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Patria
y revolución: la corriente nacionalista de izquierda
Por Hugo Chumbita *
La corriente nacionalista de izquierda en la que nos centraremos aquí,
denominada también izquierda nacional o marxismo nacional, surgió en la
Argentina a mediados del siglo XX. Sus fundadores replantearon la
interpretación de la historia y la cultura nacional con una perspectiva
revolucionaria, americanista y socialista, cuestionando la visión
liberal eurocéntrica predominante y su influencia en la izquierda
tradicional. La inevitable dificultad que se presenta al circunscribir
el corpus de estas ideas al ámbito de nuestro país, es que los orígenes
y las proyecciones de las mismas atraviesan el conjunto de la región, en
tanto postulan un nacionalismo de dimensión sudamericana .
Sus propuestas militantes ?reflexión para la acción, “para transformar
el mundo”? reflejaron en general el espíritu revolucionario del siglo
pasado, y en particular los cambios sociales que introdujeron en
nuestras latitudes el peronismo y otros movimientos cercanos. Pese a su
recepción marginal en medios académicos, en la década de 1960 alcanzaron
predicamento en sectores intelectuales y populares de la Argentina y
continuaron incidiendo en los debates teóricos y políticos posteriores.
Si bien puede considerarse que esta vertiente del nacionalismo de
izquierda se inserta en el cauce más amplio de una corriente nacional y
popular, en nuestro trabajo la delimitamos ciñéndonos a los autores que
se reconocían como marxistas, en el período ?anterior a 1989? en que la
gravitación del mito de la Revolución Rusa y la confrontación de
posiciones acerca del “socialismo real” acentuaban el carácter
definitorio de tal adscripción.
Se trata entonces de la confluencia de dos tradiciones ideológicas
diferentes, el nacionalismo y el marxismo, que según los patrones de la
cultura política occidental resultaban antitéticos. Nuestra aproximación
al asunto requiere precisar tales conceptos y esbozar al menos la trama
de antecedentes históricos en la que se inscribe esta línea de
pensamiento, antes de referirnos a sus exponentes y sus tesis
principales.
El nacionalismo
En general, nacionalismo es la doctrina de la autonomía de una
colectividad que reivindica sus derechos, su integridad y sus valores
culturales; que puede traducirse en proyectos y políticas, y que por lo
común se manifiesta entrelazada con otros sistemas ideológicos:
precisamente, nos interesa tomar en cuenta esas asociaciones del
nacionalismo con otras tendencias en el devenir de las luchas políticas
argentinas .
La emancipación de las colonias hispanoamericanas estuvo signada por el
liberalismo y un embrionario nacionalismo, en aquel momento histórico en
el que ambas concepciones se entrelazaban. Los patriotas jacobinos y los
grandes conductores militares de la revolución apelaron a una identidad
criolla e indiana, intentaron liberar y elevar a las masas populares
?las castas? y proyectaron construir una nación en el continente
sudamericano .
El federalismo de los caudillos que movilizaron a las masas rurales en
el ámbito del antiguo Virreynato del Plata fue la subsiguiente expresión
de un nacionalismo americanista, que tendría sus expositores en la
generación de José y Rafael Hernández, Carlos Guido Spano, Olegario V.
Andrade y otros. A la vez, el liberalismo europeísta de Domingo F.
Sarmiento y otros miembros de la generación de 1837, que cristalizó como
proyecto en 1880, se divorciaba del nacionalismo independentista al
subordinar la organización del país a su inserción en el dinamismo del
capitalismo mundial, repudiando la “barbarie” americana y propiciando el
trasplante de instituciones y poblaciones europeas.
Posteriormente, en el populismo de Hipólito Yrigoyen confluyeron las
supervivencias del nacionalismo de cuño federal y un programa
democrático que pugnó por rescatar del fraude oligárquico los contenidos
republicanos de la Constitución liberal: su discurso re-unía así el
nacionalismo y el liberalismo en forma análoga a la de los tiempos de la
emancipación.
