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“Inventar
ideas para curar vidas”
Entrevista a Alfredo Moffatt
“Trabajé con pobres, con locos, con chicos, adentro del país, afuera del país
–dice Alfredo Moffat–. Me desgasté, trabajé demasiado. Entonces lo que quiero hacer
ahora es que eso sirva para que otros sigan aliviando el dolor de los que no
tienen terapia, el dolor de los que están desamparados.”
Por Marcela Stieben
–¿Cuándo nació su deseo de ser arquitecto y psicólogo social?
–Ser arquitecto nunca fue un deseo mío. Fue una imposición de mi papá, que era
muy insistente. El había querido ser ingeniero civil y era maestro mayor de
obras. El creía que yo era él. Hay padres que se confunden. En segundo año de
Arquitectura yo me había cambiado a Medicina, que era lo que yo quería ser. Yo
quería ser médico. Terminé la carrera de Arquitectura en la UBA en 1960, le di
el título a mi papá, pero nunca ejercí. Soy médico de almas.
–Es bravo hacer una carrera larga y costosa como Arquitectura sin querer
hacerla. ¿Hacía los planos y todo a desgano o algo le gustaba?
–No, no me gustaba. La parte de arte sí me gustaba un poquito: llegué a profesor
adjunto en Historia del Arte en la UBA. ¡Tenía una formación estética fuerte!
–Y finalmente fue psicólogo social.
–Sí, con Enrique Pichón Rivière. Estuve diez años al lado de Pichón. El decía
que yo era su hijo “putativo” (risas). Fue el maestro, realmente. Era un maestro
zen, desconcertante, nada convencional. Yo ya era raro de antes, así que nos
juntamos y nos hicimos amigos enseguida. Cuando nos conocimos reforcé mis partes
más insólitas y de trabajos alternativos, de formas fuera del sistema académico.
Pichón me nombró “médico de almas”. El consideró que yo podía trabajar curando
gente.
–¿Siente que curó a muchos pacientes?
–¡Cientos, miles! En forma directa debo de haber tenido unos 500 pacientes y
después tengo cerca de 50.000 indirectos. En El Bancadero cerca de 40.000
personas se aliviaron.
–De todo lo que hace día a día, que es mucho, ¿qué es lo que más le importa?
–Ahora estoy haciendo que no se pierdan unos 50 años de trabajo. Más que todo es
eso porque de golpe me di cuenta de que me volvía viejo. Tengo 76 años...
–¿Qué día nació?
–El 12 de enero de 1934. Nací en el hospital Rivadavia el 12 de enero de 1934 y
fui criado hasta los cuatro años por mi familia materna alemana. Eran
inmigrantes que llegaron a Comodoro Rivadavia a fines de la Primera Guerra
Mundial y comenzaron a luchar desde abajo. De mi madre recibí el mandato de
vencer las dificultades, ya que ella venía de la guerra y llegó a la Argentina
con sólo 12 años. Y de mi familia paterna heredé la distancia inglesa, que me
sirve para preservarme en la terapia con situaciones límite. Viví tantos años e
hice tantas cosas que me parece que hubiera nacido en el 1800... Tengo miedo de
irme y que se pierda la experiencia de una persona que durante 50 años estuvo
trabajando con el dolor psicológico de los que más sufren.
–Suele mencionar su edad en discursos y conferencias, ¿por qué lo reitera tanto?
–Es que por tradición, siento que me quedan ocho años... Para la muerte me guío
por mi familia inglesa y mi bisabuelo inglés, mi abuelo y mi padre murieron a
los 84 años. Así que, en principio, viviré hasta los 84 años. Puede ser que sea
más, ¡pero por lo menos tengo asegurada la vida hasta los 84 años! Mi
preocupación ahora, a mis 76 años, es poder transmitir 50 años de experiencia en
trabajos con la pobreza y la locura, desarrollando teorías y técnicas. Más que
enseñar yo hablo de entrenarse para trabajar con chicos de la calle, con jóvenes
violentos, con drogadictos y fundamentalmente con psicóticos, tanto en el
Hospital Borda como en los principales manicomios de Latinoamérica.
–En la contratapa de su último libro dice que la Terapia de Crisis tiene como
fundamento epistemológico la filosofía existencial, que percibe al hombre como
un proyecto, un ser arrojado a su futuro.
–Sí, así es. Las crisis psicológicas ocurren ante transformaciones inesperadas.
