Mónica Melo tiene 38 años, es argentina, licenciada y profesora en Letras por
la Universidad de Buenos Aires, de quien se declara eternamente agradecida. En
2005 ha publicado Versión de la Noche, Ediciones
Extranjera a la Intemperie. Toca la guitarra y canta, pero sobre todo ama
enseñar y escribir. Desde 2006 imparte clases de español en la Universidad Tongling, China, como parte de un programa del Centro Universitario de Idiomas
de la UBA. Las fotos de esta página han sido tomadas por la autora..
Tibet, la madrugada se
despertó con cantos, el sonido que no sabemos si es sustancia, nube, polvo
abierto en su túnica de voz. Si la gente camina... yo la sigo, ellos saben su
rito, yo lo quiero conocer. La primera parada es una piedra negra sobre la
que los peregrinos friegan sus cuerpos, los dejan un rato desnudos y piel
contra viento comienzan el masaje circular sobre la frente, las oraciones,
los pies, la noche triste de los muertos, las palmas de las manos, la nuca
que no entiende, el pecho que se exalta e ilumina.
Los trapos vuelven a cubrir el paso y dos mujeres arrojan su marcha contra
el piso. Golpe sobre la cabeza, otro a la altura de la boca, luego el
vientre y despues todo el cuerpo sobre la tierra, las manos encima señalando
el Arquetipo.
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Se vuelve a cubrir el camino de llagas, rodillas, pequeñísimas gotas de
sangre entre la uñas y el Buda Azul que los protege y los salva les habla de
otra vida que quizás será mejor que la que llevan en tracción a sangre, rata
hervida, las limosmas de un mao y el arroz sobre el mantel de plastico con
mocos y mierda ajena porque todo se come, todo sirve para sobrevivir y morir
otro cansancio de la carne, que nada salve, ni cambie ni predique
revoluciones y así sea.
Orar sin dientes sobre rubies y corales, rezar por la perpetuidad de los
siglos sobre la nieve violeta del dolor.
La tierra es mágica porque toda fe lo es. No es mi vida, no es mi ritual, no
es mi Rueda destinada a ver berreando gente con hambre sobre un hambre que
en verdad no sé si quiere ser saciada.
Por supuesto no entendí.
Mi cultura, mis creencias, mi compasión tiene forma de agua blanca, un
cristal que no voy a romper en diez días por observar de cerca lo que miro.
Una mañana, entré a la casa de un monje sin querer. Tomé una senda
equivocada, otra escalera, entré a una habitación y allí estaba, terminaba
de poner la pava sin agua contra el portal de su dios y me vio. Le mostré el
pasaporte. Del susto que tuvimos, ambos hicimos cosas ridiculas: él me miró
como deshabitada del mundo y yo le dije que era argentina.
Me indicó con la mano que me sentara. La roca era tan alta como fuerte y
acepté. Me señaló el Templo, yo le mostré mi cruz. Me sonrió por primera
vez, me dijo sí, que estaba bien, dijo todo eso con la risa. En ese momento
recién advertí que jamás había retirado la mano del rosario, porque la elevó
sobre su cabeza y el instrumento marcó aún más las arrugas que otra cosa que
no era el tiempo habían hecho sobre la boca mantril y sabia. Lo dejé que me
guiara. Cerré los ojos.
El resto es todo aquello que no se puede transmitir ni contar.
Vivir en China
Entrevista a Mónica Melo por Pedro Pesatti
Mónica Melo es escritora y licenciada en letras. Este mes cumple un año de
residencia en China. Trabaja en la Universidad de Tongling, provincia de Anhui,
en el marco de un convenio entre esa casa de estudios y el Centro Universitario
de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires. "Tengo contrato hasta julio de
2008 y luego me dedicaré a descansar un tiempo en Argentina, pero tengo planes
de continuar enseñando español por mucho tiempo en China, siempre trabajando
para la UBA –me explica Mónica a través de la pantalla de mi computadora y a
diecinueve mil kilómetros de distancia.
-¿Cómo es el lugar donde estás viviendo?
Tongling es un pequeño pueblo, un fragmento de "Macondo", pero donde nadie dice
"Buen día", sino que el saludo se traduce como ¿comiste? -¿ni chi guo le ma?-,
la manera de expresar el afecto entre los chinos de esta ciudad. Como su nombre
en chino lo indica, Tongling gira al rededor del negocio del cobre y la única
vida cultural que existe es la Universidad, que a veces abre cursos para el
resto de la comunidad, todos pagos, entre ellos, un curso de español
comunicativo que dicto cada cuatrimestre. Mis alumnos regulares son hijos de
granjeros, la mayoría de familias con bajos recursos, pero dispuestos a aprender
ya que saben que es la única posibilidad de acceder a algún tipo de trabajo
fuera de las cocinas y la limpieza de habitaciones de hoteles.
-¿El español está muy difundido en China?
-En verdad todos estudian inglés y un segundo idioma extranjero que no eligen,
sino que se lo imponen desde las autoridades de la Universidad. Algunos estudian
ruso, otros japonés y otros, felices por la novedad, español.
Del suicidio |
-¿Cómo es vivir en China? Te formulo esta pregunta porque ha sido un país que en
nuestro imaginario siempre fue, entre los espacios del otro, como el de la mayor
otredad. Es una herencia cultural tan milenaria para los occidentales como tan
milenaria es la cultura china.
-Vivir en China es apostar a lo diferente, es una cultura que no tiene un apice
de western way, sobre todo en este sur tan alejado de la vida de Shanghai,
Honkong o Beijing.
