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de Febrero de 1945. El día que se repartieron el mundo *
Por Osvaldo Vergara Bertiche **
El 4 de Febrero de 1945, daba comienzo en Yalta, Crimea, en el sur de Ucrania, a
orillas de la costa septentrional del mar Negro, lugar veraniego hasta entonces
desconocido para el mundo, que hasta el Siglo XV se llamó Yalita, la Conferencia
entre Iósif Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt, como jefes de
gobierno de la URSS, del Reino Unido y de Estados Unidos, respectivamente. Se
prolongó hasta el 11 del mismo mes. El acuerdo oficial estipulaba:
1 - La Declaración de Europa, permitiendo elecciones democráticas en todos los
territorios liberados.
2 - Una conferencia en abril en San Francisco (EE.UU.) para organizar las
Naciones Unidas. Se concibe la idea de un Consejo de Seguridad para la ONU, y se
acuerda que Ucrania y Bielorrusia tengan escaños independientes en la ONU.
3 - El desarme, desmilitarización y partición de Alemania, que fue vista por las
tres potencias como un "requisito para la futura paz y seguridad". Así, el país
se dividiría en cuatro zonas, una para cada aliado y una cuarta para Francia.
4 - Indemnizaciones a pagar por Alemania por las "pérdidas que ha causado a las
naciones aliadas en el curso de la guerra".
Estas indemnizaciones podían salir de la riqueza nacional (maquinaria, barcos,
participaciones en empresas alemanas, etcétera), el suministro de bienes por un
período a determinar, o el uso de mano de obra alemana. Estadounidenses y rusos
acordaron una cifra de 22 mil millones de dólares de indemnización, mientras que
los británicos no creyeron posible llegar aún a un cifra definitiva.
La cuestión de los crímenes de guerra quedó pospuesta. Polonia tendría un
"gobierno democrático extranjero provisional", para prepararla para “elecciones
libres tan pronto como sea posible, basándose en el sufragio universal y el voto
secreto”. En Yugoslavia se llevaría a cabo un acuerdo que uniera los gobiernos
monárquico y comunista.
La URSS se comprometía a intervenir en la guerra con Japón antes de tres meses
tras la rendición alemana. A cambio, se les darían las islas Sajalín y Kuriles,
y varios privilegios.
Las decisiones sobre las fronteras de Italia con Yugoslavia y Austria se
pospusieron, así como las concernientes a las relaciones entre Yugoslavia y
Bulgaria y otros temas.
Respecto al futuro de Alemania, la conferencia fue extremadamente ambigua. Los
aliados sólo se comprometían a los citados desarme, desmilitarización y
división, permitiendo así futuros cambios, y dando vía libre para que cada una
de las partes lo interpretara a su gusto. Ningún otro gobierno fue consultado ni
le fueron notificadas las decisiones tomadas allí.
Muchos han considerado este acuerdo el más importante de la diplomacia del Siglo
XX, y se sigue discutiendo si allí los aliados se repartieron efectivamente el
mundo en zonas de influencia o es ésta una simplificación que buscaron los
analistas o los historiadores. Naturalmente, no hubo en Yalta un reparto del
mundo stricto sensu (en sentido estricto) pero si fue una demostración del “arte
de disponer de los demás”, siendo entonces perfectamente lícito hablar de
reparto. Al menos, ese era el espíritu de los reunidos.
La guerra ya estaba decidida. Los aliados habían realizado la Operación Overlord,
el desembarco en Normandía, y allí marcaron el principio de un fin que, en los
primeros meses de 1945, resultaba inminente. El desembarco, que se produjo el 6
de junio de 1944, y no en mayo, como se había previsto en Teherán, constituyó
una demostración de fuerza. En un momento en que el III Reich notaba el desgaste
bélico y se encontraba con dificultades de abastecimiento, los aliados lanzaban
al frente europeo 75 divisiones, casi 7.000 buques y lanchas de desembarco y
13.000 aviones.
