Una disputa comercial sobre cuatro ruedas

Por Arturo H. Trinelli

Independientemente del contenido trágico con que se lo presente, es de esperar que el conflicto comercial con Brasil de los últimos días se resuelva pronto y para ello está previsto un encuentro de los Ministros de Industria de ambos países. Sin embargo, el episodio deja algunos aspectos para analizar. En primer lugar, revela uno de los grandes desafíos que le quedan por delante al Mercosur en materia de integración comercial, esto es, la definitiva conformación de una Unión Aduanera que disponga de un arancel común para todos los productos que circulan dentro del bloque. Desde luego que se trata de una tarea compleja, en la medida que Argentina y Brasil tienen diferentes niveles de competitividad en muchos sectores y la eliminación automática de trabas arancelarias para determinados productos conduciría a la quiebra inmediata de productores locales, incapaces de competir frente a la mayor capacidad del vecino. En ese sentido, la aplicación de Licencias No Automáticas (LNA) constituye un diseño de política económica novedosa frente al contexto que marcó la creación del Mercosur. Quienes impulsaron el bloque en los noventa no tenían como objetivo proteger economías en pleno proceso de despegue y diversificación sino, por el contrario, incentivar una vertiginosa integración que potenciara las ventajas comparativas de la región.

En segundo lugar, la justificación del gobierno brasileño para impedir el ingreso de vehículos provenientes de nuestro país suena poco creíble. Se dice que en realidad es una represalia a medidas proteccionistas que el gobierno argentino aplicó sobre productos derivados de chocolates y pastas brasileras, que habrían ocasionado pérdidas equivalentes a u$s 6 millones en aquel país. Eso fue lo que argumentó el poderoso sector industrial de San Pablo, que se sintió perjudicado por lo que consideraron una medida inconsulta y arbitraria de parte de la Argentina, y así se lo hicieron saber a la administración de Dilma Rousseff.

Por otro lado, la controversia comercial plantea interrogantes en relación al sector automotriz, que es el principal afectado por la decisión brasileña. Se conoce desde hace un tiempo su auge y los records de producción que viene mostrando mes a mes. Tan importante fue su crecimiento que el Gobierno decidió incluirlo dentro del Plan Industrial 2020, junto a otros sectores considerados claves y sobre los cuales se pretende mejorar en estos años los indicadores de producción y empleo del país. Con el apoyo entonces del Gobierno Nacional y los permanentes anuncios de inversión que han hecho las principales firmas automotrices, se prevé para este año una producción que alcanzaría un nuevo record de 840 mil unidades. Sin embargo, más allá del déficit del sector, lo cual llevó a que los empresarios se comprometieran a exportar un dólar por cada dólar importado para revertirlo, el conflicto comercial pone de manifiesto la gran dependencia del complejo automotriz argentino con el mercado brasileño para que el ritmo de las ventas al exterior se sostenga como hasta ahora. El año pasado, el sector automotor fue el segundo complejo exportador para la Argentina, detrás del sojero, vendiendo al exterior por u$s 8618 millones, lo que representa casi un 45% más que el 2010 y es el equivalente al 12,6% de todo el comercio exterior argentino, según datos recientes del INDEC. Pero, al mismo tiempo, de acuerdo a los últimos indicadores de la Asociación de Fabricantes de Automotores (ADEFA), de las 142.773 unidades exportadas en lo que va del año, un 82,2% de la producción se destinó a Brasil, y el resto se repartió entre Europa (7,3%), México (3,2%) y Chile (1%). Sin bien el crecimiento y la expansión del sector es indudable, la casi exclusiva dependencia de Brasil para colocar toda esa producción advierte que cualquier retroceso en las compras del país vecino alteraría significativamente las exportaciones de la Argentina. El Gobierno es conciente de los potenciales riesgos de concentrar sus ventas en pocos destinos, para lo cual ha iniciado este año una importante política de expansión comercial en búsqueda de nuevos mercados.