Personalmente, lo que más me impactó es que no conocen nada acerca de nosotros y
Latinoamérica. Uno de mis alumnos, sin una mueca de risa sino de curiosidad de
aprendiz, me pregunto si teníamos la misma luna.
Me sorprende también, y muy profundamente, que millones de personas puedan vivir
sin Dios, sin esperanzas más allá del Banco de China y que no puedan elegir
siquiera qué desean estudiar. Es muy largo de contar, pero el sistema educativo
selecciona mediante tests anuales y nacionales quiénes, dónde y cómo habrán de
hacerlo. Otra cuestión insoslayable, que me conmueve en lo más hondo, es la
"política de un solo hijo". Algunas familias -la mayoría en el lugar donde yo
vivo- prefieran abortar a las niñas hasta que el médico declare mediante un
examen ilegal, pero de práctica común, que el sexo del niño que esta viniendo es
varón. "God is a girl" (Dios es una chica) es uno de los temas que más se baila
en las discos, aunque del sentido real de la canción aún nadie se ha enterado.
Una verdadera paradoja.
-Advierto luego de varios intercambios que hemos tenido sobre China, y tu
experiencia en ese país, que no hay coincidencias entre lo que imaginamos desde
aquí sobre la forma de vida de ese pueblo y la realidad de su presente.
-Es imposible no sangrar por la realidad de millones de personas enloquecidas
que en términos culturales, filosóficos, religiosos, carecen de la idea del
futuro, de un sentido de trascendencia, de lo nuevo que puede venir, porque todo
está tabulado y todo se repite. Viven sin espacios para la distracción y
trabajando todo el día por lo que no ven pero desean. De la casa de los padres a
la casa propia, del vientre materno al alma con el hijo propio, del dinero
puesto en los ladrillos al Audi nuevo que habrá que traer después, y finalmente
la muerte, como una oscura maravilla que deja en el camino cosas sin tiempo para
vivirlas y compartirlas. Por eso admito que resulta difícil vivir en esta
ciudad, pero estoy acá porque creo, con toda mi vida, en la última línea de
aquel libro de Italo Calvino, "Las ciudades invisibles": "En este mundo hay que
buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y
hacer que dure, y dejarle espacio". Yo sentí desde el primer día que estaba en
el infierno, a veces parecido al de Pizarnik, a veces parecido a los círculos
del Dante, pero siempre sin dioses, sin perdón, sin esperanza. Nos parecemos
porque somos hermanos, y claro que lo somos, pero no en mucho más.
-¿A qué diferencias te referís?
-Ellos tienen un concepto de armonía negativa que se aleja de nuestra forma
vital, no abren polémicas jamás, menos en el aula, con tal de que no sobrevenga
el conflicto. No es la armonía que crea, discute y crece en contraposición de
ideas, sino todo lo contrario: es el regodeo en la permanencia, en la copia, en
el mismo estado de cosas. China cambia la fachada, los edificios crecen y se
multiplican tras el suelo de las Olimpíadas y el Nobel que jamás obtuvieron,
pero por dentro, lo que siento es que ni un ideograma se habrá de mover, de
hecho, eso es una marca muy fuerte: cualquier cultura ha preferido la facilidad
de la comunicación en su idioma, han accedido a silabarios y a alfabetos, menos
los chinos, que siguen insistiendo en tener el idioma menos apto para la
comunicación -ya que es tonal- y el más difícil del mundo.
-En otras oportunidades me has contado aspectos de tu vida que se relacionan con
tu profunda formación como cristiana. ¿Ello no condiciona tu mirada?
-Estoy acá porque descubro entre mis estudiantes a aquellos que no son el fuego
devorado por los yuanes. Descubro entre sus preguntas y pequeños atrevimientos
hacia el nuevo idioma las puertas que se van abriendo para un presente con
nuevos sonidos y nuevas emociones por dar y recibir. Los maestros de todo el
mundo hacemos esto, y creemos en la educación como una manera de ayudar a
encontrar las propias claves en la vida diaria. El español, para estos alumnos
chinos, es una compuerta de pasiones, de locura, de arte vivo, de gente por
gozar, descubrir, habitar. Me quedaré en China por una carta que una alumna me
dejo pegada en mi puerta en el año nuevo Chino: "Gracias a tu idioma ahora sé
bailar. Gracias al español ahora mi risa es redonda y puedo decir muchas cosas
que no podía decir en mi lengua. Gracias a vos ahora yo también quiero enseñar."
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"Recuerdo cuando papá me trajo un libro. La primera versión de la alegría"
Textos & Contextos de Mónica Melo
Por
primera vez, la UBA envía a China a una profesora de español
[Publicado
en Clarín el 10/09/06]
|
Dar
clases, la fascinación de sentir al otro, de contemplarlo en su
dificultad o en su realización, descubrimiento, dicha. Los alumnos
chinos son de lo más agradecidos y me regalan pajaritas de papel,
dulces, mensajes en tinta china, o pinceladas rojas que ceden buena
longevidad, salud y fortuna.
Es fácil advertir el afecto, aunque no siempre es sencillo saber si
comprendieron el tema que explico o si están felices porque gustaron de
alguna foto o anécdota, o si simplemente fue la música. El bienestar
circula por los pasillos del aula sucia y blanda, con carteles sedientos
de más polvo, ese enjambre de pasión y tiza.
La tarde se ha puesto parda. Voy hacia el lago. Corregir en el café
Xiang Zhiang es una costumbre que disfruto, como las tempranas fiebres
contra el balcón o la copa de vino en el barcito cercano a Bi Shia Shan.