Desde aquel momento, el proceso de derrota del Eje se aceleró y solamente la
ofensiva de las Panzern Divisionen en Las Ardenas, durante el mes de diciembre
de 1944 hizo vacilar el firme avance de los aliados.
En Yalta se preparó la posguerra, y cada uno de los Tres Grandes la deseaba a su
manera.
Stalin parecía conformarse con las posiciones concretas de su Ejército en el
Este de Europa.
Roosevelt, escudado en su imagen de universalista y amante del Derecho
Internacional (al igual que Woodrow Wilson en la Primera Guerra Mundial),
fomentaba la reunión de Bretton Woods (New Hampshire), para fortalecer el dólar
y concretar la Organización de las Naciones Unidas.
Churchill, que no estaba en condiciones de operar como sus homólogos, viajaba a
Francia, Italia, Grecia y Moscú. Sin este viaje, sin la entrevista del premier
británico con Stalin en la capital soviética, el 9 de octubre de 1944, no se
pueden entender muchas de las cosas que ocurrieron en Yalta.
Señala Winston Churchill en sus Memorias: "Únicamente se hallaban presentes
Stalin, Molotov, Eden y yo, además de los intérpretes, que eran el mayor Birse y
Pavlov. El momento era favorable para negociar y, por tanto, yo dije: Hablemos
de nuestra situación en los Balcanes. Vuestros Ejércitos se encuentran en
Rumania y en Bulgaria, donde nosotros tenemos intereses, misiones y agentes.
Dejémonos de ofertas y contraofertas como si estuviéramos chalaneando. Por lo
que a Gran Bretaña y a Rusia se refiere, ¿qué diríais si tuvieseis una mayoría
del 90 por 100 en Rumania y nosotros un porcentaje análogo en Grecia,
participando, en cambio, en pie de perfecta igualdad, en Yugoslavia?" Mientras
los intérpretes traducian, “apunté: Rumania: Rusia, 90 por ciento. Los demás
aliados, 10 por ciento. Grecia: Gran Bretaña (de acuerdo con los Estados
Unidos), 90 por ciento. Rusia. 10 por ciento. Yugoslavia: 50-50 por ciento.
Hungría: 50-50 por ciento. Bulgaria: Rusia, 75 por ciento. Los demás aliados, 25
por ciento". Según Churchill, Stalin, quien, entretanto, había escuchado la
traducción, tomó un lápiz azul y con él escribió un grueso visto bueno en la
hoja.
Así, en menos que canta un gallo, se aprobó la división de fuerzas. “Yo dije:
¿No nos considerarán unos cínicos por haber decidido cuestiones de consecuencias
tan graves para millones de hombres de una manera tan improvisada? Quememos esta
hoja”.
"No, guárdela usted", dijo Stalin. “Y así lo hice".
Ese escrito nunca apareció en Yalta, pero, indudablemente, tuvo mayor
importancia que las propias deliberaciones de siete días.
Roosevelt, que había sido elegido excepcionalmente para un nuevo período
presidencial, dijo en el discurso de inauguración de ese nuevo mandato: “Nos
hemos convertido en ciudadanos del mundo, miembros de la comunidad humana. Hemos
aprendido esta sencilla verdad tan bien expresada por Emerson: El único medio de
tener un amigo es comportarse como un amigo”.
Churchill seguía confiando en su diplomacia personal. Pocas semanas antes de la
Conferencia, en una visita al general De Gaulle, le confiaba: “El momento de las
dificultades les llegará a los rusos cuando tengan que digerir lo que han
tragado.
Es posible que entonces resucite San Nicolás a los pobres niños que el ogro ha
metido en el saladero. Mientras tanto, yo estoy presente en todos los negocios,
no permito nada a nadie y voy sacando lo que puedo”.
Stalin, sin declaración alguna, puso en claro que las “tragaderas” soviéticas
digerían cuanto cayera en ellas y que la afirmación de Churchill: “... no
permito nada a nadie”, apenas podía referirse a Grecia, pues en los demás puntos
se imponía la contundencia soviética y, muy particularmente, en Polonia.
