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La
llamada del crimen
El caso Solange Grabenheimer
Crónica de un juicio impugnado
Por Guillermo Marín
Una llamada. Todo comenzó con la llamada que Lucila Frend (21), amiga de Solange
Grabenheimer (21), salvajemente asesinada hace cuatro años en su PH de la
localidad de Florida, le hizo al novio de “Sol” aquél lunes negro de enero de
2007.
“Estoy preocupada, Santiago, Sol no aparece por ningún lado. No atiende el
teléfono”.
Ese mismo día, alrededor de las 23.30, ambos se encontraron, por sugerencia de
Lucila, en la puerta del PH que las amigas compartían desde hacía dos años.
Santiago Abramovich llegó enseguida junto con su prima. Lucila los recibió
alarmada.
“Subí vos”, le dijo Lucila a Santiago, “tengo mucho miedo”. Frend temblaba como
una hoja. El novio de Solange trepó la escalera caracol y se encontró con un
panorama aterrador: su novia yacía en el suelo, al lado de la cama, boca abajo,
con la remera ensangrentada y un manchón de sangre en las sábanas. El cadáver
estaba frío. Llevaba varias horas sin vida (nunca se determinó con exactitud la
data de la muerte a raíz de una impericia cometida por el perito que practicó la
autopsia).
Seis meses antes de ser acusada como sospechosa de homicidio doblemente
calificado por ensañamiento y alevosía, Frend barajó dos hipótesis sobre la
autoría del crimen. Una apuntaba a un albañil que trabajaba en una obra contigua
al departamento de ambas amigas, y otra se refería a ciertas relaciones oscuras
que el padre de Solange tenía en sus negocios. Los investigadores desecharon de
plano estas dos teorías. La fiscalía siempre sostuvo como válido el informe
pericial de Eugenio Aranda, el primer forense que llegó al departamento de la
calle Güemes, quien dijo que la muerte de la joven se había producido entre la 1
y las 7 de aquel día. Para los fiscales este simple hecho ubicó enseguida a
Lucila en la escena del crimen. Luego Aranda cambió de opinión y situó el
homicidio en el horario de 9 a 15. Los jueces pidieron que se lo investigue por
falso testimonio.
En criminología, la data de la muerte (cuando no hay testigos o confesión
directa del agresor) es un antecedente considerado clave para determinar la
culpabilidad o no del o de los acusados. Y al parecer, según la información que
trascendió en su momento para la prensa, hubo uno solo. Con el correr de las
horas quedó descartada la hipótesis de un robo, al igual que la de violación. En
el inmueble de la calle Güemes 2280, no había signos de lucha ni nada que
llamase la atención. Cuando la policía halló el cadáver de Solange, tenía puesto
un reloj Cartier. Más tarde se dijo que la víctima escondía en una bota 3.000
pesos de la recaudación del negocio de autopartes, propiedad de su padre, en el
que la joven trabajaba. Sin embargo, la mayoría de los indicios que apuntaban a
Frend se enfriaron cuando trascendió que existían fotografías de la escena del
crimen que mostraban huellas (“pisadas unidireccionales”) que iban de la obra
lindera hacia el interior de la habitación de Solange. Los investigadores
dijeron también que en la construcción donde trabajaba el operario se halló una
mochila con tres bombachas –una de ellas manchada con ADN masculino que no fue
cotejado-, que fue arrojada al interior, de modo muy extraño, por el propio
albañil. Si bien se dijo que ese día no hubo actividad en la obra en
construcción, más tarde se comprobó que, pese a ello, uno de los obreros sí
había estado en la zona del asesinato, gracias a un movimiento que había
realizado en el cajero de un banco. La defensa, al igual que un perito forense,
pidieron que se indaguen esas pistas, pero los fiscales desestimaron todas esas
líneas de investigación.
Al parecer, según los investigadores, el asesino, luego de arrojar el cuerpo al
piso (consta en la causa que el homicida movió el cadáver de lugar por lo menos
tres veces) se habría limpiado las manos en el cobertor: sus huellas quedaron
impresas también en el abdomen, en el muslo derecho y en un tobillo de la
víctima; rastros insignificantes para identificar al presunto asesino. El cuerpo
también tenía una marca de un encendedor de cigarrillos que nuca se halló. Al
mismo tiempo se encontró en el lugar del crimen “un bóxer” con una mancha de
sangre dinámica que debió estar a no más de un metro de la víctima al momento
del hecho y que no fue relevado como posible indicio hacia la hipótesis de un
hombre que ingresó al departamento desde afuera. La prenda hallada también se
extravió.
¿Quién mató a Solange?
La primera autopsia hablaba de asfixia y de cuatro puñaladas en el cuello. En un
primer momento, los detectives creyeron que por el tipo de cortes que la joven
había recibido en la zona de la garganta (laceraciones semejantes a las de un
tatuaje), llegar a conocer la identidad del autor sería como un juego de niños.
