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Hacia
una democratización del sistema financiero
Por Arturo Trinelli *
En una entrevista reciente, el titular de CTA, Hugo Yasky, se sumó a las
voces que pretenden una reforma en la Ley de Entidades Financieras, entre
otras medidas tendientes a lograr un reordenamiento de las reglas de juego
en relación con los capitales financieros y las entidades bancarias. “Hay
que derogar la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz-afirma- que
para nosotros es una manera de regular el sistema financiero para que deje
de ser un coto cerrado, orientado por las reglas del mercado” (Buenos Aires
Económico, 12 de agosto). Medida que, según él mismo señala, encontrará
seguramente resistencia entre quienes “quieren mantener una estructura que
se inició en el ’76 y se consolidó en los ‘90”.
En efecto, hay varios proyectos que están en discusión en el Congreso para
ver si el año legislativo puede terminar con la sanción de una ley que
reemplace a la actual, vigente desde la última dictadura militar. El tema
fue abierto por un aliado del Gobierno, el porteño Carlos Heller, quién
presentó un proyecto para reformar esa norma y comenzó a ser discutido en la
Comisión de Finanzas, junto al de su par del GEN, Gerardo Millman. Días más
tarde el macrismo también presentó el suyo, a través del titular del bloque
PRO en Diputados,
Federico Pinedo, acompañado por algunos legisladores del Peronismo
Disidente.
Estos proyectos buscan reemplazar la normativa vigente, pero
fundamentalmente difieren en el rol que le compete al Estado como garante
del nuevo sistema. Así, mientras que el de Heller pretende eliminar la
manifiesta discriminación que tienen hoy por hoy las pymes para el acceso al
crédito, fortalecer la banca pública y estimular la desconcentración
bancaria, regulando las tasas de interés y orientando el crédito para el
desarrollo, el proyecto de Pinedo cuestiona que el sistema bancario sea
considerado un servicio público, tal como pretende el ex Vicepresidente de
Boca, argumentando que de ser así se estaría permitiendo una mayor
intervención del Estado en el esquema regulatorio de la actividad bancaria y
financiera. De esta manera, quedan expuestas dos visiones distintas respecto
del rol que debe ocupar el Estado en el sistema financiero: mientras el
espacio que integran Heller y Sabatella busca ampliar su participación, el
macrismo y el Peronismo Federal tienen una visión más liberal pretendiendo
limitar su influencia, en una clara demostración de lo “peligrosa” que
continúa siendo aún hoy para un sector de la dirigencia política la
intervención estatal en algunas cuestiones.
Cuando en 1976 el por entonces ministro de Economía, José Alfredo Martínez
de Hoz, aseguraba que se había acabado con el “intervencionismo estatizante
y agobiante”, estaba introduciendo los lineamientos principales del modelo
económico que se venía para la Argentina durante muchos años, luego
rubricados en democracia durante los noventa, y que tuvo en la ley de
Entidades Financieras uno de sus fundamentos principales. Con ella se buscó
desarticular el modelo anterior de sustitución de importaciones e instalar
uno nuevo de valorización financiera sobre la base de la liberalidad de la
ley. Entre otras cosas, se le permitía a los bancos realizar cualquier tipo
de operación que no estuviera expresamente prohibida. Aunque luego se le
fueron introduciendo modificaciones, no se llegó a alterar lo principal de
su contenido, generando distorsiones y asimetrías respecto a las actividades
promotoras del desarrollo. Así fue como la Ley 21.526 generó una gran
desregulación sobre el sistema y estando vigente propició la desaparición de
muchas entidades y numerosas crisis financieras, que asociadas a la
flexibilidad para la llegada de bancos extranjeros, produjo una fuerte
concentración y extranjerización de la actividad bancaria.
