¿Nacionalismo
Popular o neoliberalismo en educación superior?
Por Aritz Recalde* y Federico Demiryi (MUE)
Agosto de 2011
El enfrentamiento actual de los estudiantes chilenos contra el modelo
educativo neoliberal, es una muestra más de de las inmensas deudas vigentes
de nuestras democracias latinoamericanas. El modelo de desarrollo liberal
dependiente aplicado en gran parte de los Estados, encontró un denominador
común y fue la promoción de un programa cultural neocolonial. En este
cuadro, la educación superior tiene una función fundamental y es la de
reproducir los valores dependientes de la elite que comanda el modelo de
subdesarrollo estructural que está caracterizado por la fuga de recursos al
extranjero y por la promoción de la extrema desigualdad social. El
neoliberalismo cultural promueve que los sudamericanos hablemos en
castellano, pero que pensemos en inglés.
La educación superior y a partir de acá, es elitista en un doble sentido.
Primero, ya que es un instrumento de distinción social y político que impide
a los sectores populares ingresar al conocimiento y a muchos lugares de
poder. Con dicha finalidad, se incluyen aranceles y cursos de ingreso y se
privatiza la educación. Esto se produce en el marco de modelos económicos
con alto nivel de desempleo e inestabilidad laboral, cuestión que dificulta
aún más, la entrada a la universidad. Asimismo, la educación superior es
elitista en la medida que promueve un patrón de desarrollo agrario, con
bajos niveles de demanda de mano de obra calificada: al liberalismo le
sobran trabajadores y no necesita universitarios.
La contracara del modelo de desarrollo liberal, es el nacionalismo popular.
Un ejemplo de dicho patrón de desarrollo, es el programa de gobierno del
peronismo. Por intermedio de dos Planes Quinquenales se industrializó la
Argentina y el país llegó a construir autos o aviones y se promovieron ramas
de la siderurgia. La independencia económica le dio al país la soberanía
política, que le permitió recuperar los principales resortes del poder
nacional. En este cuadro, la Argentina pudo promover la soberanía
científica, tecnológica y cultural. El programa industrial generó las
condiciones para el pleno empleo y para la demanda calificada de recursos
humanos. La masificación de la educación superior en este marco, era una
cuestión estratégica para alcanzar la soberanía cultural. A partir de acá,
Perón declaró la gratuidad de la universidad el 22 de noviembre de 1949 y
derogó los exámenes de ingreso de todas las universidades nacionales.
Asimismo, inició las carreras estratégicas como ingeniería del petróleo o
las disciplinas industriales de la Universidad Obrera Nacional (hoy UTN).
Con esta finalidad, Perón promovió un extenso plan de obras públicas y de
infraestructura universitaria en diversos puntos del país. Además y cuestión
fundamental, el nacionalismo popular definió a la educación superior como un
instrumento de acenso e igualación social. Los hijos de los trabajadores
ingresaron a la universidad y escalaron posiciones, alcanzando lugares de
poder que tradicionalmente estaban en manos de la elite. En este marco, el
trabajador fue un objeto de las políticas públicas y la educación estatal
incluyó los horarios nocturnos o las prácticas de taller, acercando el
conocimiento a las condiciones de vida y de trabajo de los humildes.
No es una casualidad histórica, que el gobierno peronista de Cristina
Fernández de Kirchner esté reindustrializando el país y promoviendo la mayor
inversión en educación superior de las última décadas. La apertura de 9
universidades, el desarrollo del programa de infraestructura universitaria,
la justicia social para los docentes y trabajadores, la entrega de 50 mil
becas para estudiantes de grado o la creación del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva, son algunas de sus manifestaciones. La
gestión de gobierno actual, es una muestra que dentro de un modelo nacional,
popular y latinoamericano, puede haber educación para todos y todas. La
profundización del modelo nacional y popular en el plano de la educación
superior, implica sumar a la estratégica inversión efectuada, una discusión
acerca de cuál es el mejor camino para que las universidades acompañen y
contribuyan al desarrollo nacional.
En este marco, consideramos, que la solución al conflicto de la educación
chilena puede encontrar muchas respuestas en el peronismo. El proyecto
nacional y popular en educación superior, es antagónico liberalismo heredado
de la dictadura de Pinochet y que está siendo profundizado por el empresario
Piñeira. La crisis actual del país trasandino demuestra además, las
limitaciones de las reformas educativas aplicadas en las presidencias de la
Concertación. Frente al neoliberalismo educativo que profundiza las
desigualdades sociales, la experiencia peronista plantea la integración de
los trabajadores y las organizaciones libres del pueblo como su eje
principal de las políticas públicas. Contra el europeísmo intelectual, el
nacionalismo popular ofrece la integración cultural latinoamericana. En este
cuadro, la UNASUR y las diversas experiencias de integración de los pueblos,
pueden ser un límite al modelo neoliberal que sigue ofreciendo recetas de
ajuste y privatización para la educación.
A los universitarios nos corresponde el desafío de contribuir a la
conformación de un Consenso del Sur que y continuando la tradición nacional
y popular, promueva el acceso a una educación superior gratuita que sea
capaz de oficiar como un instrumento para la igualdad social y para la
búsqueda de la soberanía cultural de nuestros pueblos.
* Editor del blog
www.sociologia-tercermundo.blogspot.com