Juan
Domingo Perón: un epistemólogo del tercer mundo
Por Francisco José Pestanha
Algunos autores como Fermín Chávez han definido alguna vez a Juan Domingo Perón
como un verdadero epistemólogo.
La epistemología es la doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento
científico ,y en tanto, el estudio de su producción y validación.
Dicha disciplina aborda, entre otras cuestiones, los factores y las
circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención
del conocimiento, y las razones por las cuales se lo válida o inválida.
Recientes obras como la de Carlos Piñeiro Iñiguez: “Perón: La construcción de un
ideario”, dan cuenta clara y precisa de que el conductor del justicialismo
recibió -desde muy joven- una intensísima formación en diversas disciplinas, en
especial, en filosofía.
De sus discursos y de su obra emerge plena convicción de la profundidad de su
conocimiento.
Ubicado en una línea de razonamiento claramente historicista, concebía al
iluminismo de importación como una fuga, ya que para él la apelación a la utopía
con frecuencia “es un cómodo pretexto cuando se quiere rehuir las tareas
concretas y refugiarse en un mundo imaginario; vivir en un futuro hipotético
significa deponer las responsabilidades inmediatas”.
Consciente del fenómeno de importación ideológica enseñaba, además, que en
nuestro país existió “una larga tradición en esto de importar ideologías, ya sea
en forma parcial o total (…) es contra esa actitud que ha debido enfrentarse
permanentemente nuestra conciencia” afirmaba.
El Pensamiento Nacional, para él, sentó bases fértiles para la concepción de
“una ideología nacional coherente con nuestro espíritu argentino, ha surgido del
mismo seno de nuestra patria”.
Para el ex presidente, el pueblo, fuente de permanente creación y auto
perfeccionamiento, estaba preparado desde hace muchos años para conformar una
ideología nacional.
El rechazo al iluminismo, sea cual fuera la modalidad que éste adoptara,
colocaba a Perón ante un realismo político no exento de ideales que enunciaba
fervorosamente con aquella famosa máxima: “La única verdad es la realidad”,
sentencia que presupone el principio de continuidad y preeminencia del fenómeno
socio- cultural e histórico.
Hay “que llegar a la realidad de alguna manera, y de allí afirmar las
conclusiones”, sentenciaba el conductor del justicialismo, advirtiendo, además,
que “nuestro modelo político propone el ideal no utópico de realizar dos tareas
permanentes: acercar la realidad al ideal y revisar la validez de ese ideal para
mantenerlo abierto a la realidad del futuro”.
El jefe del peronismo concibe a la doctrina como un instrumento orientador hacia
fines, a tal punto que alegaba que toda nación debe poseer una doctrina, ya que
es el punto de partida de la organización de una colectividad.
Muchos coinciden que desde el punto de vista filosófico, el pensamiento de Perón
vino a encarnar una heterodoxia compuesta por la fructífera tradición
indo-iberoamericana, definido como pensamiento mestizo.
Además su adhesión al historicismo es manifiesta - ya que para él - los pueblos
en su devenir histórico van marcándose objetivos y fines, y forjan mediante su
propia experiencia, un estilo de vida, una idiosincrasia particular.
El pueblo, verdadera fuente de creación, era para Perón “algo más” que un simple
conglomerado de individuos que conviven “contractualmente” en un mismo sustrato
físico y normativo. Un pueblo es, en cierta medida, la resultante de una
sucesión de generaciones de hombres y mujeres que, compartiendo similar devenir
histórico, van coparticipando de acontecimientos y procesos, configurando un
particular modo de ser.
Sin temor a dudas para el General, el pueblo es un fenómeno de carácter
histórico donde componentes de una progenie van transmitiendo a sus
descendencias prácticas, tradiciones y productos culturales, ideológicos,
míticos y religiosos de contenido altamente significativo.
El rol del movimiento obrero organizado en la configuración de ese ideario
resulta central y determinante en su pensamiento y en su acción política.
Dicha centralidad es reconocida por el mismo Perón cuando sostuvo: "Yo
personalmente me acerqué siempre a las masas obreras, que reconozco han sido mi
predilección, porque ellas representan el dolor y el sudor de la Patria. Y
porque soy de los que creen que alguien en el gobierno ha de ocuparse de los que
sufren cuando todos se ocupan de los que gozan”.
En tiempos en que la figura del tres veces presidente de los argentinos ha
resurgido con notable vigor, bien vale inmiscuirse minuciosamente en el
pensamiento de quien, indiscutiblemente, supo interpretar, como ninguno, a una
comunidad que aún ansía un destino promisorio.
Textos relacionados en el especial
"A 37 años de la muerte de Perón" de la agencia Télam:
http://www.telam.com.ar/tematica.php?ctem=194