Recordarme con música, en cierta puerta, en cierta esquina. Los papeles
se mezclan con otros que tienen oraciones borradas, lilas, unimembres.
Y vuelve la noche, llega una tormenta rota, sin deshielo. Debajo del
lago, un techo en musgo y piedras. Más arriba, la pagoda azul y noble.
La columna que piensa, partida y humeante. Algo que no ha sido el
tiempo, quemó el arco temprano, las tejas desmembradas de la esquina y
la boca del dragón que ahora cruza el óvalo mayor bebe trozos de metal
oxidado. Arena, vidrios. Ideogramas en forma de súplica escriben un
mensaje indescifrable contra el banco analfabeto, militar. Golpea la
interrogante cara de un dios el agua teñida y guardada entre maderas.
Hay un pez redondo y blanco, de ojos grises y abiertos. Quieto y plano,
flota. Lo sagrado y vivo contra lo que no respira. Dicen que hubo
fiestas de delfines y corales. Dicen que en la octava noche de la décima
era hubo un canto de niña virgen en su círculo de luz y mantra. Pero
después hubo un camino de carne y grito. Y después no hubo más. Una
mujer comenta que los monjes abandonaron la belleza de un silencio y que
esa fue la causa de la peste por inmersión, la crisis de la fe trajo las
lanzas y nunca más el lago se soñó como palabra, ardor, ceniza.
Habrá que dejar espacio a los fantasmas, me dice. Por vez primera me doy
cuenta de que no me habita el agua en el reflejo.
El musgo acerado me recuerda que debo buscar lo que no he sido.
Camino despacio, llego a casa y hay un paquetito anudado al picaporte.
Una nota en tinta azul: Esta es su cena, Laoshi, le entregamos esta
comida como agradecimiento por la clase de hoy. Muchas gracias. Y que
Jesús y el Buda la protejan. Ji Shan y Wang Fei.
Ideogramas, fragmentos de películas, golosinas, cicatrices en colores de neón, los rostros siempre casi sonrientes, casi llorosos, casi serios, casi. Pero no. Trozos de una historia que no puedo llegar a leer. Libros. Muchísimos libros sobre el ciclo de la vida, la ceremonia de quemar papeles, dinero, ropa, camas, sillones y mesas simuladas, a la manera de los egipcios. Cuidar de la próxima generación pero no del día por vivir. Ser vegetarianos o comer cerdo y agobio, crear nuevas torturas o ser santos en vida, Marx y Jesús, maestros que lastiman a sus alumnos o les enseñan con dulzura y delicadeza. Todo unido, todo disperso bajo en mismo trazo de la tinta. Cuidar la Historia pero no el relato personal. El latido que se escapa. Erizada llevo el alma en un alambre con tormenta. Veo en la tele una versión de Frankestein, un monstruo chino. Hecho de fragmentos, páginas de un diario que aprendió a leer sin ayuda del padre. Sin Padre. Recuerdo al loco de Bi jia Shan que hablaba con el árbol. Recuerdo a una persona que hablaba consigo misma y no podía escucharse. Recuerdo lo que decía del amor, lo que vivía. Cierta paz y fiebre en un enero. También a aquella que dijo que me amaba y a la que no pudo decirlo. Y a la que no pudo sentirlo. Fragmentos donde busco el corazón. Como Lorca, en el temblor del río Hudson. Desmembrada, desmedida, como el vino y el aceite.
Privilegio
Escucha. Alguien llora, grita, pide. La paciencia de una mano que es garra
antes de que seas lejos. Inicio perpetuo tu jardín sin flores. Víctima de un
sueño repetido, a cada instante desesperas por escapar del privilegio y de
nuevo tropiezas con huesos, ojos enjambre, cartas selladas, un puñado de sal
en los bordes del paraíso derramado. Tus dedos escondiendo el pabilo de la
noche.
No basta un cuerpo desnudo para que llegue el amor y te salve.
Papeles encendidos. Sangre, tinta, es lo mismo. Enterrada en tu vientre
queda la felicidad: escríbela. Es mucho más que la celebración del sexo.
Un cuchillo de éxtasis roto: tu palabra.
[de Versión de la noche]
Recelación del libro
a Clarice Lispector
Recuerdo
el escondite que tenía: mi cuaderno de hojas blancas, sin rengrlones, sin
márgenes, cuando la literatura era la fiesta que encendía para mí.
Recuerdo cuando papá me trajo un libro. La primera versión de la alegría.
También un patio abierto con zanahorias que yo dejaba olvidadas sobre el
dulce acsero y mezclaba los sabores como hoy las sílabas, mios manos en el
azucar tocando al fin la felicidad. La mía.
Recuerdo que al libro regalado yo no lo podía leer. Esa desesperación, esa
astilla despierta, de noche, la ignorancia, tocar las páginas, llorar
desnuda sobre el libro, no saber si lo que decían ellos, esa historia, era
realmente la que querían las palabras. Sufría loca, ciega. Fue otra noche,
que mirando y escuchando, rastreando la señal imperceptible de lo idéntico,
dibujando las curvas con el dedo y poniéndolas en la punta del lápiz,
posándolas sobre las letras impresas, aprendí.
Más tarde les mostré a mis seres de algodón y alpiste el milagro. Mucho
después vino la cara de mi hermano pidiendo le revelara las letras que yo
leía y nunca le enseñé, porque cada uno sabe como quiere hacer su fiesta.
