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Análisis
del discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner
Luna Park, 14 de septiembre de 2010
Por Lic. Arturo Trinelli *
El discurso de la Presidenta Cristina Fernández duró aproximadamente 45 minutos.
Fue sólido, por momentos hasta didáctico, y con acertadas improvisaciones para
construir un relato convincente, sin lugar a segundas interpretaciones. Como
suele hacer, la Presidenta no leyó ningún apunte. En reiteradas oportunidades
contestó demandas del público, pasando de un discurso a un diálogo con
interlocutores directos, sin mediadores. Pidió que se la escuche como una
militante y no como Presidenta, quizás en búsqueda de lograr esa horizontalidad
con quienes la escuchaban.
En una primera parte abordó la cuestión de los derechos humanos, con referencias
al pasado antidemocrático del país. En tanto mensaje a la juventud, el mismo
buscó ilustrar, de manera sintética pero contundente, las dificultades que
existían en la participación política para la generación del setenta, a
diferencia de las libertades actuales que permiten la libre expresión de voces y
opiniones. Luego, un segmento del discurso estuvo referido a los años noventa,
donde ya la Presidenta apeló a la memoria de un público que, pese a su juventud,
experimentó en carne propia los vaivenes de aquellos años. Finalmente, efectuó
una revisión del presente, resaltando los logros que en materia política,
económica y social ha conseguido la actual gestión, y respondiendo a muchas de
las críticas que suelen hacerse desde la oposición en cuestiones que se están
debatiendo por estos días.
Dividiremos el presente informe en algunos puntos que son dignos de destacar,
pues en ellos se concentra el contenido político más significativo del discurso.
Para ello, iremos transcribiendo sus pasajes más importantes, en virtud de los
cuales intentaremos interpretar su mensaje y elaborar algunas conclusiones a
partir de sus propias palabras, de modo de entender de mejor manera la realidad
política actual y poder replicarla con argumentos propios en nuestros
respectivos ámbitos.
La dictadura y los años de plomo
La Presidenta comenzó su intervención destacando la organización de las
diferentes agrupaciones convocantes y lo importante que hubiera sido para la
gente de su generación haber podido formar parte de encuentros de esa
envergadura, en épocas de militancia juvenil: “Si nosotros, en lugar de haber
sido una juventud que crecía en medio de golpes de Estado sin libertades, sin
elecciones, hubiéramos podido tener esta Argentina que estamos construyendo
entre todos, donde por primera vez estamos construyendo ciudadanía social con
los derechos económicos de los trabajadores, de los jubilados, de la educación
pública, pero al mismo tiempo lo estamos haciendo en un marco de libertad y
democracia; si nosotros hubiéramos podido sentarnos junto a los jóvenes de la
Juventud Sindical, como ustedes se sientan ahora, ¡qué país hubiéramos tenido!”
Así, continuó con lo que a su juicio fue el objetivo económico perseguido por la
última dictadura militar: “(…) la verdad es que fue el 24 de marzo de 1976 donde
se vino a destruir específicamente la matriz industrial de clase media y
generadora de valor agregado que había significado el primero y segundo gobierno
peronista”.
En efecto, la consolidación del predominio de esa nueva clase dominante abrió un
nuevo cauce que contenía potencialmente varios tipos de desarrollos diferentes
pero que impuso la peor variante, donde se unificó endeudamiento externo,
estancamiento económico, hipertrofia del sector financiero y destrucción del
núcleo estratégico del sector industrial, tal como afirmó la Presidenta. La
alusión al Cordobazo no fue casual: la Argentina vivió desde fines de los ’60 y
principios de los ’70 agudos conflictos sociales y políticos que se tradujeron
en significativas movilizaciones populares. Es por eso que, desde marzo del ’76,
el verdadero punto de inflexión estuvo fundado en la convicción, por parte de
los brazos ejecutores y los sectores que lo apoyaron, de que las proscripciones
políticas ya no servían para eliminar las alianzas populistas y sus presuntos
peligros sobre el orden social establecido. Había que ir más a fondo y, dado que
estas alianzas se asentaban sobre el aparato productivo industrial, era
imprescindible modificar radicalmente la estructura económica. Esto llevó a la
adopción de una serie de políticas que fueron destruyendo las condiciones para
un desarrollo económico sustentable, a la reformulación del papel del Estado, a
quien se obligó a asumir la carga de un creciente e insostenible endeudamiento
externo, y a una drástica redistribución regresiva de los ingresos.
