El
león. La leona. El leoncito. Reflexiones acerca de la nueva ley de matrimonio
Por Sebastián Giménez *
El reciente debate sobre la ley de matrimonio pone sobre el tapete las creencias
y valores de cada uno. También, por supuesto, los prejuicios.
Un aspecto que me parece interesante señalar es el intento de apropiación de las
palabras. El matrimonio no es sólo un sacramento que da la Iglesia católica sino
una institución de sustento legal, que avala el Estado argentino. La imagen que
se trae a colación y que titula esta nota apunta a ilustrar el modelo de familia
tradicional que defiende la doctrina de la Iglesia. Doctrina muy respetable.
Aquí no se critica lo que dice la misma, sino el intento de extenderla como
sentido común, como obviedad en la sociedad.
Es interesante retrotraerse al debate de la ley 1420 de enseñanza laica como
ejemplo de esta convivencia entre Estado e Iglesia. De cómo no pueden separarse,
y al mismo tiempo no se terminan de juntar ni de ser lo mismo. En aquellos años,
durante el debate de la ley de educación laica, dijo
Pedro Goyena defendiendo la
enseñanza obligatoria de la religión en las escuelas del Estado:
“Esta sociedad es católica. Esta sociedad debe en el porvenir, continuando fiel
a sus gloriosas tradiciones, mantener la unidad que da vida, que da energía, que
da carácter de nacionalidad a los pueblos civilizados”
Aquí se ve el deseo de imponer las creencias católicas al Estado y la sociedad.
Pero, para tristeza de Pedro Goyena y de los que siguen pregonando sus ideas,
este modelo hoy hace agua por todos lados. Hoy nuestra sociedad nos muestra
configuraciones familiares que muy lejos están del modelo de la familia
tradicional. A años luz del león, la leona, el leoncito. Vemos niños a cargo de
hermanos, tíos, cuñados, padrastros, madrastras. Muchas veces todos en la misma
casa. También parejas del mismo sexo. El modelo tradicional continúa siendo
representativo pero lejos está de ser el único, aunque pueda seguir siendo el
más habitual o el defendido por las creencias religiosas, que tienen todo su
derecho de hacerlo. En una sociedad que se modifica así, dar sanción a esta ley
refleja en cierta medida este estado de cosas que se configuró por diferentes
motivos sociales, económicos, culturales, subjetivos, y que no tiene sentido
analizar aquí.
Lo que debe importar es que el matrimonio es un sacramento pero también, y sobre
todo, una institución estatal y social. Y, como tal, puede ser modificada por
los poderes del Estado como se hizo en la votación del Senado que sancionó el
matrimonio de personas del mismo sexo. Todos debemos respetar esta decisión
aunque no esté de acuerdo con nuestras creencias (o prejuicios). Procurar lo
contrario es lo mismo que el Estado se arroje la facultad de cambiar los dogmas
de la Iglesia Católica obligándola a dar el sacramento del matrimonio a las
personas del mismo sexo. Todos los credos tienen el derecho pleno de sostener su
fe, sus creencias y sus dogmas. Uno tiene siempre la opción de adherir o no a
ellos. Pero también el Estado tiene el derecho de dictar las normas que regulen
la vida social de los ciudadanos que lo integran. Y todos debemos acatar lo que
decidieron soberana y legítimamente los representantes del poder legislativo.
* Licenciado en Trabajo Social. Profesor de Enseñanza Primaria