Relación actual

Por otro lado, y ligado a lo anterior, no debe perderse de vista el déficit comercial que la Argentina mantiene desde hace unos años con Brasil. En la medida en que desmanteló su aparato productivo y congeló su industrialización durante el período 1976-2003, es lógico que nuestro país requiera de bienes de capital en esta etapa de crecimiento y los compre a su socio, la nación de mayor desarrollo industrial de la región. En su última visita a la Argentina, Cristina Fernández le planteó a Dilma Rousseff la necesidad de equilibrar la balanza comercial, y el compromiso de la flamante mandataria brasileña fue el de hacer frente a este reclamo. Sin embargo, de acuerdo a un informe reciente de la consultora Abeceb.com, durante el primer trimestre de este año Argentina tuvo un déficit de u$s 1064 millones, un 140% más que el registrado a igual período del año pasado.

Es en ese contexto donde la Argentina viene aplicando una serie de medidas proteccionistas para evitar que las importaciones desde Brasil afecten a sus productores locales. Concretamente, fueron 576 los productos provenientes de aquél país que fueron comprendidos por esas medidas, lo cual representa algo más del 18% de las compras totales de la Argentina.

Por último, a pesar del flujo comercial bilateral de más de u$s 34.000 millones durante el 2010, Argentina pretende resolver algunas cuestiones del comercio bilateral que la actual disputa no debería aplazar. Entre ellas, discutir nuevas normas técnicas a implantarse en Brasil que dejarían fuera de mercado a productos argentinos del sector olivícola local. Por otro lado, la aplicación del Sello Fiscal a bebidas alcohólicas que afectan a los vinos argentinos, donde nuestro país es el quinto productor mundial. Además, algunas demoras en el registro de productos agroquímicos, veterinarios y medicamentos, entre otros, y obstáculos comerciales para el acceso de productos de línea blanca (lavarropas, cocinas y heladeras). Finalmente, el incumplimiento del Protocolo de Compras Gubernamentales del Mercosur, aprobado en el 2006, que impide poner en vigencia acuerdos a partir de los cuales Argentina pueda proveer bienes y servicios a los organismos estatales de Brasil.

Conclusiones

Argentina y Brasil vienen manteniendo muy buenas relaciones en los últimos años, en especial desde el 2003, dejando atrás la etapa en la que ambos países eran hipótesis de conflicto para la región. Las controversias comerciales son lógicas dentro de la etapa de crecimiento que han experimentado ambas naciones, en especial la nuestra, y reflejan limitaciones de un Mercosur al cual todavía le falta mucho camino por recorrer. Más allá que desde algunos sectores se dramatice el conflicto más de la cuenta, la afinidad ideológica entre ambos gobiernos es la que permite un relativo optimismo en cuanto a poder superar estas disputas rápidamente.

Sin embargo, éstas también deberían ser el disparador que estimule una revisión de la relación económica con Brasil. La industria automotriz, “colada” entre complejos exportadores dominados por producciones de commodities u actividades capital-intensivas, tiene hoy una participación en el comercio exterior argentino que no solamente permite cierta complejización del entramado industrial, sino que por primera vez le permite a la Argentina atenuar el peso de las exportaciones derivadas de la producción primaria típica de los países subdesarrollados. Sin bien muchas provincias siguen siendo esencialmente productoras de bienes primarios y materias primas, la mayor participación de manufacturas de origen industrial en las exportaciones constituye una diferencia notable con etapas anteriores del país, donde sólo predominaban los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario.

El vínculo que mantiene el sector automotriz argentino con Brasil obliga a considerarlo como una industria regional en la medida en que los insumos básicos para su desarrollo se importan desde allí y las unidades terminadas se venden mayoritariamente a ese país. En consecuencia, no sería extraño que detrás de la aplicación de LNA para impedir el ingreso de vehículos argentinos, se esconda un intento de los industriales brasileños por captar las inversiones de las grandes firmas automotrices que hoy se establecen en la Argentina, o al menos impulsar una estrategia negociadora en vistas a la integración productiva del complejo automotriz entre ambos países.

Arturo H. Trinelli
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