El
celular en la escuela
Por Gabriel Brener *
El celular, todo un analizador
Hace algunos años, en una inolvidable conferencia I, el pedagogo Philippe Merieu
esbozó una hipótesis muy valiosa, que además me interpeló en lo personal, por mi
edad y condición de padre. El pedagogo sostuvo que lo que hoy separa a una
persona de 40 años de un adolescente de 14, es decir, esa distancia
generacional, es equivalente a lo que separaba a 7 generaciones hace un siglo.
La cantidad e intensidad de cambios que se han vivido en los últimos 25 años
arrojan una serie de problemas tan novedosos para los cuales parece no haber
recetas previas. Como evidencia ofreció un interrogante: ¿A qué edad hay que
comprarle un celular a un chico?
El celular es todo un símbolo de esta época, objeto omnipresente, en todos
lados, públicos y privados. Y en el caso de los adolescentes, estamos frente a
la propia extensión de la mano, más precisamente del pulgar, una prótesis
identitaria aunque también una brújula. Síntesis portátil de la cultura
audiovisual que marca un nuevo latido en la sociedad, que conjuga velocidad y
comunicación, musicaliza encuentros en cualquier rincón.
Y en la escuela el celular parece ocupar el lugar de la gran interrupción. De
clases, explicaciones y también evaluaciones, asunto que amerita la elaboración
de ciertas reglas que regulen su eso para lograr una mejor convivencia. Lo que
puede ser atractivo es la irrupción del celular como buena excusa o mejor dicho,
como interrupción de la manera habitual que tenemos de ver las cosas en la
escuela. Propongo pensar al celular como un analizador, en el sentido de algo
que puede poner al descubierto diversas tensiones o problemas de la relación
pedagógica, que suelen ser anteriores a la aparición de este aparato. En la
medida que nos permita analizar los porqué y los dónde de los desencuentros
generacionales entre docentes y adolescentes, o si podemos hacer visibles los
sentidos o sinsentidos de lo que ocurre en las aulas. Comparto una situación:
Hace unas semanas, en una capacitación que realicé con directivos y docentes de
escuelas secundarias de una provincia patagónica, un directivo compartió una
situación que ocurrió en su escuela. Al iniciar una clase el docente solicitó a
sus alumnos que apagaran el celular. De inmediato una alumna le dijo que tenía
que dejarlo encendido. El profesor comenzaba a ensayar su respuesta, que se vio
interrumpida por esta alumna que, frente al evidente enojo del docente lanzó con
rapidez su incontrastable explicación: es que tengo un bebé y está enfermo, por
eso no puedo apagarlo!
Podríamos identificar muy diversas situaciones que el celular provoca en la vida
cotidiana de las escuelas. Suele concentrar mucha energía el control de este
aparato, en especial dentro del aula y en hora de clases. Y los modos de
resolverlo son disímiles. Lo más frecuente es la prohibición aunque bien sabemos
que eso a veces aumenta la tentación por navegar la trampa y la transgresión.
Podríamos suponer que las diferentes y creativas regulaciones están en sintonía
con la diversidad de culturas institucionales, con la forma de organizar la vida
en cada escuela y en sus aulas. El amplio espectro de acciones va desde la
sanción como única respuesta, canastos que ofician de estacionamiento para
celulares (por horas, de media estadía o completa) aunque también el celular
como recurso didáctico, con aplicaciones o programas para optimizar la enseñanza
en el aula. II
A veces solemos confundirnos y caemos presas de una especie de celucentrismo,
que concentra en este aparato el centro del problema eludiendo lo que parece
importante discernir. Sabiendo de la complejidad que significa sostener una
clase con adolescentes en esta época es más que necesario regular el uso del
celular acordando pautas que se ajusten a cada contexto, siempre sujetas a
renegociaciones futuras. Pero también hay una oportunidad, y es la posibilidad
de ver al celular como acceso, a nuevos sujetos sociales en la escuela (la
situación relatada daría cuenta de ello), a otras portaciones culturales, a
nuevos recursos para la enseñanza y el aprendizajeIII, entre muchos otros.
