamente después demostró su inviabilidad, desatando
la guerra civil al año siguiente.
LA REPÚBLICA POPULAR CHINA Derrotados
Chang Kai-shek y su partido, los comunistas se instalaron en Pekín. Mao
proclamó en 1949 la República Popular China y fue nombrado presidente del
consejo de gobierno por la Asamblea Nacional del Pueblo Chino, pero el título
de presidente no lo ostentaría hasta el 30 de diciembre de 1954, como consecuencia
de la promulgación de la nueva constitución. Para entonces ya había firmado
la decisiva alianza con la URSS en 1950 y se había convertido en el máximo
inspirador de la política de su país. Por otra parte, la reforma agraria
que tuvo lugar entre 1950 y 1952 en China fue consecuencia de un verdadero
combate, aldea por aldea, de los campesinos pobres contra los antiguos privilegios
de los señores feudales, y se adelantó a la campaña de 1955 para el desarrollo
de la cooperación agrícola. Esta acción política programada desde el estado
socialista provocó, no obstante, una escisión en el Partido Comunista, y
aunque la línea predominante fue la de Mao – articulada en su libro Sobre
el desarrollo de la cooperación agrícola – terminarían por provocar intensas
contradicciones que llevarían a una aguad crisis de la revolución china
en los años inmediatos. Saliendo al paso, Mao hizo público su discurso Sobre
la justa resolución de las contradicciones en el seno del pueblo en 1957,
en el que propone la dialéctica entre unidad y crítica, para regresar después
a la unidad, como alternativa para mantener la necesaria cohesión frente
a los enemigos del socialismo. Pese a todo, al año siguiente, a causa de
las dificultades de llevar a cabo su proyecto político, bautizado con el
nombre de “gran salto hacia adelante”, y del enfriamiento de las relaciones
con la URSS, hubo de abandonar la presidencia de la República aunque retuvo
el máximo poder en el seno del partido como secretario general. Desde ese
privilegio puesto del mando, Mao se concentró en el control del ejército,
destituyó al ministro de defensa Peng Ten-huai y lo sustituyó por su fiel
Lin Piao, ganando de ese modo a las fuerzas militares como eficaces sostenedoras
de su línea política.
La voz del presidente Mao: "Aunque hemos
alcanzado logros extraordinariamente importantes, no hay razón
alguna para ser arrogantes. La modestia hace avanzar; la arrogancia,
retroceder. Deberíamos recordar siempre esta verdad". [Discurso
de 1956 en el congreso del Partido Comunista Chino]
LA REVOLUCIÓN CULTURAL Durante
los años sesenta Mao destacó dentro de la política mundial como uno de los
más originales líderes en el área socialista, especialmente a partir de
la teorización en 1963 del “movimiento de educación socialista”, que fijaría
las bases de la Revolución Cultural Proletaria. Este viejo comunista había
entrevisto por aquellos años el riesgo real de restauración del capitalismo,
inherente a la desmovilización ideológica de las masas, por lo que se impuso
la tarea del rearme cultural mediante espectaculares medidas que incluyeron
su ruptura, en septiembre de 1965, con el gobierno de Pekín y su paso, con
la fracción disidente, a Shanghai, desde donde dirigió personalmente la
primera fase de su plan. Dicha estrategia triunfó en agosto de 1966, fecha
en que se hicieron públicos los dieciséis puntos de la “gran revolución
proletaria” que habían sido impuestos de hecho gracias a la lealtad de los
guardias rojos y al apoyo de las masas trabajadoras descontentas. Los objetivos
principales que pretendía cubrir con este proceso eran, en primer lugar,
la persecución y derrota de todos aquellos que, detentando el poder, seguían
la vía capitalista; en segundo lugar, la destitución de las autoridades
académicas burgueses y la abolición de su ideología; por último, la transformación
de aspectos de la superestructura – lugar donde se sitúa la ideología en
la teoría marxista – que habían quedado desfasados después de la implantación
de la economía socialista. Aquel mismo año de 1966 se hizo público el célebre
Libro rojo, recopilación de citas de Mao que sintetizan lo fundamental de
su pensamiento y que se extendió entre las masas chinas con el propósito
de que sirviera de instrumento para que asumieran el protagonismo de su
propia revolución. El libro, traducido a numerosos idiomas, corrió de mano
en mano por todo el mundo y se convirtió en un auténtico best-seller político
de la década siguiente. Después del noveno congreso del Partido Comunista,
celebrado en abril de 1969, el pensamiento maoísta se consolidó como eje
de la Revolución China, pero veinte años después, las disidencias internas,
sacadas a la luz por la descomposición generalizada de los regímenes imperantes
en los países del llamado “socialismo real”, y especialmente representadas
por los jóvenes estudiantes y la población descontenta de las grandes concentraciones
urbanas, fueron violentamente reprimidas en la plaza de Tiananmen. Para
entonces, el último de los supervivientes que fundaron el Partido Comunista,
Mao Tse-tung, había fallecido en 1976. Pese al imprevisible desmoronamiento
de su gran obra, aún hoy el mundo recuerda con fascinación la asombrosa
energía de que hizo gala el maestro chino durante su larguísima existencia.
Siendo joven, cuando caía la helada lluvia traída por el viento de Mongolia,
Mao se desnudaba para recibirla con objeto de, según sus propias palabras,
“domar el esqueleto”. Con el mismo rigor espartano y abnegado mantuvo un
pulso con la Historia.
A la muerte de Mao y tras la
detención de la llamada “banda de los cuatro” –liderada por la esposa del
líder, Jiang Qing– el pequeño Deng Xiao Ping “liquidó” la revolución proletaria:
a partir de 1978 inició lo que sería la “revolución dentro de la revolución”.
CRONOGRAMA 1893 MAO TSE TUNG nace en Shaoshan, una aldea de la provincia de Hunan (China). 1918 Se gradúa en la escuela provincial de Changsha. 1921 Participa como delegado en el primer congreso nacional del Partido
Comunista, celebrado en Shanghai a partir del 1 de julio. 1930 Pierde a su primera esposa, Yang Kai-hui, con la que tuvo dos hijos,
al ser ejecutada por el Kuomintang. Contrae matrimonio con Ho Tzu-chen,
que le dio cinco hijos. 1934 16 de octubre: se inicia la Larga Marcha. 1935 Mao es elegido máximo dirigente del comité central del Partido Comunista,
tras la liberación en enero de la ciudad de Tsun-yi. 1937 Escribe Acerca de la práctica y Acerca de la contradicción. 1939 Tras su divorcio, se casa con la popular actriz Chiang Ching. 1949 1 de octubre: se instaura el nuevo régimen socialista. 1958 Abandona la presidencia de la República, pero no la del partido. 1963 Mao promueve la Revolución Cultural China. 1966 Se publica el Libro Rojo. 1976 Muere Mao Tse-Tung
El tema general que abordaré es el tratamiento correcto de las contradicciones
en el seno del pueblo. Para facilitar su exposición, lo voy a presentar
dividido en doce partes. En esta ocasión, me referiré también al problema
de las contradicciones entre nosotros y el enemigo, pero centraré la atención
en el examen de las contradicciones en el seno del pueblo.
I. DOS TIPOS DE CONTRADICCIONES DE DIFERENTE CARACTER
Hoy nuestro país está más unido que nunca. El triunfo de la revolución democrático-burguesa
y las victorias de la revolución socialista, así como los éxitos alcanzados
en la construcción socialista, han cambiado rápidamente la fisonomía de
la vieja China. Ante nuestra patria se abre un futuro aún más radiante.
Pertenecen para siempre al pasado los días de división y caos en el país,
tan odiados por el pueblo. Bajo la dirección de la clase obrera y del Partido
Comunista, los seiscientos millones de seres de nuestro pueblo, unidos en
apretado haz, están realizando la gran obra de la construcción socialista.
La unificación de nuestro país, la unidad de nuestro pueblo y la de todas
nuestras nacionalidades constituyen la garantía fundamental para la ineluctable
victoria de nuestra causa. Pero esto no significa que en nuestra sociedad
ya no exista ninguna contradicción. La idea de que no hay contradicciones
es una ingenuidad, que no corresponde a la realidad objetiva. Existen ante
nosotros dos tipos de contradicciones sociales: contradicciones entre nosotros
y el enemigo y contradicciones en el seno del pueblo. Estos dos tipos de
contradicciones son de naturaleza completamente distinta. Para comprender correctamente estos dos tipos diferentes de contradicciones,
se hace necesario, ante todo, precisar qué se entiende por "pueblo" y que
por "enemigo". El concepto de "pueblo" tiene diferente contenido en diversos
países y en distintos períodos de la historia de cada país. Tomemos, por
ejemplo, el caso de China. Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón,
el pueblo lo integraban todas las clases, capas y grupos sociales que se
oponían a la agresión japonesa, mientras que los imperialistas japoneses,
los colaboracionistas chinos y los elementos projaponeses eran todos enemigos
del pueblo. En el período de la Guerra de Liberación, los enemigos del pueblo
eran los imperialistas norteamericanos y sus lacayos -- la burguesía burocrática
y la clase terrateniente, así como los reaccionarios del Kuomintang que
representaban a estas clases --; el pueblo lo constituían todas las clases,
capas y grupos sociales que luchaban contra estos enemigos. En la etapa
actual, período de edificación del socialismo, integran el pueblo todas
las clases, capas y grupos sociales que aprueban y apoyan la causa de la
construcción socialista y participan en ella, mientras que son enemigos
del pueblo todas las fuerzas y grupos sociales que oponen resistencia a
la revolución socialista y se muestran hostiles a la construcción socialista
o la sabotean. Las contradicciones entre nosotros y el enemigo son antagónicas. En cuanto
a las contradicciones en el seno del pueblo, las que existen dentro de las
masas trabajadoras no son antagónicas, mientras que las existentes entre
la clase explotada y la explotadora tienen, además del aspecto antagónico,
otro no antagónico. Las contradicciones en el seno del pueblo no datan de
hoy, pero tienen distinto contenido en los diferentes períodos de la revolución
y el período de la construcción socialista. En las condiciones actuales
de nuestro país, esas contradicciones comprenden: las contradicciones dentro
de la clase obrera, dentro del campesinado y dentro de la intelectualidad;
las contradicciones entre la clase obrera y el campesinado; las contradicciones
entre los obreros y campesinos, por una parte, y los intelectuales, por
la otra; las contradicciones entre la clase obrera y los demás trabajadores,
de un lado, y la burguesía nacional, del otro; las contradicciones dentro
de la burguesía nacional, etc. Nuestro gobierno popular es un gobierno que
representa realmente los intereses del pueblo y que está al servicio de
éste. Sin embargo, entre el gobierno y las masas populares también existen
ciertas contradicciones. Estas incluyen las contradicciones entre los intereses
del sector estatal, los intereses del sector colectivo y los intereses individuales,
entre la democracia y el centralismo, entre dirigentes y dirigidos y entre
las masas y ciertos trabajadores gubernamentales con estilo burocrático.
Todas éstas también son contradicciones en el seno del pueblo. Hablando
en términos generales, las contradicciones en el seno del pueblo son contradicciones
que se dan sobre la base de la identidad fundamental de los intereses de
éste. En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional
hace parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases
entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general, una lucha
de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China
tiene doble carácter. En el período de la revolución democrático-burguesa,
ella tenía en su carácter tanto un lado revolucionario como otro conciliador.
En el período de la revolución socialista, al tiempo que explota a la clase
obrera obteniendo ganancias, apoya la Constitución y se muestra dispuesta
a aceptar la transformación socialista. La burguesía nacional difiere del
imperialismo, la clase terrateniente y la burguesía burocrática. La contradicción
entre la clase obrera y la burguesía nacional, que es una contradicción
entre explotados y explotadores, es de suyo antagónica. Sin embargo, en
las condiciones concretas de China, esta contradicción antagónica entre
las dos clases, si la tratamos apropiadamente, puede transformarse en no
antagónica y ser resuelta por medios pacíficos. Pero la contradicción entre
la clase obrera y la burguesía nacional se convertirá en una contradicción
entre nosotros y el enemigo si no la tratamos como es debido, es decir,
si no aplicamos la política de unidad, crítica y educación respecto a la
burguesía nacional, o si ella no acepta esta política nuestra. Las contradicciones entre nosotros y el enemigo y las contradicciones en
el seno del pueblo, por ser de distinta naturaleza, deben resolverse con
diferentes métodos. En pocas palabras, en el primer caso, se trata de establecer
una clara distinción entre nosotros y el enemigo y, en el segundo, entre
lo correcto y lo erróneo. Por supuesto, distinguir entre nosotros y el enemigo
también implica distinguir entre lo correcto y lo erróneo. Por ejemplo,
la cuestión de si la razón nos asiste a nosotros o a los reaccionarios internos
y externos -- el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático
--, supone asimismo distinguir entre lo correcto y lo erróneo, pero se diferencia,
por su naturaleza, de las cuestiones relativas a lo correcto y lo erróneo
en el seno del pueblo. El nuestro es un Estado de dictadura democrática popular, dirigido por la
clase obrera y basado en la alianza obrero-campesina. ¿Cuáles son las funciones
de esta dictadura? Su primera función es reprimir, dentro del país, a las
clases y elementos reaccionarios, a los explotadores que oponen resistencia
a la revolución socialista y a los que sabotean nuestra construcción socialista,
es decir, resolver las contradicciones entre nosotros y el enemigo interno.
Por ejemplo, está dentro del marco de nuestra dictadura arrestar, juzgar
y condenar a ciertos contrarrevolucionarios, lo mismo que privar por determinado
tiempo de derechos electorales y libertad de expresión a los terratenientes
y burgueses burocráticos. Para mantener el orden público y defender los
intereses de las masas populares, también es necesario ejercer la dictadura
sobre los ladrones, estafadores, incendiarios, asesinos, bandas de malhechores
y otros elementos nocivos que alteran seriamente el orden público. La segunda
función de esta dictadura es defender a nuestro país de la subversión y
eventual agresión de los enemigos externos. En este caso, la dictadura asume
la tarea de resolver la contradicción entre nosotros y el enemigo externo.
El objetivo de la dictadura es proteger a todo el pueblo para que pueda
dedicarse al trabajo pacífico y así transformar a China en un país socialista
con una industria, una agricultura, una ciencia y una cultura modernas.
¿Quiénes ejercen la dictadura? Naturalmente, la clase obrera y el pueblo
dirigido por ella. La dictadura no se aplica dentro del pueblo. Es imposible
que el pueblo ejerza la dictadura sobre sí mismo, e inadmisible que una
parte del pueblo oprima a otra. Los elementos pertenecientes al pueblo que
infrinjan las leyes también deben ser castigados con arreglo a la ley, pero
entre esto y la dictadura que reprime a los enemigos del pueblo media una
diferencia de principio. Dentro del pueblo se practica el centralismo democrático.
Nuestra Constitución estipula que los ciudadanos de la República Popular
China gozan de libertad de palabra, de prensa, de reunión, de asociación,
de desfile, de manifestación, de culto, etc. Establece, además, que los
organismos del Estado practiquen el centralismo democrático y se fundamenten
en las masas populares y que su personal sirva al pueblo. Nuestra democracia
socialista es la democracia más amplia, una democracia que no puede existir
en ningún Estado burgués. Nuestra dictadura es una dictadura democrática
popular, dirigida por la clase obrera y basada en la alianza obrero-campesina.
Esto significa que dentro del pueblo se practica la democracia, mientras
que la clase obrera, en unión con todos los que gozan de derechos ciudadanos,
los campesinos en primer lugar, ejerce la dictadura sobre las clases y elementos
reaccionarios y sobre aquellos que se oponen a las transformaciones socialistas
y la construcción socialista. En sentido político, por derechos ciudadanos
se entienden los derechos a la libertad y a la democracia. Sin embargo, esta libertad es una libertad bajo dirección, y esta democracia
es una democracia guiada por el centralismo; no son la anarquía. La anarquía
no responde a los intereses y deseos del pueblo.
Gran estatua de Mao Zedong en el
municipio de Tongxu, provincia de Henan, zona rural al este de
China. La estatua, de acero y hormigón, mide 36.6 metros de
altura, está pintada de color oro y costó tres millones de
yuanes. La construcción se inició en marzo de 2015. (Foto
Europa Press).
Los acontecimientos de Hungría causaron alegría a algunos individuos de
nuestro país. Estos abrigaban la esperanza de que en China también se producirían
sucesos semejantes, de que miles y miles de personas se echarían a las calles
para pronunciarse contra el gobierno popular. Tal esperanza está en pugna
con los intereses de las masas populares y no puede contar con su apoyo.
En Hungría, una parte de las masas, engañada por las fuerzas contrarrevolucionarias
internas y externas, cometió el error de recurrir a la violencia contra
el gobierno popular, a consecuencia de lo cual tanto el Estado como el pueblo
sufrieron pérdidas. Será necesario un largo tiempo para reparar los daños
ocasionados a la economía en unas pocas semanas de motín. Hay otras gentes
en China que se han mostrado vacilantes ante el problema de Hungría, porque
no comprenden los fenómenos concretos del mundo. Creen que bajo nuestro
sistema democrático popular hay muy poca libertad frente a la mucha que,
según ellas, hay bajo el sistema democrático parlamentario de Occidente.
Reclaman que se implante, a la manera occidental, el sistema bipartidista,
conforme al cual un partido está en el Poder y el otro fuera de él. Pero
el así llamado sistema bipartidista no es más que un medio de mantener la
dictadura burguesa, y no puede en absoluto asegurar ninguna libertad al
pueblo trabajador. Realmente, en el mundo sólo hay libertad y democracia
en concreto, nunca en abstracto. En una sociedad en que existe lucha de
clases, si hay libertad para que las clases explotadoras exploten al pueblo
trabajador, no la hay para que éste no sufra explotación; si hay democracia
para la burguesía, no la hay para el proletariado y el resto del pueblo
trabajador. En algunos países capitalistas se permite, es cierto, la existencia
legal del Partido Comunista, pero sólo hasta el punto en que éste no ponga
en peligro los intereses fundamentales de la burguesía; no se le permite
ir más allá de ese límite. Los que piden libertad y democracia abstractas
consideran a la democracia como un fin y no como un medio. A veces la democracia
parece un fin, pero en realidad es sólo un medio. El marxismo nos enseña
que la democracia forma parte de la superestructura y pertenece a la categoría
de la política. Esto significa que, en fin de cuentas, la democracia sirve
a la base económica. Lo mismo ocurre con la libertad. Tanto la democracia
como la libertad son relativas, de ningún modo absolutas; ambas han surgido
y se desarrollan en el curso de la historia. En el seno del pueblo, la democracia
es correlativa al centralismo, y la libertad, a la disciplina. En ambos
casos se trata de dos términos opuestos de un todo único, contradictorios
y a la vez unidos; no debemos destacar unilateralmente uno de ellos y negar
el otro. En el seno del pueblo, no se puede prescindir de la libertad, y
tampoco de la disciplina; no se puede prescindir de la democracia, y tampoco
del centralismo. Esta unidad de democracia y centralismo, de libertad y
disciplina, constituye nuestro centralismo democrático. Bajo este sistema,
el pueblo disfruta de amplia democracia y libertad, pero, al mismo tiempo,
debe mantenerse dentro de los límites de la disciplina socialista. Todo
esto lo comprenden las grandes masas populares. Abogamos por una libertad bajo dirección y una democracia guiada por el
centralismo, pero con esto no queremos decir en ningún sentido que, en el
seno del pueblo, deban emplearse métodos coercitivos para resolver los problemas
ideológicos y los problemas relativos a la distinción entre lo correcto
y lo erróneo. Pretender solucionar estos problemas utilizando órdenes administrativas
y métodos coercitivos no sólo sería inútil, sino perjudicial. No podemos
abolir la religión por medio de órdenes administrativas, ni obligar a la
gente a no creer en ella. No se puede forzar a la gente a que abandone el
idealismo, del mismo modo que no se la puede compeler a aceptar el marxismo.
Los problemas de carácter ideológico y las controversias en el seno del
pueblo únicamente pueden resolverse empleando métodos democráticos -- discusión,
crítica, persuasión y educación --, y en ningún caso recurriendo a métodos
coercitivos o represivos. A fin de poder dedicarse Fructíferamente a la
producción y al estudio y vivir en un ambiente de orden, el pueblo requiere
que su gobierno y los dirigentes de la producción y de las instituciones
culturales y educacionales dicten apropiadas disposiciones administrativas
con carácter obligatorio. Es de sentido común que sin ellas sería imposible
mantener el orden público. Las órdenes administrativas y el método de persuasión
y educación se complementan mutuamente en la solución de las contradicciones
en el seno del pueblo. Incluso las disposiciones administrativas dictadas
con el fin de mantener el orden público deben ir acompañadas de la persuasión
y la educación, ya que, en muchos casos, no dan resultado por sí solas.
En 1942 sintetizamos este método democrático de resolver las contradicciones
en el seno del pueblo en la fórmula "unidad -- crítica -- unidad", que,
expresada en forma detallada, significa partir del deseo de unidad, resolver
las contradicciones a través de la crítica o la lucha y alcanzar una nueva
unidad sobre una base nueva. Según nuestra experiencia, éste es el método
correcto para resolver las contradicciones en el seno del pueblo. En 1942
lo empleamos para resolver las contradicciones dentro del Partido Comunista,
o sea, las contradicciones entre los dogmáticos y la gran masa de militantes
del Partido, entre las ideas dogmáticas y las marxistas. Con anterioridad
a esto, los dogmáticos "izquierdistas" habían empleado en la lucha interna
del Partido el método de "lucha despiadada y golpes implacables". Este método
era erróneo. Cuando criticamos el dogmatismo de "izquierda", no aplicarnos
este viejo método, sino uno nuevo, que consiste en partir del deseo de unidad,
distinguir entre lo correcto y lo erróneo a través de la crítica o la lucha
y alcanzar una nueva unidad sobre una base nueva. Este método se empleó
en la campaña de rectificación de 1942. Unos años después, en 1945, cuando
el Partido Comunista de China celebró su VII Congreso Nacional, se logró,
en efecto, la unidad de todo el Partido y, como resultado de ello, se obtuvo
la gran victoria de la revolución popular. La aplicación de este método
requiere ante todo partir del deseo de unidad. Pues, si subjetivamente no
existe tal deseo, apenas se inicie la lucha se armará un embrollo difícil
de desenredar. ¿Acaso no equivaldría esto a aquello de "lucha despiadada
y golpes implacables"? Y entonces, ¿de que unidad del Partido podría hablarse?
De esta experiencia dedujimos la fórmula: "unidad -- crítica -- unidad";
en otras palabras, "sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos
en el futuro, y tratar la enfermedad para salvar al paciente". Extendimos
este método fuera del Partido. Lo aplicamos con gran éxito en todas las
bases de apoyo antijaponesas al tratar las relaciones entre la dirección
y las masas, entre el ejército y el pueblo, entre oficiales y soldados,
entre las diversas unidades del ejército y entre los distintos grupos de
cuadros. El uso de este método puede remontarse a tiempos aún más lejanos
en la historia de nuestro Partido. Desde que creamos, en 1927, nuestras
fuerzas armadas y bases de apoyo revolucionarias en el Sur, lo hemos venido
aplicando en las relaciones entre el Partido y las masas entre el ejército
y el pueblo, entre oficiales y soldados, así como en otras relaciones dentro
del pueblo. La única diferencia reside en que, durante la guerra antijaponesa,
lo aplicamos sobre una base más consciente. Después de la liberación de
todo el país, hemos empleado el mismo método de "unidad -- crítica -- unidad"
en nuestras relaciones con los partidos democráticos y con los círculos
industriales y comerciales. Nuestra tarea actual consiste en seguir generalizándolo
entre todo el pueblo y aplicarlo cada vez mejor; planteamos que todas las
fábricas, cooperativas, establecimientos comerciales, centros docentes,
entidades oficiales y organizaciones populares, en una palabra, los seiscientos
millones de integrantes de nuestro pueblo, lo usen para resolver sus contradicciones
internas. En circunstancias normales, las contradicciones en el seno del pueblo no
son antagónicas. Sin embargo, pueden llegar a serlo si no las tratamos como
es debido o si aflojamos nuestra vigilancia y nos adormecemos políticamente.
En un país socialista, semejante situación no pasa de ser, por lo común,
un fenómeno parcial y transitorio. Esto se explica porque allí ya se ha
abolido el sistema de explotación del hombre por el hombre y existe una
identidad fundamental de intereses en las filas del pueblo. Las acciones
antagónicas que se dieron en proporciones tan grandes durante los acontecimientos
de Hungría se debieron a la intervención de Factores contrarrevolucionarios
internos y externos. Fue un fenómeno particular y temporal. Es así como
los reaccionarios dentro de un país socialista, en confabulación con los
imperialistas y explotando las contradicciones en el seno del pueblo, fomentan
disensiones y provocan desórdenes, en un intento de materializar sus designios
conspirativos. Esta lección de los acontecimientos de Hungría merece la
atención de todos. A muchos les parece que plantear el empleo de métodos democráticos para
resolver las contradicciones en el seno del pueblo es una cuestión nueva.
Pero en realidad no es así. Los marxistas siempre han considerado que la
causa del proletariado no se puede realizar sino fundamentándose en las
masas populares y que, al actuar entre los trabajadores, los comunistas
deben emplear el método democrático de persuasión y educación y en ningún
caso proceder con actitud autoritaria o recurrir a la coerción. El Partido
Comunista de China se atiene fielmente a este principio marxista-leninista.
Siempre hemos sostenido que, bajo la dictadura democrática popular, deben
usarse dos métodos diferentes -- la dictadura y la democracia -- para resolver
dos tipos de contradicciones de distinto carácter: las contradicciones entre
nosotros y el enemigo, y las existentes en el seno del pueblo. De ello se
ha hablado bastante en numerosos documentos de nuestro Partido y discursos
de muchos de sus dirigentes. En "Sobre la dictadura democrática popular",
que escribí en 1949, decía que "la combinación de estos dos aspectos, democracia
para el pueblo y dictadura para los reaccionarios, constituye la dictadura
democrática popular", y que para resolver los problemas en el seno del pueblo,
"el método que empleamos es democrático, o sea, un método de persuasión,
y no de coacción". En mi intervención ante la II Sesión del I Comité Nacional
de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, celebrada en junio
de 1950, dije también: "La dictadura democrática popular presupone dos métodos. Con los enemigos,
se emplea la dictadura, es decir, durante el tiempo que sea necesario, no
se les permite tomar parte en las actividades políticas, y se los obliga
a acatar las leyes del gobierno popular y a dedicare al trabajo físico para
que, por este medio, se transformen en gente nueva. Con el pueblo, por el
contrario, se emplean métodos democráticos y no coercitivos, es decir, se
le garantiza su participación en las actividades políticas y, en vez de
obligarlo a hacer esto o aquello, se realiza un trabajo de educación y persuasión
con métodos democráticos. Este trabajo de educación es el trabajo de autoeducación
en el seno del pueblo, y su método fundamental lo constituyen la crítica
y la autocrítica." Hemos hablado muchas veces sobre el problema del empleo de métodos democráticos
para resolver las contradicciones en el seno del pueblo; además, los hemos
aplicado en lo fundamental en nuestro trabajo, y muchos cuadros y gran parte
del pueblo han comprendido ese problema en la práctica. ¿Por qué todavía
hay quienes piensan que se trata de algo nuevo? Porque la lucha entre nosotros
y el enemigo, tanto interno como externo, era muy aguda en el pasado, y
la gente no fijaba tanto como ahora su atención en las contradicciones en
el seno del pueblo. Mucha gente no sabe distinguir con claridad estos dos tipos de contradicciones
diferentes por su carácter -- las existentes entre nosotros y el enemigo,
y las que hay en el seno del pueblo -- y los confunden fácilmente. Debemos
reconocer que a veces es fácil confundirlos; en ciertos casos, esta confusión
se ha producido en nuestra labor del pasado. Durante la eliminación de los
contrarrevolucionarios, en algunas ocasiones se tomó equivocadamente por
malas a personas buenas, y esto ocurre también ahora. Si nuestras equivocaciones
no se extendieron, fue porque nuestra política al respecto estipula la necesidad
de trazar una clara línea divisoria entre nosotros y el enemigo y de corregir
todo error que se descubra. La filosofía marxista sostiene que la ley de la unidad de los contrarios
es la ley fundamental del universo. Esta ley tiene validez universal, tanto
para la naturaleza y la sociedad humana como para el pensamiento del hombre.
Los lados opuestos de una contradicción forman una unidad y a la vez luchan
entre sí, lo cual produce el movimiento y el cambio de las cosas. En todas
partes existen contradicciones pero estas tienen diverso carácter según
sea la naturaleza de las cosas. En cualquier cosa concreta, la unidad de
los contrarios es condicional, temporal, transitoria y, por eso, relativa,
mientras que la lucha entre los contrarios es absoluta. Esta ley la expuso
Lenin con gran claridad. En nuestro país es cada vez mayor el número de
personas que la comprenden. Sin embargo, en el caso de mucha gente, una
cosa es que reconozcan esta ley, y otra que la apliquen al examinar y tratar
los problemas. Son muchos los que no se atreven a reconocer abiertamente
que en el seno de nuestro pueblo existen todavía contradicciones cuando
precisamente son ellas las que hacen avanzar nuestra sociedad. Muchos no
reconocen que en la sociedad socialista existen aún contradicciones y, por
ello, obran con timidez y pierden la iniciativa frente a las contradicciones
sociales; no comprenden que en el incesante proceso de tratar y resolver
correctamente las contradicciones se afianzarán cada vez más la cohesión
y la unidad internas de la sociedad socialista. De ahí la necesidad de llevar
a cabo una labor explicativa entre nuestro pueblo, ante todo entre los cuadros,
a fin de conducirlos a que comprendan las contradicciones en la sociedad
socialista y aprendan a tratarlas con métodos correctos. Las contradicciones en la sociedad socialista son radicalmente distintas
de las existentes en las viejas sociedades, como por ejemplo las contradicciones
en la sociedad capitalista. Estas últimas se manifiestan en violentos antagonismos
y conflictos, en una enconada lucha de clases; no pueden ser resueltas por
el sistema capitalista mismo, sino únicamente por la revolución socialista.
Por el contrario, las contradicciones en la sociedad socialista son otra
cosa, pues no tienen carácter antagónico y el mismo sistema socialista puede
resolverlas incesantemente. En la sociedad socialista, las contradicciones fundamentales siguen siendo
las existentes entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas,
y entre la superestructura y la base económica. Sin embargo, por su carácter
y sus manifestaciones, estas contradicciones son radicalmente distintas
de las que se daban en las viejas sociedades entre las relaciones de producción
y las fuerzas productivas, y entre la superestructura y la base económica.
El actual sistema social de nuestro país es muy superior al dé antaño. De
no ser así, el viejo sistema no habría sido derrocado y el nuevo no habría
podido implantarse. Al afirmar que las relaciones de producción socialistas
son por su naturaleza más apropiadas que las de la vieja época para el desarrollo
de las fuerzas productivas, se quiere decir que aquéllas permiten a las
fuerzas productivas desarrollarse a un ritmo desconocido en la vieja sociedad,
gracias a lo cual la producción puede ampliarse de continuo y las siempre
crecientes necesidades del pueblo pueden satisfacerse de manera gradual.
En la vieja China, sometida a la dominación del imperialismo, el feudalismo
y el capitalismo burocrático, las fuerzas productivas se desarrollaban con
extrema lentitud. Durante más de medio siglo antes de la Liberación, la
producción anual de acero en todo el país, sin contar la del Nordeste, no
pasaba de unas decenas de miles de toneladas, mientras que, incluyendo ésta,
la producción máxima anual alcanzó sólo a algo más de novecientas mil toneladas.
En 1949, la producción de acero en todo el país fue sólo de poco más de
cien mil toneladas. Pero ahora, apenas siete años después de la liberación
del país, ya asciende a cuatro millones y varios cientos de miles de toneladas.
En la vieja China casi no existía industria de construcción de maquinaria,
y mucho menos las industrias automotriz y aeronáutica. Hoy, sin embargo,
se ha creado todo esto. ¿Hacia dónde debía marchar China una vez que el
pueblo derrocó la dominación del imperialismo, el feudalismo y el capitalismo
burocrático? ¿Hacia el capitalismo o hacia el socialismo? Mucha gente no
tenía una idea clara al respecto. Los hechos han dado la respuesta: Sólo
el socialismo puede salvar a China. El sistema socialista ha promovido un
impetuoso desarrollo de nuestras fuerzas productivas, hecho que hasta nuestros
enemigos externos han tenido que reconocer. Pero nuestro sistema socialista acaba de instaurarse, y aún no está totalmente
establecido ni consolidado por completo. En las empresas mixtas estatal-privadas
de la industria y el comercio, los capitalistas reciben todavía un dividendo
fijo, valga decir, aún existe explotación. En cuanto a la propiedad se refiere,
este tipo de empresas no tiene todavía un carácter completamente socialista.
Una parte de las cooperativas de producción agrícola y de las cooperativas
de producción artesanal aún es de carácter semisocialista. En las cooperativas
enteramente socialistas, quedan por resolver ciertos problemas acerca de
la propiedad. Las relaciones entre las distintas ramas de la economía en
cuanto a producción e intercambio, están aún estableciéndose de modo gradual
y en consonancia con los principios socialistas y van buscando poco a poco
formas relativamente adecuadas. Dentro de cada uno de los dos sectores de
la economía socialista -- el uno de propiedad de todo el pueblo y el otro
de propiedad colectiva --, así como en sus relaciones mutuas, fijar la proporción
entre la acumulación y el consumo es un problema complicado, al que no es
fácil encontrar de golpe una solución completamente racional. En resumidas
cuentas, ya se han creado las relaciones de producción socialistas y ellas
están en consonancia con el desarrollo de las fuerzas productivas; pero,
al mismo tiempo, están lejos de ser perfectas, y esta imperfección se halla
en contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas. Este fenómeno
de consonancia y contradicción simultáneas, además de darse entre las relaciones
de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, se presenta también
entre la superestructura y la base económica. La superestructura -- el sistema
estatal y las leyes de la dictadura democrática popular, así como la ideología
socialista guiada por el marxismo-leninismo -- desempeña un positivo papel
impulsor para la victoria de las transformaciones socialistas y el establecimiento
de la organización socialista del trabajo en nuestro país; ella está en
consonancia con la base económica socialista, es decir, con las relaciones
de producción socialistas. Pero, a su vez, la existencia de la ideología
burguesa, cierto estilo burocrático en nuestros organismos estatales y las
deficiencias en algunos eslabones del sistema estatal, están en contradicción
con la base económica socialista. En adelante, debemos seguir solucionando
estas contradicciones según lo aconsejen las circunstancias concretas. Naturalmente,
una vez resueltas estas contradicciones, surgirán nuevos problemas. Y las
nuevas contradicciones también exigirán solución. Por ejemplo, se necesita
hacer constantes reajustes mediante los planes del Estado para tratar la
contradicción entre la producción social y las necesidades sociales, contradicción
que continuará existiendo objetivamente durante largo tiempo. Nuestro Estado
elabora cada año un plan económico y establece una proporción adecuada entre
la acumulación y el consumo, a fin de lograr el equilibrio entre la producción
y las necesidades. Lo que llamamos equilibrio es la temporal y relativa
unidad de los contrarios. Al cabo de un año, este equilibrio, tomado en
su conjunto, queda roto por la lucha de los contrarios, esta unidad se ve
alterada, el equilibrio se convierte en desequilibrio, la unidad en desunidad
y, entonces, una vez más se hace necesario conseguir el equilibrio y ja
unidad para el año siguiente. En esto reside la superioridad de nuestra
economía planificada. En realidad, este equilibrio y esta unidad se rompen
parcialmente cada mes y cada trimestre, y se requieren reajustes parciales.
A veces, se presentan contradicciones y se rompe el equilibrio debido a
que las medidas subjetivas no corresponden a la realidad objetiva. Esto
es lo que llamamos cometer un error. Las contradicciones surgen de continuo
y se resuelven también continuamente: He aquí la ley dialéctica del desarrollo
de las cosas. La situación actual es la siguiente: Las vastas y tempestuosas luchas clasistas
de las masas, características de los períodos de revolución, han terminado
en lo fundamental, pero la lucha de clases no ha cesado por completo. Las
grandes masas populares acogen el nuevo sistema, pero todavía no se sienten
muy acostumbradas a él. Los trabajadores gubernamentales aún no tienen suficiente
experiencia y necesitan seguir examinando y explorando algunos problemas
relativos a las políticas concretas. En otras palabras, se necesita un proceso
para que nuestro sistema socialista continúe estableciéndose y consolidándose,
para que las masas se acostumbren al nuevo sistema y para que los trabajadores
gubernamentales aprendan y adquieran experiencias. En este momento es, pues,
imperativo que planteemos la cuestión de diferenciar las contradicciones
en el seno del pueblo de las existentes entre nosotros y el enemigo y la
de tratar correctamente las contradicciones en el seno del pueblo, con el
propósito de cohesionar al pueblo de todas las nacionalidades de nuestro
país para una nueva batalla -- la batalla contra la naturaleza --, desarrollar
nuestra economía y nuestra cultura, hacer que todo el pueblo atraviese de
manera relativamente feliz el actual período de transición, consolidar nuestro
nuevo sistema y construir nuestro nuevo Estado.
II.
