Modesto López, el cineasta que explora la poesía de América Latina

Por Pedro Jorge Solans *
Foto Santiago Solans

La vida del productor argentino Modesto López se amalgama con el arte de una forma que al abordar su trayectoria, no se sabe si se está hablando de la historia de la poesía, del teatro de la música o de la vida de un talentoso creador que recorrió América Latina para afincarse en México, donde fundó Ediciones Pentagrama para explorar la poesía profunda del continente.

En el Festival de Folclore de Cosquin 2012, presentó el documental “Palabras en reposo” sobre la vida del poeta mexicano Alí Chumacero. Anteriormente, en el Cosquin 2011, había presentado un trabajo sobre Ernesto Cardenal.

En uno de esos asados con tertulia que envuelven al festival de nuestra música, Modesto López contó que en el año 73, con cien dólares y una cámara fotográfica salió a recorrer América Latina, a buscarse quién era.

En ese viaje iniciático, el entonces actor, vio el movimiento cultural que se desarrollaba en América Latina, fundamentalmente, el teatro y la música, y ahí se fue vinculando con escritores, escultores, poetas, y se fue encontrando con distinta gente.

Llegó a México, justo cuando se iba hacer un festival, y lo invitan a dirigir una obra, y luego, lo invita el grupo “Mascarones”, y otro grupo vinculado al movimiento de teatro chicano de Estados Unidos, y ahí surgió su vinculación con la gente de la cultura chicana, con los veteranos de guerra de Vietnam. Pero antes de aterrizar en tierras mexicanas fue haciendo entrevistas y publicaba en el camino para sobrevivir, porque en Perú, tuvo que vender la cámara fotográfica por apremios económicos. No tenía qué comer. Aunque siempre fue encontrando amigos muy solidarios que hasta el día de hoy, por suerte, siguen siendo amigos como los integrantes del grupo Pueblo Nuevo de Ecuador, Antonio Preciado; Arturo Corcuera, uno de los grandes poetas peruanos, en Centroamérica, los hermanos Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy.

-¿Después de ese viaje iniciático, cuándo regresás a la Argentina?

Yo me tuve que ir porque ya no tenía recursos para vivir. Me voy a Ecuador donde estuve un año, hace exactamente 34. Viví en Ecuador y 33 años voy a cumplir en México.
Se me cortaron los víveres, no había trabajo para mí, había problemas, y regreso un poco antes del retorno democrático en 1982. Cuando ya se podía ingresar y bueno, es el primer reencuentro con la Argentina. Yo recorrí mucho Argentina, trabajé en la Universidad de Comahue, en el Departamento de cine.
Al cine me fui vinculando porque en aquella época de actor, colaboro no solamente con un pequeño trabajo de actor en “Operación Masacre”, sino también lo hago con Raymundo Gleizer en “Los Traidores” y en otros trabajos. Al regresar en los finales del
82, me acerqué con la movida del Teatro Abierto, con el cual tenía yo muchos vínculos, con Roberto Cossa, Roberto Espina que vive acá, en Río Ceballos, que fue mi primer maestro de teatro.

-¿Qué cambió desde aquel viaje a esta etapa tuya de documentalista asentado en México y rescatando la vida de los poetas?