[de Versión de la noche]
El poeta
Enhebro el miedo debajo de mi lengua. Invento una luna. De Diuos un alacrán,
el grito desbocado, la palabra que huye. Memoria que raspa sin estar
dormida. El pentáculo, la almohada, el, estallido de la nuca. Quemo la
sombra. Está alándose una orfandad de guerra. Predigo la llave, el agua
hacia abajo, la boca en el olor del fuego.
Sólo allá arriba son tres.
Abajo, palabras en la inquietud del cuerpo.
Abajo, la criatura fresca de la muerte.
[de Versión de la noche]
La loca
Tengo síntomas que agravan las palabras. cambio los cubiertos, altero al
invitado. Soy la que quiere saber que es lo que sigue cuando todos se
levantan de la mesa, la que escribe sin puntos, la que arrastra los besos de
un recuerdo que olvida. La reina, la amante, la que no tiene sitio, la que
no busca quicio. Una lengua ungida por su cuerpo. La que empuja con saliva
el mar.
[de Versión de la noche]
Del perdón
Si las piedras y el agua, si los truenos sin cayados y sin túnicas. Es por el
sol que cae del alma fiel, bilingüe. Por el Cristo que perdona el corazón sin
abrir la tiranía en cada falta, sacerdote que hace un cielo de los ojos. Como no
entiende, me escucha. Pone su mano sobre mí, Padre Nuestro, padre de chinos que
trabajan en infiernos de una calle sin andamios, 39 en cada espalda, en barro
estás, tripas sin fondo, en pulmones de su cobre, en las almejas, en los perros
que han comido aquellos tres que ahora se crecen sin salario, Santificado seas.
Perdón por lo que no veo y por lo que sí y no conjuro, que tu Nombre sea en
nosotros. Y tu Reino se alce en cuellos que no tengan que romperse. La estola
santa, Gloria Aleluya. En Shanghai no hay estrellas, es fácil deprimirse,
tirarse bajo un subte. No más paz. Como los viejos comen y no mueren, les dan
una escoba de mimbre y uniforme naranja. Y tu Voluntad se cumpla, así en Almagro
como en la China, como en los sordos, como en la Bolsa. Los pinchos de
gorriones, gusanitos envueltos en canela, ratas hervidas, banquete de la grasa y
de los monos, danos el pan, danos cada día un poco de hambre Señor, la libertad
de los banquetes que nosotros mutilamos. Tengo tu Cuerpo en mi cuerpo, te como,
de mi boca hasta la lengua que te ofende, que tanto deberá aprender a dar a todo
lo que sangra y te respira. A los que maltratamos, a los del cross en la
mandíbula, al traidor de tanto Hamlet en su Ofelia, danos la fe de perdonar. Y
no nos dejes caer en tentación. Correr tras esta nada. Líbranos del mal de ser
sin Vos. Amén.
Almodóvar
Llanto máscara por el sueño lluvia, que en el cielo parques, que billetes para
el cuerpo móvil cuando el amor cesa. Por la silla de ruedas cruza un tiempo que
aún no me ha bañado. Huele a frutas. Sol de té. ¿Qué es la felicidad? Me llama y
estoy siendo noche, me busca y nos desencontramos. El vértigo, Señor, yo no
sabía. Cierro los ojos. Shanghai. En la universidad, estudio chino con una
japonesa que habla coreano en su teléfono, él ríe a su espalda, ella a su boca,
habitación 183. Ayer nunca es hoy. No, inglés no. Las manos en el aire escriben
comer, tomar, abrir, caminar, apagar la luz, ducha caliente hacia la derecha,
roto el engranaje, el agua nos circula pero quieta. Real cada deseo que se pida
(menos su abrazo y la distancia entre los pies que bajaban mi nombre desde un
taxi). Vino argentino, salsa italiana, aroma tenedor, vida por estrenar y dar
las gracias. No me preguntes qué quiero. Almodóvar en mi quicio natal. Penélope
sangra con cuchillos nuestra cama. Respiración de la lengua que hoy enseño. Abro
los ojos. Tranquila.
De los fantasmas
En mi barrio de Shanghai ha vuelto con el día rojo y cardo un mal fantasma. Lo
han visto en los detalles de los sueños, cicatrices de piel que no germinan. Una
mujer dijeron los que cuidan las terrazas y hacen el amor con la locura. Una
pena que no crece ha dicho Zhang, el estudiante de algodones mojados en el alma.
La que vuelve es mi madre ha gritado en silencio una hija recordada de violín,
con las piernas engarzadas a un esposo, con un niño que no quiere pero lleva.
¿Cómo es esto de dejarme en tierra fría o esconder mis ojos grises en el fuego?
Tengo que cuidarte amor mío, pedacito entraña dulce. Cuidar de los tuyos aunque
enciendas el dinero de los templos, las bisagras enroladas en aceite, esos
marcos con la sal y el crucifijo, nada espanta mi calor crucial intenso, de este
lado o de los otros, tan con vos.
Han visto en el espejo a la muertita. Un resto diurno, solano y denso golpeó el
candil apagándolo. Una madre nunca muere dice el viento y por eso esconde joyas
y palabras en la vida que no quiere irse. Se instala en la casa, abre los días
que han pasado y los extiende en la mesa de los nietos, multiplica las cruces y
las culpas, se habla bajo para que ella cuide en su vientre exagerado,
invulnerable, el buen hogar.
La historia siempre es la misma con distintos nombres y diversos rostros donde
cruza el tiempo. Ha sucedido hace siglos en aquel pueblo blanco de Miguel, en la
oscura mansedumbre de las tumbas, lluvia en la tarde alpaca de su pozo, la flor
enmienda la sangre que no corre. Engendra pero no perdona.