EL PROBLEMA DE LA ELIMINACION DE LOS CONTRARREVOLUCIONARIOS
La eliminación de los contrarrevolucionarios es una lucha que pertenece
al dominio de las contradicciones entre nosotros y el enemigo. Dentro del
pueblo hay quienes, frente a esta cuestión, sostienen puntos de vista algo
distintos. Existen dos tipos de personas cuya opinión difiere de la nuestra.
Las que, con ideas derechistas, en vez de distinguir entre nosotros y el
enemigo, toman al enemigo por gente nuestra y consideran amigos a quienes
a los ojos de las grandes masas son enemigos. Y las personas que, con ideas
"izquierdistas", amplían el marco de las contradicciones entre nosotros
y el enemigo hasta el punto de tomar como tales ciertas contradicciones
en el seno del pueblo y de considerar contrarrevolucionarias a personas
que en realidad no lo son. Ambos puntos de vista son erróneos; ninguno de
los dos permite resolver correctamente el problema de la eliminación de
los contrarrevolucionarios, ni hacer una justa apreciación acerca de nuestra
labor a este respecto. Para evaluar con acierto nuestro trabajo de eliminación de los contrarrevolucionarios,
veamos la repercusión que en nuestro país tuvieron los acontecimientos de
Hungría. Aunque dichos acontecimientos suscitaron ciertas vacilaciones entre
una parte de nuestros intelectuales, no llegaron a provocar desórdenes.
¿Cómo se explica esto? Una de las razones, debemos decirlo, es que habíamos
eliminado de manera bastante radical a los contrarrevolucionarios. Claro que la solidez de nuestro Estado no se debe principalmente a la eliminación
de los contrarrevolucionarios. Se debe, ante todo, a que contamos con un
Partido Comunista, un Ejército de Liberación y un pueblo trabajador templados
en decenios de lucha revolucionaria. Nuestro Partido y nuestras fuerzas
armadas han arraigado en las masas, se han templado en el fuego de una revolución
prolongada y tienen capacidad combativa. Nuestra República Popular no se
formó de la noche a la mañana, sino que se desarrolló poco a poco partiendo
de las bases de apoyo revolucionarias. Algunas personalidades democráticas
también se templaron en mayor o menor grado y compartieron penalidades con
nosotros. Algunos intelectuales se templaron en la lucha contra el imperialismo
y las fuerzas reaccionarias, y muchos otros pasaron, después de la Liberación,
por un proceso de transformación ideológica encauzada a trazar una clara
distinción entre nosotros y el enemigo. La solidez de nuestro Estado se
debe, además, a que las medidas económicas que adoptamos son básicamente
acertadas, la vida del pueblo es estable y mejora gradualmente, nuestras
políticas respecto a la burguesía nacional y otras clases son igualmente
correctas, etc. No obstante, nuestros éxitos en la eliminación de los contrarrevolucionarios
constituyen, sin duda alguna, una de las razones importantes de la solidez
de nuestro Estado. Gracias a todo ello, nuestros estudiantes universitarios
no promovieron desórdenes durante los acontecimientos de Hungría, pues ellos
-- salvo unos pocos -- son patriotas y apoyan el socialismo, a pesar de
que muchos proceden de familias no trabajadoras. Lo mismo ocurrió con la
burguesía nacional, para no hablar de las masas básicas: los obreros y campesinos.
Después de la Liberación eliminamos cierto número de elementos contrarrevolucionarios.
Algunos de ellos fueron sentenciados a muerte por sus graves crímenes. Esto
fue absolutamente necesario, pues así lo exigieron las masas populares,
y se hizo con el fin de liberar a las amplias masas, oprimidas durante largos
años por los contrarrevolucionarios y toda suerte de tiranos locales, o
sea, con el fin de liberar las fuerzas productivas. Si no hubiésemos obrado
así, las masas populares no habrían podido levantar la cabeza. La situación
ha cambiado radicalmente desde 1956. Tomando el país en su conjunto, las
fuerzas principales de la contrarrevolución ya han sido liquidadas. Nuestra
tarea Fundamental ya no es liberar las fuerzas productivas, sino protegerlas
y desarrollarlas en el contexto de las nuevas relaciones de producción.
Algunos no comprenden que nuestra política actual corresponde a la situación
de hoy y nuestra política anterior, a la situación pasada, y pretenden utilizar
nuestra política actual para impugnar lo que se resolvió en el pasado e
intentan negar los enormes éxitos que conseguimos en la eliminación de los
contrarrevolucionarios. Esto es completamente erróneo, y no lo permitirán
las masas populares. En nuestro trabajo de eliminación de los contrarrevolucionarios, los éxitos
fueron lo principal, pero también hubo errores. En ciertos casos se cometieron
excesos, mientras que en otros se dejó escapar de nuestra red a algunos
contrarrevolucionarios. Nuestra orientación es la siguiente: "Todos los
contrarrevolucionarios comprobados deben ser eliminados, y todos los errores
descubiertos deben ser corregidos." La línea que seguimos en dicho trabajo
es eliminar a los contrarrevolucionarios apoyándonos en las masas. Claro
que aun ateniéndonos a la línea de masas es posible que cometamos errores
en nuestra labor, pero su número será menor, y más fácil su corrección.
Las masas ganan experiencia a través de la lucha. Cuando actúan con acierto
adquieren experiencias positivas, y cuando yerran sacan lecciones de los
errores. Se han tomado o se están tomando medidas para corregir todos los errores
descubiertos en la labor de eliminación de los contrarrevolucionarios. Los
errores aún no descubiertos serán enmendados en cuanto se pongan de manifiesto.
Las decisiones de rehabilitación de una persona deben darse a conocer con
la misma amplitud con que se anunciaron en su tiempo las decisiones equivocadas.
Propongo que este año, o el próximo, se realice una verificación general
de esta labor, a fin de sintetizar experiencias, estimular el espíritu de
justicia y combatir las tendencias nocivas. Este trabajo de verificación
debe ser presidido, en lo relativo a las instituciones a nivel nacional,
por el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional y el Comité Permanente
del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política y, a nivel local,
por los comités populares provinciales y municipales y los comités locales
de la Conferencia Consultiva Política. Durante la verificación, debemos
ayudar a los numerosos cuadros y activistas que participaron en el trabajo
de eliminación de los contrarrevolucionarios, en vez de echarles un balde
de agua fría, ya que esto sería incorrecto. No obstante, los errores deben
ser rectificados cuando se descubran. Tal debe ser la actitud de todos los
departamentos de seguridad pública, fiscalización y justicia, de las prisiones
y de los establecimientos encargados de la corrección por medio del trabajo
físico. Esperamos que los miembros del Comité Permanente de la Asamblea
Popular Nacional, los miembros del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva
Política y los diputados populares participen todos en esta verificación
siempre que tengan la posibilidad de hacerlo. Esto contribuirá a perfeccionar
nuestro sistema jurídico y a tratar correctamente a los contrarrevolucionarios
y otros criminales. La situación presente, en lo que concierne a los contrarrevolucionarios,
puede caracterizarse como sigue: Todavía hay contrarrevolucionarios, pero
no muchos. Ante todo se debe reconocer que aún existen. Algunos dicen que
ya no los hay, que por doquier reina una paz completa, que se puede mullir
bien las almohadas y dormir a pierna suelta. Esto no corresponde a la realidad.
De hecho, los contrarrevolucionarios existen todavía (no en cada localidad
ni en cada entidad, por supuesto), y es preciso proseguir la lucha contra
ellos. Debemos comprender que los que están ocultos, no eliminados hasta
la fecha, no se darán por vencidos y tratarán de aprovechar cualquier oportunidad
para provocar disturbios. Los imperialistas norteamericanos y la camarilla
de Chiang Kai-shek envían aquí con frecuencia agentes secretos con el fin
de efectuar sabotajes. Incluso cuando se haya eliminado a todos los contrarrevolucionarios
existentes, podrán surgir otros nuevos. Si relajamos nuestra vigilancia,
caeremos víctimas del engaño y lo pagaremos caro. Dondequiera que aparezcan
contrarrevolucionarios creando disturbios, hay que eliminarlos con mano
firme. No obstante, considerando el país en su conjunto, efectivamente ya
no quedan muchos. Sería asimismo erróneo afirmar que en China hay todavía
numerosos elementos contrarrevolucionarios. Aceptar semejante apreciación
daría también lugar a confusiones.
III. EL PROBLEMA DE LA COOPERATIVIZACION AGRICOLA
Tenemos una población rural de más de quinientos millones de habitantes
y, por eso, el desarrollo de nuestra economía y la consolidación de nuestro
Poder estatal dependen en sumo grado de cuál sea la situación de nuestros
campesinos. Estimo que la situación es básicamente buena. La cooperativización
agrícola ha culminado, y esto ha resuelto en nuestro país la gran contradicción
entre la industrialización socialista y la explotación agrícola individual.
La rapidez con que se terminó la cooperativización agrícola inquieta a algunos,
que se preguntan si no habrá dado lugar a deficiencias. Deficiencias hubo
algunas, pero felizmente no fueron grandes, y el movimiento se desenvolvió
en lo fundamental de manera sana. Los campesinos muestran gran entusiasmo
en la producción. A pesar de que las inundaciones, la sequía y los tifones
fueron el año pasado más graves que en cualquiera de los últimos años, tomando
al país en su conjunto, se obtuvo un aumento en la producción de cereales.
Con todo, algunos afirman que la cooperativización agrícola no sirve para
nada, que no ofrece ventajas, desatando así un tifón en miniatura. En fin
de cuentas, ¿tiene o no ventajas la cooperativización agrícola? Entre los
documentos distribuidos hoy en la reunión se encuentra un material sobre
una cooperativa del distrito de Tsunjua, provincia de Jopei, dirigida por
Wang Kuo-fan. Les aconsejo leerlo. Esta cooperativa se halla en una zona
montañosa, que siempre fue muy pobre y dependió de la ayuda en cereales
que todos los años le daba el gobierno popular. Cuando en 1953 se fundó
allí la cooperativa, la gente la llamaba "cooperativa de pobretones". Pero
a través de cuatro años de lucha tenaz, su situación ha venido mejorando
sin cesar y hoy la mayor parte de las familias integrantes tienen excedentes
de cereales. En condiciones normales, lo que ha podido conseguir esta cooperativa,
las demás deben ser capaces de lograrlo también en el mismo lapso o en uno
ligeramente más largo. Se ve con claridad, entonces, que carece de fundamento
el aserto de que la cooperativización fue mala. De ahí se desprende también que la creación de cooperativas exige necesariamente
una lucha tenaz. Todo lo que sea nuevo tiene que crecer en medio de dificultades
y vicisitudes. No es más que una ilusión el creer que la causa del socialismo
es como navegar siempre viento en popa, empresa de éxito fácil en la que
no se tropieza con dificultades, ni se sufre vicisitudes ni se requiere
inmensos esfuerzos. ¿Quiénes apoyan activamente las cooperativas? La inmensa mayoría de los
campesinos pobres y campesinos medios inferiores, que constituyen más del
70 por ciento de la población rural. La mayoría de los campesinos restantes
también cifran sus esperanzas en las cooperativas. Los que están realmente
descontentos sólo representan una ínfima minoría. Mucha gente no ha analizado
esta situación, no ha estudiado en todos sus aspectos los éxitos y las deficiencias
de las cooperativas, ni tampoco las causas que motivaron tales deficiencias,
sino que ha tomado lo parcial y fragmentario por el todo; de ahí el pequeño
tifón desatado entre alguna gente que arguye que las cooperativas no ofrecen
ventajas. ¿Cuánto tiempo hace falta para que se consoliden las cooperativas y se ponga
punto Final a las habladurías de que éstas no ofrecen ventajas? A juzgar
por la experiencia del desarrollo de muchas de ellas se necesitarán unos
cinco años o algo más. Hoy, la mayor parte de las cooperativas del país
sólo llevan un año largo de vida, y por eso no es razonable exigir que sean
tan buenas como se desea. En mi opinión, sería muy bueno si consolidáramos
las cooperativas durante el período del Segundo Plan Quinquenal después
de establecerlas en el Primero. Las cooperativas se hallan ahora en un proceso de consolidación paulatina.
Aún quedan por resolver algunas contradicciones, como las existentes entre
el Estado y las cooperativas, dentro de cada una de éstas y entre unas cooperativas
y otras. Para resolver estas contradicciones, debemos prestar constante atención
a los problemas de la producción y la distribución. Veamos el problema de
la producción. Por un lado, la economía de la cooperativa debe someterse
a la dirección del plan económico único del Estado; al mismo tiempo, debe
conservar cierta flexibilidad e independencia, siempre que con ello no vulnere
el plan único, la política, las leyes y las disposiciones del Estado. Por
otro lado, cada familia miembro de una cooperativa debe subordinarse al
plan general de la cooperativa o del equipo de producción al que pertenece,
si bien puede hacer planes adecuados para la parcela de usufructo personal
y demás explotaciones individuales. En lo tocante a la distribución, debemos
tener en cuenta los intereses del sector estatal, los intereses del sector
colectivo y los intereses individuales. Es preciso tratar en forma apropiada
la triple relación entre los impuestos estatales, los fondos de acumulación
de las cooperativas y los ingresos personales de los campesinos, y prestar
constante atención a hacer reajustes para resolver las contradicciones entre
ellos. La acumulación es necesaria tanto para el Estado como para las cooperativas,
pero en ninguno de los dos casos debe ser excesiva. Debemos hacer todo lo
posible para que, en los años de cosecha normal, los campesinos vayan aumentando,
año tras año, sus ingresos personales a medida que se incremente la producción.
Muchos dicen que los campesinos llevan una vida dura. ¿Es acertada esta
opinión? Por un lado, sí. Es decir, como China estuvo sometida durante más
de cien años a la opresión y explotación de los imperialistas y sus agentes,
se convirtió en un país muy pobre, en el cual no sólo es bajo el nivel de
vida de los campesinos, sino también el de los obreros e intelectuales.
Necesitamos varias décadas de intensos esfuerzos para elevar paulatinamente
el nivel de vida de todo el pueblo. En este sentido es correcto decir "dura".
Mas, por otro lado, es incorrecto, pues con esto se da a entender que en
los siete años transcurridos desde la Liberación, la vida de los campesinos
no ha mejorado y sólo ha mejorado la de los obreros. En realidad, salvo
ínfimas excepciones, tanto los obreros como los campesinos han elevado en
cierto grado su nivel de vida. Después de la Liberación, los campesinos
se han desembarazado de la explotación de los terratenientes, y su producción
aumenta de año en año. Tomemos por ejemplo los cereales. En 1949, la producción
de cereales en todo el país sólo llegó a algo más de 210.000 millones de
jin. En 1956, sobrepasó los 360.000 millones de jin, con un incremento de
casi 150.000 millones. El impuesto agrícola estatal no es gravoso, pues
sólo alcanza un poco más de 30.000 millones de jin anuales. La cantidad
de cereales que anualmente compra el Estado a los campesinos a precio normal
no pasa de algo más de 50.000 millones de jin. Sumadas estas dos cifras,
totalizan un poco más de 80.000 millones de jin. Más de la mitad de esta
cantidad se vende en las aldeas y sus poblados vecinos. Se ve, pues, que
no puede decirse que no haya mejorado la vida de los campesinos. La cantidad
total de cereales que el Estado recibe de los campesinos por concepto de
impuesto y mediante compra, nos proponemos estabilizarla por varios años
en algo más de 80.000 millones de jin anuales, a fin de promover el desarrollo
de la agricultura y consolidar las cooperativas. De este modo, el reducido
número de familias campesinas que no tienen suficientes cereales los tendrán;
todas las familias campesinas -- excepto algunas que se dedican a los cultivos
industriales -- contarán con excedentes de cereales o con grano suficiente
para su consumo, y los campesinos pobres, así como el resto del campesinado,
alcanzarán o sobrepasarán el nivel de vida de los campesinos medios. No
es adecuado comparar de modo simplista el ingreso medio anual de un campesino
con el de un obrero y deducir de ello que uno es demasiado bajo y el otro
demasiado alto. La productividad del trabajo de los obreros es mucho mayor
que la de los campesinos, mientras que el costo de vida de éstos es muy
inferior al de los obreros urbanos. Por eso, no puede afirmarse que los
obreros gocen de un trato preferencial del Estado. Un reducido número de
obreros y algunos trabajadores gubernamentales sí perciben salarios algo
elevados, y los campesinos tienen razón para estar descontentos con ello.
De ahí que sea necesario efectuar cierto reajuste adecuado según las circunstancias
concretas.
IV. EL PROBLEMA DE LOS INDUSTRIALES Y COMERCIANTES
En
el dominio de la transformación del sistema social de nuestro país, en 1956
culminó, además de la cooperativización de la agricultura y de la artesanía,
la conversión de las empresas industriales y comerciales privadas en empresas
mixtas estatal-privadas. La rápida y feliz realización de esta tarea está
estrechamente vinculada al hecho de que tratamos la contradicción entre
la clase obrera y la burguesía nacional como una contradicción en el seno
del pueblo. ¿Ha sido resuelta por completo dicha contradicción de clases?
No. Para esto se requiere todavía un tiempo considerable. Sin embargo, ahora
hay quienes dicen que los capitalistas están ya tan transformados que casi
no se diferencian de los obreros y que no necesitan seguir transformándose.
Otros llegan a afirmar que los capitalistas son algo mejores que los obreros.
Y hay también quienes preguntan por qué, si de transformación se trata,
no ha de necesitarla la clase obrera. ¿Son correctas estas opiniones? Claro
que no. En el curso de la construcción de la sociedad socialista, todos necesitan
transformarse, tanto los explotadores como los trabajadores. ¿Quién dice
que la clase obrera no lo necesita? Por supuesto, la transformación de los
explotadores y la de los trabajadores son diferentes por su naturaleza,
y no deben confundirse. La clase obrera transforma a toda la sociedad en
la lucha de clases y en la lucha contra la naturaleza y, al mismo tiempo,
se transforma a sí misma. La clase obrera debe aprender sin cesar en el
trabajo, superar poco a poco sus defectos, y nunca debe estancarse. Por
ejemplo, muchos de los aquí presentes hacemos algunos progresos cada año,
es decir, nos transformamos constantemente. Yo mismo tuve en otros tiempos
diversas ideas no marxistas, y sólo después acepté el marxismo. Aprendí
un poco de marxismo en los libros y así di los primeros pasos en mi transformación
ideológica. Sin embargo, ha sido principalmente a través de una prolongada
participación en la lucha de clases como me he transformado. Y tengo que
seguir aprendiendo para poder hacer más progresos, pues de lo contrario
me quedaré rezagado. ¿Son acaso tan perfectos los capitalistas que ya no
necesitan transformarse? Algunos sostienen que la burguesía china ya no tiene un carácter doble,
sino único. ¿Es así en realidad No, no es así. Por un lado, los elementos
burgueses se han convertido en miembros del personal administrativo de las
empresas mixtas estatal-privadas y se están transformando de explotadores
en trabajadores, que viven de su propio trabajo. Pero, por otro lado, siguen
recibiendo de las empresas mixtas un dividendo fijo, es decir, no han cortado
aún las raíces que los unen a la explotación. Ellos aún se encuentran muy
lejos de la clase obrera en cuanto a ideología, sentimientos y manera de
vivir. ¿Cómo puede afirmarse que ya no tienen doble carácter? Incluso cuando
dejen de percibir el dividendo fijo y se les quite el marbete de burgueses,
será necesario proseguir su transformación ideológica durante bastante tiempo.
Si la burguesía no poseyera ya doble carácter, como opinan aquellas personas,
los capitalistas ya no tendrían la tarea de transformarse y estudiar.
Es de señalar que esa opinión no sólo no concuerda con la situación real
de los industriales y comerciantes, sino que tampoco responde a los deseos
de los más de ellos. Durante los últimos años, los industriales y comerciantes,
en su gran mayoría, han mostrado buena disposición para el estudio y han
hecho notables progresos. Como es en el propio curso del trabajo donde tiene
que realizarse su transformación radical, ellos deben trabajar junto con
los obreros y empleados en las empresas, tomando éstas como campo fundamental
de su propia transformación. No obstante, también es importante que a través
del estudio cambien algunas de sus viejas concepciones. Su estudio debe
ser voluntario. Muchos industriales y comerciantes, al retornar a las empresas
después de haber asistido a cursos de estudio durante unas semanas, han
encontrado más fácilmente un lenguaje común con las masas obreras y los
representantes del sector estatal, lo cual va en beneficio del trabajo conjunto.
Han llegado a comprender, por experiencia propia, que para ellos es provechoso
continuar estudiando y transformándose. La referida opinión de que no es
necesario estudiar ni transformarse, no refleja el punto de vista de la
gran mayoría de los industriales y comerciantes, sino de una minoría.
V. EL PROBLEMA DE LOS INTELECTUALES
En nuestro país, las contradicciones en el seno del pueblo también tocan
a los intelectuales. Los varios millones de intelectuales que antes trabajaban
para la vieja sociedad han pasado a servir a la nueva sociedad. Y aquí surge
el problema de cómo pueden adaptarse a las demandas de la nueva sociedad
y cómo les ayudamos a lograrlo. Esta también es una contradicción en el
seno del pueblo. La mayoría de nuestros intelectuales han alcanzado ya progresos evidentes
durante los últimos siete años. Ellos se pronuncian por el sistema socialista.
Muchos estudian el marxismo con empeño, y algunos se han hecho comunistas.
El número de estos últimos, aunque pequeño en la actualidad, va creciendo
poco a poco. Claro que existen intelectuales que aún miran escépticamente
el socialismo o que no lo aprueban, pero ellos sólo representan una minoría.
La gigantesca y ardua causa de la construcción socialista de China requiere
que la mayor cantidad posible de intelectuales se ponga a su servicio. Debemos
confiar en todos los intelectuales que de verdad estén dispuestos a servir
a la causa del socialismo, mejorar de manera radical nuestras relaciones
con ellos y ayudarles a resolver todos los problemas cuya solución sea necesaria,
para que puedan poner en pleno juego su capacidad. Muchos de nuestros camaradas
no saben unirse con los intelectuales, los tratan de un modo rígido, no
respetan su trabajo y, en la labor científica y cultural, se inmiscuyen
en asuntos en los cuales no deberían intervenir. Debemos superar todas estas
fallas. Aunque las masas de intelectuales han hecho progresos, no deben por ello
sentirse satisfechas de sí mismas. Para ponerse a la altura de las demandas
de la nueva sociedad y unirse con los obreros y campesinos, deben proseguir
su transformación, desprendiéndose poco a poco de su concepción burguesa
del mundo y adquiriendo la proletaria, la concepción comunista. El cambio
de concepción del mundo es un cambio radical y, hasta la fecha, no se puede
decir que la mayoría de los intelectuales lo hayan logrado. Esperamos que
éstos sigan avanzando y que, en el curso de su trabajo y estudio, vayan
adquiriendo la concepción comunista del mundo, asimilando el marxismo-leninismo
e identificándose con los obreros y campesinos. Esperamos que no se detengan
a medio camino y que menos aún retrocedan, pues el retroceso no les ofrece
futuro alguno. Como el sistema social de nuestro país ha cambiado y la base
económica de la ideología burguesa ha sido liquidada en lo fundamental,
no sólo es necesario sino también posible que gran número de intelectuales
cambien su concepción del mundo. Pero el cambio radical de concepción del
mundo exige largo tiempo, y por eso debemos hacer entre ellos un trabajo
paciente, evitando toda precipitación. Existen, en efecto, gentes que siempre
se negarán a aceptar ideológicamente el marxismo-leninismo y el comunismo.
No debemos ser muy exigentes con ellas. Siempre y cuando se sometan a los
requerimientos del Estado y realicen honestamente sus actividades, debemos
darles la posibilidad de dedicarse a un trabajo adecuado. En los últimos tiempos, se ha debilitado la labor ideológica y política
entre los intelectuales y jóvenes estudiantes, y han surgido ciertas desviaciones.
A los ojos de algunos, ya es innecesario preocuparse de la política, del
futuro de la patria o de los ideales de la humanidad, y el marxismo, que
estuvo tan de moda, ya no lo está tanto. Para contrarrestar estas desviaciones,
debemos intensificar nuestra labor ideológica y política. Tanto los intelectuales
como los estudiantes deben estudiar con ahínco. A la par que estudian sus
especialidades, tienen que progresar ideológica y políticamente, y para
eso deben estudiar el marxismo y los problemas políticos y de actualidad.
No tener una correcta concepción política equivale a no tener alma. La transformación
ideológica realizada en el pasado fue necesaria y reportó resultados positivos.
Pero hubo métodos que fueron un tanto bruscos, y se hirieron los sentimientos
de algunas personas, lo cual no está bien. En adelante, hay que evitar esta
deficiencia. Todos los departamentos y organizaciones deben responsabilizarse
de la labor ideológica y política. Esto es válido para el Partido Comunista,
la Liga de la Juventud, los departamentos gubernamentales encargados de
esta labor y, con mayor razón, para los directores y profesores de los centros
docentes. Nuestra política educacional debe estar orientada a lograr que
todos aquellos que reciben educación se desarrollen moral, intelectual y
físicamente y se conviertan en trabajadores que tengan conciencia socialista
y sean cultos. Debemos promover el espíritu de laboriosidad y economía en
la construcción del país. Es necesario hacer comprender a toda la juventud
que nuestro país es todavía muy pobre, que esta situación no se podrá cambiar
de raíz en un plazo breve y que sólo mediante sus esfuerzos mancomunados
es como la joven generación y todo el pueblo podrán construir con sus propias
manos un país próspero y poderoso en el curso de algunos decenios. La instauración
del sistema socialista nos ha abierto el camino que conduce a la sociedad
ideal del futuro, pero para que esta se haga realidad tenemos que trabajar
arduamente. Algunos jóvenes creen que, una vez establecida la sociedad socialista
todo debe ser perfecto y que ellos pueden gozar de una vida feliz que ya
está dada, sin necesidad de trabajar por ella. Esta idea no corresponde
a la realidad.
VI. EL PROBLEMA DE LAS MINORIAS NACIONALES
Nuestras minorías nacionales conforman una población de más de treinta millones
y, aunque sólo representan el 6 por ciento de la población de China, habitan
extensas regiones que constituyen del 50 al 60 por ciento de la superficie
total del país. Por eso es de imperiosa necesidad fomentar las buenas relaciones
entre ellas y la nacionalidad jan. La clave de este problema está en superar
el chovinismo de gran jan. Al mismo tiempo, hay que superar también el nacionalismo
local en aquellas minorías nacionales en las que éste se presente. Tanto
el chovinismo de gran jan como el nacionalismo local lesionan la unidad
entre las nacionalidades; se trata de un tipo de contradicción en el seno
del pueblo, que debemos resolver. En este aspecto hemos realizado ya cierta
labor y, en comparación con tiempos anteriores, las relaciones entre las
nacionalidades han mejorado mucho en la mayoría de las regiones pobladas
por minorías nacionales. Sin embargo, quedan algunos problemas en espera
de solución. Aún existen, en parte de dichas regiones, serias manifestaciones
tanto de chovinismo de gran jan corno de nacionalismo local, circunstancia
a la cual debe prestarse suficiente atención. Gracias a los esfuerzos hechos
por el pueblo de todas las nacionalidades durante los últimos años, en la
inmensa mayoría de las regiones habitadas por minorías nacionales se han
realizado ya, en lo fundamental, las reformas democráticas y las transformaciones
socialistas. En el Tíbet no se han implantado las reformas democráticas
debido a que allí las condiciones no están todavía maduras. Según el Acuerdo
de Diecisiete Puntos, concertado entre el Gobierno Popular Central y el
gobierno local del Tíbet, la reforma del sistema social debe realizarse,
pero el momento de emprenderla sólo podrá ser decidido cuando la gran mayoría
de las masas tibetanas y sus personalidades dirigentes lo consideren factible.
En cuanto a este particular no debe haber precipitación. Por ahora se ha
decidido no efectuar reformas democráticas en el Tíbet durante el Segundo
Plan Quinquenal. La cuestión de si éstas serán introducidas durante el Tercer
Plan Quinquenal se decidirá a la luz de la situación de entonces.
VII. PROCEDER CON UNA VISION DE CONJUNTO Y ADOPTAR DISPOSICIONES APROPIADAS
Por visión de conjunto entendemos una visión que tenga en cuenta a los seiscientos
millones de habitantes del país. Al formular los planes, manejar los asuntos
o considerar los problemas, debemos partir del hecho de que China tiene
una población de seiscientos millones, hecho que no debemos olvidar jamás.
¿Por qué, pues, planteamos semejante cuestión? ¿Acaso aún puede haber quien
no sepa que nuestro país tiene una población de seiscientos millones? De
saber, lo saben todos, pero en la práctica algunos lo olvidan y les parece
que tanto mejor sería cuanto menos gente hubiera y más reducido fuese el
círculo. Los que tienen esta mentalidad de pequeño círculo se resisten a
la idea de poner en juego todos los factores positivos, unirse con cuanta
gente sea susceptible de ser unida y transformar, en la medida de lo posible,
los factores negativos en positivos a fin de que sirvan a la gran causa
de la edificación de una sociedad socialista. Espero que esa gente ensanche sus horizontes y reconozca de veras que tenemos
una población de seiscientos millones, que éste es un hecho objetivo y que
constituye nuestro capital. El que sea numerosa nuestra población es una
cosa buena, pero, claro está, también implica dificultades. Nuestra construcción
se desenvuelve con ímpetu en todos los terrenos y ha conseguido grandes
éxitos; sin embargo, en el actual período de transición, de grandes cambios
sociales, hay aún muchos problemas difíciles. El avance y las dificultades
simultáneos constituyen una contradicción. Pero toda contradicción debe,
y perfectamente puede, ser resuelta. Nuestra política es la de proceder
con una visión de conjunto y adoptar disposiciones apropiadas. En todos
los problemas, ya se trate de los cereales, las calamidades naturales, el
empleo, la educación, los intelectuales, el frente único de todas las fuerzas
patriotas, las minorías nacionales u otros problemas, hay que partir de
una visión de conjunto, que implica tomar en consideración a todo el pueblo,
y adoptar disposiciones apropiadas de acuerdo con las posibilidades reales
en cada momento y lugar, después de consultar con los sectores interesados.
De ningún modo está bien quejarse de lo numerosa y atrasada que es la gente,
de lo engorrosas y difíciles que son las cosas, y poner punto final dando
la espalda a los problemas. ¿Significa lo dicho que el gobierno debe hacerse
cargo de toda la gente y de todos los problemas? Claro que no. En muchos
casos, esta responsabilidad la pueden asumir las organizaciones populares
o las masas directamente, ya que unas y otras son capaces de idear muchas
buenas soluciones. Esto también entra en la política de proceder con una
visión de conjunto y adoptar disposiciones apropiadas. Debemos guiar a las
organizaciones populares y a las masas de todos los lugares del país para
que actúen en ese sentido.
VIII. SOBRE LAS CONSIGNAS "QUE SE ABRAN CIEN FLORES Y QUE COMPITAN CIEN
ESCUELAS" Y "COEXISTENCIA DURADERA Y SUPERVISION MUTUA"
¿Cómo fue que se plantearon las consignas "Que se abran cien flores y que
compitan cien escuelas" y "Coexistencia duradera y supervisión mutua"? Fueron
enunciadas en base a la situación concreta de China, al reconocimiento de
que en la sociedad socialista aún existen diversas contradicciones y a la
exigencia apremiante de acelerar el desenvolvimiento económico y cultural
del país. "Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas" es la
orientación para promover el desarrollo del arte y el progreso de la ciencia
e impulsar el florecimiento de la cultura socialista de nuestro país. En
el arte, pueden desarrollarse libremente distintas formas y estilos y, en
la ciencia, competir libremente diferentes escuelas. Consideramos perjudicial
al desarrollo del arte y de la ciencia recurrir a medidas administrativas
imponiendo un particular estilo de arte o una determinada escuela y prohibiendo
otros. El problema de lo correcto y lo erróneo en el arte y en la ciencia
debe resolverse mediante discusiones libres en los círculos artísticos y
científicos y a través de la práctica en esos terrenos, no de manera simplista.
Para determinar si una cosa es correcta o errónea se requiere a menudo un
período de prueba. En la historia ocurre con frecuencia que lo nuevo y correcto
no obtiene al comienzo el consenso de la mayoría de los hombres, y sólo
logra desarrollarse en medio de luchas y vicisitudes. Sucede a menudo que
lo justo y bueno no es considerado al principio corno flor fragante, sino,
por el contrario, como hierba venenosa. La teoría de Copérnico sobre el
sistema solar y la de Darwin sobre la evolución fueron consideradas erróneas
en un tiempo y tuvieron que atravesar una ardua lucha. La historia de China
ofrece numerosos ejemplos análogos. En la sociedad socialista, las condiciones
para el crecimiento de lo nuevo son radicalmente distintas y mucho más propicias
que en la vieja sociedad. Sin embargo, aún ocurre con frecuencia que las
fuerzas nacientes son frenadas, y ahogadas las opiniones racionales. La
expansión de las cosas nuevas puede verse también obstaculizada por falta
de discernimiento y no por represión deliberada. Por eso, ante la cuestión
de lo correcto y lo erróneo en la ciencia y en el arte debemos adoptar una
actitud prudente, estimular la discusión libre y evitar las conclusiones
precipitadas. Creemos que esta actitud puede contribuir a un desarrollo
más o menos feliz de la ciencia y del arte. También el marxismo se ha desarrollado en medio de luchas. Al principio,
Fue objeto de toda suerte de ataques y considerado como hierba venenosa.
Esto sucede todavía hoy en muchos lugares del mundo. Sin embargo, el marxismo
goza de una posición muy diferente en los países socialistas. Pero, incluso
en éstos, subsisten ideas no marxistas, y aun antimarxistas. En China, aunque
ha culminado básicamente la transformación socialista en lo tocante a la
propiedad y han terminado en lo fundamental las vastas y tempestuosas luchas
clasistas de las masas, características de los períodos de revolución, subsisten
remanentes de las clases derrocadas: la clase terrateniente y la burguesía
compradora; subsiste la burguesía, y la transformación de la pequeña burguesía
acaba de empezar. La lucha de clases no ha terminado. La lucha de clases
entre el proletariado y la burguesía, entre las diferentes fuerzas políticas
y entre el proletariado y la burguesía en el terreno ideológico, será aún
larga, tortuosa y a veces incluso muy enconada. El proletariado aspira a
transformar el universo según su concepción del mundo, y a otro tanto aspira
la burguesía. A este respecto, aún no ha sido solucionada realmente la cuestión
de si será el socialismo o el capitalismo el que venza. Los marxistas siguen
constituyendo una minoría lo mismo en el conjunto de la población que entre
los intelectuales. Por eso el marxismo tiene que seguir desarrollándose
a través de la lucha. El marxismo sólo puede desarrollarse en la lucha;
esto no sólo es cierto para el pasado y el presente, sino necesariamente
también para el futuro. Lo correcto se desarrolla siempre en el proceso
de la lucha contra lo erróneo. Lo verdadero, lo bueno y lo hermoso sólo
existen en comparación con lo falso, lo malo y lo feo y siempre se desarrollan
en lucha con ellos. En el mismo momento en que la humanidad desecha un error
y acepta una verdad, una nueva verdad comienza a luchar contra nuevas ideas
erróneas. Esta lucha no cesará jamás. Esta es la ley del desarrollo de la
verdad y, desde luego, también la ley del desarrollo del marxismo. Pasará un tiempo bastante largo antes de que se resuelva en nuestro país
la cuestión de quién vencerá a quién en la lucha ideológica entre el socialismo
y el capitalismo. Esto se debe a que la influencia de la burguesía y de
los intelectuales provenientes de la vieja sociedad, su ideología de clase,
subsistirá por largo tiempo en nuestro país. Quien no lo comprenda suficientemente
o no lo comprenda en absoluto, cometerá el más grave de los errores y pasará
por alto la necesidad de la lucha ideológica. Esta última difiere de otras
formas de lucha. En ella no pueden emplearse procedimientos toscos ni coercitivos;
sólo se debe recurrir al razonamiento minucioso. Hoy el socialismo cuenta
con condiciones ventajosas para la lucha ideológica. La fuerza básica del
Poder se halla en manos del pueblo trabajador dirigido por el proletariado.
El Partido Comunista es fuerte y goza de alto prestigio. Aunque se observan
defectos y errores en nuestro trabajo, cualquier persona libre de prejuicios
puede advertir que somos leales al pueblo, que estamos decididos a edificar
nuestra patria junto con el pueblo y somos capaces de hacerlo y que ya hemos
conseguido grandes éxitos y obtendremos otros aún mayores. La abrumadora
mayoría de los elementos burgueses y de los intelectuales provenientes de
la vieja sociedad son patriotas, están dispuestos a servir a su floreciente
patria socialista y saben que, si se apartan de la causa del socialismo
y del pueblo trabajador dirigido por el Partido Comunista, no tendrán nada
en que apoyarse y, en consecuencia, no habrá para ellos ningún futuro brillante.
Alguien podría preguntar: ¿Puede criticarse el marxismo siendo que es reconocido
en nuestro país como ideología rectora por la gran mayoría del pueblo? Desde
luego que sí. El marxismo es una verdad científica y no teme a la crítica.
Si la temiese, si pudiera ser derribado con críticas, no tendría valor alguno.
¿Acaso, de hecho, los idealistas no critican el marxismo a diario y por
todos los medios? ¿Acaso no critican el marxismo también y por todos los
medios aquellos que se aferran a las ideas burguesas y pequeñoburguesas
y rehusan transformarse? Los marxistas no deben temer a la crítica, venga
ésta de donde viniere. Por el contrario, tienen que templarse, desarrollarse
y ampliar sus posiciones precisamente en medio del fuego de la crítica y
en la tormenta de la lucha. La lucha contra las ideas erróneas puede compararse
a la vacunación: El hombre se inmuniza contra la enfermedad cuando la vacuna
le hace efecto. Una cosa criada en invernadero no tiene mucha vitalidad.
