Un fantasma recorre Argentina: el “fantasma” del Estado

Por Arturo Trinelli *

En los últimos días asistimos a un debate que muchos empresarios interpretarían bajo la recordada frase de Karl Marx y Friedrich Engels en El Manifiesto Comunista de 1848, pero reciclada a la cuestión de fondo de lo que parece estar en tensión hoy en relación a la ampliación de representantes del Estado en los directorios de empresas donde es accionista. Es que por más que se lo intente presentar de otra manera, lo central parece ser, en definitiva, la discusión sobre el rol del Estado en la economía, con las posturas clásicas de parte del sector empresario que, ante esta circunstancia, considera un preocupante “avance” estatal la pretensión por acceder a la representación que le corresponde conforme a sus tenencias accionarias. Para ellos, pues, el Estado se convierte así en un “fantasma” que está al acecho. O, si se prefiere una definición más moderna, un “predador insaciable”, como acuñó Hugo Biolcati tiempo atrás.

Algunos otros cuestionamientos que se pretenden “más moderados” (Martín Lousteau, Luis Juez, por citar algunos que circularon en los últimos días) manifiestan acordar con el derecho estatal a una mayor representación pero advierten sobre las futuras designaciones que ello implicaría, sospechando la supuesta arbitrariedad de los futuros representantes nombrados por ANSeS en esas empresas. Se argumenta en contra de ellos por diferencias ideológicas o afiliaciones partidarias, poniendo como excusa la presunta falta de capacidad en muchos de estos funcionarios, cuando el verdadero debate pasa por juzgar si es o no factible que el Estado represente sus legítimos intereses que poco tienen que ver con pretensiones estatizantes o intervencionistas como se las quiere presentar, sino, por el contrario, con el reparto justo y equilibrado de las ganancias que las empresas generan.

Al respecto entonces cabría hacer una interpretación jurídica y otra política para arribar a una conclusión. En el primer caso, podemos apuntar el interesante enfoque aportado en estos días por Juan José Carbajales en un artículo denominado “Una silla más grande” en relación a la participación de ANSeS en las empresas en representación del Estado. Explica muy bien Carbajales que la sanción de la ley 26.425, que eliminó las AFJP, le permitió al Estado Nacional ingresar, vía ANSeS, a un conjunto de empresas que cotizan en bolsa, transfiriéndole activos que pasaron a constituir lo que se conoce como Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS). Si bien dicha ley estipulaba la obligación de invertir esos activos “de acuerdo a criterios de rentabilidad adecuados”, se conservó de la antigua norma reemplazada por la ley 26.425 limitar al 5% el derecho al voto “en toda clase de asamblea, cualquiera sea la tenencia respectiva”. Esto se mantuvo en el 2008 como una suerte de concesión que hizo el Estado para facilitar la aprobación de la ley. El objetivo que había animado la cristalización de este porcentaje intentaba encuadrar a las AFJP para que limitaran su influencia a aspectos de estricto índole previsional.

Por lo tanto, lo que viene a modificar el DNU 441/11 – señala Carbajales – es la posibilidad que ahora tendrá ANSeS de “realizar el voto acumulativo previsto en el art. 263 de la ley 19.550 de sociedades comerciales para la representación de los accionistas minoritarios en los directorios de las empresas, pero en adelante por el total de su tenencia accionaria”.

Parecería entonces que desde el punto de vista jurídico la legitimidad del Estado sería incuestionable. Sin embargo, el tema parece terminar definiéndose una vez más en la Justicia, donde las partes ya están haciendo presentaciones para defender sus posturas. Vayamos entonces al argumento político desde el cual se puede reforzar la pretensión estatal que intente calmar a los preocupados empresarios.

Responsabilidades

El enfoque político no puede hacerse prescindiendo de las responsabilidades que tuvieron las AFJP en el sistema previsional durante años. Haciendo gala de una obscena discrecionalidad, fueron mucho tiempo funcionales a la defensa de sus propios intereses y de los sectores concentrados que representaban. Así fue que existió compra de títulos por el propio mercado y endeudamiento a gobiernos nacionales o provinciales que respondían a incumbencias específicas de las administradoras de pensión.