Las macetas recién pintadas, esos dos jovencitos
casi amantes, los pies en el asfalto y lana antigua, y Gao Tang que se levanta
de su siesta.
Violín rojo, el viajero está cansado, mucho más que una emoción esa fatiga
transpirada, esa carrera que distingue lo que siempre quiso ser de lo que grulla
solo en cales, la pretérita nube de su gente.
La diosa lo ha lanzado a un riesgo abierto, tomó su marcha cuando tuvo
dieciseis.
Trabaja en las cocinas, deja el cansancio en los alambres y unta choclos en la
salsa de raices que le hubo enseñado atrás su abuelo, el de los rezos a tres
horas de la noche y las frutas del altar.
Su tierra es la música, morrales bendecidos al canasto, el aire solo, ese olor
que cuece y dora al fuego, familia de campo y de palabras, esas viditas que
adivinan en la voz lo que ellas pueden.
Las ciudades van quedando atrás del día, pedalea Gao versiones de Guan Yin.
Las criaturas de ideogramas ya sin trazos, lo que sienten, sufren, ríen.
El cocinero deja un caldo en esta mesa.
El calor. Siente la paz de este calor.
Escucha.
Demora el cuerpo fláccido en las cosas, y más
después del accidente, la voz limpia cual número, agujero en la memoria de las
manos, esas ganas vallejas de escribir, sentarse sobre el peine y los pañuelos y
desde un horno abierto, amar.
Sucedió que un día vio.
Salía de sus letras, mareada por sentir palabras propias, sus reinas en el
tiempo de la línea, rigor exquisito de la garamond, concretas en su cuerpo, tan
exactas. Pero nunca como un párpado en el ojo, sino como su cara debajo de la
ducha, mojada y descorrida del cansancio de ser ella una vez más, la que sentía.
Sufrió de aquello todo al mismo instante, nitidez en un fulgor, delirio, como
cuando se ve un perro y se dice la muerte, el trozo de carne que lo lleva y la
oreja que responde al tic del amo. Tenía dentro todas las palabras y ordenarlas
en el ritmo de lo bello, de la lúcida pasión del mundo otro, le crecía en el
estómago un dolor denso, violeta, un orgasmo que no sube, retenido y lacerado en
la lengua apurada del amante.
Cuando lo vio, rezó. Siempre cerraba los labios en los dientes y decía Dios,
pero esta vez no dijo nada. Salió desnuda de su cuarto y empezó a releer lo que
había escrito. Lloraba con la sed del que agoniza, callaba por oírse.
Dejó las hojas blancas a un costado, limpió los ceniceros, la copa, la impresora
permanente. Volvió al baño y demoró el agua tibia por las uñas. Derramó intenso
perfume entre los dedos. No quiso retomar el gesto blanco de vestirse. Estaba
pura, era por fin una vez más, nunca la misma.
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El dedo loco
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Hola, amigos! les conté hace días, meses, años?
que estos niños adolescentes son muy pequeños en su manera de percibir o de
sentir el mundo...Lloran con los truenos, llaman a sus mamás de noche, gritan
desesperados cuando se les regala un chocolate, piden mimos como criaturas de
ocho años....y tienen....20. Así como lo oyen, diecinueve y veinte años.
La clase pasada, estaba enseñando frases cotidianas, saludos, cómo pedir
favores, cómo agradecer y también cómo pedir ayuda.
Me acordé de un jueguito de primaria, el dedo loco, que se caía gritando
AYUUUUUUUUUDAAAAAAAAAAAAA! y me hacia reir y desesperar al mismo tiempo.
Rápidamente tomé un bolígrafo.... tanto como para distender las dificultades
gramaticales, para mi era una tonteria arrojada al recreo, para relajar un poco
los ceños ante el verbo declinado y ajeno.
Cuando veo que ante mi dedo loco, las risas crecen y crecen y no paran!!!!
Literalmente no podian cerrar la boca, porque algunos, les juro, no es que se
rien sino que gritan! sí! risa china! es diferente, claro!!!!
La cuestión es que al rato, los tenia a todos con la birome en la mano
haciéndose el dedo loco y gritando en perfecto español: ¿PODÉS AYUDARMEEEEEE?
Bueno.... les cuento esto porque fue WOWOWOWOWO, vaya que.... enseñar acá es una
caja de sopresas! a veces de lo que menos espero, saco las mejores ayudas y las
mejores estrategias didácticas acá se encuentran con un muro sólido e
impenetrable.
Quizás pueda trasladar mi dedo loco a otras áreas de la vida.
Todos tenemos niños esperándolo, ¿no?
Les mando los pasos asi comparten al dedito con quienes quieran.
Muacksssss!
MmM
Cuento chino
Un samurai, caminaba un día con su perro, cuando
de repente, éste enseñando los colmillos por primera vez se puso a ladrar
furiosamente en su dirección. Sorprendido e irritado, el samurai sacó su sable
y, sin dudarlo, le cortó de un solo golpe la cabeza.
Pero en vez de caer al suelo, la cabeza salió volando hasta un árbol situado
detrás del guerrero y apresó entre sus mandíbulas a una serpiente que se
disponía a morderlo.
¡Comprendió recién entonces que su perro no hacía sino avisarle del peligro que
lo amenazaba!
Desconsolado, el samurai lamentó amargamente su gesto atropellado e irreparable.
(Guardemos las espadas - continuó diciendo el Laoshi sobre el monte fértil de
oraciones - mordámonos las lenguas, contengamos las iras y escuchemos calmos a
los que nos quieren y sin embargo ladran.)
