|
|
|
Pasaron
unos días. Hoy opino.
Por Enrique Gil Ibarra
Lo que pasa es que opinar en caliente es peligroso, mire. Porque uno puede
volverse sentimentaloide, obsecuente, hipercrítico o, simplemente, pelotudo.
Lo inteligente, dijera Quique Raab, es esperar para ver cuántas huevadas
escriben los demás y después encontrar la veta que nadie tocó. Por ahí no te da
el cuero para ser original, pero nadie va a acusarte de plagiario.
Y en este asunto de la muerte del Néstor, hay que pisar con cuidado, porque
todos tenemos los huevos a flor de piso, y dispuestos al alarido inmediato. Lo
que ninguno discute es que nos cambió la historia.
Ahora el debate central en los medios grandes es si Cristina puede o no puede,
debate que -si me permiten- es una disquisición bastante idiota, ya que en
realidad hace 3 años que viene pudiendo. Junto con Néstor, claro, pero el
interrogante (bastante machista, por cierto) sugiere que cuando a una mujer se
le muere el marido es como si le extirparan el cerebro. Lo que, en estricta
justicia, equivaldría a decir que cuando a un hombre se le muere la esposa le
cortan los huevos, cosa que nadie se animaría a afirmar y muchos a desmentir
rotundamente.
Debo reconocer que, cuando Kirchner (él) le cedió la candidatura a Kirchner
(ella), yo no estuve de acuerdo. No me pareció que fuera correcto ceder una
candidatura a Presidente. Sigue sin parecerme correcto, pero lo que importa es
la práctica y no la teoría: dio resultado, y en política es eso lo que cuenta.
Debo reconocer también que sigo sin ser kirchnerista. No comparto esa
fascinación que sufren todos los no peronistas por colocarse encima esos “sanbenitos”,
que históricamente terminan enfrentándolos con un espejo que no les es propio,
que los traiciona aunque no lo quiera, porque en estos tiempos nadie, pero
nadie, resiste un archivo. Sin embargo, nuevamente la realidad me demuestra que
la teoría se reacomoda, porque el Néstor, a partir de hoy, resiste todos los
archivos, ya que el que abra alguno que no convenga, se convierte en un hijo de
puta por vocación.
No obstante, quiero ser absolutamente sincero: estoy de acuerdo en rescatar sólo
lo bueno. Porque de lo otro estamos hartos, y ya se encargará esta oposición
gataflorista de seguir sacándolo a la luz de a poquito y bien mixturado con
elogios azucarados e insinceros.
Porque por primera vez en tantos años, hay una enormidad de cosas buenas para
recordar. Una ingente cantidad de hechos que a algunos nos hicieron sentir en la
“Argentina año verde” de La Tuerca, Operación Jaja o La Revista Dislocada, a
otros les demostraron que se podía cambiar algo sin romper todo y a otros, por
supuesto, que los que quieren cambiar algo (aunque sea sin romper todo) son,
siempre e inevitablemente, comunistas montoneros asesinos hijos de extranjeros.
Así que la pregunta no es –desde mi punto de vista- si “Cristina puede” sino
¿por qué no podría? Y se me ocurren varias respuestas:
Si nos dejamos engañar por esta falsa “luna de miel” que le concede toda la
gatería opositora.
Si dejamos de presionar y presionar para profundizar el proceso.
Si olvidamos que la gran mayoría de las cosas que Néstor pudo hacer fueron por
el apoyo del pueblo argentino, y no “concesiones graciosas” de un líder
iluminado.
Si de golpe y por gracia y obra de un kirchnerismo beatificado por la muerte
empezamos a creer que sin líder no hay proyecto, en lugar de recordar que el
mismo Néstor afirmaba que los proyectos son colectivos y no unipersonales.
Si permitimos que la pérdida de Néstor nos convierta en tontos nostálgicos del
tipo “con Néstor era otra cosa”, y le restamos a Cristina el apoyo (siempre
crítico) que necesita más que nunca.
Si, por el contrario, nos dejamos llevar por un “Cristinismo” estúpido (sinónimo
de cretinismo) que implicaría empezar a asentir imbécilmente cada vez que la
Presidenta se tire un pedo (Si, soy un hereje, pero les juro que ella también se
tira pedos).
Y decenas de motivos más que podrían conseguir que Cristina no pudiera.
Recordemos que ya sabemos que el enemigo es malo, de manera que no podremos
usarlo como excusa si nos derrota. Este combate tiene que ver con dos preguntas
de las que sabemos la respuesta: ¿Queremos una Nación Justa, Libre y Soberana?
¿Queremos la Patria Grande Latinoamericana?
Entonces, la historia que ha cambiado es la de ellos. Ellos deberán preocuparse
ahora por las candidaturas, por el monumento que sin duda erigirán, por la
cantidad de pelotudeces que verterán en los medios. Nuestra historia es la
misma.
A seguir trabajando, entonces. En realidad, nada ha cambiado.
Fíjese usté la capacidad de este bicho político que ni siquiera le pudo dejar al
Censo dos horas de protagonismo, que ya le robó los titulares.
www.elhendrix.blogspot.com