Sobre lo ocurrido en Yalta existieron, en principio, informaciones
contradictorias, quizá porque fue eso lo que faltó: información. Todo estaba
considerado top-secret.
Se ha escrito que, como en Teherán, no existió orden del día. Pero John T.
Flynn, en “El mito de Roosevelt” señala que “El orden del día (4 de febrero, la
iniciación de la Conferencia) constaba de tres asuntos: Adopción del Plan de
Dumbarton Oaks para la Organización de las Naciones Unidas; condiciones para
obligar a Alemania a rendirse, y trato que había de reservarse a Polonia y demás
naciones liberadas”.
Alianzas de posguerra
Se ha dicho, asimismo, que los Tres Grandes no firmaron documento alguno. Pero
el Departamento de Estado de los Estados Unidos entregó a los periodistas el 12
de marzo de 1957, ¡doce años después de la Conferencia! el protocolo completo,
que constaba de 14 apartados, con la firma de los tres gobernantes.
Luego Postdam, Alemania (cerca de Berlín) entre el 17 de julio y el 2 de agosto
de 1945.
Esta vez los jefes de gobierno eran: Joseph Stalin, el primer ministro Clement
Attlee (que había reemplazado a Churchill) y el nuevo presidente estadounidense
Harry S. Truman.
Acordaron cómo administrarían Alemania, que se había rendido incondicionalmente
nueve semanas antes, el 8 de mayo.
Los objetivos de la conferencia también incluían el establecimiento de un orden
de posguerra, asuntos relacionados con tratados de paz y el estudio de los
efectos de la guerra.
¿Cómo quedó repartido el mundo? ¿Cuales fueron las áreas de influencias?
En primer lugar una reconfiguración del mapa europeo, dividiéndose en dos zonas:
la oriental bajo la hegemonía soviética y la occidental dominada por Estados
Unidos y sus aliados.
Por su parte Alemania también queda dividida en 4 zonas: la oriental (este)
queda regida por los soviéticos, la occidental (oeste) por EUA, Francia y Gran
Bretaña. Cuando se oficializa esta división se forman dos naciones: República
Democrática de Alemania, Alemania Comunista o Alemania Oriental. Su capital es
Berlín, (pero Berlín también queda dividida en capitalista y comunista) y
República Federal Alemana o Alemania Occidental. Su capital es Bonn.
Y comienza el período de la llamada “Guerra Fria”, que en algunos momentos llegó
a ser “caliente” (caso Corea).
Pero lo cierto es que las pretensiones hegemónicas soviéticas y norteamericanas
no se limitan sólo a Europa, sino que se extienden, desgraciadamente, a Asia,
África y América Latina.
Al iniciarse la Guerra Fría aparece un nuevo equilibrio del poder en donde hay
una reducción numérica de las grandes potencias con Estados Unidos y la Unión
Soviética a la cabeza. Existe una bipolaridad del poder.
El poderío de los Estados Unidos y la Unión Soviética, se vuelve
arrolladoramente superior.
Dos superpotencias, cada una de ellas incomparablemente mas fuerte que cualquier
otra potencia o combinación de potencias, se oponen entre sí.
Mientras tanto en nuestra América, la del sur del Río Bravo, existían intentos
por construir procesos políticos independientes de los poderes hegemónicos, como
el caso de el “Estado Novo”, de Getulio Vargas, en Brasil; el Frente Popular
encabezado por Pedro Aguirre Cerdá, en Chile; el “socialismo militar” planteado,
en Bolivia, por el Coronel David Toro, y retomado, años después, por el Mayor
Gualberto Villarroel, y como máxima expresión revolucionaria, el movimiento
encabezado por el General Juan Domingo Perón, en la Argentina, y que nace pocos
meses después de la terminación de la Segunda Guerra Mundial (Octubre de 1945).