En los momentos de discontinuidad de esa aventura del existir, el yo queda solo
y paralizado. La mirada del otro es lo que me define, yo existo en ese
transcurrir del encuentro.
–En el capítulo dedicado a la Depresión, en el mismo libro (Terapia de Crisis,
la emergencia psicológica), señala que cuando falla el mecanismo que transforma
la pérdida en recuerdo se instala el fantasma de la depresión.
–El depresivo se vincula con un fantasma que es alguien que está y no está. Como
queda abrazado a lo perdido y pierde los brazos para vincularse con personas
reales, vive en el pasado. Las causas pueden ser de dos tipos: una por pérdida
traumática (orfandad, pérdidas importantes que no tuvieron proceso de duelo, que
no pudieron llorarse y compartirse) y la otra es por no haber tenido un hogar
donde se le enseñara el deseo, la exploración del mundo, sólo aprendió la
desesperanza, son familias grises, escuelas de frustración. El diálogo es
interior y tiene como argumento el reproche o la culpa. El mundo le es ajeno y
lejano, su percepción es endoperceptiva (está dirigida hacia adentro).
–En su página web tiene miles de fotos de todos los seminarios que da por el
mundo y muchísimos textos útiles para los que trabajan con la comunidad.
–Es importante que ponga mi página web porque es una enciclopedia con 3000
páginas, 1000 documentos fotográficos y mis libros que se pueden descargar
gratis (www.moffatt.org.ar). Cuando yo veo todo lo que hice, leyendo en la
página todos los documentos, pienso: ¡un solo hombre no pudo haber hecho tantas
cosas! Trabajé con pobres, con locos, con chicos, adentro del país, afuera del
país... ¡Me desgasté, trabajé demasiado! Entonces lo que quiero hacer ahora es
que eso sirva para que otros sigan aliviando el dolor de los que no tienen
terapia, el dolor de los que están desamparados. El arte permite entender la
vida cuando la ciencia no tiene respuestas. Nos permite dar un sentido profundo
a la aventura de existir. El trabajo organiza las redes comunitarias, las
instituciones... Y los grupos estructuran la vida cotidiana.
–Si hoy se cumpliera uno de sus sueños y lo designaran director del Hospital
Borda, ¿qué revolución haría?
–En 24 horas puedo cambiar el Borda, porque tengo la experiencia. Haría una
comunidad terapéutica. El paciente pasa a ser un protagonista de su propia cura.
Esas 12 manzanas del Borda se transforman en un pequeño pueblo donde hay
asambleas de comunidad, grupos terapéuticos, psicodrama y terapias familiares.
Casi todo lo contrario de lo que hoy se hace.
–Es poder incorporar al paciente como ser humano, mirar su alma y no verlo como
un depósito de pastillas.
–Es organizarlo como un pueblo con reuniones de asambleas de comunidad, con
elección de autoridades, e inmediatamente la persona deja de ser un objeto,
digamos un ente psicótico, para ser una persona. Mi especialidad son los
psicóticos. Lo que más me interesa es arte y locura, pero uno a veces tiene que
salir del hospicio porque afuera están más locos que adentro. A veces nos
maltratamos mucho. Como dice Cristina: deberíamos querernos más.
–Puntualmente, ¿cuál sería la primera medida que tomaría si se concretara su
fantasía de ser nombrado director del Borda?
–Para realmente arreglar el tema de la salud mental, para humanizarla y evitar
esos depósitos de destrucción de almas que son los manicomios, si fuera director
del Borda, también pediría ser decano de la Facultad de Psicología porque
entonces pongo las dos instituciones juntas, en un mismo lugar, y hago un
hospital escuela. Por la mañana curan y por la tarde estudian. Como en Medicina.
Yo empecé primer año de Medicina, quería ser médico, y llegué a ser médico de
almas. La Radio La Colifata y la Cooperanza demuestran que estas personas que
son acusadas de locas pueden ser de lo más sensatas. Cualquier persona puede ir
a las tres de la tarde al Borda, donde funciona desde hace 24 años,
ininterrumpidamente, y verlo.
–En los seminarios que dicta en las principales universidades de Colombia, Chile
y otros países adonde lo invitan, ¿cuál es la principal inquietud de los
alumnos?