La aplicación de la política de "Que se abran cien flores y que compitan
cien escuelas" no debilitará la posición rectora del marxismo en el campo
ideológico, sino que, por el contrario, la fortalecerá. ¿Cuál debe ser nuestra política con respecto a las ideas no marxistas? En
lo que concierne a los contrarrevolucionarios comprobados y a los saboteadores
de la causa socialista, la cosa es fácil: Basta privarlos de la libertad
de palabra. Pero el asunto se presenta de muy distinta manera si se trata
de ideas erróneas en el seno del pueblo. ¿Se debe prohibir tales ideas y
negar a la gente toda oportunidad de expresarlas? Desde luego que no. La
práctica de métodos simplistas para tratar problemas ideológicos en el seno
del pueblo, problemas referentes al mundo espiritual del hombre, no sólo
es ineficaz sino sumamente perniciosa. Las ideas erróneas no dejarán de
existir por el hecho de que se prohiba su expresión. Por otro lado, si las
ideas correctas han sido cultivadas en invernadero, si no han sido expuestas
a los vientos y las lluvias, si no se han hecho inmunes contra la enfermedad,
no podrán vencer a las ideas erróneas al enfrentarse con ellas. Por eso,
sólo empleando los métodos de discusión, crítica y razonamiento podemos
realmente fomentar las ideas correctas, superar las erróneas y solucionar
en forma efectiva los problemas. La burguesía y la pequeña burguesía exteriorizarán indefectiblemente su
ideología. Se expresarán, obstinadamente y por todos los medios posibles,
sobre las cuestiones políticas e ideológicas. No se puede esperar que actúen
de otra manera. No debemos, recurriendo a la coacción, impedirles que se
manifiesten; por el contrario, debemos permitirles que lo hagan y, al mismo
tiempo, debatir con ellos y someterlos a una crítica adecuada. Está fuera
de duda que debemos criticar las ideas erróneas de toda índole. Es inadmisible,
por supuesto, abstenerse de criticar las ideas equivocadas, contemplar con
indiferencia cómo cunden por todas partes y permitirles monopolizar el mercado.
Todo error debe ser criticado y toda hierba venenosa, combatida. Sin embargo,
la crítica no debe ser dogmática; al hacerla, no se debe emplear el método
metafísico, sino esforzarse por aplicar el método dialéctico. Ella ha de
contener análisis científico y argumentos planamente convincentes. Una crítica
dogmática no resuelve nada. Combatimos toda clase de hierbas venenosas,
pero debemos distinguir con cuidado cuáles son verdaderas hierbas venenosas
y cuáles auténticas flores fragantes. Debemos aprender, junto con las masas
populares, a establecer esmeradamente esta distinción y a usar métodos acertados
para combatir las hierbas venenosas. A la par que criticamos el dogmatismo, debemos prestar atención a criticar
el revisionismo. El revisionismo, oportunismo de derecha, es una corriente
ideológica burguesa; es más peligroso que el dogmatismo. Los revisionistas,
oportunistas de derecha, siempre tienen en la boca el marxismo y también
atacan el "dogmatismo". Pero lo que atacan es precisamente la quintaesencia
del marxismo. Combaten o tergiversan el materialismo y la dialéctica; combaten
o intentan debilitar la dictadura democrática popular y la dirección del
Partido Comunista; combaten o intentan debilitar las transformaciones socialistas
y la construcción socialista. Incluso después de la victoria Fundamental
de la revolución socialista en nuestro país, quedan todavía cierto número
de personas que sueñan con restaurar el sistema capitalista y que luchan
contra la clase obrera en todos los frentes, incluido el ideológico. Y en
esta lucha, tienen en los revisionistas a sus mejores ayudantes. Tomadas en su sentido literal, las consignas "Que se abran cien flores"
y "Que compitan cien escuelas" no tienen un carácter clasista; las puede
utilizar el proletariado, y también la burguesía u otras gentes. Cada clase,
cada capa y cada grupo social tiene su propio punto de vista acerca de qué
son flores fragantes y qué hierbas venenosas. Entonces, desde el punto de
vista de las grandes masas populares; ¿cuáles deben ser hoy nuestros criterios
para distinguir las flores fragantes de las hierbas venenosas? ¿Cómo juzgar,
en la vida política de nuestro pueblo, si son correctas o erróneas nuestras
palabras y actos? Consideramos que, con arreglo a los principios constitucionales
del país, a la voluntad de la aplastante mayoría de nuestro pueblo y a los
postulados políticos comunes proclamados en varias ocasiones por los partidos
políticos, se pueden formular, en términos generales, los siguientes criterios:
1) Las palabras y los actos deben contribuir a unir al pueblo de nuestras
distintas nacionalidades, y no dividirlo; 2) Deben favorecer las transformaciones socialistas y la construcción socialista,
y no perjudicarlas; 3) Deben contribuir a consolidar la dictadura democrática popular, y no
minarla o debilitarla; 4) Deben contribuir a afianzar el centralismo democrático, y no socavarlo
o debilitarlo; 5) Deben contribuir a fortalecer la dirección del Partido Comunista, y no
descartara o debilitarla, y 6) Deben Favorecer, y no perjudicar, la unidad socialista internacional
y la unidad de los pueblos de todo el mundo amantes de la paz. De estos seis criterios, los más importantes son los relativos al camino
socialista y a la dirección del Partido. Estos criterios se plantean para
ayudar al pueblo a fomentar la libre discusión de las distintas cuestiones,
y no para obstaculizarla. Quienes los desaprueben pueden, desde luego, expresar
sus opiniones y polemizar. Sin embargo, cuando la mayoría de las personas
tengan claros estos criterios, se podrá encauzar por un camino acertado
la crítica y la autocrítica y aplicarlos a las palabras y acciones de la
gente para determinar si son correctas o erróneas, si se trata de flores
fragantes o de hierbas venenosas. Dichos criterios son criterios políticos.
Claro que para juzgar la certeza de las tesis científicas y el nivel artístico
de las obras de arte hacen falta, además, otros criterios específicos. No
obstante, los seis criterios políticos son aplicables a cualquier actividad
científica o artística. ¿Acaso en un país socialista como el nuestro puede
haber alguna actividad científica o artística útil que esté en pugna con
estos criterios políticos? Los puntos de vista expuestos arriba han sido formulados a la luz de las
condiciones históricas concretas de China. Las condiciones de cada uno de
los países socialistas y Partidos Comunistas no son las mismas. Por eso
no consideramos que ellos deban o tengan la necesidad de seguir nuestra
manera de proceder. La consigna "Coexistencia duradera y supervisión mutua" también es fruto
de las condiciones históricas concretas de nuestro país. No ha sido presentada
de modo súbito, puesto que estuvo en gestación durante varios años. La idea
de la coexistencia duradera nació hace mucho tiempo. El año pasado, cuando
quedó establecido fundamentalmente el sistema socialista, esta consigna
fue planteada en términos explícitos. ¿Por qué, pues, hay que admitir una
larga coexistencia de los partidos democráticos de la burguesía y de la
pequeña burguesía con el partido político de la clase obrera? Porque no
tenemos motivos para no adoptar la política de coexistencia duradera con
respecto a todos aquellos partidos que se dediquen verdaderamente a la tarea
de unir al pueblo para la causa del socialismo y se hayan granjeado su confianza.
Ya en la II Sesión del I Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política
del Pueblo Chino, celebrada en junio de 1950, dije: "Si uno tiene el verdadero deseo de servir al pueblo; si, en un período
difícil para éste, realmente le ha ayudado y ha hecho algo bueno, y sigue
procediendo así consecuentemente, sin detenerse a medio camino, el pueblo
y su gobierno no tendrán motivos para rechazarlo ni para negarle la posibilidad
de ganarse la vida y de prestar sus servicios." Esta es precisamente la base política de la coexistencia duradera de los
partidos. Una coexistencia duradera del Partido Comunista con los partidos
democráticos es nuestro deseo y también nuestra política. Ahora bien, el
que los partidos democráticos puedan tener o no una larga existencia no
depende tan sólo del deseo del Partido Comunista, sino también de cómo se
comporten ellos, de si se ganan la confianza del pueblo. La supervisión
mutua entre los distintos partidos es otro hecho de larga data, que toma
la forma de consejos y críticas recíprocos. La supervisión mutua no es,
desde luego, un asunto unilateral; significa que, a la vez que el Partido
Comunista puede ejercer supervisión sobre los partidos democráticos, éstos
también pueden ejercerla sobre el Partido Comunista. ¿Por qué se admite
la supervisión de los partidos democráticos sobre el Partido Comunista?
Porque un partido, lo mismo que una persona, tiene gran necesidad de oír
opiniones diferentes de las propias. Es de todos conocido que la supervisión
sobre el Partido Comunista la ejercen principalmente el pueblo trabajador
y los militantes del Partido. Pero será más provechoso para nosotros que
también participen en ella los partidos democráticos. Claro que los consejos
y críticas que se intercambien entre los partidos democráticos y el Partido
Comunista sólo podrán desempeñar un papel positivo de supervisión mutua
cuando correspondan a los seis criterios políticos. Por eso esperamos que
todos los partidos democráticos presten atención a la transformación ideológica
y se esfuercen por una coexistencia duradera con el Partido Comunista y
una supervisión mutua, a fin de responder a las necesidades de la nueva
sociedad.
IX.
ACERCA DE LOS DESORDENES CREADOS POR UN PEQUEÑO NUMERO DE PERSONAS
En 1956, se registraron en algunos lugares huelgas obreras y estudiantiles
con un pequeño número de participantes. La causa inmediata de estos disturbios
fue que no se había satisfecho ciertas demandas de beneficios materiales,
que en algunos casos debían y podían haber sido atendidas, mientras que,
en otros, no podían ser satisfechas en ese momento por ser inadecuadas o
excesivas. Pero una de las causas más importantes de los desórdenes fue
el burocratismo de la dirección. La responsabilidad de estos errores burocráticos
debe imputarse, en algunos casos, a los organismos superiores, y no exclusivamente
a las instancias inferiores. Otra causa de los disturbios fue la insuficiente
educación ideológica y política dada a los obreros y a los estudiantes.
Ese mismo año, un pequeño número de miembros de cooperativas agrícolas provocaron
desórdenes, siendo también en este caso las causas principales el burocratismo
de la dirección y la insuficiente educación impartida a las masas. Se debe admitir que, con mucha frecuencia, alguna gente del pueblo se inclina
a preocuparse de sus intereses inmediatos, parciales y personales y no comprende,
o comprende insuficientemente, los intereses a largo plazo, nacionales y
colectivos. Una buena parte de la juventud, por falta de experiencia política
y social, no alcanza a ver el contraste entre la vieja China y la nueva;
no le resulta fácil comprender a fondo ni las incontables penalidades que
nuestro pueblo experimentó en su lucha por liberarse de la opresión del
imperialismo y de la reacción kuomintanista, ni la necesidad de trabajar
duro por un largo período para construir una bella sociedad socialista.
He aquí por qué debemos realizar constantemente una educación política viva
y eficaz entre las masas, decirles siempre la verdad sobre las dificultades
que surjan y estudiar con ellas la manera de resolverlas. No aprobamos los desórdenes, ya que las contradicciones en el seno del pueblo
pueden ser resueltas por el método de "unidad -- crítica -- unidad"; además,
los desórdenes siempre causan ciertas pérdidas y son perjudiciales para
el avance de la causa socialista. Estamos convencidos de que las amplias
masas populares de nuestro país están por el socialismo, acatan conscientemente
la disciplina, son razonables y nunca crearán desórdenes sin motivo. Pero
esto no significa que en nuestro país esté excluida la posibilidad de que
gente del pueblo provoque desórdenes. Sobre este asunto, hay que prestar
atención a lo siguiente: 1) Para eliminar radicalmente las causas de los
desórdenes, debemos extirpar en forma resuelta el burocratismo, intensificar
en grado considerable la educación ideológica y política y tratar de manera
adecuada las diversas contradicciones. Hecho esto, hablando en general,
no se presentarán más desórdenes. 2) Si surgen desórdenes a consecuencia
de nuestro mal trabajo, habrá que conducir al camino acertado a la gente
del pueblo que participe en ellos, aprovecharlos como un medio especial
para el mejoramiento de nuestra labor y para la educación de los cuadros
y las masas y, en fin, resolver las cuestiones que hayan quedado sin solucionar.
En el tratamiento de los desórdenes debemos realizar un trabajo minucioso
y no emplear métodos simplistas, ni batirnos en retirada antes de que el
problema haya sido efectivamente resuelto. No debemos emplear a la ligera
los recursos de expulsión o despido contra los cabecillas de los desórdenes,
salvo aquellos que, por haber infringido el código penal o por ser contrarrevolucionarios
activos, deben ser castigados con arreglo a la ley. En un país tan grande
como el nuestro no es motivo de alarma el que un reducido número de personas
provoquen disturbios; antes bien, eso puede ayudarnos a superar el burocratismo.
En nuestra sociedad hay también un pequeño número de personas que, desdeñando
los intereses públicos, proceden arbitrariamente, cometen delitos y violan
la ley. Puede ocurrir que, utilizando y tergiversando nuestras políticas,
presenten, de modo premeditado, exigencias irrazonables a fin de instigar
a las masas o, con aviesa intención, difundan rumores y armen líos buscando
alterar el orden público. De ninguna manera aprobamos la tolerancia con
gentes de esta calaña; por el contrario, creemos que hay que castigarlas
según la ley. Las grandes masas exigen darles el castigo merecido; dejarlas
impunes iría contra la voluntad de las masas.
X. ¿PUEDE UNA COSA MALA TRANSFORMARSE EN BUENA?
Como he dicho antes, en nuestra sociedad es una cosa mala el que gente del
pueblo promueva desórdenes, y esto no lo aprobamos. Sin embargo, su aparición
puede impulsarnos a sacar lecciones, superar el burocratismo y educar a
los cuadros y a las masas. En este sentido, una cosa mala puede convertirse
en buena. Los desórdenes tienen un doble carácter. Todo disturbio puede
ser considerado desde este punto de vista. Los acontecimientos de Hungría no fueron una cosa buena; eso está claro
para todos. Pero también tienen un doble carácter. Gracias a que los camaradas
húngaros adoptaron medidas acertadas durante los sucesos, éstos se transformaron
de cosa mala en buena. Hungría está hoy más consolidada que antes, y todos
los países del campo socialista han sacado una lección de lo sucedido.
La campaña anticomunista y antipopular desencadenada a escala mundial durante
la segunda mitad del año 1956 también fue, desde luego, una cosa mala, pero
educó y templó a los Partidos Comunistas y a la clase obrera de los diversos
países, y de esta manera se transformó en una cosa buena. Durante esta campaña,
en muchos países abandonaron las filas de los Partidos Comunistas una parte
de sus miembros. Esas deserciones redujeron el número de su militancia,
lo cual fue, por supuesto, una cosa mala. Pero también hubo en ello su lado
bueno. Los elementos vacilantes no quisieron permanecer en las filas de
esos Partidos y se retiraron de ellos, mientras que la gran mayoría de los
afiliados, de convicciones firmes, se unieron todavía más para la lucha.
¿No es esto una cosa buena? En síntesis, debemos aprender a examinar las cuestiones en todos sus aspectos,
a ver no sólo el anverso de las cosas sino también su reverso. En determinadas
condiciones, una cosa mala puede conducir a buenos resultados, y una cosa
buena, a resultados malos. Hace más de dos mil años, ya decía Lao Tse: "En
la desgracia habita la felicidad, en la felicidad se oculta la desgracia."[1]
Los japoneses calificaban de victoria su invasión a China. Los chinos estimaban
como derrota la ocupación por el agresor de vastos territorios del país.
Sin embargo, la derrota de China llevaba en sí el germen de la victoria,
mientras que la victoria del Japón contenía el embrión de la derrota. ¿Acaso
no ha confirmado esto la historia? En todos los países se discute ahora si estallará o no una tercera guerra
mundial. Frente a esta cuestión también debemos estar espiritualmente preparados
y examinarla de modo analítico. Estamos resueltamente por la paz y contra
la guerra. Pero, si los imperialistas insisten en desencadenar una guerra,
no debemos sentir temor. Nuestra actitud ante este asunto es la misma que
ante cualquier otro "desorden": En primer lugar, estamos en contra; en segundo,
no lo tememos. Tras la Primera Guerra Mundial apareció la Unión Soviética,
con doscientos millones de habitantes; tras la Segunda Guerra Mundial surgió
el campo socialista, que abarca a novecientos millones de seres. Puede afirmarse
que si, a pesar de todo, los imperialistas desencadenan una tercera guerra
mundial, otros centenares de millones pasarán inevitablemente al lado del
socialismo, y a los imperialistas no les quedará ya mucho espacio en el
mundo; incluso es probable que se derrumbe por completo todo el sistema
imperialista. Bajo determinadas condiciones, los dos términos opuestos de una contradicción
se convierten inevitablemente cada uno en su contrario, como resultado de
la lucha entre ellos. Aquí lo importante son las condiciones. Sin determinadas
condiciones, ninguno de los dos términos que luchan entre sí puede transformarse
en su contrario. En el mundo, el proletariado es el que más desea cambiar
su situación, y le sigue el semiproletariado, pues el primero no tiene nada
y el segundo tiene poco. La actual situación en que los EE.UU. manipulan
la mayoría de los votos de la ONU y controlan muchas partes del mundo, es
sólo temporal. Llegará indefectiblemente el día en que esta situación cambie.
El status de China como país pobre y privado de sus derechos en la arena
internacional también cambiará: El país pobre se convertirá en rico, el
país privado de sus derechos, en país que goce de ellos, es decir, una transformación
de las cosas en sus contrarios. Las condiciones decisivas para ello son
el sistema socialista y los esfuerzos mancomunados de todo un pueblo unido.
XI. SOBRE EL REGIMEN DE ECONOMIAS
Quisiera detenerme ahora en la cuestión del régimen de economías. Nos disponemos
a realizar una construcción en gran escala, pero nuestro país es muy pobre
todavía: he aquí una contradicción. Uno de los medios para resolverla es
hacer prolongados esfuerzos por practicar rigurosamente economías en todos
los terrenos. En 1952 efectuamos una campaña contra los tres males: la corrupción administrativa,
el despilfarro y el burocratismo, poniendo énfasis en la lucha contra la
corrupción. En 1955 promovimos la práctica de economías, prestando principal
atención al combate contra las normas demasiado altas en la construcción
de obras básicas de carácter improductivo y al ahorro de materias primas
en la producción industrial, y obtuvimos grandes éxitos. Pero, por aquel
entonces, la política de practicar economías no se aplicó seriamente en
todas las ramas de la economía nacional, ni en las entidades oficiales,
unidades militares, centros docentes y organizaciones populares en general.
Este año hay que estimular la práctica de economías y luchar contra el derroche
en todos los aspectos de la vida del país. Nos falta aún experiencia en
el trabajo de construcción. Durante los últimos años hemos conseguido grandes
éxitos, pero también ha habido derroche. Tenemos que construir gradualmente
una serie de grandes empresas modernas, a modo de armazón; sin esta armazón
es imposible transformar en unos decenios nuestro país en una potencia industrial
moderna. Sin embargo, la mayoría de nuestras empresas no deben ser de tales
dimensiones; hay que construir más empresas medianas y pequeñas, aprovechar
al máximo la base industrial heredada de la vieja sociedad y tratar, por
todos los medios, de realizar economías, a fin de hacer más cosas con menos
dinero. La orientación de practicar estrictamente economías y combatir el
despilfarro, planteada en términos más enfáticos que antes por la II Sesión
Plenaria del VIII Comité Central del Partido Comunista de China en noviembre
pasado, ha empezado a dar resultados en los últimos meses. La presente campaña
por la práctica de economías debe ser consecuente y prolongada. La lucha
contra el derroche, igual que la crítica a otros defectos y errores, puede
compararse al acto de lavarse la cara. ¿Acaso no hay que lavarse la cara
todos los días? El Partido Comunista de China, los partidos democráticos,
las personalidades democráticas sin partido, los intelectuales, los industriales
y comerciantes, los obreros, campesinos y artesanos, en una palabra, todos
nosotros -- los seiscientos millones de habitantes -- debemos aumentar la
producción, practicar economías y luchar contra el lujo y el despilfarro.
Esto tiene una gran importancia no sólo económica sino también política.
Entre muchos de nuestros cuadros crece ahora una tendencia peligrosa: desgano
de compartir penas y alegrías con las masas y preocupación por la fama y
el provecho personales. Esto es muy malo. En el curso de la campaña por
aumentar la producción y practicar economías, debemos simplificar nuestros
organismos y trasladar cuadros a los niveles inferiores a fin de que un
número considerable de ellos se reincorpore a la producción. He aquí una
manera de vencer esa tendencia peligrosa. Debemos velar porque todos nuestros
cuadros y todo nuestro pueblo tengan siempre presente que China es un gran
país socialista, pero, al mismo tiempo, un país económicamente atrasado
y pobre, y que esto es una contradicción muy grande. Para convertir a China
en un país próspero y poderoso, se requieren varios decenios de intensos
esfuerzos, que suponen, entre otras cosas, la observancia de un riguroso
régimen de economías y la lucha contra el despilfarro, o sea, la aplicación
de la política de laboriosidad y economía en la construcción del país.
XII. EL CAMINO DE LA INDUSTRIALIZACION DE CHINA
Al hablar sobre nuestro camino hacia la industrialización, me refiero aquí
principalmente a la relación entre el desarrollo de la industria pesada,
el de la industria ligera y el de la agricultura. Hay que reafirmar que
la industria pesada es el centro de la construcción económica de nuestro
país. Pero, al mismo tiempo, es necesario prestar plena atención al desenvolvimiento
de la agricultura y de la industria ligera. China es un gran país agrícola con más del 80 por ciento de la población
en las áreas rurales. Su agricultura debe desarrollarse a la par que su
industria; sólo así podrá la industria disponer de materias primas y de
mercado, sólo así se podrá acumular mayor cantidad de fondos para crear
una poderosa industria pesada. Es de todos sabido que la industria ligera
está estrechísimamente ligada a la agricultura, pues sin ésta no podría
existir industria ligera. Lo que hoy la gente todavía no comprende bien
es que la agricultura proporciona un importante mercado a la industria pesada.
Sin embargo, lo comprenderá fácilmente a medida que la transformación técnica
y la modernización de la agricultura, en su gradual desarrollo, reclamen
cada vez más maquinaria, fertilizantes, obras hidráulicas, instalaciones
de energía eléctrica, transporte, combustible para el consumo popular y
materiales de construcción civil. Si durante el período del Segundo y Tercer
Planes Quinquenales podemos dar un mayor impulso a la agricultura, logrando
así un mayor crecimiento correspondiente de la industria ligera, resultará
beneficiada toda la economía nacional. El desarrollo de la agricultura y
la industria ligera proporcionará a la industria pesada mercado y fondos,
acelerando su crecimiento. A primera vista, el ritmo de la industrialización
parece un poco lento, pero en realidad no es así, e incluso es posible que
se acelere todavía más. Dentro de tres quinquenios o algo más, nuestra producción
anual de acero podrá pasar de las novecientas mil toneladas y tantas, registradas
en 1943, la más alta cifra anual de antes de la Liberación, a los veinte
millones de toneladas o aún a más. Entonces toda la población, tanto de
la ciudad como del campo, se sentirá alegre. Hoy no es mi intención hablar extensamente sobre los problemas económicos.
Carecemos todavía de experiencia en la construcción económica, ya que llevamos
tan sólo siete años ocupándonos de ella; necesitamos acumular experiencias.
Al principio tampoco teníamos experiencia en la revolución y, sólo después
de haber dado traspiés, adquirimos experiencia y obtuvimos la victoria en
todo el país. Ahora debemos lograr que el tiempo necesario para adquirir
experiencia en la construcción económica no sea tan largo ni el precio tan
elevado como requirió el obtener la experiencia de la revolución. De todas
maneras tenemos que pagar un precio, pero esperamos que no sea tan alto
como el que pagamos en la etapa de la revolución. Es necesario comprender
que en esto hay una contradicción: la contradicción entre las leyes objetivas
del desarrollo económico de la sociedad socialista y nuestro conocimiento
subjetivo de ellas, contradicción que debe ser resuelta en la práctica.
Esta se revela también como una contradicción entre personas, entre las
que tienen una comprensión más o menos acertada de las leyes objetivas y
las que las comprenden de manera relativamente incorrecta; es, pues, una
contradicción en el seno del pueblo. Todas las contradicciones existen objetivamente,
y nuestra tarea consiste en conocerlas y resolverlas, dentro de lo posible,
en forma correcta. Para transformar a China en un país industrial debemos aprender a conciencia
las experiencias avanzadas de la Unión Soviética. La Unión Soviética lleva
ya cuarenta años edificando el socialismo y su experiencia es muy valiosa
para nosotros. Veamos: ¿Quién ha diseñado y equipado para nosotros tantas
Fábricas importantes? ¿Acaso los Estados Unidos? ¿Inglaterra, tal vez? No,
ninguno de ellos. Sólo la Unión Soviética lo ha hecho, porque es un país
socialista y aliado nuestro. Además de la Unión Soviética, también nos han
prestado cierta ayuda algunos países hermanos de Europa Oriental. Es completamente
cierto que tenemos que aprender las buenas experiencias de todos los países,
sean socialistas o capitalistas; de eso no cabe duda. Sin embargo, debemos
aprender principalmente de la Unión Soviética. Hay dos actitudes respecto
a cómo aprender. Una es la dogmática, que consiste en copiarlo todo, sea
o no aplicable a las condiciones de nuestro país. Esta no es una actitud
buena. La otra es la de hacer funcionar nuestras cabezas y aprender lo que
se adapte a nuestras condiciones, es decir, asimilar cuanta experiencia
nos sea útil. Esta es la actitud que debemos adoptar. Reforzar nuestra solidaridad con la Unión Soviética y demás países socialistas
es nuestra política fundamental, y en ello estriban nuestros intereses esenciales.
Además, debemos fortalecer y desarrollar la solidaridad con los países de
Asia y áfrica, así como con todos los países y pueblos amantes de la paz.
Unidos a estas dos fuerzas, no estaremos solos. En cuanto a los países imperialistas,
también debemos unirnos con sus pueblos y esforzarnos por coexistir pacíficamente
con estos países, por comerciar con ellos y por conjurar una posible guerra.
Sin embargo, de ningún modo debemos abrigar ideas ilusorias respecto a ellos.
* Discurso pronunciado por el camarada Mao Tsetung en la XI Sesión (Ampliada)
de la Conferencia Suprema de Estado. Fue publicado el 19 de junio de 1957
en Diario del Pueblo, después de que el autor revisó el texto transcrito
de las actas y le hizo algunas adiciones. [Nota de la publicación, del PCCH]
Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma con que se
logra la unidad interna del Partido y demás colectividades revolucionarias
en beneficio del combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar
esta arma.
Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios,
dando origen a un estilo decadente y vulgar, que conduce a la degeneración
política a algunas organizaciones y miembros del Partido y demás colectividades
revolucionarias.
El liberalismo se manifiesta en diferentes formas:
A sabiendas de que una persona está en un error, no sostener una discusión
de principio con ella y dejar pasar las cosas para preservar la paz y la
amistad, porque se trata de un conocido, paisano, condiscípulo, amigo íntimo,
ser querido, viejo colega o viejo subordinado. O bien buscando mantenerse
en buenos términos con esa persona, rozar apenas! el asunto en lugar de
ir hasta el fondo. Así, tanto la colectividad como el individuo resultan
perjudicados. Este es el primer tipo de liberalismo.
Hacer críticas irresponsables en privado en vez de plantear activamente
sugerencias a la organización. No decir nada a los demás en su presencia,
sino andar con chismes a sus espaldas; o callarse en las reuniones, pero
murmurar después. No considerar para nada los principios de la vida colectiva,
sino dejarse llevar por las inclinaciones personales. Este es el segundo
tipo.
Dejar pasar cuanto no le afecte a uno personalmente; decir lo menos posible
aunque se tenga perfecta conciencia de que algo es incorrecto; ser hábil
en mantenerse a cubierto y preocuparse únicamente de evitar reproches. Este
es el tercer tipo.
Desobedecer las órdenes y colocar las opiniones personales en primer lugar;
exigir consideraciones especiales de la organización, pero rechazar su disciplina.
Este es el cuarto tipo.
Entregarse a ataques personales, armar líos, desahogar rencores personales
o buscar venganza, en vez de debatir los puntos de vista erróneos y luchar
contra ellos en bien de la unidad, el progreso y el buen cumplimiento del
trabajo. Este es el quinto tipo. Escuchar opiniones incorrectas y no refutarlas,
e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar sobre
ellas, tomándolas tranquilamente como si nada hubiera pasado. Este es el
sexto tipo.
Al hallarse entre las masas, no hacer propaganda ni agitación, no hablar
en sus reuniones, no investigar ni hacerles preguntas, sino permanecer indiferente
a ellas, sin mostrar la menor preocupación por su bienestar, olvidando que
se es comunista y comportándose como una persona cualquiera. Este es el
séptimo tipo.
No indignarse al ver que alguien perjudica los intereses de las masas, ni
disuadirlo, ni impedir su acción, ni razonar con él, sino dejarle hacer.
Este es el octavo tipo.
Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación definidos; cumplir sólo
con las formalidades y pasar los días vegetando: "mientras sea monje, tocaré
la campana". Este es el noveno tipo.
Considerar que se ha rendido grandes servicios a la revolución y darse aires
de veterano; desdeñar las tareas pequeñas pero no estar a la altura de las
grandes; ser negligente en el trabajo y flojo en el estudio. Este es el
décimo tipo.
Tener conciencia de los propios errores pero no intentar corregirlos, tomando
una actitud liberal para consigo mismo. Este es el undécimo tipo.
Podrían citarse otros tipos más, pero los once descritos son los principales.
Todas éstas son manifestaciones de liberalismo.
En una colectividad revolucionaria, el liberalismo es extremadamente perjudicial.
Es una especie de corrosivo, que deshace la unidad, debilita la cohesión,
causa apatía y crea disensiones. Priva a las filas revolucionarias de su
organización compacta y de su estricta disciplina, impide la aplicación
cabal de su política y aleja a las organizaciones del Partido de las masas
que éste dirige. Se trata de una tendencia sumamente perniciosa.
El liberalismo proviene del egoísmo de la pequeña burguesía; éste coloca
los intereses personales en primer plano y relega los intereses de la revolución
al segundo, engendrando así el liberalismo en los terrenos ideológico, político
y organizativo.
Los adictos al liberalismo consideran los principios del marxismo como dogmas
abstractos. Aprueban el marxismo, pero no están dispuestos a practicarlo
o a practicarlo cabalmente; no están dispuestos a sustituir su liberalismo
por el marxismo Tienen su marxismo y también su liberalismo hablan del marxismo
pero practican el liberalismo el marxismo es para los demás y el liberalismo
para ellos, mismos. Llevan ambos en su bagaje y encuentran aplicación para
uno y otro. Así es como funciona el cerebro de cierta gente.
El liberalismo constituye una manifestación de oportunismo y es radicalmente
opuesto al marxismo. Es negativo y, objetivamente, hace el juego al enemigo.
De ahí que éste se alegre si en nuestras filas persiste el liberalismo.
Por ser tal su naturaleza, no debe haber lugar para el liberalismo en las
filas revolucionarias.
Debemos emplear el espíritu marxista, que es positivo, para superar el liberalismo,
que es negativo. El comunista debe ser sincero y franco leal y activo, poner
los intereses de la revolución por encima de su propia vida y subordinar
sus intereses personales a los de 1a revolución; en todo momento y lugar
ha de adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente contra
todas las ideas y acciones incorrectas, a fin de consolidar la vida colectiva
del Partido y la ligazón de éste con las masas ha de preocuparse más por
el Partido y las masas que por ningún individuo, y más por los demás que
por sí mismo. Sólo una persona así es digna de llamarse comunista.
Todos los comunistas leales, francos, activos y honrados deben unirse para
combatir las tendencias liberales, que cierta gente tiene, y encauzar a
ésta por el camino correcto. He aquí una de nuestras tareas en el frente
ideológico.
SOBRE LA RELACION ENTRE EL CONOCIMIENTO Y LA PRACTICA, ENTRE EL SABER Y
EL HACER
Julio de 1937
El materialismo premarxista examinaba el problema del conocimiento al margen
de la naturaleza social del hombre y de su desarrollo histórico, y por eso
era incapaz de comprender la dependencia del conocimiento respecto a la
práctica social, es decir, la dependencia del conocimiento respecto a la
producción y a la lucha de clases. Ante todo, los marxistas consideran que la actividad del hombre en la producción
es su actividad práctica más fundamental, la que determina todas sus demás
actividades. El conocimiento del hombre depende principalmente de su actividad
en la producción material; en el curso de ésta, el hombre va comprendiendo
gradualmente los fenómenos, las propiedades y las leyes de la naturaleza,
así como las relaciones entre él mismo y la naturaleza, y, también a través
de su actividad en la producción, va conociendo paulatinamente y en diverso
grado determinadas relaciones existentes entre los hombres. No es posible
adquirir ninguno de estos conocimientos fuera de la actividad en la producción.
En una sociedad sin clases, cada individuo, como miembro de la sociedad,
uniendo sus esfuerzos a los de los demás miembros y entrando con ellos en
determinadas relaciones de producción, se dedica a la producción para satisfacer
las necesidades materiales del hombre. En todas las sociedades de clases,
los miembros de las diferentes clases sociales, entrando también, de una
u otra manera, en determinadas relaciones de producción, se dedican a la
producción, destinada a satisfacer las necesidades materiales del hombre.
Esto constituye la fuente fundamental desde la cual se desarrolla el conocimiento
humano. La práctica social del hombre no se reduce a su actividad en la producción,
sino que tiene muchas otras formas: la lucha de clases, la vida política,
las actividades científicas y artísticas; en resumen, el hombre, como ser
social, participa en todos los dominios de la vida práctica de la sociedad.
Por lo tanto, va conociendo en diverso grado las diferentes relaciones entre
los hombres no sólo a través de la vida material, sino también a través
de la vida política y la vida cultural (ambas estrechamente ligadas a la
vida material). De estas otras formas de la práctica social, la lucha de
clases en sus diversas manifestaciones ejerce, en particular, una influencia
profunda sobre el desarrollo del conocimiento humano. En la sociedad de
clases, cada persona existe como miembro de una determinada clase, y todas
las ideas, sin excepción, llevan su sello de clase. Los marxistas sostienen que la producción en la sociedad humana se desarrolla
paso a paso, de lo inferior a lo superior, y que, en consecuencia, el conocimiento
que el hombre tiene tanto de la naturaleza como de la sociedad se desarrolla
también paso a paso, de lo inferior a lo superior, es decir, de lo superficial
a lo profundo, de lo unilateral a lo multilateral. Durante un período muy
largo en la historia, el hombre se vio circunscrito a una comprensión unilateral
de la historia de la sociedad, ya que, por una parte, las clases explotadoras
la deformaban constantemente debido a sus prejuicios, y, por la otra, la
pequeña escala de la producción limitaba la visión del hombre. Sólo cuando
surgió el proletariado moderno junto con gigantescas fuerzas productivas
(la gran industria), pudo el hombre alcanzar una comprensión global e histórica
del desarrollo de la sociedad y transformar este conocimiento en una ciencia,
la ciencia del marxismo. Los marxistas sostienen que la práctica social del hombre es el único criterio
de la verdad de su conocimiento del mundo exterior. Efectivamente, el conocimiento
del hombre queda confirmado sólo cuando éste logra los resultados esperados
en el proceso de la práctica social (producción material, lucha de clases
o experimentación científica). Si el hombre quiere obtener éxito en su trabajo,
es decir, lograr los resultados esperados, tiene que hacer concordar sus
ideas con las leyes del mundo exterior objetivo; si no consigue esto, fracasa
en la práctica. Después de sufrir un fracaso, extrae lecciones de él, modifica
sus ideas haciéndolas concordar con las leyes del mundo exterior y, de esta
manera, puede transformar el fracaso en éxito: he aquí lo que se quiere
decir con "el fracaso es madre del éxito" y "cada fracaso nos hace más listos".
La teoría materialista dialéctica del conocimiento coloca la práctica en
primer plano; considera que el conocimiento del hombre no puede separarse
ni en lo más mínimo de la práctica, y repudia todas las teorías erróneas
que niegan su importancia o separan de ella el conocimiento. Lenin dijo:
"La práctica es superior al conocimiento (teórico), porque posee no sólo
la dignidad de la universalidad, sino también la de la realidad inmediata."[1]
La filosofía marxista -- el materialismo dialéctico -- tiene dos características
sobresalientes. Una es su carácter de clase: afirma explícitamente que el
materialismo dialéctico sirve al proletariado. La otra es su carácter práctico:
subraya la dependencia de la teoría respecto a la práctica, subraya que
la práctica es la base de la teoría y que ésta, a su vez, sirve a la práctica.
El que sea verdad o no un conocimiento o teoría no se determina mediante
una apreciación subjetiva, sino mediante los resultados objetivos de la
práctica social. El criterio de la verdad no puede ser otro que la práctica
social. El punto de vista de la práctica es el punto de vista primero y
fundamental de la teoría materialista dialéctica del conocimiento[2].