Desde comienzos del siglo XX se fue perfilando otro nacionalismo, en el
que predominó la tendencia conservadora y católica, oponiendo las raíces
hispanas y criollas al cosmopolitismo de la elite porteña y al aluvión
de inmigrantes portadores de ideas anarquistas y marxistas. Su índole
autoritaria se manifestó en el golpe de estado de 1930, y cundió entre
los militares mezclado con las concepciones estatistas y corporativistas
que propagaban los movimientos fascistas europeos. Los historiadores de
este nacionalismo “de derecha” revisaron la versión de los vencedores de
Caseros, exaltando a Rosas y a los caudillos federales, e impugnaron las
bases económicas, políticas y jurídicas del modelo liberal implantado en
el país.
Por otra parte, en la década del ‘30 se manifestó una variante
nacionalista, cuyo centro visible fue F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación
Radical de la Joven Argentina) con su plataforma democrática, americana
y antimperialista, denunciando la corrupción del coloniaje económico y
reclamando el ejercicio de la soberanía popular. Marcando diferencias
con los nacionalistas de derecha, Arturo Jauretche optaba por la
autodenominación de “nacionales”. Los forjistas recorrieron un trayecto
paradigmático desde la intransigencia yrigoyenista hasta la disolución
del grupo para incorporarse, casi todos, al peronismo .
Estas distintas expresiones nacionalistas ?entre las cuales hubo
importantes intercambios, oposiciones y continuidades? antecedieron al
nacionalismo populista del peronismo, cuyo arraigo en el movimiento
obrero atrajo a ciertos sectores de la izquierda.
La izquierda
La noción de izquierda, en sentido amplio, remite a un conjunto de ideas
de cambio social que impugnan el statu quo; y en sentido más estricto,
como la empleamos en el presente trabajo, se refiere a las de
inspiración marxista.
La concepción del progreso histórico y las “etapas necesarias de
desarrollo”, conforme al modelo de la evolución europea trazado por
Marx, veía en el pleno desarrollo del capitalismo una condición
inexcusable para llegar al socialismo. La causa socialista y su sujeto,
la clase obrera, tenían que ser internacionalistas, pues la superación
del régimen capitalista sólo podía realizarse a escala mundial,
trascendiendo las fronteras. La construcción del Estado nacional era
“tarea de la burguesía”, y los proletarios “no tenían patria”.
Desde esta óptica, en los países más atrasados resultaba prioritario
erradicar los rémoras feudales o precapitalistas para que prosperara el
capitalismo. En la Argentina, los primeros ideólogos del socialismo
marxista, y luego los comunistas, se guiaron por una interpretación
histórica no muy diferente a la del liberalismo positivista, que
despreciaba a las masas autóctonas y postulaba la europeización del
país. José Ingenieros reformuló la dicotomía “civilización y barbarie”
de Sarmiento en términos de “capitalismo versus feudalismo”, un esquema
según el cual los caudillos federales encarnaban el atraso feudal,
mientras que el unitarismo rivadaviano, los liberales de la
“organización nacional” y la generación del 80 habían sido los
impulsores del progreso capitalista .
El marxismo reformista del Partido Socialista orientado por Juan B.
Justo defendía el librecambio y veía como un factor de avance la
penetración del capital extranjero. La base social de los socialistas y
comunistas estaba compuesta en gran número por obreros inmigrantes, y su
dependencia del liberalismo y el progresismo europeo les condujo a
juzgar el nacionalismo populista de Yrigoyen como una perversión de la
“política criolla” o a tacharlo de “fascistizante”.