–Cómo hacer. Lo que más les importa es qué hacemos nosotros. Si diera
psicoanálisis diría: hay que tener un diván, hay que tener pacientes relajados
que asocien libremente y hay que detectar la situación edípica, etc. Nosotros
trabajamos desde grupos usando el psicodrama, grupos operativos, es otra
modalidad completamente distinta.
–Yendo a su vida personal: ¿está solo o tiene pareja?
–Estoy de novio con Daniela, una alumna mía de 23 años. Yo no tengo la culpa de
que a ella le gusten los abuelitos. Se enamoró de mí y yo respondí. Hace un año
y tres meses que estamos juntos. No vivimos juntos, pero compartimos muchos
viajes.
–¿Siente que es como beber de la Fuente de Juventud?
–Yo creo que Daniela tiene una maduración prematura que se encuentra con una
parte infantil mía. Se encontraron aspectos adolescentes míos con aspectos
maduros suyos.
–¿Piensa ser padre nuevamente?
–¡Nooooooooo! Está descartado eso. ¡El nuestro es un encuentro existencial
fuerte!
–¿Ella lo ayuda con la escritura de sus libros?
–Sí, y me ayuda en la Escuela también. Ella es muy cariñosa y nos llevamos bien.
–¿Daniela está por recibirse de psicóloga social?
–Sí, termina este año. Y, por supuesto, se recibe sin examen (risas). Fuimos
juntos a Uruguay y a Salta. En Tartagal fui a dar el seminario “Primeros
auxilios psicológicos”. Trabajo mucho con los sindicatos docentes que me
convocan para darles seminarios a psicólogos y maestras. Yo entreno a los que
trabajan con gente lastimada. Estuvimos una semana y fue difícil porque el clima
es muy húmedo y muy caluroso. Me hizo mal y volví con una gripe, me dolían las
articulaciones. Siento la edad, tengo problemas físicos y a veces pienso: ¿mire
si me muero y no transmito todo lo que hice?
–Sé que usted edita sus propios libros, si alguien quiere leer su último texto,
Terapia de Crisis, la emergencia psicológica, ¿puede verlo en su página web?
–Yo fui profesor de diseño gráfico y puedo ser autor, editor, distribuidor y
librero. Con la ganancia de los libros nosotros sostenemos “las oyitas” (ollas
populares en villas) y aunque con un solo click se pueden bajar mis textos desde
la página web, a muchas personas les interesa tenerlos en papel y me compran los
libros. Un editor me dijo: “Vos sos un autor suicida”. Pero a la gente, además
de bajarlo, le gusta tenerlo y leerlo como libro, así que por suerte se vende y
en los seminarios que dicto todos lo compran como libro de estudio. Y como tengo
una economía de mínima, esto me da la independencia como para decir lo que yo
veo y lo que yo pienso. No dependo de ningún partido político, ni de empresas ni
de la Iglesia ni de nada, con lo cual tengo también un castigo académico de la
Universidad de Buenos Aires (UBA). No pude volver a la Universidad después del
proceso militar porque mi propuesta se opone a las formas ortodoxas de la
psicoterapia. Esas formas ortodoxas, en general, están hechas para preparar
psicológicamente a cierto sector social. No pueden operar con chicos de la
calle, no pueden operar con adictos, no pueden operar con psicóticos.
–En agosto está comenzando un seminario dictado por usted y su equipo sobre
“Técnicas psicodramáticas”. ¿A quién está destinado y en qué consiste?
–Sí, está destinado a quienes deseen adquirir conocimientos o necesiten técnicas
para resolver situaciones conflictivas en escuelas, hospitales, familias,
comunidades... Las técnicas psicodramáticas utilizadas son: formas de
caldeamiento, armado de la escena, figura plástica y soliloquio, técnicas de
regresión: ensueño dirigido, uso de objetos intermediarios, juegos dramáticos,
escenas temidas y deseadas, uso de disfraces y máscaras... Y los temas básicos a
desarrollar durante el seminario que daré en el último cuatrimestre de este año
tienen los siguientes temas básicos a desarrollar: la infancia (la matriz de
identidad, técnicas de regresión, el paquete generacional y los ancestros, el
niño fantasma y los juegos infantiles); los miedos (de la indefensión a la
potencia; las escenas temidas; simultaneidad; contracción-miedo; de lo temido a
lo deseado); la soledad (aprender la despedida, los personajes y los lugares
ausentes; diálogo con lo perdido y el reencuentro; el diálogo interior); los
vínculos (el encuentro en el aquí-ahora, conflicto generacional; la violencia
como vínculo; la sexualidad), la creación (el proyecto, el tema del futuro; uso
de disfraces y máscaras; música, danza y esquema corporal; el camino nuevo y
juego con lo imprevisto). Las opciones horarias son: viernes de 19 a 22 o
sábados de 14 a 17, en la Escuela: Rivadavia 3482, cerca de Once, en la Ciudad
de Buenos Aires. Yo vivo también ahí. Tengo mi escuela y mi casa. Me resulta
práctico. Y también voy a dar un curso ahora en agosto.