Este movimiento nacional de los argentinos se enraizaba en la lucha de los
pueblos originarios (con Atahualpa, Tupac Amaru, Micaela Bastidas, Guacaipuro,
Tupaj Katari, Bartolina Sisa y Lautaro entre tantos otros); en las largas luchas
del siglo XIX, bajo la conducción de los criollos, y en que se alcanzó la
independencia política de nuestros territorios; pero reconociendo que nacimos
fragmentados en una veintena de repúblicas, mayoritariamente vinculadas al
interés y poder de los puertos que sirvieron para la salida de nuestras riquezas
y la penetración de la cultura y los productos foráneos.
Habíamos logrado la independencia política, pero al precio de mantener la
dependencia económica de Inglaterra, la mayor potencia de aquellos tiempos.
Los intentos independentistas murieron ahogados en la sangre de sus promotores.
La experiencia y el masivo sacrificio del pueblo paraguayo constituye el punto
más alto y heroico de ese proyecto, en el que podemos inscribir el intento de
nuestras montoneras federales. Hasta la primera mitad del Siglo XX no pudimos
cumplir con el sueño de aquellos patriotas.
Señala Fermín Chávez que “Las sombras de Yalta y de Chapultepec se proyectaban
sobre el Cono Sur cuando el gobierno constitucional peronista inició su gestión,
a mediados del cuarenta y seis. El reparto del mundo arreglado en la primera de
dichas conferencias no era un secreto y Potsdam ratificaría el dominio bipartito
del mundo con su protocolo. Se estableció un modus vivendi, denominado
coexistencia pacífica, que representaba, según dicho de Perón, un conformismo
imperialista”.
Agregando, también, que: “El Acta de Chapultepec importaba una novedad,
consistente en la autorización del uso de sanciones para prevenir ataques por
parte de un país americano contra otro. Anteriormente, las medidas de seguridad
habían mirado exclusivamente por las agresiones provenientes desde fuera del
hemisferio. También el Acta recomendaba convertir en permanente la colaboración
militar dentro del sistema interamericano”.
El Gobierno de Perón instala una política internacional independiente. Dice
Chávez: “La segunda mitad de 1946 iba a ofrecerle al peronismo un banco de
prueba”.
En la flamante ONU, en Nueva York, la representación Argentina distingue entre
la unidad latinoamericana y la unidad panamericana, afirmando una cultura
específicamente latina.
En un discurso a los trabajadores Perón manifiesta: “Los partidos totalitarios
realizaban toda su obra para la guerra y nosotros estamos realizando toda
nuestra obra para la paz”, señalando que el movimiento rechazaba tanto el
"régimen capitalista" como el "estatal puro".
Perón señaló, por esos días, “la marcha de un mundo en su cruda evolución hacia
nuevas formas”. Y manifestó: “Parecería que una tercera concepción pudiera
conformar una solución aceptable, por la cual no se llegaría al absolutismo
estatal, ni se podría volver al individualismo absoluto del régimen anterior.
Será una combinación armónica y equilibrada de las fuerzas que representan al
Estado moderno para evitar la lucha y el aniquilamiento de una de esas fuerzas,
tratando de conciliarlas, de unirlas y de ponerlas en marcha paralela para poder
conformar un Estado en el cual, armónicamente, el Estado, las fuerzas del
capital y las fuerzas del trabajo, combinadas inteligente y armoniosamente, se
pusieran a construir el destino común con beneficio para las tres fuerzas y sin
perjuicio para ninguna de ellas”.
Juan Domingo Perón apuntalaba doctrinariamente la Tercera Posición.