Carta
Hola, amigos, a esta carta se las escribo bajo el sol de Tongling luego de las
lluvias y los fríos terribles que asolaron amparos y cantares, recién hoy con el
nacimiento de un arcoiris amaneció despacio y con cantos en la ventana.
Con lo que a mí me hace falta el sol, con lo que me gusta sacar mi guitarra al
balcón y cantar.
Amo cantar, cada día me doy más cuenta de ello.
¡Ay, cómo extraño aquellas reuniones de "Cajita de música y Playa Girón"!
Me gusta, mucho hacer música, me gusta también darle de comer a los pájaros.
Y escribir.
Y buscar la palabra precisa hasta que se me ata a la tinta, y es esa palabra y
no es otra, es esa palabra y no jazmín, rosa de fuego o clepsidra de nube en las
espaldas. es exactamente esta palabra la que me anduvo enamorando todo el día y
me bañó en su lengua hasta dorarme la boca, hasta mojarme por detrás el viento
de mi pies y el oro de mi calma muda.
Palabras que me buscan y que argumento en un nombre, en una historia.
Luego se las comparto... Ahora estoy contestando emails que aquí, en forma
general, pero también tan personal, les agradezco, son tan hondos, son tan
urgentes en el llamado, en la caricia del alma, en el color del poema que nos
une!
Gracias les doy por llegar a mi casa de pagoda y fiesta hervida, pollo, gansos,
el rostro del animal descuartizado, el estómago crepúsculo, el día hambre de
todos, sangre de los otros.
Gracias por los abrazos, las cartas, la yerba de cada día
:))))))))))))))))))))))))))))))))))))), los matecitos calientes, los libros, los
listening!!!! las grabaciones para mis alumnitos, las presencias en los
detalles, ahahahaha! tantas gracias les debo y les quiero dar!
Los abrazo con la fuerza de un sol nuevo.
Y recuerden que tanto los extraño. Y los amo y.... siempre los extraño y los
vuelvo a extrañar.
4 de noviembre 2007
Zhao Zhenkai - (China, 1949)
Seudónimo de Zhao Zhenkai, poeta chino nacido en Pekín. Participó brevemente en
la Revolución Cultural y en 1969 trabajó como obrero de la construcción. Un año
más tarde comenzó a escribir poesía. En 1978 y durante un breve periodo publicó
su revista Jintian en el Muro de la Democracia. Representante de la poesía
oscura o elusiva, fue uno de los 33 intelectuales chinos que firmaron en abril
de 1989 una petición exigiendo de esas autoridades el respeto de los Derechos
del Hombre y la democracia, dos meses antes de los sucesos organizados por los
estudiantes en la plaza de Tiananmen. A consecuencia de ello, Bei Dao tuvo que
exiliarse.
Bei Dao
Paisaje sobre cero
"
Es halcón enseñando a nadar a la canción
es canción rastreando el primer viento
intercambiamos fragmentos de gozo
que atraviesan la familia desde diversas direcciones
es un Padre que reafirma la oscuridad
es la oscuridad que lleva hacia la luz de los antiguos
una puerta de gimiente oscilación se cierra
ecos persiguen su llanto
es una pluma que florece en vana esperanza
un brote resistiendo la ruta inevitable
un fulgor de amor que despierta para
encender un paisaje sobre cero.
Antígona en China
Desde el verde de los hierros y el mandato, Antígona sale a caminar por Tongling,
como lo hace desde siglos, traída por un viento sangre, un pájaro crepúsculo con
su pala aún no mellada.
Día tras hora, un trabajo de ley parca sin diadema: sale al campo, al edificio
circular, a la casa del amigo, al templo y a la calle y a ese borde de cansancio
sobre el vientre de los montes.
No precisa del barro para abrir su Ley.
Esta Antígona que digo es china y joven. Los hermanos venden tasas en la
múltiple oficina, o se quiebran las espaldas bajo el pulso de los otros.
Polinices en arroz molido a sangre, Antíocles descuenta sus tres yuanes
comerciándole a un soldado.
Ella baja por Shan Lú, yo recojo su sien alba y veo a los hermanitos más
pequeños que quedaron esta vez sin enterrar. Un solo hijo en ley de humanos hace
que el resto de las luces se disparen sobre él, carne rota por las cifras
agujereadas. Los perdidos, los sin cuna, los ausentes.
Otra Antígona en sus veintes va arañando su cintura con la noche, por valor
entierra a uno en su familia, le da sueños, a otro de tantos lo devora en su
vagina, las monedas en los ojos y en las piernas.
Y hay otra madre de los múltiples hermanos que se mece tras el sol de las
semillas.
Y hay una Antígona imposible, vieja por sabia, sola en entregas, que se esconde
en esta tinta húmeda, en el vaso de los gritos que no callan. Una más que muere
al sol de toda tarde, y espera a Hemón sobre las ollas y las sábanas, sobre los
nombres de un Dios santo y personal.
Y a veces no se sacia ni se queja, sencillamente me enamoro, ardo, y continua,
sigo el viaje.
8 de noviembre de 2007
¡¡¡¡Hola, dulces habitantes de mi corazón!!!! les comparto estos días de
alegrías docentes, de paseos debajo de los soles luego de las lluvias, con frío
pero con intensidad de fuego en las entrañas. Cómo me gusta salir por estas
callecitas cantando en frondoso y aireado español! es una sensación
indescriptible. A veces recito en voz alta a Borges y a Vallejo, es una
forma....cómo decirlo....es mi manera de tocar cada instante del arroz partido
con nuestra lengua, las vocales abiertas le dan un aire nuevo y juro que es tan
....tan de entraña..... Hablar español en Tongling.... dejar las eñes en
hoteles, grietas o manteles de plástico...En los pizarrones, en las paredes
sucias y calladas.... allí yo pinto eñes de tiza roja o amarilla.