Pero, ¿cómo el conocimiento humano surge de la práctica y sirve a su vez
a la práctica? Para comprenderlo basta con mirar el proceso de desarrollo
del conocimiento. En el proceso de la práctica, el hombre no ve al comienzo más que las apariencias,
los aspectos aislados y las conexiones externas de las cosas. Por ejemplo,
algunas personas de fuera vienen a Yenán en giras de investigación. En los
primeros uno o dos días, ven su topografía, calles y casas, entran en contacto
con muchas personas, asisten a recepciones, veladas y mítines, oyen todo
tipo de conversaciones y leen diferentes documentos: todo esto son las apariencias
de las cosas, sus aspectos aislados y sus conexiones externas. Esta etapa
del conocimiento se denomina etapa sensorial, y es la etapa de las sensaciones
y las impresiones. Esto es, las cosas de Yenán, aisladas, actuando sobre
los órganos de los sentidos de los miembros del grupo de investigación,
han provocado sensaciones en ellos y hecho surgir en su cerebro multitud
de impresiones junto con una noción aproximativa de las conexiones externas
entre dichas impresiones: ésta es la primera etapa del conocimiento. En
esta etapa, el hombre no puede aún formar conceptos, que corresponden a
un nivel más profundo, ni sacar conclusiones lógicas. A medida que continúa la práctica social, las cosas que en el curso de la
práctica suscitan en el hombre sensaciones e impresiones, se presentan una
y otra vez; entonces se produce en su cerebro un cambio repentino (un salto)
en el proceso del conocimiento y surgen los conceptos. Los conceptos ya
no constituyen reflejos de las apariencias de las cosas, de sus aspectos
aislados y de sus conexiones externas, sino que captan las cosas en su esencia,
en su conjunto y en sus conexiones internas. Entre el concepto y la sensación
existe una diferencia no sólo cuantitativa sino también cualitativa. Continuando
adelante, mediante el juicio y el razonamiento, se pueden sacar conclusiones
lógicas. La expresión de la Crónica de los tres reinos[3]: "Frunció el entrecejo
y le vino a la mente una estratagema", o la del lenguaje corriente: "Déjeme
reflexionar", significan que el hombre, empleando conceptos en el cerebro,
procede al juicio y al razonamiento. Esta es la segunda etapa del conocimiento.
Los miembros del grupo de investigación, después de haber reunido diversos
datos y, lo que es más, después de "haber reflexionado", pueden llegar al
juicio de que "la política de frente único nacional antijaponés, aplicada
por el Partido Comunista, es consecuente, sincera y genuina". Habiendo formulado
este juicio, ellos pueden, si son también genuinos partidarios de la unidad
para salvar a la nación, dar otro paso adelante y sacar la siguiente conclusión:
"El frente único nacional antijaponés puede tener éxito." Esta etapa, la
de los conceptos, los juicios y los razonamientos, es aún más importante
en el proceso completo del conocimiento de una cosa por el hombre; es la
etapa del conocimiento racional. La verdadera tarea del conocimiento consiste
en llegar, pasando por las sensaciones, al pensamiento, en llegar paso a
paso a la comprensión de las contradicciones internas de las cosas objetivas,
de sus leyes y de las conexiones internas entre un proceso y otro, es decir,
en llegar al conocimiento lógico. Repetimos: el conocimiento lógico difiere
del conocimiento sensorial en que éste concierne a los aspectos aislados,
las apariencias y las conexiones externas de las cosas, mientras que aquél,
dando un gran paso adelante, alcanza al conjunto, a la esencia y a las conexiones
internas de las cosas, pone al descubierto las contradicciones internas
del mundo circundante y puede, por consiguiente, llegar a dominar el desarrollo
del mundo circundante en su conjunto, en las conexiones internas de todos
sus aspectos. Nadie antes del marxismo elaboró una teoría como ésta, la materialista dialéctica,
sobre el proceso de desarrollo del conocimiento, el que se basa en la práctica
y va de lo superficial a lo profundo. Es el materialismo marxista el primero
en resolver correctamente este problema, poniendo en evidencia de. manera
materialista y dialéctica el movimiento de profundización del conocimiento,
movimiento por el cual el hombre, como ser social, pasa del conocimiento
sensorial al conocimiento lógico en su compleja y constantemente repetida
práctica de la producción y de la lucha de clases. Lenin dijo: "La abstracción
de la materia, de una ley de la naturaleza, la abstracción del valor, etc.,
en una palabra, todas las abstracciones científicas (correctas, serias,
no absurdas) reflejan la naturaleza en forma más profunda, veraz y completa."[4]
El marxismo-leninismo sostiene que cada una de las dos etapas del proceso
cognoscitivo tiene sus propias características: en la etapa inferior, el
conocimiento se manifiesta como conocimiento sensorial y, en la etapa superior,
como conocimiento lógico, pero ambas son etapas de un proceso cognoscitivo
único. Lo sensorial y lo racional son cualitativamente diferentes; sin embargo,
uno y otro no están desligados, sino unidos sobre la base de la práctica.
Nuestra práctica testimonia que no podemos comprender inmediatamente lo
que percibimos, y que podemos percibir con mayor profundidad sólo aquello
que ya comprendemos. La sensación sólo resuelve el problema de las apariencias;
únicamente la teoría puede resolver el problema de la esencia. La solución
de ninguno de estos problemas puede separarse ni en lo más mínimo de la
práctica. Quien quiera conocer una cosa, no podrá conseguirlo sin entrar
en contacto con ella, es decir, sin vivir (practicar) en el mismo medio
de esa cosa. En la sociedad feudal era imposible conocer de antemano las
leyes de la sociedad capitalista, pues no había aparecido aún el capitalismo
y faltaba la práctica correspondiente. El marxismo sólo podía ser producto
de la sociedad capitalista. Marx, en la época del capitalismo liberal, no
podía conocer concretamente, de antemano, ciertas leyes peculiares de la
época del imperialismo, ya que no había aparecido aún el imperialismo, fase
final del capitalismo, y faltaba la práctica correspondiente; sólo Lenin
y Stalin pudieron asumir esta tarea. Aparte de su genio, la razón principal
por la cual Marx, Engels, Lenin y Stalin pudieron crear sus teorías fue
su participación personal en la práctica de la lucha de clases y de la experimentación
científica de su tiempo; sin este requisito, ningún genio podría haber logrado
éxito. La expresión: "Sin salir de su casa, el letrado sabe todo cuanto
sucede en el mundo" no era más que una frase hueca en los tiempos antiguos,
cuando la técnica estaba poco desarrollada; y en nuestra época de técnica
desarrollada, aunque tal cosa es realizable, los únicos que tienen auténticos
conocimientos de primera mano son las personas que en el mundo se dedican
a la práctica. Y sólo cuando, gracias a la escritura y a la técnica, llegan
al "letrado" los conocimientos que estas personas han adquirido en su práctica,
puede éste, indirectamente, "saber todo cuanto sucede en el mundo". Para
conocer directamente tal o cual cosa o cosas, es preciso participar personalmente
en la lucha práctica por transformar la realidad, por transformar dicha
cosa o cosas, pues es éste el único medio de entrar en contacto con sus
apariencias; asimismo, es éste el único medio de poner al descubierto la
esencia de dicha cosa o cosas y comprenderlas. Tal es el proceso cognoscitivo
que en realidad siguen todos los hombres, si bien alguna gente, deformando
deliberadamente los hechos, afirma lo contrario. La gente más ridícula del
mundo son los "sabelotodo" que, recogiendo de oídas conocimientos fragmentarios
y superficiales, se las dan de "máxima autoridad en el mundo", lo que testimonia
simplemente su fatuidad. El conocimiento es problema de la ciencia y ésta
no admite ni la menor deshonestidad ni la menor presunción; lo que exige
es ciertamente lo contrario: honestidad y modestia. Si quieres conocer,
tienes que participar en la práctica transformadora de la realidad. Si quieres
conocer el sabor de una pera, tienes tú mismo que transformarla comiéndola.
Si quieres conocer la estructura y las propiedades del átomo, tienes que
hacer experimentos físicos y químicos, cambiar el estado del átomo. Si quieres
conocer la teoría y los métodos de la revolución, tienes que participar
en la revolución. Todo conocimiento auténtico nace de la experiencia directa.
Sin embargo, el hombre no puede tener experiencia directa de todas las cosas
y, de hecho, la mayor parte de nuestros conocimientos proviene de la experiencia
indirecta, por ejemplo, todos los conocimientos de los siglos pasados y
de otros países. Estos conocimientos fueron o son, para nuestros antecesores
y los extranjeros, producto de la experiencia directa, y merecen confianza
si en el curso de esa experiencia directa se ha cumplido la condición de
"abstracción científica" de que hablaba Lenin y si reflejan de un modo científico
la realidad objetiva; en caso contrario, no la merecen. Por eso, los conocimientos
de una persona los constituyen sólo dos sectores: uno proviene de la experiencia
directa y el otro, de la experiencia indirecta. Además, lo que para mí es
experiencia indirecta, constituye experiencia directa para otros. Por lo
tanto, considerados en su conjunto, los conocimientos, sean del tipo que
fueren, no pueden separarse de la experiencia directa. Todo conocimiento
se origina en las sensaciones que el hombre obtiene del mundo exterior objetivo
a través de los órganos de los sentidos; no es materialista quien niegue
la sensación, niegue la experiencia directa, o niegue la participación personal
en la práctica transformadora de la realidad. Es por esto que los "sabelotodo"
son ridículos. Un antiguo proverbio chino dice: "Si uno no entra en la guarida
del tigre, ¿cómo podrá apoderarse de sus cachorros?" Este proverbio es verdad
tanto para la práctica del hombre como para la teoría del conocimiento.
No puede haber conocimiento al margen de la práctica. Para poner en claro el movimiento materialista dialéctico del conocimiento,
movimiento de profundización gradual del conocimiento, surgido sobre la
base de la práctica transformadora de la realidad, daremos a continuación
otros ejemplos concretos. En el período inicial de su práctica, período de destrucción de las máquinas
y de lucha espontánea, el proletariado se encontraba, en cuanto a su conocimiento
de la sociedad capitalista, sólo en la etapa del conocimiento sensorial;
conocía sólo los aspectos aislados y las conexiones externas de los diversos
fenómenos del capitalismo. En esa época, el proletariado era todavía una
"clase en sí". Sin embargo, el proletariado se convirtió en una "clase para
sí" cuando, entrando en el segundo período de su práctica, período de lucha
económica y política consciente y organizada, llegó a comprender la esencia
de la sociedad capitalista, las relaciones de explotación entre las clases
sociales y sus propias tareas históricas, gracias a su práctica, a su variada
experiencia de largos años de lucha y a su educación en la teoría marxista,
resumen científico hecho por Marx y Engels de dicha experiencia. Lo mismo pasó con el conocimiento del pueblo chino respecto al imperialismo.
La primera etapa fue la del conocimiento sensorial, superficial, tal como
se manifestó en las indiscriminadas luchas contra los extranjeros, ocurridas
durante los movimientos del Reino Celestial Taiping, del Yijetuan y otros.
Sólo en la segunda etapa, la del conocimiento racional, el pueblo chino
discernió las diferentes contradicciones internas y externas del imperialismo
y comprendió la verdad esencial de que el imperialismo, en alianza con la
burguesía compradora y la clase feudal, oprimía y explotaba a las amplias
masas populares de China; tal conocimiento no comenzó sino por la época
del Movimiento del 4 de Mayo de 1919. Veamos ahora la guerra. Si los dirigentes militares carecen de experiencia
militar, no podrán comprender en la etapa inicial las leyes profundas que
rigen la dirección de una guerra específica (por ejemplo, nuestra Guerra
Revolucionaria Agraria de los últimos diez años). En la etapa inicial, sólo
vivirán la experiencia de numerosos combates y, lo que es más, sufrirán
muchas derrotas. Sin embargo, esta experiencia (la experiencia de los combates
ganados y, sobre todo, la de los perdidos) les permitirá comprender lo que
por dentro articula toda la guerra, es decir, las leyes de esa guerra específica,
comprender su estrategia y sus tácticas, y de este modo, dirigirla con seguridad.
Si en ese momento se confía el mando de la guerra a una persona inexperta,
ella también tendrá que sufrir una serie de derrotas (es decir, adquirir
experiencia) antes de poder comprender las verdaderas leyes de la guerra.
Con frecuencia, de algún camarada que no tiene coraje para aceptar una tarea,
oímos decir: "No estoy seguro de poder cumplirla." ¿Por qué no está seguro
de sí mismo? Porque no comprende el contenido y las circunstancias de ese
trabajo según las leyes que lo rigen, porque no ha tenido o ha tenido muy
poco contacto con semejante trabajo, de modo que no se puede ni hablar de
que conozca tales leyes. Pero, después de un análisis detallado de la naturaleza
y las circunstancias de ese trabajo, se sentirá relativamente seguro de
sí mismo y lo aceptará de buen grado. Si se dedica a él por algún tiempo
y adquiere experiencia, y si está dispuesto a examinar la situación con
prudencia, en vez de abordarla de una manera subjetiva, unilateral y superficial,
será capaz de llegar por sí mismo a conclusiones sobre cómo debe hacer el
trabajo y lo hará con mucho mayor coraje. Sólo quienes abordan los problemas
de manera subjetiva, unilateral y superficial, dictan órdenes presuntuosamente
apenas llegan a un nuevo lugar, sin considerar las circunstancias, sin examinar
las cosas en su totalidad (su historia y su situación actual en conjunto)
ni penetrar en su esencia (su naturaleza y las conexiones internas entre
una cosa y otras). Semejantes personas tropiezan y caen inevitablemente.
Así se ve que el primer paso en el proceso del conocimiento es el contacto
con las cosas del mundo exterior; esto corresponde a la etapa de las sensaciones.
El segundo es sintetizar los datos proporcionados por las sensaciones, ordenándolos
y elaborándolos; esto corresponde a la etapa de los conceptos, los juicios
y los razonamientos. Sólo cuando los datos proporcionados por las sensaciones
son muy ricos (no fragmentarios e incompletos) y acordes con la realidad
(no ilusorios), pueden servir de base para formar conceptos correctos y
una lógica correcta. Aquí hay que subrayar dos puntos importantes. El primero, que se ha señalado
más arriba pero que conviene reiterar, es la dependencia del conocimiento
racional respecto al conocimiento sensorial. Es idealista quien considere
posible que el conocimiento racional no provenga del conocimiento sensorial.
En la historia de la filosofía existe la escuela "racionalista", que sólo
reconoce la realidad de la razón y niega la realidad de la experiencia,
considerando que sólo es digna de crédito la razón y no la experiencia sensorial;
su error consiste en trastrocar los hechos. Lo racional merece crédito precisamente
porque dimana de lo sensorial; de otro modo, lo racional sería arroyo sin
fuente, árbol sin raíces, algo subjetivo, autogenerado e indigno de confianza.
En el orden que sigue el proceso del conocimiento, la experiencia sensorial
viene primero; si subrayamos la importancia de la práctica social en el
proceso del conocimiento, es porque sólo ella puede dar origen al conocimiento
humano y permitir al hombre comenzar a adquirir experiencia sensorial del
mundo exterior objetivo. Para una persona que cierra los ojos y se tapa
los oídos y se aísla totalmente del mundo exterior objetivo, no hay conocimiento
posible. El conocimiento comienza con la experiencia: éste es el materialismo
de la teoría del conocimiento. El segundo punto es que el conocimiento necesita profundizarse, necesita
desarrollarse de la etapa sensorial a la racional: ésta es la dialéctica
de la teoría del conocimiento[5]. Pensar que el conocimiento puede quedarse
en la etapa inferior, sensorial, y que sólo es digno de crédito el conocimiento
sensorial y no el racional, significa caer en el "empirismo", error ya conocido
en la historia. El error de esta teoría consiste en ignorar que los datos
proporcionados por las sensaciones, aunque constituyen reflejos de determinadas
realidades del mundo exterior objetivo (aquí no me refiero al empirismo
idealista, que reduce la experiencia a la llamada introspección), no pasan
de ser unilaterales y superficiales, reflejos incompletos de las cosas,
que no traducen su esencia. Para reflejar plenamente una cosa en su totalidad,
para reflejar su esencia y sus leyes internas, hay que proceder a una operación
mental, someter los ricos datos suministrados por las sensaciones a una
elaboración que consiste en desechar la cáscara para quedarse con el grano,
descartar lo falso para conservar lo verdadero, pasar de un aspecto a otro
y de lo externo a lo interno, formando así un sistema de conceptos y teorías;
es necesario dar un salto del conocimiento sensorial al racional. Los conocimientos
así elaborados no son menos substanciosos ni menos dignos de confianza.
Por el contrario, todo aquello que en el proceso del conocimiento ha sido
científicamente elaborado sobre la base de la práctica, refleja la realidad
objetiva, como dice Lenin, en forma más profunda, veraz y completa. Los
"prácticos" vulgares no proceden así; respetan la experiencia pero desprecian
la teoría, y en consecuencia no pueden tener una visión que abarque un proceso
objetivo en su totalidad, carecen de una orientación clara y de una perspectiva
de largo alcance, y se contentan con sus éxitos ocasionales y con fragmentos
de la verdad. Si esas personas dirigen una revolución, la conducirán a un
callejón sin salida. El conocimiento racional depende del conocimiento sensorial, y éste necesita
desarrollarse hasta convertirse en conocimiento racional: tal es la teoría
materialista dialéctica del conocimiento. En la filosofía, ni el "racionalismo"
ni el "empirismo" entienden el carácter histórico o dialéctico, del conocimiento,
y aunque cada una de estas escuelas contiene un aspecto de la verdad (me
refiero al racionalismo y al empirismo materialistas, y no idealistas),
ambas son erróneas en cuanto a la teoría del conocimiento en su conjunto.
El movimiento materialista dialéctico del conocimiento desde lo sensorial
a lo racional ocurre tanto en un pequeño proceso cognoscitivo (por ejemplo,
conocer una sola cosa, un solo trabajo) como en uno grande (por ejemplo,
conocer una sociedad o una revolución). Sin embargo, el movimiento del conocimiento no acaba ahí. Detener el movimiento
materialista dialéctico del conocimiento en el conocimiento racional, sería
tocar sólo la mitad del problema y, más aún, según la filosofía marxista,
la mitad menos importante. La filosofía marxista considera que el problema
más importante no consiste en comprender las leyes del mundo objetivo para
estar en condiciones de interpretar el mundo, sino en aplicar el conocimiento
de esas leyes para transformarlo activamente. Para el marxismo, la teoría
es importante, y su importancia está plenamente expresada en la siguiente
frase de Lenin: "Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento
revolucionario."[6] Pero el marxismo subraya la importancia de la teoría
precisa y únicamente porque ella puede servir de guía para la acción. Si
tenemos una teoría justa, pero nos contentamos con hacer de ella un tema
de conversación y la dejamos archivada en lugar de ponerla en práctica,
semejante teoría, por buena que sea, carecerá de significación. El conocimiento
comienza por la práctica, y todo conocimiento teórico, adquirido a través
de la práctica, debe volver a ella. La función activa del conocimiento no
solamente se manifiesta en el salto activo del conocimiento sensorial al
racional, sino que también, lo que es más importante, debe manifestarse
en el salto del conocimiento racional a la práctica revolucionaria. El conocimiento
que alcanza las leyes del mundo hay que dirigirlo de nuevo a la práctica
transformadora del mundo, hay que aplicarlo nuevamente a la práctica de
la producción, a la práctica de la lucha de clases revolucionaria y de la
lucha nacional revolucionaria, así como a la práctica de la experimentación
científica. Este es el proceso de comprobación y desarrollo de la teoría,
la continuación del proceso global del conocimiento. El problema de saber
si una teoría corresponde a la verdad objetiva no se resuelve ni puede resolverse
completamente en el arriba descrito movimiento del conocimiento desde lo
sensorial a lo racional. El único medio para resolver completamente este
problema es dirigir de nuevo el conocimiento racional a la práctica social,
aplicar la teoría a la práctica y ver si conduce a los objetivos planteados.
Muchas teorías de las ciencias naturales son reconocidas como verdades no
sólo porque fueron creadas por los científicos, sino porque han sido comprobadas
en la práctica científica ulterior. Igualmente, el marxismo-leninismo es
reconocido como verdad no sólo porque esta doctrina fue elaborada científicamente
por Marx, Engels, Lenin y Stalin, sino porque ha sido comprobada en la ulterior
práctica de la lucha de clases revolucionaria y de la lucha nacional revolucionaria.
El materialismo dialéctico es una verdad universal porque nadie, en su práctica,
puede escapar a su dominio. La historia del conocimiento humano nos enseña
que la verdad de muchas teorías era incompleta y que la comprobación en
la práctica ha permitido completarla. Numerosas teorías eran erróneas, y
la comprobación en la práctica ha permitido corregirlas. Es por esto que
la práctica es el criterio de la verdad y que "el punto de vista de la vida,
de la práctica, debe ser el punto de vista primero y fundamental de la teoría
del conocimiento"[7]. Stalin tenía razón al decir: "[. . .] la teoría deja
de tener objeto cuando no se halla vinculada a la práctica revolucionaria,
exactamente del mismo modo que la práctica es ciega si la teoría revolucionaria
no alumbra su camino."[8] ¿Se consuma aquí el movimiento del conocimiento? Nuestra respuesta es sí
y no. Cuando los hombres, como seres sociales, se dedican a la práctica
transformadora de un determinado proceso objetivo (sea natural o social)
en una etapa determinada de su desarrollo, pueden, a consecuencia del reflejo
del proceso objetivo en su cerebro y de su propia actividad consciente,
hacer avanzar su conocimiento desde lo sensorial a lo racional, y crear
ideas, teorías, planes o proyectos que correspondan, en términos generales,
a las leyes que rigen el proceso objetivo en cuestión. Luego, aplican estas
ideas, teorías, planes o proyectos a la práctica del mismo proceso objetivo.
Si alcanzan los objetivos planteados, es decir, si en la práctica de este
mismo proceso logran hacer realidad las ideas, teorías, planes o proyectos
previamente formulados, o hacerlos realidad en líneas generales, entonces
puede considerarse consumado el movimiento del conocimiento de este proceso
específico. Pueden darse por logrados los objetivos previstos cuando, por
ejemplo, en el proceso de transformar la naturaleza, se realiza un proyecto
de ingeniería, se verifica una hipótesis científica, se fabrica un utensilio
o se cosecha un cultivo, o, en el proceso de transformar la sociedad, se
gana una huelga, se vence en una guerra, o se cumple un plan educacional.
Sin embargo, por lo general, tanto en la práctica que transforma la naturaleza
como en la que transforma la sociedad, muy rara vez se realizan sin ninguna
alteración las ideas, teorías, planes o proyectos previamente elaborados
por el hombre. Esto se debe a que la gente que se dedica a la transformación
de la realidad está siempre sujeta a numerosas limitaciones; no sólo se
encuentra limitada por las condiciones científicas y técnicas existentes,
sino también por el desarrollo del propio proceso objetivo y el grado en
que éste se manifiesta (aún no se han revelado plenamente los diferentes
aspectos y la esencia del proceso objetivo). En esta situación, debido a
que en el curso de la práctica se descubren circunstancias imprevistas,
con frecuencia se modifican parcialmente y a veces incluso completamente
las ideas, teorías, planes o proyectos. Dicho de otra manera, se dan casos
en que las ideas, teorías, planes o proyectos originales no corresponden,
en parte o en todo, a la realidad, son parcial o totalmente erróneos. A
menudo, sólo después de repetidos fracasos se logra corregir los errores
en el conocimiento y hacer concordar a éste con las leyes del proceso objetivo
y, por consiguiente, transformar lo subjetivo en objetivo, es decir, obtener
en la práctica los resultados esperados. En todo caso, cuando se llega a
este punto, puede considerarse consumado el movimiento del conocimiento
humano respecto a un proceso objetivo dado en una etapa determinada de su
desarrollo. Sin embargo, considerado el proceso en su avance, el movimiento del conocimiento
humano no está consumado. En virtud de sus contradicciones y luchas internas,
todo proceso, sea natural o social, avanza y se desarrolla, y, en consonancia
con ello, también tiene que avanzar y desarrollarse el movimiento del conocimiento
humano. En cuanto a los movimientos sociales, los auténticos dirigentes
revolucionarios no sólo deben saber corregir los errores que se descubran
en sus ideas, teorías, planes o proyectos, corno ya se ha dicho anteriormente,
sino que, además, cuando un determinado proceso objetivo avanza y cambia
pasando de una etapa de desarrollo a otra, ellos deben saber avanzar y cambiar,
a la par, en su conocimiento subjetivo, y conseguir que todos los que participan
en la revolución hagan lo mismo, es decir, deben saber plantear, de acuerdo
con los nuevos cambios producidos en la situación, nuevas tareas revolucionarias
y nuevos proyectos de trabajo. En un período revolucionario, la situación
cambia con mucha rapidez, y si el conocimiento de los revolucionarios no
cambia también rápidamente en conformidad con la situación, ellos no serán
capaces de conducir la revolución a la victoria. No obstante, sucede a menudo que el pensamiento se rezaga respecto a la
realidad; esto se debe a que el conocimiento del hombre está limitado por
numerosas condiciones sociales. Nos oponemos a los testarudos en las filas
revolucionarias, cuyo pensamiento no progresa en concordancia con las circunstancias
objetivas cambiantes y se ha manifestado en la historia como oportunismo
de derecha. Estas personas no ven que la lucha de los contrarios ha hecho
avanzar el proceso objetivo, mientras que su conocimiento se halla atascado
aún en la vieja etapa. Esto es característico del pensamiento de todos los
testarudos. Su pensamiento está apartado de la práctica social, y ellos
no son capaces de ir delante guiando el carro de la sociedad; se limitan
a ir a la rastra, refunfuñando que el carro marcha demasiado rápido y tratando
de hacerlo retroceder o dar media vuelta y regresar. Nos oponemos también a la huera palabrería "izquierdista". El pensamiento
de los "izquierdistas" pasa por encima de una determinada etapa de desarrollo
del proceso objetivo; algunos toman sus fantasías por verdades, otros pretenden
realizar a la fuerza en el presente ideales sólo realizables en el futuro.
Alejado de la práctica presente de la mayoría de las personas y de la realidad
del momento, su pensamiento se traduce en la acción como aventurerismo.
El idealismo y el materialismo mecanicista, el oportunismo y el aventurerismo,
se caracterizan por la ruptura entre lo subjetivo y lo objetivo, por la
separación entre el conocimiento y la práctica. La teoría marxista-leninista
del conocimiento, caracterizada por la práctica social científica, no puede
dejar de oponerse categóricamente a estas concepciones erróneas. Los marxistas
reconocen que, en el proceso general absoluto del desarrollo del universo,
el desarrollo de cada proceso determinado es relativo y que, por eso, en
el torrente infinito de la verdad absoluta, el conocimiento humano de cada
proceso determinado en una etapa dada de desarrollo es sólo una verdad relativa.
La suma total de las incontables verdades relativas constituye la verdad
absoluta[9]. El desarrollo de todo proceso objetivo está lleno de contradicciones
y luchas, y también lo está el desarrollo del movimiento del conocimiento
humano. Todo movimiento dialéctico del mundo objetivo se refleja, tarde
o temprano, en el conocimiento humano. En la práctica social, el proceso
de nacimiento, desarrollo y extinción es infinito. Y así lo es el proceso
de nacimiento, desarrollo y extinción en el conocimiento humano. A medida
que avanza cada vez más lejos la práctica del hombre que transforma la realidad
objetiva de acuerdo con determinadas ideas, teorías, planes o proyectos,
más y más profundo se va haciendo el conocimiento que de la realidad objetiva
tiene el hombre. Nunca terminará el movimiento de cambio en el mundo de
la realidad objetiva, y tampoco tendrá fin la cognición de la verdad por
el hombre a través de la práctica. El marxismo-leninismo no ha agotado en
modo alguno la verdad, sino que en el curso de la práctica abre sin cesar
el camino hacia su conocimiento. Nuestra conclusión es la unidad concreta
e histórica de lo subjetivo y lo objetivo, de la teoría y la práctica, del
saber y el hacer, y nos oponemos a todas las ideas erróneas, de "izquierda"
o de derecha, ideas que se separan de la historia concreta. En la presente época del desarrollo de la sociedad, la historia ha hecho
recaer sobre los hombros del proletariado y su partido la responsabilidad
de conocer correctamente el mundo y transformarlo. Este proceso, el de la
práctica transformadora del mundo, que está determinado con arreglo al conocimiento
científico, ha llegado ya a un momento histórico en China y en toda la Tierra,
a un gran momento sin precedentes en la historia, esto es, el momento de
acabar completamente con las tinieblas en China y en el resto de la Tierra,
y transformar nuestro mundo en un mundo luminoso, nunca visto antes. La
lucha del proletariado y de los pueblos revolucionarios por la transformación
del mundo implica el cumplimiento de las siguientes tareas: transformar
el mundo objetivo y, al mismo tiempo, transformar su propio mundo subjetivo,
esto es, su propia capacidad cognoscitiva y las relaciones entre su mundo
subjetivo y el objetivo. Estas transformaciones ya están en marcha en una
parte del globo terrestre, la Unión Soviética. Allí se sigue promoviendo
este proceso de transformaciones. Los pueblos de China y del resto del orbe
también están pasando o pasarán por semejante proceso. Y el mundo objetivo
a transformar incluye también a todas las personas opuestas a estas transformaciones,
personas que tienen que pasar por una etapa de coacción antes de poder entrar
en la etapa de transformación consciente. La época en que la humanidad entera
proceda de manera consciente a su propia transformación y a la del mundo,
será la época del comunismo mundial. Descubrir la verdad a través de la práctica y, nuevamente a través de la
práctica, comprobarla y desarrollarla. Partir del conocimiento sensorial
y desarrollarlo activamente convirtiéndolo en conocimiento racional; luego,
partir del conocimiento racional y guiar activamente la práctica revolucionaria
para transformar el mundo subjetivo y el mundo objetivo. Practicar, conocer,
practicar otra vez y conocer de nuevo. Esta forma se repite en infinitos
ciclos, y, con cada ciclo, el contenido de la práctica y del conocimiento
se eleva a un nivel más alto. Esta es en su conjunto la teoría materialista
dialéctica del conocimiento, y ésta es la teoría materialista dialéctica
de la unidad entre el saber y el hacer.
* En nuestro Partido había cierto número de camaradas dogmáticos, que, durante
largo tiempo, rechazaron la experiencia de la revolución china, negaron
la verdad de que "el marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción",
y trataron de intimidar a la gente con palabras y frases de las obras marxistas,
sacadas mecánicamente fuera del contexto. Había también cierto número de
camaradas empíricos, que, durante largo tiempo, se limitaron a su Fragmentaria
experiencia personal, ignoraron la importancia de la teoría para la práctica
revolucionaria y no vieron la revolución en su conjunto; aunque trabajaron
con diligencia, lo hicieron a ciegas. Las ideas erróneas de unos y otros,
y en particular las de los dogmáticos, causaron [cont. en pág. 318. -- DJR]
entre 1931 y 1934 enormes daños a la revolución china; además, los dogmáticos,
disfrazados de marxistas, desorientaron a gran número de camaradas. El camarada
Mao Tse-tung escribió "Sobre la práctica" con el fin de denunciar, desde
el punto de vista de la teoría marxista del conocimiento, los errores subjetivistas
de dogmatismo y de empirismo en el Partido, especialmente el de dogmatismo.
Este trabajo se titula "Sobre la práctica" porque pone énfasis en la denuncia
del dogmatismo, variedad del subjetivismo que menosprecia la práctica. Las
concepciones contenidas en este trabajo las expuso el camarada Mao Tse-tung
en una serie de conferencias dadas en el Instituto Político y Militar Antijaponés
de Yenán. [Nota de la publicación,
del PCCH]
NOTAS
[1] V. I. Lenin: Resumen del libro de Hegel " Ciencia de la lógica ".
[2] Véanse C. Marx, Tesis sobre Feuerbach y V. I. Lenin, Materialismo y
empiriocriticismo, II, 6. [3] Célebre novela histórica china escrita por Luo Kuan-chung (¿1330-1400?).
[4] V. I. Lenin: Resumen del libro de Hegel " Ciencia de la lógica ".
[5] V. I. Lenin dice: "Para comprender, hay que comenzar a comprender y
a estudiar de una manera empírica, y elevares de lo empírico a lo general."
Ibíd. [6] V. I. Lenin: ¿Qué Hacer?, I, d. [7] V. I. Lenin: Materialismo y empiriocriticismo, II, 6.
[8] J. V. Stalin: "Los fundamentos del leninismo", III. [9] Véase V. I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, II, 5.
Parte de los camaradas de nuestro Partido aún no saben cómo apreciar correctamente
la situación actual, ni cuáles son las acciones que esta situación exige
de nosotros. Aunque están convencidos de que es inevitable un auge revolucionario,
no creen que pueda surgir pronto. Por consiguiente, no aprueban el plan
para conquistar Chiangsí y sólo están de acuerdo con las acciones guerrilleras
errantes en las tres zonas en los límites entre Fuchién, Kuangtung y Chiangsí.
Además, no están profundamente convencidos de la necesidad de establecer
el Poder rojo en las zonas guerrilleras, ni, en consecuencia, de la necesidad
de consolidar y extender este Poder rojo a fin de promover el auge de la
revolución en todo el país. Al parecer, consideran inútil dedicarse al duro
trabajo de establecer el Poder en momentos en que el auge revolucionario
está lejano todavía; pretenden ampliar nuestra influencia política recurriendo
a un método más fácil: las acciones guerrilleras errantes y, una vez cumplida
enteramente o hasta cierto punto la labor de ganarse a las masas en todo
el país, iniciar un levantamiento armado en toda China, levantamiento que,
con la participación del Ejército Rojo, desembocaría en una gran revolución
de amplitud nacional. Esta teoría sobre la necesidad de ganarse primero
a las masas a escala nacional y en todas partes, y establecer después el
Poder, no corresponde a las condiciones reales de la revolución china. Su
origen es principalmente la falta de una comprensión clara del hecho de
que China es una semicolonia que se disputan muchos países imperialistas.
Si se llega a entender esto con claridad, se comprenderá, en primer lugar,
por qué es China el único país en el mundo que experimenta un fenómeno tan
insólito como es el de las prolongadas e intrincadas guerras en el seno de las clases dominantes,
por qué estas guerras se agudizan y se extienden día a día, y por qué no
ha habido jamás un régimen unificado en el país. En segundo lugar, se comprenderá
lo grave que es el problema campesino y, en consecuencia, por qué las insurrecciones
en el campo se han desarrollado con tal amplitud que abarcan hoy todo el
país. En tercer lugar, se comprenderá la justeza de la consigna: Por un
Poder democrático obrero-campesino. En cuarto lugar, se comprenderá otro
fenómeno insólito -- igualmente desconocido fuera de China y surgido en
relación con el fenómeno inusitado de las prolongadas e intrincadas guerras
en el seno de las clases dominantes de China --, el de la existencia y desarrollo
del Ejército Rojo y los destacamentos guerrilleros y, junto con ellos, la
existencia y desarrollo de pequeñas zonas rojas rodeadas por el régimen
blanco. En quinto lugar, se comprenderá también que en la China semicolonial,
la creación y desarrollo del Ejército Rojo, los destacamentos guerrilleros
y las zonas rojas, es la forma más alta de la lucha campesina dirigida por
el proletariado, el resultado inevitable del desarrollo de la lucha campesina
en una semicolonia y, sin duda alguna, el factor más importante para promover
el auge revolucionario en todo el país. Y en sexto lugar, se comprenderá
asimismo que con la política de simples acciones guerrilleras errantes no
se puede cumplir la tarea de promover el auge revolucionario a escala nacional,
en tanto que es indudablemente correcta la política adoptada por Chu Te
y Mao Tse-tung, y también por Fang Chi-min[1], que consiste en crear bases
de apoyo, establecer el Poder de manera sistemática, realizar en profundidad
la revolución agraria, engrosar las fuerzas armadas populares siguiendo
el proceso de formar primero destacamentos cantonales de guardias rojos,
luego territoriales, después distritales, posteriormente fuerzas locales
del Ejército Rojo y, por último, un Ejército Rojo regular, y extender el
Poder a modo de oleadas, etc. Sólo así se puede infundir fe a las masas
revolucionarias de todo el país, tal como lo hace la Unión Soviética respecto
al mundo entero. Sólo así se puede ocasionar inmensas dificultades a las
clases dominantes reaccionarias, sacudir sus cimientos y precipitar su desintegración
interna. Y sólo así se puede crear efectivamente un Ejército Rojo, que servirá
de instrumento principal para la gran revolución venidera. En una palabra,
sólo así se puede promover el auge de la revolución. Los camaradas que padecen del mal de la precipitación revolucionaria sobrestiman
las fuerzas subjetivas de la revolución[2] y subestiman las fuerzas de la
contrarrevolución. Semejante apreciación nace principalmente del subjetivismo,
e indudablemente terminará conduciendo al camino del putchismo. Por otra
parte, la subestimación de las fuerzas subjetivas de la revolución y la
sobreestimación de las fuerzas de la contrarrevolución constituyen también
una apreciación inadecuada, que producirá inevitablemente resultados negativos,
aunque de otro orden. Por consiguiente, al juzgar la situación política
de China, es necesario comprender los siguientes puntos esenciales : 1. A pesar de que las fuerzas subjetivas de la revolución china san débiles
en la actualidad, lo es también toda la organización (el Poder, las fuerzas
armadas, los partidos, etc.) de las clases dominantes reaccionarias, organización
que se basa en la atrasada y frágil estructura social y económica de China.