En México, fundé hace treinta años la empresa Ediciones Pentagrama, donde actualmente, tengo alrededor de 657 títulos editados. He recorrido todo México, he hecho grabaciones de campo de los más diversos géneros musicales y también hice trabajos en América Latina.
Mis primeras producciones discográficas antes de crear Pentagrama fueron con (Alfredo) Zitarrosa, y Los Olimareños. Edité muchas cosas, trabajé mucho con la trova cubana y llegó un momento donde ví la necesidad de abrir una línea que se llama “Los poetas”, en la colección La palabra, donde los poetas hacen su propia voz. Y sentí la necesidad porque no me alcanzaba la palabra. Sentí que tenía que mostrar y dejar un documento para las futuras generaciones y para las actuales generaciones que desconocen. Llevar la palabra a la imagen, mostrar el contexto social en que se desarrolla esta gente, su pensamiento, más allá de lo que dicen y de lo que tocan. Empecé a hacer documentales sobre poetas y músicos que me resultaban interesantes en su proceso, como por ejemplo, Juan Reynoso, un poeta que yo conocí en el 73. Un violinista campesino que en su vida jamás había tenido un antecedente musical, y que un día a los cinco años, pasó por una calle y vio un ciego tocando el violín y le dijo al padre: “Papá yo quiero hacer eso, quiero tocar el violín”; e insistió, insistió, hasta que se transformó en Juan Reynoso. Le decían el “Paganini de tierra caliente” porque en el año 73 en la Sierra de Guerrero en México, -a mí me tocó verlo a ese hombre tocando los sones de tierra caliente, y al mismo tiempo, tocando tema de (Nicoló) Paganini, y los campesinos lo escuchaban como si escucharan las cosas cotidianas de todos los días, con ganas y admiración. Entonces, me dije, tengo los discos de él, los edito, pero la gente tiene que conocer a este hombre, cómo vive. Me fui con él a Tierra Caliente y realizamos el documental. Algo similar pasó con Don Pastor Cervera, uno de los grandes músicos de México, pilar de la trova yucateca. ¡Qué la música! La trova yucateca es una cosa importantísima en México. Me hice amigo de Pastor Cervera, que fue arriero y después se hizo carnicero, y de la carnicería se escapaba para tocar la guitarra con los amigos y componer canciones. Bohemio empedernido, y desde su oficio de carnicero y de arriero, se transformó en uno de los grandes compositores. ¿Cómo piensa esa gente? ¿Qué vivió? ¿Qué lo hizo ser ese gran compositor que de pronto jamás esperó serlo, ni lo hizo para ser un gran compositor? Y lo mismo con los poetas. Ernesto Cardenal era un personaje que yo había querido alcanzar en aquella época cuando era joven que andaba caminando por América Latina, y no pude llegar a Solentiname. Y después tuve mucho contacto con todo el proceso revolucionario nicaragüense. De Mejía Godoy, soy muy amigo, y permanentemente estuve viajando y apoyando a Nicaragua durante todo los primeros años de la revolución. Y siempre me quedó esa espinita: ¿Qué pasó con todo eso? ¿Qué pasó con esos compañeros que eran campesinos muchos de ellos, semi analfabetos, analfabetos otros, que aprendieron con Cardenal a pintar, a escribir, que se transformaron en poetas y en revolucionarios, que fueron capaz de dar la vida para derrotar la dictadura de (Anastasio) Somoza. Entonces fui a la búsqueda de eso. ¿Qué quedó de todo eso. Sirvió de algo, no sirvió? Aparte del gran poeta, a través del poeta, yo digo a través del poeta que dice sus poesías, que escribe y manifiesta su pensar ¿Qué pasa con todo lo que él ha generado, cómo generador de poetas, cómo ha generado músicos?
Con (el ecuatoriano) Antonio Preciado, por ejemplo, tengo una amistad desde aquella época. Cuando viajé. A esa gente siempre la respiré en mis viajes. Es la gente que acompañan a uno aunque no estén al lado. En todos mis viajes siguen estando ellos, como otra gente que todavía no he podido hacer lo que pensaba hacer.

-¿Qué documental harías hoy en Argentina?