Ahora bien, a partir de la teoría del imperialismo y la experiencia
revolucionaria en Rusia, Lenin introdujo la distinción entre países
capitalistas avanzados y países dominados, propugnando para éstos ?en
sus tesis de la III Internacional? un frente antimperialista con los
sectores burgueses democráticos, en el cual los comunistas debían
disputar el liderazgo preservando su independencia ideológica y
organizativa. Desarrollando las ideas de Marx en un nuevo sentido, Lenin
y Trotsky justificaban las luchas por la liberación y la identidad
estatal-nacional de los pueblos sometidos .
Tales principios fueron mantenidos en tiempos de Stalin, que planteó
además “el socialismo en un solo país” e instrumentó el
“internacionalismo proletario” en función de la política exterior
soviética. No obstante pues la tradición internacionalista, las
posiciones antimperialistas del comunismo constituían una zona de
coincidencia con el nacionalismo.
La izquierda nacionalista argentina, sin embargo, sólo se definió como
tal en 1945, cuando el grueso de la nueva clase obrera adhirió a las
apelaciones nacionales y las reformas sociales del peronismo, mientras
los partidos comunista y socialista persistían en oponerse a aquel
movimiento que veían como un engendro nazi-fascista.
Los ideólogos
Entre los antecedentes o fuentes teóricas del nacionalismo de izquierda
hay que tener en cuenta los aportes de José Vasconcelos y otros
intelectuales ligados a la Revolución Mexicana, así como los de José
Carlos Mariátegui y el fundador del aprismo, Víctor Raúl Haya de la
Torre, quienes plantearon desde el Perú, con distintos enfoques, un
enraizamiento del marxismo en la historia americana. Además, el exilio
de Trotsky lo acercó al proceso revolucionario de México, y su propuesta
de los “Estados Unidos Socialistas de América Latina” movilizó a sus
seguidores en varios países de la región.
En el nacionalismo de izquierda argentino confluyeron intelectuales y
grupos de diversa procedencia, que se situaron dentro o “al lado” del
movimiento peronista. Por otra parte, varios exponentes del pensamiento
nacional y popular compartieron importantes aspectos del mismo programa
sin comulgar con su base u horizonte marxista .
Un precursor fue Manuel Ugarte (1878-1951), político, escritor y
brillante publicista, expulsado del partido de Juan B. Justo, que sembró
los fundamentos de un nacionalismo socialista iberoamericano para
enfrentar al imperialismo norteamericano. Vinculado en un primer momento
con José Ingenieros y Leopoldo Lugones -que siguieron derroteros
diferentes-, Ugarte dirigió el periódico La Patria (1915), difundió sus
ideas viajando por los países del continente y editó sus principales
libros en España. Adhirió al peronismo en 1945 y fue embajador en
México, Nicaragua y Cuba, si bien luego se apartó de esas funciones
oficiales.
Carlos Astrada (1895-1970), aunque siempre rehusó coyundas partidarias,
asumió críticamente el marxismo y en su obra filosófica elaboró una
reflexión sobre la cultura argentina que permite ubicarlo como referente
de un pensamiento nacional de izquierda. Tras abandonar la carrera de
Derecho, su autoformación y sus eminentes estudios en Alemania le fueron
reconocidos en el ámbito académico. Adherente a la Reforma Universitaria
de 1918 en Córdoba ?aunque no al yrigoyenismo?, profesor en las
universidades de La Plata y Buenos Aires, se acercó al gobierno de Perón
y fue uno de los organizadores del Congreso de Filosofía de Mendoza en
1949. Ácido anticlerical, expulsado de sus cargos universitarios en 1956
y distanciado también del peronismo, en la década siguiente se
identificó con el maoísmo.