Así se explica por qué la revolución no puede estallar inmediatamente en
los países de Europa occidental, donde, aunque actualmente las fuerzas subjetivas
de la revolución son quizá algo más poderosas que en China, las clases dominantes
reaccionarias tienen un poderío muchas veces superior al que poseen las
clases dominantes reaccionarias de nuestro país. Y aunque en China las fuerzas
subjetivas de la revolución son ahora débiles, sin duda la revolución avanza
hacia su auge más rápidamente que en Europa occidental, porque aquí las
fuerzas de la contrarrevolución son relativamente débiles también. 2. Después de la derrota de la revolución en 1927, las fuerzas subjetivas
de la revolución han quedado, en efecto, considerablemente debilitadas.
Es muy poco lo que resta de ellas, y resulta natural que aquellos camaradas
que juzgan las cosas sólo por las apariencias tengan ideas pesimistas. Pero
si se examina la esencia de las cosas, se ve un cuadro completamente distinto.
Aquí viene al caso un antiguo proverbio chino: "Una sola chispa puede incendiar
la pradera." En otras palabras, nuestras fuerzas, aunque muy pequeñas ahora,
se desarrollarán con gran rapidez. En las condiciones de China, su desarrollo
no sólo es posible, sino prácticamente inevitable. Esto lo demostraron completamente
el Movimiento del 30 de Mayo y la Gran Revolución que le siguió. Al tratar
un asunto, debemos examinar su esencia y considerar su apariencia sólo como
guía que nos conduce a la entrada, y, una vez que cruzamos el umbral, debemos
captar la esencia. Este es el único método de análisis seguro y científico.
3. En forma similar, al evaluar a las fuerzas de la contrarrevolución, de
ninguna manera debemos ver sólo su apariencia, sino examinar su esencia.
En el período inicial del establecimiento de nuestro régimen independiente
en los límites entre Junán y Chiangsí, algunos camaradas creyeron de buena
fe en la incorrecta apreciación que hizo entonces el Comité Provincial del
Partido en Junán, y consideraron que nuestro enemigo de clase no valía un
centavo. "Sumamente tambaleante" y "totalmente presa de pánico", dos expresiones
que todavía nos causan risa, fueron las que utilizó en aquel tiempo (de
mayo a junio de 1928) el Comité Provincial de Junán para valorar a Lu Ti-ping[3],
gobernante de dicha provincia. Tales apreciaciones condujeron inevitablemente
al putchismo en el terreno político. Pero durante los cuatro meses que van
de noviembre de 1928 a febrero de 1929 (antes del estallido de la guerra
entre Chiang Kai-shek y los caudillos militares de Kuangsí[4]), cuando enfrentábamos
a la tercera "campaña conjunta de aniquilamiento"[5]del enemigo contra las
montañas Chingkang, algunos camaradas plantearon la siguiente cuestión:
"¿cuánto tiempo podremos mantener flameando la bandera roja?" En realidad,
la lucha entre Inglaterra, los Estados Unidos y el Japón en China se había
vuelto entonces muy desembozada y habían madurado las condiciones para una
guerra intrincada entre Chiang Kai-shek, los caudillos militares de Kuangsí
y Feng Yu-siang. Este era, en esencia, el momento en que la marea contrarrevolucionaria
comenzaba a bajar y la marea revolucionaria, a crecer de nuevo. Sin embargo,
durante ese período existían ideas pesimistas no sólo en el Ejército Rojo
y en las organizaciones locales del Partido, sino que incluso el Comité
Central se dejó engañar por las apariencias y adoptó un tono pesimista.
La carta de febrero del Comité Central[6] es una prueba del análisis pesimista
que se hacía entonces en el Partido. 4. La actual situación objetiva todavía puede desorientar fácilmente a los
camaradas que sólo ven las apariencias y no penetran en la esencia. Especialmente
los que trabajan en el Ejército Rojo, cuando sufren una derrota, cuando
están rodeados o acosados por poderosas fuerzas enemigas, a menudo, sin
quererlo, generalizan y exageran su situación momentánea, particular y local,
como si globalmente fuera poco brillante la situación de todo el país y
del mundo entero, y vagas y remotas las perspectivas de victoria de la revolución.
En su observación de las cosas, estos camaradas se aferran a las apariencias
y pasan por alto la esencia, porque no han efectuado un análisis científico
de la esencia de la situación general. A la pregunta de si surgirá pronto
en China un auge revolucionario, se puede dar una respuesta precisa sólo
después de haber examinado en detalle si realmente están en desarrollo las
diversas contradicciones que conducen a este auge. Dado que, en el plano
internacional, se desarrollan las contradicciones entre los países imperialistas,
entre estos países y sus colonias y entre los imperialistas y el proletariado
de sus propios países, los imperialistas sienten con mayor apremio la necesidad
de disputarse a China. A medida que se intensifica la disputa entre los
imperialistas por adueñarse de China, se desarrollan simultáneamente en
el territorio chino tanto la contradicción entre el imperialismo y toda
la nación china como las contradicciones de los imperialistas entre sí,
por lo cual se producen guerras intrincadas cada vez más extensas y violentas
entre las distintas camarillas de gobernantes reaccionarios de China, y
se desarrollan diariamente las contradicciones entre éstas. Las contradicciones
entre las distintas camarillas de gobernantes reaccionarios -- las guerras
intrincadas entre los caudillos militares -- van acompañadas del aumento
de los impuestos, lo que conduce a la agudización diaria de la contradicción
entre las grandes masas de contribuyentes y los gobernantes reaccionarios.
La contradicción entre el imperialismo y la industria nacional china va
acompañada del hecho de que esta última no puede obtener concesiones del
primero, lo cual agudiza la contradicción entre la burguesía y la clase
obrera de China: los capitalistas chinos tratan de encontrar una salida
a través de la desenfrenada explotación de los obreros, y éstos les oponen
resistencia. La agresión comercial de los países imperialistas, la explotación
por parte del capital mercantil chino, el aumento de los impuestos por el
gobierno, etc., traen consigo una profundización aún mayor de la contradicción
entre la clase terrateniente y el campesinado, es decir, se agrava la explotación
por medio del arriendo de la tierra y la usura, y crece el odio de los campesinos
hacia los terratenientes. A causa de la presión de las mercancías extranjeras,
del agotamiento de la capacidad adquisitiva de las grandes masas de obreros
y campesinos y del aumento de los impuestos por el gobierno, los comerciantes
en productos nacionales y los productores independientes se ven empujados
cada vez más a la quiebra. Como el gobierno reaccionario incrementa ilimitadamente
sus tropas, pese a la escasez de provisiones y fondos para mantenerlas y
como, a consecuencia de ello, las guerras se hacen cada día más frecuentes,
las masas de soldados sufren constantes privaciones. Debido al aumento de
los impuestos estatales, a la creciente carga de los arriendos e intereses
exigidos por los terratenientes y a la diaria ampliación de los desastres
de la guerra, el hambre y el bandolerismo se han extendido por todo el país
y las grandes masas campesinas y los pobres de la ciudad se encuentran en
una situación en la que apenas pueden subsistir. A causa de la carencia
de fondos para el sostenimiento de escuelas, muchos alumnos temen no poder
continuar sus estudios; debido al carácter atrasado de la producción, muchos
estudiantes graduados no tienen esperanzas de encontrar empleo. Comprendiendo
todas estas contradicciones, sabremos en qué desesperada situación y en
qué caótico estado se encuentra China, y veremos que inevitablemente y muy
pronto surgirá el auge de la revolución dirigida contra los imperialistas,
los caudillos militares y los terratenientes. Toda China está llena de leña
seca, que arderá pronto en una gran llamarada. El proverbio, "Una sola chispa
puede incendiar la pradera", es una descripción apropiada de cómo se desarrollará
la situación actual. Basta echar una mirada a las huelgas obreras, las insurrecciones
campesinas, los motines de soldados y las huelgas estudiantiles, que están
desarrollándose en muchos lugares, para darse cuenta de que esa "sola chispa",
sin duda alguna, no tardará en "incendiar la pradera". La idea general de lo expuesto anteriormente estaba contenida ya en la carta
del Comité del Frente al Comité Central, fechada el 5 de abril de 1929,
en la que se decía: "En su carta [del 9 de febrero de 1929] el Comité Central ha hecho una apreciación
demasiado pesimista de la situación objetiva y de nuestras fuerzas subjetivas.
La tercera campaña de 'aniquilamiento' lanzada por el Kuomintang contra
las montañas Chingkang marcó el punto culminante de la marea contrarrevolucionaria.
Pero allí se detuvo y desde entonces se han iniciado el gradual descenso
de esta marea y el progresivo ascenso de la marea revolucionaria. La capacidad
combativa y organizativa del Partido, a pesar de haberse debilitado tanto
como lo señala el Comité Central, se recobrará con gran rapidez y pronto
desaparecerá la pasividad entre sus cuadros, con el descenso gradual de
la marea contrarrevolucionaria. Las masas nos seguirán sin duda alguna.
La política de matanza[7] sólo sirve para 'empujar los peces hacia las aguas
profundas[8], y el reformismo, a su vez, ha dejado de atraer a las masas.
Sin duda, las ilusiones de las masas con respecto al Kuomintang se desvanecerán
muy pronto. En la situación que va a surgir, ningún otro partido podrá competir
con el Partido Comunista en la conquista de las masas. La línea política
y la línea de organización trazadas por el VI Congreso Nacional del Partido[9]
son correctas: la revolución en la etapa actual es democrática, y no socialista;
la tarea actual del Partido [aquí debería haberse agregado: 'en las grandes
ciudades'] consiste en ganarse a las masas y no en organizar insurrecciones
inmediatas. Pero, la revolución se desarrollará con gran rapidez, y debemos
adoptar una actitud positiva en la propaganda y la preparación para las
insurrecciones armadas. En la caótica situación actual, podremos dirigir
a las masas sólo a base de consignas y actitud positivas. Igualmente, sólo
adoptando tal actitud, el Partido podrá recuperar su capacidad de combate.
[. . .] La dirección del proletariado constituye la única clave para la
victoria de la revolución. Asentar al Partido sobre una base proletaria
y establecer células en las empresas industriales de los centros urbanos,
son en este momento importantes tareas en el terreno organizativo; pero
al mismo tiempo, el desarrollo de la lucha en el campo, el establecimiento
del Poder rojo en pequeñas zonas, la creación y engrosamiento del Ejército
Rojo son, antes que nada, los principales requisitos para ayudar a la lucha
en las ciudades y promover el auge revolucionario. Por consiguiente, es
erróneo renunciar a la lucha en las ciudades; pero, en nuestra opinión,
también se equivocará todo miembro del Partido que tema el desarrollo de
la fuerza campesina, creyendo que la revolución será perjudicada si esa
fuerza supera a la obrera. Pues en la China semicolonial, la revolución
fracasa inevitablemente cuando la lucha campesina no cuenta con la dirección
de los obreros, pero jamás se perjudica porque la fuerza de los campesinos
se torne, en el curso de la lucha, mayor que la de los obreros." En cuanto al problema de la táctica de acción del Ejército Rojo, la carta
dio la siguiente respuesta: "A fin de preservar el Ejército Rojo y movilizar a las masas, el Comité
Central nos propone dividir las fuerzas en unidades muy pequeñas, dispersarlas
por el campo y alejar de las filas a Chu Te y Mao Tse-tung, ocultando así
los grandes blancos al enemigo. Esta es una idea apartada de la realidad.
Ya en el invierno de 1927, planeamos dividir nuestras fuerzas en compañías
o batallones para que actuaran independientemente, dispersarlas por el campo,
movilizar a las masas por medio de las tácticas guerrilleras y evitar convertirnos
en blanco del enemigo; esto lo pusimos en práctica en numerosas ocasiones,
pero siempre fracasamos. Las causas son: 1) A diferencia de los destacamentos
locales de guardias rojos, la mayoría de los soldados de las fuerzas regulares
del Ejército Rojo no son nativos de la localidad. 2) La división de las
fuerzas en pequeñas unidades da como resultado una dirección débil e incapacidad
para enfrentar circunstancias adversas, lo cual conduce fácilmente a la
derrota. 3) Es fácil que las pequeñas unidades dispersas sean derrotadas
por separado. 4) Cuanto más adversas son las circunstancias, tanto mayor
es la necesidad de que las fuerzas se concentren y que los dirigentes luchen
con firmeza, porque sólo así se puede conseguir la unidad interna y hacer
frente al enemigo. Sólo en circunstancias favorables es aconsejable dividir
las fuerzas para operaciones guerrilleras, y sólo entonces los dirigentes
no tienen tanta necesidad, como en circunstancias adversas, de permanecer
con sus tropas todo el tiempo." Las consideraciones arriba expuestas tienen un defecto: los argumentos que
se invocan contra la división de las fuerzas son todos de carácter negativo,
y esto está muy lejos de ser suficiente. He aquí la razón positiva en favor
de la concentración de las fuerzas: sólo la concentración nos permitirá
aniquilar unidades enemigas relativamente grandes y ocupar poblados. Sólo
después de haber aniquilado unidades enemigas relativamente grandes y ocupado
poblados, podremos movilizar a las masas en gran escala y establecer el
Poder en zonas que abarquen varios distritos colindantes. Sólo así podremos
llamar la atención de las poblaciones próximas y lejanas (esto es lo que
se llama extender la influencia política) y contribuir efectivamente a la
promoción del auge revolucionario. Por ejemplo, tanto el Poder que creamos
el año antepasado en los límites entre Junán y Chiangsí, como el Poder creado
en el Oeste de Fuchién el año pasado[10], fueron el resultado de nuestra
política de concentración de las fuerzas. Este es un principio general.
Pero, ése dan o no casos en que es necesario dividir las fuerzas? Sí, se
dan. En la carta del Comité del Frente al Comité Central se habla de las
tácticas guerrilleras del Ejército Rojo, incluida la división de las fuerzas
dentro de un radio reducido:
"Las
tácticas que hemos extraído de la lucha durante los últimos tres años son
realmente distintas de todas las otras tácticas, antiguas o modernas, chinas
o extranjeras. Gracias a nuestras tácticas, la movilización de las masas
para la lucha se realiza en una escala siempre creciente, y ningún enemigo,
por poderoso que sea, podrá habérselas con nosotros. Las nuestras son tácticas
guerrilleras, que consisten principalmente en los siguientes puntos :
'Dividir las fuerzas para movilizar a las masas y concentrarlas para hacer
frente al enemigo.' 'Cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando acampa, lo hostigamos; cuando
se fatiga, lo atacamos; cuando se retira, lo perseguimos.' 'Para ampliar las bases de apoyo estables[11], adoptamos la táctica de avanzar
en oleadas. Cuando nos persigue un enemigo poderoso, adoptamos la táctica
de dar rodeos.' 'Movilizar a la mayor cantidad de masas en el menor tiempo posible y con
los mejores métodos a nuestro alcance.' Estas tácticas son como manejar una red; debemos ser capaces de tenderla
o recogerla en cualquier momento. La tendemos para ganarnos a las masas,
y la recogemos para hacer frente al enemigo. Tales son las tácticas de que
nos hemos servido durante los últimos tres años." Aquí "tender la red" significa dividir nuestras fuerzas dentro de un radio
reducido. Así, por ejemplo, cuando tomamos por primera vez la capital del
distrito de Yungsin, en los límites entre Junán y Chiangsí, dividimos los
29.ƒ y 31.ƒ Regimientos dentro de los límites de dicho distrito. Otro ejemplo,
cuando tomamos por tercera vez Yungsin, dividimos nuestras fuerzas despachando
el 28.ƒ Regimiento a la frontera de Anfu, el 29.ƒ a Lienjua y el 31.ƒ a
la frontera de Chían. Un ejemplo más, en abril y mayo del año pasado, nuestras
fuerzas se dividieron en los distritos del Sur de Chiangsí y, en julio,
en los distritos del Oeste de Fuchién. En cuanto a la división de las fuerzas
en un amplio radio, sólo es posible bajo dos condiciones: que las circunstancias
sean más o menos favorables y que el organismo dirigente sea relativamente
fuerte. Pues la división de nuestras fuerzas tiene por objetivo asegurarnos
mayores posibilidades para ganarnos a las masas, realizar en profundidad
la revolución agraria, establecer el Poder y ampliar las filas del Ejército
Rojo y las fuerzas armadas locales. Es preferible no dividir las fuerzas
si resulta imposible alcanzar tales objetivos, o si, lo que es peor, existe
la posibilidad de que la división conduzca a la derrota y al debilitamiento
del Ejército Rojo, como sucedió en agosto del año antepasado, cuando dividimos
nuestras fuerzas en la Región Fronteriza de Junán-Chiangsí para atacar Chenchou.
Pero, si existen las dos condiciones arriba mencionadas, es indudable que
debemos dividir las fuerzas, porque en este caso la división es más ventajosa
que la concentración. La carta de febrero del Comité Central no fue correcta en su espíritu, y
ha ejercido una mala influencia sobre una parte de los camaradas del Partido
en el 4.ƒ Cuerpo de Ejército. En esa época, el Comité Central emitió, además,
una circular en la que afirmaba que no estallaría necesariamente la guerra
entre Chiang Kai-shek y los caudillos militares de Kuangsí. Pero desde entonces,
las apreciaciones y directivas del Comité Central han sido correctas en
lo fundamental. Ya ha emitido otra circular para corregir la que contenía
aquella evaluación inadecuada. Aunque no ha rectificado dicha carta dirigida
al Ejército Rojo, en sus directivas ulteriores ya no se observa el mismo
tono pesimista y su punto de vista sobre las acciones del Ejército Rojo
coincide ahora con el nuestro. Todavía subsiste, sin embargo, la mala influencia
que ha ejercido la carta del Comité Central sobre una parte de los camaradas.
Por lo tanto estimo que aún sigue siendo necesario aclarar esta cuestión.
El plan para conquistar la provincia de Chiangsí en el término de un año
fue propuesto también en abril del año pasado por el Comité del Frente al
Comité Central, y luego se adoptó en Yutu una decisión a este respecto.
Las razones aducidas entonces y que se exponían en la carta al Comité Central
eran las siguientes: "Las tropas de Chiang Kai-shek y las de los caudillos militares de Kuangsí
se están aproximando unas a otras en la zona de Chiuchiang, y una gran batalla
está a punto de estallar. A consecuencia de la reanudación de la lucha de
las masas, unida al crecimiento de las contradicciones entre los gobernantes
reaccionarios, probablemente surgirá pronto un auge revolucionario. Al planear
nuestro trabajo en estas circunstancias, consideramos que, en las provincias
del Sur, las fuerzas armadas de la burguesía compradora y de los terratenientes
de Kuangtung y Junán son demasiado grandes, y además, en Junán, debido a
los errores putchistas cometidos por la organización del Partido, hemos
perdido casi por completo nuestra base de masas, tanto dentro como fuera
del Partido. Pero la situación es diferente en las provincias de Fuchién,
Chiangsí y Chechiang. En primer lugar, las fuerzas armadas del enemigo en
estas tres provincias son las más débiles. En Chechiang sólo hay una reducida
guarnición provincial a las órdenes de Chiang Po-cheng[12]. En Fuchién,
aunque hay catorce regimientos bajo cinco comandos, la brigada de Kuo Feng-ming
ya ha sido puesta fuera de combate; las tropas de Chen Kuo-jui y Lu Sing-pang[13]
están integradas por bandidos y tienen poca capacidad de combate, y las
dos brigadas de infantería de marina acampadas a lo largo de la costa no
han entrado nunca en acción e indudablemente tampoco tienen gran capacidad
de combate. Sólo las tropas de Chang Chen[14] son, en cierta medida, capaces
de combatir, pero, según el análisis hecho por el Comité Provincial del
Partido en Fuchién, únicamente dos regimientos de esas tropas tienen una
capacidad de combate relativamente elevada. Además, en Fuchién reina ahora
un estado de completo caos y desunión. En Chiangsí hay dos agrupaciones,
la de Chu Pei-te[15] y la de Siung Shi-jui[16], que constan en total de
dieciséis regimientos; allí las fuerzas armadas son superiores a las de
Fuchién o Chechiang, pero muy inferiores a las de Junán. En segundo lugar,
se han cometido menos errores putchistas en esas tres provincias. No conocemos
muy bien el caso de Chechiang, pero sí sabemos que las organizaciones del
Partido y su base de masas en Chiangsí y Fuchién son más fuertes que en
Junán. Por lo que atañe a Chiangsí, en su parte norte, todavía tenemos cierta
base en Tean, Siushui y Tungku; en su parte oeste, el Partido y los destacamentos
de guardias rojos aún conservan su fuerza en Ningkang, Yungsin, Lienjua
y Suichuan; en el Sur, nuestras perspectivas son aún más brillantes, ya
que la fuerza de los 2ƒ y 4.ƒ Regimientos del Ejército Rojo está creciendo
día a día en los distritos de Chían, Yungfeng y Singkuo; las tropas del
Ejército Rojo al mando de Fang Chi-rnin no han sido liquidadas en modo alguno.
De esta manera se ha creado una situación de cerco a Nanchang. Por la presente
proponemos al Comité Central: durante el largo período de guerras entre
los caudillos militares del Kuomintang, disputar a Chiang Kai-shek y a los
caudillos militares de Kuangsí la provincia de Chiangsí, así como el Oeste
de Fuchién y el Oeste de Chechiang; aumentar los efectivos del Ejército
Rojo en estas tres provincias y crear allí un régimen independiente popular,
dándonos corno plazo un año para el cumplimiento de este plan." Lo que hubo de erróneo en la proposición para la conquista de Chiangsí fue
que se fijó como límite el plazo de un año. En cuanto a la posibilidad de
la conquista de Chiangsí, la proposición se basaba no sólo en las condiciones
de la provincia misma, sino también en las perspectivas de la pronta aparición
de un auge revolucionario en todo el país. Porque si no hubiéramos estado
convencidos de que surgiría pronto un auge revolucionario, no habríamos
podido, de ningún modo, llegar a la conclusión de que se podría conquistar
Chiangsí en el término de un año. El defecto de esa proposición fue que
fijó indebidamente el plazo de un año, e imprimió así cierto matiz de impaciencia
a la palabra "pronto" en la afirmación de que "surgirá pronto un auge revolucionario".
Por lo demás, merecen particular atención las condiciones subjetivas y objetivas
existentes en Chiangsí. Aparte de las condiciones subjetivas, ya expuestas
en la carta al Comité Central, se pueden señalar ahora con claridad tres
condiciones objetivas. En primer lugar, la economía de Chiangsí es principalmente
feudal, la fuerza de la burguesía comercial es relativamente débil, y las
fuerzas armadas de los terratenientes son más débiles que en ninguna otra
provincia del Sur. En segundo lugar, Chiangsí no tiene sus propias tropas
provinciales y siempre ha estado guarnecida por tropas de otras provincias.
Traídas para el "exterminio de los comunistas" o "exterminio de los bandidos",
estas tropas no están familiarizadas con las condiciones existentes en la
localidad; y además, como su interés en estas operaciones es mucho menor
que el que podrían tener tropas de la propia provincia, suelen mostrar poco
entusiasmo. Y en tercer lugar, a diferencia de Kuangtung, que está cerca
de Hongkong y se halla bajo el control de Inglaterra en casi todos los aspectos,
Chiangsí se encuentra relativamente lejos de la influencia del imperialismo.
Una vez comprendidos estos tres puntos, podremos explicarnos por qué en
Chiangsí las insurrecciones en el campo están más extendidas y las unidades
del Ejército Rojo y las guerrillas son más numerosas que en ninguna otra
provincia. ¿Cómo interpretar la palabra "pronto" en la afirmación de que "surgirá pronto
un auge revolucionario"? Muchos camaradas se hacen la misma pregunta. Los
marxistas no son adivinos. Deben y pueden señalar sólo el rumbo general
del desarrollo futuro y los cambios venideros; no deben ni pueden fijar
en forma mecánica el día y la hora. Sin embargo, cuando digo que surgirá
pronto un auge revolucionario en China, de ningún modo me refiero a algo
que, según dicen algunos, "tiene la posibilidad de surgir", algo ilusorio,
inalcanzable y absolutamente desprovisto de significado práctico. El auge
revolucionario es como un barco en el mar, del cual se divisa ya desde la
costa la punta del mástil; es como el sol naciente, cuyos rayos luminosos
se ven a lo lejos en el Oriente desde la cumbre de una alta montaña; es
como una criatura que va a nacer y se agita impaciente en el vientre de
la madre.
* Carta escrita por el camarada Mao Tse-tung para criticar ciertas ideas
pesimistas que existían en aquel tiempo dentro del Partido.
[Nota de la publicación, del PCCH]
NOTAS
[1] El camarada Fang Chi-min, natural del distrito de Yiyang, provincia
de Chiangsí, miembro del Comité Central elegido en el VI Congreso Nacional
del Partido Comunista de China, fue fundador de la zona roja en el Noreste
de Chiangsí y creador del 10.ƒ Cuerpo de Ejército del Ejército Rojo. En
1934, partió hacia el Norte de China al mando de los destacamentos de vanguardia
del Ejército Rojo para la resistencia contra los invasores japoneses. En
enero de 1935 fue hecho prisionero en un combate con las tropas contrarrevolucionarias
del Kuomintang. En julio del mismo año murió heroicamente en Nanchang.
[2] Con la expresión "fuerzas subjetivas de la revolución", el camarada
Mao Tse-tung se refiere aquí a las fuerzas organizadas de la revolución.
[3] Caudillo militar del Kuomintang, fue en 1928 gobernador de la provincia
de Junán. [4] Se trata de la guerra librada en marzo y abril de 1929 entre los caudillos
militares kuomintanistas: la camarilla de Chiang Kai-shek en Nankín y la
camarilla de Li Tsung-yen y Pai Chung-si en Kuangsí. [5] Se refiere a la tercera ofensiva de los caudillos militares kuomintanistas
de Junán y Chiangsí contra la base de apoyo del Ejército Rojo en las montañas
Chingkang, desde fines de 1928 hasta comienzos de 1929. [6] Se refiere a la carta del Comité Central del Partido Comunista de China
dirigida al Comité del Frente, fechada el 9 de febrero de 1929. Su contenido
se expone en líneas generales en la carta del Comité del Frente al Comité
Central, con fecha del 5 de abril de 1929, citada en el presente artículo.
Trataba principalmente sobre la apreciación de la situación de entonces
y la táctica de acción del Ejército Rojo. Ante los inadecuados puntos de
vista presentados en la carta del Comité Central, el Comité del Frente manifestó
en su respuesta opiniones distintas. [7] Se refiere a los medios sangrientos a los que recurría la contrarrevolución
frente alas fuerzas revolucionarias del pueblo. [8] Cita del Mencio. Mencio compara al tirano que con sus brutalidades empuja
al pueblo a buscar un soberano benévolo, con la nutria que "empuja los peces
hacia las aguas profundas". [9] Se refiere al VI Congreso Nacional del Partido Comunista de China, celebrado
en julio de 1928. El Congreso indicó que, después de la derrota de 1927,
la revolución china continuaba siendo, por su carácter, una revolución democrático-burguesa
antiimperialista y antifeudal, y que era inevitable un nuevo auge revolucionario;
pero, como este nuevo auge revolucionario no había surgido todavía, la línea
general para la revolución en aquel tiempo consistía en ganarse a las masas.
El VI Congreso barrió con el capitulacionismo de derecha de Chen Tu-siu,
aparecido en 1927, y también sometió a crítica el putchismo "izquierdista"
que se manifestó en el Partido a fines de 1927 y comienzos de 1928. [10] En 1929, el Ejército Rojo emprendió una expedición hacia el Este, desde
las montañas Chingkang hasta la provincia de Fuchién, donde creó una nueva
base de apoyo revolucionaria, y estableció el Poder revolucionario popular
en los distritos de Lungyen, Yungting y Shangjang, en el Oeste de dicha
provincia. [11] Se refiere a las bases de apoyo revolucionarias relativamente sólidas,
establecidas por el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos. [12] Entonces comandante de las Fuerzas de Preservación del Orden del Kuomintang
en la provincia de Chechiang. [13] Conocidos bandidos de la provincia de Fuchién, cuyas Fuerzas fueron
incorporadas al ejército del Kuomintang. [14] Jefe de una división de las tropas del Kuomintang.
[15] Caudillo militar del Kuomintang, entonces gobernador de la provincia
de Chiangsí. [16] Entonces jefe de una división de las tropas del Kuomintang acantonadas
en la provincia de Chiangsí.
La ley de la contradicción en las cosas, es decir, la ley de la unidad de
los contrarios, es la ley más fundamental de la dialéctica materialista.
Lenin dijo: "La dialéctica, en sentido estricto, es el estudio de la contradicción
en la esencia misma de los objetos [ . . . ]"[1] Lenin solía calificar esta
ley de esencia de la dialéctica y también de núcleo de la dialéctica[2].
Por consiguiente, al estudiar esta ley, no podemos dejar de abordar una
gran variedad de temas, un buen número de problemas filosóficos. Si obtenemos
una clara noción de todos estos problemas, comprenderemos en su esencia
misma la dialéctica materialista. Estos problemas son: las dos concepciones
del mundo, la universalidad de la contradicción, la particularidad de la
contradicción, la contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción,
la identidad y la lucha entre los aspectos de la contradicción, y el papel
del antagonismo en la contradicción. Ha suscitado vivo interés entre nosotros la crítica a que los círculos filosóficos
soviéticos han sometido al idealismo de la escuela de Deborin durante los
últimos años. El idealismo de Deborin ha ejercido muy mala influencia en
el Partido Comunista de China, y no se puede decir que el pensamiento dogmático
en nuestro Partido nada tenga que ver con dicha escuela. Por tanto, nuestro
estudio de la filosofía, en la hora actual, debe tener como objetivo principal
extirpar el pensamiento dogmático.
I. LAS DOS CONCEPCIONES DEL MUNDO
A lo largo de la historia del conocimiento humano, siempre han existido
dos concepciones acerca de las leyes del desarrollo del universo: la concepción
metafísica y la concepción dialéctica, que constituyen dos concepciones
del mundo opuestas. Lenin dice: "Las dos concepciones fundamentales (¿o las dos posibles? ¿o las dos que
se observan en la historia?) del desarrollo (evolución) son: el desarrollo
como disminución y aumento, como repetición, y el desarrollo como unidad
de los contrarios (la división del todo único en dos contrarios mutuamente
excluyentes y su relación recíproca)."[3] Lenin se refiere aquí precisamente a estas dos diferentes concepciones del
mundo. Durante largo tiempo en la historia, tanto en China como en Europa, el modo
de pensar metafísico formó parte de la concepción idealista del mundo y
ocupó una posición dominante en el pensamiento humano. En Europa, el materialismo
de la burguesía en sus primeros tiempos fue también metafísico. Debido a
que una serie de países europeos entraron, en el curso de su desarrollo
económico-social, en una etapa de capitalismo altamente desarrollado, a
que las fuerzas productivas, la lucha de clases y las ciencias alcanzaron
en esos países un nivel sin precedentes en la historia y a que allí el proletariado
industrial llegó a ser la más grande fuerza motriz de la historia, surgió
la concepción marxista, dialéctica materialista, del mundo. Entonces, junto
al idealismo reaccionario, abierto y sin disimulo, apareció en el seno de
la burguesía el evolucionismo vulgar para oponerse a la dialéctica materialista.
La concepción metafísica del mundo, o concepción del mundo del evolucionismo
vulgar, ve las cosas como aisladas, estáticas y unilaterales. Considera
todas las cosas del universo, sus formas y sus especies, como eternamente
aisladas unas de otras y eternamente inmutables. Si reconoce los cambios,
los considera sólo como aumento o disminución cuantitativos o corno simple
desplazamiento. Además, para ella, la causa de tal aumento, disminución
o desplazamiento no está dentro de las cosas mismas, sino fuera de ellas,
es decir, en el impulso de fuerzas externas. Los metafísicos sostienen que
las diversas clases de cosas del mundo y sus características han permanecido
iguales desde que comenzaron a existir, y que cualquier cambio posterior
no ha sido más que un aumento o disminución cuantitativos. Consideran que
las cosas de una determinada especie sólo pueden dar origen a cosas de la
misma especie, y así indefinidamente, y jamás pueden transformarse en cosas
de una especie distinta. Según ellos, la explotación capitalista, la competencia
capitalista, la ideología individualista de la sociedad capitalista, etc.,
pueden ser halladas igualmente en la sociedad esclavista de la antigüedad,
y aun en la sociedad primitiva, y existirán sin cambio para siempre. En
cuanto al desarrollo social, lo atribuyen a factores exteriores a la sociedad,
tales como el medio geográfico y el clima. De manera simplista, tratan de
encontrar las causas del desarrollo de las cosas fuera de ellas mismas,
y rechazan la tesis de la dialéctica materialista según la cual el desarrollo
de las cosas se debe a sus contradicciones internas. En consecuencia, no
pueden explicar ni la diversidad cualitativa de las cosas, ni el fenómeno
de la transformación de una calidad en otra. En Europa, este modo de pensar
se manifestó como materialismo mecanicista en los siglos XVII y XVIII y
como evolucionismo vulgar a fines del siglo XIX y comienzos del XX. En China,
el modo metafísico de pensar expresado en el dicho "El cielo no cambia y
el Tao tampoco"[4], ha sido durante largo tiempo sostenido por la decadente
clase dominante feudal. En cuanto al materialismo mecanicista y al evolucionismo
vulgar, importados de Europa en los últimos cien años, son sostenidos por
la burguesía. En oposición a la concepción metafísica del mundo, la concepción dialéctica
materialista del mundo sostiene que, a fin de comprender el desarrollo de
una cosa, debemos estudiarla por dentro y en sus relaciones con otras cosas;
dicho de otro modo, debemos considerar que el desarrollo de las cosas es
un automovimiento, interno y necesario, y que, en su movimiento, cada cosa
se encuentra en interconexión e interacción con las cosas que la rodean.
La causa fundamental del desarrollo de las cosas no es externa sino interna;
reside en su carácter contradictorio interno. Todas las cosas entrañan este
carácter contradictorio; de ahí su movimiento, su desarrollo. El carácter
contradictorio interno de una cosa es la causa fundamental de su desarrollo,
en tanto que su interconexión y su interacción con otras cosas son causas
secundarias. Así, pues, la dialéctica materialista refuta categóricamente
la teoría metafísica de la causalidad externa o del impulso externo, teoría
sostenida por el materialismo mecanicista y el evolucionismo vulgar. Es
evidente que las causas puramente externas sólo pueden provocar el movimiento
mecánico de las cosas, esto es, sus cambios de dimensión o cantidad, pero
no pueden explicar la infinita diversidad cualitativa de las cosas ni la
transformación de una cosa en otra. De hecho, hasta el movimiento mecánico,
impulsado por una fuerza externa, tiene lugar también a través del carácter
contradictorio interno de las cosas. El simple crecimiento de las plantas
y los animales, su desarrollo cuantitativo, también se debe principalmente
a sus contradicciones internas. De la misma manera, el desarrollo de la
sociedad no obedece principalmente a causas externas, sino internas. Países
de condiciones geográficas y climáticas casi idénticas se desarrollan de
un modo muy distinto y desigual. Más aún, en un mismo país se producen enormes
cambios sociales sin que haya cambiado su geografía ni su clima. La Rusia
imperialista se transformó en la Unión Soviética socialista, y el Japón
feudal, cerrado al mundo exterior, se transformó en el Japón imperialista,
sin que se hubieran producido cambios en el medio geográfico ni el clima
de ninguno de los dos países. China, dominada durante largo tiempo por el
feudalismo, ha experimentado enormes cambios en los últimos cien años y
ahora está avanzando hacia su transformación en una nueva China, emancipada
y libre; sin embargo, no han ocurrido cambios ni en su geografía ni en su
clima. Por cierto, se operan cambios en la geografía y el clima de la Tierra
en su conjunto y de cada una de sus zonas, pero son insignificantes en comparación
con los cambios en la sociedad; los primeros se manifiestan en términos
de decenas de miles de años, en tanto que los segundos lo hacen en términos
de miles, cientos o decenas de arios, e incluso en pocos años o meses (en
períodos de revolución). Según la dialéctica materialista, los cambios en
la naturaleza son ocasionados principalmente por el desarrollo de las contradicciones
internas de ésta, y los cambios en la sociedad se deben principalmente al
desarrollo de las contradicciones internas de la sociedad, o sea, las contradicciones
entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre las
clases y entre lo viejo y lo nuevo. Es el desarrollo de estas contradicciones
lo que hace avanzar la sociedad e impulsa la sustitución de la vieja sociedad
por la nueva. ¿Excluye la dialéctica materialista las causas externas? No.
La dialéctica materialista considera que las causas externas constituyen
la condición del cambio, y las causas internas, su base, y que aquéllas
actúan a través de éstas. A una temperatura adecuada, un huevo se transforma
en pollo, pero ninguna temperatura puede transformar una piedra en pollo,
porque sus bases son diferentes. Existe constante influencia mutua entre
los pueblos de los diferentes países. En la época del capitalismo, especialmente
en la época del imperialismo y de la revolución proletaria, son extremadamente
grandes la influencia mutua y la interacción entre los diversos países en
los terrenos político, económico y cultural. La Revolución Socialista de
Octubre inauguró una nueva era no sólo en la historia de Rusia, sino también
en la historia mundial. Ha ejercido influencia en los cambios internos de
los demás países del mundo y también, con especial profundidad, en los cambios
internos de China. Tales cambios, sin embargo, han tenido lugar a través
de las respectivas leyes internas de dichos países, incluida China. Cuando
dos ejércitos traban combate y uno resulta vencedor y el otro, vencido,
tanto la victoria del uno como la derrota del otro son determinadas por
causas internas. Uno es el vencedor gracias a su poderío o a la corrección
de su mando, y el otro sale derrotado sea por su debilidad o por los errores
de su mando; las causas externas actúan a través de las causas internas.
