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El rubor de la madre de un héroe de Malvinas
Por Delmira H. de Cao *
Cementerio de Darwin, Isla Soledad, 9 de Diciembre de 2011
Escribo al pie de la Cruz que adopté en marzo de 1991 como la tumba de mi hijo,
hace ya más de veinte años, cuando por primera vez pude visitar este Cementerio
levantado por los británicos dos años después de finalizado el conflicto armado.
Estoy aquí junto a Salvador Vargas, integrante de la Comisión de Familiares de
Caídos en Malvinas y padre de otro soldado conscripto que cayó enfrentando a las
fuerzas británicas por la defensa de nuestra soberanía en Malvinas, Georgias y
Sandwich del Sur.
Nos acompañan un arquitecto y un ingeniero civil que trabajan en la Corporación
América – empresa que a través de la decisión de Eduardo Eurnekián brindó sus
recursos para que podamos construir el Monumento a los Caídos en este Cementerio
de Guerra-, con el propósito de evaluar las próximas tareas de mantenimiento del
mismo, y gestionar la construcción de dos muros externos al Cementerio, para que
los visitantes puedan en el futuro colocar sus placas recordatorias en un lugar
visible y sin afectar al conjunto arquitectónico que levantamos en homenaje a
los 649 Héroes Nacionales.
Vuelvo a sentir lo que cientos de Familiares de los Caídos en Malvinas
experimentamos cada vez que pisamos estas tierras que nos pertenecen, pero que
aún nos vemos privados de ejercer nuestra determinación por la presencia
colonial británica, la misma contra la cual pelearon nuestros hijos.
Es un sentimiento ambivalente. Por un lado, siento la tranquilidad espiritual de
haber logrado uno de los homenajes más significativos que nuestros seres
queridos merecían, levantado en el propio suelo donde yacen. No me olvido del
acompañamiento de los cientos de miles de argentinos que a lo largo y a lo ancho
de toda la geografía continental argentina, nos dieron su ¡Presente! emocionado
cuando los convocamos a despedir la Imagen de Nuestra Señora de Luján, última
pieza del Monumento que antes de su inauguración definitiva peregrinó setenta
mil kilómetros por todas las provincias, recibiendo ofrendas para ser traídas a
este lugar de la Patria.
Jamás olvidaré los rostros emocionados, los ojos llorosos, los abrazos cálidos
de este pueblo extraordinario del que formamos parte.
Tampoco olvidaré jamás las palabras surgidas de las entrañas, cuando la
Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, nos despidió del
Aeropuerto de Río Gallegos, aquel 3 de octubre de 2009, ante el primer
contingente de Familiares de Caídos que viajaban hasta aquí para inaugurar el
Monumento: “Ustedes van a rendir honor no solamente a sus muertos, sino también
a los nuestros, porque los muertos de ustedes son también nuestros muertos.
Quiero que vayan con mucha fuerza, con mucha entereza, y que sepan que hay
cuarenta millones de argentinos que les rinden homenaje a Ustedes. Y que un día
de este siglo, un presidente argentino va a ir a rendirles homenaje en nombre de
los derechos irrenunciables e inclaudicables que tenemos sobre esas islas.
Deberán comprender que no pueden subsistir enclaves coloniales en pleno siglo
XXI. ¡Gloria y honor a los Caídos en Malvinas!”
Tampoco puedo olvidar que en toda nuestra América, cientos de miles de
compatriotas rinden homenaje a nuestros muertos en cada encuentro regional,
apoyando la Causa argentina por la recuperación.
Y justo es también reconocerlo, tampoco me olvido que los británicos –los de la
metrópoli y los que residen en estas islas-, han sido respetuosos de nuestro
dolor al permitirnos erigir el Monumento en estas Islas que los argentinos jamás
dejaremos de reclamar.
Sin embargo, junto con estos sentimientos de respeto, reconocimiento y gratitud,
cada vez que venimos a este lugar también revivimos la desazón que seguramente
habrán sentido nuestros hijos, conscientes que mientras ellos ponían su cuerpo
en la batalla y en el continente el pueblo los acompañaba exigiendo paz con
justicia, sus comandantes hacían cálculos para salvar el pellejo y muchos
dirigentes -civiles y militares-, golpeaban las puertas de las embajadas para
ofrecer sumisión política y "honra" para la deuda, a cambio de recibir apoyo
para suceder al gobierno de la dictadura criminal.
Hoy, frente a las tumbas de mi hijo y de sus compañeros Caídos, siento también
la desazón que sienten los que combatieron en las Islas, nuestros queridos ex
soldados, que en vez de recibir la gratitud unánime del pueblo argentino, fueron
maltratados en estos 30 años por los usurpadores de la “opinión publicada”.