Para ello, el terrorismo de Estado fue fundamental, y sirvió para anular e
impedir el accionar de instituciones y organizaciones políticas, sociales y
sindicales. Factores a los cuales se agregó, desde el punto de vista de su
incidencia futura sobre el país, la pérdida de varias posibles generaciones de
líderes o cuadros políticos o sociales como consecuencia de ese terrorismo, y de
la influencia profundamente negativa que tuvo la dictadura en el sistema
educativo y cultural y en la transmisión de valores de pertenencia con la
sociedad en la que se vivía.
Superada la conflictividad social por medio de la represión, la implementación
de un mercado libre que arbitrara en los diferentes reclamos sociales se
convertía en un objetivo en sí mismo para acabar con el orden vigente y pasar a
nuevas formas de regulación y de control del conflicto social. En adelante, el
mercado disciplinaría a la fuerza de trabajo, con una brutal caída de los
salarios reales, al tiempo que las luchas corporativas se trasladarían también a
ese mismo ámbito.
La democracia logró recomponer valores perdidos en la sociedad argentina; sin
embargo, no fue estímulo suficiente para el aliento a la participación de los
jóvenes en política, mucho menos luego de la crisis del 2001. En este sentido,
así pareció entenderlo la Presidenta: “(…) Porque es cierto, la juventud se fue
retirando, aquella juventud que ilusionada se incorporó a la democracia, se
batió en retirada. Se batió en retirada a partir de las cosas que pasaron en la
República Argentina: las leyes de la impunidad, nuevamente la equivocación de
creer que los trabajadores y los sindicatos son el problema cuando, en realidad,
son parte de la solución y deben ser convocados junto al resto de todos los
sectores a realizar un país más justo, más equitativo, más homogéneo, más
cohesionado”.
Crítica a la clase media
Muchas veces se ha señalado a la clase media como una característica particular
de la sociedad argentina, confundiendo su identidad con la de la sociedad en su
conjunto a partir del gran dinamismo que imponen a sus demandas. La Argentina ha
aprendido a pensarse como un país de clase media, incluso entre sectores
populares que no lo son pero aspiran en algún momento a serlo, y esto suele
plantearse como un rasgo específico de nuestra sociedad, diferente de otras en
Latinoamérica.
Esta identidad de clase media, con mayor fuerza expansiva que cantidad de
representantes, se muestra a la vez celosa de cuestiones que son constitutivas
de su identidad, y que confronta ante la emergencia de nuevos actores sociales
que aspiran a determinados niveles de consumo económico y apropiación de
determinado capital cultural que fueron siempre un rasgo exclusivo de su
esencia. La Presidenta pareció referirse a ello al dedicar un segmento de su
discurso a esa clase media que, especialmente en la Ciudad de Buenos Aires,
suele optar por propuestas no peronistas: “¡Qué nos pasa! Y acá quiero
hablarnos- y no es un cuestión de clase, por favor, soy peronista- a nosotros
mismos, a esta clase media tan volátil, a esta clase media como yo,
universitaria, a la clase media que muchas veces no entiende y cree que
separándose de los laburantes, de los morochos, le va a ir mejor. Le pasó a
todos, es como el sino de las grandes frustraciones en al historia argentina. Yo
creo que, tal vez, junto a todas las cosas que hemos construido en estos años,
una de las más importantes haya sido visualizar, identificar a los trabajadores
como uno de los componentes esenciales pero tampoco el único. Creemos en una
sociedad policlasista, diversa en lo cultural, plural”.
En efecto, luego de 1955 la imagen de clase media sufrió severos
cuestionamientos. Las ideas que se vieron fortalecidas en el giro izquierdista
luego de la Revolución Libertadora buscaron volver a colocar al trabajador en el
lugar central del desarrollo argentino. Aunque gran parte de quienes integraban
sectores de izquierda pertenecían a estratos medios, la clase media fue atacada
por su incomprensión de los problemas nacionales, por su alineamiento con los
más poderosos y su desprecio por los más humildes.