Cuando siento homesick o sufro maltratos que el choque de culturas no puede
evitar....me refugio haciendo erres sonoras, repito muchas veces RUEDAN LAS
RUEDAS DEL FERROCARRIL, me hago chiquita dentro del sonido y me acuno mientras
me alejo de sus risas y sus dedos que señalan sin descaro que no entiendo o que
hablé pero equivoqué los tonos....la erre me protege, la eñe me acaricia, esa
voz que dice Hola en el teléfono, y qué bien suena, por Dios, qué bien se
escucha....qué bien hace el abrazo y la sonrisa, y la voz de los amigos en el
msn, que son también ustedes en los emails y ellos que están acá pero son ellos
y que a veces son un nosotros inclusivo y tan bonitos y a veces lastiman pero
por no saber qué hacer con esto que voy siendo aquí, en estas tierras.... o
allá.... es decir en el corazón de los que me quieren, en los latidos que me
nombran y me amparan.
Tatuaje
Me escapé de mi casa para encontrarla en la Square del Jardín Rojo. Ella viene de su tarde de sal, de gracia mojada por los Budas y yo de mi imperio de trabajos, esa granja que me nombra sin domingo. Un viento vibraba la canción antes de mirarla fijamente. Estamos de pie como la guardia. Nos emocionamos al reconocernos, con la cálida obviedad que tienen las mujeres de jugar en el espacio con sus ojos. Al tocarme, señala que hoy existo bajo el suéter, pone piel en el llanto de la piel. Pruebo con mi boca su lengua tan viva en mi silencio, diferente al de un soldado cuando marcha, es un instante quieto que permanece ardido, en el amor que nos prohíben y nos damos. La fatiga del cuerpo cauteloso tiembla en China, bajo el sol que sufre en mí, en esta plaza.
(Dos chicas fueron obligadas a hacer trabajo voluntario para su comunidad durante un mes por haberse besado en público en una localidad pequeña de China, además de haber sido obligadas a asistir a un psicólgo y ser separadas entre sí en los cursos de la universidad. La notica carece de fuente oficial, pero viaja por las calles de mi barrio, de boca en boca.) |
Hace días que estoy de nuevo con esa idea, da vueltas alrededor de la niebla de
arroz que degusto en mi tiempo de Tongling.
Hacerme un tatuaje.
Nunca me lo he hecho porque ....está prohibido en la Biblia, esas prohibiciones
suelen tener un fundamento más fuerte y certero que mis contradicciones y dudas
de los siglos en que corro tras mi nada.
Todos los días ofendo a mi Dios, varias veces al día y a veces sin tiempo para
llorar y volver a su regazo en arrepentimientos ¿Habría esta vez de ofenderlo a
sabiendas? Porque yo soy de las que han devorado Su Palabra desde el rostro de
la infancia y me han enseñado mis mayores cómo creerLas. ¿Habría de rasgar Su
Ley por un capricho de los ojos de mi carne, la necesidad de una marca más
personal que los latidos en verónicas que me golpean el aire que respiro?
Me encanta ver la piel tatuada, me gusta mucho. Me encanta acariciar ese
perpetuo color con los labios mojados. Recuerdo muy bien cómo mi canto quedó
atrapado en un tatuaje en forma de ala, sé cómo deletreé una hoja de luz en mi
saliva, en arrebato de animal continuo y mitológico, recuerdo también aquellos
años en que amé un tribal en una cintura tibia y sonrojada.
Y cómo deseé hacer mía esa complicidad del color en la estatura imperfecta de mi
roce.
Yo ya sé que habría de tatuarme: sería una cruz. Quizás celta, tal vez
octaviana, o una cruz de puntas redondeadas como la de San Miguel, o una Tao,
como San Francisco.
Una cruz.
Estoy pensando en tatuarme una cruz.
¿Para qué? Vaya pregunta que me demora el paladar en la lucha y en la intriga de
mi propias ganas.
Creo que lo haría solo porque me gusta.
Por recordarme con Él en todo instante pero esta vez sobre la piel. Por otro
lado, tengo tantos tatuajes naturales que también me dejo transitar por otro
pensamiento: ¿Para qué agregar más marcas a las que ya me di en el camino de la
vida? Tengo una quemadura que me atraviesa el antebrazo. Del mismo color que mi
piel. Tengo signos de haber sido mordida por varios animales, mi caminata por
España me ha dado una cicatriz de arbusto partido en la pierna que es un golpe
casi artístico que no sangra, que no sana.
Una persona que dijo amores ("me amaron, al menos eso me dijeron") me arrojó al
sentirse abandonada por mí un trozo de ira mortal que me dio una flechazo
blanco, la carne ahora es una línea triste y con misericordia sobre mi muñeca.
Ni hablar de las marcas que tengo sobre el corazón tatuado.
Ni qué decir de las del alma, donde los diseños y los colores son eternos.
Sin embargo algo me pide volver a pensar en la posibilidad de tatuarme una cruz.
Y se los comparto, amigos, como les comparto los poemas, las lágrimas, el sabor
que me dejan en las manos las rosas.
Los quiero mucho, con toda el alma en donde tengo vuestro nombres tatuados del
anverso y leo con el hambre de lo que nos hace mucho bien.
Besos a todos, gracias por estar tan cerca. Siempre.
Voy a ver diseños con Charlie.
