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Algo
habrá hecho Kirchner
Por Francisco José Pestanha
Raúl Scalabrini Ortiz supo advertir en aquella jornada del 17 de octubre de 1945
la presencia inalterable del “subsuelo de la patria sublevado” ¿Quiénes
componían aquella entidad que se había revelado contra un orden material y
simbólico que los oprimía? ¿Cómo estaba estructurada esa masa numeral que luego
transmutó en pueblo esencial según palabras del mismísimo Marechal? Cuentan los
testigos más confiables de aquel suceso que ese conglomerado estuvo integrado
fundamentalmente por hombres y mujeres de trabajo, peones, estibadores,
oficinistas, torneros, etc, pero además, que un dato en particular caracterizaba
esa estampa histórica: su juventud.
Era aquella juventud que poco tiempo antes había comenzado a orientar su acción
sindical con un nítido sentido nacional, no sólo para reclamar su definitiva
inserción en el conjunto social, sino también para liberar al país. Aquella
juventud trabajadora había abrevado en la obra de otro aglomerado juvenil que en
las décadas anteriores, amotinado “culturalmente” contra un orden alegórico y
conceptual que los sojuzgaba, desarrolló una extraordinaria actividad artística
que se interrogaba sobre nuestra identidad. Era la generación que entre 1920 y
1940 inspiró una verdadera revolución cultural. Fue la progenie que integraron,
entre tantísimos otros: Leopoldo Marechal, Arturo Jauretche, Homero Manzi,
Azucena Maizani, Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Ernesto Palacio, Conrado
Nalé Roxlo, Francisco Luis Bernárdez, Raúl Scalabrini Ortiz, Carlos Astrada,
Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo, Roberto Arlt, Cesar Tiempo Corsini, Agustín
Magaldi, Azucena Maizani, Hugo del Carril, Rosita Quiroga, Celedonio Flores,
Francisco Canaro, Pascual Contursi, Enrique Cadícamo, Enrique Santos Discépolo,
Alberto Vacarezza, Samuel Eichelbaum, Benito Quinquela Martin, Florencio Molina
Campos.
Juan Domingo Perón supo interpretar el grito liberatorio de ambas generaciones,
y asumió el desafío histórico de conducir el país transformando una sana
rebeldía aglutinadora en realizaciones concretas. Algunos exponentes de ese
mocerío que convulsionó artísticamente la argentina supieron encontrar en “el
coronel del pueblo” el emergente de todo lo expresado y anhelado. Otros lo
ignoraron, lo desconocieron, o simplemente lo combatieron.
Quienes tuvimos el privilegio de abrevar intelectualmente en los maestros del
pensamiento nacional hemos aprendido que nuestro pueblo suele recurrir al
espacio público para pronunciarse, y también, que quienes pretendan interpretar
cabalmente tal fenómeno deben hacerse presentes en todos y cada uno de los
acontecimientos, que por sus bríos, aparecen como trascendentes para la
historia. De esta forma nos aleccionaron para que evitemos interpretaciones
mediatizadas y pongamos el cuerpo en sana compañía. Siguiendo tales enseñanzas y
motivados por este irrefrenable espíritu militante, apenas ocurrido el
fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, nos hicimos presentes
físicamente en las distintas oportunidades en que esa auténtica e indiscutible
manifestación de vacío, de dolor y de esperanza se apoderó de las calles de
Buenos Aires.
No hubo que apelar demasiado a la perspicacia para inferir que esta vez una
masiva presencia juvenil fue la protagonista central de los acontecimientos. En
la plaza, y luego acompañando las exequias, fue una juventud tan variopinta como
interesada en comprometerse con las cuestiones del país la que asomó mostrando
su ser incandescente. Pudimos observar allí desde muchachas y muchachos
perfectamente encuadrados en organizaciones políticas, sindicales o sociales,
hasta tribus “ricoteanas” intercambiando cánticos con “independientes”
acompañados por algún familiar o amigo o simplemente por su propia soledad. En
la plaza hubo también lágrimas, muchas. Algunas de ellas particularmente el
viernes se entremezclaron en sus mejillas lozanas con el agua de la lluvia,
circunstancia que no pudo obliterar una presencia comprometida, esperanzada y
desafiante. En la plaza hubo angustia y miedo, pero también debate, mucho
debate.
Hace mas de siete años manifesté en un opúsculo que “con sumo agrado y profunda
esperanza observaba en la actualidad el florecimiento de nuevas generaciones
que, impulsadas por razones similares a las de aquellos hombres y mujeres de
principio de siglo XX, y otras vinculadas a su propia evolución histórica se
encuentran en condiciones de generar un movimiento de alto contenido estético y
nacional. Me refiero a los compatriotas cuyo nacimiento aconteció
aproximadamente entre los años 1970 y 1985”, y además que la cuestión de la
identidad colectiva, “reaparecía nuevamente, a partir de un volver la mirada
hacia el interior del país, de una nueva revalorización de nuestra identidad
cultural, de un análisis desapasionado de la historia reciente y de nuevos
criterios estéticos que se han convertido en los pilares sobre los cuales se
está afirmando este destacado movimiento” .
Los hechos de la plaza demuestran cabalmente que Néstor Kirchner supo
interpretar como nadie este fenómeno y generar un canal para que tales
expresiones encontraran un cauce apropiado y pudieran exteriorizarse, extenderse
y, afortunadamente, multiplicarse, colmando de ilusión al futuro argentino.
Los hechos de la plaza me demuestran indubitablemente que algo habrá hecho
Kirchner…
Octubre 2010