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Clase
media y kirchnerismo
Por Arturo Trinelli *
En los últimos tiempos los análisis entre kirchnerismo y clase media han sido
abundantes. En general, se dice que la política kirchnerista es hostil para la
clase media, o que el proyecto económico vigente no se dirige hacia este
segmento de la sociedad. Eso explicaría las razones por las cuales el actual
Gobierno encuentra entre algunos sectores de clase media de la Argentina los
focos de mayor resistencia a su gestión.
Algunos artículos de medios que se adjudican la representación de la clase media
se orientan en ese sentido: “Mientras en la Argentina la población de clase
media se reduce, en otros países de la región se expande” (La Nación, 4 de
octubre). Más aún, aprovechando las crónicas por las elecciones en Brasil,
últimamente ha sido frecuente sobreestimar la popularidad de Lula por el fomento
y estímulo a la clase media brasileña, entre otros intentos por explicar su
elevado nivel de imagen positiva, forzando el contraste con la Argentina donde
supuestamente se daría lo contrario.
Pero lo más interesante sería analizar a grandes rasgos cómo ha sido la
evolución de la relación entre clase media y kirchnerismo en los últimos años,
para ver si efectivamente el modelo actual resulta tan perjudicial para ella.
El punto de quiebre, después de aquel comienzo esperanzador que para muchos
sectores de clase media implicó la llegada del kirchnerismo luego del desencanto
neoliberal, fue sin dudas el conflicto por la Resolución 125. Como bien ha
sostenido Ezequiel Adamovsky (Historia de la clase media argentina, Ed. Planeta,
2009), cuando el dirigente agrario Alfredo De Angeli fue arrestado por un puñado
de horas, la prensa opositora pareció comparar su reencuentro con los
manifestantes que lo esperaban con la liberación de Perón en 1945. Se pretendió
instalar la idea de un “17 de octubre de clase media” para resaltar el
significado histórico de aquellas jornadas de lock out patronal, analizando la
supuesta aparición de un nuevo sujeto social, la clase media rural de las
escarapelas, banderas e himno, llamada a cambiar el curso de la historia. En
otras palabras, la idea a resaltar era la emergencia de un sector social llamado
a cumplir la fantasía plebeya que marcó al justicialismo, pero en sentido
inverso: una clase media rural que acabaría con la anomalía peronista y
restauraría una jerarquía social indebidamente alterada en 1945.
Superado el punto máximo de conflictividad ruralista, con una Mesa de Enlace ya
prácticamente disuelta, la gran demanda de la clase media actual al Gobierno ha
pasado a concentrarse en dos cuestiones concretas: inflación e inseguridad. La
supuesta falta de políticas gubernamentales que atenúen sus efectos provocarían
su rechazo a la gestión vigente, y en consecuencia se instala en el relato
político la idea de que el kirchnerismo es por naturaleza hostil a la clase
media porque no puede satisfacer estas demandas o simplemente, por priorizar
otras, no hace lo suficiente por contener precios o luchar contra la
inseguridad.
El problema es que cuando se habla de inflación e inseguridad se repara siempre
en los efectos más que en las causas que la generan.
Por ejemplo, el rebrote que los medios imprimen a los casos de inseguridad ubica
en la agenda pública el problema de la supuesta pasividad oficial ante el
delito, colocando el tema como prioritario pero sin un adecuado abordaje sobre
las formas de atenuarlo. Siguiendo a Robert Castel (La inseguridad social,
Manantial, 2004), hasta podríamos decir que el “cursor de la sensibilidad” a los
riesgos está desplazado y hace aflorar nuevos peligros. Entonces se exacerban
los miedos y, por ejemplo, se llega a justificar el llamado a boicotear un censo
por el problema de la inseguridad. En la actualidad, ese cursor está ubicado tan
alto que suscita una demanda completamente irrealista de seguridad. En
consecuencia, hay un desplazamiento del Estado social hacia un “Estado de la
seguridad”, como sostiene Castel, que preconiza el retorno a la ley y el orden,
como si el poder público se movilizara esencialmente alrededor del ejercicio de
autoridad.
Records
Pero el beneficio en materia económica que tiene la clase media no registra
precedentes en el pasado reciente. Vayamos, pues, a identificar algunos
ejemplos.
El mes de septiembre creció con record de patentamientos de autos y motos. En el
primer caso, se registraron 63.727 unidades mientras que se patentaron un total
de 57.580 motos. Las ventas acumuladas ya superaron el total del 2009 y
representaron subas de 38.5 y 92 por ciento respectivamente. Para dar un dato de
lo que representa esta evolución, pensemos que, según un informe de la
Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (ACARA),
hemos pasado de apenas 159.401 unidades patentadas en el 2002 a 515.791 en lo
que va del 2010.