No fue así. A cuatro años del crimen esos supuestos dibujos dejados en el cuerpo
de la víctima, a la hora de los alegatos, ni siquiera sirvieron como indicios.
Jamás se pudo determinar si el arma utilizada fue un cuchillo u otro elemento
cortante. La forense de la policía científica, Gloria Pellegrini, dijo que tal
vez el asesino manipuló un tenedor. Lo cierto es que, dada las contradicciones
en las que cayeron el desfile de peritos que actuaron en el caso, nunca quedó en
claro el tipo de arma utilizada, como así también si estaba de espaldas o de
frente cuando la mataron y si la estrangularon con un lazo o no. Julio Julián,
médico forense de la División Homicidios de la Policía bonaerense, dijo que el
agresor era más pesado que la víctima y que para acallarla, debió taparle la
boca ejerciendo una presión de 20 kilogramos. En la audiencia, Julián también
denunció que la fiscalía le limitó la posibilidad de investigar otras pistas, a
lo que la corte contestó que el perito sólo había sido convocado como médico y
no como investigador.
De todos modos, la evidencia que para la fiscalía tomó mayor fuerza fue la que
se barajó a partir de la declaración de la perito Pellegrini: la víctima conocía
al asesino porque era de su círculo íntimo. Además, la especialista sostuvo que
el crimen tenía características pasionales por el ensañamiento con el que fue
perpetrado. La fiscalía también mantuvo entre sus argumentos que Lucila era
“homosexual” y que había asesinado a Solange por no ser correspondida. El fiscal
agregó que "Frend procedió a matar con ensañamiento y alevosía y le infringió un
dolor innecesario a Sol. Hubo 4 lesiones con un mensaje: 'Así vas a aprender,
así vas a entender”.
Lucila Frend, ni bien escuchó los cargos que se le imputaron, se declaró
inocente de haber estrangulado y cortado el cuello de su amiga la madrugada del
lunes 10 de enero de 2007.
Frend tiene aspecto de mujer reservada y al parecer algo fría. Aunque los
peritos psicólogos la describen como una chica “afectuosa y sensible”. Las
acusaciones que siempre pesaron sobre su persona, también se basaron en la
declaración del novio de Solange. “Siempre me sorprendió la capacidad de Lucila
de pasar de la frialdad al llanto”, dijo la pareja de la víctima. Y agregó que
“cuando fueron a la comisaría, él estaba angustiado y Lucila alzaba a un nene y
decía “qué lindo`". Roberto Damboriana, el abogado querellante, dijo que
“nuestras pericias dicen que (Lucila) es una psicópata asesina”.
Horas imperceptibles
En todo momento Frend declaró que había abandonado su domicilio a las 7.30 de la
mañana del 10 de enero de 2007 para trabajar, cuando vio "el bulto" de Solange
durmiendo, porque ese día tenía que levantarse a las 10.30.
La defensa afirmó que de los ocho médicos que intervinieron en la audiencia,
"cinco dijeron que el crimen pudo haber ocurrido a las 8 ó a las 9 y los ocho
declararon que podría haber sucedido a las 10". Los jueces señalaron que a la
hora de establecer el horario de la muerte hubo un error grosero en la toma de
una muestra de “humor vítreo”, un líquido del globo ocular que permite medir el
nivel de potasio. Y que tampoco se tomó bien la temperatura del cadáver con un
termómetro especial. Estos datos habrían precisado la hora del deceso.
Luego de largas audiencias, y ante la falta de pruebas, el magistrado consideró
que Lucila Frend era inocente. Después de cuatro años de investigación el
proceso judicial en contra de una única imputada llegaba a su fin. Todas las
pruebas presentadas por los fiscales fueron rebatidas por los jueces actuantes.
Tras ser absuelta por el voto unánime de los tres integrantes del Tribunal Nº 2
de San Isidro, Oscar Zapata, Lino Mirabelli Hernán San Martín, Frend dijo que
“Soy inocente, es lo que vengo defendiendo hace cuatro años y medio y yo sabía
que la verdad tenía que salir a la luz”. Por su parte, al salir del juzgado, la
madre de Solange Grabenheimer, Patricia Lamblot, dijo que “los jueces son unos
cobardes, por eso tenemos tantos asesinos sueltos”. “Todo fue un circo. Una
vergüenza. Una tomada de pelo, lo sentí como una cargada de solo pensar que el
tribunal tomó en cuenta mi percepción de cómo encontré el cuerpo de mi hija, tan
frío, en lugar de la del perito, que fue científica”. “Lo único que pido es que
(Lucila) no vuelva a matar a nadie”, concluyó, mientras atendía una llamada de
su teléfono celular.