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En
el exilio, hasta la ceniza es sabia
Por Pedro Jorge Solans *
Ivana Calabrese tenía 19 años cuando quisieron expulsarla de la vida. Permaneció
un año en la clandestinidad esperando que vinieran a rescatarla. Transcurría el
año más negro de la historia argentina. En 1976, ella no podía llorar para no
delatar sus huellas, y entonces sólo atinó a escribir poemas para respirar en
esos tiempos que parecía no existir.
Había nacido en 1957 en Oliva, Córdoba, y la dictadura encontró su nombre en las
filas de la Juventud Guevarista. Estudiaba en la Facultad de Trabajo Social de
la Universidad Nacional de Córdoba hasta que fue expulsada a raíz de su
militancia política. Partió al exilio, y en Roma, (Italia), donde permaneció
diez años y estudió psicología ejerciendo una vez concluida la misma su
profesión de psicoanalista.
Allí también colaboró con la RAI (Radiotelevisión Italiana) en su departamento
de Servicios Periodístico y Programa para el Extranjero.
"Durante mi clandestinidad yo andaba con mis libros en un bolsito: Cartas a
Génica Athaanasiou de Antonin Artaud, César Vallejo, Fernando Pessoa, Vicente
Alexandre, iban conmigo para llenar las horas de soledad en esas
circunstancias", recordó la poeta.
En 1980 participó del 7º Congreso Mundial de Poetas que se llevó a cabo en las
alturas de la casas de Calderón de la Barca ubicada sobre una meseta que se
yergue sobre las orillas del río Tajo en España y en esa ocasión en la que ella
rondaba los veinte años, mantuvo un encuentro con quienes más tarde serían sus
maestros españoles, Marco Ana y Rafael Alberti, "y en pocos momentos
improvisamos en público una traducción más de algunos de sus al italiano",
recuerda alegremente.
Pero los “Poemas del Exilio” (Alción Editora) nacieron en 1976 y en los primeros
encuentros con Italia. Ni bien llegó a la península comenzó a ser amenazada
telefónicamente desde Argentina, lo que motivó que estableciera contacto con el
Partido Comunista Italiano al cual pertenecía su padre y a la vez la
organización que se había hecha cargo de su exilio.
Calabrese contó que fue en esas circunstancias que trabó lo que más tarde sería
"una hermosa amistad" con Franco Raparelli, responsable de seguridad del Comité
Central quien la llevó a permanecer oculta durante más de 20 días en la iglesia
de un pequeño pueblo, Bologna que tenía al frente un sacerdote progresista, Don
Anselmo. "En adelante fue el mismo Raparelli que regresó a buscarme y llevarme a
Roma y Nápoles donde comencé a trabajar con todas las ganas en el Comité
Antifascista Contra la represión en Argentina" indica Ivana, agregando que ahí
trabó amistad con el filósofo Isaías Salas.
En Italia dio clases de español y se pasaba leyendo y escribiendo. “Los
exiliados nos íbamos encontrando con otros compatriotas muchos de ellos poetas e
intelectuales como Juan Goytisolo, Félix Luna, el mismísimo Juan González, el
poeta tucumano", y forjé una amistad de siempre con Etelvina Astrada y con su ex
esposo el reconocido filósofo Alfredo Terzaga”, destacó Calabrese.
En realidad, los "Poemas del exilio" que se presentó en la Casa de Pepino, en
Córdoba, recibieron en España el influjo de la lectura por Ana y Alberti que le
fueron sugiriendo correcciones e ideas.
Calabrese estuvo fuera del país hasta el 2000, e irrumpe ahora en la poética
nacional con un trabajo como Poemas del Exilio de alto vuelo que a medida que
aparecen los versos se va transformando en un golpe certero al alma. Lleva
versos, palabras preñadas de emoción, de angustia y concentra una belleza ciento
por ciento humana. Una belleza surgida del dolor, de las ausencias, de las
pérdidas y del desarraigo que, en definitiva, es de lo que nos alimentamos los
latinoamericanos. “Estos poemas nacieron durante la clandestinidad sufrida a lo
largo de todo el año 1976 hasta mi salida del país el 2 de diciembre de ese año.
Recuerdo especialmente, el poema Hasta la ceniza es sabia, he jugado tanto a
vivir hasta desmedrarme y desmembrarme, hasta morir y que termina diciendo, es
excesivo vivirme fue escrito unos momentos antes de tomar el avión que me
llevaría a Montevideo, (Uruguay) donde me esperaba el cónsul italiano y desde
donde me embarcaría hacia Nápoles, la tierra de mi padre. Atrás dejaba el 80% de
mis compañeros y amigos caídos, allí aparece ese "exceso" de sobrevivir luego de
haber esperado durante un año que llegaran a buscarme”, recordó la poeta.
“En mis primeros momentos de exilio, en Italia, todo me era ajeno, desde el
idioma hasta las costumbres, nada era igual, yo misma no era yo, pero tampoco
era otra. Ocupaba el lugar de alguien a quien tomaban por mí...De allí es el
poema: He convivido con el tiempo formalmente, no transcurrí el ritmo de todos
los relojes, entonces hay tristes goterones, hay un pájaro negro, hay ojos con
la misma transparencia del primer crepúsculo, hay pies, hay plomo, hay plumas. O
ese otro que dice: Glóbulos circulándome con furia viven en mis muertos, se
refiere a los compañeros muertos”, señaló Calabrese al revivir su exilio hecho
versos. Pero también la poeta nacida en la ciudad cordobesa de Oliva en 1957
explicó que significó en su poética las muertes de su padre y de su hermano
lejos de su tierra. Esas pérdidas aparecen en los poemas "La terra trema" y
"Apedreada" donde surge la imagen de la lapidación, junto a otros poemas donde
vuelven a transcurrir tiempos de ese personaje ficticio que el libro ha puesto a
recorrer dando sentido mítico a sus pasos.
“Cuando llegué a Madrid conocí a Etelvina Astrada, (la hija del filósofo
marxista argentino) ella era poeta y el filósofo cordobés Alfredo Terzaga. Ellos
me estimularon a seguir escribiendo, más tarde conocí a Marcos Ana con quien
mantengo hasta hoy una profunda amistad, él y Rafael Alberti me enseñaron a
mantener ese misterio íntrínseco que encierra la poesía, ¡pero la mia fue una
poesía urgente! Un grito, un estallido de dolor gigantesco...” dijo la poeta.
* Director de www.eldiariodecarlospaz.com