Gramática escolar
El celular, aunque también las computadoras, y ni que hablar las netbooks IV
alteran de manera importante el paisaje cotidiano de las escuelas. Es probable
que algo de ello haya ocurrido con la calculadora en su momento, aunque sería
más apropiado compararlo con el impacto y revolución que produjo el libro cuando
entró en la escuela. Se trata de tecnologías que interpelan y perturban los
cimientos sobre los que se construyen las relaciones pedagógicas en las
escuelas.
Hay algo que se conoce como gramática escolar V y que permite explicar que es la
escuela y porqué funciona de una manera y no de otra. Quiero decir que esta
forma de ser de la escuela tiene que ver con una particular división del tiempo,
de distribución del espacio, de los alumnos en las aulas, del uso de los
objetos, del valor de las calificaciones escolares, del fraccionamiento del
conocimiento en varias materias, entre otras cosas. Es una manera de organizar
la escuela que se ha ido sedimentando a lo largo de los años, y es percibida
como la única posible. Esta gramática escolar nos ayuda a entender porque existe
tanta resistencia a los cambios. La idea de gramática se toma prestada porque
nos recuerda a la forma de organizar la comunicación verbal. Más precisamente lo
que se quiere decir es que cuando hablamos no estamos atentos a la gramática del
lenguaje, del mismo modo que no somos conscientes de la gramática escolar cuando
actuamos en las escuelas. Es decir, esas reglas no necesitan ser demasiado
conocidas para poder operar eficazmente. Allí reside su mayor fortaleza, y en
especial si necesitamos comprender la manera en que la escuela tiende a
conservar y a reproducir el estado actual de las cosas. No se trata entonces
tanto de un conservadurismo consciente sino más bien de hábitos y prácticas
institucionales que no se ponen bajo sospecha y una poderosa creencia cultural
que la escuela debe ser así y no de otra manera.
La gramática escolar pone en evidencia la dificultad de generar cambios en el
territorio de la escuela. Dificultad que no significa imposibilidad, sino que
nos advierte que los cambios deben darse acompañados de una serie de condiciones
del contexto, de las instituciones y de las personas. Y que además en la
escuela, así como en otros procesos culturales los cambios son más lentos que en
otras esferas de la vida social. Y más aun cuando nuestro medioambiente está
atravesado por el imperativo de la velocidad, el zapping y el consumo del llame
ya!
Teniendo en cuenta lo antedicho es probable anticipar diversas formas de
resistencias que se activan frente a todo tipo de cambio que intenta poner en
cuestión o alterar el estado de cosas de las escuelas.
Escolarizar al celular?
En la historia del sistema educativo hemos sido testigos de una tendencia
dominante a escolarizar algunas prácticas u objetos que por fuera de la escuela
funcionan de otra manera. Probablemente aquella fuerza conservadora de la
gramática escolar junto a ciertos modos de clasificar y ordenar, propios de la
cultura escolar, constituyan dispositivos de encorsetamiento.
Es así como la escuela, como otras instituciones modernas, esta cruzada por una
permanente tensión entre el cambio y la conservación. Que las cosas sean así o
que puedan ser de otro modo. Si se escolarizan en clave conservadora,
disciplinando todo aquello que ingresa para que se amolde al status quo, o
arriesgarse a escolarizar en una versión más emancipadora, asumiendo los riesgos
y la incomodidad de aquello que porta lo nuevo cuando entra sin tanto permiso,
“jaqueando” ese “aquí siempre se hizo así”.
El ingreso de las computadoras en la escuela nos ayuda a ejemplificar esta
disputa. En muchos casos, pasan a formar parte de lo que se denomina laboratorio
de informática, pero se parecen mucho menos a un ámbito para explorar y ensayar
un nuevo área de conocimiento, que a esos museos del se mira y no se toca cuando
no del quien tiene la llave para entrar…
También podríamos pensar en el ingreso del teatro como espacio curricular en la
escuela Su escolarización en clave conservadora se plasma en las resistencias a
reconocer el potencial y riqueza expresivos de este lenguaje artístico
anteponiendo solo el valor utilitario para resolver mejor un acto patrio. VI.
Judo pedagógico
En algunas artes marciales, y el judo es el caso que quiero destacar, es clave
aprovechar la fuerza física del otro. De esa habilidad técnica depende gran
parte de la eficacia del luchador.