En China, la derrota que la gran burguesía infligió al proletariado en 1927
se produjo por obra del oportunismo que existía entonces en el seno del
proletariado chino (dentro del Partido Comunista de China). Cuando liquidamos
ese oportunismo, la revolución china volvió a desarrollarse. El que más
tarde la revolución china haya sufrido de nuevo serios golpes de sus enemigos
es consecuencia del aventurerismo que surgió en nuestro Partido. Cuando
liquidamos el aventurerismo, nuestra causa reanudó su avance. De esto se
desprende que si un partido quiere conducir la revolución a la victoria,
ha de basarse en la justeza de su línea política y en la solidez de su organización.
La concepción dialéctica del mundo surgió ya en la antigüedad, tanto
en China como en Europa. Sin embargo, la antigua dialéctica tenía un carácter
espontáneo e ingenuo; en razón de las condiciones sociales e históricas
de entonces, no le era posible constituirse en teoría sistemática, y por
eso no podía dar una explicación completa del universo y fue reemplazada
más tarde por la metafísica. Hegel, célebre filósofo alemán de fines del
siglo XVIII y comienzos del XIX, hizo importantísimas contribuciones a la
dialéctica, pero su dialéctica era idealista. Sólo cuando Marx y Engels,
los grandes protagonistas del movimiento proletario, crearon la gran teoría
del materialismo dialéctico y del materialismo histórico sintetizando todo
lo positivo conquistado en la historia del conocimiento humano y, en particular,
asimilando críticamente los elementos racionales de la dialéctica hegeliana,
se produjo en la historia del conocimiento humano una gran revolución sin
precedentes. Esta gran teoría ha sido desarrollada posteriormente por Lenin
y Stalin. Al ser introducida en nuestro país, provocó enormes cambios en
el pensamiento chino. Esta concepción dialéctica del mundo nos enseña principalmente a observar
y analizar el movimiento de los contrarios en las distintas cosas, y a determinar,
sobre la base de tal análisis, los métodos para resolver las contradicciones.
Por consiguiente, es para nosotros de singular importancia comprender concretamente
la ley de la contradicción en las cosas.
II. LA UNIVERSALIDAD DE LA CONTRADICCION
Para facilitar mi exposición, comenzaré por la universalidad de la contradicción
y luego continuaré con la particularidad de la contradicción. Lo haré así
porque la universalidad de la contradicción puede ser explicada en pocas
palabras, pues ha sido ampliamente reconocida desde que Marx, Engels, Lenin
y Stalin, los grandes creadores y continuadores del marxismo, descubrieron
la concepción dialéctica materialista del mundo y aplicaron con notables
éxitos la dialéctica materialista al análisis de numerosas cuestiones de
la historia humana y de la historia de la naturaleza y a la transformación,
en muchos terrenos, de la sociedad y la naturaleza (en la Unión Soviética,
por ejemplo); en cambio, muchos camaradas, especialmente los dogmáticos,
todavía no comprenden claramente la particularidad de la contradicción.
No entienden que es precisamente en la particularidad de la contradicción
donde reside la universalidad de la contradicción. Tampoco comprenden cuán
importante es, para dirigir el curso de la práctica revolucionaria, el estudio
de la particularidad de la contradicción en las cosas concretas que tenemos
ante nosotros. Es necesario, entonces, estudiar con detenimiento la particularidad
de la contradicción y dedicar suficiente espacio a explicarla. Por esta
razón, en nuestro análisis de la ley de la contradicción en las cosas, comenzaremos
por la universalidad de la contradicción, luego dedicaremos especial atención
al análisis de la particularidad de la contradicción, y volveremos finalmente
a la primera. La universalidad o carácter absoluto de la contradicción significa, primero,
que la contradicción existe en el proceso de desarrollo de toda cosa, y,
segundo, que el movimiento de los contrarios se presenta desde el comienzo
hasta el fin del proceso de desarrollo de cada cosa. Engels dijo: "El movimiento mismo es una contradicción"[5]. Lenin definió
la ley de la unidad de los contrarios como "el reconocimiento (descubrimiento)
de las tendencias contradictorias, mutuamente excluyentes, opuestas, en
todos los fenómenos y procesos de la naturaleza (incluso del espíritu y
de la sociedad)"[6]. ¿Son correctas estas ideas? Sí lo son. La interdependencia
y la lucha entre los contrarios existentes en cada una de las cosas determinan
su vida e impulsan su desarrollo. No hay cosa que no contenga contradicción;
sin contradicción no existiría el mundo. La contradicción es la base de las formas simples del movimiento (por ejemplo,
el movimiento mecánico) y tanto más lo es de las formas complejas del movimiento.
Engels explicó la universalidad de la contradicción en los siguientes términos:
"Si ya el simple cambio mecánico de lugar encierra una contradicción, tanto
más la encierran las formas superiores del movimiento de la materia y muy
especialmente la vida orgánica y su desarrollo. [. . .] la vida consiste
precisamente, ante todo, en que un ser es en cada instante el mismo y a
la vez otro. La vida, pues, es también una contradicción que, presente en
las cosas y los procesos mismos, se está planteando y resolviendo incesantemente;
al cesar la contradicción, cesa la vida y sobreviene la muerte. Vimos igualmente
cómo tampoco en el mundo del pensamiento podemos librarnos de las contradicciones,
y cómo, por ejemplo, la contradicción entre la interiormente ilimitada capacidad
cognoscitiva humana y su existencia real sólo en hombres exteriormente limitados
y que conocen limitadamente, se resuelve en la sucesión, para nosotros al
menos prácticamente infinita, de las generaciones, en un progreso ilimitado."
"[. . .] una de las bases fundamentales de las matemáticas superiores es
precisamente la contradicción [. . .]. "Pero ya en las matemáticas inferiores hormiguean las contradicciones."[7]
A su vez, Lenin ilustró la universalidad de la contradicción como sigue:
"En matemáticas: + y -. Diferencial e integral. En mecánica: acción y reacción.
En física: electricidad positiva y negativa. En química: combinación y disociación de los átomos.
En ciencias sociales: lucha de clases."[8] En la guerra, la ofensiva y la defensiva, el avance y la retirada, la victoria
y la derrota, son todas parejas de fenómenos contradictorios. El uno no
puede existir sin el otro. La lucha y la interconexión entre ambos aspectos
constituyen el conjunto de la guerra, impulsan su desarrollo y resuelven
sus problemas. Toda diferencia entre los conceptos de los hombres debe ser considerada
como reflejo de las contradicciones objetivas. El reflejo de las contradicciones
objetivas en el pensamiento subjetivo forma el movimiento contradictorio
de los conceptos, impulsa el desarrollo del pensamiento y va resolviendo
sin cesar los problemas planteados al pensamiento humano. La oposición y la lucha entre ideas diferentes tienen lugar constantemente
dentro del Partido. Este es el reflejo en su seno de las contradicciones
entre las clases y entre lo nuevo y lo viejo en la sociedad. Si en el Partido
no hubiera contradicciones ni luchas ideológicas para resolverlas, la vida
del Partido tocaría a su fin. Así, pues, queda claro que la contradicción existe universalmente, en todos
los procesos, tanto en las formas simples del movimiento como en las complejas,
tanto en los fenómenos objetivos como en los fenómenos del pensamiento.
Pero ¿existe la contradicción también en la etapa inicial de cada proceso?
¿Existe el movimiento de los contrarios desde el comienzo hasta el fin del
proceso de desarrollo de cada cosa? La escuela de Deborin, a juzgar por los artículos en que la critican los
filósofos soviéticos, sostiene que la contradicción no aparece en el comienzo
de un proceso, sino sólo cuando éste ha alcanzado determinada etapa. Si
así fuera, el desarrollo del proceso hasta ese momento no obedecería a causas
internas sino externas. De esta manera, Deborin retrocede a la teoría metafísica
de la causalidad externa y al mecanismo. Aplicando este criterio al análisis
de problemas concretos, la escuela de Deborin estima que, en las condiciones
de la Unión Soviética, sólo existen diferencias, pero no contradicción,
entre los kulaks y las masas campesinas, y así coincide por entero con la
opinión de Bujarin. Al analizar la Revolución Francesa, sostiene que antes
dé la Revolución existían asimismo sólo diferencias, pero no contradicciones,
dentro del Tercer Estado, integrado por los obreros, los campesinos y la
burguesía. Tal punto de vista de la escuela de Deborin es antimarxista.
Esta escuela ignora que toda diferencia entraña ya una contradicción, y
que la diferencia en sí es contradicción. Trabajadores y capitalistas han
estado en contradicción desde el nacimiento mismo de estas dos clases, sólo
que la contradicción no se agudizó al comienzo. Aun en las condiciones sociales
de la Unión Soviética, existen diferencias entre los obreros y los campesinos,
y estas diferencias en sí mismas constituyen una contradicción, sólo que
ésta no se intensificará hasta el punto de transformarse en antagónica ni
tornará la forma de lucha de clases, como es el caso de la contradicción
entre trabajadores y capitalistas; los obreros y los campesinos han formando
una sólida alianza en el curso de la construcción socialista y van resolviendo
gradualmente esa contradicción en el proceso de desarrollo del socialismo
al comunismo. De lo que aquí se trata es de contradicciones de distinto
carácter, y no de la presencia o ausencia de contradicciones. La contradicción
es universal, absoluta; existe en los procesos de desarrollo de todas las
cosas y recorre cada proceso desde el comienzo hasta el fin. ¿Qué es la aparición de un nuevo proceso? La vieja unidad y los contrarios
que la constituyen, dejan lugar a una nueva unidad y sus correspondientes
contrarios; así nace un nuevo proceso en reemplazo del viejo. Termina el
viejo proceso y comienza el nuevo. El nuevo proceso contiene una nueva contradicción
e inicia su propia historia, la historia del desarrollo de su contradicción.
Como señaló Lenin, Marx dio en El Capital un modelo de análisis del movimiento
de los contrarios, que recorre todo el proceso de desarrollo de una cosa
desde el comienzo hasta el fin. Este es el método que ha de emplearse al
estudiar el proceso de desarrollo de cualquier cosa. El propio Lenin también
empleó correctamente este método, que impregna todas sus obras. "En El Capital, Marx comienza por analizar la relación más simple, ordinaria
y fundamental, más común, más cotidiana de la sociedad burguesa (mercantil),
una relación miles de millones de veces presente: el intercambio de mercancías.
El análisis revela en este fenómeno sencillísimo (en esa 'célula' de la
sociedad burguesa) todas las contradicciones (o los gérmenes de todas las
contradicciones) de la sociedad contemporánea. La posterior exposición nos
muestra el desarrollo (a la vez crecimiento y movimiento) de dichas contradicciones
y de esa sociedad en la [suma] de sus partes individuales, desde su comienzo
hasta su fin." Lenin agregó: "Tal debe ser el método de exposición (o de estudio) de la
dialéctica en general [. . .]"[9] Los comunistas chinos deben asimilar este método, pues sólo así podrán analizar
correctamente la historia y la situación actual de la revolución china y
deducir sus perspectivas futuras.
III. LA PARTICULARIDAD DE LA CONTRADICCION
La contradicción existe en el proceso de desarrollo de cada cosa y lo recorre
desde el comienzo hasta el fin; tal es la universalidad o carácter absoluto
de la contradicción. A esto ya nos hemos referido más arriba. Detengámonos
ahora en la particularidad o carácter relativo de la contradicción. Hay que estudiar este problema en varios planos.
Ante todo, las contradicciones de las diversas formas del movimiento de
la materia poseen, cada una, un carácter particular. El conocimiento que
el hombre tiene de la materia es el conocimiento de las formas de su movimiento,
pues en el mundo no hay más que materia en movimiento, y el movimiento de
la materia reviste necesariamente formas determinadas. Al abordar una forma
dada del movimiento de la materia, debemos tomar en consideración lo que
tiene de común con otras formas del movimiento. Pero aquello que encierra
especial importancia, pues sirve de base a nuestro conocimiento de una cosa,
es atender a lo que esa forma del movimiento de la materia tiene de particular,
o sea, a lo que la distingue cualitativamente de otras formas del movimiento.
Sólo así podemos distinguir una cosa de otra. Toda forma del movimiento
contiene su propia contradicción particular. Esta contradicción particular
constituye la esencia particular que diferencia a una cosa de las demás.
He aquí la causa interna o, por decirlo así, la base de la infinita variedad
de las cosas del mundo. Hay muchas formas del movimiento en la naturaleza:
movimiento mecánico, sonido, luz, calor, electricidad, disociación, combinación,
etc. Todas estas formas del movimiento de la materia son interdependientes,
pero, en su esencia, cada una es diferente de las otras. La esencia particular
de cada forma del movimiento de la materia es determinada por la contradicción
particular de dicha forma. Esto ocurre no sólo en la naturaleza, sino también
en los fenómenos de la sociedad y del pensamiento. Todas las formas sociales
y todas las formas del pensamiento tienen, cada una, su propia contradicción
particular y su esencia particular. La delimitación entre las diferentes ciencias se funda precisamente en las
contradicciones particulares inherentes a sus respectivos objetos de estudio.
Así, es la contradicción peculiar de un determinado sector de fenómenos
lo que constituye el objeto de estudio de una rama dada de la ciencia. Por
ejemplo: los números positivos y los negativos en matemáticas; la acción
y la reacción en mecánica; la electricidad positiva y la negativa en física;
la disociación y la combinación en química; las fuerzas productivas y las
relaciones de producción, y la lucha entre una clase y otra en las ciencias
sociales; la ofensiva y la defensiva en la ciencia militar; el idealismo
y el materialismo, la concepción metafísica y la concepción dialéctica en
filosofía, etc., -- cada una de estas parejas de fenómenos constituye una
contradicción particular y tiene una esencia particular y, precisamente
por eso, ellas son objetos de estudio de ramas distintas de la ciencia.
Cierto es que si no se comprende la universalidad de la contradicción, no
hay manera de descubrir la causa universal o base universal del movimiento
o desarrollo de las cosas; pero, si no se estudia la particularidad de la
contradicción, no hay manera de determinar la esencia particular que diferencia
a una cosa de las demás, ni de descubrir la causa particular o base particular
del movimiento o desarrollo de cada cosa, ni de distinguir una cosa de otra,
ni de delimitar los diversos dominios de la ciencia. En cuanto al orden que sigue el movimiento del conocimiento humano, el hombre
parte siempre del conocimiento de lo individual y particular para llegar
gradualmente a conocer lo general. únicamente después de conocer la esencia
particular de multitud de cosas distintas, el hombre puede pasar a la generalización
y conocer la esencia común a las diversas cosas. Luego de haber llegado
a conocer dicha esencia común, el hombre se sirve de este conocimiento como
guía para seguir adelante y estudiar distintas cosas concretas que no han
sido estudiadas todavía o que no lo han sido en profundidad, a fin de descubrir
la esencia particular de cada una de ellas; sólo así puede acrecentar, enriquecer
y desarrollar su conocimiento de dicha esencia común y evitar que este conocimiento
se marchite o fosilice. Estos son los dos procesos del conocimiento: uno,
de lo particular a lo general, y el otro, de lo general a lo particular.
El conocimiento humano siempre avanza en forma cíclica y cada ciclo (si
se observa estrictamente el método científico) puede elevar el conocimiento
humano a una etapa más alta y hacerlo más profundo. El error de nuestros
dogmáticos a este respecto consiste en que, por una parte, no comprenden
que es imperativo estudiar la particularidad de la contradicción y conocer
la esencia particular de las cosas individuales para poder conocer plenamente
la universalidad de la contradicción y la esencia común a las diversas cosas,
y, por otra parte, no comprenden que aun después de conocer la esencia común
a las cosas hay que seguir adelante y estudiar las cosas concretas todavía
no estudiadas profundamente o aquéllas recién surgidas. Nuestros dogmáticos
son perezosos y rehusan dedicar el menor esfuerzo al estudio de las cosas
concretas; consideran las verdades generales como surgidas de la nada y
las convierten en fórmulas puramente abstractas, ininteligibles, y, de este
modo, niegan por completo e invierten el orden normal que sigue el hombre
para llegar a conocer la verdad. Tampoco comprenden la interconexión entre
los dos procesos del conocimiento humano: de lo particular a lo general
y, luego, de lo general a lo particular. Los dogmáticos no entienden nada
de la teoría marxista del conocimiento. Es preciso estudiar no sólo la contradicción particular y la esencia, por
ella determinada, de cada gran sistema de formas del movimiento de la materia,
sino también la contradicción particular y la esencia de cada proceso en
el largo curso del desarrollo de cada forma del movimiento de la materia.
En toda forma del movimiento, cada proceso de desarrollo, real y no imaginario,
es cualitativamente diferente. En nuestro estudio debemos poner énfasis
en este punto y comenzar por él. Contradicciones cualitativamente diferentes sólo pueden resolverse por métodos
cualitativamente diferentes. Por ejemplo: la contradicción entre el proletariado
y la burguesía se resuelve por el método de la revolución socialista; la
contradicción entre las grandes masas populares y el sistema feudal, por
el método de la revolución democrática; la contradicción entre las colonias
y el imperialismo, por el método de la guerra revolucionaria nacional; la
contradicción entre la clase obrera y el campesinado en la sociedad socialista,
por el método de la colectivización y la mecanización de la agricultura;
las contradicciones en el seno del Partido Comunista, por el método de la
crítica y la autocrítica; la contradicción entre la sociedad y la naturaleza,
por el método del desarrollo de las fuerzas productivas. Los procesos cambian,
desaparecen viejos procesos y contradicciones y surgen nuevos procesos y
contradicciones, y, en consecuencia, varían los métodos para resolver las
contradicciones. En Rusia fueron radicalmente diferentes tanto la contradicción
resuelta por la Revolución de Febrero y la resuelta por la Revolución de
Octubre, como los métodos empleados para resolverlas. Resolver contradicciones
diferentes por métodos diferentes es un principio que los marxista-leninistas
deben observar rigurosamente. Los dogmáticos no observan este principio,
no comprenden las diferencias entre las condiciones de los distintos tipos
de revolución y, por eso, tampoco comprenden la necesidad de usar métodos
diferentes para resolver contradicciones diferentes; antes al contrario,
siguen invariablemente una fórmula que suponen inalterable y la aplican
mecánicamente y en todas partes, lo cual sólo puede causar reveses a la
revolución o llevar a hacer muy mal lo que podría hacerse bien. Para descubrir la particularidad de las contradicciones en el proceso de
desarrollo de una cosa, consideradas en su conjunto, en sus interconexiones,
es decir, para descubrir la esencia del proceso de desarrollo de una cosa,
hay que descubrir la particularidad de cada uno de los aspectos de cada
contradicción de ese proceso; de otro modo, será imposible descubrir la
esencia del proceso. En nuestro estudio también debemos prestar mucha atención
a esto. En el proceso de desarrollo de toda cosa grande existen numerosas contradicciones.
Por ejemplo, en el proceso de la revolución democrático-burguesa de China,
existen la contradicción entre todas las clases oprimidas de la sociedad
china y el imperialismo, la contradicción entre las amplias masas populares
y el feudalismo, la contradicción entre el proletariado y la burguesía,
la contradicción entre el campesinado y la pequeña burguesía urbana, por
un lado, y la burguesía, por el otro, las contradicciones entre los distintos
grupos dominantes reaccionarios, etc.; la situación es sumamente compleja.
Estas contradicciones no pueden ser tratadas de una misma manera, ya que
cada una tiene su propia particularidad; además, los dos aspectos de cada
contradicción tampoco pueden ser tratados de una misma manera, puesto que
cada uno tiene sus propias características. Los que nos dedicamos a la revolución
china no sólo debemos comprender la particularidad de las contradicciones
en su conjunto, es decir, en sus interconexiones, sino también estudiar
los dos aspectos de cada contradicción, único medio para llegar a comprender
el conjunto. Comprender cada uno de los aspectos de una contradicción significa
comprender qué posición específica ocupa cada uno de ellos, qué formas concretas
asumen sus relaciones de interdependencia y contradicción con su contrario,
y qué medios concretos emplea en la lucha con su contrario tanto mientras
ambos aspectos están en interdependencia y contradicción como después de
la ruptura de la interdependencia. Estudiar estos problemas es de suma importancia.
A esto se refería Lenin al decir que la esencia misma del marxismo, el alma
viva del marxismo, es el análisis concreto de la situación concreta[10].
En contra de las enseñanzas de Lenin, nuestros dogmáticos nunca usan su
cerebro para analizar ninguna cosa concretamente, y en sus escritos y discursos
recurren siempre a frases vacías y estereotipadas, introduciendo de esta
manera una pésima práctica en nuestro Partido. Al estudiar un problema, debemos guardarnos del subjetivismo, la unilateralidad
y la superficialidad. Por subjetivismo se entiende no saber abordar los
problemas objetivamente, es decir, no saber abordarlos desde el punto de
vista materialista. De esto ya he hablado en mi trabajo "Sobre la práctica".
Por unilateralidad se entiende no saber abordar los problemas en todas sus
facetas. Por ejemplo, comprender sólo a China y no al Japón, sólo al Partido
Comunista y no al Kuomintang, sólo al proletariado y no a la burguesía,
sólo a los campesinos y no a los terratenientes, sólo las condiciones favorables
y no las difíciles, sólo el pasado y no el futuro, sólo las partes y no
el todo, sólo los defectos y no los éxitos, sólo al acusador y no al acusado,
sólo el trabajo revolucionario secreto y no el trabajo revolucionario abierto,
y así por el estilo. En una palabra, significa no comprender las características
de cada uno de los aspectos de una contradicción. A esto se llama enfocar
un problema unilateralmente; o puede llamarse ver la parte y no el todo,
ver los árboles y no el bosque. De esta manera no es posible encontrar el
método para resolver las contradicciones, ni cumplir las tareas de la revolución,
ni llevar a buen término el trabajo encomendado, ni desarrollar correctamente
la lucha ideológica en el seno del Partido. Cuando Sun Tsi decía en su exposición
del arte de la guerra: "Conoce a tu adversario y conócete a ti mismo, y
podrás librar cien batallas sin correr ningún riesgo de derrota"[11], se
refería a las dos partes beligerantes. Wei Cheng, de la dinastía Tang, también
comprendía lo errónea que es la unilateralidad cuando decía: "Si escuchas
a ambas partes, se hará en ti la luz; si escuchas a una sola, permanecerás
en tinieblas."[12] Pero nuestros camaradas a menudo examinan los problemas
de manera unilateral y, por eso, dan con la cabeza en un muro. En la novela
A la orilla del agua, Sung Chiang lanza tres ataques contra la aldea de
Chu[13]. Dos veces es derrotado porque no conoce las condiciones locales
y no emplea métodos correctos. Más tarde cambia de métodos; comienza por
investigar la situación y llega a conocer el laberinto de senderos, después
logra deshacer la alianza entre las aldeas de Li, Ju y Chu y, empleando
una estratagema similar a la del caballo de Troya de que habla una leyenda
extranjera, envía a sus hombres disfrazados a mantenerse a la espera en
el campo enemigo. Y en el tercer ataque obtiene la victoria. Hay muchos
ejemplos de dialéctica materialista en A la orilla del agua, de los cuales
el episodio de los tres ataques a la aldea de Chu es el mejor. Lenin dijo:
"Para conocer realmente un objeto hay que abarcar y estudiar todos sus aspectos,
todos sus vínculos y 'mediaciones'. Esto jamás lo conseguiremos por completo,
pero la exigencia de estudiar las cosas en todos sus aspectos nos prevendrá
contra los errores y la rigidez."[14] Debemos tener presentes sus palabras. Por superficialidad se entiende no
considerar ni las características de la contradicción en su conjunto ni
las características de cada uno de sus aspectos, no reconocer la necesidad
de ir al fondo de las cosas para estudiar minuciosamente las características
de la contradicción, sino limitarse a mirar de lejos y, después de una ojeada
a los contornos generales de la contradicción, tratar inmediatamente de
resolverla (responder a una pregunta, zanjar una disputa, manejar un asunto
o dirigir una operación militar). Esta forma de proceder lleva inevitablemente
a consecuencias funestas. La razón por la cual los camaradas dogmáticos
y empíricos chinos han cometido errores reside precisamente en que su modo
de examinar las cosas es subjetivista, unilateral y superficial. La unilateralidad
y la superficialidad son también subjetivismo, porque todas las cosas objetivas
se hallan en realidad ligadas unas con otras y se rigen por leyes internas;
sin embargo, hay personas que, en lugar de reflejar las cosas tal como son,
las consideran de modo unilateral o superficial ignorando sus relaciones
recíprocas y sus leyes internas; por tanto, el método que siguen es subjetivista.
No sólo el proceso total del movimiento de las contradicciones en el desarrollo
de una cosa, consideradas en sus interconexiones, y cada uno de los aspectos
de cada contradicción tienen rasgos particulares, a los que debemos prestar
atención, sino que cada etapa del proceso tiene también sus rasgos particulares,
que deben ser igualmente atendidos. La contradicción fundamental del proceso de desarrollo de una cosa y la
esencia de éste, determinada por dicha contradicción, no desaparecen mientras
el proceso no termina; sin embargo, en un proceso de desarrollo prolongado,
la situación generalmente varía de etapa a etapa. La razón es que, si bien
no cambia ni la naturaleza de la contradicción fundamental del proceso de
desarrollo de la cosa ni la esencia del proceso, la contradicción fundamental
se va agudizando a medida que pasa de una etapa a otra en este proceso prolongado.
Además, de las numerosas contradicciones, grandes y pequeñas, determinadas
por la contradicción fundamental o sujetas a su influencia, unas se agudizan
y otras son temporal o parcialmente resueltas o atenuadas, y surgen algunas
nuevas; es por esto que hay etapas en el proceso. Si no se presta atención
a las etapas del proceso de desarrollo de una cosa, no se puede tratar apropiadamente
sus contradicciones. Por ejemplo, cuando el capitalismo de la época de la libre competencia se
desarrolló y convirtió en imperialismo, no cambió ni la naturaleza de las
dos clases radicalmente contradictorias, el proletariado y la burguesía,
ni tampoco la esencia capitalista de la sociedad; pero se agudizó la contradicción
entre estas dos clases, surgió la contradicción entre el capital monopolista
y el no monopolista, se agudizó la contradicción entre las metrópolis y
las colonias, y se manifestaron con especial intensidad las contradicciones
entre los distintos países capitalistas, originadas en la desigualdad de
su desarrollo; así surgió una fase especial del capitalismo: el imperialismo.
El leninismo es el marxismo de la era del imperialismo y de la revolución
proletaria precisamente porque Lenin y Stalin han explicado correctamente
estas contradicciones y han formulado la teoría y las tácticas correctas
de la revolución proletaria para resolverlas. Veamos el proceso de la revolución democrático-burguesa de China, iniciada
con la Revolución de 1911. Ha tenido varias etapas distintas. Constituyen,
en particular, dos etapas históricas sumamente diferentes el período en
que la revolución fue dirigida por la burguesía y el período en que la dirige
el proletariado. En otras palabras, la dirección del proletariado ha provocado
un cambio radical en la fisonomía de la revolución, ha conducido a un nuevo
alineamiento de las clases, ha hecho desencadenarse en gran escala la revolución
campesina, ha impreso un carácter consecuente a la revolución antiimperialista
y antifeudal, ha abierto la posibilidad de la transformación de la revolución
democrática en revolución socialista, etc. Nada de esto era posible en el
período en que la revolución se hallaba bajo la dirección de la burguesía.
Aunque no ha cambiado la naturaleza de la contradicción fundamental del
proceso considerado en su conjunto, ni la naturaleza del proceso en cuanto
revolución democrática, antiimperialista y antifeudal (cuyo contrario es
la naturaleza semicolonial y semifeudal del país), este proceso ha pasado
por varias etapas de desarrollo en el curso de más de veinte años, durante
los cuales se produjeron muchos acontecimientos importantes: la derrota
de la Revolución de 1911 y la implantación del régimen de los caudillos
militares del Norte, la formación del primer frente único nacional y la
revolución de 1924-1927, la ruptura del frente único y el paso de la burguesía
al campo de la contrarrevolución, las guerras entre los nuevos caudillos
militares, la Guerra Revolucionaria Agraria, el establecimiento del segundo
frente único nacional y la Guerra de Resistencia contra el Japón. Caracterizan
a las mencionadas etapas la agudización de algunas contradicciones (por
ejemplo, la Guerra Revolucionaria Agraria y la invasión japonesa de las
cuatro provincias del Nordeste), la solución parcial o temporal de otras
contradicciones (por ejemplo, la eliminación de los caudillos militares
del Norte y nuestra confiscación de las tierras de los terratenientes),
o la reaparición de ciertas contradicciones (por ejemplo, la lucha entre
los nuevos caudillos militares y la recuperación de las tierras por los
terratenientes después de que perdimos las bases de apoyo revolucionarias
en el Sur). Al estudiar la particularidad de las contradicciones en cada etapa del proceso
de desarrollo de una cosa, debemos no sólo considerar las contradicciones
en sus interconexiones, en su conjunto, sino también examinar cada uno de
los aspectos de cada contradicción. Tomemos por ejemplo al Kuomintang y al Partido Comunista. Veamos un aspecto,
el Kuomintang. En el período del primer frente único, el Kuomintang aplicaba
las Tres Grandes Políticas de Sun Yat-sen: alianza con Rusia, alianza con
el Partido Comunista y ayuda a los obreros y campesinos; por eso era revolucionario
y vigoroso y constituía una alianza de diversas clases para la revolución
democrática. En 1927, sin embargo, el Kuomintang se transformó en su reverso,
en un bloque reaccionario de los terratenientes y de la gran burguesía.
Después del Incidente de Sían en diciembre de 1936, comenzó a cambiar, orientándose
a cesar la guerra civil y a cooperar con el Partido Comunista para luchar
juntos contra el imperialismo japonés. Tales son las características del
Kuomintang en estas tres etapas. Dichas características obedecen, por supuesto,
a diversas causas. Veamos ahora el otro aspecto, el Partido Comunista de
China. En el período del primer frente único, estaba en su infancia; dirigió
valerosamente la revolución de 1924-1927, pero se mostró inmaduro en su
comprensión del carácter, las tareas y los métodos de la revolución y, en
consecuencia, el chentusiuísmo[15], surgido en el último tiempo de esa revolución,
pudo imponerse y conducirla a la derrota. A partir de 1927, el Partido Comunista
dirigió con valentía la Guerra Revolucionaria Agraria y creó el ejército
revolucionario y las bases de apoyo revolucionarias; sin embargo, cometió
errores de aventurerismo, que causaron serias pérdidas tanto al ejército
como a las bases de apoyo. Desde 1935 el Partido ha corregido estos errores
y ha asumido la dirección de un nuevo frente único, el de resistencia al
Japón; esta gran lucha está desarrollándose ahora. En la presente etapa,
el Partido Comunista es un partido probado en dos revoluciones y poseedor
de una rica experiencia. Tales son las características del Partido Comunista
de China en las tres etapas. Y también ellas obedecen a diversas causas.
Si no estudiamos estas características de los dos partidos, no podremos
comprender sus mutuas relaciones particulares en las diferentes etapas:
formación de un frente único, ruptura del mismo y creación de otro nuevo.
Pero, al estudiar las distintas características de los dos partidos, es
aún más fundamental examinar la base de clase de uno y otro y las contradicciones,
surgidas de ella en los diferentes períodos, entre cada partido y las demás
fuerzas. Por ejemplo, en el período de su primera alianza con el Partido
Comunista, el Kuomintang, por una parte, se hallaba en contradicción con
el imperialismo extranjero y, consiguientemente, se le oponía; por la otra,
estaba en contradicción con las vastas masas populares en el interior, y,
si bien prometió muchos beneficios al pueblo trabajador, de hecho le dio
muy pocos o ninguno. En el período en que llevó adelante la guerra anticomunista,
el Kuomintang, colaborando con el imperialismo y el feudalismo, se opuso
a las grandes masas populares y suprimió de una plumada todos los beneficios
que éstas habían conquistado en la revolución, de manera que agudizó su
contradicción con ellas. Actualmente, en el período de la resistencia antijaponesa,
el Kuomintang se encuentra en contradicción con el imperialismo japonés;
por una parte, está interesado en cooperar con el Partido Comunista, en
tanto que, por la otra, no atenúa su lucha contra éste y el pueblo ni la
opresión que ejerce sobre ellos. En cuanto al Partido Comunista, ha estado
siempre, en cada período, al lado de las grandes masas populares contra
el imperialismo y el feudalismo; sin embargo, en el presente período, el
de la resistencia antijaponesa, ha adoptado una política de moderación respecto
al Kuomintang y a las fuerzas feudales del país, porque el Kuomintang se
ha manifestado a favor de la resistencia al Japón. Todas estas condiciones
han llevado ya a la alianza, ya a la lucha, entre los dos partidos; incluso
durante los períodos de alianza se presenta un complejo estado de alianza
y lucha simultáneas. Si no estudiamos las características de los aspectos
de las mencionadas contradicciones, no podremos comprender ni las relaciones
de cada uno de los dos partidos con las demás fuerzas, ni sus propias relaciones
mutuas. Así se ve que al estudiar la particularidad de la contradicción en cualquier
plano -- trátese de la contradicción en cada forma del movimiento de la
materia, la contradicción en cada uno de los procesos de desarrollo de cada
forma del movimiento de la materia, los dos aspectos de la contradicción
en cada proceso, la contradicción en cada etapa de desarrollo de un proceso,
o los dos aspectos de la contradicción en cada etapa --, al estudiar la
particularidad de la contradicción en cualquiera de estos planos, no debemos
ser subjetivos ni arbitrarios, sino que debemos hacer un análisis concreto.
Sin un análisis concreto no se puede llegar a conocer la particularidad
de la contradicción en ningún plano. Tengamos siempre presentes las palabras
de Lenin: análisis concreto de la situación concreta. Marx y Engels fueron los primeros en ofrecernos excelentes modelos de semejante
análisis concreto. Al aplicar la ley de la contradicción en las cosas al estudio del proceso
socio-histórico, Marx y Engels descubrieron la contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción, la contradicción entre las clases
explotadoras y las explotadas, así como la contradicción, originada por
las anteriores, entre la base económica y su superestructura (política,
ideología, etc.), y descubrieron también cómo estas contradicciones conducen
inevitablemente, en los diferentes tipos de sociedades de clases, a diferentes
tipos de revoluciones sociales. Al aplicar esta ley al estudio de la estructura económica de la sociedad
capitalista, Marx descubrió que la contradicción fundamental de esta sociedad
es la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter
privado de la propiedad. Esta contradicción se manifiesta en la contradicción
entre el carácter organizado de la producción en las empresas individuales
y el carácter anárquico de la producción en la sociedad en su conjunto.
En términos de relaciones de clase, se manifiesta en la contradicción entre
la burguesía y el proletariado. Dado que la variedad de las cosas es inconmensurable y su desarrollo no
tiene límites, lo que es universal en un contexto determinado se hace particular
en otro contexto, y viceversa. La contradicción, inherente al sistema capitalista,
entre el carácter social de la producción y la propiedad privada de los
medios de producción, es común a todos los países donde existe y se desarrolla
el capitalismo, y, por tanto, es universal con respecto a éste. Sin embargo,
la contradicción propia del capitalismo corresponde sólo a una determinada
etapa histórica en el desarrollo de la sociedad de clases en general, y,
por consiguiente, tiene carácter particular respecto a la contradicción
entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción dentro de la
sociedad de clases en general. Ahora bien, al disecar la particularidad
de las contradicciones arriba mencionadas de la sociedad capitalista, Marx
elucidó en forma aún más profunda, exhaustiva y completa el carácter universal
de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción
dentro de la sociedad de clases en general. Lo particular y lo universal están unidos, y no solamente la particularidad
sino también la universalidad de la contradicción son inherentes a toda
cosa: la universalidad reside en la particularidad; por eso, al estudiar
una cosa determinada, debemos tratar de descubrir estos dos lados y su interconexión,
lo particular y lo universal dentro de la cosa misma y su interconexión,
y de descubrir las interconexiones entre dicha cosa y las numerosas cosas
exteriores a ella. Stalin, al explicar las raíces históricas del leninismo
en su famosa obra "Los fundamentos del leninismo", analizó la situación
internacional en que nació el leninismo, analizó las distintas contradicciones
del capitalismo, llegadas a su grado extremo bajo las condiciones del imperialismo,
y mostró cómo ellas hicieron de la revolución proletaria una cuestión práctica
inmediata y crearon condiciones favorables para el asalto directo al capitalismo.
Además, analizó por qué Rusia fue la patria del leninismo, por qué la Rusia
zarista constituía el punto de convergencia de todas las contradicciones
del imperialismo y por qué el proletariado ruso se convirtió en la vanguardia
del proletariado revolucionario internacional. De esta manera, Stalin analizó
lo universal de las contradicciones del imperialismo, demostrando que el
leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución
proletaria, y, al mismo tiempo, analizó lo que de particular tenían estas
contradicciones generales en el caso del imperialismo de la Rusia zarista,
explicando por qué Rusia llegó a ser la cuna de la teoría y las tácticas
de la revolución proletaria y cómo dicha particularidad encerraba la universalidad
de la contradicción. Este análisis de Stalin nos ofrece un modelo para comprender
la particularidad y la universalidad de la contradicción y su interconexión.