Por otro lado, según cifras del INDEC, la venta por unidades en shoppings
aumentó 20 por ciento en septiembre con relación al mismo mes del año pasado,
mientras que los precios crecieron 8 por ciento bajo la misma comparación. A su
vez, en nueve meses la suba de precios acumulada es de 5,38 por ciento, de
acuerdo a los datos oficiales. En septiembre la facturación alcanzó a 856,9
millones de pesos, lo que implica un alza interanual de 40,7 por ciento.
Al record de ventas en supermercados y shoppings, y al record de patentamiento
de autos y motos, se le agrega otro que revela la solidez del rumbo económico:
todos los fines de semana largos se registran altos índices de movilidad
turística. Según datos de CAME, el último produjo un movimiento interno hacia
los principales destinos turísticos del país que en todos los casos superó el 70
por ciento. Lo cual indica una movilidad estimada en un millón de turistas,
superior al mismo feriado del año pasado donde el movimiento fue de 870.000
personas. Al mismo tiempo, en relación al 2009, las ventas vinculadas al turismo
tuvieron un incremento del 10,8 por ciento.
A esto, por si fuera poco, se le suma un nuevo record: la venta de productos
electrónicos. En efecto, la comercialización creció un 18 por ciento y la
facturación, un 76%, en una tendencia que no culminó con la venta record de
LDC’s durante el Mundial.
Esto evidencia un curioso fenómeno de la sociedad argentina: una clase media
que, aún siendo protagonista principal en el logro de todos estos records, que
ratifican su notable recuperación desde el 2003, muchas veces se constituye al
mismo tiempo como la principal crítica del rumbo económico actual. En la medida
en que muchos de estos bienes (electrónicos y turísticos, así como automóviles y
ventas en centros comerciales) constituyen parte importante de su consumo, es
indudable que su situación es a las claras mejor que hace unos años.
Evidentemente, la conclusión es que el curso de las demandas insatisfechas de la
clase media ha cambiado: mientras que durante el neoliberalismo la falta de
trabajo imposibilitaba acceder al consumo de todos estos bienes, en la
actualidad la inseguridad e inflación concentran las principales preocupaciones
de una clase media eternamente disconforme. Ahora bien: ¿son estas demandas la
verdadera causa de insatisfacción de la clase media con el kirchnerismo?
Razones
Muchas veces se ha señalado a la clase media como una característica particular
de la sociedad argentina, confundiendo su identidad con la de la sociedad en su
conjunto a partir del gran dinamismo que imponen a sus demandas. La Argentina ha
aprendido a pensarse como un país de clase media, incluso entre sectores
populares que no lo son pero aspiran en algún momento a serlo, y esto suele
plantearse como un rasgo específico de nuestra sociedad, diferente de otras en
Latinoamérica.
Retomando los argumentos de Ezequiel Adamovsky, después de 1955 la imagen de
clase media sufrió severos cuestionamientos. Las ideas que se vieron
fortalecidas en el giro izquierdista luego de la Revolución Libertadora buscaron
volver a colocar al trabajador en el lugar central del desarrollo argentino.
Aunque gran parte de quienes integraban sectores de izquierda pertenecían a
estratos medios, la clase media fue atacada por su incomprensión de los
problemas nacionales, por su alineamiento con los más poderosos y su desprecio
por los más humildes.
El Proceso no sólo acabó con la vida de decenas de miles de militantes y sus
organizaciones. La represión y estigmatización de toda idea o proyecto de cambio
social, dejaron el lugar para la victoria final de la clase media como elemento
indiscutido de la argentinidad. Leído como un triunfo de esa clase, el
alfonsinismo contribuyó luego a reforzar el orgullo de la clase media, que
reclamó para sí el lugar de garante de la democracia recobrada. Pero ya entonces
estaban presentes los argumentos neoliberales que contribuyeron a quebrar las
solidaridades sociales amplias que se habían forjado en los años setenta. El
orgullo de la clase media, con su tradicional componente antiplebeyo, podía ser
utilizado para dividir y enfrentar al cuerpo social, como en definitiva hicieron
algunos propagandistas del nuevo modelo. Así, el acceso a determinados bienes,
entendidos como patrimonio exclusivo de una determinada clase social, rompió
esos lazos de solidaridad que el peronismo había contribuido a instalar
promoviendo medidas redistributivas y transformando a los más humildes en
sujetos políticos y económicos con capacidades de las que históricamente habían
sido excluidos.
El kirchnerismo posibilitó la inclusión de nuevos actores sociales a
determinados estándares de consumo que hasta hace poco eran constitutivos de la
identidad de clase media. Allí tal vez se puedan encontrar las razones por las
cuales ella confronta ante un modelo que, sin embargo, ha posibilitado su
recuperación luego de años de depresión neoliberal. Es de esperar entonces que,
si deseamos un país con mayor equidad, que continúe en la senda de inclusión e
igualdad de oportunidades para todos, algunos sectores de clase media no se
piensen por fuera del colectivo social sino que se incorporen a éste
fortaleciendo el actual proceso dinamizador de riqueza cultural, social y
económica, con una mirada integradora, solidaria e incluyente.
* Politólogo UBA-CLICeT