–¿De qué se trata ese curso?
–Se llama Curso de Primeros Auxilios Psicológicos. Es un curso teórico práctico
en cuatro módulos (cuatro meses) destinado a quienes deseen adquirir
conocimientos o necesiten técnicas para resolver situaciones conflictivas, tanto
en una escuela, en un hospital, en la comunidad o en familias. Puse dos opciones
horarias para que le quede cómodo a la gente que trabaja o estudia otra carrera
y tiene que organizar sus horarios. Lo daré los martes de 10 a 13 o de 19 a 22 y
consta de cuatro módulos.
–¿Y la carrera de Psicología Social comienza en su escuela cada año en marzo?
–También pusimos un primer año intensivo que empieza ahora en agosto para los
que quieran comenzar ya. De agosto a diciembre es el primer año y en marzo del
año próximo siguen la carrera normalmente. Se pueden poner en contacto para
pedir informes en el mail: mirthaviamonte@hotmail.com Tengo muchos alumnos no
sólo acá, en Buenos Aires, sino en las distintas sedes del interior, en Córdoba,
Bahía Blanca, Neuquén y algunas otras. Para quien quiera comunicarse en La Plata
con la Escuela de Psicología Social puede escribir a escuelamirthaviamonte@hotmail.com
o llamar al teléfono: (0221) 15-4089-6911. En Tigre pueden llamar al 4684-1162 y
la web de la Escuela de Psicología Social de Tigre es
www.psicologiasocialtig.com.ar o el celular: (011) 15-6484-9117 y la Escuela de
Psicología Social de Patagonia Norte tiene su página web también:
www.surpsicosocial.com.ar.
–En Buenos Aires usted creó muchas instituciones de ayuda comunitaria, ¿podemos
dar algunas direcciones y teléfonos para los que quieran colaborar como
voluntarios o para el que necesite ser asistido de una u otra forma?
–¡Sí, claro! Hay muchos jóvenes y no tan jóvenes que ayudan y son solidarios.
Desde hace muchos años funciona El Bancadero, una mutual de asistencia
psicológica. El teléfono de El Bancadero es 4865-0923 y el horario de atención
es de 16 a 20. El mail es: elbancadero@hotmail.com. Por otro lado están
funcionando “las oyitas”, que son una red de ollas populares para chicos
organizadas por sus madres en asentamientos y villas. Para conocer en detalle
estas “oyitas” pueden ingresar en mi página o en la página web:
www.oyitas.org.ar. Para la reparación de las redes comunitarias proponemos un
enfoque en socioterapia y especialmente en técnicas de autogestión comunitaria
con la utilización de estrategias alternativas.
–Conocí personalmente esa casona cuando fui al Bancadero en la década del ‘80
para hacerle un reportaje y vi la cantidad de gente que acudía para ser
asistida.
–El Bancadero es totalmente autogestivo y es una prueba de que cuando se quiere
hacer algo se puede. Si en un principio se hubiera contado como proyecto, la
experiencia Bancadero no se hubiera realizado nunca porque habrían dicho que era
imposible, lo habrían creído una cosa absurda e impracticable. Era el último año
de la dictadura militar, estaba el general Bignone y había muchas personas en
crisis que estaban realmente muy mal. Fue en ese momento cuando se me ocurrió
crear un centro de salud mental alternativo, porque en ese momento no había
ninguno y si alguien hacía algo así, obviamente la dictadura lo cerraba. Al
comienzo se llamó Cooperativa de Salud Mental y funcionó en una vieja casona de
la calle Gascón a la que arreglamos a pulmón poco a poco. No éramos unos
improvisados, teníamos mucha experiencia en trabajo alternativo. Con nosotros
estaban Tato Pavlovsky y Fernando Ulloa, entre otros.
Página12, 26/07/10
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