Al referirse a la aplicación de la dialéctica al estudio de los fenómenos
objetivos, Marx y Engels, así como Lenin y Stalin, han enseñado siempre
que es preciso deshacerse de todo subjetivismo y arbitrariedad y partir
de las condiciones concretas del movimiento objetivo real para descubrir
las contradicciones concretas de estos fenómenos, la posición concreta de
cada uno de los aspectos de cada contradicción y las interrelaciones concretas
de las contradicciones. A nuestros dogmáticos les falta esta actitud en
el estudio y, por lo tanto, yerran en todo. Debemos sacar lecciones de sus
fracasos y aprender a estudiar con esta actitud, la única correcta. La relación entre la universalidad y la particularidad de la contradicción
es la relación entre el carácter general y el carácter individual de la
contradicción. Por carácter general de la contradicción entendemos que ésta
existe en todos los procesos y los recorre desde el comienzo hasta el fin:
movimiento, cosas, procesos y pensamiento, todo es contradicción. Negar
la contradicción es negarlo todo. Esta es una verdad universal para todos
los tiempos y todos los países, sin excepción. Tal es el carácter general,
el carácter absoluto de la contradicción. Sin embargo, lo general está contenido
en todo ser individual; sin carácter individual no puede haber carácter
general. Si todo lo individual fuera excluido, ¿qué sería de lo general?
Cada contradicción es particular y de ahí lo individual. Lo individual existe
condicional y temporalmente y es, por tanto, relativo. Esta verdad referente a lo general y lo individual, a lo absoluto y lo relativo,
es la quintaesencia del problema de la contradicción en las cosas; no comprenderla
equivale a abandonar la dialéctica.
IV. LA CONTRADICCIN PRINCIPAL Y EL ASPECTO PRINCIPAL DE LA CONTRADICCION
En lo tocante a la particularidad de la contradicción, quedan dos cuestiones
que requieren un análisis especial: la contradicción principal y el aspecto
principal de la contradicción. En el proceso de desarrollo de una cosa compleja hay muchas contradicciones
y, de ellas, una es necesariamente la principal, cuya existencia y desarrollo
determina o influye en la existencia y desarrollo de las demás contradicciones.
Por ejemplo: en la sociedad capitalista, las dos fuerzas contradictorias,
el proletariado y la burguesía, constituyen la contradicción principal.
Las otras contradicciones, como las que existen entre los remanentes de
la clase feudal y la burguesía, entre la pequeña burguesía campesina y la
burguesía, entre el proletariado y la pequeña burguesía campesina, entre
la burguesía no monopolista y la monopolista, entre la democracia y el fascismo
en el seno de la burguesía, entre los diversos países capitalistas, entre
el imperialismo y las colonias, etc., son todas determinadas por esta contradicción
principal o sujetas a su influencia. En un país semicolonial como China, la relación entre la contradicción principal
y las contradicciones no principales ofrece un cuadro complejo. Cuando el imperialismo desata una guerra de agresión contra un país así,
las diferentes clases de éste, excepto un pequeño número de traidores, pueden
unirse temporalmente en una guerra nacional contra el imperialismo. Entonces,
la contradicción entre el imperialismo y el país en cuestión pasa a ser
la contradicción principal, mientras todas las contradicciones entre las
diferentes clases dentro del país (incluida la contradicción, que era la
principal, entre el sistema feudal y las grandes masas populares) quedan
relegadas temporalmente a una posición secundaria y subordinada. Tal fue
el caso en China durante la Guerra del Opio de 1840, la Guerra Chino-Japonesa
de 1894, la Guerra del Yijetuan de 1900, y tal es también el caso de la
actual guerra chino-japonesa. En otras circunstancias, sin embargo, las contradicciones cambian de posición.
Cuando el imperialismo no recurre a la guerra, sino a medios relativamente
moderados, medios políticos, económicos y culturales, para llevar adelante
su opresión, la clase dominante del país semicolonial en cuestión capitula
ante el imperialismo y forma con él una alianza para oprimir conjuntamente
a las masas populares. En esas circunstancias, las masas populares suelen
recurrir a la guerra civil contra la alianza del imperialismo y la clase
feudal, en tanto que el imperialismo emplea a menudo métodos indirectos,
y no la acción directa, para ayudar a los reaccionarios de dicho país a
oprimir al pueblo, y así las contradicciones internas se vuelven particularmente
agudas. Esto sucedió en China durante la Guerra Revolucionaria de 1911,
la guerra revolucionaria de 1924-1927 y los diez años de la Guerra Revolucionaria
Agraria, iniciada en 1927. También entran en esta categoría las guerras
intestinas entre los diversos grupos dominantes reaccionarios de los países
semicoloniales, como por ejemplo las guerras entre los caudillos militares
de China. Cuando la guerra civil revolucionaria se desarrolla hasta el punto en que
amenaza la existencia misma del imperialismo y de sus lacayos, los reaccionarios
internos, suele aquél adoptar otros métodos para mantener su dominación:
o bien trata de dividir el frente revolucionario, o bien envía fuerzas armadas
para ayudar directamente a los reaccionarios internos. En tal caso, el imperialismo
extranjero y la reacción interna se colocan, sin el menor disimulo, en un
polo, y las amplias masas populares se agrupan en el otro, y así se forma
la contradicción principal, que determina o influye en el desarrollo de
las demás contradicciones. La ayuda prestada por diversos países capitalistas
a los reaccionarios rusos luego de la Revolución de Octubre, es un ejemplo
de intervención armada. La traición de Chiang Kai-shek en 1927 es un ejemplo
de división del frente revolucionario. Pero, ocurra lo que ocurra, no cabe ninguna duda de que en cada etapa de
desarrollo de un proceso hay sólo una contradicción principal, que desempeña
el papel dirigente. De este modo, si en un proceso hay varias contradicciones, necesariamente
una de ellas es la principal, la que desempeña el papel dirigente y decisivo,
mientras las demás ocupan una posición secundaria y subordinada. Por lo
tanto, al estudiar cualquier proceso complejo en el que existan dos o más
contradicciones, debernos esforzarnos al máximo por descubrir la contradicción
principal. Una vez aprehendida la contradicción principal, todos los problemas
pueden resolverse con facilidad. Tal es el método que nos enseñó Marx en
su estudio de la sociedad capitalista. Lo mismo nos enseñaron Lenin y Stalin
al estudiar el imperialismo y la crisis general del capitalismo y al estudiar
la economía soviética. Miles de estudiosos y hombres de acción no comprenden
este método, y el resultado es que, perdidos en un mar de humo, no son capaces
de llegar a la médula de los problemas y, por consiguiente, no logran encontrar
la manera de resolver las contradicciones. Como queda dicho, no hay que tratar de un mismo modo todas las contradicciones
de un proceso, sino distinguir entre la principal y las secundarias y concentrarse
en aprehender la principal. Ahora bien, en cada contradicción, sea principal
o secundaria, ¿cabe tratar de un mismo modo sus dos aspectos contradictorios?
Tampoco. En toda contradicción, el desarrollo de los aspectos contradictorios
es desigual. A veces ambos parecen estar en equilibrio, pero tal situación
es sólo temporal y relativa, en tanto que la desigualdad es el estado fundamental.
De los dos aspectos contradictorios, uno ha de ser el principal, y el otro,
el secundario. El aspecto principal es el que desempeña el papel dirigente
en la contradicción. La naturaleza de una cosa es determinada fundamentalmente
por el aspecto principal de su contradicción, aspecto que ocupa la posición
predominante. Pero esta situación no es estática; el aspecto principal y el no principal
de una contradicción se transforman el uno en el otro y, en consecuencia,
cambia la naturaleza de la cosa. En un determinado proceso de desarrollo
de una contradicción o en una etapa dada de éste, el aspecto principal es
A y el aspecto no principal es B, pero en otra etapa o proceso, los papeles
se invierten; este cambio lo determina el grado en que ha crecido o disminuido
la fuerza de cada aspecto en su lucha contra el otro durante el desarrollo
de la cosa. Hablamos corrientemente del "reemplazo de lo viejo por lo nuevo". El reemplazo
de lo viejo por lo nuevo es una ley universal, eterna e ineludible. Una
cosa se transforma en otra mediante un salto cuya forma varía según la naturaleza
de la cosa y las condiciones: éste es el proceso del reemplazo de lo viejo
por lo nuevo. Dentro de toda cosa existe la contradicción entre lo nuevo
y lo viejo, la cual da origen a una serie de luchas llenas de vicisitudes.
Como resultado de estas luchas, lo nuevo pasa de pequeño a grande y llega
a ser predominante; en cambio, lo viejo pasa de grande a pequeño y se aproxima
gradualmente a su desaparición. En el momento en que lo nuevo logra predominar
sobre lo viejo, la cosa vieja se transforma cualitativamente en una cosa
nueva. De esto se desprende que la naturaleza de una cosa es determinada
fundamentalmente por el aspecto principal de su contradicción, el que ocupa
la posición predominante. Al cambiar dicho aspecto, cambia en consecuencia
la naturaleza de la cosa. El capitalismo, que en la vieja época feudal ocupa una posición subordinada,
pasa a ser la fuerza predominante en la sociedad capitalista y, con ello,
la naturaleza de la sociedad se convierte de feudal en capitalista. Las
fuerzas feudales pasan de su antigua posición dominante a una posición subordinada
en la nueva era capitalista, y se acercan paulatinamente a su desaparición.
Así sucedió, por ejemplo, en Inglaterra y Francia. A medida que se desarrollan
las fuerzas productivas, la burguesía se transforma de clase nueva, que
juega un papel progresista, en clase vieja, que juega un papel reaccionario,
y finalmente es derrocada por el proletariado, pasando a ser una clase despojada
de sus medios privados de producción y del Poder; entonces también se aproxima
de manera gradual a su desaparición. El proletariado, muy superior en número
a la burguesía y que crece simultáneamente con ésta, pero bajo su dominación,
es una fuerza nueva que, dependiente de la burguesía en un comienzo, se
robustece poco a poco, llega a ser una clase independiente y que desempeña
el papel dirigente en la historia, y finalmente toma el Poder convirtiéndose
en la clase dominante. Entonces la sociedad cambia de naturaleza: la vieja
sociedad capitalista se transforma en la nueva sociedad socialista. Este
es el camino recorrido ya por la Unión Soviética y que seguirán forzosamente
todos los demás países. Veamos el caso de China. El imperialismo ocupa la posición principal en
la contradicción en que China se ve reducida al estado de semicolonia; oprime
al pueblo chino, mientras China ha sido convertida de país independiente
en país semicolonial. Pero este estado de cosas cambiará inevitablemente;
en la lucha entre las dos partes, la fuerza del pueblo chino, creciente
bajo la dirección del proletariado, transformará inevitablemente a China
de semicolonia en país independiente, al paso que el imperialismo será derrocado.
La vieja China se transformará inevitablemente en una nueva China. La transformación de la vieja China en una nueva China entraña además, dentro
del país, la transformación de la relación entre las viejas fuerzas feudales
y las nuevas fuerzas populares. La vieja clase terrateniente feudal será
derrocada, de dominante se convertirá en dominada, y también se aproximará
gradualmente a su desaparición. Y el pueblo, bajo la dirección del proletariado,
pasará de dominado a dominante. Entonces cambiará la naturaleza de la sociedad
china: la vieja sociedad, semicolonial y semifeudal, se transformará en
una nueva sociedad democrática. Transformaciones semejantes se han producido ya en el pasado. La dinastía
Ching, que gobernó a China durante casi trescientos años, fue derribada
en la Revolución de 1911, en tanto que la Keming Tungrnengjui (Liga Revolucionaria),
dirigida por Sun Yat-sen, quedó triunfante por algún tiempo. En la guerra
revolucionaria de 1924-1927, las fuerzas revolucionarias de la alianza entre
el Kuomintang y el Partido Comunista en el Sur se transformaron de débiles
en fuertes y obtuvieron la victoria en la Expedición al Norte, mientras
que los caudillos militares del Norte, al comienzo dueños de la situación,
fueron derrocados. En 1927, las fuerzas populares, encabezadas por el Partido
Comunista, se vieron seriamente reducidas bajo los golpes de la reacción
kuomintanista; pero, después de eliminar de sus filas el oportunismo, volvieron
a crecer paulatinamente. En las bases de apoyo revolucionarias, que dirige
el Partido Comunista, los campesinos se han transformando de dominados en
dominantes, en tanto que los terratenientes han sufrido la transformación
inversa. Siempre ocurre así en el mundo: lo nuevo desplaza a lo viejo, lo
viejo es reemplazado por lo nuevo, lo viejo es eliminado para dejar paso
a lo nuevo, lo nuevo surge de lo viejo. En ciertos momentos de la lucha revolucionaria, las dificultades prevalecen
sobre las condiciones favorables y constituyen, entonces, el aspecto principal
de la contradicción, mientras las condiciones favorables constituyen el
aspecto secundario. Sin embargo, los revolucionarios pueden, mediante sus
esfuerzos, superar gradualmente las dificultades y crear una situación nueva,
favorable; así, una situación difícil cede su lugar a una situación favorable.
Tal fue el caso después de la derrota de la revolución china en 1927 y durante
la Gran Marcha del Ejército Rojo de China. En la actual guerra chino-japonesa,
nuestro país se encuentra de nuevo en una posición difícil; pero podemos
cambiar este estado de cosas y transformar radicalmente la situación de
China y la del Japón. A la inversa, las condiciones favorables pueden transformarse
en dificultades si los revolucionarios cometen errores. Así, la victoria
de la revolución de 1924-1927 se transformó en derrota. Las bases de apoyo
revolucionarias que se desarrollaron a partir de 1927 en las provincias
del Sur, habían sido todas derrotadas hacia 1934. En el estudio, sucede lo mismo con la contradicción en el paso del no saber
al saber. Cuando comenzamos a estudiar el marxismo, existe una contradicción
entre nuestra ignorancia o escasa noción del marxismo y el conocimiento
del marxismo. Pero, a través de un estudio tenaz, podernos llegar a transformar
esa ignorancia en conocimiento, ese conocimiento escaso, en conocimiento
amplio, y la ceguera en la aplicación del marxismo, en libertad en su aplicación.
Algunos estiman que no ocurre así con ciertas contradicciones. Por ejemplo,
según ellos, en la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones
de producción, las fuerzas productivas constituyen el aspecto principal;
en la contradicción entre la práctica y la teoría, la práctica constituye
el aspecto principal; en la contradicción entre la base económica y la superestructura,
la base económica constituye el aspecto principal; y los aspectos no cambian
de posición entre sí. Esta es una concepción materialista mecanicista, y
no materialista dialéctica. Es verdad que las fuerzas productivas, la práctica
y la base económica desempeñan por regla general el papel principal y decisivo;
quien niegue esto no es materialista. Pero hay que admitir también que,
bajo ciertas condiciones, las relaciones de producción, la teoría y la superestructura
desempeñan, a su vez, el papel principal y decisivo. Cuando el desarrollo
de las fuerzas productivas se hace imposible sin un cambio de las relaciones
de producción, este cambio desempeña el papel principal y decisivo. La creación
y divulgación de una teoría revolucionaria desempeña el papel principal
y decisivo en determinados momentos, refiriéndose a los cuales dijo Lenin:
"Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario."[16]
Cuando hay una tarea por cumplir (sea la que fuere), pero se carece todavía
de orientación; método, plan o política, lo principal y decisivo es determinar
una orientación, método, plan o política. Cuando la superestructura (política,
cultura, etc.) obstaculiza el desarrollo de la base económica, las transformaciones
políticas y culturales pasan a ser lo principal y decisivo. ¿Estamos yendo
en contra del materialismo al afirmar esto? No. La razón es que, junto con
reconocer que, en el curso general del desarrollo histórico, lo material
determina lo espiritual y el ser social determina la conciencia social,
también reconocemos y debemos reconocer la reacción que a su vez ejerce
lo espiritual sobre lo material, la conciencia social sobre el ser social,
y la superestructura sobre la base económica. No vamos así en contra del
materialismo, sino que evitamos el materialismo mecanicista y defendemos
firmemente el materialismo dialéctico. Al estudiar la particularidad de la contradicción, a no ser que examinemos
estas dos cuestiones -- las contradicciones principal y no principales de
un proceso, y los aspectos principal y no principal de la contradicción
--, es decir, a no ser que examinemos lo que distingue a un término del
otro en cada una de estas dos cuestiones, nos veremos empantanados en un
estudio abstracto, seremos incapaces de comprender concretamente las contradicciones
y, por ende, no podremos encontrar el método correcto para resolverlas.
Lo distintivo o lo particular en cada una de estas dos cuestiones representa
la desigualdad de las fuerzas en contradicción. Nada en el mundo se desarrolla
en forma absolutamente uniforme; debemos combatir la teoría del desarrollo
uniforme o teoría del equilibrio. Más aún, es esta característica concreta
de la contradicción y el cambio de los aspectos principal y no principal
de una contradicción en el curso de su desarrollo lo que muestra la fuerza
de lo nuevo que reemplaza a lo viejo. El estudio de las distintas modalidades
de la desigualdad en las contradicciones, el estudio de la contradicción
principal y las no principales y de los aspectos principal y no principal
de la contradicción, es uno de los métodos importantes que permiten a un
partido revolucionario determinar correctamente su estrategia y táctica
en lo político y lo militar; todos los comunistas deben prestar atención
a este método.
V. LA IDENTIDAD Y LA LUCHA ENTRE LOS ASPECTOS DE LA CONTRADICCION
Después de comprendidas la universalidad y la particularidad de la contradicción,
debemos proceder al estudio de la identidad y la lucha entre los aspectos
de la contradicción. Identidad, unidad, coincidencia, interpenetración, impregnación recíproca,
interdependencia (o mutua dependencia para existir), interconexión o cooperación
-- todos estos variados términos significan lo mismo y se refieren a los
dos puntos siguientes: primero, la existencia de cada uno de los dos aspectos
de una contradicción en el proceso de desarrollo de una cosa presupone la
existencia de su contrario, y ambos aspectos coexisten en un todo único;
segundo, sobre la base de determinadas condiciones, cada uno de los dos
aspectos contradictorios se transforma en su contrario. Esto es lo que se
entiende por identidad. Lenin dijo: "La dialéctica es la doctrina de cómo los contrarios pueden ser y cómo suelen
ser (cómo devienen) idénticos, -- en qué condiciones suelen ser idénticos,
convirtiéndose el uno en el otro, -- por qué el entendimiento humano no
debe considerar estos contrarios como muertos, petrificados, sino como vivos,
condicionales, móviles y que se convierten el uno en el otro."[17] ¿Qué significan estas palabras de Lenin?
En todo proceso, los aspectos de una contradicción se excluyen, luchan y
se oponen entre sí. Los procesos de desarrollo de todas las cosas del mundo
y todo pensamiento del hombre, sin excepción, contienen tales aspectos contradictorios.
Un proceso simple contiene solamente una pareja de contrarios, mientras
un proceso complejo contiene más de una. Las diferentes parejas de contrarios,
a su vez, se hallan en contradicción. Es así como están constituidas todas
las cosas del mundo objetivo y todo pensamiento del hombre, y de ahí su
movimiento. Podría parecer entonces que no hay ninguna identidad o unidad. En tal caso,
¿cómo se puede hablar de identidad o unidad? El caso es que ninguno de los dos aspectos contradictorios puede existir
independientemente del otro. Si falta uno de los dos contrarios, falta la
condición para la existencia del otro. Piensen: de una pareja de cosas contradictorias
o de dos conceptos contradictorios en la conciencia humana, ¿puede uno de
los aspectos existir independientemente? Sin vida no habría muerte; sin
muerte tampoco habría vida. Sin "arriba" no habría "abajo"; sin "abajo"
tampoco habría "arriba". Sin desgracia no habría felicidad; sin felicidad
tampoco habría desgracia. Sin facilidad no habría dificultad; sin dificultad
tampoco habría facilidad. Sin terratenientes no habría campesinos arrendatarios;
sin campesinos arrendatarios tampoco habría terratenientes. Sin burguesía
no habría proletariado; sin proletariado tampoco habría burguesía. Sin opresión
nacional por parte del imperialismo no habría colonias ni semicolonias;
sin colonias ni semicolonias tampoco habría opresión nacional por parte
del imperialismo. Así sucede con todos los contrarios: en virtud de determinadas
condiciones, junto con oponerse el uno al otro, están interconectados, se
impregnan recíprocamente, se interpenetran y dependen el uno del otro; esto
es lo que se denomina identidad. Los aspectos de toda contradicción se llaman
contrarios porque, en virtud de determinadas condiciones, existe entre ellos
no-identidad. Pero también existe entre ellos identidad, y por eso están
interconectados. A esto se refería Lenin cuando dijo que la dialéctica estudia
"cómo los contrarios pueden [ . . . ] ser idénticos ". ¿Por qué pueden serlo?
Porque cada uno constituye la condición para la existencia del otro. Este
es el primer sentido de la identidad. Pero ¿basta con afirmar que cada uno de los dos aspectos contradictorios
es la condición para la existencia de su opuesto, que hay identidad entre
uno y otro, y que, por consiguiente, ambos pueden coexistir en un todo único?
No, no basta. La cuestión no se limita a la interdependencia de los contrarios;
más importante aún es la transformación del uno en el otro. Esto significa
que, en razón de determinadas condiciones, cada uno de los aspectos contradictorios
de una cosa se transforma en su contrario cambiando su posición por la de
éste. Tal es el segundo sentido de la identidad de los contrarios. ¿Por qué existe identidad aquí también? Obsérvese cómo, a través de la revolución,
el proletariado se transforma de clase dominada en clase dominante, en tanto
que la burguesía, hasta entonces dominante, se transforma en dominada, cambiando
cada cual su posición por la que originalmente ocupaba su contrario. Esto
ha tenido lugar ya en la Unión Soviética, y ocurrirá en todo el mundo. De
no existir, bajo determinadas condiciones, la interconexión y la identidad
entre los contrarios, ¿cómo podría producirse semejante cambio? El Kuomintang, que desempeñó un papel hasta cierto punto positivo en una
determinada etapa de la historia contemporánea de China, pasó a ser un partido
contrarrevolucionario en 1927 debido a su inherente naturaleza de clase
y a la seducción por el imperialismo (éstas son las condiciones); pero,
después se ha visto obligado a aceptar la resistencia al Japón debido a
la agudización de la contradicción entre China y el Japón y a la política
de frente único del Partido Comunista (éstas son las condiciones). Los contrarios
se transforman el uno en el otro, pues entre ellos existe una determinada
identidad. Nuestra revolución agraria ha sido y será un proceso en que la clase terrateniente,
poseedora de tierras, se transforma en una clase que ha perdido sus tierras,
mientras los campesinos, antes despojados de sus tierras, se transforman
en pequeños propietarios que han obtenido tierras. Debido a determinadas
condiciones, poseer y no poseer, obtener y perder, están interconectados;
hay identidad entre lo uno y lo otro. Bajo el socialismo, la propiedad privada
de los campesinos, a su vez, se transforma en la propiedad social de la
agricultura socialista; esto ya ha ocurrido en la Unión Soviética, y ocurrirá
también en todo el mundo. Hay un puente que conduce de la propiedad privada
a la propiedad social; en filosofía, esto se llama identidad o transformación
recíproca o interpenetración. Consolidar la dictadura del proletariado, o del pueblo, significa, justamente,
preparar las condiciones para abolir dicha dictadura y pasar a una etapa
más elevada, en la cual no habrá ningún tipo de sistema estatal. Fundar
y desarrollar el Partido Comunista significa, precisamente, preparar las
condiciones para la desaparición del Partido Comunista y de todos los partidos
políticos. Crear un ejército revolucionario bajo la dirección del Partido
Comunista y llevar adelante la guerra revolucionaria significa, justamente,
preparar las condiciones para acabar para siempre con las guerras. En cada
una de estas parejas, los contrarios se sostienen mutuamente. Como todos saben, la guerra y la paz se transforman la una en la otra. La
guerra se transforma en paz; por ejemplo, la Primera Guerra Mundial se transformó
en la paz de la postguerra, y la guerra civil en China ha cesado ahora,
cediendo su lugar a la paz interna. La paz se transforma en guerra; por
ejemplo, en 1927, la cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista
se transformó en guerra, y la actual situación de paz mundial puede también
transformarse en una segunda guerra mundial. ¿Por qué sucede esto? Porque
en la sociedad de clases, bajo determinadas condiciones, existe identidad
entre cosas contrarias como la guerra y la paz. Todos los contrarios están interconectados; no sólo coexisten en un todo
único bajo determinadas condiciones, sino que, también bajo determinadas
condiciones, se transforman el uno en el otro; éste es el significado íntegro
de la identidad de los contrarios. A esto se refería Lenin al hablar de
"cómo los contrarios [. . .) suelen ser (cómo devienen) idénticos, -- en
qué condiciones suelen ser idénticos, convirtiéndose el uno en el otro".
¿Por qué "el entendimiento humano no debe considerar estos contrarios como
muertos, petrificados, sino como vivos, condicionales, móviles y que se
convierten el uno en el otro"? Porque precisamente así son las cosas objetivas.
El caso es que la unidad o identidad de los contrarios en las cosas objetivas
no es algo muerto o petrificado, sino algo vivo, condicional, móvil, temporal
y relativo; sobre la base de determinadas condiciones, cada uno de los aspectos
de la contradicción se transforma en su contrario. Y el reflejo de esto
en el pensamiento humano constituye la concepción marxista, dialéctica materialista,
del mundo. Sólo las clases dominantes reaccionarias del pasado y del presente,
y la metafísica a su servicio, no consideran los contrarios como vivos,
condicionales, móviles y que se convierten el uno en el otro, sino como
muertos y petrificados, y propagan esta falacia por todas partes para engañar
a las masas populares, en el intento de perpetuar su dominación. Es tarea
de los comunistas denunciar esta falacia de los reaccionarios y de la metafísica,
divulgar la dialéctica inherente a las cosas y acelerar la transformación
de las cosas, a fin de alcanzar los objetivos de la revolución. Cuando decimos que, bajo determinadas condiciones, existe la identidad de
los contrarios, nos referimos a contrarios reales y concretos, y consideramos
que la transformación del uno en el otro es igualmente real y concreta.
En la mitología se habla de innumerables transformaciones, por ejemplo,
en los mitos de la carrera de Kua Fu tras el Sol en el Libro de las montañas
y los mares [18], del derribo de nueve soles a flechazos por Yi, en el Juai
Nan Tsi [19], de las setenta y dos metamorfosis de Sun Wu-kung en Peregrinación
al Oeste [20], en los numerosos episodios de fantasmas y zorros metamorfoseados
en seres humanos en los Cuentos extraños de Liaochai [21], etc. Estas transformaciones
de los contrarios, de las que habla la mitología, no son cambios concretos
que reflejen contradicciones concretas, sino transformaciones ingenuas,
imaginarias, fantásticas, inspiradas a los hombres por las innumerables
y complejas transformaciones reales de los contrarios el uno en el otro.
Marx decía: "Toda mitología conquista, domina y da formas a las fuerzas
de la naturaleza, en la imaginación y mediante ella, y desaparece cuando
las fuerzas de la naturaleza son dominadas realmente."[22] Las innumerables
metamorfosis en la mitología (y también en los cuentos infantiles) deleitan
a la gente porque describen imaginativamente la conquista de las fuerzas
de la naturaleza por el hombre, y los mejores mitos poseen, como señaló
Marx, "un encanto eterno"; pero los mitos no se crean basándose en situaciones
determinadas surgidas de contradicciones concretas y, por lo tanto, no son
un reflejo científico de la realidad. Esto significa que, en los mitos o
en los cuentos infantiles, existe sólo una identidad imaginaria y no concreta
entre los aspectos que constituyen la contradicción. Es la dialéctica marxista
la que refleja científicamente la identidad en las transformaciones reales.
¿Por qué puede un huevo, y no una piedra, transformarse en un pollo? ¿Por
qué existe identidad entre la guerra y la paz pero no entre la guerra y
una piedra? ¿Por qué los seres humanos son capaces de engendrar sólo seres
humanos y no otra cosa? La única razón es que la identidad de los contrarios
exige determinadas condiciones necesarias. En ausencia de éstas, no puede
haber ninguna identidad. ¿Por qué en Rusia la revolución democrático-burguesa de febrero de 1917
se ligó directamente a la revolución socialista proletaria de octubre del
mismo año, mientras que en Francia la revolución burguesa no se ligó directamente
a una revolución socialista y la Comuna de París de 1871 terminó en derrota?
¿Por qué, en cambio, el sistema nómade de Mongolia y Asia Central empalmó
directamente con el socialismo? ¿Por qué puede la revolución china evitar
un futuro capitalista y entroncar directamente con el socialismo, sin seguir
el viejo camino histórico recorrido por los países occidentales, sin pasar
por un período de dictadura burguesa? Todo esto no se debe sino a las condiciones
concretas de la época. Cuando se presentan determinadas condiciones necesarias,
en el proceso de desarrollo de las cosas surgen determinadas parejas de
contrarios, y estos contrarios son interdependientes y se transforman el
uno en el otro. De no presentarse tales condiciones, nada de esto podría
suceder. Hasta aquí el problema de la identidad. Ahora bien, ¿qué es la lucha? ¿Cuál
es la relación entre la identidad y la lucha? Lenin señala: "La unidad (coincidencia, identidad, equivalencia) de los contrarios es
condicional, temporal, transitoria, relativa. La lucha de los contrarios,
mutuamente excluyentes, es absoluta, como es absoluto el desarrollo, el
movimiento."[23] ¿Qué significan estas palabras de Lenin? Todo proceso tiene comienzo y fin, todo proceso se transforma en su contrario.
La permanencia de todo proceso es relativa, en tanto que la mutabilidad,
manifestada en la transformación de un proceso en otro, es absoluta. En todas las cosas se presentan dos estados de movimiento: el de reposo
relativo y el de cambio manifiesto. Ambos tienen su origen en la lucha entre
los dos elementos contradictorios que contiene cada cosa. En el primer estado
de movimiento, la cosa experimenta sólo cambios cuantitativos y no cualitativos
y, en consecuencia, parece estar en reposo. La cosa pasa al segundo estado
de movimiento cuando los cambios cuantitativos producidos en el primer estado
alcanzan ya su punto culminante, dando origen a la disolución de la cosa
como todo único, esto es, a un cambio cualitativo; de este modo aparece
el estado de cambio manifiesto. La unidad, la cohesión, la unión, la armonía,
el equilibrio, el impasse, el punto muerto, el reposo, la permanencia, la
uniformidad, el aglutinamiento, la atracción, etc., que vemos en la vida
diaria, son todas manifestaciones del estado de cambio cuantitativo de las
cosas. A la inversa, la disolución del todo único, es decir, la destrucción
de esa cohesión, unión, armonía, equilibrio, impasse, punto muerto, reposo,
permanencia, uniformidad, aglutinamiento, atracción, y su transformación
en sus respectivos contrarios, son todas manifestaciones del estado de cambio
cualitativo de las cosas, es decir, de la transformación de un proceso en
otro. Las cosas cambian constantemente, pasando del primero al segundo estado;
la lucha de los contrarios existe en ambos estados, y la contradicción se
resuelve a través del segundo estado. Es por esto que la unidad de los contrarios
es condicional, temporal y relativa, en tanto que la lucha de los contrarios,
mutuamente excluyentes, es absoluta. Al afirmar más arriba que entre los contrarios existe identidad y que, por
esta razón, ambos pueden coexistir en un todo único y, además, transformarse
el uno en el otro, nos hemos referido a la condicionalidad; esto es, bajo
determinadas condiciones, dos cosas contrarias pueden unirse y transformarse
la una en la otra; en ausencia de tales condiciones, no pueden formar una
contradicción, no pueden coexistir en un todo único ni transformarse la
una en la otra. La identidad de los contrarios se produce sólo a causa de
determinadas condiciones, y por eso decimos que es condicional y relativa.
Ahora, agregamos que la lucha entre los contrarios recorre los procesos
desde el comienzo hasta el fin y origina la transformación de un proceso
en otro; la lucha entre los contrarios es omnipresente, y por lo tanto decimos
que es incondicional y absoluta. La combinación entre la identidad, condicional y relativa, y la lucha, incondicional
y absoluta, forma el movimiento de los contrarios en todas las cosas.
Los chinos acostumbramos a decir: "Cosas que se oponen, se sostienen entre
sí."[24] En otras palabras, existe identidad entre cosas que se oponen una
a otra. Este dicho es dialéctico y contrario a la metafísica. "Se oponen"
significa que los dos aspectos contradictorios se excluyen mutuamente o
luchan entre sí. "Se sostienen entre sí" significa que, bajo determinadas
condiciones, los dos aspectos contradictorios se interconectan y adquieren
identidad. Sin embargo, la lucha está implícita en la identidad; sin lucha
no hay identidad. En la identidad existe la lucha, en lo particular existe lo universal, en
lo individual existe lo general. Para citar a Lenin, "en lo relativo existe
lo absoluto"[25].
VI. EL PAPEL DEL ANTAGONISMO EN LA CONTRADICCION
El problema de la lucha de los contrarios incluye la cuestión de qué es
antagonismo. Nuestra respuesta es que el antagonismo constituye una forma,
pero no la única, de la lucha de los contrarios. En la historia de la humanidad existe el antagonismo de clase, que es una
manifestación particular de la lucha de los contrarios. Veamos la contradicción
entre la clase explotadora y la clase explotada. En una misma sociedad,
sea la esclavista, la feudal o la capitalista, estas dos clases contradictorias
coexisten por largo tiempo y luchan entre sí; pero sólo al alcanzar cierta
etapa en su desarrollo, la contradicción entre las dos clases adopta la
forma de antagonismo abierto y se convierte en revolución. De igual manera
se verifica la transformación de la paz en guerra dentro de la sociedad
de clases. Antes de estallar, una bomba es un todo único en el cual los contrarios
coexisten debido a determinadas condiciones. La explosión tiene lugar sólo
cuando se hace presente una nueva condición: la ignición. Análoga situación
se presenta en todos aquellos fenómenos de la naturaleza en los que la solución
de la vieja contradicción y el nacimiento de una cosa nueva se producen,
finalmente, bajo la forma de un conflicto abierto. Es extremadamente importante adquirir conciencia de este hecho, pues nos
permite comprender que en la sociedad de clases, son inevitables las revoluciones
y las guerras revolucionarias y que sin ellas es imposible realizar saltos
en el desarrollo social y derrocar a las clases dominantes reaccionarias,
y, por lo tanto, es imposible que el pueblo conquiste el Poder. Los comunistas
deben denunciar la engañosa propaganda de los reaccionarios, quienes afirman,
entre otras cosas, que la revolución social es innecesaria e imposible;
deben perseverar firmemente en la teoría marxista-leninista de la revolución
social y ayudar al pueblo a comprender que la revolución no sólo es absolutamente
necesaria, sino también enteramente posible, y que esta verdad científica
ha sido confirmada ya por toda la historia de la humanidad y por el triunfo
en la Unión Soviética. Sin embargo, debemos estudiar concretamente la situación de cada lucha de
contrarios y no aplicar impropiamente y a todas las cosas la fórmula arriba
mencionada. La contradicción y la lucha son universales y absolutas, pero
los métodos para resolver las contradicciones, esto es, las formas de lucha,
varían según el carácter de las contradicciones. Algunas contradicciones
tienen un carácter antagónico abierto, mientras que otras no. Siguiendo
el desarrollo concreto de las cosas, algunas contradicciones, originalmente
no antagónicas, se transforman en antagónicas, en tanto que otras, originalmente
antagónicas, se transforman en no antagónicas. Como ya lo hemos señalado, mientras existan las clases, las contradicciones
entre las ideas correctas e incorrectas dentro del Partido Comunista son
un reflejo, en su seno, de las contradicciones de clase. Al comienzo o en
algunos problemas, tales contradicciones pueden no manifestarse inmediatamente
como antagónicas. Pero, a medida que se desenvuelve la lucha de clases,
pueden llegar a transformarse en antagónicas. La historia del Partido Comunista
de la Unión Soviética nos enseña que la contradicción entre las correctas
ideas de Lenin y Stalin y las erróneas ideas de Trotski, Bujarin y otros
no se manifestó como antagónica al principio, pero posteriormente se desarrolló
hasta convertirse en antagónica. Casos similares se han dado en la historia
del Partido Comunista de China. La contradicción entre las correctas ideas
de muchos de nuestros camaradas del Partido y las erróneas ideas de Chen
Tu-siu, Chang Kuo-tao y otros, tampoco se manifestó en un comienzo como
antagónica, pero posteriormente se desarrolló y se convirtió en antagónica.
Actualmente, la contradicción entre las ideas correctas y las incorrectas
en nuestro Partido no se manifiesta como antagónica y, si los camaradas
que han cometido errores son capaces de corregirlos, no llegará a convertirse
en antagónica. En vista de ello, el Partido debe Llevar a cabo, por un lado,
una seria lucha contra las ideas erróneas, y, por el otro, dar a los camaradas
que han cometido errores plena oportunidad para que adquieran conciencia.
