Violencia
y escuela
Por Gabriel Brener *
Es muy grave la agresión física sufrida por un director de secundaria en
Pergamino. Hay que rechazarla. Con la firmeza de la palabra y del
necesario cumplimiento de las normas cada vez que se las transgrede.
Este hecho y los otros dos que cobraron popularidad en las últimas horas
(Tres Arroyos y Matanza) son episodios excepcionales en las
instituciones escolares y no parte del paisaje cotidiano. Los medios
muestran como algo natural lo que es excepcional. El asunto no es menos
grave por ello, pero dicha cobertura lejos de informar con seriedad
parece un chorro de combustible para apagar el incendio sobre el que se
está alarmando. Y un hecho así debe ser sancionado en su propio
contexto, según las normas que regulan el funcionamiento de esta escuela
y no siguiendo la cuestión por los medios, y haciendo de ello un
espectáculo que alimente la voracidad punitiva o el rating mediático que
en vez de ayudar, embarra la cancha.
Hace rato que la escuela dejo ser ese lugar aislado del mundo para
formar a las nuevas generaciones inmunes a lo que acontece a su
alrededor. Parece no tener ya eficacia esa frase distintiva que portaba
un adulto escolar algún tiempo atrás, “eso acá no” “eso dejalo para
afuera”. Las situaciones de violencia que se producen por fuera ingresan
a las escuelas sin pedir permiso, conviviendo con aquellas situaciones
de violencia que se generan y son parte de la propia vida escolar.
Decir que esta brutal agresión no es lo cotidiano ni oculta ni apacigua
la imperiosa necesidad de abordar las agresiones, hostigamientos, entre
alumnos, con docentes y directivos y con las familias. Se trata de
innumerables episodios de baja intensidad que, si no se atienden a
tiempo, si no se las considera relevantes , si se las evade por la
incomodidad o dificultad que supone hacerles frente, derivan en
episodios más graves que luego no pueden detenerse. Incluso a veces
llegamos a desconocer estas situaciones como propias y parecemos vernos
por fuera de ellas, cuando en realidad estamos involucrados en alguna
parte del asunto.
Sin dudas se requieren más y mejores recursos desde el Estado,
acompañamiento a los docentes, pero también estrategias de lucha que
convoquen a los docentes a debatir en las escuelas, a formular problemas
y crear posibles soluciones, entre adultos y adolescentes, otras
instituciones y referentes sociales, también convocar a las familias,
para pensar entre varios un mejor vivir juntos en la escuela.
Las situaciones de violencias son un problema serio y deben ser
sancionadas escolarmente y de ese modo fortalecer la convivencia
democrática.
Situaciones que ponen de manifiesto una serie de desencuentros, entre la
cultura escolar y las culturas juveniles, entre generaciones, entre
familias y escuela. Desajustes entre las consecuencias desgarradoras de
la fragmentación neoliberal, de lo público, de los lazos sociales y la
posibilidad de construir lo común con lo difícil que resulta.
En estas circunstancias salen a florecer discursos especialmente
punitivos del”se han perdido todos los valores”, en general no dicen
cuales, porque solo cotizan en alza aquellos que sostiene quien enuncia,
bien emparentado con la nostalgia moralizante de que todo tiempo pasado
fue mejor, de que con esto pibes está todo perdido y del que querés con
la familia que tiene!
Eso sí, se anuncia a viva voz que se ha perdido toda autoridad y que hay
que restaurarla, “a como de lugar”. Los desencuentros antes mencionados
son una clara evidencia que conmueve la forma de hacer y ser de la
escuela, y también afecta la autoridad pedagógica que no es un bronce
que se restaura, sino una relación que se construye.
Para finalizar me interesa destacar otro desajuste, clave en estos
tiempos. La actual escuela secundaria ha sido diseñada históricamente
como una institución selectiva, y la Ley de Educación Nacional (2006)
sostiene la obligatoriedad escolar para todos los adolescentes y
jóvenes. Hay enorme cantidad de chicos que son primera generación de sus
familias en la secundaria, asunto que interpela fuertemente la necesidad
de revisiones y cambios en ese diseño de escuela. Se trata de un
desajuste que merece ser atendido como un desafío a resolver y no como
una alarma de la nostalgia moralizante que pretende escuela para algunos
y colimba educativa para otros
La vida cotidiana de las escuelas es mucho menos violenta de lo que
muestran los medios, y sigue siendo un lugar mucho más seguro que tantos
otros en nuestra sociedad, lo cual no elude serios problemas a resolver.
En la escuela a los pibes les gusta estar entre ellos porque no es a
pesar de la tecnología sino con ella, porque no es con la agresión sino
reponiendo allí la palabra. Porque el desafío es dar más y mejor sentido
a lo que ocurre en ella y ver si podemos ayudar a los pibes a hacerse de
un proyecto, para intentar conjugar en tiempo futuro. Quizás sea ese
proyecto la contracara más notable de algunas violencias.
Viernes 30 de septiembre de 2011
* Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y
Conducción del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de
docentes y directivos de escuelas. Ex director de escuela secundaria.Co-autor
de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.