Como dijimos anteriormente, el Proceso no sólo acabó con la vida de decenas de
miles de militantes y sus organizaciones. La represión y estigmatización de toda
idea o proyecto de cambio social, dejaron el lugar para la victoria final de la
clase media como elemento indiscutido de la argentinidad. Leído como un triunfo
de esa clase, el alfonsinismo contribuyó luego a reforzar el orgullo de la clase
media, que reclamó para sí el lugar de garante de la democracia recobrada. Pero
ya entonces estaban presentes los argumentos neoliberales que contribuyeron a
quebrar las solidaridades sociales amplias que se habían forjado en los años
setenta. El orgullo de la clase media, con su tradicional componente antiplebeyo,
podía ser utilizado para dividir y enfrentar al cuerpo social, como en
definitiva hicieron algunos propagandistas del nuevo modelo.
Una ratificación del modelo en curso
El discurso presidencial buscó desarrollar en casi toda su duración una
constante comparación con el pasado para reafirmar los logros actuales. Suele
éste ser un recurso común cuando buscar destacarse determinados momentos de una
gestión, para de alguna manera ratificar la política vigente y preveer nuevos
escenarios. En este sentido (y no sólo en este discurso) la Presidenta suele
manejar muy bien y con criterio los recuerdos del pasado para resaltar ciertas
medidas que han apuntado permanentemente a la desconcentración, redistribución
de la riqueza y a volver a poner a los trabajadores como actor fundacional de
todo proceso de cambio.
En ese intento por deconstruir los ejes principales de la gestión desde el 2003,
Cristina Fernández remarco lo siguiente:
- Proyecto plural: “(…) Asistimos a actos que nunca habíamos podido imaginar que
podían realizarse y lo hicimos con alegría, otorgando mayores derechos,
ampliando derechos a las minorías, reconociendo la diversidad en este proyecto
que es plural”. La referencia obligada, sin dudas, obedece al impulso que se dio
desde el Gobierno para el debate y posterior sanción de la ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual y Matrimonio Igualitario.
- Terminar con la subordinación: “Toda mi juventud y parte de mi vida adulta en
la política, fue la consigna contra la deuda externa y el Fondo Monetario
Internacional. Todos decían que no se podía; yo he sido legisladora durante
todos los gobiernos desde 1995 a la fecha y puedo dar fe sobre cómo venían y
presionaban para que se levantara la mano porque sino se caía el mundo. Y un día
dijimos que había que terminar con esa política de subordinación y el mundo no
se cayó, sino que la Argentina se levantó y comenzamos a generar políticas
activas que nos permitieron volver a tener desocupación de un dígito”.
- Recuperación de los recursos de los trabajadores: “¡Me siento tan orgullosa de
formar parte de este proyecto! Como cuando decidimos también recuperar la
administración de los recursos de los trabajadores. Que quede claro: recursos de
los trabajadores que administraban en lo que yo sí puedo demostrar que era
capitalismo de amigos”. Gracias a esos recursos recuperados, se ha logrado
implementar la política de cobertura social más importante de las últimas
décadas: la Asignación Universal por Hijo.
- Movilidad jubilatoria: “Y pudimos también con esa recuperación establecer la
movilidad jubilatoria para que nuestros jubilados y pensionados tengan dos
aumentos por año, luego de décadas de los que congelaron y descontaron
jubilaciones”. La referencia en este punto es exclusiva al debate que
próximamente tendrá lugar en la Cámara de Senadores por el aumento del 82% del
salario mínimo, vital y móvil para las jubilaciones, que ya cuenta con media
sanción. Una iniciativa popular pero asumida por la oposición con demagogia e
improvisación, sin consignar expresamente las fuentes de financiamiento y
buscando que el Gobierno asuma el costo político de tener que vetar la norma si
resultara aprobada. Opiniones de expertos e informes varios, uno elaborado
recientemente por la Auditoria General de la Nación, hablan de lo peligroso que
resultaría para la autosustentabilidad del sistema previsional la aprobación de
una norma que pretende elevar en un gran porcentaje los haberes jubilatorios sin
contemplar otras variables, como por ejemplo, la relación activos/pasivos, las
demandas por recomposición de haberes que debe asumir el Estado por malas
administraciones del pasado, y el escaso conocimiento sobre los recursos del
Fondo de Garantía de Sustentabilidad.
