Tatuados
por el mercado
Por Gabriel Brener *
Instantáneas
I
Delante mío, pedaleando igual que yo, una ciclista, me impactan sus tatuajes, en
su tobillo el logo de Nike, y en su omóplato, un león, pero no el de la selva,
sino más parecido al de Peugeot. Esas imágenes me desconcentran de la rutina
ciclística, Pienso en el valor de los tatuajes como una marca, como un fuerte
rasgo de identidad, de esa imagen o símbolo que se elige para decir sobre uno
mismo.
II
Me asalta otra imagen, parece descolgada, pero no lo es. Se me aparecen los
peloteros, y me recuerdo llevando a mi hijo a estos lugares, allá entre los
noventi y primeros años de este siglo. Ese espacio cerrado que se reproducía a
montones, casi como en algún momento las canchas de paddle.
III
Spot de campaña política, España, hace muy poco. Un niño va llegando a su
escuela de la mano de una señora que es la empleada doméstica que trabaja en su
hogar. El niño, con un uniforme que indica su pertenencia a una escuela de
gestión privada, le pregunta---- Carmen, tu tiene hijos? , ella le dice que sí,
y que es de su edad.-----Pues qué bien, dice el niño, así cuando seamos mayores
ella puede ser la cuidadora de mis hijos. Aparece una madre que acompaña a su
hija a una escuela pública, y al despedirla una voz en off revela su
pensamiento----: corre hija , corre!. I
El sueño del mercado hecho realidad, dos íconos publicitarios, señales de
distinción como acceso al templo del consumo (más allá de su concreción), huella
en el cuerpo o quizás horizonte de realización personal. El pelotero como una
sofisticada versión privada y “segura” de la plaza pública, de una década como
los ´90 en la que solo faltaba privatizar el cordón de la vereda. Un dispositivo
lúdico de mercado a tono con la fragmentación de la sociedad, que al tiempo que
responde a una demanda concreta ofrece un territorio de aprendizaje social desde
bien pequeños, sobre el encuentro con otros, el acceso a estos lugares, el
juego, entre otras cuestiones. A sabiendas de la inminente derrota electoral, el
PSOE que gobierna España arriesga sus últimas fichas, y en menos de un minuto,
contrasta dos situaciones para afirmar que solo una enseñanza pública de calidad
garantiza la igualdad de oportunidades, condenando los duros recortes que
efectúa el Partido Popular en los distritos que gobierna, favoreciendo la
escuela privada en detrimento de la pública.
Tres instantáneas, una escena con la que me topé un sábado temprano, una
publicidad política y el pelotero, como parte de la geografía que recorrí con mi
hijo tantas tardes.
Maquinismo
Vuelvo sobre los tatuajes, la edad de quien los porta resulta de los años que
separan la última dictadura de estos días. Y vuelvo a preguntarme sobre los
motivos, las cosas que han (o no) sucedido para grabarse aquello en el cuerpo.
Me ayuda a pensarlo una vieja frase, que proviene del movimiento obrero y afirma
que es preciso luchar no contra las máquinas sino contra los daños del
maquinismo. Es decir, el problema no son las máquinas sino el maquinismo. El
problema no es ( solo) el mercado o los medios, sino aquellos valores asociados
a ellos, ciertos patrones que se tornan omnipresentes y nos orientan sobre cómo
tenemos que ser, por donde y con quien hay que andar, cómo vestirnos, de qué y
cómo hablar, qué mirar, la supremacía del tener por sobre la importancia de ser,
etc. Vuelvo sobre los tatuajes, y como si fueran sujeto, les busco predicado:
Nike. “ Just do it. Solo hazlo, lo importante es intentarlo”. Peugeot “Manejá
tus tiempos”. Podríamos seguir con este análisis sintáctico publicitario, aunque
creo ambos símbolos, que capturé pedaleando, alcanzan para confirmar la
intuición de que la maquinaria neoliberal de los 90 no fue epidérmica sino
penetró eficazmente en la sensibilidad individual y colectiva de nuestra
sociedad, no solo consistió en cambios de índole económicos, sino en
desordenados pero potentes cambios culturales. El spot de campaña español golpea
fuerte. Entiendo el imperativo efectista de sus autores, pero creo, construye
una posición binaria entre pública y privada como lugares fijos e inamovibles,
creando un culpable y una víctima. Mi opinión es que la cosa es mucho más
compleja. Por un lado y hay que decirlo, un socialismo español que denuncia en
el discurso (que le ha otorgado identidad y reconocimiento por años) lo que no
practica en sus actos de gobierno, que están mucho más cerca de aquello que le
da identidad a su adversario. Pensando en clave doméstica el debate no se reduce
a pública o privada, libre o laica, arduo pasaje de nuestra historia educativa y
social, porque los procesos de fragmentación económica y social que se
consolidaron en los `90 tienen su correlato en una fragmentación educativa que
arroja un mapa en el que hay mucha diversidad al interior del universo de las
escuelas públicas y lo mismo en las de gestión privada. Esta reducción binaria
no debe eludir la necesaria mirada y revisión en relación a los criterios con
los que el Estado subsidia a la iniciativa privada allí donde no es necesarioII.
