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Sobre
el censo de evaluación educativa
Educación, política y economía en sintonía fina
Por Gabriel Brener *
La política que marca la cancha
Podríamos afirmar, desde un vasto espectro de posiciones ideológicas que la
economía no sobredetermina a la educación pero si la condiciona de manera
gravitante. Dicho de otro modo, las variables de la economía de un país limitan
el funcionamiento del sistema educativo, especialmente de la escuela pública,
inserta en un sistema capitalista desigual e injusto por naturaleza.
Desde que tengo uso de razón (tengo 42 años) la economía es el DT y pone a la
política en la cancha según sus criterios. La escuela, a remolque de ambas, hace
décadas que juega en una especie de torneo corto, y casi siempre pelea la
promoción e incluso el descenso.
Desde 2003, en forma sostenida y creciente existe un proceso de
reposicionamiento de la política recuperando su centralidad para producir
cambios. Durante los 90 se instaló y logró ponerse de moda cierta noción
antipolítica que se niega a reconocer la dimensión antagónica que constituye “lo
político”. Y entonces todo aquello ligado a “la política” viene cotizando muy
bajo hace años, gracias al discurso “neutral” y “científico” de los economistas
neoliberales y también por merito de muchos políticos, y de todos los colores.
Todo lo que huela a conflictos suele aparecer como un asunto que complica y es
mejor evitarlo, cuando no, anularlo o hacerlo invisible. Cuando en realidad los
conflictos son la forma a través de la cual pueden dirimirse multiplicidad de
intereses y tensiones al interior de una sociedad que ha quedado diezmada y
necesita recomponer lazos sociales pero también recuperar debates, derechos y
dignidades.
Volviendo a la metáfora deportiva, en estos años se produjo un cambio
fundamental, no solo de jugadores sino de estrategias de juego. Lo político es
aquello que marca la cancha, cómo, cuándo, dónde y con quiénes se juega. Asunto
que no está exento de excesos y errores, que hay que atender y solucionar.
Cuando me recibí en la facultad de ciencias de la educación (mitad de los 90)
recuerdo que muchos ministros o funcionarios de educación eran economistas, y
más allá de las fuertes criticas de una porción de la sociedad, aquello parecía
algo tan natural como el aire que se respiraba, parte de un sentido común
privatista, que veía allí una versión eficiente y modernizadora de la empresa,
de la escuela, del Estado.
La calidad del darwinismo escolar
También en los 90 naturalizamos la idea de calidad educativa solo pensando en
resultados, cuantificables, fomentando una especie de darwinismo escolar, en la
competencia que anula al otro a través de la supervivencia del “más apto”.
Enalteciendo lo privado como la nueva autopista por donde circula el “profesor
último modelo”, o el empleado del mes que no importa si se hace preguntas porque
solo está para la demanda del cliente. Autopista que pasa por arriba de esa
vieja avenida publica en la que el docente se embotella y nada funciona. Calidad
educativa que embalsama los datos sin atender las condiciones que posibilitan
llegar a ellos y mucho menos los contextos en que se producen. Este tipo de
datos se transforman en el patrón excluyente para condenar o premiar,
alimentando esa maquinaria discursiva binaria que dictamina culpables y
víctimas, blancos y negros, ocultando la complejidad que siempre revisten los
procesos que en este caso se intentan evaluar.
La calidad de la inclusión como punto de partida
Sin dudas la universalización de la matricula escolar es un irrenunciable ligado
a la inclusión , pero el desafío democratizador mas difícil y necesario consiste
en acortar la brecha entre los que ingresan y los que egresan , una vez
transcurrida una cohorte escolar, especialmente en la secundaria. Sin duda es
central que ingresen todos, pero la sintonía fina tiene que ver no solo con
incluir sino especialmente con la manera en que se incluye. Será un reto para
evaluar la escuela no solo el dato de quien ingresó sino el que nos de pistas
sobre la calidad de su tránsito por la escuela y el dato con la respuesta del
que egresó pero nunca imaginó que iba a terminar.
El sentido que marca la ley de educación nacional (2006), los 6.42% del PBI en
educación, la apuesta a la educación técnica, las netbooks para los adolescentes
de las escuelas públicas, la AUH, entre otras políticas de estado son claras
señales de un cambio de rumbo, de una decisión firme vinculada a mejorar la
educación y la inclusión social. Los resultados que arroja la evaluación censal
que acaba de difundir el ministerio de educación sobre el desempeño de los
alumnos del último año de todo el país en cuatro áreas del conocimientos, van en
ese sentido, reafirmando, no sin inconvenientes, que se puede reconstruir
aquello que fue salvajemente volteado. La política económica ha mejorado algunas
condiciones de vida de buena parte de los alumnos y alumnas de nuestras
escuelas, que requieren sin dudas ampliarse y consolidarse y en este sentido no
es otra cosa que comenzar a restituir las bases necesarias para que la escuela
pueda concentrar su apuesta al mejoramiento de la enseñanza y el aprendizaje,
hacer efectiva la justicia curricular , que no es otra cosa que una distribución
más justa de lo que se enseña y aprende, priorizando a aquellos que vienen
postergados hace décadas. Concentrar esfuerzos en la sintonía fina implica
situar el desafío en la mejora de la enseñanza como ejercicio de responsabilidad
y presencia adulta, ética y política, ante las nuevas generaciones. Transformar
sin retornos condiciones de trabajo docentes, especialmente en secundaria
(cargos por horas), que permitan mejor identificación y pertenencia con la
escuela y sus alumnos/as, que los fortalezca en los avances en el campo del
saber y las tecnologías. Poner en sintonía a los adolescentes con formas
escolares que los albergue con la sensación que aquello que allí ocurre tiene
sentido, llenando de vida y deseo el tiempo que a veces parece agonía, tomando
distancia de diálogos simulados, de ese “como si” que alimenta el sinsentido y
la mediocridad.
Si la política marca la cancha y la economía se sujeta a dichas reglas es
posible que la educación pueda ser pensada como política de estado, de mediano y
largo plazo y no como torneo corto, o asunto del gobierno de turno. De esa
forma, es posible que Manuel, Violeta o Margarita que empezaron la sala de 4,
primer grado o la secundaria en 2003, pasados 12 años estén sumándose por vez
primera en su familia a una universidad, o al mundo del trabajo y un rato
después asomen sus hijos, que si crecen en una casa más digna, con más y mejor
trabajo, libros, netbooks y demás, es probable que redoblen su apuesta por más y
mejores sueños.
1 Operativo nacional de evaluación 2010. Informe resultados del censo de
finalización de la educación secundaria.
http://portal.educacion.gov.ar/wp-content/themes/comunes/img/generales/ONE2010_6-12.pdf
*
Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA)
y Especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (FLACSO).
Capacitador y asesor de docentes y directivos de escuelas. Ex director de
escuela secundaria. Co-autor de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño
y Dávila Bs As.