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Prólogo
a Ensayos de Disenso
Por Alberto Wagner de Reyna
Alberto Buela* reúne en este tomo sus ensayos
publicados en Disenso, revista de metapolítica. Este nombre llama, ya al ser
enunciado, a reflexión. La voz disenso señala una afirmación que consiste y se
afianza en una negación; significa, pues, una oposición, y con ello sustenta una
posición frente a otra que la ha provocado y que combate. En todo disenso hay un
enfrentamiento, una contradicción insalvable, y así resulta lo contrario de la
dialéctica, que anticipa la síntesis, que vislumbra – complacida y anhelante- en
el horizonte. La rotundidad del disenso se explica, existencialmente, por la
convicción ética que emana y que impone un deber de protesta. Detrás del
contenido lógico del disenso siempre hay una necesidad- axiológicamente fundada
e insobornable- de hacer vencer la verdad.
Nada más lejos de él, que el parloteo-hablar por hablar y discutir por discutir-
y que la jovial disposición a un compromiso que no compromete a nada. Tal suele
ser el tan celebrado consenso. En el disenso se cruzan, dramáticamente, logos y
ethos, y quien disiente perturba y se hace antipático. Por lo demás- y esto es
lo peor- se coloca a menudo en una posición políticamente no correcta.
Metapolítica es un neologismo, que a mí, personalmente, no me gusta, creado a
semejanza de la palabra metafísica que señala, en el corpus de las obras de
Aristóteles, los libros que vienen después de los físicos. Es una denominación
relativa a la ordenación libresca y no al contenido de un tratado. Metapolítica
serían así aplicando este criterio, los libros que siguen a los políticos en el
catálogo de los escritos del Estagirita. Pero el uso inveterado interpreta el
adverbio de lugar meta (detrás) como la homófona preposición a través de,
dándole un cariz epistemológico. Y entonces- siguiendo la analogía- metapolítica
quiere decir, en la jerga académica de nuestro tiempo, más allá-en lo hondo- de
la política, aquello que la fundamenta, explica y le confiere sentido.
Política se entiende aquí, obvia decirlo, manejo de la polis, con todo lo que,
esencialmente, atañe a ella, a la comunidad-chica o grande- y a su bienestar
general. (Algo muy distinto de la politiquería, de la manipulación de los
negocios públicos, del ajetreo partidista). Y, asumiendo esta realidad social e
interpretándola, resulta labor de la metapolítica meditar y establecer sus
principios y fines, desentrañar sus ideas directrices, analizar las condiciones
de su aplicación en la práctica, averiguar sus límites y presentar una visión
coherente de la misma. La metapolítica adquiere, de este modo, categoría
filosófica.
Por confusiones-no siempre injustificadas- a que tales meditaciones se prestan
en nuestro bajo mundo sublunar, política y metapolítica constituyen arriesgadas
empresas, especialmente si se aventuran por el ámbito internacional, sospechosas
de estar al servicio de lo que eufemísticamente se llaman intereses
inconfesables. Es un albur que hay que correr cuando urge, en defensa del
hombre, proclamar el bien y la verdad en temas de tanto momento como son
sociedad, mundialización, liberalismo, homogeneización, identidad…..
Con estos ensayos-que disidir y disentir son verbos gemelos- sobre metapolítica,
se mete Alberto Buela, a doble título, en la boca del lobo, y es justo
felicitarlo por su coraje de gaucho y de caballero andante, así como por el
rigor y conocimiento (vivido y estudiado) de la materia con que lo hace. Desde
luego que no constituye un caso aislado-¡lejos de ello!- en tal empresa, pues no
faltan quienes lo precedan o acompañen a uno y otro lado del Atlántico:
Galbraith (1967), Zinoviev(1993), Saint Marc (1994), Forrester(1996), Tillinac(1999),
para citar solo unos pocos nombres de referencia, han dejado oír su voz en este
sentido. Pero la inmensa mayoría de técnicos y expertos en estos campos, sean
catedráticos o publicistas, así como la tendencia internacional, están del otro
lado de la barricada y juzgan tal andadura intelectual absurda y marginal,
y-según los diferentes puntos de vista- reaccionario o subversiva.