A partir de la constitución del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS), en cambio, el Gobierno Nacional decidió reemplazar el viejo sistema de capitalización por un régimen público solidario, cargando el peso de administraciones pasadas que, con más de un 20% de desocupados y 50% de informalidad laboral, dejaban afuera del sistema a gran cantidad de personas por no llegar con los aportes suficientes para tramitar su jubilación. Pero como el sistema previsional requiere de una mayor cantidad de aportantes, en donde empiezan a tener peso otras variables (como por ejemplo, el envejecimiento poblacional y la tasa de natalidad cada vez más negativa que tiene la Argentina) la disminución del ratio activos/pasivos impulsó al Estado a adoptar nuevas estrategias para que esos recursos pudieran garantizarse a futuro. Es por ello que el FGS de la ANSeS busca resguardar esos fondos ante posibles fluctuaciones en la evolución de las variables económicas y sociales.

ANSeS, viene desde hace un tiempo instrumentando mecanismos a largo plazo para poder garantizar esos fondos. Ello asociado a un criterio de eficiencia que, hasta el 2003, parecía sólo garantizar el mercado. En ese sentido, durante su última presentación en el Congreso, el Director Ejecutivo del Organismo, Diego Bossio, ratificó nuevamente la rentabilidad del FGS, que ahora cuenta con $ 182.600 millones cuando a fines del 2010 tenía $ 170.647 millones. Esto tiene que ver con el papel que está asumiendo ANSeS en el mercado de capitales, ejecutando inversiones productivas que a menudo no suelen ser claramente expuestas en los medios, cuyas explicaciones parciales y cortoplacistas no admiten lo que constituyen inversiones estratégicas para el país y que al mismo tiempo, como explica Bossio, ponen a resguardo los fondos previsionales para garantizar la sustentabilidad del sistema más allá de las variaciones demográficas y las fluctuaciones del mercado de trabajo.

Así, el FGS aumentó desde el 2008 un 86%, y $ 10.922 millones corresponden a inversiones en energía, como Atucha II, Enarsa y EPEC, que son fundamentales para el país, en la medida en que permiten una autonomía cada vez mayor en un mundo que se enfrenta a grandes enigmas energéticos, expuestos recientemente con el terremoto en Japón. Además de la importancia en el impulso a sectores claves de la economía, como el automotriz o tecnológico, el impacto económico inmediato de estas inversiones productivas que impulsa ANSeS son contundentes, tanto por los puestos de trabajo creados en cada caso como por la mayor recaudación impositiva y ahorro de divisas por menor cantidad de importaciones que los mismos suponen. Por otro lado, también son dignas de destacar las inversiones en obras viales y viviendas que realiza la entidad, en todos los casos preservando la rentabilidad para el Organismo y ayudando, así, al desarrollo productivo del país.

Conclusiones

Las implicancias del DNU 441/11 fueron presentadas como un intento por el Estado de adjudicarse la total y absoluta representación en el directorio de las empresas. Pero en realidad responde a una reparación de la legítima representación que le corresponde en virtud de su participación accionaria en cada una de ellas, en sintonía con una participación del Estado mucho más activa en la economía, que busca recuperar el terreno cedido durante la etapa neoliberal que se extendió en el país desde 1976 hasta el 2001.

Pese a que este intento por asumir un renovado rol sea presentado en tono alarmista por los medios de comunicación (muchos de ellos convertidos en empresas socias de las grandes corporaciones que hoy se ven afectadas ante lo que consideran un “chavismo” encubierto), lo cierto es que el deber del Estado es administrar y velar por la seguridad del capital social, pudiendo representar los intereses del conjunto con pretensiones de eficiencia, atributo que el mercado consideró siempre de su exclusivo patrimonio ideológico pero que hoy desde lo público también se puede reclamar.

* Politólogo UBA-CLICeT
 

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