Rodolfo Puiggrós (1906–1980), periodista y estudioso autodidacta,
publicó sus primeros trabajos historiográficos cuando militaba en el
Partido Comunista. Expulsado del mismo en 1946, dirigió el periódico
Clase Obrera y la fracción Movimiento Obrero Comunista (MOC), que
apuntaba a rectificar la línea de la conducción del partido y reconocer
la “Revolución Nacional” peronista. Después de 1955 postuló generar una
fuerza proletaria dentro del peronismo. Profundizó sus investigaciones
históricas y colaboró con Perón en las relaciones con otros movimientos
latinoamericanos. Vinculado a la “tendencia revolucionaria”, fue
rector-interventor de la Universidad de Buenos Aires en 1973, cargo al
que debió renunciar cuando estallaron las contradicciones internas del
peronismo gobernante, y tuvo que exiliarse en México.
Eduardo B. Astesano (1913-1991), afiliado al Partido Comunista, se
graduó de abogado en 1946 en la Universidad del Litoral de Santa Fe, y
siguió un camino similar al de Puiggrós. Miembro del grupo “autocrítico”
de Rosario, que fue expulsado del partido en 1946, integró luego el MOC.
Realizó una profusa labor periodística, dirigió el periódico Relevo en
los años ´60, y en sus numerosos libros de revisión histórica contribuyó
a abonar las tesis del nacionalismo de izquierda, con un especial acento
indigenista en su última etapa.
John William Cooke (1920-1968), militante juvenil radical, abogado, fue
diputado nacional por el peronismo en 1946. Descollante orador, profesor
de Economía Política, allegado al revisionismo rosista, dirigió la
revista De Frente y fue interventor reorganizador del Partido Peronista
de la Capital Federal en 1955. Proscripto el movimiento, estuvo preso,
fue delegado de Perón y dirigente de la resistencia en la
clandestinidad, secundado por su sobresaliente compañera Alicia Eguren.
Solidarizándose con la Revolución Cubana, residió en La Habana y en 1964
volvió a la Argentina para promover el “ala revolucionaria” del
movimiento. En sus notables textos de este período tendía a
compatibilizar las propuestas del nacionalismo marxista con la
“ortodoxia” comunista en función de un frente antimperialista
continental.
Jorge Abelardo Ramos (1921-1994), activista del trotskismo, manifestó su
apoyo crítico al peronismo desde 1945. Publicó el periódico Octubre,
participó del grupo Frente Obrero, fue columnista del diario Democracia
y en 1953 ingresó al Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN)
que dirigía Enrique Dickmann. Gran polemista, escribió sus filosos
ensayos y editó, con los sellos Indoamérica y Coyoacán, a una amplia
gama de autores de la “línea nacional”. Fundó en 1962 el Partido
Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN) y en 1971 el Frente de
Izquierda Popular (FIP). Tras la dictadura del Proceso estrechó lazos
con el peronismo, formó el Movimiento Patriótico de Liberación y, en su
última actuación política, traicionando sus propias ideas, acompañó al
gobierno neoliberal de Menem como embajador en México.
Rodolfo Walsh (1927-1976), autor de una excepcional obra literaria y
periodística, aunque no dejó ensayos doctrinarios, realizó singulares
aportes intelectuales desde posiciones nacionalistas de izquierda.
Simpatizante del nacionalismo tradicional en su juventud, cuentista y
dramaturgo, investigó y denunció los fusilamientos de 1956 y otros
crímenes políticos. Comprometido luego con la Revolución Cubana,
contribuyó a organizar la agencia de noticias Prensa Latina. Dirigió el
semanario de la central sindical CGT de los Argentinos, y se incorporó
en tareas de difusión e inteligencia a las formaciones armadas del
peronismo revolucionario.
Jorge Enea Spilimbergo (1928-2004), abogado y escritor de vasta cultura,
siendo estudiante había adherido a la Federación Juvenil Comunista.
Colaborando con Ramos, integró el PSRN, el PSIN y el FIP. Ejerció el
periodismo militante, publicó diversos ensayos y fue profesor de
Economía Política en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA entre
1973 y 1976. Alejado luego de Ramos, fundó el Partido de la Izquierda
Nacional, que mantenía su independencia orgánica sin perjuicio de
reconocer la identidad popular peronista.