En estas circunstancias, una lucha excesiva es obviamente inadecuada. Pero
si aquellos que han cometido errores persisten en ellos y los agravan, habrá
posibilidad de que esta contradicción desemboque en antagonismo. En lo económico, la contradicción entre la ciudad y el campo es extremadamente
antagónica tanto en la sociedad capitalista (donde la ciudad dominada por
la burguesía saquea implacablemente al campo) como en las zonas controladas
por el Kuomintang en China (donde la ciudad dominada por el imperialismo
extranjero y la gran burguesía compradora china saquea al campo con extremada
ferocidad). Pero en un país socialista y en nuestras bases de apoyo revolucionarias,
esta contradicción antagónica se ha transformado en no antagónica, y desaparecerá
con la llegada de la sociedad comunista. Lenin dijo: "El antagonismo y la contradicción no son en absoluto una y
la misma cosa. Bajo el socialismo, desaparecerá el primero, subsistirá la
segunda."[26] Esto significa que el antagonismo es una forma, pero no la
única, de la lucha de los contrarios; no se puede aplicar esta fórmula de
manera mecánica y en todas partes.
VII. CONCLUSION
Digamos ahora algunas palabras a modo de resumen. La ley de la contradicción
en las cosas, esto es, la ley de la unidad de los contrarios, es la ley
fundamental de la naturaleza y la sociedad y, por consiguiente, también
la ley fundamental del pensamiento. Esta ley se opone a la concepción metafísica
del mundo. Su descubrimiento representó una gran revolución en la historia
del conocimiento humano. Según el materialismo dialéctico, la contradicción
existe en todos los procesos de las cosas objetivas y del pensamiento subjetivo,
y los recorre desde el comienzo hasta el fin; esto constituye la universalidad
o carácter absoluto de la contradicción: Cada contradicción y cada uno de
sus dos aspectos tienen sus respectivas características; esto constituye
la particularidad o relatividad de la contradicción. Sobre la base de determinadas
condiciones, entre cosas contrarias existe identidad y; por lo tanto, ambas
pueden coexistir en un todo único y transformarse la una en la otra; esto
también constituye la particularidad o relatividad de la contradicción.
Pero la lucha de los contrarios es ininterrumpida, y está presente tanto
cuando los contrarios coexisten como cuando se transforman el uno en el
otro; especialmente en el último casó la lucha se manifiesta de una manera
más evidente; esto también constituye la universalidad o carácter absoluto
de la contradicción. Al estudiar la particularidad o relatividad de la contradicción,
debemos prestar atención a distinguir entre la contradicción principal y
las contradicciones no principales, así como entre el aspecto principal
y el aspecto no principal de la contradicción; al estudiar la universalidad
de la contradicción y la lucha de los contrarios, debemos prestar atención
a distinguir entre las diferentes formas de lucha. De otro modo, cometeremos
errores. Si, mediante el estudio, llegamos a comprender realmente las tesis
esenciales expuestas más arriba, podremos destruir el pensamiento dogmático,
opuesto a los principios fundamentales del marxismo-leninismo y perjudicial
para nuestra causa revolucionaria, y los camaradas que tienen experiencia
estarán en condiciones de sistematizarla y elevarla a la categoría de principios
y evitar la repetición de los errores de empirismo. Tal es, en pocas palabras,
la conclusión a que nos conduce el estudio de la ley de la contradicción.
*Trabajo filosófico escrito por el camarada Mao Tse-tung a continuación
de su obra "Sobre la práctica" y destinado, como ella, a vencer el pensamiento
dogmático, grave error que existía entonces en el Partido. Originalmente
dado a conocer en Forma de conferencias en el Instituto Político y Militar
Antijaponés de Yenán, este escrito fue revisado por el autor para incluirlo
en sus Obras Escogidas. [Nota
de la publicación, del PCCH]
NOTAS [1] V. I. Lenin: Resumen del libro de Hegel " Lecciones de historia de la
filosofía ". [2] En su escrito En torno a la cuestión de la dialéctica, Lenin dice: "El
desdoblamiento de un todo y el conocimiento de sus partes contradictorias
[. . .) es la esencia [. . .) de la dialéctica:" Dice también en su Resumen
del libro de Hegel " Ciencia de la lógica ": "En una palabra, la dialéctica
puede ser definida como la doctrina acerca de la unidad de los contrarios.
Esto aprehende el núcleo de la dialéctica, pero exige explicaciones y desarrollo."
[3] V. I. Lenin: En torno a la cuestión de la dialéctica. [4] Palabras de Tung Chung-shu (179-104 a.n.e.), célebre exponente del confucianismo
durante la dinastía Jan. Una vez Tung dijo al emperador Wuti: "El Tao se
origina en el cielo. El cielo no cambia y el Tao tampoco." "Tao", término
comúnmente usado por los filósofos chinos de la antigüedad, significa
"caminó", "razón" y también "ley". [5] F. Engels: Anti-Dühring, primera sección, XII, "Dialéctica. Cantidad
y calidad". [6] V. I. Lenin: En torno a lo cuestión de la dialéctica.
[7] F. Engels: Anti-Dühring, primera sección, XII, "Dialéctica. Cantidad
y calidad". [8] V. I. Lenin: En torno a la cuestión de la dialéctica.
[9] Ibíd. [10] V. I. Lenin: "Comunismo", Obras Completas, t. XXXI. Véase "Problemas
estratégicos de la guerra revolucionaria de China", nota 10, en el presente
tomo. [11] Sun Tsi, cap. III, "Plan de ataque". [12] Wei Cheng (580-643), estadista e historiador de la dinastía Tang.
[13] Famosa novela china que describe una guerra campesina ocurrida a finales
de la dinastía Sung del Norte. Sung Chiang es uno de los protagonistas de
la novela. La aldea de Chu, bajo la dominación de un terrateniente despótico
llamado Chu Chao-feng, estaba cerca de Liangshanpo, base de apoyo de esa
guerra campesina. [14] V. I. Lenin: "Una vez más sobre los sindicatos, el momento actual y
los errores de Trotski y Bujarin". [15] Acerca de Chen Tu-siu, véase "Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria
de China", nota 4, en el presente tomo. [16] V. I. Lenin: ¿Qué Hacer?, I, d.
[17] V. I. Lenin: Resumen del libro de Hegel " Ciencia de la lógica ".
[18] Libro escrito durante la Era de los Reinos Combatientes (403-221 a.n.e.).
En una de sus leyendas se relata que Kua Fu, un ser sobrenatural, corrió
en persecución del Sol. Pero murió de sed en el camino. El báculo que llevaba
se transformó en un bosque. [19] Yi es el héroe de una antigua leyenda china, famoso por su destreza
en el manejo del arco. Según una leyenda contada en el Juai Nan Tsi, obra
compilada en el siglo II a.n.e., había, en tiempos del emperador Yao, diez
soles en el cielo. Para acabar con los daños causados a la vegetación por
los abrasadores rayos de los estros, Yao ordenó a Yi que derribara los soles.
Otra leyenda, registrada por Wang Yi (siglo II), cuenta que el arquero derribó
nueve de los diez soles. [20] Novela mitológica escrita en el siglo XVI. Su héroe, Sun Wu-kung, el
Rey Mono, es valiente e ingenioso y está dotado del poder mágico de adquirir
a voluntad setenta y dos formas diferentes, tales como pájaro, bestia, planta,
etc. [21] Famosa colección de cuentos fantásticos, redactados por Po Sung-ling
en el siglo XVII. Conste en total de 431 cuentos que en su mayoría hablan
de hadas, fantasmas y zorros. [22] C. Marx: Introducción a la crítica de la economía política.
[23] V. I. Lenin: En torno a la cuestión de la dialéctica. [24] Esta frase apareció por primera vez en la Historia de la primera dinastía
Jan, escrita por Pan Ku, célebre historiador del siglo I, y be sido siempre
un dicho popular. [25] V. I. Lenin: En torno a la cuestión de la dialéctica
[26] V. I. Lenin: "Observaciones críticas sobre el libro de Bujarin Economía
del período de transición."
El documento es rico en referencias a hechos y personas y en figuras literarias.
Para que la comprensión de los primeros resulte más fácil son menester algunas
explicaciones. Cuando escribió la carta, Mao estaba en Hangchow, un lugar
de descanso en la costa oriental de China, y su mujer. Chiang-ching, en
la vecina Shanghai. La revolución cultural alcanzaba ya a las principales
universidades; a fines de mayo, en Pekín, había sido destituido el comité
ciudadano del Partido, incluso el primer secretario Pen-Cheng; las fuerzas
de Lin Piao estaban en ascenso y controlaban los órganos de propaganda del
comité central. El "amigo" al que Mao alude varias veces en su carta es,
precisamente, Lin Piao, y el discurso al que se refiere es aquel en el cual
su delfín exaltó la "genialidad marxista" del presidente y propició un movimiento
multitudinario para estudiar su pensamiento.
Chiang-ching:
Recibí tu carta del 29 de mayo. Creo que harás mejor en seguir allí algún
tiempo más, según el consejo de Wei [Wen-po -N. de la R.] y Chen [Pei-hsien].
Durante este mes deberé recibir, en dos oportunidades a huéspedes extranjeros.
Oportunamente te daré a conocer mis movimientos luego de esos encuentros. Después que partí de Wulin el 18, me detuve en una zona boscosa del oeste;
no tengo nada interesante que decirte al respecto. Llegué aquí, a Paiyun
Huangoh, el 28, y ocupo las jornadas en la lectura de documentos. Son realmente
interesantes. Tras un período de confusión, habíamos llegado a una época de tranquilidad.
Han transcurrido siete u ocho años y estamos en lo mismo. Los demonios-buey
y los espíritus-serpientes [los enemigos del socialismo] se pusieron fuera
de sí, no podían hacer menos: se trata de algo que les es dictado por la
índole de su clase. En cuanto al discurso de nuestro amigo [Lin Piao], el comité central piensa
hacerlo circular y estoy dispuesto a dar mi autorización. Habló de un golpe
de estado: y lo hizo de un modo sin precedentes. Algunas de sus ideas me
dejan perplejo. Nunca pensé que los folletos que he escrito tuvieran tanto
vigor; ahora que él comenzó a alabarlos y logra que toda China los alabe,
la cosa se parece a la escenita de la comadre Wuang que vende zapallos:
se los ofrece a los vendedores y arma un alboroto. Me han impulsado hasta la cima de la montaña para exhibirme y, al parecer,
no hay forma de no hacer lo que ellos quieren. Esta es la primera vez en
mi vida que en una cuestión importante he prestado oídos a otro en contra
de mis convicciones: un giro contra mi voluntad, digámoslo ya [sigue un
reclamo histórico a Yuan Chi y Liu Pang]. Estoy de acuerdo con [el escritor] Lu Hsun cuando dice: "Me vivisecciono
a mí mismo con más rigor del que pongo cuando vivisecciono a los demás."
Cada vez que pego un salto, procedo siempre así; y, sin embargo, los compañeros
no lo creen. Tengo fe en mi mismo, pero a la vez dudo también un poco de
mí mismo. Habitualmente se cree que cuando en el monte no hay tigres, el mono es proclamado
gran rey. Yo me he convertido en ese gran rey, pero no soy un ecléctico.
En mí, los espíritus del tigre son los principales, los del mono son secundarios.
Como decía Li Ku, "es fácil romper lo que está alto, es fácil ensuciar lo
que brilla; es difícil encontrar juntas primavera y nieve sin mancha, es
difícil sobrellevar el nombre que uno ha conquistado". Cierta vez cité estas
palabras en una reunión del comité permanente del Politburo. Para el hombre, nada hay más precioso que tener una idea clara de sí mismo.
En la reunión de abril, en Hangchow, di a entender que no estaba de acuerdo
con las alabanzas de nuestro amigo [Lin Piao]. Pero, ¿qué se puede hacer?
En la reunión de mayo, en Pekín, él repitió las mismas expresiones y los
diarios las difundieron con más vehemencia. Realmente, me alaban como más divino que lo divino y ya no me queda sino
permanecer en la cumbre y dejarme ver. Imagino que la idea de ellos es usar
a un Chung Kuei [el santón rechazadiablos de las creencias populares], para
expulsar a los demonios: en la década del '60 me convertí en el Chung Kuei
del Partido Comunista. No obstante, las cosas se orientan en dirección contraria: cuanto más alto
se llega, más violenta es la caída. Estoy preparado para caer, desgarrándome
las carnes y rompiéndome los huesos. No importa; la materia no se destruye
tan sólo se fractura. En el mundo hay más de cien partidos [comunistas]
y la mayoría de ellos no creen ya en el marxismo; han fracturado a Marx
y a Lenín: ¿qué nos ocurrirá a nosotros? Creo que también tú debes prestar atención a estos problemas. No te dejes
ensoberbecer por las victorias, reflexiona a menudo acerca de tus puntos
débiles, defectos y errores. Todo esto te lo he dicho ya quién sabe cuántas
veces; incluso te hablé de ello también en Shanghai, en abril. Lo que acabo de escribir parece casi un discurso negro: ¿no hablan así también
los elementos contrarios al Partido? Pero hay una diferencia entre ellos
y yo. Yo tengo la impresión de que ciertas alabanzas no son inapropiadas
y te lo digo para ponerte en guardia; ellos, en cambio, quieren acabar con
el Partido y mi persona. En la actualidad no se pueden hacer públicas estas palabras mías. Toda la
izquierda habla ahora de ese modo: publicarlas significaría darle una ducha
fría y ayudar a la derecha. Nuestra tarea, en este momento, es proceder
de modo que derribemos parcialmente a la derecha (no es posible derribarla
por completo); después, dentro de siete u ocho años, habrá otra campana
que expulsará a los demonios-buey y a los espíritus-serpientes. Y a continuación
habrá que emprender aún varias campañas por el estilo. Hoy por hoy, es difícil decir cuándo se darán a publicidad estas palabras
mías, pues las izquierdas y las masas no aceptarían de buen grado lo que
he dicho. Quizá después de mi muerte la derecha tome el poder durante algún
tiempo: ¡ellos las publican! La derecha acaso haga uso de mis palabras en
el intento de izar para siempre su bandera negra: pero ese intento la llevará
al desastre. El emperador cayó en 1911, el poder de la reacción no puede ya durar mucho.
Puedo asegurártelo: si en China llegara a haber un golpe de estado anticomunista,
la derecha no tendría una vida fácil: y probablemente sería una vida muy
breve. La derecha, entonces, se serviría de mis palabras para tornarse fuerte;
pero la izquierda puede servirse de otras cosas que yo he dicho: ¡todo ello
dará lugar a un bonito espectáculo!. En algunas ciudades (como en la ciudad de Pekín), no bien aparecieron los
revolucionarios, hubo unidades (como las universidades de Pekín y de Tsinghua)
donde se produjeron burdas intrigas y todo se desbarató en un relámpago.
En todas partes donde la derecha ha procurado sacar partido, la izquierda
ha conseguido cada vez mayor vigor. Este es un gran espectáculo de dimensiones
nacionales: izquierda, derecha y centro titubeante sacarán de él una útil
lección.
Traducción Hernán Mario Cueva de L'Expresso Publicado en la revista Crisis en 1973
La súbita agudización del duelo verbal entre china y la URSS irrumpe después
de un período de calma, durante el cual las dos potencias habían normalizado
sus relaciones. ¿Cuáles son los designios secretos de la diplomacia trazada
por el poderoso Mao Tse-tung, quien diez días atrás festejó su 77º cumpleaños?
Análisis de la "apertura a Occidente" de China.
—¡Qué extraordinario! Mao Tse-tung se digna descender de su estrado para
venir a saludarnos. —Querrá que los embajadores comprobemos personalmente cuan sano y vigoroso
se encuentra. ¡Pensar que hace unos cinco años sólo se desplazaba con la
ayuda de una enfermera! Dicen que lo curó la lectura del librito rojo. —Buen chiste, mister Denson. De todos modos, no creo que esta inusitada
amabilidad de Mao tenga el único fin de persuadirnos de su excelente salud.
Diría más bien que Mao ya obtuvo lo que quería de la Revolución Cultural,
y ahora ha decidido abrir las puertas de China en una ofensiva de "retorno
al mundo". Este diálogo entre el embajador francés, Etienne Manach, y el encargado
de negocios británico, John Denson, en medio de los festejos del primero
de mayo que incendiaban de banderas rojas la plaza Tien-An-Men de Pekín,
fue provocado por el súbito ingreso de Mao Tse-tung en el palco de los diplomáticos
extranjeros, con quienes el presidente chino departió afablemente. Denson,
que recordaba cómo los guardias rojos habían incendiado tres años atrás
la embajada de su Majestad Isabel II, supo conservar su flema británica
cuando Mao le espetó con una ancha sonrisa: "Presente mis mejores saludos
a la reina". En momentos en que el jefe supremo de Pekín, después de su mini-tournée
diplomática, volvía a su estrado, por la plaza desfilaba una réplica del
primer satélite artificial lanzado pocos días antes, el 24 de abril. El
aparato había agregado a los éxitos nucleares ostentados por China Popular
una prestigiosa aureola "espacial". Denson observó pensativo el delirio
de la multitud; luego miró al camboyano Norodom Sihanouk, situado en lugar
de privilegio junto a Mao. —Mao se ha anotado un tanto a favor, al patrocinar el "gobierno en el exilio"
de Sihanouk, frente a la frialdad soviética. —Sí, ha descolocado a Moscú en Indochina. Me atrevo a vaticinar que Corea
del Norte, ya muy disgustada por la cooperación soviético-japonesa en Siberia,
recapacitará ante la ambigüedad de la URSS en el problema de Camboya, y
abandonará su tesitura de frialdad hacia China. Dentro de unos meses, creo
que presenciaremos un idilio entre Pekín y Pyongyang. Un estallido de aplausos y gritos multitudinarios interrumpió el diálogo
de los diplomáticos. Jóvenes con pañuelo rojo al cuello llevaban cartelones
con los nombres de todos los pueblos trabados en "luchas antiimperialistas"
y merecedores del apoyo entusiasta de China. Cada nombre era escandido repetidas
veces: los palestinos se mezclaban con los afronorteamericanos; los guerrilleros
de las colonias portuguesas se confundían con los revolucionarios del Golfo
Pérsico y de Eritrea. Los clamores hacían retemblar las imperiales columnatas
con leones estilizados y dragones en volutas, que habían sobrevivido a la
furia iconoclasta de la Revolución Cultural. —Mao quiere ser el Papa de las luchas nacionales revolucionarias, pero por
ese camino no romperá el aislamiento de "leprosa política" que aqueja a
China. —No creo, mister Denson. Al régimen de Pekín no le importa sólo ser "el
faro de la revolución". También le preocupa, y con vital urgencia, establecer
relaciones diplomáticas normales con el mayor número posible de Estados,
sin tener en cuenta las diferencias ideológicas. Piense que, ya desde el
año pasado, Pekín está nombrando representantes del más alto nivel en las
embajadas o legaciones que desmanteló la Revolución Cultural. Sobre todo,
China quiere ampliar y diversificar su comercio exterior, y no se puede
negar que es un cliente interesante: paga al contado y en, moneda fuerte. De vuelta a la embajada, Manach se dedicó a preparar un informe que enviaría
urgentemente a París. "Me permito aconsejar con insistencia —escribió— que
nuestro gobierno tome muy en cuenta las nuevas ansias de apertura diplomática
demostradas por China Popular; Francia configura aquí la nación más confiable
y respetable de Occidente, y debe mantener su prestigio ante Pekín. En lo
referente al comercio, si bien Francia constituye, junto con Alemania Federal,
Gran Bretaña, Holanda, Japón y la URSS, uno de los cinco principales proveedores
del mercado chino, ha perdido considerable terreno en estos dos últimos
años. El intercambio comercial de Alemania Federal con China Popular es
dos veces superior al de Francia; en ocho años las exportaciones de Holanda
han incrementado siete veces su valor, y las de Japón, doce veces. Considero
como un deber impostergable reclamar una acción efectiva que subsane nuestra
creciente descolocación comercial."
PEKÍN, CIUDAD ABIERTA
La respuesta a la acuciante advertencia de Manach se concretó a principios
de julio, cuando el ministro francés André Bettencourt llegó en visita oficial
y recibió una acogida solemne y entusiasta: era el primer miembro de un
gobierno occidental que pisaba territorio chino desde que Mao lanzó a la
calle a los guardias rojos. Chou En-lai mostró singular premura en recibir
el enviado de París. Mientras intercambiaban cortesías, Bettencourt no pudo
menos que asombrarse al comprobar con cuánta distinción el primer ministro
—a la vez ministro de Relaciones Exteriores— llevaba su burdo traje "maoísta"
de algodón azul; con orgullo galo, se alegró al tener que tratar con un
jefe de gobierno capaz de hablar tan estupendamente bien el francés. Posteriormente, cuando estuvo junto a Mao, el enviado de París, con premeditada
cortesía, se refirió a las conquistas atómicas del régimen y al satélite
artificial lanzado meses atrás. Mao lo interrumpió, campechano y realista. —No, China no es aún una gran potencia; cuando algunos lo dicen en los diarios,
yo no los creo. Y lanzar el satélite no fue una hazaña; ya hay como dos
mil circulando en el espacio. No somos "un peso pesado" en la escena internacional,
ni presumimos de serlo. Sólo buscamos relaciones cordiales y provechosas
con todos los Estados que respeten el principio de no injerencia en los
asuntos interiores de los demás pueblos, y no quieran imponer a otros Estados
una determinada línea de conducta exterior, o un enrolamiento a la fuerza
en ciertos "bloques". Chou deslizó a su vez con sibilina sonrisa: "Se suele confundir nuestro
imperativo de autonomía con un afán de aislamiento. Es un error. Además,
en cierto sentido somos partidarios como ustedes del libre comercio, que
no implique ataduras políticas ni situaciones de dependencia económica,
técnica o intelectual". Mientras el gobierno de Pompidou se alborozaba con las perspectivas político-económicas
de su renovada entente con China, llegaba a Pekín a fines de julio el ministro
rumano de Defensa, general Ion lonitsa. Fue recibido con gran despliegue
por el general Huang Yong-chen, jefe de Estado Mayor y quinto en la jerarquía
partidaria, quien lució en la imponente ceremonia unos pantalones abolsados
y un aspecto de campesino recién salido de la gleba. Mao, a su vez, derramó
mieles sobre el visitante. —La valerosa defensa de su soberanía nacional, emprendida por el pueblo
y el gobierno rumanos, provocan nuestra más cálida admiración, pues asesta
un severo golpe a quienes practican una prepotente política de diktat. Por
eso China Popular respeta y apoya también la decisión del pueblo y el gobierno
yugoslavos, de mantenerse independientes pese a las violencias del socialimperialismo. El rumano no se extrañó frente al previsible ataque contra el Kremlin; más
singular resultaba la nueva actitud china hacia el régimen del mariscal
Tito, vilipendiado ferozmente durante largos años como "traidor al marxismo".
La diplomacia de Pekín se había vuelto muy flexible y era evidente que los
maoístas se filtrarían por cada resquicio que dejaran los soviéticos; hasta
cortejarían a graníticos aliados del Kremlin, como Alemania Oriental, motejando
de "puñalada por la espalda" al acuerdo Bonn-Moscú, que provocaba en el
régimen del stalinista germano Walter Ulbricht una inocultable amargura.
LOS TERCEROS SON LOS PRIMEROS
El otrora desolado aeródromo de Pekín vibraba con la llegada de aviones
cargados de dignatarios extranjeros; previsiblemente, el Tercer Mundo era
el más numeroso en acudir a la capital de Mao, y el que recibía acogidas
más espectaculares: se congregaban destacamentos de las fuerzas armadas,
milicias populares, brigadas obreras, cohortes de la juventud, nutridas
bandadas de escolares, y hasta conjuntos de ballet vestidos de rosa, rojo,
marrón y verde. Los chinos se esmeraron particularmente el 2 de agosto, cuando arribó a
Pekín Salem Ali Robaya, jefe de Estado de la República Popular de Yemen
del Sur (trescientos mil kilómetros cuadrados y un millón trescientos mil
habitantes). Al descender Robaya del avión, sonaron gongs y címbalos, banderas
flamearon por doquier, millares de gargantas atronaron el aire, y se desplegaron
cartelones que loaban "al país amigo que había aplastado a las víboras imperialistas",
o sea a la ex-metrópoli británica. Tan confundido quedó el sudyemenita con
la imponencia del agasajo, que en improvisado discurso balbuceó: "El presidente
Mao es el más grande hombre de China ... el más grande de Asia ... el más
grande del mundo". En África negra, los préstamos chinos sin interés, y a más de veinte años
de plazo para proyectos prácticos y concretos, encontraban un eco cada vez
más halagüeño. En la canícula del verano llegó a Pekín el joven y fogoso
comandante Alfred Raoul, vicepresidente de la república marxista del Congo-Brazzaville;
lo siguió días después una importante misión de Guinea. Tanto el congoleño
como los delegados de Sékou Touré se volvieron muy satisfechos a sus patrias,
portando nuevos créditos generosamente otorgados por las arcas de Pekín.
Pero el gran éxito africano del régimen de Mao se lograría con la realización
de un proyecto de vastas proporciones, casi tan prestigioso como lo había
sido la represa de Asuán para los soviéticos: el colosal ferrocarril que
uniría Zambia con Tanzania y el océano. Hacia el fin del verano, ya era notorio el éxito de la ofensiva tercermundista
de Pekín; la amistad con la revolucionaria Argelia no impedía mejorar notoriamente
las relaciones con la conservadora Marruecos; el cálido y amplio apoyo chino
a Pakistán, y los halagos maoísta al pequeño Nepal, no obstaban para que
disminuyera drásticamente la tensión con la India; la admiración entusiasta
por las guerrillas de Birmania y Malasia no impidió a Pekín normalizar las
relaciones "de gobierno a gobierno" con Rangún y Kuala-Lumpur.
LA "APERTURA AL OESTE"
"Las relaciones exteriores de China crecen rápidamente y se afirman cada
día más. ¡Tenemos amigos en todas partes del mundo!", proclamó enfáticamente
el mariscal Lin Piao, el 1º de octubre, cuando la plaza pekinesa de Tien-An-Men
rebosaba de una muchedumbre entusiasta que festejaba los veintiún años de
existencia del régimen, entre inmensos retratos de Mao, franqueados previsiblemente
por efigies de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Sun Yat-sen, el primer presidente
chino. Este año, los festejos del primero de octubre resultaban muy distintos a
las celebraciones de años anteriores; no desfilaron los últimos hallazgos
del arsenal chino, otrora infaltables, y se diluyeron los aspectos bélicos
para exaltar el esfuerzo productivo. Después de haber coloreado el cielo
con diez mil globos rojos inflados de helio y soltados al unísono, se llegó
al momento culminante de la fiesta, cuando desfilaron tractores coronados
con inmensos hatos de espigas de trigo. Al anochecer, hubo un despliegue
de fuegos artificiales, grato e inocuo. Los avezados ojos de los diplomáticos occidentales habían escudriñado ávidamente
el estrado que ocupaba Mao, hasta detectar un hecho muy significativo: la
notoria ausencia de los dirigentes e ideólogos ultras, capitaneados otrora
por la explosiva mujer de Mao, Chiang Ching. Muy pronto se conocerían los
primeros y resonantes éxitos de la "apertura al Oeste" emprendida por Pekín,
con Chou En-lai como principal tramoyista. —No se puede seguir ignorando la existencia de un gobierno sólidamente anclado
en un subcontinente que ha de tener ochocientos millones de habitantes;
entablar relaciones diplomáticas con el régimen de Pekín, no significa que
Canadá le otorgue su aprobación moral. Si tal requisito fuera indispensable,
no sólo nuestro país, sino también los Estados Unidos, deberían reducir
notoriamente sus lazos con el exterior. El primer ministro canadiense Pierre Elliott Trudeau descartó así, no sin
velada ironía, las quejas de los emisarios de la Casa Blanca deseosos de
proteger los intereses de China Nacionalista. La cortina de bambú siguió entreabriéndose hacia el Oeste; el 6 de noviembre,
Italia y China Popular trabaron lazos diplomáticos. La solución transaccional
adoptada fue idéntica a la puesta en práctica con Canadá: el gobierno italiano
se limitaba a reconocer al régimen de Pekín "como único gobierno legal de
China", aclarando que "tomaba nota de sus reclamos de soberanía sobre la
isla de Formosa (China nacionalista), pero declinando cualquier pronunciamiento
al respecto".
Como en el caso de Canadá, el gobierno de Taipeh evitó todo intento de componenda:
retiró inmediatamente de la península a su cuerpo diplomático en pleno. Mientras Bélgica y Austria dejaban traslucir su decisión de imitar a Canadá
e Italia en un plazo prudencial, los estrategos estadounidenses mostraban
rostro sombrío: de los quince miembros de la NATO, ahora ya sumaban siete
los que reconocían al régimen de Pekín. Y en ese "continente amigo" que
era Latinoamérica, el nuevo presidente de Chile, el socialista Allende,
parecía dispuesto a emular a Cuba y trabar lazos con los maoístas; Perú
y Bolivia podían verse tentados a emprender el mismo camino.
EL DILEMA DE LA ONU
—La ONU será débil mientras no sea universal. Es preciso hallar una solución
que permita a la República Popular China ocupar el sitio que le corresponde
en la Asamblea y en el Consejo de Seguridad, sin menoscabar los derechos
de la República nacionalista de Taiwan. A comienzos de octubre resonó vigorosamente en el seno de la ONU esta declaración
del delegado belga, Pierre Harmel: sintetizaba la tesis de "las dos Chinas",
a mitad de camino entre la eterna posición estadounidense de reconocer una
sola China, la gobernada por el mariscal Chiang Kai-shek, y la doctrina
del bloque socialista y sus amigos, que sólo admitía a la China de Mao.
Muy pronto se advirtió que la tesis de las dos Chinas tenía partidarios
en la ONU: junto a Bélgica, se alinearon oficialmente Malasia, Senegal,
la República Centroafricana, Luxemburgo y México. Muchas delegaciones soñaban
con admitir al régimen de Pekín en nombre del "realismo político", pero
sin dejar de apadrinar fervientemente la presencia de los representantes
de Taipeh en el cónclave internacional. Pese a tales esfuerzos moderadores, los "padrinos" de China Popular insistieron
en presentar la misma moción intransigente de años anteriores (que excluía
a Taipeh), mientras los EE.UU. lograban que la Asamblea calificara de "importante"
la admisión del régimen de Mao. La votación del 20 de noviembre volvió a
cerrar las puertas de la ONU a China Popular, que no logró contar con dos
tercios de los sufragios a su favor. Pero, por primera vez en la larga serie
de votaciones anuales, Pekín ganó la mayoría simple: 51 sufragios a favor,
49 en contra y 25 abstenciones. La derrota era, en verdad, un innegable triunfo psicológico, basado en un
"deslizamiento" hacia Pekín de las posiciones de muchos delegados: algunos
países que en 1969 se habían abstenido, como Austria, Canadá, Chile, Italia
y Guinea Ecuatorial, votaron este año a favor del ingreso de Pekín; otros
países que el año pasado habían sufragado en contra, como Bolivia, Camerún,
Guyana, Irlanda, Luxemburgo, República Centroafricana, Senegal y Trinidad-Tobago,
eligieron ahora la "vía intermedia" de la abstención. Muchos vaticinaban ya que no pasarían más de uno o dos años sin que Pekín
tuviera su sitial en la ONU; hasta Australia, pilar en el "muro de contención"
anticomunista de los EE.UU. en el Pacífico, advertía que "iba a someter
a revisión" su política respecto al ingreso de China Popular. Entre tanto,
el semitriunfo en la ONU daría mayor impulso a la apertura diplomática mundial
del gobierno de Mao. En aquel momento, los delegados del cónclave internacional fueron, sorprendidos
notoriamente por la actitud del soviético Jakob Malik, quien defendió la
admisión de China Popular con fervoroso brío. Hasta entonces, la URSS había
apoyado el ingreso de Pekín fríamente y como si cumpliera un pesado deber.
LA PESADILLA DEL "SOL NACIENTE"
Esta vez, sin embargo, el alegato prochino de Malik en la ONU era una prueba
restallante del exitoso proceso de "deshielo" entre Pekín y Moscú, cuyos
lazos diplomáticos habían quedado virtualmente tronchados en 1966, con los
primeros desbordes de la Revolución Cultural. El 13 de octubre último se
había inaugurado la primera "etapa visible" de la normalización diplomática,
cuando el nuevo embajador soviético, Vassili Tolstikov, presentó sus credenciales
a las setenta y dos horas de haber pisado territorio chino. —China estará siempre en nuestras fronteras, pero Mao no vivirá eternamente
en China —había subrayado Kosygin. —La única potencia nuclear temible es la de los Estados Unidos; los dientes
atómicos de Mao son de papel —había agregado, con una mueca sonriente, el
mariscal Andrei Greschko. En Pekín, mientras tanto, Mao sentenciaba: —El noble pueblo soviético, protagonista de la Revolución de octubre y de
la lucha antinazi, ya recuperara por sí mismo la pureza marxista-leninista. —Entre tanto, conviene tener relaciones normales de gobierno a gobierno
con la URSS; lo primordial es precaverse contra la nueva amenaza letal que
está surgiendo en el Este —arguyó Chou En-lai. Los jerarcas de Pekín habían elegido la vía del pragmatismo frente a los
soviéticos, porque, según el análisis maoísta, el "imperialismo estadounidense"
había decidido acicatear y dar rienda suelta en el Pacífico al "feroz militarismo
japonés". A criterio de China Popular, el alma guerrera de los antiguos
samurais, reencarnados por los kamikazes de la ultima contienda mundial,
estaba latente bajo el tenue barniz pacifista impuesto por las bombas de
Hiroshima y Nagasaki, y pronto habría de resurgir con virulencia. ¿Acaso
el propio primer ministro Eisaku Sato no se permitía ya afirmar que "Formosa
y Corea del Sur estaban dentro del espacio defensivo del Japón"? Ya desde septiembre de 1969, la Casa Blanca y el gobierno conservador de
Sato se hallaban en tratativas secretas concernientes al futuro papel militar
del Japón. A criterio de Washington, los nipones debían estructurar potentes
fuerzas convencionales, mientras que la defensa atómica quedarla en manos
de los estadounidenses, que también aportarían inmensas flotillas da bombarderos. Estas nuevas perspectivas habían acarreado fuertes discusiones en el gabinete
nipón. "La oposición, sobre todo socialista, no nos dará tregua si militarizamos
al país —afirmaban las palomas japonesas—; además, somos los más grandes
exportadores a China Popular, con la que tenemos una balanza comercial favorable;
sobre todo, la plataforma continental china encierra tesoros petrolíferos
que no podemos desaprovechar". —Si es por razones comerciales, debemos defender nuestras enormes inversiones
en Formosa y Sudcorea. Pero lo esencial es que Japón, gigante económico,
ya no puede seguir siendo un eunuco militar —respondían los halcones. En el pasado mes de noviembre, Japón publicaba un libro Blanco sobre su
futuro rearme; duplicaría su módico presupuesto defensivo y se encargaría
de proteger a Formosa y Sudcorea. En Pekín, la histeria llegó al máximo.
Algunos observadores alarmistas pronosticaron un futuro de sangre: la tercera
guerra mundial comenzaría en el Pacifico, con una nueva contienda chino-japonesa,
abastecida en la retaguardia por la URSS y los EE.UU., que terminarían por
verse obligados a abandonar su cómodo papel de observadores, para hundirse
en la gran catástrofe.
¿OTRO ENFRENTAMIENTO CON LA URSS?
Hacia fin de ano, sin embargo, este esquema ingresó en un cono de sombras:
la prensa, pekinesa tornó a destilar nuevas catilinarias contra los odiados
"socialimperialistas" de Moscú. El ataque probó, para algunos observadores,
que el disenso ideológico existente entre los dos gigantes rojos continuaba
siendo más poderoso que los juegos de ajedrez trazados por las cancillerías.
Los soviéticos, naturalmente, respondieron con violencia, apelando a un
novedoso repertorio de epítetos y reiterando su argumento de siempre: "Los
maoístas —bramaron— nos atacan aún más que los EE.UU. y las potencias de
Occidente". Es que, tal vez, la meneada apertura diplomática china deba subordinarse
al abstruso trabajo de zapa que las huestes de Mao realizan en el Tercer
Mundo para carcomer la influencia soviética. Es un juego complicado: mientras
los partidarios de Pekín en Chile y Bolivia, por ejemplo, lanzan furiosos
denuestos contra los gobiernos de Salvador Allende y Juan José Torres —a
quienes califican de "reformistas"—, publicaciones impresas en la propia
China tratan con benevolencia a esos regímenes, enfatizando, sobre todo,
las perspectivas de intercambio comercial abiertas por el "nacionalismo
latinoamericano". Esta actitud es coincidente con la de los soviéticos,
al menos en el plano de las relaciones "de gobierno a gobierno". El nuevo
ataque chino a la URSS, entonces, acaso deba interpretarse como una reiteración
propagandística, tendiente a preservar la "ideología" y tal vez escindir
nítidamente dos frentes de acción: el de las cancillerías por un lado, y
el de los partidos comunistas de cada país, que seguirían manteniendo en
alto sus banderas a pesar de los requiebros diplomáticos. Con todo, el recrudecimiento del duelo verbal chino-soviético entraña misteriosas
perspectivas, que sólo los acontecimientos futuros podrán aclarar. Un elemento
a tener en cuenta es la susceptibilidad maoísta frente a la colaboración
soviético-japonesa. Mientras tanto, el 77º cumpleaños de Mao fue celebrado
en un marco de rígida austeridad, aunque no exento de sorpresas: China acusó
a la URSS de haber enviado tropas a Polonia, lo que ningún país occidental
pudo comprobar.