Tongling, primero de febrero
Hola, amigos: Hoy nevó todo el día de forma inusitada, lo blanco sobre blanco ya
ha dejado de ser feliz novedad y asombro para los hermanos de Tongling. Mañana
quisieran regresar a sus casas o recibir a los que quedaron varados en
estaciones u hospitales o accidentes, de ésos que suelen distraer al cielo. Y
nada de eso ocurrirá porque hoy y mañana sigue la alerta, solo circulan
ambulancias y Audis, estas semanas se ha convertido en un mal instante de la
historia china, un ideograma mal colocado sobre las cunas heladas, los brazos
rotos en las palas que abren el camino de un tren que ya no llega. Los vecinos,
silenciosos, hacen el rito de quemar dinero para sus muertos, dinero de papel
que lleva impresa en una cara la leyenda PARA EL BANCO DEL CIELO y de la otra
PARA EL BANCO DEL INFIERNO, balcitas hechas de papel glacé dorado emulan la
manifestación de bendiciones y de oro, y también viajan hacia algún lugar donde
las almas precisan cosas y comida, camas calientes y mesas con naipes, hijos,
sol y fiestas.
La nieve y el fuego luchan por traer a muertos y vivos alrededor de los altares
familiares.
Que los dioses sean de nuevo verde santo en la semilla.
Que gane lo que ama, lo que pide, lo que arde. La cercanía invisible de los
pájaros.
Mapa de referencia
Tongling: Cangrejos vaciados, el cocinero los abre al lado del cuchillo y la
garrafa. Un círculo de sal alrededor de las velas por los que ya no están. No
puedo describir lo que ojos dicen, lo que las voces que no entiendo callan.
Un alumno: Debajo de la máscara de Dios siempre está inquieto y feliz su mismo
rostro.
El hospital: Que alguien termine de cortar las verduras, pelarlas, hervirlas en
un fuego ácido sobre el pasillo. Que alguien recoja la memoria de esta noche. Un
algodón de piel en la saliva. Que alguien detenga la fiebre, la espalda doblada,
los vasitos con biromes y termómetros. Que alguien mate esa mosca de litio. Así
es el llanto.
La vecina: Su corazón escucha el agua de los baños, las regaderas sucias del
alambre, la mierda, la delación acróbata del frío. Líbrala de nuestro sábado,
Señor. Sálvala, terrible madre del suicidio. Escucha el ruego de la
alcantarilla, bésala aunque sea con espanto. Ciérrale las dudas y los ojos,
ábrele de nuevo el alma blanca. No le seas otra vez indiferente.
El Banco de China: Sé paciente, no sos el único de esta larga fila. Los créditos
y las consideraciones, la pobreza que hace pactos con la lluvia. Y la muerte,
ese animal inoportuno. Siempre tan ajeno, domesticadamente bello. Y blanco.
[23/05/08]
Yo también quiero regresar
Hoy tampoco mis alumnos quisieron hablar de otra
cosa que no fuera la réplica de ayer.
Dos muertos y casi 500 heridos. Más.
Sucedió este domingo por la tarde. Una fuerte sacudida en la ciudad de Guangyuan,
en el distrito de Qingchuan (Sichuan).
Todos los estudiantes quieren dar su exámen y regresar cuanto antes a sus casas.
Varios de ellos pidieron adelantar la fecha de los exámenes. Todos quieren irse.
Volver.
Yo también quiero volver.
Necesito estar con ustedes, preciso abrazar a mi familia, quiero con todas mis
fuerzas reunirme con quien amo y estar en nuestra casa argentina.
No por cobarde, no por querer huir de la tragedia, ya que mi muerte está escrita
como todas en mi peine, en la mancha de mi feliz pañuelo.
No es posible huir de lo inevitable, pero quiero irme para abrazarlos a cada uno
como nunca antes soñé hacerlo.
Mis alumnos me decian hoy: Qué sentido tiene tomar lecciones y perder días y
días de familia, de posibles encuentros, de canciones, de mesas compartidas, de
risas y ojos en los ojos con silencios tatuados.
Qué hacemos, decían, que no volvemos ya a casa y disfrutamos lo que resta del
día.
Ellos son chinos y ven como los chinos siguen muriendo cual moscas a casi metros
de Tongling, se puede oler la muerte y el miedo. Y de nuevo la muerte, porque no
cesa. Quieren estar con los suyos. YA.
Yo también quiero regresar. Y mirarte a los ojos.
Y que Dios nos regale un día más. Y otro...si es esto posible.
[26/05/08]
[06/06/08]
Hoy es la fiesta del barco del dragón. Acá en
Tongling, están incendiando el cielo a fuegos artificiales, los alumnitos se
fueron a sus casas y están tooooooodos de fiesta. varios alumnitos me invitaron
a sus casas a comer, pero bueno, como hay que elegir, voy a la cita de la
primera alumna que me invitó, tocaya mía :)))))
Se conmemora la muerte de un político y poeta chino, Qu Yuan. Se dice que era
demasiado sincero y sus ideas no agradaban al emperador, así que tuvo que
alejarse de la política. Coincidió además con una mala época en su pais, lo que
le produjo una gran tristeza, asi que decidió suicidarse arrojándose al rio.
Una de las tradiciones para este dia es comer zongzi. Es arroz envuelto en hojas
de bambú y cocinado al vapor. Una de las leyendas dice que cuando QuYuan se
ahogó la gente lanzó comida para evitar que el dragón se comiese al cuerpo del
poeta, la comida que lanzaron eran los zongzi
Cuando regrese de la cena, les cuento algo más, por ahora, a conmemorar al
patriota y poeta con unos versos del maestro Borges
El cómplice
Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.
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