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El
kirchnerismo y la revolución cultural
Por Aritz Recalde *
Desde el año 2003 el país está transitando por una profunda transformación
cultural, que subvierte de raíz muchos de los valores y de las concepciones
hegemónicas liberales y neoliberales. El renacer de una nueva cultura es
producto de la reconstrucción de la conciencia nacional, que resurge tras el
letargo político producido como resultado de la derrota popular con la dictadura
de 1976. La revolución cultural en marcha atraviesa gran parte del tejido social
y se encarna además, en acciones de gobierno como son la ley de servicios
audiovisuales, el programa científico y universitario estatal, la promoción del
matrimonio igualitario o en la recuperación de la conciencia histórica a partir
de la política de derechos humanos, la galería de los patriotas
latinoamericanos, el contenido de los actos del bicentenario o en la sanción del
feriado recordatorio de la Vuelta de Obligado. A partir de éstas y otras
medidas, la revolución cultural va desandando el programa neoliberal y el
contenido de sus instituciones.
El neoliberalismo que caracterizó la cultura durante los años ochenta y noventa,
fue impuesto a partir de la aplicación de una seguidilla de acciones militares
inauguradas en 1955 y profundizadas desde 1976. Una vez acabada la etapa militar
del proyecto neoliberal, el programa se organizó en instituciones públicas y
privadas que transmitieron los valores de los grupos de poder antinacionales. No
era la primera vez en la historia del país y la región, en que este modelo de
sociedad se implementara por el método de la violencia. El liberalismo del siglo
XIX se aplicó a partir de las batallas Caseros de 1852, de Pavón en 1861 y por
intermedio de la Guerra del Paraguay de 1865-70. Su imposición en el siglo XX y
de manera similar al XIX, se valió de los golpes de Estado y las acciones
militares de 1955, de 1966 y particularmente, de 1976. Lo que fuera el contenido
y la finalidad de la infame participación en la guerra del Paraguay, tuvo en el
siglo XX su consonancia en la intervención de la Argentina en Nicaragua en 1977.
Tras los asesinatos ejecutados dentro del país y en América Latina durante los
siglos XIX y XX, la oligarquía, los grupos concentrados y el imperialismo,
aplicaron la etapa cultural y de institucionalización del orden liberal. Caído
Rosas, se organizó la arquitectura liberal con la Constitución de 1853 reformada
en 1860 o con el código civil de Vélez Sarfield. Los intelectuales orgánicos al
proyecto porteño difundieron su visión del país por intermedio de la historia
oficial de Mitre o con el Facundo de Sarmiento, que oficiaron como textos
fundacionales de la oligarquía portuaria para justificar su programa agrícola
dependiente. Además y complementándose, Mitre nos legó un órgano de prensa con
el diario La Nación.
La finalidad de la batalla de Caseros en el siglo XX puede ser comparada con el
golpe de 1955 y lo mismo ocurre con los resultados de Pavón, que se acercan
estrechamente al proyecto aplicado desde 1976. El terrorismo y la guerra de
policía promovidas por Mitre por intermedio de Paunero y de Arredondo o por
Sarmiento, son el antecedente directo de los asesinados y los desaparecidos por
parte de los comandos de tareas de Videla en el siglo XX. El liberalismo
necesitó de los asesinatos para imponerse y aplicó el terror contra el pueblo,
bañando de sangre el país para traer la “civilización” o en el siglo XX, para
terminar con el “comunismo”. Videla tuvo y de manera similar a Mitre con Rufino
Elizalde o con Velez Sarsfield, a sus intelectuales orgánicos en las personas de
José Alfredo Martínez de Hoz o en Domingo Cavallo. Sin desconocer la distancia
intelectual y temporal que existe entre ellos, ambos compartieron la tarea de
promover los cambios institucionales, políticos y culturales para aplicar el
liberalismo extranjerizante y agroexportador.
Muertos sus adversarios políticos y refundadas las instituciones, estos
dirigentes se abocaron a llenarlas de contenidos. La historia oficial que
justificó el terrorismo aplicado desde 1955, la escribieron figuras como José
Luis Romero, Gino Germani o Jorge Luis Borges, desde sus cátedras o cargos
durante los gobiernos de facto o democráticos. A casi un siglo de distancia, la
“civilización” venía a poner orden frente a la barbarie, pero ya no eran Rosas y
los colorados del monte, sino Perón y la CGT. La oligarquía y el imperialismo en
1976 y de manera similar al siglo XIX, también tuvieron su proyecto
institucional, su ley de reforma financiera y su apertura económica.