Tampoco debe omitirse que fueron especialmente las escuelas públicas objeto de
deterioro y abandono por parte de un Estado que remató su patrimonio, por lo que
las políticas públicas tienen que volcar decididamente prioridad allí reparando
y reponiendo derechos sociales. Una sociedad más democrática e inclusiva debe
conjugarse con escuelas que no reproduzcan la desigualdad en todos los planos
sino que sean ámbitos de construcción de ciudadanía activa, que evidencien la
existencia de conflictos de intereses, lugares estratégicos de igualación de
posiciones, de posibilidades y de sueños. Como por ejemplo que aquel niño del
spot se pueda ilusionar con que la hija de Carmen pueda ser su compañera del
secundario, de la universidad o del trabajo, a contramano de la condena
anticipada de trayectorias desiguales e injustas que muchas veces la escuela
reproduce con destino de príncipe y mendigo.
Corrosión del carácter
Richard Sennett en su recomendable obra “La corrosión del carácter, las
consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo”,III advierte sobre
la condición flexible que requiere el sujeto de esta época para adaptarse al
imperativo dominante. La consigna es “nada a largo plazo” que erosiona cualquier
acción planificada así como debilita vínculos de confianza y compromiso,
separando lo que quiero hacer de aquello que finalmente hago (la voluntad del
comportamiento). “Requiere gente que se sienta cómoda sin calcular las
consecuencias del cambio, gente que no sepa que ocurrirá a continuación”IV Una
persona que tenga capacidad para desprenderse del pasado y una aceptación
convincente de la fragmentación. En sintonía con el “self made man” de otra
época en esta existe una voz en off permanente…“tu puedes”, mas allá del
contexto y las reglas de juego de cada quien. Se precisa alguien que conjugue el
verbo “hacer” solo en primera persona del singular, anulando cualquier tejido
con otros como valor en sí mismo. En todo caso, lo que más se practica en
primera persona del plural es un nosotros defensivo, en el que siempre hay un
otro amenazante, del cual hay que separarse, distinguirse, en fin, a pesar del
cual hay que sobrevivir. Sennett lo señala como el pronombre peligroso, un falso
nosotros que al mismo tiempo que edifica identidad en defensa/contraste con un
otro, alimenta un discurso marketinero del trabajo en equipo, que solo es un
slogan que seduce, vende, sin existencia real.
Tatuaje y maquinismo
La psicóloga Elvira Martorrel afirma que "el tatuaje puede funcionar como
decoración del cuerpo, como efecto de seducción dándose a ver, o puede ser
ocultado bajo la vestimenta como si se tratara de un estigma. Puede constituirse
en escritura como metáfora del amor físico, que intenta perpetuarse como marca
eterna en el cuerpo, indicar pertenencia grupal y hasta constituirse en una
forma de religión". V Podríamos decir que los tatuajes son un rasgo singular de
la identidad adolescente, y que muy a menudo suelen estigmatizarse desde una
mirada adulta desconfiada y temerosa que los transforma en portación de cultura
juvenil, asociada a cierto descontrol, desborde, en síntesis, parece tratarse de
una peligrosidad en puerta. Sin embargo hay ciertos tatuajes que pasan
desapercibidos, o mejor dicho no están atravesados por este fantasma del miedo y
el peligro. Se trata de tatuajes que son indicios de un proceso de
naturalización del maquinismo, y entonces un empresario "exitoso" tatuado en su
cuello arrasa elecciones y esa marca indeleble es asunto menor. O los brazos
tatuados del más famoso conductor televisivo quedan invisibilizados arrimando
apenas comentarios al margen, que nada tienen que ver con la antesala del desvío
y la decadencia. Son los valores supremos y asépticos del mercado operando
quirúrgicamente en el sentido común y las “buenas costumbres”.
Los tatuajes como marcas singulares pero también como huellas sociales, los
peloteros como cerramiento lúdico y formato de socialización y un spot
televisivo que muestra pero no explica son fenómenos que invitan a un laberinto
( que es lo contrario a un camino fácil) para pensar y preguntarnos sobre lo
público y lo privado. Lo público que va más allá del Estado, y lo privado que no
se reduce al mercado.
I Disponible para ver en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=omssLO5eVgY
II Investigaciones de la periodista Nora Veiras dan cuenta de la necesidad de
revisar este criterio de política de subsidios. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-113643-2008-10-20.html
; http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-150410-2010-07-30.html
III “La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el
nuevo capitalismo”,Editorial Anagrama, Barcelona, 2000
IV Ídem p.29
V http://www.me.gov.ar/curriform/publica/martorell_13.pdf
* Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y Conducción
del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de docentes y directivos de
escuelas. Ex director de escuela secundaria. Co-autor de “Violencia escolar bajo
sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.