En una escena de la película “Entre los Muros” (Francia, 2009) VII el profesor
que protagoniza el filme, durante una clase les propone a sus alumnos que
realicen sus autorretratos y como la materia es Lengua y Literatura les propone
una narración individual. Uno de los alumnos, Souleymane, que siempre se ubica
en el fondo del aula, se resiste a ser parte de las actividades de clase y una
vez más desafía al docente, decide no participar de dicho ejercicio.
La clase siguiente observamos al profesor en la puerta del aula mientras los
alumnos van ingresando. Como cada vez, mientras los saluda, señala algunas
pautas (quitarse los gorros, etc.), y advertimos que es testigo de ciertos
detalles de un intercambio entre Souleymane y algunos compañeros, en torno a
fotografías que este alumno muestra de su celular. En un momento de la clase
recuperando esa escena se acerca a conversar con Souleymane, advierte su interés
por estas fotos, le propone usarlas. Conecta el celular a una PC y frente a la
sorpresa del alumno le pide que allí comience su autorretrato, imprime las fotos
y las comparte con el resto de los compañeros, felicitando a Souleymane. Aliento
que descoloca a un alumno habituado a reprimendas. El profesor aprovechó el
celular y esas fotos como un puente, una posibilidad de encuentro con este
alumno, para dar visibilidad a su autorretrato, para ofrecerle otra forma de
aprender, para torcer lo que parece condicionado de antemano, más allá de los
resultados que podrá obtener con esta estrategia.
Si logramos aprovechar la fuerza del otro para involucrarnos en su camino (y el
otro en el nuestro) quizás podamos agregarle valor, o habilitar una llave de
acceso a otros mundos que, por si solos nuestros alumnos o alumnas no
visitarían.
En muchas situaciones desconociendo esta clave del judo solemos avanzar como con
un escudo, oponernos tipo frontón, con los riesgos de la mutua agresión. O peor,
estamos allí pero absolutamente ausentes, como quien solo ve pasar a los otros y
al tiempo. Son versiones de la omnipotencia y de la dimisión, que no hacen más
que alimentar (y aumentar) los monólogos yuxtapuestos y un estado de queja
permanente.
A diferencia del judo, en nuestro caso no se trata de neutralizar y ganarle al
otro aprovechando su fuerza, sino hacer uso de ella para vencer con el otro
aquellas contiendas del no se puede, ampliando los límites de lo posible.
I Philippe Merieu, pedagogo francés ofreció esta conferencia el martes 27 de
junio de 2006 en el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.
II Cuatro profesores de Francisco Solano, en el conurbano bonaerense, idearon
programas ejecutables en los celulares. El proyecto "Divisibilidad de números
naturales" es un valioso ejemplo que testimonia una nota del diario La Nación en
http://www.lanacion.com.ar/1296930-celulares-nuevos-aliados-en-el-aula .
III Hay numerosas experiencias en el uso del celular como recurso de enseñanzas
y aprendizajes. Un sitio muy interesante para seguir el debate sobre el uso
escolar del celular, en http://celumania.bligoo.com.ar
IV Más allá del desafío pedagógico y cultural que significa el proyecto del
modelo 1 a 1 en las escuelas, al recorrer escuelas en diversos puntos del país,
es muy impactante ver a los chicos y las chicas cada uno con su PC, en las
aulas, o diversos rincones de su escuela o cuando se juntan en la vereda al
mediodía, en las entradas y las salidas.
V Tyack, David y Cuban, Larry “En busca de la utopía. Un siglo de reformas de
las escuelas públicas”. México: Fondo de Cultura Económica(2001)
VI Durante algunos años (2004-2007) participé de un proyecto de intensificación
en Artes de algunas escuelas primarias públicas de la CABA. Se trató de un
proyecto que incorporaba horas de algunas disciplinas artísticas a la caja
horaria de la escuela, así como profesionales vinculados a la enseñanza de
teatro.
VII Ver en http://denadiesyderechos.files.wordpress.com/2010/02/pensarentremuros_brener.pdf
* Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y Conducción
del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de docentes y directivos de
escuelas. Ex director de escuela secundaria.Co-autor de “Violencia escolar bajo
sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.