Aunque no coincido en algunos puntos de detalle con el autor (reivindico el
disenso dentro del disenso), las tesis sostenidas, los análisis que hace, los
ideales que defiende, responden a mis propias inquietudes y opiniones, desde
años atrás sustentadas. El hecho que sea, a título profesor de filosofía griega,
cultor de Aristóteles- como yo- que el pensar de Heidegger influya en el
suyo-como en el mío- y la hermandad en la fe cristiana, hacen que, por encima de
dos generaciones, sienta una solidaridad intelectual y de enfoque de la vida con
lo que expone en esta obra. Y así se justifica que-sin méritos para ello pero
con singular agrado- la prologue.
El texto se divide en cuatro partes. En la primera, después de ubicar el tema en
la problemática filosófica de hoy, nos bosqueja un cuadro de situación de la
humanidad en el mundo actual, es decir de la realidad en que se encuentra
implicado el hombre personal y colectivamente: modernidad y globalización.
En la segunda sección se establecen las relaciones entre estas características
de la situación que vivimos con la cultura, mejor dicho: con las manifestaciones
de una nueva conformación (deformación) del espíritu que se impone a la
humanidad, ya sea en forma subrepticia, ya sea abiertamente programada, por
instancias anónimas o núcleos de poder.
La tercera parte se refiere a la metapolítica. En ella no dice lo que ella es,
en sus diferentes significaciones, y la importancia del lenguaje político, sus
usos y estratagemas, para comprender su mecanismo. Estos aspectos modernos de
una vieja preocupación por el manejo de la sociedad descubren los entretelones
del ejercicio del poder.
Finalmente el libro estudia Nuestra América: hispánica, lusitana, indiana,
criolla, barroca y católica, materialmente desinteresada y dueña de su real gana
(Keyserling), en su especificidad, luces y sombras, así como es y queremos que
sea, idéntica a sí misma en el cuadro de su historia. Aquí el tiempo se teje en
telares vernáculos: no es money, ni tirano, ni fabricante de stress, sino
“tardanza de lo que está por venir” (Martín Fierro). Se deja tiempo al tiempo y
se contemporiza con la eternidad. Patria grande, patria chica, tradición,
mestizaje, son temas que confluyen en la afirmación de su autonomía dialéctica
con Occidente, del cual Iberoamérica- a la vez- forma parte y se distingue.
Queda tan al oeste del Oeste que se sale de él.
En suma: Ensayos de Disenso hace honor a su nombre: no es un libro mentalmente
pacifista, dócil al pensamiento único, recomendable para la siesta, sino un
ponderado pregón de desafío, un siempre renovado acicate a descubrir la verdad
debajo de la información, a ahondar en nosotros mismos, ha reconocernos como
hombres, como personas-frágiles, criticables pero fraternales- abiertos a todos
los horizontes y centrados en una insobornable nostalgia telúrica.
* Alberto Buela (Buenos Aires, 1947) es doctor en Filosofía por la Sorbona
(París) y ha enseñado metafísica en diversas universidades argentinas. Preside
la Fundación “Cultura et Labor” y ha sido director de la revista cultural
bonaerense “Disenso”. Sus últimas obras publicadas son Hispanoamérica contra
Occidente, Ensayos Iberoamericanos, Epítome de Antropología, Pensadores
nacionales iberoamericanos y El sentido de América.
Buela, pensador alternativo y solitario, tiene un efecto estimulante: su
libertad invita a la rebeldía en estos tiempos de inquietante consenso, de
resignación.
Ensayos de Disenso hace honor a su nombre: no es un libro mentalmente pacifista,
dócil al pensamiento único, recomendable durante la siesta, sino un ponderado
pregón, de desafío, un siempre renovado acicate a descubrir la verdad debajo de
la información, a ahondar en nosotros mismos, a reconocernos como hombres, como
personas —frágiles y criticables pero fraternales— abiertos a todos los
horizontes y centrados en una insondable nostalgia telúrica». [Ensayos de
Disenso, Editorial Nueva República, Barcelona, 1999, del texto de contraportada]
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