El FGS administrado por Anses tiene una cartera compuesta por diversos tipos de
activos, entre ellos, títulos públicos, acciones de empresas, tenencias de
plazos fijos, obligaciones negociables, fondos comunes de inversión,
fideicomisos, cédulas hipotecarias y créditos otorgados al sector productivo. Se
trata de un fondo anticíclico que entre otras cosas contempla el envejecimiento
poblacional, situación que suele pasarse por alto en los debates sobre los
aumentos jubilatorios. Recurrir al simple argumento de “la plata está”, como se
sostiene desde los promotores de la medida, es desconocer la enorme complejidad
que requeriría un serio debate de una iniciativa semejante.
- Derechos humanos: “Quiero destacar acá también lo que para mí significó, como
ciudadana argentina, como militante política, que las leyes de impunidad fueran
declaradas inconstitucionales y que finalmente los responsables de la mayor
tragedia que recuerda nuestra historia tuvieran los juicios y los derechos que
no le otorgaron a miles y millones de argentinos”.
En este punto, una crítica que se le suele hacer al Gobierno es el “uso
político” de los derechos humanos. En especial, los sectores de izquierda
objetan cierta “manipulación política” de derechos humanos que corresponden a
todos los argentinos. En verdad se trata de una reivindicación que estos
sectores reconocen como elemento constitutivo y aglutinador de su patrimonio
ideológico. Consecuentemente, una política de derechos humanos sostenida por un
gobierno que no responde a los sectores más representativos de la izquierda
tradicional, sería menos legítima o menos sincera. Ahora bien, siguiendo a
Edgardo Mocca, ¿son los derechos humanos un menú de atribuciones de los
individuos que el gobierno de turno debe proveer, o una materia de conflicto que
se resuelve en la arena política? ¿Qué significa el uso político de los derechos
humanos? Los más acérrimos opositores suelen plantearlo como meras
reivindicaciones populistas, vacías de contenido. Pero el relato construido
desde el Gobierno está inscripto en una visión neodesarrollista, industrialista
y socialmente redistributiva de la política, donde verdad y justicia serían, en
términos ideales, un componente necesario de la construcción de un nuevo
proyecto de país.
- Libertad de expresión-críticas “cosméticas”: “Lo más importante que hoy
podemos ofrecer a todos los argentinos es que vivimos en un país donde nadie
tiene miedo a decir lo que piensa y lo que quiere, nadie. Nadie tiene miedo, es
maravilloso, lo vemos todos los días, díganme en qué otro momento de la historia
argentina alguien ha encendido un televisor o una radio y ha visto insultar con
tanta elegancia y cultura a quien ejerce la Primera Magistratura todos los días.
Díganme cuándo vieron que los insultos fueran por su condición de mujer o porque
te arreglás el pelo o te pintás los ojos”.
Efectivamente, esta situación es lo que se observa de parte de muchas críticas
que recibe la actual gestión. Se trata de quejas por las formas, por los modos,
más que por el fondo de las medidas. Y sin bien las formas en política no son
poco importantes, muchas veces dicha oposición sobre cuestiones cosméticas,
conduce a alineamientos con sectores que históricamente se han enfrentado por
ser eternos opositores a la idea de justicia social y redistribución de la
riqueza.
Elegir entre tu foto en el diario o tu lugar en la historia
La Presidenta eligió dedicar los últimos instantes de su discurso a una
exhortación general por la militancia, la participación, y a trabajar
mancomunadamente como un “multitudinario colectivo” con fines solidarios,
recorriendo el país para ayudar a quienes más lo necesitan. Y afirmó: “Tenemos
que terminar con una costumbre que se instaló definitivamente en algunas
prácticas políticas en nuestro país (…): elegir entre tu foto en el diario de
mañana o elegir entre tu lugar en la historia, vos decidís dónde querés estar.
La televisión son dos minutos y no podés hablar más porque viene el comercial.
El diario de hoy mañana es viejo, nadie se acuerda de vos. En la historia están
los millones de ignorados que hoy son patriotas y próceres y que si ustedes
recorren los diarios de aquellas épocas no existían, eran ignorados o
criticados”.
Quizás aquí radique el desafío principal para los más jóvenes. Esos jóvenes que,
motivados por el entusiasmo y las ganas de sentirse sujetos protagonistas de la
historia, desbordaron las instalaciones del Luna Park y dijeron presente para
apoyar la gestión de este gobierno nacional y popular.
* Politólogo UBA-CLICeT