Nos dice Fermín Chávez que como lo “han descubierto en los últimos tiempos
diversos estudiosos extranjeros, Perón fue un auténtico precursor del llamado
Tercer Mundo, inexistente o apenas avizorado por aquellos días. Su mérito
consiste, escribe Peter Waldmann, en que en una etapa muy temprana del proceso
internacional de descolonización reconoció y formuló con bastante claridad los
problemas más importantes y los principales objetivos de los países menos
desarrollados. Por su parte, Rudolf Knoblauch reconoce: La tercera posición es
superadora del marxismo internacional dogmático y del capitalismo demoliberal, y
agrega: Perón se consideraba, en parte con razón, como el precursor del
movimiento del tercer mundo... Y otro autor germano, Karl-Alexander Hampe,
formula este juicio aun más comprensivo: Bajo el gobierno de Perón, en los años
cuarenta y cincuenta, la política exterior argentina jugó un papel rector en
América Latina, sobre todo en el enfrentamiento con los Estados Unidos. En aquel
momento, Perón adoptó una concepción que luego sería proclamada como doctrina
común del tercer mundo. El reconocimiento es algo tardío, pero lo mismo vale.
La idea de que el hombre está sobre los sistemas constituye el núcleo
antropológico y filosófico de la Tercera Posición. Se trata del hombre integral,
rescatado de las filosofías naturalistas, sociobiologistas, economicistas y
materialistas dialécticas que reconocen como raíz el pensamiento de la
ilustración, por el cual la persona humana quedó parcialmente vaciada, por
exclusión de componentes sustanciales: las creencias, la fe, las potencias no
racionales, el sentido de lo sagrado. El justicialismo reconoce su centro de
irradiación en un hombre recuperado en la totalidad de su ser. Y se proyecta de
lo interno a lo externo como Tercera Posición humanista y cristiana”.
Esta posición doctrinaria sumada a las medidas sociales, económicas, políticas y
culturales de neto corte nacional y popular, en beneficio de las masas oprimidas
y del fortalecimiento independiente de la Nación, hicieron conjugar distintas
fuerzas reaccionarias para producir el derrocamiento del Gobierno Peronista en
1955, y que significó la mayor derrota estratégica del Pueblo y cuyas
consecuencias nefastas se han extendido hasta el presente.
Winston Churchill tenía fuertes motivos para celebrar en aquel comienzo del
otoño londinense del ‘55, la caida de Perón.
Dijo: “es la mejor noticia que he recibido después de nuestro triunfo en la
guerra mundial". Hoy, cuando la bipolaridad quedó desmoronada en Berlín, se
observa el predominio del poder norteamericano; superpoder que no necesita
ocultar su accionar.
La globalización y el pertinaz ataque a los estados e identidades nacionales, el
accionar de los organismos internacionales, la pretensión de la instalación del
pensamiento único, son las manifestaciones de un gobierno con ansias
“mundialista”, dueños del planeta. Es, justamente en el ahora, donde se empieza
a comprender mejor aquellas advertencias y enseñanzas de Juan Domingo Perón.
Resumiendo:
La Doctrina Justicialista proclamó la Tercera Posición; es decir, una posición
independiente de los dictados de las dos grandes potencias, que se repartieron,
según sus conveniencias estratégicas, el mundo de posguerra.
Es una concepción filosófica y política. La falacia ideológica es presentar sólo
la opción entre capitalismo y comunismo como ineludibles. Los dos grandes
sistemas de pensamiento anteriores al justicialismo, el individualismo liberal
capitalista y el socialismo "científico" clasista y estatista, estaban
encarnados en el mundo de la posguerra (a partir de 1945), en dos grandes
bloques geopolíticos e ideológicos antagónicos, que se mantuvieron Aliados
durante la Segunda Guerra Mundial.
La conclusión de la guerra con la derrota del Eje, en Europa con la ocupación de
Alemania por las tropas aliadas, y luego en el Pacífico, con la utilización de
la bomba atómica contra las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki en
Japón, abrieron una etapa de reacomodamiento geopolítico mundial que tuvo su
formalización en las conferencias de Yalta y Postdam.
Por primera vez en la historia de las civilizaciones, dos grandes imperios
surgen como aliados de la guerra y enemigos de la posguerra, pero además por
primera vez también, ambos bandos sostenían y defendían convicciones ideológicas
antagónicas e incompatibles: las democracias liberales de desarrollo
capitalista, por una parte, y los socialismos de economías centralmente
planificadas, por otra.
