La película extraviada del Grupo Cine Liberación

Ante la Aparición con Vida de “El Familiar”, de Octavio Getino (*)

a Octavio Getino,
y Ricardo Gil Soria,
en deuda

Por Jorge Falcone

“Únicamente los que creen en el mito son realistas”
Pier Paolo Pasolini

La semana pasada, al cabo de una larga búsqueda – y cuando casi había perdido la esperanza de encontrarlo -, en un comercio de la Avenida Corrientes dedicado a la promoción del cine-arte di con una copia del legendario filme “El Familiar”, rodado por el co director de “La Hora de los Hornos” en 1972, bajo la dictadura del Gral. Lanusse.

En este escenario signado por una globalización salvaje y homogeneizadora de toda diversidad cultural, no constituye un hecho menor el rescate de esa pieza imprescindible de nuestro patrimonio cultural. Esta nota se propone celebrarlo.

A menudo se me ocurre que las generaciones que sucedieron a la última que se atrevió a soñar la Patria en grande, un poco a fuerza del escarmiento que producen los garrotes y otro poco presa de una comodidad que recomienda no indagar, perdieron capacidad de asombro y sublevación. El momento que transita Nuestra América brinda óptimas condiciones para saldar las incontables asignaturas pendientes de una accidentada historia común. En tal contexto constituye una cuestión de honor rever y difundir el filme en cuestión.

De la leyenda a la pantalla

La historia que sirve de referencia parte de que en las grandes fábricas azucareras del norte argentino suelen ocurrir accidentes, particularmente en la caldera y el trapiche y, cuando muere un hombre, se dice que El Familiar "ya se ha hecho la víctima" (si muere más de uno es porque está hambriento). Así, el año será de mayor provecho para el dueño del ingenio cuantos más peones coma El Familiar. Esto explicaría el hecho de que en los ingenios más famosos de Jujuy, Salta y Tucumán desaparecieran peones todos los años y nunca se supiera qué había sido de ellos. Los dueños tenían en la fábrica un cuarto oculto donde vivía el Familiar. Allí enviaban a la gente a buscar herramientas; pero ninguno de los que entraba volvía a salir. Los hombres que conocen de estas cosas son precavidos; llevan una cruz grande colgada en el pecho, un rosario en el cuerpo y un puñal en la cintura. Si les sale El Familiar a querer comerlos, le hacen frente y pelean. Pueden quedar lastimados, con la cara y las manos arañadas y la ropa rota, pero se salvarán gracias a la cruz y al rosario; si el hombre no puede pelear con su facón, entonces será devorado. En los casos en que el peón sobrevive, los patrones les pagan fuertes sumas de dinero para que no avise a nadie y se vaya.

Este ser diabólico aparece como un perro enorme, feroz, siempre al acecho de cualquiera que pase; o como viborón negro con ojos de gatos y cerdas en la cabeza. Se recomienda no matar a las víboras negras que se encuentren, porque puede tratarse del Familiar. Aparece también como persona, mulita, cerdo o torito negro astuto. Bajo este último aspecto, puede balar y el ganado lo rodea inmediatamente. Se lo ha visto cruzar de noche los cañaverales arrastrando una pesada cadena; nada lo detiene y atraviesa paredes o pantanos sin que nadie logre herirlo.

La adaptación cinematográfica que nos ocupa, en tono alegórico pero bajo denso sostén ideológico, se dedica a plantear fuertes críticas sociales de orden político entablando el paralelismo entre la figura de El Familiar", el imperialismo y los militares. Este Familiar hace un pacto con un hacendado (que representa a los terratenientes y los capitalistas) para explotar a los labriegos y peones (el pueblo). Pero los "Pájaros" (una representación de los grupos guerrilleros de la época) tratan de resistir tales designios.

Qué puede verse revisando El Familiar a 37 años de su estreno

La primera referencia estético-narrativa que vino a la mente de quien escribe estas líneas fue la Estética del Sueño propuesta por entonces a instancias de aquel exuberante imaginero fundador del Cinema Novo Brasilero que fue Glauber Rocha. Según sostenía dicho manifiesto, “La razón dominadora clasifica el misticismo de irracionalista y lo reprime a bala. Para ella todo lo que es irracional debe ser destruido, sea la mística religiosa, sea la mística política. La revolución, como posesión del hombre que lanza su vida rumbo a una idea, es el más alto estado esencial del misticismo. Las revoluciones fracasan cuando esta posesión no es total, cuando el hombre rebelde no se libera completamente de la razón represiva, cuando los signos de la lucha no se producen a un nivel de emoción estimulante y reveladora, cuando, todavía accionando por la razón burguesa, método e ideología se confunden a tal punto que paralizan las transacciones de la lucha”. En áridos paisajes que por momentos recuerdan los utilizados contemporáneamente por Nicolás Sarquis en “La Muerte de Sebastián Arache y su pobre entierro”, Getino recurre a mitos semejantes a los que también habría de revisar Rodolfo Kuhn en “La hora de María y el Pájaro de Oro” para edificar sobre su base una potente metáfora sobre nuestra epopeya nacional emancipadora. Imágenes como la que ilustra esta nota hoy parecen profetizar las que luego mostraría Leonardo Favio en su “Nazareno Cruz y el lobo”, apelando nuevamente a creencias inmortalizadas por la tradición oral. A su vez, la gesta del héroe que Getino propone adquirirá nuevas resonancias en el descenso a las bodegas del ingenio propuesto mucho después por parte de Gerardo Vallejo en su anteúltimo largometraje, “Con el alma”, adonde el demonio de los ingenios volverá a ser enfrentado por un criollo díscolo como el del filme que abordamos. Por último, imposible no detectar en la construcción de este relato la dimensión metafísica y la terrenal en la que se libran las grandes epopeyas, definidas como “batalla celeste y batalla terrestre” por Leopoldo Marechal, cuya novela “El Banquete de Severo Arcángelo” siempre tuvo una adaptación pendiente entre los proyectos del director de “El Familiar”.

Los que fueron de la partida

Conmueve repasar el elenco de películas como esta. Habrá de sorprender al desprevenido encontrar por ejemplo a talentos como Carlos Muñoz interpretando a una suerte de Coronel Mathiew (“La Batalla de Argel”, de Gillo Pontecorvo) en clave mítica, a un joven integrante del famoso Clan Stivel como Emilio Alfaro interpretando a un guerrillero urbano comprometido a deponer las armas si la Pacha Mama se lo pide, y a un Hugo Álvarez omnipresente en el cine comprometido de aquellos años (“Operación Masacre” de Jorge Cedrón, “Los Traidores” de Raymundo Gleyzer) Y hay más perlitas ante los azorados ojos del presente.
Se trata pues de un tesoro de visión obligatoria para seguir pelando las telas de la cebolla global, a fin de recuperar la identidad de aquella América Profunda que desvelaba a Kusch. Aún en un marco de realismo mágico, perviven allí valientes e inconfundibles referencias al faenamiento de la tierra en armas, así como a la necesidad hernandiana de que “los hermanos sean unidos… “, porque, como sostiene Pampa, su personaje principal, “cómo puede haber un hombre liberado en una tierra usurpada”.-

(*) Blakman Video No Convencional, www.blakman.com.ar Av. Corrientes 1145, Entrepiso, local 26 (1143) C.A. Bs. As.
 

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