En el nuevo libro del BID La era de la productividad (2010) se pueden leer
cifras que hablan a las claras de la fragilidad del sistema: el crédito al
sector privado en la Argentina apenas llegó al 11% del PBI durante el año
pasado, en tanto que en los países desarrollados trepa al 74 por ciento y en
otros países de América Latina está en un 31 por ciento. Al mismo tiempo,
según un informe del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la
Argentina, CEFID, (Página 12, 27 de junio) en febrero de 2010 el sistema
bancario sólo prestó el 26 por ciento de su cartera a las pymes. La
disparidad entre grupos de entidades queda claramente expuesta al hacer un
repaso por los números que el informe revela: los bancos públicos nacionales
les prestan más de un 30 por ciento de su cartera, los privados nacionales
un 27 por ciento, los bancos de capital extranjero menos del 20 por ciento,
las sucursales de entidades financieras extranjeras un 14.5 y los
cooperativos un 32. Además, siendo que los bancos mantienen una liquidez
excesiva que alcanza al 35 por ciento de los depósitos, parecería ser que si
no se presta no es por un problema de falta de dinero, y está claro que la
acción pública es necesaria para mitigar estas deficiencias.
Alentando los fantasmas de siempre
El tema concentra gran expectativa pues será una manera de terminar con una
normativa vigente desde la última dictadura. Actualmente se están
desarrollando los debates preliminares en la Comisión de Finanzas de la
Cámara Baja, presidida por Alfonso Prat-Gay, y es de esperar que se trate en
el recinto antes de fin de año. Sin embargo, ya se observan críticas de
parte de un sector de la prensa, que ve en el proyecto de Heller un intento
del oficialismo por cooptar el sistema financiero (“Avanza Kirchner con ley
para controlar bancos”, Ámbito Financiero, 2 de agosto). Curiosamente, se
trata del mismo argumento que se utilizaba meses atrás para desalentar el
debate respecto de la democratización de los medios de comunicación. Pero
así como se logró reemplazar la Ley de Radiodifusión por otra de la
democracia, es de esperar que la actividad bancaria también cuente con una
norma actual que democratice su práctica, al igual que ocurrió con la Ley de
Servicios Audiovisuales. De lo que se trata es ni más ni menos que de
avanzar en una medida consensuada entre las diferentes fuerzas políticas
para facilitar el crédito a las empresas y a los proyectos productivos. Dado
que el sistema financiero actual está liquido, gracias a la solidez de la
política económica vigente, resulta necesario mejorar los indicadores que en
la actualidad reflejan los inconvenientes para acceder al crédito por parte
especialmente de las pymes.
Considerar a la actividad financiera como un servicio público no es un dato
menor. Se trata de cambiar conceptualmente el espíritu de la ley actual. El
proyecto de Heller establece nuevas regulaciones a los bancos y democratiza
los servicios financieros colocando cupos mínimos de cartera para prestarle
a las micro, pequeñas y medianas empresas. Se fija al mismo tiempo una tasa
de interés máxima para los créditos a las medianas y pequeñas empresas y
para los préstamos personales inferiores a los 100.000 pesos. Además se crea
una Defensoría del Usuario de Servicios Financieros, cuya tarea consiste en
la defensa y protección de los intereses de esos usuarios, una iniciativa
totalmente innovadora que los dotaría de cierto resguardo al momento de
operar con una entidad financiera.
Frente a los fantasmas que se agitan en torno al direccionamiento del
crédito por parte del Estado, es necesario crear un marco normativo capaz de
superar la tradición liberal-conservadora que ve en la intervención pública
un avance “dictatorial” de un Estado que aún hoy, luego del desastre de los
noventa, sigue coexistiendo con fuerzas centrífugas que buscan reducirlo a
la menor cantidad de funciones posibles. La democracia se debe una nueva ley
y los argentinos emprendedores un mayor acceso al crédito para generar un
círculo virtuoso favoreciendo la inversión para aumentar la producción.
* Licenciado en Ciencia Política (UBA)