El mundo parecía dogmáticamente alineado en uno u otro bando y practicaba uno u
otro sistema ideológico, cuando en la Argentina nacía una nueva concepción
filosófica y doctrinal, que proponía, a su vez, una visión geopolítica
diferenciada, a partir de la revalorización del protagonismo histórico de los
pueblos en sus luchas por la liberación nacional, de toda forma de imperialismo,
y de viejas o nuevas formas del colonialismo.
En ese mundo dividido y alineado militar y estratégicamente, la Tercera Posición
no es una posición a mitad de camino de ambos sino, por el contrario, como una
propuesta superadora de los antagonismos ideológicos, a partir de una nueva
concepción que realizaba en la práctica, con la legitimidad del apoyo
mayoritario del pueblo argentino y los sueños de Justicia, Libertad y Dignidad
de todos los pueblos del mundo.
La primera posición era el individualismo liberal, triunfante a partir de la
Revolución Francesa, sobre el que se apoyó el desarrollo del capitalismo
industrial. Su consecuencia inmediata fue la "proletarización" de los
trabajadores y la generación de una natural reacción contra las formas de
explotación inhumana que había implantado en las relaciones laborales.
La segunda posición sería la que representó a esa reacción contra la
explotación: el llamado socialismo "científico", originado en los estudios y
propuestas de Marx y Engels, que convocaban a la lucha de clases y a la
solidaridad internacional del proletariado del mundo, sin barreras nacionales,
para implantar la "dictadura del proletariado" y comenzar la construcción del
socialismo hasta llegar al comunismo.
Al margen de los erróneos presupuestos sobre los que se desarrollaron ambas
posiciones, y de lo indemostrable de sus propuestas en al marco del devenir
histórico, la realidad que generaron fue la de la explotación del hombre por el
hombre, en la primera, y la pérdida total de la libertad individual, en la
segunda.
La Tercera Posición o justicialismo, pretende la armonización de los derechos
del individuo con los de la comunidad, con la intencionalidad de obtener la
realización del hombre a partir de posibilitarle la efectiva práctica de las
virtudes y no, simplemente, dándole más bienes materiales. El justicialismo
implica una preocupación ética y moral.
Decía el General Perón, “es evidente que ninguna de estas dos soluciones nos
llevaría a los argentinos a la conquista de la felicidad que anhelábamos para
nuestro pueblo. Así fue que nos decidimos a crear las nuevas bases de una
Tercera Posición que nos permitió ofrecer a nuestro pueblo otro camino que no lo
condujese a la explotación y a la miseria. En una palabra, una posición
netamente argentina, para los argentinos, la cual nos permitió seguir en cuerpo
y alma la ruta de la libertad y de la justicia que siempre nos señaló la bandera
de nuestras glorias tradicionales… por ello, libre de toda atadura ideológica
extraña a nuestra nacionalidad, la República Argentina puede hablar con altura
moral a todos los países del mundo, tendiendo su mano generosa, abierta y
franca, sin reservas de ninguna especie, porque nuestro Justicialismo nos
permite buscar y hallar siempre las coincidencias necesarias como para que todos
los pueblos puedan hallar en dicha filosofía el camino tan anhelado de la
libertad“ (Mensaje a la IV Conferencia de Países No Alineados, septiembre de
1973).
La Tercera Posición planteó el derecho de todos los pueblos a escribir su propio
destino, de acuerdo con sus propias idiosincracias, en plena libertad e
independencia. Esta concepción peronista es la refundación de un orden
internacional más justo, basado en el respeto absoluto de la soberanía política
de todas las naciones.
Frente al capitalismo y al comunismo, para la Tercera Posición el hombre no es
un individuo aislado y manipulable, ni un instrumento dentro de un gran y
perverso engranaje colectivo, sino que es un ser que vive en sociedad, que
libremente se desarrolla, constituye su familia, las sociedades intermedias, el
Estado y sus asociaciones internacionales.