Juan José Hernandez Arregui (1929-1974), que había iniciado estudios de
Derecho en Buenos Aires, se doctoró en filosofía en la Universidad de
Córdoba en 1944. Enrolado en la intransigencia del sabattinismo
cordobés, colaboró en la prensa partidaria y tuvo contacto con los
forjistas. En 1947 renunció a la afiliación radical para incorporarse al
peronismo. Desempeñó funciones en el gobierno de la provincia de Buenos
Aires y se dedicó principalmente a sus cátedras universitarias. Excluído
de la Universidad en 1955, publicó sus libros, que alcanzaron extensa
repercusión, y participó en la agitación de la resistencia peronista. Él
reivindicaba haber ideado la denominación “Izquierda Nacional” para esta
tendencia, que concebía ligada al peronismo revolucionario.
Otros trabajos señalables en esta corriente son los ensayos de Enrique
Rivera y Esteban Rey, los estudios historiográficos de Norberto D’Atri,
Alfredo Terzaga, Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, las
aproximaciones político-estéticas de Ricardo Carpani y el grupo
Espartaco, reflexiones de cuadros sindicales como el ex anarquista
Alberto Belloni y el ex socialista Ángel Perelman, textos de
intelectuales de origen católico como Emilio Fermín Mignone y Conrado
Eggers Lan y, llegando a un período más reciente, las investigaciones
históricas de continuadores de esta orientación como Norberto Galasso y
Emilio J. Corbière.
En Uruguay, Vivian Trías (1922-1980), talentoso periodista, profesor,
diputado e historiador, fundamentó la línea política del Partido
Socialista abordando la problemática rioplatense y sudamericana con un
enfoque marxista nacional. En una visión coincidente se enmarcan los
ensayos latinoamericanistas del escritor y periodista Eduardo Galeano,
los trabajos del historiador Carlos Machado y los de otros autores
relacionados con la revista Marcha.
Existen asimismo notorias concomitancias en la producción de algunos
marxistas heterodoxos vinculados al trabalhismo brasileño, como Darcy
Ribeiro, que elaboró una ambiciosa teorización del proceso civilizatorio
universal y americano, Theotonio Dos Santos y otros economistas de la
"teoría de la dependencia".
NOTAS
1 Entendemos que el concepto de Sudamérica es más apropiado ?y más
congruente con el sentido del nacionalismo de izquierda? que el de
“América latina”, aunque los autores que consideramos utilizaban con
frecuencia este último.
2 L. Incisa, “Nacionalismo” en N. Bobbio y N. Matteucci, Diccionario de
política, 1986. E. J. Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1870,
1991.
3 Ver H. Chumbita, “El americanismo de los revolucionarios de 1810” en
Ciudadanos N° 5, Buenos Aires, Otoño de 2002.
4 Empleamos el término populismo con un significado próximo al de
Ernesto Laclau en Política e ideología en la teoría marxista, 1978, como
un modo de apelación a movilizar al conjunto del pueblo, por sobre las
clases, para enfrentar al poder establecido.
5 A. Jauretche, F.O.R.J.A. y la década infame, 1962.
6 J. Ingenieros, Sociología argentina [1913-18].
7 N. Galasso, La izquierda nacional y el FIP, 1983.
8 Nos referimos a los forjistas Jauretche y Scalabrini Ortiz, el
historiador José María Rosa, el constitucionalista Arturo Sampay, el
filósofo Rodolfo Kusch, e incluso a Leopoldo Marechal, Rogelio García
Lupo, Alberto Methol Ferré (proveniente del nacionalismo “blanco” de
Luis Alberto de Herrera), el sociólogo brasileño Helio Jaguaribe, et al.
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Publicado en El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX,
tomo II (comp. Hugo Biagini y Arturo Andres Roig), Buenos Aires, Biblos,
2006.
* Historiador, ver
http://hugochumbita.com.ar
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