Mientras estamos aquí luchando por la dignidad de sus sepulturas y de su
homenaje, desde Buenos Aires nos vuelve a llegar la noticia de que un
funcionario del Ministerio de Educación de la Nación vuelve a poner palos en la
rueda a nuestros esfuerzos y propuestas para que en todas las escuelas del país
se cumpla con la Constitución Nacional y la Ley Nacional de Educación. Esto es,
que se enseñe la Causa de Malvinas como un “objetivo inclaudicable del pueblo
argentino”, que tiene su historia, sus fundamentos, sus héroes y su proyección
en el presente y el futuro como bandera de unidad suramericana.
Vuelvo a sentir extrañeza al comprobar que hay funcionarios educativos del
gobierno nacional y que a la vez se desempeñan también ecomo docentes en el
Instituto del Servicio Exterior de la Nación, que hacen todo lo contrario a lo
que la Presidenta de la Nación dispuso el 2 de abril pasado, cuando nos convocó
a todos los argentinos a “hacer el duro aprendizaje de saber diferenciar las
cosas que ocurrieron, poder separar a quienes gobernaban bajo formas no
democráticas, del hecho en sí que es el ejercicio de la soberanía nacional y el
rechazo al colonialismo que aún avergüenza a la humanidad en el siglo XXI, y
saber comprender que la patria y sus derechos están por sobre toda otra
cualquier circunstancia o episodio que nos haya tocado vivir a cada uno de
nosotros”.
En lugar de abrir el debate, promover la investigación, multiplicar y hacer
circular las publicaciones sobre el tema, en ese Ministerio prefieren fijar
posición sobre la cuestión Malvinas sin dialogar con nadie, sin debatir y sin
respetar a quienes venimos hace casi 30 años trabajando en soledad para sostener
la memoria de nuestros hijos y de la causa por la que dieron sus vidas.
Cuando junto a la Universidad Nacional de Lanús, y merced al compromiso y
lucidez de su rectora, Ana Jaramillo, luego de un esfuerzo de dos años de
trabajo serio y responsable, desde el Observatorio Malvinas de esa Universidad
logramos producir dos documentales, una obra teatral, un congreso
latinoamericano, una veintena de cursos de capacitación docente, un proyecto
museológico, un disco con una antología de músicas inspiradas en Malvinas y el
manual multimedia para escuelas de nivel secundario “Malvinas en la Historia.
Una perspectiva suramericana, 1492-2010”, la única respuesta que recibimos del
Ministerio de Educación de la Nación fue la indiferencia o la descalificación,
vagas promesas de trabajo en común siempre postergadas o ataques directos a
nuestra entidad por parte de algunos de funcionarios que prefieren hablar desde
los medios de comunicación en lugar de asumir las responsabilidades que se
derivan de la función pública que se les ha encomendado.
El Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús es sin duda el
centro de investigación, reflexión y producción sobre la cuestión Malvinas más
prolífico del país. ¿Cómo puede entenderse que un funcionario que trabaja codo a
codo con el Ministro Alberto Sileoni – en quien reconozco a una buena persona y
que nos dio su apoyo inicial para constituir el Observatorio Malvinas en la UNLa.-,
cuestione tan ofensivamente uno de sus trabajos más completos, el mismo que la
Presidenta de la Nación distribuyó entre los intelectuales y académicos
mexicanos, junto con la Embajadora Patricia Vaca Narvaja, durante su visita al
país azteca, cuando se constituyó el primer grupo de apoyo a la causa de
Malvinas en el exterior? Material que, además, ya ha sido incorporado como
herramientas pedagógicas en las jurisdicciones educativas de Córdoba, Entre Ríos
y la Provincia de Buenos Aires. No veo la razón para todas estas incongruencias.
Soy sólo una madre de un Héroe de Malvinas. No soy ni intelectual, ni política.
Lo digo siempre. Pero la dura experiencia de perder un hijo en la guerra, luego
a mi esposo y después a otro hijo, me enseñó a no odiar, sino a convertir el
dolor en amor.
Julio Rubén Cao, el maestro soldado que fue puesto por nuestra Presidenta como
ejemplo a todos los niños, niñas y jóvenes del país, y cuya carta a sus alumnos
de tercer grado recomendó distribuirla en todas las aulas argentinas, también me
enseñó que la principal forma de educar es con el ejemplo, y que no hay mejor
forma de autoridad que cumplir con la palabra empeñada.
Estoy convencida que nuestra Presidenta va a cumplir con su palabra, y que en la
conmemoración del 30º aniversario de la batalla por la recuperación de nuestras
Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, podremos debatir en las
escuelas sobre nuestra historia, sin proscripciones ni silenciamientos,
terminando de una vez y para siempre con la desmalvinización que ha imperado en
estas tres décadas de postguerra. Ese será el mejor homenaje que se podrá
ofrendar a nuestros muertos amados, y el más importante reconocimiento histórico
a nuestros queridos veteranos de guerra.
* Presidenta Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico
Sur
cfamiliares@yahoo.com.ar –
www.heroesdemalvinas.org.ar
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