Así la resume Perón: …“nuestra Tercera Posición Justicialista diremos que, en el
orden político, implica poner la soberanía de las naciones al servicio de la
humanidad, en un sistema cooperativo de gobierno mundial, donde nadie es más que
nadie, pero tampoco menos que nadie. En el orden económico, la Tercera Posición
es la liberación de los extremos perniciosos, como lo son una economía
excesivamente libre y otra excesivamente dirigida, para adoptar un sistema de
economía social al que se llega colocando al capital al servicio de la economía.
En el orden social, en medio del caos que opera en el mundo fluctuante entre el
individualismo y el colectivismo, nosotros adoptamos un sistema intermedio cuyo
instrumento básico es la justicia social“ (Mensaje a la IV Conferencia de Países
No Alineados, septiembre de 1973) La Tercera Posición es una solución a los
problemas mundiales. Esta posición comenzó a trascender entre aquellas naciones
sojuzgadas por uno u otro imperialismo. Cansados de falacias ideológicas, el
claro llamado al realismo político de la comunidad internacional formulado por
Perón atrajo la atención de muchos pueblos del mundo; pueblos a los cuales,
frente a la explotación, la dependencia y el vasallaje, sólo se les brindaba la
salida del ideologismo o la violencia.
La concepción política de la Tercera Posición entiende la igualdad entre
naciones, éstas deben ser socialmente justas, económicamente libres y
políticamente soberanas. Todas ellas en igualdad de derechos y deberes tienen
una función internacional que cumplir. Por esto en la comunidad internacional no
deben existir naciones y pueblos dirigentes, ni naciones y pueblos dirigidos, ni
naciones y pueblos explotadores o explotados.
Yalta repartió el mundo en provecho de los imperios. En la Argentina de Perón
surgió para todos los tiempos la doctrina de un mundo mejor. Así, una nueva y
distinta oleada parece estar recorriendo nuestra América. Una renovada
conciencia social alimenta la voluntad política de las mayorías populares.
Multitudes, pertenecientes al subsuelo social, muchas veces sometido por siglos,
parecen aflorar. Tendencias, movimientos y dirigentes largamente postergados
comienzan a ocupar el escenario. Aquel “abajo que quiere y el arriba que no
puede” está creando las condiciones para un cambio regional, profundo, abarcador
y permanente.
Es la nueva “hora de los pueblos”, que alcanza a la casi totalidad de los países
del continente. En cada una de las sociedades este fenómeno se expresa de un
modo diferenciado.
Existe, sin duda alguna, la voluntad de una refundación nacional que procura
expresarse en nuevos movimientos constituyentes. Este ha sido el camino
recorrido en Venezuela; en Bolivia, después de crecientes luchas y del triunfo
electoral de Evo Morales; en Ecuador, a partir de gigantescas movilizaciones
encabezadas por la organización de los pueblos originarios; en Brasil, en
Argentina, en Uruguay, mediante experiencias dispares y discutibles algunas,
pero en pleno desarrollo.
Esta perspectiva está transformando a países que históricamente fueron
considerados irrelevantes desde la óptica de los países centrales.
Si a esto le agregamos la fuerte presencia de pueblos originarios, con sus
legítimas y milenarias tradiciones y reivindicaciones, el panorama se enriquece
aún más y estamos ante inéditos desafíos.
Y mientras esto acontece, el Imperio no encuentra una forma eficaz de superar
sus limitaciones.
En definitiva, la construcción de la Patria Grande indo-luso hispanoamericana
consolidará el actual proceso, y será determinante para aniquilar las
consecuencias de Yalta-Postdam, constituyentes de un orden mundial cuyas
consecuencias aún sobreviven.
* Publicado en revistas digitales en Febrero de 2007.
** Miembro del Instituto Nacional "Manuel Dorrego".
Miembro de la Comisión Nacional Permanente de Homenaje a la Vuelta de Obligado
Docente del Curso Taller de Pensamiento Nacional
Docente de la Diplomatura "La otra historia" UCES - 2011
Se reservan todos los derechos. Se autoriza la publicación parcial o total del
presente artículo haciendo referencia a la fuente.
Blog del autor:
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