A los asesinatos de opositores, la persecución de simpatizantes o de “barbaros”,
le siguió la organización de las instituciones y la imposición cultural. Luego
del exterminio de los rivales del siglo XIX, transcurrió la calma de los
cementerios bajo el ciclo político que va de Roca al Centenario. La oligarquía
educó a los hijos de los caudillos asesinados, intentando convencerlos de que
sus padres estaban bien ejecutados. Lo mismo ocurrió en la etapa que va de
Videla a De La Rua, que fue un momento en el cual el neoliberalismo triunfante
se impuso desde las instituciones culturales. La teoría de los dos demonios, la
desmalvinización, el fin de la historia, las relaciones carnales con EUA o la
extranjerización de la cultura, fueron transmitidos como valores y verdades
incuestionables por el aparato de la colonización pedagógica. Las montoneras y
los caudillos denigrados por Sarmiento y por Mitre en el XIX, fueron los
“subversivos y los terroristas” del siglo XX, desacreditados y difamados por la
escuela liberal o por el historicismo social que ocupó las instituciones
universitarias desde la época de la libertadora y a partir de la apertura
democrática de 1983.
Yrigoyen y Perón, ambos a su manera y en su tiempo, enfrentaron al liberalismo,
a la oligarquía, al imperialismo, a su proyecto económico, a sus leyes y a sus
valores. Desde el año 2003 el país y de manera similar al proceso de mediados
del siglo XX, es parte de un renacer de la conciencia histórica y de la cultura
nacional. Estamos ingresando, como a mediados de los años cuarenta, en una
profunda revolución cultural. La crisis del año 2001 fue una bisagra que expresó
la fragmentación de los valores del liberalismo y la eclosión de una nueva
cultura nacional.
Desde el 2003 se está combatiendo la conciencia pastoril y dependiente de la
oligarquía terrateniente, al cuestionarle el proyecto económico de país. El
gobierno está apoyando la industria y con ello, el símbolo de la dependencia
nacional y de la republiquita agroexportadora, cruje frente a la aparición de un
pensamiento vigoroso, que se apuntala y se proyecta en una economía sólida y
prospera, que genera empleo, desarrollo y sindicatos. La nación se afirma con la
industria, que es un paso fundamental e irremplazable de la soberanía política y
cultural. El INVAP o Atucha II, son dos importantes símbolos del renacer y de la
refundación de las grandes metas y epopeyas científicas nacionales, que son
hijas directas de la industrialización.
Otro paso fundamental en la lucha contra los valores neoliberales, se está
ejecutando con la política de los derechos humanos y con la reivindicación de la
militancia de los años setenta. Dichas medidas ofician como un acto de
revisionismo histórico que pone en tela de juicio el proyecto de la oligarquía y
se la sienta en el banquillo de los responsables de la tragedia nacional. Se
está terminando la justificación del terrorismo liberal difundido bajo las
frases del “algo habrán hecho” o de la “teoría de los dos demonios”.
Caen los valores neoliberales y además, están siendo debilitadas sus
instituciones de transmisión de la cultura. La ley de servicios audiovisuales y
el apoyo del gobierno a los medios públicos y no comerciales, están construyendo
una pluralidad de voces, frente a la tiranía mediática de los oligopolios
comerciales. Los grupos mediáticos, los factores de poder concentrado y el
aparato de prensa del extranjero, ya no están solos.
El gobierno está derribando los valores de la oligarquía y sus instituciones. La
sanción de la ley de matrimonio igualitario es revolucionaria en el plano del
derecho y además, lo es en el plano cultural.
A este paquete de medidas, se le suma la justicia social del subsidio universal,
las jubilaciones o las paritarias, que modifican la conciencia del pueblo en lo
que respecta a sus derechos. En este marco, la política de integración regional
busca romper con la dependencia y el europeísmo de los sectores medios y genera
los puentes hacia una refundación cultural nacional latinoamericana.
La vertiginosa transformación cultural se organiza en torno de la recuperación
de la conciencia histórica y a partir de un fuerte cuestionamiento de la
tradición liberal. La interpretación historiográfica de José María Rosa, Arturo
Jauretche o de Norberto Galasso, desfiló en el bicentenario, ocupa la galería de
los patriotas latinoamericanos y se consagró con el feriado del 20 de noviembre.
La revolución económica, política y cultural de los años cincuenta, fue la
materia a partir de la cual se conformó la conciencia nacional del activismo de
los años sesenta y setenta. Desde el 2003 está naciendo una nueva generación de
jóvenes que es educada en un país industrial y en el contexto de una revolución
cultural. A partir de aquí, el proceso iniciado afirma la conciencia histórica
del pueblo argentino y anticipa el renacer de una nueva generación política
liberadora, en la antesala de la consumación de la conciencia nacional.
noviembre de 2010
* Editor del blog
www.sociologia-tercermundo.blogspot.com
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