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SIP:
nada nuevo bajo el sol
Por Roberto Bardini
“La diseminación de noticias y opiniones se ha convertido en una rama de los
grandes negocios y, como tal, en el casi monopolio de un puñado de grandes
empresas”, escribió el pensador británico John Strachey, miembro del Partido
Laborista y editor de la revista Socialist Review, en su libro El capitalismo
contemporáneo, publicado en 1954.
A más de medio siglo de distancia, la descripción le calza como anillo al dedo a
ese conglomerado de empresas periodísticas conocido como Sociedad Interamericana
de Prensa (SIP), que se reunió en la ciudad mexicana de Mérida y destacó que “el
2010 se ha vuelto uno de los años más complejos para la prensa en Argentina,
donde el gobierno parece haber elegido al periodismo como su enemigo”
En su informe sobre Argentina, la SIP, señala que en los últimos meses se
abrieron nuevos episodios de confrontación entre el gobierno y un grupo de
empresas periodísticas. “Podemos escribir y decir lo que pensamos, pero en un
escenario tenso, de presiones directas o indirectas en el que percibimos un
ánimo de crispación y revancha de un gobierno que ha elegido al periodismo como
enemigo”, se quejó Francisco Montes, del Diario de Cuyo, de la ciudad de San
Juan, responsable de presentar el documento.
La SIP está integrada por directores y propietarios de diarios, revistas y
agencias de noticias de América. Sus miembros no son estrictamente periodistas,
sino empresarios y dueños de acciones –en muchos casos hijos y nietos de los
fundadores de esos medios– que representan a más de 1.300 diarios y revistas de
30 países, con una circulación que supera los 43 millones de ejemplares.
La organización ha recorrido un largo camino. Sus inicios se remontan a 1926,
cuando alrededor de 130 informadores del continente se reunieron en Washington
en el Primer Congreso Panamericano de Periodistas y aprobaron la creación de un
organismo interamericano. Esto llegó en 1943, cuando se fundó la SIP en La
Habana, durante la dictadura del general Fulgencio Batista.
Aunque en sus comienzos la composición era fundamentalmente latinoamericana, en
1946 un pequeño grupo de editores y directores de periódicos estadounidenses
logró que la sede se estableciera en su país. Y en 1950, por iniciativa del
coronel Jules Dubois, un experto en inteligencia militar convertido en reportero
del Chicago Tribune, la SIP se “refundó” en Nueva York.
Desde entonces la agrupación dejó de ser un ámbito más o menos plural y se
transformó en lo que es hasta hoy: un cartel de empresarios, dueños de
periódicos, revistas, canales de televisión y emisoras de radio, muchos de los
cuales dejaron de ser periodistas hace muchos años para convertirse en hombres
de negocios.
El periodista e historiador argentino Gregorio Selser, autor de Sandino, General
de Hombres Libres y otros 40 libros, se ocupó durante años de este organismo
empresarial. “La SIP tendió a inmiscuirse cada vez más prepotente y
altaneramente en los asuntos internos de los países del continente, como si la
OEA o algún otro organismo supranacional hubiera delegado en ella la visión de
velar los postulados de la libertad de prensa”, escribió en diciembre de 1974.
Y el tres veces presidente Juan Perón también se refirió, en 1957, a las
“grandes cadenas de diarios, revistas y órganos publicitarios diversos, que
responden a la tendencia occidental, dirigidos, manejados y financiados desde la
Sociedad Interamericana de Prensa”.
En su libro Los vendepatria, publicado durante su exilio en Caracas tras ser
derrocado por la autodenominada “revolución libertadora, Perón escribió:
“Si algún mandatario, en uso de su derecho que no se le niega a estos
empresarios de la falsedad, se decide a tener sus propios órganos de opinión o
tomar medidas en defensa de los intereses nacionales [...] todas las agencias de
noticias comienzan a cursar despachos en los que se tendrá buen cuidado de decir
que se trata de un dictador y que el régimen es totalitario o antidemocrático”.
Como se ve, han transcurrido 67 años de la creación de la SIP pero no hay nada
nuevo bajo el sol.
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