¡Cuidado cáncer, te metiste con una tierra caliente!

Por Pedro Jorge Solans *

Fuiste la expresión del terror. Fuiste la cara del demonio que nos consumía a tu antojo. Nos llevaste millones de hermanos. Hiciste sufrir y tambaleó la sensibilidad de la carne. Golpeaste cuánta veces quisiste a la inocencia y al descuido.

Siempre fuiste inoportuno.

Te ensañaste con el orador de la Revolución de Mayo como burlándote de los sueños y la esperanza colectiva. Le comiste la lengua como un torturador genocida, pero no ganaste. Hoy seguimos escuchando a Juan José Castelli.

Nos hiciste llorar como familia, nos hiciste implorar como sociedad, y arrodillar como pueblo. Pero ahora, ahora no; somos tierra caliente y ya no lloramos a nuestros muertos, sino lo resucitamos, y con ellos vencemos día a día las adversidades, nuestras adversidades. Todos juntos. Apretando los dientes y bién, bién felices. Sonriendo, con la vida de nuestro lado. Allí está ¿La vés, Evita, ahí, entre la multitud, está. No te escondas cobarde?

¿Te acordás, cáncer de mierda? ¿Te acordás cómo hiciste llorar al pueblo? Siempre fuiste un enviado del diablo, un enviado del Imperio, un enviado de quienes condenan a los humildes. Siempre fuiste un enviado de la mala muerte.
Pero hoy, un Continente de tierra caliente te dice: ¡Basta!

Y con los santos populares, y la frente bién alta, con el corazón en una mano y el puño cerrado en la otra, entraremos al quirófano de la ciencia para extirparte del mundo de los luchadores, del mundo que anida la liberación de sus hijos.
Entraremos con el comandate Hugo Chávez, el cura Fernado Lugo, la guerrillera Dilma Rousseff, con el compañero Lula, y la compañera Cristina. Y un pueblo entero, dueño de la Patria Grande, te vencerá enemigo de la felicidad, enemigo del alma.

Escuchá el eco de una plaza llena, el eco del monte, el eco de las sierras, el eco de los ríos. ¡Escuchá mierda, qué esto es vida!

¡Vamos Cristina, carajo!

¡Viste, no hay lágrimas, ni miedo. Cambiaron las épocas, cagón!

Sabés bien de qué y de quién te hablo, cáncer de los poderosos expropiadores. Sabés que esta vez, el viudo no es el general, ni tiene 33 años fervorosos tu víctima.

Esta vez, no te podrás amparar en la oscuridad de las iglesias, ni podrás mimetizarte con el olor a bolas de fraile bajo las sotanas, ni en los cuarteles castrenses entre botas, ni en los verdes oscuros dólares de los financistas golondrinas.
¡Vamos, compañera Cristina! Escuchá, el eco viene con la sal del mar, con el rocío del Alba, ¡Escuchá mierda; qué esto es vida!

¡Qué a ningún hijo de puta se le ocurra vitorear o escribir a favor tuyo, cáncer de mierda, porque una tierra, una tierra caliente de memoria, una tierra roja de sangre, furiosa, preñada de savia, te escupirá hasta ahogar el odio.

* Director de www.eldiariodecarlospaz.com