Hicimos de Hamlet Lima Quintana. Sabía que Hamlet siempre quiso ir a conocer México. Fue una de sus grandes frustraciones cuando se quedó en Perú y no pudo llegar. Entonces con un amigo que manejaba en su momento el área de Cultura del gobierno mexicano planificamos incorporarlo a un Encuentro de poetas y que lo acompañara un músico en una gira y que, por lo menos, conociera México. Tuvo la suerte de ir como a diez Estados de la república, y lo programamos de manera tal que cante un día y que se quede por lo menos dos a conocer y disfrutar ahí, que pudiera ir a las Pirámides. Y ahí aprovechamos, y le dije, a mi amigo Jorge Denti (que es un director de cine bastante destacado en México, el director de “Malvinas, historia de tradiciones”: “Mirá, yo te apoyo en la producción, y vos hacé el documental”. Y así, hicimos el documental de Hamlet. Mientras tanto, Denti empezó a hacer el de Juan Gelman, y yo hice el de Cardenal, -que se presentó el año pasado en Cosquin. Después seguí con el de Antonio, (Preciado), y tras cartón vino el de Alí Chumacero, uno de los grandes poetas. Juan Gelman lo llama el Juan Rulfo de la poesía mexicana. Escribió tres libros pero esos tres libros bastaron para que pasara a ser uno de los grandes poetas de habla hispana. Un tipo que concurre a una poesía abstracta, difícil, un cuidadoso de la palabra, al único que le permitía corregir sus textos Octavio Paz.
Él se jactaba de ser poeta y no editor: “yo me siento orgulloso de ser editor, no poeta. Yo poesía escribo porque me gusta, y cuando me di cuenta que no tenía nada más que escribir, no escribí más”;dijo. Pero fue un editor que formó generaciones de editores. Murió a los 92 años. Lo conocí en la Plaza de Toros. Cuando llegué a México tuve la suerte de que me invitaran, yo nunca había ido a corridas en plazas de toros, había ido un par de veces pero nunca había gozado con un conocedor. Era un conocedor maravilloso. Cuando le dije que iba a ser el documental, me dijo: “Te pido una cosa, no hablemos de toros. No quiero que en el documental aparezcan los toros”; le pregunté, “¿por qué maestro?” “Porque hay mucha gente que no le gusta y yo para qué me voy a enemistar con ellos, si de lo que vamos a hablar es de mi vida literaria y de por qué yo llego a esto”. Y no tratamos nada siendo un conocedor importantísimo.

-¿Qué te parece Cosquin. Vos hace dos años que venís, y no como oyente, sino que presentás tus trabajos y, generaste algo que quedará como un hito: La vuelta de la poesía a la plaza Próspero Molina?

A mí me parece importante. Cosquín es un festival muy apreciado, que uno siempre admiró desde lejos, con sus distintas etapas y con sus cosas lamentables como fue en la época de la dictadura. Pero, hoy es una alegría, porque hoy en día, Cosquín deja vida y tiene otra perspectiva más amplia, y busca más hacia América Latina. Es un gran paso. Creo que es un paso adelante, importante en estos momentos, que estamos viviendo en el continente.

-¿Cómo se ve desde México?

En México casi no se conoce Cosquín. Esa es una tarea que hay que hacer. Fijate las cosas son importantes en la medida en que llegan a quienes tienen que llegar; por supuesto, que todos los argentinos que viven en México saben de Cosquín, y muchos de ellos lo ven por Internet.
Ayer me decía un amigo de aquí: “Increíble, me llamó desde Roma un amigo que yo lo había perdido. Me llamó porque me vio en el festival de Cosquín. Yo quería localizarlo y vivía en Roma”. Eso es una maravilla, y la gama además. La gama de pronto, de lo que yo ví el año pasado, de lo que ví este año, en material musical. Hay de todos los colores. Es muy importante también el Encuentro de poetas que financia el festival, me parece un acierto que habría que apoyar más. Yo creo que hay mucho que dar, no solamente de poetas del país, sino de América Latina.
Creo que hay un equipo de gente magnifico. Se da más cabida a los músicos que cantan poemas musicalizados o especialmente hechos para eso. Yo veo con mucho optimismo el futuro de Cosquín y qué bueno que gente amiga me haya dado cabida, me haya dado un poquito de espacio para difundir esto.

* Director de www.eldiariodecarlospaz.com


 

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