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El amor, Tato, el amor
Por Martín García (*)
Dice el Negro Dolina: “Hay viejos amigos que uno todavía no conoce”.
Así me pasó con Tato Contissa. Lo conocí ya de grande. Pero son esos amores a
primera vista.
Con esa pinta de “pesado” de Humphrey Bogart, de “Papillon” de Lino Ventura”, de
James Cagney, de Tognazzi… de Harvey Keitel… Cada actor famoso establece una
guía para que podamos encuadrar un héroe cotidiano.
Voz aguardentosa, cepillada, con acertos y súplicas. Con desdén, con sutileza.
Tato era (“era” dije) Tato era un tipo de ley. Un hombre sensible. Un
inaguantador de injusticias. Un critico de las giladas. De las artimañas de la
mediocridad. De los seguidores de todo tipo de fantasías dependientes. El
dinero, el lujo, la fama, la pinta, la pilcha, la aparición pública, la
importancia, el parecer, el estar, el aparecer, el éxito.
Un amigo con el que poder hablar de la vida.
Un compañero con el que se podía hablar de política, reflexionando, sin temores,
sin tapujos, sin prejuicios, con libertad y rigor filosófico, ideológico,
doctrinario. Con sensatez.
Era de esa mezcla de tipos como Osvaldo Ardizzone, Alberto El Gato Carbone,
Claudio Díaz.
Un gran conductor de televisión. Así se lo vio en “A. Latina” por Encuentro, por
TeleSUR.
Un extraordinario conductor de radio. Su mañana de Cooperativa, primero y La Voz
de las Madres, después fue muy exitosa. Tensaba la cuerda con la realidad,
mordía conceptos con la audiencia, enfrentaba las operaciones de prensa de las
corporaciones con fuerza, con astucia, mordaz, cachador, incisivo, brillante.
“Condenados al éxito” peleó la mañana de la radio con protagonismo y marcando
diferencias.
Su diferencia era la inteligencia. Los peronistas sabemos que ellos no esperan
nuestra inteligencia, si la tuviéramos. El la tenia.
Estuvimos en muchas fiestas y jornadas de homenaje y conmemoración. Compartimos
las mesas, la música, las calles, los bailes, los compañeros, las nostalgias,
las tristezas, la melancolía y la alegría.
Tenia grandes definiciones. Entendía lo sutil con ferocidad. Lo veía claro, lo
decía claro. Con cancha, con “carpeta” como dicen los uruguayos. Con tristeza,
si cabía.
Con pasión.
Su poesía era popular, sutil, sensible. Inteligente como él. Difícil decir
boludeces cuando uno sufre la realidad y todo importa, y todo duele, y todo me
hace humano.
Su trabajo en la revista Zoom de la web, fue extraordinario. Las huestes de
Carlos Benítez, el comunero, el editor, el cooperativo, le abrieron una
ventanita desde la que alumbró a todos los que buscábamos sin saber que, ni
donde. Fueron un bálsamo en medio de tanta sanata regalada por los intelectuales
del sistema, al diario la Nación, a cambio del prestigio de los cipayos.
Palabras que dicen cosas como esta: – Durante el proceso los asesinos se
justificaban con la propaganda interrogativa de: ¿Sabe usted qué está haciendo
ahora su hijo? Fue la madre del “Algo habrán hecho?. La pregunta siempre debió
haber sido otra, pregunta que no hacen los asesinos ni los carroñeros: Sabemos
lo que están sintiendo? ¿cómo están?¿qué necesitan de nosotros?
Los amigos de Mariotto siempre han tenido esa intensidad, ese valor, esa
riqueza, esa personalidad. En primer lugar, de ser patriotas. En segundo lugar,
muy cerquita, ser compañeros, leales y retobados. Es a quienes la injusticia les
duele, les indigna, los enfurece.
El amor tiene caminos que ensanchan, dignifican, respetan, iluminan, conmueven,
abrazan, reparan, sanan.
El amor, Tato, nos une, nos unirá siempre.
Saludos a Claudio Díaz, al Chango Farías Gómez, a Francisco Solano López, al
Negrito González, a Néstor, al General, a Eva de la bandada, a Ernesto, a los
compañeros… inolvidables… del comando celestial.
(*) periodista, comunicador.
http://tatocontissa.telam.com.ar